Cuadernos Templarios Nº 16 - Marzo 2013
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Finalmente, como conclusión, reivindicamos el nombre de su primer Gran Maestre Hugues de<br />
Payen, que en su Carta a los Caballeros de Cristo se constituye en el verdadero motor de la<br />
“revolución” a la que hacemos referencia en este breve tratado. A él se debe el formidable empuje<br />
no exento de talento, para convencer a las autoridades laicas y eclesiásticas de la época a aceptar el<br />
nacimiento de la primera orden religiosa-militar de la Cristiandad. Es evidente que la imagen<br />
bernardina del templario iletrado y salvaje, sin relación con la cultura, no es la correcta. El Maestre<br />
conocía y dominaba el latín y en las encomiendas templarías del siglo XII se conservaban<br />
ejemplares de la Regla en latín. Además en las decenas de bibliotecas inventariadas durante el<br />
proceso a los <strong>Templarios</strong> se encontraron un sinnúmero de manuscritos que mostraban los<br />
primeros intentos de llevar a lenguaje vulgar textos sagrados o espirituales.<br />
Lo expuesto nos lleva a aseverar lo siguiente: Hugues de Payen fue el padre del Temple y San<br />
Bernardo de Clairvaux su padrino. La Regla latina muestra los debates, las dificultades, los<br />
esfuerzos para que se aceptara en el seno de la Iglesia la idea de una Orden en la que sus<br />
componentes estaban autorizados a portar armas, y podía matar al enemigo sin que ello fuese<br />
pecado que los excomulgara.<br />
Este hecho produjo una serie de quebraduras en la sociedad del siglo XII. Los <strong>Templarios</strong> se<br />
atrevieron a ser “oratores” y “bellatores” al mismo tiempo, pero en el fondo no eran ni clérigos, ni<br />
monjes ni simples soldados. Por otra parte, no compartían los valores ni las prerrogativas de la<br />
caballería de la época; la magnanimidad, las proezas, el culto a la fuerza física, el espíritu de<br />
aventura, la caza o los placeres del amor. Pero convengamos que tampoco eran caballeros cruzados.<br />
Eran sin duda, caballeros pertenecientes a una rama especial, totalmente distinta, con formación y<br />
objetivos novedosos, que podríamos denominar “antiheroica”.<br />
Para entender la espiritualidad de los <strong>Templarios</strong> hay que recordar que eligieron la vía del silencio.<br />
Aceptaron ser discretos propiciando una extrema humildad. Parte de los Principios dicen: “…los<br />
que no son nombrados por los hombres, no deben dudar de que Dios los conoce… la virtud es<br />
verdadera cuanto más se oculta…”. Otro artículo de la Regla del Temple prohíbe vanagloriarse de<br />
las hazañas militares.<br />
Lamentablemente, quienes investigamos sobre el Temple, no tenemos conocimiento de ninguna<br />
historia relatada directamente por <strong>Templarios</strong>, que nos informe o nos documente hechos,<br />
actividades y propósitos desde un punto de vista estrictamente de la Orden. Los <strong>Templarios</strong> se<br />
negaron a construir una memoria colectiva, mostrando así todo su rechazo a lo mundano.<br />
Los freires renunciaron por propia voluntad a cualquier tipo de reconocimiento, lo que nos lleva a<br />
hacernos la pregunta. Hugues tuvo exceso de humildad o aplicó el Non nobis a ultranza?.<br />
San Bernardo preconizó un concepto de un caballero más laico, con poco acceso a lo sagrado. En<br />
cambio para Hugues el nuevo caballero era una especie de guerrero sagrado desconocido para la<br />
Cristiandad del siglo XII. La revolución de los <strong>Templarios</strong> asumió su identidad laica. En una época<br />
en la que lo sagrado, la Iglesia era sinónimo de clero, todos los monjes eran sacerdotes consagrados.<br />
<strong>Cuadernos</strong> <strong>Templarios</strong>. Número <strong>16</strong>, <strong>Marzo</strong> de <strong>2013</strong> Página 29