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Cuadernos Templarios Nº 16 - Marzo 2013

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Lanza sabía demasiado acerca de Noé. Eso me resultó siempre sospechoso. Llamó "el Arca'' a su<br />

Orden. Más sospechoso aún. El mundo tambalea sumido en la violencia, el orgullo y el materialismo<br />

sacrílego. Se aparta de la sabiduría, entonces Noé vuelve. Nuevamente se puso obstinadamente a<br />

construir su Arca, pero esta vez cambió de método: la hizo casi invisible, muy pequeñita, para que<br />

pudiera entrar en el corazón del hombre.<br />

AHÍ AHÍ, PARA AHÍ!<br />

Viajábamos hacia Jujuy, ciudad al norte de la Argentina a 1.800 km de Buenos Aires y cerca de la<br />

frontera con Bolivia. Nos esperaban dos amigos esa noche.<br />

En mi camioneta cerrada viajábamos Shantidas, dos amigos y el que escribe. Estaba preocupado. Se<br />

venía la noche, Todavía nos faltaban 150 km. El camino no era pavimentado, y además muy sinuoso<br />

y entre montañas. También hacía mucho frío.<br />

Cruzábamos por un lugar denominado Finca del Rey. Se trataba de una reserva forestal de 20.000<br />

has., muy boscoso y de gran belleza. Había elegido viajar por ese camino agreste y de tierra en lugar<br />

de uno más directo y asfaltado por pensar que a Shantidas le agradaría más.<br />

Efectivamente, no se cansaba de mirar el paisaje, abrumándome a preguntas sobre el nombre de los<br />

enormes árboles que nos circundaban. Mi padre tenía un "obraje" (establecimiento forestal) en esa<br />

provincia y yo conocía muy bien cada árbol y sus nombres por haber pasado mi adolescencia y mi<br />

juventud en esos bosques.<br />

Al llegar a un río denominado De las Víboras, vio Shantidas que enfrente, luego de cruzarlo, se<br />

extendía un hermoso prado verde rodeado de inmensos "quebrachos" (el quebracho es un árbol<br />

que nace únicamente en el norte argentino y sur del Paraguay y el Brasil y que tiene la<br />

particularidad de que una vez derribado se endurece con el tiempo y jamás se pudre).<br />

- "Ahí, ahí, para ahí", me gritó.<br />

- "Pero Shantidas..., se viene la noche, nos esperan en Jujuy y hace un frío polar.<br />

¡Al bajar nos vamos a congelar! ", le supliqué.<br />

- "¡Nada, nada, para ahí!", me contestó imperioso.<br />

Lo miré a Juan que estaba detrás consultándolo con la mirada y su respuesta levantando los<br />

hombros fue: "Lo conoces a Shantidas". Y paramos ahí. Abandoné el camino y estacioné a la orilla<br />

del bosque. A nuestra izquierda el prado descendía suavemente hasta el arroyo que corría entre las<br />

piedras. Shantidas descendió y comenzó a saltar y a aplaudir, contento como un chico. Nosotros<br />

nos miramos preocupados. Las altas montañas ya habían ocultado el sol invernal. El frío nos calaba.<br />

"Haz un fueguito", ordenó Shantidas,<br />

Nos miramos los tres acompañantes y repetimos al unísono: "Una fogata haremos, no un fueguito".<br />

Así hicimos. No escaseaba la leña -y de la mejor: había mucho quebracho colorado desparramado<br />

por el suelo, formando montones de gruesas ramas endurecidas. Esta madera produce casi tanto<br />

calor como el carbón de piedra.<br />

<strong>Cuadernos</strong> <strong>Templarios</strong>. Número <strong>16</strong>, <strong>Marzo</strong> de <strong>2013</strong> Página 31

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