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Cuadernos Templarios Nº 16 - Marzo 2013

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Jung vio la alquimia medieval como exteriorización de fenómenos síquicos que operaban bajo el<br />

umbral de la conciencia y pugnaban por manifestarse. El inconsciente del alquimista se proyectaba<br />

en sus actividades del laboratorio en busca de la Piedra de los Filósofos. Había un paralelo<br />

(inconsciente) entre la Piedra (Lapis) y el Cristo Interno (2). Este es, en verdad, “la Piedra que todo<br />

lo convierte en oro” y “el elixir de la vida eterna”.<br />

Pero para la mente medieval, la aseveración del propio Cristo Histórico de que el Reino de Dios está<br />

dentro de nosotros no podía ser comprendida en toda su profundidad por cuanto la existencia de<br />

inconsciente recién sería descubierta siglos después. De manera que en el blanqueado, la<br />

purificación y la sublimación de la materia bruta a través de largas y pacientes cocciones en el<br />

atanor, el filósofo medieval proyectaba sin sospecharlo la extracción e identificación de contenidos<br />

inconscientes que, al ser expuestos a la claridad de la conciencia, liberarían lo divino oculto en<br />

nuestra sustancia terrenal, el oro escondido entre el barro.<br />

En su libro Psicología y Alquimia (3), el psiquíatra suizo resume las tres fases del proceso alquímico<br />

o Gran Obra, considerándolo modernamente como el proceso de individuación del alma (4). El<br />

Principio Crístico, (del griego “krisos”=oro), que Jung identificó con el arquetipo de la evolución<br />

trascendente o “Selbst”, duerme en el inconsciente a la espera del reconocimiento de la conciencia<br />

para su posterior desarrollo. En psicología analítica este proceso de denomina “individuación” (dos<br />

que se hacen uno indivisible).Es la activación de un Principio potencial latente bajo el umbral de la<br />

conciencia que supera a la conciencia común.<br />

Enumeraremos y describiremos esas tres fases antes citadas, para poder ver luego su expresión en<br />

el Cantar de Salomón y en el Cántico Espiritual de San Juan.<br />

A) Nigredo, o ennegrecimiento, es el estado inicial del alma (4) no redimida, que los alquimistas<br />

denominaron “prima materia”. Implica un alma dividida; psicológicamente, aspectos inconscientes<br />

no integrados en unidad con la conciencia. El cuerpo espiritual está “muerto” porque en esa<br />

condición no puede crecer ni fructificar; le falta la unión con su complemento divino.<br />

B) Albedo o ablutio, o baptisma, es la fase en que el alma, considerada de signo ”femenino”, se hace<br />

disponible e intenta unirse a su contrapartida “masculina”, el espíritu (5) ,para que se pueda<br />

verificar la unión de los opuestos.<br />

Las comillas en las palabras “masculino” y “femenino” aluden no a lo genérico, sino a la esencia<br />

activa y emisora del espíritu y a la pasiva y receptora del alma. La albedo también fue llamada<br />

“estado lunar del alma”, “estado argénteo” o “alma virgen”. Simboliza el principio de la claridad que<br />

sigue a la noche, pero todavía falta llevar ese estado argénteo o lunar al estado solar.<br />

C) Rubedo (enrojecimiento), simbolizado por la aurora plena y sus colores, que representan al Rey,<br />

el espíritu y a la Reina, el alma unificada, que se unen por fin y celebran sus bodas alquímicas.<br />

<strong>Cuadernos</strong> <strong>Templarios</strong>. Número <strong>16</strong>, <strong>Marzo</strong> de <strong>2013</strong> Página 5

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