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Carta 27 Universidad - ausjal

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identidad, nuestra visión y misión, y, al mismo tiempo,<br />

también los progresos de la humanidad en esas áreas,<br />

daríamos un contra-testimonio y podríamos deshacer con<br />

una mano lo que construimos con la otra.<br />

Insisto para que tengamos también en cuenta los avances<br />

de la ciencia y de la técnica en el campo de la gestión y<br />

de la administración universitaria, y no sólo las exigencias<br />

que surgen casi directamente de nuestra fe, de nuestro<br />

carisma ignaciano y de nuestra tradición educativa.<br />

Organizaciones de naturaleza religiosa, incluyendo la<br />

Iglesia, y a veces también la misma Compañía de Jesús,<br />

con frecuencia tienden a pensar y actuar en un contexto<br />

religioso que yo llamaría de<br />

puramente “redentivo”, de<br />

“gracia y pecado”, y no tanto<br />

en un contexto “creativo”, de<br />

valorización de lo creado, del<br />

progreso humano, científico y<br />

tecnológico. Esas realidades<br />

“temporales”, fruto del progreso,<br />

no pierden su valor en un<br />

mundo marcado por el pecado<br />

y redimido, sino que, al<br />

contrario, adquieren un nuevo<br />

valor al tener que colocarlas a<br />

servicio de ese nuevo mundo<br />

recreado por Dios.<br />

En las <strong>Universidad</strong>es confiadas<br />

a los cuidados de la Compañía<br />

de Jesús, la síntesis, por un<br />

lado, entre los principios y valores que nuestra fe y nuestro<br />

carisma específico exigen y deberían marcar nuestra<br />

gestión universitaria, y, por otro, los principios y valores<br />

en el campo de la gestión y organización institucional,<br />

fruto del progreso humano, de la experiencia acumulada<br />

durante generaciones, debería constituir una de sus<br />

principales características y una prueba concreta de su<br />

carisma ignaciano. El hecho de que muchos de esos<br />

avances tengan lugar en el campo empresarial, en el<br />

mundo de los “negocios” no les quita su valor, ni los<br />

priva de su aplicabilidad en el mundo universitario, a<br />

no ser que estén en clara oposición a una ética de<br />

inspiración cristiana. La <strong>Universidad</strong> también es, de<br />

cierto modo y en muchos de sus aspectos, una “empresa”,<br />

un “negocio”, aunque por su misma naturaleza tenga, o<br />

debería tener, objetivos bastante distintos de otras<br />

empresas y de otros negocios.<br />

Es fundamental que nuestra gestión institucional y nuestra<br />

estructura o diseño organizacional observen las exigencias<br />

que surgen más directamente de los principios y valores<br />

que nuestra fe necesariamente comporta, y también de<br />

nuestro modo específico de ser y proceder, como<br />

instituciones confiadas a los cuidados de la Compañía<br />

de Jesús en América Latina.<br />

No podemos quedarnos satisfechos,<br />

convencidos de que hemos cumplido<br />

nuestro deber, porque nos esforzamos<br />

para que la formación que ofrecemos<br />

corresponda de algún modo a las<br />

exigencias de nuestra fe cristiana y de<br />

nuestra tradición pedagógica, o porque en<br />

los proyectos de investigación tenemos de<br />

algún modo en cuenta las necesidades de<br />

nuestras sociedades, o porque, finalmente,<br />

nuestras <strong>Universidad</strong>es tienen numerosos<br />

proyectos de impacto social en las<br />

comunidades que las rodean. Todo eso es<br />

muy importante y tenemos que continuar<br />

avanzando en esa dirección.<br />

Gestión universitaria en sintonía con<br />

nuestra visión y misión<br />

Trataré primero, por lo tanto, de los aspectos más<br />

directamente relacionados con nuestra visión y misión.<br />

Comenzaré por una exigencia de nuestra visión apostólica<br />

que los últimos responsables de la gestión de nuestras<br />

<strong>Universidad</strong>es, y que en la mayoría de los casos son los<br />

jesuitas, deberían tener siempre en cuenta. Aunque los<br />

jesuitas sean en muchos casos los propietarios de las<br />

<strong>Universidad</strong>es que constituyen el universo de AUSJAL, y<br />

en otros casos, si bien no sean los propietarios, son sus<br />

principales gestores o administradores, no podemos<br />

olvidar que, junto con los<br />

laicos y laicas, sacerdotes,<br />

religiosos y religiosas, que<br />

con ellos colaboran, de<br />

diversos modos y a diversos<br />

niveles, todos constituyen, de<br />

cierto modo, un único sujeto<br />

y deberían de algún modo<br />

compartir una misma visión<br />

y misión. Eso exige un<br />

modelo de gestión<br />

participativo que ayude a<br />

todos, desde los que ocupan<br />

cargos directivos y<br />

administrativos, hasta los<br />

funcionarios y empleados,<br />

para que en el ejercicio de sus<br />

diversas funciones se sientan<br />

de hecho co-responsables de<br />

la institución como un todo. Gestión participativa<br />

significa diálogo entre personas que se respetan,<br />

construcción colectiva de un proyecto común, delegación<br />

de autoridad y toma compartida de decisiones.<br />

Eso también exige, en el universo plural en que vivimos,<br />

tanto desde el punto de vista cultural como religioso -<br />

pluralismo también presente en nuestras instituciones<br />

educativas - que se dé valor e importancia, no<br />

simplemente a lo nominal, es decir, al hecho, por<br />

ejemplo, de ser cristiano o católico declarado, sino<br />

también y sobre todo a los principios y valores que esos<br />

términos comportan y que muchos otros también<br />

comparten, sin profesar necesariamente un mismo credo<br />

religioso.<br />

Lo que decimos de lo “cristiano” y “católico” se aplica<br />

con mayor razón a lo “ignaciano”. Sin renunciar<br />

absolutamente a nuestro modo de ser y proceder y al<br />

modo específico de encarnar y vivir la fe en la Compañía<br />

de Jesús, lo más importante no es insistir en que nuestras<br />

instituciones son y tienen que ser casi nominalmente<br />

“ignacianas”, sino en lo que eso significa de hecho en la<br />

práctica. Por un lado, la Compañía de Jesús no puede<br />

aceptar de dirigir y administrar una <strong>Universidad</strong> si no<br />

puede hacerlo de un modo que corresponda a lo esencial<br />

DOCUMENTOS<br />

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