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El estilo barroco aristocrático - BiblioMaster.com Inglés

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en grado tal, que una vez más emergió <strong>com</strong>o un movimiento religioso popular.<br />

4. <strong>El</strong> <strong>estilo</strong> <strong>barroco</strong> <strong>aristocrático</strong><br />

Francia En La Época De Luis XI<br />

Todo en relación con Luis XIV sugiere grandeza. Su concepto de la realeza le aseguró el calificativo de<br />

le grand roí (el gran Rey). Su código de etiquetas creó modales "a la gran manera" y fue en todos<br />

sentidos el gran señor; una espléndida avenida en París se llama Rue Louis le Grand (Avenida Luis el<br />

Grande) y su reinado dio a su siglo el nombre del gran siglo. En la época en la que Jacinto Rigaud<br />

(1701) pintó su retrato, Luis había sido Rey, de nombre, por más de medio siglo y, de hecho, por 40<br />

años <strong>com</strong>pletos de esa media centuria. Con sus reales vestiduras de coronación forradas de armiño y en<br />

el real cuello el collar de gran maestro de la Orden del Espíritu Santo, Luis XIV es la personificación<br />

absoluta de las palabras que lo hicieron famoso: L'Etat c'est moi (el estado soy yo). Era, de hecho, la<br />

personificación de Francia y su retrato, bastante adecuado, fue el de una institución; su figura fue un<br />

pilar en que descansaba el estado, <strong>com</strong>o lo es la columna que soporta el edificio, en el fondo del cuadro.<br />

A pesar de todo lo pomposo que nos parezca el retrato, fue parte integral del ilusionismo del periodo que<br />

se esforzó por hacer que abstracciones trascendentales <strong>com</strong>o el derecho divino de los reyes, el<br />

absolutismo y el estado centralizado políticamente, pareciesen reales a los sentidos.<br />

<strong>El</strong> éxito de este sistema de centralización se advierte en la lista de realizaciones positivas de un reinado<br />

en que el poder feudal de los nobles provincianos fue abolido, la iglesia formó parte de un estado en vez<br />

del estado parte de la iglesia, París se volvió la capital intelectual y artística del mundo, y Francia<br />

alcanzó preeminencia entre las naciones europeas. Respecto a las artes, su alianza con el absolutismo<br />

significó que eran útiles <strong>com</strong>o instrumentos de propaganda, factores en la reafirmación del poder y<br />

prestigio nacional y medios de reforzar la gloria de la corte, impresionar a los dignatarios visitantes y<br />

estimular la exportación. Todo, por supuesto, condujo al concepto del arte <strong>com</strong>o <strong>com</strong>plemento para el<br />

culto de la majestad y <strong>com</strong>o perpetuador del mito. Con el Rey <strong>com</strong>o patrono principal, el arte<br />

inevitablemente se volvió un departamento gubernamental y Luis se rodeó de un sistema de satélites<br />

culturales, cada uno supremo en su especialidad. La fundación de la Academia de la Lengua y la<br />

Literatura en 1635, de la Real Academia de Pintura y Escultura en 1648 y de otras ulteriormente,<br />

permitió a Boileau dominar el campo de las letras, a Lebrun el de las artes visuales y Lully el de la<br />

música.<br />

<strong>El</strong> absolutismo en este sentido significó estandarización, pues un artista podía recibir un encargo o<br />

empleo únicamente por las vías oficiales. Luis, empero, se percató claramente de lo que hacía, y en<br />

memorial a la Academia subrayó: "Caballeros, vuestras manos dejo lo más preciado sobre la tierra:<br />

fama." Conocedor de todo ello, defendió a sus escritores y artistas, los apoyó generosamente y por<br />

sobre todo ejerció el más noble atributo que cualquier mece pudiese tener: buen gusto.<br />

<strong>El</strong> signo externo y visible de este absolutismo advertiría en la dramatización de la vida personal y social<br />

de este roí du soleil, o Rey Sol. La adaptación del sol <strong>com</strong>o su símbolo fue natural, y motivos <strong>com</strong>o el<br />

dorado y el bronceado fueron empleados con generosidad en el decorado de sus palacios. Como patrón<br />

de las artes, Luis pudo identificarse ampliamente con Apolo, el dios solar, quien también fue el protector<br />

olímpico de las musas. En la mañana, en que el Rey Sol se asomaba por el horizonte y brillaba, lever du<br />

roi (el despertar y levantarse del Rey), era un ritual tan deslumbrante, a su manera, <strong>com</strong>o un segundo<br />

orto. Este levantar solemne incluía una nube de ayudantes que afluían a la recámara real exactamente a<br />

las 8 de la mañana para colocar al Rey las diversas partes de su regio atuendo. Una ceremonia<br />

igualmente colorida era le coucher du roí (el acostarse del Rey), cuando el Rey Sol, bajo los dorados<br />

resplandores de miles de velas, se acostaba a las 10 de la noche. La vida de Luis era de pompa<br />

continua en que cada hora tenía su actividad, traje, elenco y auditorio adecuados. Acontecimientos<br />

menos frecuentes <strong>com</strong>o bautizo, boda o alguna coronación, tenían sus ceremonias especiales; incluso<br />

los nacimientos reales exigían espectadores para asegurar al reino la legitimidad de cualquier soberano<br />

futuro. En nuestros días de prosaicos empleados de oficina y monótonos cuerpos parlamentarios, nos es<br />

difícil imaginar el efecto abrumador de toda la pompa y circunstancias formales que rodeaban la corte de<br />

un monarca absoluto. Si sus pares y súbditos contemplaban un espectáculo lo suficientemente<br />

majestuoso o una procesión grandiosa, el Rey podía hacer lo que le viniese en gana.<br />

A lo largo de un reinado de 72 anos, Luis XIV desempeñó el papel principal en este drama cortesano<br />

ininterrumpido con toda la técnica espontánea y el aplomo consumado de un actor perfecto y magistral.<br />

Un gran actor de esta talla necesitó, por supuesto, un gran público, y un espectáculo dramático de tal<br />

magnitud exigió un escenario adecuado. En consecuencia, fueron llamados arquitectos para planear las<br />

series interminables de salones, uno tras otro, <strong>com</strong>o telones de fondo impresionantes para las entradas<br />

triunfales; alarifes y jardineros, para diseñar las grandes avenidas para los fastuosos desfiles al aire<br />

libre; pintores, para decorar los techos con nubes rosas y deidades clásicas para que el monarca al<br />

descender los largos tramos de escalera lo hiciese <strong>com</strong>o si viniese de los cielos olímpicos, y músicos<br />

para a<strong>com</strong>pañar las majestuosas entradas con grandes fanfarrias y redobles de tambores. Por ello, no

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