El estilo barroco aristocrático - BiblioMaster.com Inglés
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econocer a las deidades ortodoxas romanas, o morir. En los expresivos ademanes de las manos. San<br />
Mauricio y sus principales oficiales revelan sus actitudes ante el hecho. Cristo, en verdad, con su propio<br />
ejemplo había aprobado dar al César lo que fuese del César, pero adorar ídolos falsos era harina de otro<br />
costal. Así, pues, la línea había sido trazada de manera tajante y había que elegir entre la lealtad al<br />
estado y la lealtad hacia la Iglesia, entre la ciudad del hombre y la ciudad de Dios. San Mauricio levanta<br />
el dedo hacia lo alto indicando su decisión.<br />
La <strong>com</strong>posición en espiral se adapta estupendamente para <strong>com</strong>unicar la tensión entre los reinos<br />
material y espiritual, lo natural y lo sobrenatural, lo terrenal y lo celestial, tensión que puede sentirse en<br />
los músculos tirantes, dedos <strong>com</strong>o llamas, caras tensas y en el propio movimiento en espiral ascendente<br />
de la <strong>com</strong>posición. Como una gran voluta serpentina se desplaza al plano medio izquierdo, en donde<br />
vemos de nuevo a San Mauricio, esta vez confortando a sus soldados que esperan su tumo para ser<br />
decapitados. <strong>El</strong> ritmo se acelera hacia el plano de fondo, en donde las figuras desnudas de los soldados<br />
parecen estar recién despojadas de su corporeidad, y ser arrastradas hacia lo alto en un vórtice<br />
espiritual, que las eleva en un torbellino dantesco. La mirada es llevada hacia arriba por la luz que<br />
aumenta progresivamente y la transición de colores desde los tonos sombríos a ras de suelo, hasta las<br />
nubes vaporosas rosas y blancas en el cielo. En el firmamento se extiende una visión, en la que algunas<br />
de las figuras angélicas revolotean y sostienen coronas para los que sufren y mueren en el martirio, en<br />
tanto que otros desgranan armonías celestiales.<br />
A pesar de lo sombrío del tema, la rica paleta de colores luminosos y transparentes que usa el Greco da<br />
a la obra un tono casi festivo en que destacan las banderas de tonos rosa, y los trajes de color azul<br />
acerado y amarillo limón, contra un fondo gris plateado. La originalidad del trabajo con sus audaces<br />
disonancias cromáticas y el pródigo empleo del costoso azul ultramarino, hicieron que el Greco perdiera<br />
el favor del rey Felipe, cuyos gustos se situaban del lado del <strong>estilo</strong> italiano más conservador. <strong>El</strong> Greco<br />
sólo hizo otro intento para ganarse de nuevo el mecenazgo real: un estudio para un cuadro llamado más<br />
tarde el Sueño de Felipe II; empero, el encargo nunca llegó.<br />
Si las puertas del Escorial le fueron cerradas, las de Toledo, sede del arzobispo primado, siempre<br />
estuvieron abiertas para el Greco. Su reputación en esa ciudad había quedado firmemente cimentada<br />
por la serie de pinturas que había hecho para la iglesia de Santo Domingo el Antiguo. La más famosa<br />
fue la Asunción de la Virgen para el altar mayor. <strong>El</strong> modelo en que se inspiró el Greco fue el cuadro que<br />
Ticiano había pintado sobre el mismo tema, unos 60 años antes. Empero, la versión del Greco denota la<br />
preferencia barroca por el espacio libre, en tanto que Ticiano incluye toda la acción dentro de su cuadro.<br />
Al dividir su <strong>com</strong>posición en tres planos, Ticiano inicia un movimiento ascendente vertical en los dos<br />
planos inferiores, pero lo detiene valiéndose de la figura descendente de Dios en lo alto. Al <strong>com</strong>binar las<br />
líneas diagonales que en ángulo agudo retroceden al fondo en las figuras de los apóstoles, el Greco en<br />
su Asunción forma una base cónica de la que asciende la Virgen animada por un movimiento espiral que<br />
lleva la mirada hacia arriba, por fuera del cuadro, para continuar en los cielos abiertos.<br />
<strong>El</strong> Greco también pintó para Toledo su obra maestra, el Entierro del Conde de Orgaz, destinada a su<br />
parroquia de Santo Tomé. <strong>El</strong> conde, que reconstruyó y dotó a la iglesia, fue honrado según la leyenda,<br />
en 1323, por la aparición milagrosa de los santos Esteban y Agustín que con ternura lo colocan en su<br />
tumba, en la parte inferior del cuadro. Las vividas esferas terrestres y de visiones celestiales están<br />
separadas por las parpadeantes antorchas y rebuscados pliegues de las vestiduras al ser recibida el<br />
alma del conde, llevada por alas angélicas, ante la radiante figura de Cristo en su corte celestial. La fila<br />
de dolientes incluye retratos de clérigos y nobles de Toledo, entre ellos un autorretrato del artista<br />
directamente por encima de la cabeza de San Esteban. <strong>El</strong> Greco añade una nota de fino humor al incluir<br />
en la obra el retrato de su hijo Jorge Manuel, de ocho anos de edad, <strong>com</strong>o acólito, en la esquina inferior<br />
izquierda. <strong>El</strong> niño señala la rosa blanca y oro incluida en un círculo, bordada en la riquísima casulla de<br />
San Esteban; el círculo es el símbolo de la inmortalidad, y la rosa, del amor. En el pañuelo que asoma<br />
del bolsillo del pequeño, el Greco con caracteres griegos firmó su cuadro: "Soy obra de Dómemeos<br />
Theotocopoulos, 1578", pero la fecha no es la del cuadro, sino del nacimiento de su hijo.<br />
La expulsión de los prestamistas y mercaderes del templo es el único incidente en las Sagradas<br />
Escrituras en donde Cristo asume una actitud de ira justa y el único momento en que recurrió a la acción<br />
física y al castigo corporal. En consecuencia, el tema había sido poco tratado en la iconografía cristiana,<br />
pero fue tomado de nuevo durante la Contrarreforma romana en que la Iglesia Católica emprendió una<br />
verdadera expurgación. <strong>El</strong> Greco pintó no menos de seis versiones de este tema. En la Expulsión del<br />
templo, Cristo aparece con el atributo del fuego purificador <strong>com</strong>o profetizó Isaías, y su espíritu de ira<br />
arrasadora se refleja en los disonantes colores rojo carmesí, rosa, naranja y verde amarillento. Si bien el<br />
ademán de Cristo entraña violencia, su cara es serena, a sabiendas de que lo que hace es por el bien<br />
de quienes <strong>El</strong> castiga. La atmósfera recuerda la del Juicio Final, con la figura de Cristo separando los<br />
corderos de los cabritos. <strong>El</strong> lado hacia el que dirige su látigo está lleno de turbulencia y confusión, al<br />
apartarse y gritar los mercaderes bajo el ojo acusador y tratar, a pesar de todo, de salvar sus<br />
pertenencias. Por el otro lado, todo es calma, al sopesar los discípulos el significado del hecho. Las