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El estilo barroco aristocrático - BiblioMaster.com Inglés

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madre, a la que dos años después siguió Saskia poco después de nacer su hijo Tito. Por 1650, los<br />

gustos artísticos habían cambiado, pero Rembrandt inquebrantablemente siguió los dictados de su<br />

propio genio sin hacer concesión alguna a las modas veleidosas. La mirada penetrante en que brilla una<br />

luz interior, penetra en las profundidades de su propio carácter y parece preguntar "¿A donde?" De esa<br />

etapa en adelante, Rembrandt advirtió cada vez con mayor nitidez que su misión era explorar el mundo<br />

de la imaginación y dejar a otros el de las apariencias. En consecuencia, su semblante refleja la<br />

serenidad de un hombre que después de elegir su camino sabe que no puede dar marcha atrás. Los<br />

problemas económicos se intensificaron al acumularse las deudas, y de 1656 a 1660 el artista estuvo en<br />

bancarrota. Su valiosa casa con sus muebles, su colección personal de pinturas, grabados, armaduras y<br />

material para su arte, fueron subastados para pagar a los acreedores. En este punto, la expresión<br />

inquisitiva de los ojos luminosos <strong>com</strong>ienza a dirigirse hacia adentro en una autovaloración al enjuiciar sin<br />

concesiones y en forma implacable, su evolución moral y artística. Los últimos años fueron entristecidos<br />

por las muertes de su fiel amiga y ama de llaves Hendrickje Stoeffeis (1662) y de su hijo Tito (1668). Sin<br />

abandonar su actividad por un solo momento, Rembrandt en su último autorretrato nos muestra el<br />

conocido semblante en que han dejado su huella las enfermedades y la resignación, pero aún lleno de la<br />

honda <strong>com</strong>pasión humana que marcó su vida y su arte.<br />

Entre los polos del introspectivo Rembrandt y el ajeno Vermeer se extiende toda una gama de temas,<br />

sujetos y estados de ánimo expresados por sus contemporáneos. En tanto Rembrandt buscaba retratar<br />

el espíritu del hombre en todo su <strong>com</strong>plejo conjunto, Frans Hals se contentó con aprehender la<br />

individualidad humana en una efímera mirada o en un ademán casual. En sus primeras obras se<br />

interesó más por las apariencias que por las esencias. Más tarde, bajo la influencia del enfoque<br />

rembrandtiano de la búsqueda del alma, sus colores vividos y su toque ligero se trocaron en tonos<br />

sombríos y temas serios. La alegría contagiosa de su Laudista alegre es típica del fresco y alborozado<br />

periodo temprano. Con desgreñada cabellera y gorro ladeado en airoso ángulo, su personaje podría ser<br />

un músico que entretiene en una taberna. La forma en que sostiene el vaso de burbujeante vino revela<br />

la fuente de la luz, que baria su cara y su instrumento. En cuadros semejantes, las gentes de Haarlem,<br />

poblado nativo de Hals, pendencieras pescaderas, parranderos funcionarios y achispados fiesteros,<br />

viven de nuevo con toda su exuberante vitalidad y capacidad para vivir.<br />

La Madre e hija de Pedro de Hooch es un tranquilo estudio de la vida doméstica en un pacífico hogar. A<br />

semejanza de sus colegas, de Hooch supo que la luz era el imán que atraía la mirada, y que sus<br />

vibraciones <strong>com</strong>unicaban a los interiores su dádiva de vida y movimiento. Empero, de Hooch maneja<br />

una luz atemperada, acorde con la tranquilidad de su tema y sus personajes. La luz del sol penetra<br />

desde la abierta puerta de <strong>estilo</strong> holandés, en la parte trasera y la ventana en el ángulo superior<br />

derecho. Valiéndose de estos medios, el artista separa sin ambigüedades sus tres planos que se<br />

escalonan sucesivamente hasta el fondo; explora el contraste de contexturas entre el suelo de azulejos,<br />

el cristal transparente, las barnizadas superficies de madera, las telas suaves y el brillo metálico del<br />

calentador de cobre detrás de la cabeza de la mujer sentada al igual que nos muestra las figuras de la<br />

madre, la hija y el perro. <strong>El</strong> mundo de de Hooch es más estático que el de Rembrandt, sus figuras<br />

menos animadas que las de Hals, y su geometría pictórica más imprevisible que la de Vermeer. Sin<br />

embargo, cada interior suyo tiene la tranquilidad intemporal de una naturaleza muerta, en que las figuras<br />

y los objetos se juntan en su medio doméstico holandés para integrar un conjunto coherente.<br />

<strong>El</strong> sombrío estudio que Jacobo van Ruisdael hizo de un cementerio, pertenece a la categoría de los<br />

paisajes de enorme significado para los holandeses que habían luchado incansablemente por su país<br />

contra los opresores españoles. Su Muelle en Amsterdam es un paisaje realista de una cara de la<br />

ciudad, exacto en su detalle descriptivo, en tanto que Ruisdael en el Cementerio judío, parece estar<br />

buscando valores simbólicos más hondos. <strong>El</strong> escenario fue el cementerio judío en la Oudekerk de<br />

Amsterdam, pero para realzar el tono y la atmósfera del cuadro, el pintor inventa muchos detalles<br />

imaginarios pintorescos. Las ruinas abandonadas del viejo castillo y los esqueléticos troncos de los dos<br />

árboles muertos que no estaban en el escenario real, se unen con las blancas lápidas de las tumbas<br />

para impregnar la <strong>com</strong>posición con ideas de muerte. Las inscripciones de las lápidas, de las cuales<br />

algunas todavía existen, recuerdan al observador que la tolerancia religiosa en los Países Bajos hizo de<br />

esa tierra el refugio de los judíos acosados por la Inquisición de España y Portugal. Ruisdael vuelca una<br />

profundidad de sentimientos, al igual que de espacio, en este paisaje. En la caída de agua y los árboles<br />

retorcidos que abren sus ramajes al cielo amenazante, capta algo de la sublimidad de la Naturaleza,<br />

pasmo del hombre y ante la cual palidece su obra. Su incansable mirada, amante de lo pintoresco<br />

anticipa en forma notable algunos aspectos del romanticismo del siglo XIX.En su Panorama de Delft, Jan<br />

Vermeer de Delft pintó el perfil de su ciudad nativa. Desde los paseantes que están en la parte izquierda<br />

del primer plano, el artista conduce la mirada por el canal y la hace seguir la línea de los edificios<br />

mercantiles y casas por detrás del muro de la ciudad, a la izquierda, pasar el puente de piedra en el

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