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Divagaciones sobre la literatura picaresca - Centro Virtual Cervantes

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568 CARLOS E. MESA C. M. F. BICC, XXVI, 1971<br />

salto y para el vuelo de altura. Ahí está el caso de <strong>la</strong>s nove<strong>la</strong>s<br />

ejemp<strong>la</strong>res de <strong>Cervantes</strong>, varias de el<strong>la</strong>s francamente <strong>picaresca</strong>s,<br />

pero iluminadas por aquel<strong>la</strong> "indulgencia estética" de que<br />

tan sagazmente habló Menéndez Pe<strong>la</strong>yo.<br />

Como sucede a todo libro original, novedoso y roturador<br />

de caminos, Lazarillo se ha visto envuelto en un torbellino de<br />

discrepantes pareceres doctos hasta el punto de que, aún admitido<br />

como el suscitador de <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> <strong>picaresca</strong> españo<strong>la</strong>, haya,<br />

sin embargo, autores como Azorín y Américo Castro que lo<br />

excluyen de <strong>la</strong> <strong>picaresca</strong> por no ajustarse al cuadro de notas<br />

distintivas que suelen asignarse a esa especie literaria.<br />

Lázaro, el protagonista, es un muchacho compasivo y piadoso,<br />

mientras que otros personajes del mundillo hormigueante<br />

de <strong>la</strong> <strong>picaresca</strong> son despreocupados y despiadados. El picaro<br />

es <strong>la</strong>drón de oficio; Lázaro hurta por pura hambre. De los<br />

demás libros rezuma una crítica social acerba y amargada; en<br />

Lazarillo no hay otra cosa que un breve y simpático espejo de<br />

un momento de <strong>la</strong> España imperial.<br />

Con todo, junto a estos rasgos negativos, se afirman <strong>la</strong>s<br />

notas positivas que lo rec<strong>la</strong>man para <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> <strong>picaresca</strong>: tales,<br />

<strong>la</strong> técnica autobiográfica, <strong>la</strong> variedad de aventuras en un servicio<br />

a distintos amos que reflejarían distintos estados sociales<br />

y, finalmente, un realismo a veces exagerado.<br />

Pero aún a estas luces y visos, Lazarillo sigue ofreciéndose,<br />

y con él toda <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> <strong>picaresca</strong>, como signo de contradicción.<br />

Ya en 1933 el poeta y crítico Dámaso Alonso se preguntaba:<br />

¿hasta qué punto es realista <strong>la</strong> nove<strong>la</strong> <strong>picaresca</strong>? Para,<br />

por lo menos, ponerlo en duda, invocaba un nombre: Quevedo.<br />

Y se respondía: <strong>la</strong> obra de Quevedo es tan antirrealista<br />

como <strong>la</strong> gongorina porque es sistemáticamente una grotesca<br />

deformación de <strong>la</strong> realidad. Se podrá argüir que el gran Quevedo<br />

es caso extremo de satírico ulcerado; pero aun en Lazarillo<br />

hay quienes sorprenden una deformación de <strong>la</strong> realidad<br />

sujeta a determinados casos que convenían a <strong>la</strong> ideación novelística<br />

y a los prejuicios del autor.<br />

González Palencia no admite el supuesto realismo de. <strong>la</strong><br />

vida de Lazarillo.

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