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Divagaciones sobre la literatura picaresca - Centro Virtual Cervantes

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596 CARLOS E. MESA C. M. F. BICC, XXVI, 1971<br />

cosa tan contra de <strong>la</strong>s andadorísimas'mujeres, echó de ver cuánto mejor<br />

le solía ir con sayas antiguamente que ahora con plumas de color.<br />

Pidió a Júpiter que <strong>la</strong> tornase a su menester, que mujer solía ser, y el<br />

Júpiter, que era bueno como el buen pan y debía de estar borracho<br />

cuando tal hacía y deshacía, hízolo como se lo había pedido <strong>la</strong> papagaita<br />

[La picara Justina, libro II, parte 2', cap. i].<br />

Alfonso Jerónimo de Sa<strong>la</strong>s Barbadillo entra en el género<br />

picaresco aportando La hija de Celestina, que es un regreso a<br />

<strong>la</strong> narración suelta y fluyente. "Con Sa<strong>la</strong>s —dice Valbuena<br />

Prat— tenemos ya una mujer protagonista de <strong>la</strong> <strong>picaresca</strong>,<br />

caldeada de humanidad, entre sus coqueterías y sus embustes,<br />

entre sus bernardinas y sus gracias, camino de <strong>la</strong> tragedia, que<br />

bruscamente cierra, para lección ejemp<strong>la</strong>r, una vida arriscada<br />

y aventurera. La belleza de <strong>la</strong> protagonista, su juego con los<br />

hombres que engaña, su donjuanismo bur<strong>la</strong>dor de varones,<br />

sesudos y mozos, caballeros y rufianes, le da un matiz peculiar,<br />

como una idealización estética que lleva una indulgencia en<br />

el ánimo del lector...".<br />

De los ojos de Elena, <strong>la</strong> protagonista, dice el autor:<br />

Eran sus ojos negros, rasgados, valentones y delincuentes: tenían<br />

hechas cuatro o cinco muertes y los heridos no podían reducirse a<br />

número: miraban apacibles a los primeros encuentros, prometiendo<br />

serenidad; pero en viendo al miserable amante engolfado en alta mar,<br />

acometían furiosos y — usando de aquel<strong>la</strong> desesperada resolución "ejecútese<br />

luego" — daban fin a su vida.<br />

Vicente Espinel en su Vida de Marcos de Obrcgón se nos<br />

exhibe como uno de nuestros mejores narradores del siglo<br />

xvn en un re<strong>la</strong>to que es maravil<strong>la</strong> de sensibilidad, atisbo de<br />

paisajes y sentido nuevo de <strong>la</strong> aventura.<br />

Su catolicidad es viva y sentida, como en el curioso pasaje<br />

en que nos cuenta el protagonista que, estando en Italia, se<br />

encuentra en una hostería con un anciano que defiende <strong>la</strong><br />

"religión nueva", <strong>la</strong> religión reformada. "Aunque era natural<br />

de Ginebra, hab<strong>la</strong>ba en buen italiano, que por ver españoles<br />

le pareció alzar <strong>la</strong> voz más de lo que había menester. Y tras

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