la oscura quintería - Bibliotecas Públicas
la oscura quintería - Bibliotecas Públicas
la oscura quintería - Bibliotecas Públicas
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
media hora; siempre supuse que para que su<br />
padre no se ausentase de nuevo.<br />
Pues sí, me invadió un sentimiento, que si <strong>la</strong>s<br />
nove<strong>la</strong>s no mienten, se denomina amor, y mi<br />
vida estaba completa, hasta que hace un año mi<br />
padre murió de tuberculosis. Debido a <strong>la</strong><br />
estrecha re<strong>la</strong>ción que nos unía, pues nunca se<br />
había limitado a mantenerme y vestirme, como<br />
otros progenitores hacen, sino que actuaba para<br />
mí de maestro, confidente y consejero, yo me<br />
sumí en un estado de semiinconsciencia durante<br />
meses, en un intento de no reconocer este triste<br />
acontecimiento. Ni siquiera <strong>la</strong>s caricias de mi<br />
hijo me hacían salir de ese ensueño. Si bien es<br />
cierto que comía y bebía, no era capaz de<br />
levantarme de <strong>la</strong> cama por más de dos horas<br />
seguidas. Recuerdo a mi hijo llorar y a mi<br />
marido decir que se iba de montería; y es que en<br />
este momento que yo tanto lo necesitaba él<br />
volvía a ser el de antes: ya no contaba con el<br />
encanto y <strong>la</strong> sensibilidad que yo le había<br />
atribuido, tal vez sin motivo real, sino sólo por<br />
mediación de Diego. Ese cambio que se había<br />
operado en Joaquín, y que yo de tan buena gana<br />
había aceptado, no había sido más que fruto de<br />
mi imaginación.<br />
Entonces, y me tiemb<strong>la</strong> <strong>la</strong> mano al escribir esto,<br />
mientras mi marido estaba en una de sus<br />
monterías regresó una noche. Una noche de luna<br />
llena que no olvidaré, puesto que no debo<br />
olvidar, sino divulgar esta información a fin de<br />
que no se repita algo así… Joaquín pasó al<br />
dormitorio de puntil<strong>la</strong>s, como nunca antes había<br />
hecho, pues le gustaba hacer notar su presencia;<br />
y yo, entre ensoñaciones, le recibí en mi<br />
lecho… ¡Maldito sino!, ¡maldita noche! ¿Cómo<br />
iba a saber yo que ese hombre que me l<strong>la</strong>maba<br />
por mi nombre, que me hab<strong>la</strong>ba de mi hijo…?<br />
Recuerdo haber pensado que era extraño que<br />
hubiera regresado a casa tan pronto, pues suele<br />
ausentarse durante más de una semana cuando<br />
va de caza, y sólo habían pasado dos días,<br />
empero me reconfortaba tanto su presencia que<br />
DESDE EL ÁRBOL GORDO Nº 5 – JUNIO 2010<br />
11<br />
no traté de preguntarle siquiera. En mi extravío<br />
noté cosas extrañas: su piel estaba más fría que<br />
de costumbre y lo achaqué a una tormenta; sus<br />
ojos eran ardientes, con un fuego, que yo en<br />
siete años de matrimonio no había visto jamás,<br />
no encontré nada en mi mente que justificara<br />
esto, así que lo re<strong>la</strong>cioné con mi estado febril.<br />
Mas hubo algo… ¡Oh, Padre Piadoso! Hubo<br />
algo que me quitó de manera fulminante <strong>la</strong><br />
venda de los ojos y me hizo salir de esa<br />
semiinconsciencia en que me encontraba para<br />
no dejarme volver a el<strong>la</strong> jamás: su boca, esa<br />
boca temb<strong>la</strong>ba cuando se alejaba de mí, tan<br />
rápidamente que mis ojos no podían seguir sus<br />
movimientos… y su piel, pálida cuando había<br />
entrado en el cuarto, ahora era rosada y<br />
saludable hasta un punto inconcebible, como <strong>la</strong><br />
de un bebé, ¡tan lleno de vida!<br />
Ése no era Joaquín. Entonces, ¿es posible que<br />
yo dejara entrar en mi lecho a un impostor?, ¿es<br />
posible que <strong>la</strong> criatura que llevo en mi vientre<br />
desde hace tres meses exactamente hoy no sea<br />
de mi marido?, ¿y quién era aquél que posó su<br />
mano en mi corazón antes de irse, y que desde<br />
que me falta mis fuerzas no hacen más que<br />
abandonarme?, ¿es posible que ese letargo en el<br />
que me encontraba me hiciera imaginar lo que<br />
no existe, lo que si contara me costaría <strong>la</strong> vida a<br />
manos de <strong>la</strong> Inquisición? Tal vez todo haya sido<br />
una fantasía; y sin embargo en sueños le veo, le<br />
veo y me dice: darás a luz a mi hijo con tu<br />
último aliento, y vendré a por él, pues me<br />
pertenece. ¡Dios mío, he leído numerosas veces<br />
sobre estos seres, pero nunca osé creer una<br />
pa<strong>la</strong>bra de esos re<strong>la</strong>tos de aldeanos que para mí<br />
no eran más que desvaríos de mentes crédu<strong>la</strong>s!<br />
Y ahora que soy yo, <strong>la</strong> que se ve envuelta en<br />
esta situación que hie<strong>la</strong> <strong>la</strong> sangre no hago más<br />
que temb<strong>la</strong>r y preguntarme sin cesar: ¿Qué será<br />
de mi pequeño Diego sin su madre?, ¿Qué será<br />
de… su madre?