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JUAN EMAR UMBRAL - Memoria Chilena

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De pronto escap6. Tom6 el primer tren destino a la estaci6n de Tragatencas, es decir,<br />

a su fundo de La Cantera.<br />

Estuvo desesperado, estuvo a1 borde de la locura.<br />

Ahora que escribo aqui en casa de Viterbo Papudo, comparo estas dos situaciones muy<br />

parecidas: en 1944, Artemio Yungay frente a la tumba de TBrtara Tigre, en Santiago; en<br />

1926, Lorenzo Angol frente a la tumba de Chinchilla, en San Agustin de Tango ...<br />

iQui diferencia!<br />

Artemio me parece ahora como el prototipo del hombre de accibn, del hombre que,<br />

en su ansia de vida, si la vida la ve en la tumba, a la tumba se lanza. A tal extremo lo<br />

consider0 asi que yo, como hacedor de estas p5ginas, s610 quisiera, para el buen ixito de<br />

ellas, que mi amigo Rosendo Paine tuviese igual impetu y ardor por seguir en las empresas<br />

de vibracibn, de mBximo sacudimiento.<br />

Lorenzo se encerr6 en su B6veda. Una sensacih le habia acometido frente a1 nicho<br />

NQ 88964. Y el pavor de que fue presa se debi6 a imaginar que esa sensaci6n se convirtiese<br />

en obsesi6n y tuviese, desde entonces en adelante, que vivir bajo su imperio. El desdichado<br />

pens6 que unicamente la transmutacih podria salvarlo. Transmutar lo sentido, lo casi<br />

vivido, en obra. Hacerlo destilar mafiosamente hacia un personaje, meter a1 personaje en<br />

un libro y, una vez el libro impreso ... idar un brinco de costado, dejar libro y personaje<br />

cargados de obsesiones y uno quedar libre!<br />

En eso est5 Lorenzo ahi. iL0 veis!<br />

Agachado escribe. Se pasea. Respira hondamente. Vuelve a exribir.<br />

Dejimoslo en paz. Seguramente -si no lo molestamos pidiindole que nos lea sus<br />

escritos-va a hacer con su obsesi6n de ultratumba, si logra desprenderse de ella, algo muy,<br />

muy bueno. Per0 no hay que pedirle que nos lo lea. Asi es que mi buen lector me perdonar5<br />

de que nada de cuanto en la “mesa de pintado pino” se elabora, aparezca en estas<br />

p5ginas.<br />

Puedo, en cambio, decir dos palabras sobre la obsesi6n misma:<br />

Lorenzo se identific6 con el huesito dtimo del dedo mefiique de la mano izquierda<br />

de Chinchilla. Debo explicar lo que en este sentido significa el verbo “identificar”: Es,<br />

gracias a la ya mencionada concentracih mental, ver ese huesito, tocarlo, tenerlo en<br />

mano y, por momentos, so uno mismo el hueso con todos sus atn’butos. Puede uno dejarlo,<br />

digamos, sobre la mesa, desprenderse de il guard5ndolo en un caj6n. El hueso, tarde o<br />

temprano, atrae, fascina, doblega. Yuno va a la mesa o abre el caj6n. Entonces no hay m5s<br />

remedio que incorporarse en 61, vivir la vida de 61, paso a paso por toda su historia. Ahora<br />

piinsese que ese hueso estuvo siempre con la hoy difunta, camin6 con ella, repos6 con<br />

ella, particip6 todo con ella. Cuando nosotros estAbamos con ella -paseando, cambiando<br />

frases, bailando, riendo, etc., el huesito tambiin estaba alli, estaba presente, formando<br />

parte, colaborando. Nosotros particip5bamos -con natural intercambio- de cierta parte<br />

de la existencia de ella, de Chinchilla; el huesito tambiin y mucho m5s participaba de su<br />

vida y en un aspect0 que a nosotros se nos escapaba. Nuestra participacibn pasa a ser como<br />

tocar uno de 10s resultados del vivir total de la persona; la del huesito es la participadn<br />

org&nica, intrinseca, viva, c6mplice presente y actuante de aquello que nosotros s610 podiamos<br />

apreciar por dibiles, borrosas semBforas, que en el lenguaje corriente se llaman<br />

“conocer a una persona”. Voy m5s lejos: pueden hasta llamarse “poseer a una persona”.<br />

Ahora, jcdin lejos y pequeiiito eso aparece! Ahora se verifica que fue unicamente un roce.<br />

Yes algo terriblemente extraiio tener aqui, junto a nosotros, en nuestras manos, un peda-<br />

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