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JUAN EMAR UMBRAL - Memoria Chilena

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justo, lo recto, saberlo y vivir en conformidad con lo que se sabe; Nastia dpbe saber-<br />

lo; est5 la obra futura; Nastia ... etc., etc., etc.”. Y todo esto, mhs que sucio lo en-<br />

cuentro estupido. Son cosas que ya hoy no deberian suceder, cosas de largo tiem-<br />

PO atr5s agotadas. Estos pequeiios juegos infantiles -te hablo en el sentido de<br />

“infanti1ismo”- de la subconsciencia ... es mediocre, es tonto; s610 han dado un<br />

resultado: Nastia sufri6 sin haber tomado arte ni parte en tan primarios reflejos<br />

subconscien tes.<br />

La privi de todo goce, de todos esos pequefios goces que a ella le bastaban<br />

para no sentirse tan desamparada en la vida. jPobrecita cuando qued6 sola en el<br />

muelle de Marsella! Yesto para hacerme creer yo mismo que soy un tip0 formida-<br />

ble. jNi eso! Que lo voy a ser... jOh! 2Hasta cu5ndo esta comedia necia? iHasta<br />

cu5ndo partir de hemisferio a hemisferio, cada vez pregonando que ahora si, si,<br />

la cosa ha de venir? 2Hasta cu5ndo partir mientras otro ser llega hasta el muelle,<br />

llega hasta el borde del agua y ahi tiene que quedar?<br />

Que la vida que venga sea ista o aquilla, me es igual. Con tal de no seguir en<br />

la quimera del aplazamiento infinito ... Hacer cualquier cosa hoy y manana y siem-<br />

pre con tal que con ella entre en mi la convicci6n de que es esa cosa, y no otra, lo<br />

que yo soy. No lo que hari luego cuando ... cuando ...<br />

Y sea ello lo que sea, ?a qui conduce? jYa lo si! jYa 10s conozco 10s mil alega-<br />

tos formidables! Con ninguno de ellos se podr5 borrar la sombra del dolor de<br />

Nastia.<br />

Sigo con el recuerdo del dolor de Nastia. ?Qui podri hacer por ella? iNada,<br />

nada! No hay cas0 posible, me parece. jCu5nto ha sufrido como un corderito<br />

d6cil! Yen el fondo, jc6mo se aferraba a mi, aterrada ante el abandono, ante la<br />

soledad absoluta, ese abandono en medio de Paris, que hace caer y caer siempre<br />

hasta el barro all5 en el fondo! Su terror era el terror a1 barro; su pena, la expec-<br />

tativa de pasar la vida sin sentir ternura a su lado, sin un pequeiio apoyo tierno,<br />

una sonrisa, una palabra dulce. Ni en Paris, ni en el pueblo de sus estepas. Por eso<br />

mir6 hacia donde nosotros vamos. Per0 las Americas le est5n prohibidas. Ni una<br />

palabra dulce. Est0 le habria bastado a la pobre Nastia.<br />

Anoche me pasei con ella sobre cubierta. Per0 las Americas le est5n prohibi-<br />

das; asi es que cambii el rumbo del barco. Y por igual raz6n, me pasei solo,<br />

pensando en ella, en una vispera feliz. Regresaba yo de Chile; vestia yo de negro.<br />

iCu5ntas muertes! Mati a casi todos 10s seres queridos. Nastia me aguardaba en<br />

el muelle de Marsella. Lloramos juntos. Nunca m5s nos separariamos.<br />

Y hoy siento que hay una fatalidad en todo esto, que si volviera a repetirse,<br />

volveria yo a proceder en igual forma. Ni mi raz6n ni mis sentimientos ni mi<br />

experiencia, nada pueden frente a lo que dirige, a lo que precipita mi vida en tal<br />

o cual sentido.<br />

Mas, por encima de todo, siento que el dolor ante mi comportamiento con<br />

ella, nada podr5 borr5rmelo.<br />

Llevo dentro de mi una frase que yo mismo me dije aqui a bordo a1 dia si-<br />

guiente de partir; removiendo mis injusticias para con ella, exclami:<br />

“jQui culpa tiene la pobrecita de no ser intelectual!”.<br />

jQu6 verguenza, qui degradaci6n que me haya sucedido tal cosa en la vida!<br />

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