JUAN EMAR UMBRAL - Memoria Chilena
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'<br />
ceiio apretado y la mente concentrada; Desiderio Longotoma parece divertirse una enor-<br />
midad, tanto que entre dientes recita:<br />
Sobre una mesa de pintado pino<br />
Melancdlica luz lanza un quinqud<br />
Lorenzo lo detiene con un solo ray0 de una sola mirada de un solo ojo. Desiderio<br />
Longotoma se excusa con un gesto mudo. Y la labor contin6a.<br />
---E-golpe de vista del rinc6n es interesante sobre todo de coloracih. En vez de tener<br />
que descr5birlo yo con este l5piz de mina negra desteiiida, me hubiese gustado ver una<br />
descripcibn de il por Brueghel o Teniers o mejor a6n por Bosch. Estos hombres sabian a<br />
punto fijo lo que rueda en rincones asi por entre lo invisible de polvo gris y ascuas cdidas.<br />
Sabian evocar. Yaqui hay, iya lo creo!, qui evocar. Hay ese perfume con generaciones de<br />
humanos tras 61. Que esta B6veda no tenga por su edad capacidad para albergar las sombras<br />
de muchos linajes desaparecidos, no es raz6n suficiente para negar que alli ahora<br />
est5n rondando, cuchicheando, magnetizando. Sus espiritus errantes han descubierto<br />
nuestro rinc6n y en il han sentado plaza. Bien han hecho. Alli todo 10s acoge. Alli el alma<br />
se recoge. Alli 10s recuerdos toman formas en relieve y se agigantan, traspasan las horas,<br />
llegan a1 presente y se instalan serenos y ciertos en un futuro que ninguna carrera humana<br />
logra alcanzar. Ellos, 10s errantes espiritus, hacen este milagro y lo hacen porque -repitose<br />
encuentran en nuestra B6veda a sus anchas. Asi es que aquello est5 poblado, archipoblado<br />
de recuerdos actuantes que reciben a1 visitante como lo recibe cualquiera de 10s<br />
muebles.<br />
Puede usted, seiior mio -me dirijo a cualquier oyente de mis palabras-, haber visitado<br />
veinte veces un sitio X, haber tenido en il durante sus visitas violentas emociones; vuelve<br />
usted una vez m5s, la vigisima primera vez; recuerda, claro est&; vuelve a emocionarse, in0<br />
faltaria m5s que no se emocionara!; per0 bien puede quedar todo esto en mer0 recuerdo,<br />
m5s o menos interesante para usted, per0 mer0 recuerdo. En cambio, puedo asegur5rselo<br />
a usted, bastaria una sola visita a la Bbveda, un asomo a ella y sin emoci6n alguna, para<br />
que ahora a1 volver por segunda vez, se sintiese usted athito y temblante a1 enfrentarse<br />
como con un ser material con ese instante de usted que parecia pertenecer para siempre<br />
a lo que ya no es. Es que 10s sitios, como 10s palmipedos, independientemente de nuestra<br />
memoria y de nuestros intereses, tienen ellos, ellos de por si, mayor o menor potencia de<br />
actualizacih, como 10s liquenes. Este y en este momento la tiene en altisimo grado. Es un<br />
sitio que desafia victorioso la 16gica del suceder.<br />
Yo entro en il lleno de posibilidade5 de milagro. Tengo recuerdos en 61. Tengo cosas<br />
ya idas que siguen alli vivas y sin irse jam&.<br />
No se me pregunte nada. Ciirrense 10s ojos y l5ncese la mente all5 a1 techo, a aquel<br />
rinch, a una monstruosa arafia que siempre est5 mirandonos aunque nosotros no la<br />
veamos. Anhklese freniticamente que la armonia reine en las paginas escritas.<br />
Per0 dejemos esta evocaci6n o cualquier otra que haria de este relato algo demasiado<br />
fastidioso. Los recuerdos est5n vivos; no hace, pues, falta hablarlos. Lleguemos por fin a la<br />
labor de Lorenzo o sea a 10s objetos sobre la mesa.<br />
Hay sobre la mesa quince conos de unos 15 centimetros de alto y de una base de unos<br />
10 centimetros de di5metro. Estos conos son huecos. Tienen una pequefiita puerta. Por<br />
estas puertas no podria entrar una rata mas un ratonzuelo si. Por su parte exterior son<br />
todos iguales y feos y fitidos. Son de barro sin emparejar. Este barro ha sido recogido por<br />
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