reflexión crítica del bicentenario - Confiar
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pequeño propietario de la tierra, sumamente ilustrado, y los dos atípicos entran al<br />
palacio de gobierno y Villa le dice a Zapata: “siéntese usted compadre”, y Zapata le<br />
dice: “no, siéntese usted”, y no se sienta ninguno de los dos, se sienta el PRI.<br />
Entonces vemos la ironía en ese imaginario o esa ingenuidad, que tiene que ver con<br />
la otra cara de la sospecha ibérica que narraba antes. Cuando Zapata va a conversar<br />
con Pablo González (cuando lo asesinan), un gran asesor político formado en el<br />
anarquismo norteamericano, éste le dice: “General, puede ser una emboscada”, a lo<br />
que responde Zapata: “entre los hombres, los luchadores y los libertarios no nos<br />
hacemos trampa” y, bueno, lo matan, que es lo que le pasa a Sandino. Este tipo de<br />
ingenuidad de parte de quienes intentan subvertir el orden constituido y<br />
transformarlo en un orden democrático, frente a la extraordinaria astucia de<br />
quienes son parte de los órdenes reproductivos dominantes, no corresponde a que<br />
unos sean demasiado listos y los otros bobos, sino que el sueño de unos no encaja<br />
en el de los otros, son como países distintos, son situaciones en las que el relato de<br />
la oligarquía dominante es capaz de subsumir las bondades <strong>del</strong> sueño de los otros.<br />
Entonces te da una sensación entre bronca y extrañeza que ese tipo de eventos<br />
ocurran. Comenzamos el siglo XX con la revolución mexicana, con un plan de<br />
reforma que es el Plan de Ayala, escrito por Zapata y sus asesores, y cerramos el<br />
siglo XX sumidos en una enorme cantidad de conflictos y tensiones.<br />
Siento que el avance o el intento que podría ser sintetizado alrededor de esta<br />
tartamudeante analítica que estoy exponiendo, podría ser lo siguiente: nosotros en<br />
la región latinoamericana no hemos salido de la trampa que se mueve entre el<br />
estado <strong>del</strong> poder y el poder <strong>del</strong> estado; nos movemos en esa trampa, o sea, hacemos<br />
política mirando hacia arriba; antes mirábamos a Dios (y eso es la tradición<br />
hispánica), pero ahora miramos al Estado; siempre miramos hacia arriba; o sea,<br />
tenemos tortícolis histórica. Nos movemos entre el estado <strong>del</strong> poder y el poder <strong>del</strong><br />
estado y jamás introducimos la variable de la democracia, la comunidad, la<br />
ciudadanía, la nación (hablamos de país y no de nación). Y en estos juegos de<br />
lenguaje habita una estrategia evidentemente de dominio.<br />
Considero que el oscilante cuadro de la política latinoamericana desde la década<br />
<strong>del</strong> veinte en a<strong>del</strong>ante se configuró en torno a las tres reformas: reforma agraria, en<br />
muy pocas partes bien resuelta; reforma universitaria, inconclusa, turbada, que se<br />
pisa los cordones de los zapatos (la universidad con la nación, con el desarrollo, con<br />
el Estado; pocas veces hemos escuchado que la universidad está con la democracia,<br />
exceptuando los periodos de reforma); reforma urbana (la gente necesita casas<br />
dignas para vivir). Y alrededor de estas tres reformas se produjo algo en América<br />
Latina como pensamiento propio de buena factura, que llamamos la “teoría de la<br />
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