reflexión crítica del bicentenario - Confiar
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Y es cierto que la historia vivida puede ser en buena medida la historia de la<br />
arrogancia y de la ignorancia ante saberes pasados –tal el caso <strong>del</strong> saber de los<br />
zenúes sobre el agua en la región de La Mojana–, a los cuales renunciamos,<br />
venciendo las tradiciones a los intereses desmesurados <strong>del</strong> capital, que pasan por<br />
alto el conocimiento que diversas culturas tienen de la naturaleza, imponiendo no<br />
más que la racionalidad de la explotación y <strong>del</strong> lucro.<br />
Según comentó William Ospina, no se trata en la contemporaneidad de enjuiciar la<br />
voracidad de los españoles, pues su sangre, igual que la indígena y la afro, corre por<br />
nuestras venas. La lógica <strong>del</strong> resentimiento es infructuosa y aunque haya pérdidas y<br />
ruinas hay también logros y, en todo caso, hilos de sucesos que condicionan<br />
nuestra historia presente y que sería un error desconocer. Si hablamos de América<br />
Latina, hemos de ver en el mestizaje su principal característica, y en vez de buscar<br />
discursos legitimadores que partan <strong>del</strong> desprecio de lo que no nos parece, de lo que<br />
nos viene de ultramar, habría que ponderar aquello que pudiera denominarse<br />
nuestro “pecado original”, el de ser hijos de víctimas y verdugos (si quiere vérselos<br />
de ese modo), asumiendo desde aquí la responsabilidad de “la cara que tenemos”<br />
en la actualidad.<br />
En fin, siguen abiertas algunas preguntas sobre aquello que denominamos<br />
memoria histórica: ¿Por qué la invocamos diciendo que es necesaria? ¿Cómo se<br />
construye? ¿Cuáles son los mecanismos de olvido y de recuerdo, cuáles los vínculos<br />
con el pasado que ayudan a explicar nuestra existencia presente? Ante todo hay que<br />
declarar el carácter político de la memoria, pues sumidos en la ignorancia de<br />
nuestro pasado difícilmente podremos apostar creativa y libremente a un mejor<br />
futuro para nuestras sociedades latinoamericanas. Es responsabilidad de los<br />
pueblos, de los ciudadanos, hacerse a una memoria colectiva que no se conforme<br />
con los relatos de las élites dominantes ni de las instituciones, que se muestran<br />
demasiado coherentes, desestimando así las realidades variopintas dibujadas por<br />
nuestros singulares procesos históricos, realidades que exigen imaginación y<br />
pensamiento auténticos, no dogmas ni sistemas que pretendan resolverlo todo.<br />
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