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Descargar PDF - Fondo Editorial del Caribe / Anzoátegui

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El lego <strong>del</strong> convento<br />

Al recorrer los caminos de Italia, yo tuve la fortuna de recibir los consejos <strong>del</strong><br />

mismo Amor, disfrazado de peregrino. Ningún mortal, sino Dante, pudo contar<br />

ese privilegio.<br />

Me anunció una vida solitaria y me felicitó por haber escuchado a la mujer de voz<br />

infantil, sin llegar hasta su presencia. La plegaria, un himno eucarístico, nacía en<br />

la oscuridad <strong>del</strong> campo y volaba a perderse en el éter inmaculado.<br />

Yo me separé <strong>del</strong> mundo y dirigí mi contemplación al mismo objeto <strong>del</strong> cántico<br />

sagrado. Renuncié al aplauso terrenal y olvidé el devaneo <strong>del</strong> arte cuando mis<br />

maestros, los poetas contemporáneos, expresaban el cansancio de una generación<br />

diezmada por las guerras napoleónicas y Leopardi recogía en su obra el acento<br />

de la patria ofendida.<br />

Conservé la admiración noble por la mujer <strong>del</strong> linaje de Beatriz y vine a servir<br />

en una sociedad franciscana, profesando en su beneficio la santa mendicidad.<br />

Yo imito al hermano insipiente, administrador <strong>del</strong> asno de la cuestación en la<br />

novela perfecta de Manzoni.<br />

El ramo de la sibila<br />

El canto de la salud vuela sobre el mar jocundo, sube al cielo de ópalo. Sirve<br />

para distinguir los momentos de la maniobra. No se requiere el portavoz ni el<br />

mandamiento lacónico.<br />

He despedido los vestigios de una visión infeliz al incorporarme <strong>del</strong> regazo de la<br />

noche. Una voz inmortal había insinuado en mis oídos el verso canoro de Virgilio,<br />

para describirme el naufragio de un timonel vencido por el sueño.<br />

Yo reconstituí los pormenores <strong>del</strong> episodio al despertar y volver en mi acuerdo.<br />

Reconocí inmediatamente el litoral donde fue sacrificado el náufrago después<br />

de salir a salvo.<br />

Tenía a mi alcance un ramo de olivo, el árbol místico y virtuoso. Lo sumergí en<br />

las aguas lívidas y lo agité sobre mis compañeros indiferentes.<br />

El resfrío<br />

He leído en mi niñez las memorias de una artista <strong>del</strong> violoncelo, fallecida lejos<br />

de su patria, en el sitio más frío <strong>del</strong> orbe. He visto la imagen <strong>del</strong> sepulcro en un<br />

libro de estampas. Una verja de hierro defiende el hacinamiento de piedras y la<br />

cruz bizantina. Una ráfaga atolondrada vierte la lluvia en la soledad.<br />

La heroína reposa de un galope consecutivo, espanto <strong>del</strong> zorro vil. El caballo estuvo<br />

a punto de perecer en los lazos flexibles de un bosque, en el lodo inerte.<br />

La artista arrojó desde su caballo al sórdido río de China un vaso de marfil, sujeto<br />

por medio de un fiador, e ingirió el principio <strong>del</strong> cólera en la linfa torpe. Allí mismo<br />

cautivó y consumió unos peces de sabor terrizo. La heroína usaba de modo<br />

preferente al marfil eximio, la materia <strong>del</strong> olifante de Roldán.<br />

Un sol de azufre viajaba a ras <strong>del</strong> suelo en la atmósfera de un arenal lejano y un<br />

soplo agudo, mensajero de la oscuridad invisible, esparció una sombra de terror<br />

en el cauce inmenso.<br />

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