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SUPE LA HABANA

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que no podré encontrarte quiero ponerme un caño de gelamón,<br />

volarme en mil.<br />

Llegan en grupos. No todos son de San Nicolás. Se abren<br />

arracimándose de a cuatro: Tres forasteros, un nicoleño.<br />

Doce en total.<br />

El Cuervo percibe un olor extraño, alarmante: orines rancios.<br />

No le da importancia porque lo pierde el recuerdo de su niñez.<br />

Fachada alta. Puerta de madera. Verde. Don Pedro acodado<br />

al mostrador. A él le gustaba meter la mano en las bolsas de<br />

porotos. Pesar puñados, montones de arroces. Sentir el perfume<br />

penetrante del almacén Mariezcurrena mezclado con el del pan<br />

caliente que llegaba desde la mitad de la cuadra.<br />

Don Pedro lo dejaba hacer.<br />

Acaso supiera, en su sencillez de almacenero pueblerino, que<br />

el hacer construye el mundo.<br />

Abre los ojos.<br />

El Cuervo quiere llevar la mano a la cintura.<br />

Doce uniformados lo rodean.<br />

Radio Liberación abre la audición de la noche, fomenta el<br />

debate sobre la absurda y ya para entonces antigua muerte de<br />

Alfredo Cepeda.<br />

Al cierre comenta la detención del Cuervo.<br />

Dicen que lo encierran en UP 9 de La Plata.<br />

Para el Cuervo, Amparo fue es y será el destierro de la segunda<br />

tierra, la cárcel, el exilio, la muerte.<br />

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