hilsdale, paul - ora..

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ORACIONES DE GALATAS
ción espiritual (Oración núm. 61); sensibilidad para los diferentes
movimientos de la naturaleza y de la gracia (Oración
núm. 65) y una total e inteligente aceptación de la cruz
de Cristo (Oración núm. 67).
Siempre, por supuesto, hace hincapié en la «vida de Cristo»
y en la «inhabitación del Espíritu Santo» (Oración número
60). Esto es lo que convierte en algo no cristiano, cualquier
discriminación por razón de la raza, color o credo (Oración
núm. 62). Y la presencia de este dinamismo divino en el
cristiano es la que debería conducirlo siempre «más adelante»
y «más arriba» (Oración núm. 63).
59. OCULTO A LA FAMA
La cooperación, la clemencia y la bondad humana son
sin duda virtudes cristianas básicas. Pero pueden degenerar
en meros expedientes de negocios o convencionalismos sociales.
¿No he aceptado quizá demasiado sumisamente nuestro
moderno culto a las «relaciones públicas? ¿No estoy demasiado
preocupado de lo que piensan los demás, y me olvido
de lo que piensa Cristo?
Gal.
1,1 Mi vocación a la que he sido llamado,
no me viene por parte de los hombres,
ni por mediación de hombre alguno,
sino por Ti, Señor Jesucristo,
y por Dios, Tu Padre,
que te resucitó de entre los muertos.
Te debo a Ti mi más profunda fidelidad
ESPLENDOR ESCONDIDO 121 '
4 pues te diste a Ti mismo
por nuestros pecados,
para sacarnos
de la corrupción del presente siglo,
conforme a la voluntad de tu Padre
de quien es la gloria por los siglos de los siglos.
10 ¿Busco yo ahora la aprobación de los hombres
o de Dios, nuestro Padre?
¿Pretendo agradar a los hombres?
Si todavía tratara de agradar a los hombres,
no sería tu siervo, Señor Jesucristo.
Enséñame a prescindir del juicio de los demás,
y a estar pendiente
de lo que Tú digas.
60. ESPLENDOR ESCONDIDO
La existencia de hoy, tan trágicamente apartada de lo espiritual,
se encuentra repleta de un psicológico hastío. Por
todas partes vemos la soledad del hombre y la vacuidad de
la vida. ¿Hay alguien que dé testimonio de lo divino, de la
presencia de un Dios más cercano a nosotros que nosotros
mismos? ¿Quién conducirá a mi prójimo hacia un contacto
vivo con Jesucristo? ¿Puedo ser yo? ¿Es orgullo de mi parte
pensar que soy apto para ello? ¿O es sólo el humilde reconocimiento
de que lo que El me ha dado no es para acumularlo?
Si he recibido a Cristo no debo esconderlo. Debo ser
la manifestación de su amor y de su persona. Porque solamen-