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Alberto Vazquez Figueroa - Sicario.pdf - LaFamilia.info

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<strong>Sicario</strong>. <strong>Alberto</strong> Vázquez-<strong>Figueroa</strong> 32<br />

Suena duro, lo sé, pero el problema empezó con dos muchachos que<br />

atracaron a la hija de un banquero. Les empujaba el vicio, ¡siempre el<br />

vicio!, y no se conformaron con quitarle unos pesos o los anillos. La<br />

violaron y a poco más la matan.<br />

Se quedó medio tonta.<br />

Cuando a una chica de barrio la violan, a veces se queda embarazada<br />

pero, por lo que tengo visto, las hijas de los ricos además se quedan<br />

tontas.<br />

Ignoro las razones, o quizá se deba a que la chica de barrio está hecha<br />

a la idea de que pueden joderla, mientras las otras, las de buena familia,<br />

no se lo esperan nunca y cuando les ocurre les coge de sorpresa.<br />

Fuera como fuera, el fulano se lo tomó a lo grande y contrató cuatro<br />

matones que se dedicaron a buscar a aquel par de canallas para<br />

cortarles los huevos y llevárselos a casa.<br />

¡Había tantos candidatos! «Dos chicuelos ya crecidos, de unos catorce<br />

años, mugrientos y apestosos, zumbados de "basuco" y ron barato y<br />

armados de navajas.» Como podrá comprender era una descripción que<br />

concordaba con la de unos doscientos muchachos de la zona.<br />

Debieron llenar un cesto de cojones porque dejaron los portales<br />

sembrados de cadáveres.<br />

Y las calles vacías por más de seis semanas.<br />

Cundió el pánico entre quienes se suponía que no temían ya nada, y<br />

durante casi dos meses el número de atracos o asaltos a mujeres<br />

descendió hasta unas cifras que pocos recordaban.<br />

Conmigo no iba la cosa.<br />

Ni con Ramiro tampoco, desde luego.<br />

Para violar a alguien tendríamos que habernos subido uno encima del<br />

otro y ayudarnos con el mango de una escoba, pero aun así nos visitó el<br />

espanto cada noche en forma de sombras y susurros que llenaban la<br />

plaza.<br />

Diez años, tal vez once, y nos pasábamos las horas con los ojos como<br />

platos y un nudo en la garganta, aguardando la visita de los feroces<br />

vengadores del honor de una muchacha cuyo padre tenía por lo visto<br />

mucha plata.<br />

¿Ha escuchado alguna vez cómo llora el viento de la sierra en Bogotá?<br />

Llega desde la cima del Monserrate, valle abajo, se lanza por las calles<br />

que cruzan de Este a Oeste, y se aleja hacia el cementerio para<br />

perderse al fin por la sabana y allí esconderse.

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