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Alberto Vazquez Figueroa - Sicario.pdf - LaFamilia.info

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<strong>Sicario</strong>. <strong>Alberto</strong> Vázquez-<strong>Figueroa</strong> 40<br />

Por fortuna habíamos ido a esperar las sobras de «La Casa Vieja», un<br />

restaurante de lujo que está a menos de doscientos metros, y que solía<br />

botar a la basura cosas muy buenas.<br />

Vimos pasar un coche verde, dio un par de vueltas, lanzó al aire una<br />

botella y adiós Furgoneta.<br />

Tan sencillo como eso.<br />

Todo lo que teníamos ardió en un par de minutos.<br />

El coche se detuvo justo en la esquina, y los dos tipos que iban dentro<br />

se quedaron mirando lo bien que lo habían hecho, puesto que de lo que<br />

había sido hasta momentos antes «nuestro hogar» no quedó más que<br />

un montón de hierros retorcidos y una mancha en el suelo.<br />

Ramiro se lo tomó por la tremenda, agarró un pedrusco y si no lo sujeto<br />

se lanza a romperles la cabeza, con lo cual lo más probable es que me<br />

hubiese quedado sin casa y sin amigo, puesto que el más joven de<br />

aquellos dos hijos de puta se echó de inmediato la mano al bolsillo<br />

sacando una pistola.<br />

¿Acepta que le diga que no tendría más allá de veinte años? No llegó a<br />

disparar, pero por lo que a estas alturas sé de cómo se empuña un<br />

arma, estoy por asegurar que si Ramiro decide tirar la piedra, el muy<br />

cabrón le vuela la cabeza.<br />

Tampoco lloré esa noche.<br />

Me sobraban razones para hacerlo, pero ni siquiera me enfurecí por lo<br />

que había sucedido, convencido como estaba de que aquélla era sin<br />

duda una noche de suerte, ya que lo lógico era que nos hubieran<br />

convertido en un par de «arepas» chamuscadas.<br />

El coche verde se alejó y a los pocos minutos hizo su aparición un<br />

extraño señor muy elegante que lo había visto todo desde la ventana del<br />

hotel.<br />

Era de Barranquilla, allá en la costa, y cuando supo que nos habían<br />

quemado la casa, nos cogió de la mano, nos condujo al «Tequendama»,<br />

y exigió que nos dieran una habitación aunque fuera en el sótano.<br />

Debía ser un tipo importante porque al final le hicieron caso.<br />

Dormimos en dos camas inmensas.<br />

Al día siguiente entró una vieja con cara de mala leche que dijo que el<br />

señor se había marchado, pero que nos había dejado mil pesos a cada<br />

uno a condición de que nos bañáramos.<br />

También nos había comprado ropa nueva.

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