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Buenos Dias Espiritu Santo - Cristianos

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me habían enseñado la "oración del pecador" en ninguna de<br />

mis clases de religión. Todo lo que podía recordar de mis<br />

encuentros con la "gente de Jesús" era la frase, "Tú tienes<br />

que conocer a Jesús". Aquellas palabras parecían fuera de<br />

lugar para mí, porque yo creía que lo conocía.<br />

Fue un momento embarazoso. Nadie estaba orando<br />

conmigo ni aun por mí. Sin embargo, estaba rodeado por la<br />

atmósfera espiritual más intensa que jamás había sentido.<br />

¿Era yo un pecador? No lo creía. Yo era un niñito bueno<br />

católico, que oraba todas las noches y confesaba los pecados<br />

ya sea que lo necesitara o no.<br />

Pero en aquel momento cerré los ojos y dije cinco<br />

palabras que cambiaron mi vida para siempre. En voz alta<br />

dije: "Señor Jesús, ven otra vez".<br />

No sé por qué las dije, pero eso fue todo lo que salió<br />

de mi boca. Repetí aquellas palabras una y otra vez. "Señor<br />

Jesús, ven otra vez. Señor Jesús, ven otra vez".<br />

¿Pensaba que El había dejado mi casa o salido de mi<br />

vida? Realmente yo no sabía. Pero cuando dije esas<br />

palabras una cierta sensación vino sobre mí —volví a sentir<br />

el adormecimiento que sentí cuando tenía once años. Era<br />

menos intenso, pero podía sentir el voltaje de aquella<br />

misma fuerza, que salía a través de mí.<br />

Lo que realmente sentí, sin embargo, fue que aquel<br />

arranque de poder me estaba limpiando —instantáneamente,<br />

de adentro hacia afuera. Me sentí absolutamente<br />

limpio, inmaculado, y puro.<br />

De repente, vi a Jesús con mis propios ojos. Ocurrió<br />

en un momento. Allí estaba El, Jesús.<br />

Las ocho menos cinco<br />

Los estudiantes a mi alrededor no podían saber lo que<br />

estaba pasando en mi vida. Todos estaban orando. Luego,<br />

uno por uno, comenzaron a salir del salón para sus clases.<br />

Eran las ocho menos cinco de la mañana. Por ese<br />

tiempo yo estaba sentado allí llorando. No sabía qué hacer<br />

o decir.<br />

En aquel momento, no lo entendía, pero Jesús se hizo<br />

tan real para mí como el piso que estaba debajo de mis pies.<br />

Realmente yo no oré, sino esas cinco palabras. Pero sabía,<br />

sin lugar a dudas, que algo extraordinario había pasado en<br />

aquella mañana de febrero.<br />

Casi se me hizo tarde para la clase de historia. Era<br />

una de mis asignaturas favoritas; estábamos estudiando la<br />

revolución china. Pero ni siquiera podía escuchar al<br />

maestro. No recuerdo nada de lo que se dijo. La sensación<br />

que comenzó aquella mañana no me dejaba. Cada vez que<br />

cerraba los ojos, allí estaba El —Jesús. Y cuando los abría<br />

todavía El estaba allí. La visión del rostro del Señor no me<br />

dejaba.<br />

Todo el día lo pasé llorando. Y la única cosa que<br />

podía decir era: "Jesús, yo te amo... Jesús, yo te amo".<br />

Al salir del colegio y comenzar a caminar por la<br />

acera hacía la esquina; miré a la ventana de la biblioteca, y<br />

entonces, me di cuenta de todo el asunto.<br />

El ángel, el sueño, todo fue real otra vez.<br />

¿Qué estaba Dios tratando de decirme?<br />

¿Qué le estaba pasando a Benny?<br />

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