Buenos Dias Espiritu Santo - Cristianos
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que hice". Dirás: "Señor, mira lo que hiciste con este<br />
hombre miserable". Comienza a practicarlo. Abre tus brazos<br />
y di: "Espíritu del Dios viviente, yo deseo vivir para Jesús<br />
hoy. Te doy mi mente, mis emociones, mi voluntad, mi<br />
intelecto, mis labios, mi boca, mis oídos, y mis ojos —<br />
úsalos para la gloria de Dios.<br />
Cuando me levanto y oro esa clase de oración, la<br />
unción me inunda como un océano en marea alta. En el<br />
momento que me rindo totalmente, Dios comienza a fluir a<br />
través de mi ministerio. Ninguna otra cosa lo hace.<br />
Muchas veces me he preguntado por qué, en mis<br />
propias reuniones, el Espíritu me dirige tan a menudo a orar<br />
por sanidad. Y me he preguntado por qué mi ministerio ha<br />
estado acompañado de personas que caen bajo el poder del<br />
Espíritu <strong>Santo</strong>. Pero cuando miro los resultados de las<br />
reuniones, veo que cada manifestación del Espíritu tiene un<br />
propósito: para traer personas a Cristo.<br />
Es una demostración de que Dios está vivo, que<br />
todavía se está "moviendo" en las vidas de la gente. Yo he<br />
visto a miles de personas realmente caer bajo el poder del<br />
Espíritu, y yo creo que sólo un pequeño toque del poder de<br />
Dios fue todo lo que sintieron. Pero demuestra la fortaleza<br />
maravillosa del Todopoderoso, y atrae a la gente al Salvador.<br />
Ser sanado o aun "caer en el Espíritu" no es un<br />
prerrequisito para el cielo. Hay solamente una puerta —<br />
Cristo el Señor. Nunca quites tu atención del propósito del<br />
Espíritu en la tierra. El es el Espíritu del Padre y el Espíritu<br />
del Hijo, guiando a la gente a confesar que Cristo es el<br />
Señor.<br />
Desde que comencé mi ministerio nunca he cesado<br />
de maravillarme del poder del Espíritu <strong>Santo</strong>. El es<br />
delicado, pero es poderoso.<br />
La hierba se seca, y la flor se marchita, porque el<br />
viento de Jehová sopló en ella; ciertamente como hierba es<br />
el pueblo. (Isaías 40:7).<br />
El Espíritu <strong>Santo</strong> no es una personalidad débil.<br />
Como cristiano joven y un ministro nuevo, a menudo<br />
me paraba detrás y observaba al Señor obrar. Yo sabía que<br />
no era yo quien estaba tocando las vidas. Era la soberanía<br />
de Dios y la operación del Espíritu. Yo sólo observaba<br />
asombrado.<br />
Pero no creo que nunca estuviera tan asustado en mi<br />
vida como en aquella noche de domingo en abril de 1975.<br />
Allí estaba yo en la plataforma de una pequeña iglesia<br />
pentecostal en la parte oeste de Toronto cuando mis padres<br />
—Costandi y Clemence—entraron por la puerta.<br />
Mi corazón por poco se para, y podía sentir el sudor<br />
en mi frente. Mi peor pesadilla no hubiera podido igualar a<br />
esto. Yo estaba petrificado —demasiado asustado para<br />
reírme y demasiado sobresaltado para llorar.<br />
¿Qué podrán ellos estar pensando?<br />
Yo había estado predicando, por cinco meses, pero mis<br />
padres ni siquiera lo sospechaban. La tensión en nuestra<br />
casa acerca del Señor estaba muy mal sin necesidad de que<br />
yo les diera esas noticias. Pero ellos vieron un anuncio que<br />
el pastor había puesto en el periódico y fueron a la pequeña<br />
iglesia.<br />
Yo ni siquiera podía mirar en dirección de ellos. Pero<br />
el momento en que abrí mi boca para predicar, la unción<br />
del Espíritu <strong>Santo</strong> llenó el edificio. Era tan fuerte. Las<br />
palabras comenzaron a fluir de mí como un río. Yo me veía<br />
como si realmente estuviera "escuchando" lo que el Espíritu<br />
me dirigía a decir.<br />
Cuando terminé mi mensaje, me sentí guiado a<br />
comenzar a ministrar a la gente que necesitaban sanidad.<br />
Pensé: "¿Qué mi mamá y mi papá estarán pensando de todo<br />
esto?" Luego ellos se pararon y se fueron por la puerta de<br />
atrás.<br />
"Jim", dije después del servicio, "¡tienes que orar!"<br />
Jim Poynter estaba conmigo en la plataforma aquella noche<br />
y sabía lo serio de la situación. Yo aun pensé pasar la noche<br />
en su casa para evadir la confrontación inevitable.<br />
En vez de eso, me metí en mi automóvil y comencé a<br />
recorrer las calles de Toronto. Yo pensé: "Si llego a la casa<br />
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