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Buenos Dias Espiritu Santo - Cristianos

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en tal forma que mis hermanos y hermanas comenzaron a<br />

sentir hambre espiritual.<br />

Uno por uno, venían a mí y comenzaban a hacer<br />

preguntas. Decían: "Benny, yo te he estado observando.<br />

Este Jesús es real, ¿No es cierto?"<br />

Mi hermana Mary le dio su corazón al Señor. Y<br />

dentro de los próximos meses mi hermanito Sammy se<br />

salvó. Luego vino Willie.<br />

Todo lo que yo podía hacer era gritar, "¡Aleluya!"<br />

Estaba sucediendo —y todavía yo no había comenzado a<br />

predicar.<br />

Para este tiempo mi padre estaba casi a punto de<br />

ingresar en un manicomio. ¿Estaba él perdiendo toda su<br />

familia para este Jesús? El no sabía cómo manejar la<br />

situación. Pero yo no tenía duda de que mi mamá y mi papá<br />

podían ver la transformación que ya se había efectuado en<br />

dos de mis hermanos y en Mary.<br />

Cuando yo le di mi vida al Señor, tuve unos encuentros<br />

maravillosos con El. Pero eran nada comparados con<br />

mi caminar diario con el Espíritu <strong>Santo</strong>. Ahora el Señor<br />

realmente visitaba mi cuarto. La gloria llenaba el lugar.<br />

Algunos días pasaba de rodillas adorando al Señor ocho,<br />

nueve, o diez horas consecutivas.<br />

En el año 1974, se desató un fluir interminable del<br />

poder de Dios en mi vida. Yo sólo decía: "<strong>Buenos</strong> días,<br />

Espíritu <strong>Santo</strong>", y todo comenzaba de nuevo. La gloria del<br />

Señor se quedaba conmigo.<br />

Un día, en abril, yo pensé: "Tiene que haber una<br />

razón para esto". Pregunté: "Señor, por qué estás haciendo<br />

todo esto por mí?" Yo sabía que Dios no le da a la gente<br />

paseos espirituales para siempre.<br />

Entonces al comenzar a orar, aquí está lo que Dios<br />

me reveló. Yo vi alguien de pie frente a mí. Estaba<br />

totalmente en llamas, moviéndose sin control; sus pies no<br />

estaban tocando el piso. La boca de este ser estaba<br />

abriéndose y cerrándose — como lo que la Palabra describe<br />

como "crujir de dientes".<br />

En ese momento el Señor me habló en voz audible.<br />

Me dijo: "Predica el evangelio".<br />

Mi respuesta, por supuesto fue: "Pero Señor, no<br />

puedo hablar".<br />

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Dos noches después el Señor me dio un segundo<br />

sueño. Vi aun ángel que tenía una cadena en su mano, atada<br />

a una puerta que parecía llenar todo el cielo. La abrió, y allí<br />

había gente hasta donde yo podía ver. Almas. Todas se<br />

estaban moviendo hacia un grande y profundo valle —y el<br />

valle era un infierno rugiente de fuego.<br />

Era atemorizador. Vi miles de personas caer en el<br />

fuego. Los que iban al frente de la muchedumbre estaban<br />

resistiéndose a seguir, pero la aglomeración de la humanidad<br />

detrás de ellos los empujó a las llamas.<br />

De nuevo, el Señor me habló. Bien claro dijo: "Si no<br />

predicas, serás responsable por cada uno que se caiga".<br />

Instantáneamente, me di cuenta de que todo lo que pasaba<br />

en mi vida era con un propósito —para que predicara el<br />

evangelio.<br />

Sucedió en Oshawa<br />

La comunión seguía. La gloria continuaba. La presencia del<br />

Señor no se iba; en verdad, se intensificaba. La Palabra se<br />

hizo más real. Mi vida de oración llegó a ser más poderosa.<br />

Finalmente, en noviembre de 1974, yo no podía<br />

evadir el tema más. Le dije al Señor: "Yo predicaré el<br />

evangelio con una condición: que tú estés conmigo en cada<br />

servicio". Y entonces le recordé: "Señor, tú sabes que no<br />

puedo hablar". Yo me preocupaba continuamente por mi<br />

problema del habla y por el hecho de que yo iba a sentirme<br />

avergonzado.<br />

Era imposible, sin embargo, borrar de mi mente la<br />

imagen del hombre ardiendo, y la voz del Señor cuando<br />

dijo: "Si no predicas, por todo el que caiga tú serás responsable".<br />

Yo pensé: "Tengo que comenzar a predicar". Pero,<br />

¿dar algunos tratados no será suficiente? Luego, una tarde,<br />

la primera semana de diciembre, yo estaba visitando el<br />

hogar de Stan y Shirley Phillips en Oshawa, como a treinta<br />

millas al este de Toronto.<br />

"¿Puedo decirles algo? —pregunté. Nunca antes me<br />

había sentido guiado a contarle a nadie la historia completa<br />

acerca de mis experiencias, sueños, y visiones. Por cerca<br />

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