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Buenos Dias Espiritu Santo - Cristianos

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"Señor, tendrá fin esto? ¿Llegarán ellos algún día a conocerte?"<br />

Llegó un momento en que no podía hablar con ningún<br />

miembro de mi familia. Yo no tenía que buscar la<br />

definición de ostracismo, pues lo estaba experimentando.<br />

Trajeron a mi abuela desde Israel sólo para que me<br />

dijera que yo estaba loco. "Eres una vergüenza para el<br />

nombre de la familia" —me dijo ella. "¿No entiendes la<br />

vergüenza que estás causando"?<br />

Mi padre hizo una cita para que yo viera a un<br />

psiquiatra. Evidentemente, creyó que yo había perdido la<br />

razón. ¿Y cuál fue la conclusión del doctor? "Puede ser que<br />

su hijo esté pasando por algo. El saldrá de eso".<br />

Su próxima táctica fue conseguirme un trabajo que<br />

me mantuviera tan ocupado que no tuviera tiempo para este<br />

"Jesús". Fue a ver a uno de sus amigos y le dijo: "Me<br />

gustaría que le ofrecieras un trabajo a mi hijo Benny".<br />

Papá me llevó a su negocio y esperó en el automóvil<br />

mientras yo entraba. El hombre era uno de los seres más<br />

rudos, duros, de espíritu perverso que jamás he conocido.<br />

Era obvio que yo no podía trabajar para tal persona.<br />

Volví al auto de mi padre y le dije: "Padre, nunca<br />

podría tenerlo como mi jefe".<br />

En verdad, ese día lo sentí por mi padre. El estaba en<br />

un aprieto. Me dijo: "Benny, ¿qué tú quieres que yo haga<br />

por ti? dímelo. Yo haré cualquier cosa que me pidas si por<br />

favor dejas este Jesús tuyo".<br />

"Papá" —le dije yo—, "tú me puedes pedir todo lo<br />

que quieras pero yo moriría antes de dejar lo que he encontrado".<br />

Era una escena fea. El cambió de un padre amistoso a<br />

un extraño sarcástico. Todo lo que él tenía que ofrecer era<br />

otro torrente de odio, otro azotamiento con la lengua.<br />

El año siguiente —casi por dos años— mi padre y yo<br />

apenas tuvimos comunicación. En el comedor él no me<br />

miraba. Yo era totalmente pasado por alto. Finalmente se<br />

hizo insoportable para mí aun sentarme y ver las noticias de<br />

la noche junto con mi familia.<br />

¿Qué hacía? Me quedaba en mi cuarto. Pero mirando<br />

atrás, puedo ver que el Señor sabía exactamente lo que<br />

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estaba haciendo. Pasé cientos de horas —miles— a solas<br />

con Dios. Mi Biblia siempre estaba abierta. Oraba y<br />

estudiaba; adoraba. Me banqueteaba con el maná celestial<br />

que necesitaría en los años venideros.<br />

"Yo tengo que obedecer al Señor"<br />

Ir a la iglesia era un problema gigante. Cómo deseaba yo ir,<br />

pero mi padre decía: "¡Absolutamente no!" una y otra vez.<br />

En realidad, esa era prácticamente la única conversación<br />

que teníamos —discusiones acerca de la casa del Señor.<br />

Los orientales consideran increíble que se desobedezca<br />

a los padres. Para este tiempo yo tenía casi veintiún<br />

años. Y vividamente, recuerdo la noche en que me atreví a<br />

decirle a mi padre: "Yo te obedeceré en cualquier cosa que<br />

tú desees, pero en lo de ir a la iglesia no te obedeceré. ¡Yo<br />

tengo que obedecer al Señor!"<br />

El se quedó petrificado. Como si le hubieran dado un<br />

tiro. Y pareció encolerizarse más.<br />

Por respeto hice todo lo que pude por ser obediente.<br />

Yo le preguntaba "¿Puedo ir a la iglesia esta noche?" El<br />

decía no, y yo iba a mi cuarto y oraba: "Por favor, Señor,<br />

por favor cambia su manera de pensar".<br />

Entonces yo bajaba las escaleras y le preguntaba otra<br />

vez."¿Puedo ir?"<br />

"No" —refunfuñaba él. Y yo volvía a subir.<br />

Poco a poco, él comenzó a ceder. Los Catacumbas<br />

alquilaron otro edificio para tener servicios los domingos, y<br />

allí estaba yo. Los estudios bíblicos eran los jueves y<br />

viernes, y la reunión de jóvenes los sábados por la noche.<br />

Estas reuniones llegaron a ser toda mi vida.<br />

Dos años después de mi conversión, mi crecimiento<br />

espiritual estaba como un cohete moviéndose en órbita. Al<br />

final de 1973, Merv y Merla Watson me invitaban a unirme<br />

a ellos en la plataforma para ayudarlos a dirigir la alabanza<br />

y la adoración. Pero yo no podía hablar en público.<br />

Jim Poynter, el pastor lleno del Espíritu, de la Iglesia<br />

Metodista Libre, me había visto allí. Y un día paró en el<br />

kiosco sólo para hablar sobre las cosas del Señor. Ahí fue<br />

donde me invitó a ir con él a la reunión de Kuhlman en<br />

Pittsburgh.<br />

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