08.05.2013 Views

La habitación del miedo - El despertar de los muertos

La habitación del miedo - El despertar de los muertos

La habitación del miedo - El despertar de los muertos

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

<strong>de</strong>cía: “¡funciona, funciona, mira como rueda, mira como<br />

frena!”. Mis ojos se llenaron <strong>de</strong> lágrimas y estoy<br />

convencida <strong>de</strong> que si la felicidad se pudiera <strong>de</strong>finir con un<br />

momento, yo escogería ese momento. Después, aún<br />

cansada, brindamos con vino barato por aquella bicicleta.<br />

Lo probé <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que él diera el primer sorbo y al poco<br />

nuestros labios se enredaron e hicimos el amor <strong>de</strong> una<br />

forma <strong>de</strong>tallista y esmerada, casi conyugal. Nada parecido<br />

a <strong>los</strong> encuentros espontáneos y salvajes con <strong>los</strong> que<br />

solíamos recibirnos cada tar<strong>de</strong>. Lo recuerdo<br />

especialmente porque fue <strong>de</strong> una dulzura envolvente y<br />

felina, sin impaciencia, sin la novedad apresurada y febril<br />

<strong>de</strong> <strong>los</strong> primeros meses, sin la prisa acelerada y excitante<br />

<strong>de</strong> follar <strong>de</strong> madrugada a contrareloj.<br />

A la mañana siguiente me levanté con su perfume<br />

en mi piel. Me pasé el día obsesionada, olisqueándome,<br />

intentando mantenerlo vivo, captarlo para siempre en el<br />

olfato. Y sé que aún hoy, si oliese su piel podría<br />

recordarlo <strong>de</strong> manera exacta.<br />

Junio se apresuró en llegar. Ese mes apenas llovió<br />

y yo no volví a pasear sola. Remamos en el fiordo y en<br />

nuestras cinturas, cocinamos mussels y cuentos y nos<br />

atracamos <strong>de</strong> promesas redondas. Pero yo era consciente<br />

<strong>de</strong> que <strong>de</strong>bía regresar a pesar <strong>de</strong> que Alex daba por<br />

seguro que me quedaría (¿<strong>de</strong>bería haberme quedado?). Yo<br />

daba por seguro que junio sería eterno. Pero no lo fue.<br />

Igual que la lluvia remitió, <strong>los</strong> días acababan a pesar <strong>de</strong><br />

que intentábamos darle esquinazo a cada noche y<br />

prolongarla. Quité el calendario <strong>de</strong> mi vista como<br />

pensando que así el tiempo se <strong>de</strong>tendría. Ese mes<br />

paseamos mucho, aprendimos canciones y palabras en<br />

inglés y recorrimos nuestros cuerpos sin peajes ni<br />

aduanas una y mil veces.<br />

Bendita sea la pasión y su <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n. Maldito sea<br />

el tiempo y su impaciencia. No quise comprometerme,<br />

tuve <strong>miedo</strong> a arrastrarle tras <strong>de</strong> mí porque no tenía nada<br />

que hacer “en mi mundo” a pesar <strong>de</strong> que él mostraba un<br />

certero convencimiento en venirse a mi país si no nos<br />

quedábamos en aquel paraíso neutral. Me prometió<br />

retrasar <strong>los</strong> relojes, modificar el mapa, quererme siempre<br />

y besarme temprano cada mañana. Pero <strong>los</strong> sueños que él<br />

había ido coloreando yo <strong>los</strong> tinté <strong>de</strong> negro ese<br />

veinticuatro <strong>de</strong> junio. Yo no pu<strong>de</strong> prometerle nada. Fui<br />

cobar<strong>de</strong> y <strong>de</strong>spiadada. Demasiado lógica y razonable. Debí<br />

per<strong>de</strong>r la cabeza.<br />

Me acompañó muy temprano al aeropuerto<br />

<strong>de</strong>jando atrás las casas <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra y <strong>los</strong> tejados <strong>de</strong><br />

pizarra gris. <strong>La</strong>s calles parecían alargarse con la niebla y<br />

mis ojos evitaban mirarle como creyendo que así notaría<br />

menos mi traición. Arrastraba mi maleta <strong>de</strong> ruedas y no<br />

sabía si me pesaba más por lo cargada que iba o porque la<br />

tristeza y <strong>los</strong> recuerdos se amontonaban sobre mí.<br />

Supongo que sólo iba cargada <strong>de</strong> eso.<br />

Entonces volvió. Noté como un millón <strong>de</strong> gotas<br />

diminutas me empapaban la nariz y el pelo. En principio lo<br />

agra<strong>de</strong>cí porque así mis lágrimas se confundirían. Pero<br />

luego lo pensé. Y es que la misma lluvia que me recibió en<br />

enero y me acompañó aquella tar<strong>de</strong> fue la que me <strong>de</strong>spidió<br />

en junio. Y me recordó amenazante y altanera, que no<br />

había cumplido mi promesa.<br />

Bergen me enseñó a amar la lluvia... aunque hoy,<br />

aún hoy, todavía me da <strong>miedo</strong> recordarla.<br />

Pipiola<br />

EL MONSTRUO TELEVISIVO<br />

<strong>La</strong> vomitiva programación <strong>de</strong> nuestras queridas<br />

televisiones me tiene comida la moral. Me asusta<br />

convertirme en uno <strong>de</strong> esos idiotas sin criterio que<br />

permanecen durante horas pendientes <strong><strong>de</strong>l</strong> infumable<br />

programa <strong>de</strong> turno. Le ha ocurrido antes a millones <strong>de</strong><br />

personas aparentemente normales que cayeron<br />

hipnotizadas por la caja tonta. Me acojona pensar que yo<br />

pueda ser el siguiente. ¿Debería mantener apagado<br />

siempre el aparato? ¿Destruirlo? No soy capaz. Ha <strong>de</strong> ser<br />

que empiezo a caer víctima <strong>de</strong> su embrujo.<br />

Me asusta la tele, lo reconozco. Pero aún me<br />

asustan más todos esos ejecutivos que dicen dar al<br />

público lo que pi<strong>de</strong> –como si la moral o el amor propio <strong>de</strong><br />

quien <strong>de</strong>ci<strong>de</strong> no tuvieran importancia- y hacen girar una y<br />

otra vez la rueda <strong>de</strong> lo permisible, con<strong>de</strong>nando<br />

innumerables almas a la esclavitud a cambio <strong>de</strong> unos miles<br />

o millones <strong>de</strong> euros. Por favor, doctor Frankestein,<br />

lobotomíceme rápido, antes <strong>de</strong> que las ondas hertzianas<br />

–o el mo<strong>de</strong>rno código binario <strong>de</strong> lo digital- <strong>de</strong>voren lo poco<br />

que queda <strong>de</strong> mi cerebro. Evíteme el sufrimiento <strong>de</strong><br />

contemplar impotente mi propia idiotización.<br />

ÉCHALE CAÑA AL VIVIR QUE SON DOS DÍAS<br />

Y TRES CAFÉS (PEREZA)<br />

Homenaje a la música española (su carta)<br />

Te creerás que soy alguien especial soy un chico<br />

<strong>de</strong> la calle que vive su canción.<br />

Canciones escritas con letras <strong>de</strong> fuego que hacen<br />

posible llevarte <strong>de</strong>ntro.<br />

Que se vaya el mundo al traste si no estás tú. Lo<br />

estás haciendo muy bien.<br />

Coge el viento en una mano y en la otra ten tu<br />

libertad.<br />

No <strong>de</strong>jes <strong>de</strong> sonreír no <strong>de</strong>jes <strong>de</strong> provocar olvida<br />

el pasado gris <strong>de</strong>muestra tu calidad.<br />

Si quieres hoy pue<strong>de</strong>s venir hay una fiesta para ti<br />

a tu ventana treparé si no la cierras esta vez Y soy capaz<br />

<strong>de</strong> entrar en tus sueños volar por el cielo, caminar sobre<br />

el mar y <strong>de</strong> pronto hacerme <strong>de</strong> carne y hueso para que tú<br />

me puedas acariciar.<br />

<strong>El</strong> botones me hace una señal dice que me llaman<br />

te voy a tener que <strong>de</strong>jar. Un martini más y marcharse<br />

doscientas millas aún por recorrer creo llegado el<br />

9

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!