La habitación del miedo - El despertar de los muertos
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Me acerco ahora al refranero buscando ese saber<br />
popular que siempre se supone nacido <strong>de</strong> la experiencia y<br />
me encuentro con dichos que, más que nada, hablan <strong>de</strong><br />
usos <strong><strong>de</strong>l</strong> <strong>miedo</strong> y consecuencias <strong><strong>de</strong>l</strong> mismo. Seis muestras:<br />
-Al que <strong>de</strong> <strong>miedo</strong> se muere, <strong>de</strong> cagajones le hacen<br />
la sepultura.<br />
-Al que mal vive, <strong>miedo</strong> le sigue.<br />
-A quien <strong>miedo</strong> han, lo suyo le dan.<br />
-<strong>El</strong> <strong>miedo</strong> guarda la viña.<br />
-Miedo ha Payo, que reza.<br />
-Por <strong>miedo</strong> <strong>de</strong> gorriones no se <strong>de</strong>jan <strong>de</strong> sembrar<br />
cañamones.<br />
En general, parece que tener <strong>miedo</strong> uno es<br />
malísimo pero provocárselo a <strong>los</strong> <strong>de</strong>más es una maravilla.<br />
Que cada cual <strong>los</strong> interprete como le venga en gana.<br />
Abundiógenes<br />
EL MONSTRUO EMPRESARIAL<br />
En este tiempo temible en que el presente se nos<br />
muestra amedrentador, como siempre es amedrentador el<br />
futuro, es normal que uno se sienta empavorecido ante las<br />
estructuras que lo dominan.<br />
<strong>El</strong> po<strong>de</strong>r asusta. Más al poseído que al poseedor,<br />
por <strong>de</strong>sgracia. Pero si buscamos propietarios en la<br />
sociedad actual no <strong>de</strong>bemos imaginar personas concretas,<br />
ni formas <strong>de</strong> gobierno en sentido estricto. Hablamos <strong>de</strong><br />
<strong>de</strong>mocracia para <strong>de</strong>finir nuestras plutocracias <strong>de</strong> las que<br />
apenas participamos. Buscamos lí<strong>de</strong>res e ído<strong>los</strong>, pero lo<br />
que nos maneja son entes formados por personas y grupos<br />
<strong>de</strong> personas, pero que sobrepasan con mucho a la mera<br />
individualidad o el humanismo. Son las empresas las que<br />
nos gobiernan. Macroestructuras económicas <strong>de</strong><br />
propiedad compartida, apenas i<strong>de</strong>ntificable. <strong>El</strong> accionista<br />
no es un ser humano, como la sociedad anónima no es un<br />
grupo <strong>de</strong> amigos.<br />
Uno casi añora esas empresas <strong>de</strong> antaño, regidas<br />
con mano firme por un dueño tiránico y explotador en<br />
quien era fácil <strong>de</strong>scargar las quejas y culpas. Ahora, en<br />
nuestro mundo globalizado, aunque meramente en lo<br />
económico y mercantil, uno se siente menos que nada y no<br />
pue<strong>de</strong> buscar responsables directos en la<br />
macrocorporación que le exprime. Todo son<br />
multinacionales, más po<strong>de</strong>rosas que países, con más<br />
autonomía que gobiernos, más egocéntricas que el propio<br />
Narciso mirándose en el agua.<br />
Es lógico sentir una cierta opresión en el pecho al<br />
pensar en estos dioses <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo mo<strong>de</strong>rno. Capaces <strong>de</strong><br />
<strong>de</strong>struir gobiernos, estados, pueb<strong>los</strong>, selvas, mares… el<br />
propio planeta. Si no hay personas y lo único que cuenta<br />
es el beneficio –inmediato, por supuesto, pues nadie<br />
piensa en el futuro cuando hay que construir un presente<br />
<strong>de</strong> cifras espléndidas-, ¿cómo escapar a la catástrofe? <strong>La</strong><br />
mayor, la más inmediata, la <strong>de</strong>shumanización. <strong>La</strong> más<br />
remota y temible, la pérdida <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo completo y <strong>de</strong> ese<br />
futuro que tanto nos suele asustar. Aunque no tanto como<br />
las multinacionales <strong>de</strong> nuestros días.<br />
SUPERPOBLACIÓN<br />
Lo confieso. Yo fui quien acabó con él. Aunque<br />
casi <strong>de</strong>bería estarme agra<strong>de</strong>cido por ello. Está mucho<br />
mejor así. Y si lamento haberlo hecho es, en primer lugar,<br />
porque él, a quien tanto odiaba, salió muy bien parado <strong><strong>de</strong>l</strong><br />
asunto por mi estupi<strong>de</strong>z. Y, en segundo término, porque<br />
sé que con ello traicioné a mis hermanos y <strong>los</strong> coloqué en<br />
una situación aún más difícil que la que ya existía.<br />
Sea como sea no creo que por ello me haya hecho<br />
merecedor <strong>de</strong> tan cruel castigo. Mi propia muerte, <strong><strong>de</strong>l</strong><br />
modo en que se va a producir, me parece excesiva por mi<br />
<strong>de</strong>sliz. No estoy seguro <strong>de</strong> que otro en mi lugar hubiera<br />
soportado tanto a aquel miserable. Aquel tipo era<br />
insufrible <strong>de</strong> veras. Si le hice aquello fue porque logró<br />
sacarme <strong>de</strong> mis casillas <strong>de</strong> tal modo que perdí, por un<br />
momento, cualquier resto <strong>de</strong> raciocinio. Y que nadie<br />
piense que mi intención era satisfacer mis primitivos<br />
<strong>de</strong>seos sin importarme la suerte <strong>de</strong> mi gente. A mis<br />
hermanos, que me han con<strong>de</strong>nado, les pido perdón y<br />
misericordia. Escuchad, una vez más, mi historia y<br />
<strong>de</strong>cidme si no actué movido por las circunstancias hacia<br />
aquel <strong>de</strong>senlace in<strong>de</strong>seado e inevitable.<br />
Lo primero <strong>de</strong> todo, <strong>de</strong>bo recordar ese pasado<br />
reciente, que muchos han olvidado y otros nunca han<br />
conocido, que condujo a nuestra raza a esta situación<br />
extraña e insostenible en que nos encontramos.<br />
Algunos son <strong>de</strong>masiado jóvenes y no conocen <strong>los</strong><br />
brillantes tiempos <strong>de</strong> nuestro pasado más que por<br />
referencias <strong>de</strong> <strong>los</strong> mayores. Otros, que <strong>los</strong> vivieron,<br />
parecen haber<strong>los</strong> borrado <strong>de</strong> su memoria, como si su mero<br />
recuerdo les causase daño o angustia. Yo no <strong>los</strong> he<br />
olvidado. Llamadme, si queréis, melancólico. Y en mis<br />
últimos días, tan tristes y faltos <strong>de</strong> esperanza, me ha<br />
bastado rememorar<strong>los</strong> para que una lúgubre sonrisa<br />
asomara a mis siempre lívidos labios.<br />
En otro tiempo nuestra raza era gran<strong>de</strong>, aunque<br />
poco numerosa. Éramos seres orgul<strong>los</strong>os, amos <strong><strong>de</strong>l</strong> mundo,<br />
señores <strong>de</strong> la noche. Ya sé que todos nos ufanamos<br />
todavía <strong>de</strong> esos títu<strong>los</strong>. Pero ahora no me parecen acor<strong>de</strong>s<br />
con la realidad que nos ha convertido más bien en<br />
esclavos, aunque sólo sea <strong>de</strong> nuestros propios errores y<br />
<strong>de</strong> nuestras necesida<strong>de</strong>s insatisfechas, e imposibles <strong>de</strong><br />
satisfacer hoy en día.<br />
Nosotros, <strong>los</strong> vampiros, éramos un grupo selecto<br />
entre una humanidad masificada y miserable. Los<br />
humanos, por aquel entonces, no tenían otro papel en el<br />
concierto mundial que el <strong>de</strong> víctimas inconscientes <strong>de</strong><br />
nuestra sociedad, por entonces temible y secreta. Los<br />
que hemos vivido sig<strong>los</strong> mejores no po<strong>de</strong>mos sino añorar<br />
aquel<strong>los</strong> tiempos gozosos en <strong>los</strong> que un humano era una<br />
presa asustada ante nuestra presencia, un don nadie,<br />
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