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Wolf
el Incomprendido
ta. Así y todo, Nicole fue expulsada de la piscina de un club
social por la encargada del guardarropa, al grito de “¡fuera de
aquí, guarra!”. Hoy, la hija del fontanero del bloque de Wolf
lleva un tanga brasilero con el que sólo se tapa, poco, el triangu-
lillo delantero del bajo vientre. El resto al aire, lo cual, afortuna-
damente, muy oreado.
Los Cursos de Verano para Extranjeros (aún no habían
aterrizado las asiáticas) constituyeron un revulsivo para la ciu-
dad. No sólo espoleaban a la sociedad con sus minijupes. Su
forma de actuar, su concepto de la convivencia y su liberalidad
(relativa), hicieron mella en una población donde el simple
pensamiento impuro del feligrés condenaba a éste a todas las
penas del infierno para la eternidad. No obstante, el jovenzue-
lo solía transgredir la norma y, normalmente, como respuesta
era abofeteado por la gabacha. Era la época de los guateques.
Manolo bailaba con Dominique. Ella, liberal, pegaba su carita
extranjera junto a la del carpetovetónico. Él, pensando que todo
el monte era orégano, se agarraba fuertemente al culo de la de
Nimes. Un décima de segundo más tarde recibía un guantazo
de los de hacer época.
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