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Wolf
el Incomprendido
dos sobrinos y cuñadas). ¡Ah!, y en tiempos al yerno de Su
Excelencia.
Sólo existe un elemento que le desasosiega e incomoda:
el pelmazo. Y Wolf tiene la suficiente edad como para permi-
tirse el lujo de mandarles al carallo. Si tenemos en cuenta que
según las últimas estadísticas del correspondiente Instituto, los
pelmazos alcanzan un 48,60 por ciento de la población activa
de la ciudad donde vive, claramente se colige que pasa una
buena parte de su vida enviando a aquel lugar a esa legión de
cargantes que arrasan el mundo. Además son los causantes de
que mi amigo y centenares de personas cojan dos o tres gripes
horrorosas a lo largo del año. Sólamente hay que multiplicar y
darse cuenta de que la epidemia puede alcanzar cotas alar-
mantes y consiguiente deterioro para las arcas de la Seguridad
Social. Me explico.
El clima de la ciudad de Wolf fue perfectamente definido
por Quevedo, después de haber permanecido hospedado cinco
años en San Marcos invitado por el Conde Duque de Olivares.
“El ceño de estas montañas, cuyos vientos rabiosos son súbita
locura, traen noche e invierno; y en un mismo día de verano, que
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