Descargar libro en PDF - Biblioteca Digital Leonesa
Descargar libro en PDF - Biblioteca Digital Leonesa
Descargar libro en PDF - Biblioteca Digital Leonesa
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
JESÚS MARÍA CANTALAPIEDRA MORO<br />
En esta tercera aparición de Wolf (antes lo fueron<br />
“El mundo según Wolf” -2002- y “La vuelta de Wolf” -<br />
2003-), Jesús María Cantalapiedra nuevam<strong>en</strong>te hace una<br />
radiografía, a veces vitriólica, del mundo que le rodea<br />
utilizando como arma arrojadiza el s<strong>en</strong>tido del humor<br />
no ex<strong>en</strong>to de autocrítica.<br />
“Wolf el incompr<strong>en</strong>dido” pudiera constar de tres partes.<br />
En una de ellas insiste <strong>en</strong> viv<strong>en</strong>cias personales más o<br />
m<strong>en</strong>os salpim<strong>en</strong>tadas. Otros episodios se sitúan <strong>en</strong>tre el relato<br />
corto y el artículo de opinión. La tercera, transcrita <strong>en</strong> varios<br />
capítulos, está dedicada a reseñar anécdotas municipales<br />
experim<strong>en</strong>tadas o pres<strong>en</strong>ciadas por su condición de concejal<br />
del Ayuntami<strong>en</strong>to de León a partir de 1995.<br />
Sigue int<strong>en</strong>tando ser un virtuoso del saxofón, pero los bemoles se<br />
le <strong>en</strong>corajinan. Bastante. O sea, mucho. No acaban de <strong>en</strong>t<strong>en</strong>derse<br />
<strong>en</strong>trambos.<br />
Éste es su sexto <strong>libro</strong>.<br />
J ESÚS M ARÍA C ANTALAPIEDRA<br />
WOLF EL INCOMPRENDIDO<br />
Wolf<br />
El Incompr<strong>en</strong>dido<br />
Anecdotario de un observador de aquí (III)<br />
JESÚS MARÍA CANTALAPIEDRA
JESÚS MARÍA CANTALAPIEDRA<br />
Wolf<br />
El Incompr<strong>en</strong>dido<br />
Anecdotario de un observador de aquí (III)
Reservados todos los derechos.<br />
No está permitida la reproducción total o parcial de este <strong>libro</strong>, ni su<br />
tratami<strong>en</strong>to informático, ni la transmisión de ninguna forma o por<br />
cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por<br />
registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del<br />
titular del Copyrigtht.<br />
© Jesús María Cantalapiedra, 2004<br />
Ilustración de portada original de Ramón Villa, realizado para<br />
“Wolf el Incompr<strong>en</strong>dido” verano de 2004.<br />
Edición: F.M. NUEVA COMUNICACIÓN, S.L.<br />
Avda. Padre Isla, 70, 1º • 24002 León<br />
Teléf. 987 07 27 44. Fax: 987 07 27 43<br />
E-mail: info@nuevacomunicacion.com<br />
www.nuevacomunicacion.com<br />
Preimpresión: Nueva Comunicación<br />
Impreso <strong>en</strong> U.E.<br />
ISBN: 84-609-2254-5<br />
Depósito legal: LE-1360-2004
A todos aquellos hombres y mujeres a qui<strong>en</strong>es nadie,<br />
nunca, ha dedicado <strong>libro</strong>s. Ni at<strong>en</strong>ción.
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
6
7<br />
Jesús María Cantalapiedra <br />
Una persona sin s<strong>en</strong>tido del humor es como una carreta sin<br />
amortiguadores; se ve sacudida por todas las piedras del camino.<br />
H<strong>en</strong>ry Ward Beecher<br />
Predicador estadounid<strong>en</strong>se (S.XIX)<br />
Carecer de ilusiones arruga el alma y <strong>en</strong>vejece a uno por<br />
d<strong>en</strong>tro, aunque seas jov<strong>en</strong>. La juv<strong>en</strong>tud no dep<strong>en</strong>de de los años,<br />
sino de de las ilusiones que t<strong>en</strong>gamos.<br />
Enrique Rojas<br />
Psiquiatra<br />
T<strong>en</strong>er ilusiones alegra el alma y rejuv<strong>en</strong>ece a uno por d<strong>en</strong>-<br />
tro, aunque seas mayor. La p<strong>en</strong>a es que no da tiempo a desarro-<br />
llarlas. Casi siempre aparece algún un hijo de mala madre que las<br />
echa por tierra.<br />
Wolf Singstone<br />
Escritor
PRÓLOGO<br />
9<br />
Jesús María Cantalapiedra <br />
Wolf, Jesús y yo t<strong>en</strong>emos una cosa <strong>en</strong> común. A los tres el<br />
humor nos ha costado muchos disgustos. A mí, incluso, la retira-<br />
da temporal de la actividad periodística, tras un ataque furibun-<br />
do del retroprogresismo provincial y paleto, que existe, como<br />
Teruel. Por fortuna, no ha sido éste el caso ni de Wolf ni de Jesús<br />
que han logrado seguir al pie del humor y por ello nos ofrec<strong>en</strong><br />
ahora un nuevo <strong>libro</strong>, oportunam<strong>en</strong>te titulado “Wolf el<br />
Incompr<strong>en</strong>dido” con el que se completa la trilogía iniciada con<br />
“El mundo según Wolf”.<br />
Jesús María Cantalapiedra no es, por lo tanto, nuevo <strong>en</strong> las<br />
lides literarias. Ya ha publicado seis <strong>libro</strong>s. Y esta circunstancia<br />
numérica de la que dejo constancia para satisfacción suya y <strong>en</strong>vi-<br />
dia mía, es algo muy significativo si se ti<strong>en</strong>e <strong>en</strong> cu<strong>en</strong>ta que el ofi-<br />
cio de escritor solo se consigue y consolida con el trabajo diario<br />
y con resultados tangibles. Lo de la inspiración g<strong>en</strong>ial y esporá-<br />
dica ya se ha demostrado que no existe. Así que podemos afir-
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
mar que estamos ante un escritor <strong>en</strong> el mas riguroso s<strong>en</strong>tido del<br />
término por razones de cantidad y, sobre todo, de calidad. Una<br />
calidad que vi<strong>en</strong>e avalada, además, por sus años de colaborador<br />
periodístico, una ocupación a la Jesús María Cantalapiedra tam-<br />
bién supo aportar intelig<strong>en</strong>cia y originalidad.<br />
En las páginas de “Wolf el Incompr<strong>en</strong>dido” el lector va a<br />
<strong>en</strong>contrar todos aquellos ingredi<strong>en</strong>tes que hac<strong>en</strong> que la lectura<br />
sea un placer y no un castigo bíblico. Es decir, una prosa fluida,<br />
cercana, divertida, y cautivadora, que es consecu<strong>en</strong>cia de la des-<br />
tacada capacidad de observación del autor. Al igual que <strong>en</strong> los<br />
dos <strong>libro</strong>s anteriores, <strong>en</strong> éste Jesús María refleja hechos y situa-<br />
ciones recordados con la mirada b<strong>en</strong>evol<strong>en</strong>te de la memoria y<br />
recreados siempre con humor y algunas veces con un leve toque<br />
de ironía, una forma de expresión muy apreciable <strong>en</strong>tre aquellos<br />
que p<strong>en</strong>samos que la ironía es el arma de la intelig<strong>en</strong>cia.<br />
A modo de conv<strong>en</strong>i<strong>en</strong>te epílogo, <strong>en</strong> esta nueva <strong>en</strong>trega wol-<br />
fiana, Jesús ha incorporado un capítulo dedicado monográfica-<br />
m<strong>en</strong>te a sus recuerdos y viv<strong>en</strong>cias municipales, la última, por<br />
10
cierto, ocurrida durante el almuerzo del Consejo de Ministros<br />
celebrado <strong>en</strong> León, el pasado mes de julio. Si <strong>en</strong> los demás capí-<br />
tulos Jesús María Cantalapiedra consigue atraer con facilidad la<br />
at<strong>en</strong>ción y el interés del lector, <strong>en</strong> éste, <strong>en</strong> el dedicado a la vida<br />
municipal, sube un escalón imantando al lector con unas anéc-<br />
dotas contadas con agudeza e ing<strong>en</strong>io.<br />
No me consta si, como se dice coloquialm<strong>en</strong>te, aquí se<br />
acaba la historia o si, por el contrario, a esta trilogía que hoy se<br />
cierra le seguirán otros <strong>libro</strong>s con nuevas peripecias de Wolf o de<br />
Cándido, que es su mas reci<strong>en</strong>te <strong>en</strong>carnación. Lo cierto es que<br />
somos muchos los que deseamos la continuidad porque de esta<br />
forma podremos seguir disfrutando de la bu<strong>en</strong>a pluma y del salu-<br />
dable humor de Jesús María Cantalapiedra Moro, una virtud muy<br />
apreciable ya que, como dijo sir Winston Churchill, la imagina-<br />
ción consuela a los hombres de lo que no pued<strong>en</strong> ser mi<strong>en</strong>tras<br />
que el humor los consuela de lo que son.<br />
11<br />
Jesús María Cantalapiedra <br />
Angel María Fidalgo
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
12
NOTA DEL AUTOR<br />
13<br />
Jesús María Cantalapiedra <br />
El título de este librillo, “Wolf el Incompr<strong>en</strong>dido”, está<br />
inspirado <strong>en</strong> las av<strong>en</strong>turas de un personaje llamado Guillermo.<br />
Su madre literaria, Richmal Crompton, consiguió que muchos<br />
niños del mundo conocieran las correrías domésticas de aquel<br />
chaval de once años perpetuos. “Guillermo el Conquistador”,<br />
Guillermo el Proscrito”, “Guillermo el Incompr<strong>en</strong>dido”, etc.,<br />
y, hasta treinta y ocho <strong>en</strong>tregas.<br />
Y Wolf, no tan niño evid<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te, se id<strong>en</strong>tifica con<br />
Guillermo <strong>en</strong> cuanto a esa incompr<strong>en</strong>sión que araña el mundo<br />
que nos tocó vivir. Estoy por asegurar y aseguro que todos somos<br />
Guillermo, que todos somos Wolf, que todos, <strong>en</strong> alguna forma,<br />
<strong>en</strong> algún tiempo, somos o hemos sido incompr<strong>en</strong>didos.<br />
No obstante, “Wolf el Incompr<strong>en</strong>dido” manti<strong>en</strong>e la misma<br />
línea que sus predecesores, “El mundo según Wolf” y “La vuel-<br />
ta de Wolf”, utilizando el humor (a veces acidillo) y el léxico<br />
coloquial como arma ante ciertos comportami<strong>en</strong>tos sociales<br />
conocidos y, a veces, sufridos. Por otra parte, <strong>en</strong> esta ocasión,<br />
int<strong>en</strong>to dibujar un pequeño rincón del mundo de la política muni-
cipal desde el catalejo de lo anecdótico. Se trata de experi<strong>en</strong>cias<br />
personales o pres<strong>en</strong>ciadas, literales la mayor parte. En algún<br />
caso, fabuladas sobre un poso de realidad. El lector debe apli-<br />
carse para saber cuáles son unas y otras. Se transcrib<strong>en</strong> <strong>en</strong> varios<br />
capítulos. Uno de ellos pudiera haber sido mucho más ext<strong>en</strong>so,<br />
pero causas no aj<strong>en</strong>as a mi voluntad lo impidieron.<br />
Mi sincero agradecimi<strong>en</strong>to para cuantas personas han pro-<br />
piciado la elaboración de este nuevo <strong>libro</strong>. En especial al prolo-<br />
guista, Angel María Fidalgo, presid<strong>en</strong>te de la Asociación de la<br />
Pr<strong>en</strong>sa, y al pintor Ramón Villa, autor de la ilustración de porta-<br />
da, original para “Wolf el Incompr<strong>en</strong>dido”.
15<br />
Jesús María Cantalapiedra
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
16
1<br />
STULTORUM NUMERUS,<br />
INFINITUS EST<br />
De cuantas cosas me cansan,<br />
fácilm<strong>en</strong>te me defi<strong>en</strong>do;<br />
pero no puedo guardarme<br />
de los peligros de un necio.<br />
Wolf es perfectam<strong>en</strong>te consci<strong>en</strong>te de que el versillo es de<br />
Lope de Vega. No obstante, con frecu<strong>en</strong>cia lo com<strong>en</strong>ta sin citar<br />
su autoría. Por si cuela. También utiliza varias veces a la sema-<br />
na la frase de Ramón y Cajal, “Conóc<strong>en</strong>se infinitas clases de<br />
necios; la más deplorable es la de los parlanchines empeñados <strong>en</strong><br />
demostrar que ti<strong>en</strong><strong>en</strong> tal<strong>en</strong>to”.<br />
Y Wolf, no es que t<strong>en</strong>ga demasiado cacum<strong>en</strong>, sin embargo<br />
ha llegado a poseer un gran conocimi<strong>en</strong>to sobre la estolidez, la<br />
17<br />
Jesús María Cantalapiedra
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
necedad y la estupidez humana. No <strong>en</strong> vano, como muchos mor-<br />
tales, ha tratado o, mejor, se ha rozado intermit<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te con<br />
infinidad de torpes, ins<strong>en</strong>satos, mamelucos, zoquetes, m<strong>en</strong>teca-<br />
tos, mastuerzos, gaznápiros, mandrias, borregos, fatuos, zampa-<br />
tortas, imprud<strong>en</strong>tes y una larga serie de bambarrias y estultos que<br />
asolan este mundo cruel. Ya se sabe el dicho: “Stultorum nume-<br />
rus, infinitus est”. Él dice que la s<strong>en</strong>t<strong>en</strong>cia es de Salomón, impar-<br />
tida una noche de largas libaciones. Salomón gustaba mucho del<br />
tostadillo. Hablando de tostadillo, ¿qué será del Papa Clem<strong>en</strong>te?<br />
Y claro está, como los necios son legión, llegan a pasar<br />
desapercibidos para la mayoría de hombres s<strong>en</strong>satos y mujeres<br />
mesuradas. Hay que estar muy despiertos para discernir y separar<br />
unos de otros. El pazguato está infiltrado <strong>en</strong> casi todos los secto-<br />
res de la sociedad: <strong>en</strong> el taller, la oficina, la industria agropecua-<br />
ria, la universidad, la música, la política, la milicia, el burdel, el<br />
clero, la medicina, el comercio, las sociedades recreativas, la<br />
familia, el municipio y el sindicato. Mucho tontucio además se<br />
acerca peligrosam<strong>en</strong>te a la cualidad de jum<strong>en</strong>to. O de macarra,<br />
que de todo hay, por ejemplo, <strong>en</strong> el negocio musical. En este caso<br />
se produce el efecto frontón. Algunos de los necios soplagaitas<br />
18
(con perdón para el <strong>en</strong>trañable instrum<strong>en</strong>to y sus tocadores), los<br />
que alcanzaron la condición de rucios, devuelv<strong>en</strong> la pelota al fan<br />
lugareño, facilón y hortera, objeto de su comercio. De tal suerte,<br />
todo queda <strong>en</strong> familia. En este caso, según Wolf y el profesor<br />
Singstone de la Universidad de R<strong>en</strong>nes, la m<strong>en</strong>tecatería suele<br />
alcanzar cotas <strong>en</strong> verdad preocupantes a la par que estrafalarias,<br />
locas. Por decirlo suave, gilipuertas. Lo cual, gilipollas.<br />
A partir de un artículo del profesor Mariano Arnal, especia-<br />
lista <strong>en</strong> análisis léxico, el bu<strong>en</strong>o de Wolf (lo de bu<strong>en</strong>o es un decir;<br />
se ha vuelto bastante perrón) llegó a <strong>en</strong>t<strong>en</strong>der que la palabra<br />
necio pudiera v<strong>en</strong>ir del latín, nescio, que debe significar “no sé”.<br />
Volvi<strong>en</strong>do a la teoría del señor Arnal, los ciudadanos romanos<br />
ante las preguntas de los turistas imperiales (por ejemplo: ¿<strong>en</strong><br />
qué triclinium sirv<strong>en</strong> merluza a la romana? , ¿dónde está la para-<br />
da de la cuádriga? ¿a qué hora comi<strong>en</strong>za la corrida de cristia-<br />
nos?), solían contestar nescio, nescio, nescio. “No sé, no sé, no<br />
sé”. Y lo que son las cosas del léxico, por derivación, puede ser<br />
que se llegara a titular de necio a todo aquel que no sabía nada.<br />
De ahí, al “no sabe, no contesta” (n/s, n/c) de las <strong>en</strong>cuestas polí-<br />
ticas callejeras, hay un corto recorrido. De todo ello podemos<br />
19<br />
Jesús María Cantalapiedra
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
colegir que qui<strong>en</strong> responde con las siglas n/s, es un necio, un<br />
estulto. ¿Cómo es posible que algui<strong>en</strong> responda que no sabe si le<br />
gustan los blancos, los verdes o los amarillos? Pues, aproxima-<br />
dam<strong>en</strong>te, un veinte por ci<strong>en</strong>to de la población.<br />
También es muy corri<strong>en</strong>te <strong>en</strong>contrarse con otro tipo de<br />
necio: el nescio pesadus. ¿En qué cabeza cabe que un humanoi-<br />
de aborde al obispo vestido con la capa pluvial cuando se dirige<br />
al altar mayor para celebrar una misa de pontifical? Apartando a<br />
codazos a todo el cabildo oficiante, se acerca al mitrado con gran<br />
des<strong>en</strong>voltura y la int<strong>en</strong>ción de <strong>en</strong>tregarle unos papeles.<br />
P<strong>en</strong>etrante olor a inci<strong>en</strong>so invade el recinto sagrado.<br />
- Señor obispo, perdón, no sé si se acuerda de mi. Soy<br />
Jacinto, el primo del sacristán de Santo Toribio. Pues nada, que<br />
estaba aquí rezando y me dije, pues aprovecho para darle a Su<br />
Rever<strong>en</strong>dísima el currículum vitae de mi sobrino Juanín, el<br />
seminarista. Acaba este año. Mire a ver si le coloca <strong>en</strong> Astorga.<br />
No es por nada de nada ni cosa ninguna, pero vale mucho. Y, más<br />
bu<strong>en</strong>o que el pan.<br />
Mas, según Wolf, qui<strong>en</strong>es deb<strong>en</strong> sufrir al nescio pesadus<br />
con excesiva frecu<strong>en</strong>cia son los alcaldes y otras instancias m<strong>en</strong>o-<br />
20
es. A saber. Faltan unos minutos para la llegada de un ministrón<br />
a la ciudad acompañado del numerosísimo séquito de rigor,<br />
escoltas aparte. El regidor le espera acompañado de la<br />
Corporación Municipal, alabarderos, guardia de honor, secreta-<br />
rios y amanu<strong>en</strong>ses. Gran cantidad de público, a cierta distancia,<br />
espera al <strong>en</strong>viado del gobierno. Llega con gran aparato automo-<br />
vilístico. Desci<strong>en</strong>de del cochazo al tiempo que se pone la cha-<br />
queta (los pl<strong>en</strong>ipot<strong>en</strong>ciarios siempre se pon<strong>en</strong> la chaqueta mi<strong>en</strong>-<br />
tras sacan la pierna derecha del coche). Alcalde y segundones se<br />
acercan al ministrón para darle la bi<strong>en</strong>v<strong>en</strong>ida. De pronto, por<br />
detrás, aparece el nescio de turno después de sortear a varios<br />
guardias. En la mano derecha lleva una carpetilla.<br />
- Alcalde, pasaba por aquí y como el otro día me dijo que le<br />
mandara los papeles de mi cuñado, voy y me dije, pues se los<br />
doy <strong>en</strong> mano. Le recuerdo que mi cuñado vale para cualquier<br />
cosa. Métale <strong>en</strong> jardines o así. Es un manitas. ¡Ah! , y honrado<br />
como el que más, lo que pasa que se fue al paro cuando lo de la<br />
Refasa y ahora a mi hermana no le alcanza.<br />
Se podrían poner miles de ejemplos aunque, hay que reco-<br />
nocerlo, el más sangrante es el del propio Wolf. El protagonista<br />
21<br />
Jesús María Cantalapiedra
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
de estas historias, con la madurez com<strong>en</strong>zó a ponerse t<strong>en</strong>i<strong>en</strong>te.<br />
Duro de oído. Bastante. Bu<strong>en</strong>o, mucho. Sobre todo cuando lle-<br />
gaba a un puerto de mar. Por aquello de la presión. Pero como<br />
era nescio, a pesar de las recom<strong>en</strong>daciones de amigos y audio-<br />
protesistas, siempre se negó a ponerse un audífono. Le daba ver-<br />
gü<strong>en</strong>za. Y esa turbación fue causa de su desv<strong>en</strong>tura.<br />
Era miembro de la FETNE (Federación Turística del Norte<br />
de España) y <strong>en</strong> cumplimi<strong>en</strong>to del cargo, con mucha frecu<strong>en</strong>cia,<br />
asistía <strong>en</strong> Gijón a solemnes reuniones <strong>en</strong> las que se arreglaban los<br />
destinos sectoriales de las regiones norteñas. La verdad es que no<br />
se <strong>en</strong>teraba de casi nada, sobre todo si la junta se celebraba recién<br />
llegado a la hermosa ciudad. Y así ocurrió el día infausto.<br />
Necesitaba, al m<strong>en</strong>os, una hora y media para la descompresión<br />
pero, cagü<strong>en</strong>, se incorporó a la asamblea con el tiempo justo.<br />
Entró <strong>en</strong> la sala de reuniones y creyó observar que una<br />
bu<strong>en</strong>a parte de asist<strong>en</strong>tes le miraba con más afecto del acostum-<br />
brado. Le daban palmadas. Le sonreían y decían cosas que intuía<br />
positivas. Ent<strong>en</strong>der, ni jota.<br />
- De esta me hac<strong>en</strong> Presid<strong>en</strong>te. Después de tantos años se<br />
han dado cu<strong>en</strong>ta de mi trayectoria-p<strong>en</strong>só.<br />
22
Y no andaba descaminado. La mitad, más o m<strong>en</strong>os, de los<br />
compañeros (diez, más él mismo) confiaban <strong>en</strong> Wolf a pesar de<br />
la sordera creci<strong>en</strong>te. Transcurrió media hora de debate del que,<br />
como era habitual, no se <strong>en</strong>teró y finalm<strong>en</strong>te aquello tomó trazas<br />
de votación final. Y así fue. Casi al unísono, cinco brazos se<br />
alzaron. Algunos de los compañeros le hacían gestos ininteligi-<br />
bles. El de su izquierda le dio una patada por debajo de la mesa.<br />
Por último, con cierto temblor, levantó el brazo derecho. Cinco<br />
colegas le miraron crispados con cara de asesinar. Los otros<br />
cinco resoplaron de satisfacción. La pregunta para llevar a cabo<br />
la estatutaria votación había sido: “¿Quiénes rechazan la candi-<br />
datura de Wolf ?”<br />
Nescio est<br />
23<br />
Jesús María Cantalapiedra
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
24
2<br />
ARREGLADA PERO INFORMAL<br />
25<br />
Jesús María Cantalapiedra <br />
Como es sabido a Wolf, desde el inicio de la adolesc<strong>en</strong>cia,<br />
casi niñato, siempre le llamó Europa; la vieja Europa; la Europa<br />
de los castillos y los ríos majestuosos o saltarines; la Europa de<br />
la historia apasionante; el París <strong>en</strong>soñador; la Bruselas cursi<br />
(Bruselas siempre fue pelín remilgada hasta la llegada del fun-<br />
cionariado comunitario); la Alemania partida <strong>en</strong> dos y después<br />
recompuesta; la Polonia sufridora.<br />
La primera vez que <strong>en</strong> un tr<strong>en</strong> r<strong>en</strong>queante atravesó los<br />
Pirineos, t<strong>en</strong>ía dieciocho-diecinueve años, un pasaporte que<br />
prohibía casi todo, muchos pájaros <strong>en</strong> la cabeza y una maleta de<br />
cartón plastificado (no atada con cuerdas, pero de cartón).<br />
Permaneció algo más de un año vivaqueando por las orillas del<br />
Rhin, el Ródano y el S<strong>en</strong>a, y a la vuelta se <strong>en</strong>contró con que los
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
“Cursos de Verano para Extranjeros”, iniciados un lustro antes<br />
<strong>en</strong> su pueblo, habían tomado cuerpo y numerosas francesas (de<br />
aquella los extranjeros sólo eran franceses) pasaban el verano <strong>en</strong><br />
la ciudad que le vio nacer. No es que estudiaran demasiado pues<br />
se pasaban las noches bebi<strong>en</strong>do vino peleón y ejercitándose <strong>en</strong><br />
otras actividades no tan agresivas, pero llevaban a clase cartero-<br />
nas repletas de <strong>libro</strong>s y apuntes. Además, hablaban español con<br />
más soltura académica que muchos lugareños. Una anochecida<br />
de vino y tortillas, Wolf preguntó a una de ellas el por qué de<br />
aquella fluidez con el castellano.<br />
- ¿Dónde apr<strong>en</strong>diste tan bi<strong>en</strong> el español?<br />
Ella, sorpr<strong>en</strong>dida, como p<strong>en</strong>sando “este es tonto o está mal<br />
de la cabeza”, le contestó: à l´ecole, naturellem<strong>en</strong>t. Claro,<br />
¿dónde iba a ser? Al tiempo <strong>en</strong> España, aun después de seis años<br />
de bachiller y el francés como l<strong>en</strong>gua obligatoria, no se sabía<br />
decir ni “güi”. ¡Ah los idiomas <strong>en</strong> España! Sólo se estudiaba con<br />
rigor la fecha de la toma de Bilbao y el descubrimi<strong>en</strong>to de<br />
América por un señor que, según decían, era español. De tal<br />
suerte, las gabachas empollaban poco, iban a clase dormidas y<br />
casi todas regresaban a París, Nimes o Montpellier, con el híga-<br />
26
27<br />
Jesús María Cantalapiedra <br />
do hecho polvo y, consecu<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te, bastante amarillinas. Y<br />
tristes. Habían tomado el pulso a la ciudad. Estaban alucinadas,<br />
<strong>en</strong>amoradas y equivocadas. En cierta ocasión una de ellas,<br />
Nicole, le com<strong>en</strong>tó a Wolf que <strong>en</strong> España todo el mundo era rico.<br />
No salían de su asombro con el ritmo, más bi<strong>en</strong> con el diario dis-<br />
p<strong>en</strong>dio libatorio <strong>en</strong> sesiones de mañana, tarde y noche. No <strong>en</strong>t<strong>en</strong>-<br />
dían, tampoco, cómo un hombrón de cuar<strong>en</strong>ta años podía estar<br />
jugando al julepe tres horas <strong>en</strong> el bar de la esquina. C´est la vie.<br />
También, el indíg<strong>en</strong>a quedaba maravillado al observar su<br />
porte. Se hacían notar con aquellas alegres minijupes a pesar de<br />
que no alcanzaban más arriba de la rodilla. Sin embargo, para el<br />
mocerío mesetario era mucho. La g<strong>en</strong>te mayorzona se santigua-<br />
ba al paso y el clero organizaba nov<strong>en</strong>as de desagravio. Lo que<br />
es la vida. Al lado de las minifaldas actuales de nuestras compa-<br />
triotas, las escandalosas minijupes galas pudieran asemejarse a<br />
las faldas de las devotas de La Divina Pastora.<br />
Otro escándalo supuso la aparición del bikini <strong>en</strong> el lugar.<br />
Las francesas usaban bikini. Es decir, bragaza maragata y soste-<br />
nazo ribereño. Sólo se les veía el ombligo <strong>en</strong> pocas ocasiones. Se<br />
lo tapaba la bragona salvo que dieran saltines jugando a la pale-
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
ta. Así y todo, Nicole fue expulsada de la piscina de un club<br />
social por la <strong>en</strong>cargada del guardarropa, al grito de “¡fuera de<br />
aquí, guarra!”. Hoy, la hija del fontanero del bloque de Wolf<br />
lleva un tanga brasilero con el que sólo se tapa, poco, el triangu-<br />
lillo delantero del bajo vi<strong>en</strong>tre. El resto al aire, lo cual, afortuna-<br />
dam<strong>en</strong>te, muy oreado.<br />
Los Cursos de Verano para Extranjeros (aún no habían<br />
aterrizado las asiáticas) constituyeron un revulsivo para la ciu-<br />
dad. No sólo espoleaban a la sociedad con sus minijupes. Su<br />
forma de actuar, su concepto de la conviv<strong>en</strong>cia y su liberalidad<br />
(relativa), hicieron mella <strong>en</strong> una población donde el simple<br />
p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>to impuro del feligrés cond<strong>en</strong>aba a éste a todas las<br />
p<strong>en</strong>as del infierno para la eternidad. No obstante, el jov<strong>en</strong>zue-<br />
lo solía transgredir la norma y, normalm<strong>en</strong>te, como respuesta<br />
era abofeteado por la gabacha. Era la época de los guateques.<br />
Manolo bailaba con Dominique. Ella, liberal, pegaba su carita<br />
extranjera junto a la del carpetovetónico. Él, p<strong>en</strong>sando que todo<br />
el monte era orégano, se agarraba fuertem<strong>en</strong>te al culo de la de<br />
Nimes. Un décima de segundo más tarde recibía un guantazo<br />
de los de hacer época.<br />
28
Wolf, sabedor de cómo eran, jamás echaba mano a la nal-<br />
guilla <strong>en</strong> primera instancia. “Tiempo al tiempo”, p<strong>en</strong>saba. Nunca<br />
le pusieron un carrillo colorado. Además, lo suyo era <strong>en</strong>amorar-<br />
se. Y así le ocurrió con Françoise. Quedó pr<strong>en</strong>dado de la moza<br />
parisina desde el primer mom<strong>en</strong>to e iniciaron una larga relación<br />
periódica que duró cerca de tres años. La veía <strong>en</strong> París por<br />
Navidad, Semana Santa y algún mes de Julio. Françoise corres-<br />
pondía a las visitas <strong>en</strong> agosto. Coincidi<strong>en</strong>do con la calor.<br />
Fueron tiempos felices. La familia de Françoise era <strong>en</strong>can-<br />
tadora. Vivían <strong>en</strong> la rue Jacob, c<strong>en</strong>tro histórico de Saint Germain,<br />
muy cerca del Café de Flore y Au Deux Magots. Su madre, su<br />
padre, su abuela y una tía, le adoraban. Agasajábanle más que si<br />
fuera de los suyos. Casi todos los días foie, huitres, bécasses y<br />
otras délicatess<strong>en</strong>. Para acompañarlas un vino de Borgoña desti-<br />
nado a epicúreos, <strong>en</strong> verdad excel<strong>en</strong>te; de los elaborados a partir<br />
de uva de racimo suelto, no apretado. Todo perfecto hasta que<br />
llegó el día de autos. Era julio y el asfalto de París hervía.<br />
Cuar<strong>en</strong>ta grados a la sombra.<br />
La tía de Françoise, Emile, era una parisina típica. T<strong>en</strong>ía<br />
alrededor de cuar<strong>en</strong>ta años. Arreglada pero informal (no sab<strong>en</strong><br />
29<br />
Jesús María Cantalapiedra
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
cuánto), se mostraba un tanto sofisticada y con la justa delgadez<br />
para no aparecer huesuda. Una joya con ojos verde esmeralda.<br />
La repera.<br />
Una tarde, a eso de las seis, Françoise, papá, mamá y la<br />
abuela, tuvieron que salir para visitar a unos pari<strong>en</strong>tes <strong>en</strong> el cer-<br />
cano Suresnes. El calor era insoportable. La tía Emile quedó <strong>en</strong><br />
casa. Portaba un vestido verdoso cerrado con larga cremallera.<br />
Ofreció a Wolf una, dos, tres copas de un licor de Bretaña. Al<br />
tiempo que el calor arreciaba, poco a poco, la tía se iba bajando<br />
el cierre con l<strong>en</strong>titud. “¡Qué calor, mon cher!”. Wolf, nervioso,<br />
intuía la que le v<strong>en</strong>ía <strong>en</strong>cima. Y le vino. Finalm<strong>en</strong>te la tía corrió<br />
el artilugio rápidam<strong>en</strong>te hasta los bajos, no sin cierta dificultad<br />
al final. Siempre se atasca con las prisas. Se abalanzó sobre él<br />
con furor interino. Wolf se resistió mi<strong>en</strong>tras pudo. El problema<br />
era que podía resistir todo m<strong>en</strong>os la t<strong>en</strong>tación. Y, sudorosos,<br />
<strong>en</strong>tre pitos y flautas, pecaron largam<strong>en</strong>te. Tanto, que se pasaron<br />
de tiempo y apareció la abuela. Le había dado un pequeño vahí-<br />
do y volvió antes de lo previsto.<br />
En una pared del salón donde se desarrollaban los hechos,<br />
colgaba rústica y <strong>en</strong>orme sartén de cobre brillantón. La abuela no<br />
30
lo p<strong>en</strong>só dos veces. Agarró la sartén por el mango y le sacudió a<br />
Wolf sin piedad. El pobre acosado escapó escaleras abajo<br />
poniéndose los pantalones precipitadam<strong>en</strong>te.<br />
Cogió el primer tr<strong>en</strong>, jurándose no volver a t<strong>en</strong>er una novia<br />
con tía arreglada pero informal.<br />
31<br />
Jesús María Cantalapiedra
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
32
3<br />
UN MUNDO FELIZ<br />
33<br />
Jesús María Cantalapiedra <br />
Wolf, aun con largas intermit<strong>en</strong>cias viajeras, siempre vivió<br />
<strong>en</strong> su ciudad. Tal como la veía a veces, un lugar idílico que<br />
muchos llamaban “La Arcadia del Noroeste del País”. Una<br />
pequeña población muy apañada <strong>en</strong> la que paz, tranquilidad y<br />
concordia, eran sus <strong>en</strong>señas más definidas. Limpia cual pat<strong>en</strong>a,<br />
causaba el asombro de cuantos la escogían como punto de desti-<br />
no turístico o paso norteño. Uno de los aspectos ciudadanos que<br />
sorpr<strong>en</strong>dían al visitante era el amor que rezumaban todos sus<br />
vecinos. Se pulsaba <strong>en</strong> la limpia atmósfera social, controlada<br />
desde lo alto por las agujas de su impresionante catedral y un his-<br />
tórico gallo situado <strong>en</strong> la torre de otro no m<strong>en</strong>os emblemático<br />
templo. Ambos lugares sacros se abarrotaban diariam<strong>en</strong>te de<br />
feligreses, con el fin primordial de darse la paz llegado el
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
mom<strong>en</strong>to ritual de la misa. No se conformaban con el apretón de<br />
manos. Abrazábanse con lágrimas <strong>en</strong> los ojos. Con sincero s<strong>en</strong>-<br />
timi<strong>en</strong>to fraterno. Con emoción no disimulada. El orgullo de<br />
amar y ser amados, rebosaba sus corazones arrebatados de júbi-<br />
lo. No existían odios ni r<strong>en</strong>cillas. Todo era amor al prójimo. Paz<br />
y bi<strong>en</strong>.<br />
A la salida del acto religioso las quinceañeras -y aún más<br />
talludas-, vestidas con preciosos plisados y tocadas con delica-<br />
dos lazos de color rosa, hacían jubilosos corros y, felices, canta-<br />
ban la bonita canción: “Dónde están las llaves, matarilerileri-<br />
le…”. Los papás, misal <strong>en</strong> mano, se intercambiaban florecillas<br />
del campo recogidas al amanecer. Las mamás, recetas heredadas<br />
de la abuela; secretos culinarios de cabello de ángel, huesos de<br />
santo, tocinillos de cielo, yemas de Santa Teresa, lazos de San<br />
Guillermo, tarta San Marcos y quina al estilo de Santa Catalina.<br />
Santos, santas, predios celestiales y espíritus angélicos, también<br />
andan <strong>en</strong>tre pucheros <strong>en</strong> la ciudad de Wolf.<br />
En cuanto a los jóv<strong>en</strong>es, ellos y ellas, como Dios manda,<br />
sabían dedicar sus ocios sabatinos con sana alegría propia de la<br />
edad. El resto de la semana se <strong>en</strong>tregaban al estudio. Reunidos<br />
34
35<br />
Jesús María Cantalapiedra <br />
<strong>en</strong> fraterna camaradería, bebían cortos de clara y los mayores de<br />
veintiún años, dos vasitos de vino con gaseosa para acompañar<br />
la meri<strong>en</strong>da. Muchos de ellos, previam<strong>en</strong>te al asueto lúdico-fes-<br />
tivo, pasaban por la biblioteca pública para leer clásicos españo-<br />
les. Otros jugaban al balón <strong>en</strong> el río de aguas cristalinas o pesca-<br />
ban irisadas truchas que una vez capturadas devolvían al líquido<br />
elem<strong>en</strong>to. Gloria daba verles.<br />
¿Y los niños? B<strong>en</strong>ditos sean. Qué digo b<strong>en</strong>ditos. Angelitos<br />
míos. En la ciudad que vio nacer a Wolf, por fin habían abando-<br />
nado aquellos maléficos videojuegos de marcianos y monstrui-<br />
tos, causantes de muchos d<strong>en</strong>gues y hoy, corretones, se dedican<br />
a jugar al aro. ¡Qué bonito! Y a la peonza. Y al tacón. Y al yoyó.<br />
En los mom<strong>en</strong>tos de merecido descanso le<strong>en</strong> “Expansión” o<br />
“Cinco Días”. Los más sesudos, “ABC” o “El País”, según el<br />
caso. Algunos, casi <strong>en</strong> éxtasis, repasan el catecismo del Padre<br />
Astete s<strong>en</strong>tados <strong>en</strong> un banco cuidado a base de cariño, mi<strong>en</strong>tras<br />
coloristas pavos reales les abanican con su plumaje tropical.<br />
Inquietas ardillas les observan.<br />
Otro honorable estandarte del ciudadano era el respeto cívi-<br />
co de los conductores de vehículos autopropulsados. Todos res-
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
petaban los pasos de cebra y, <strong>en</strong> ocasiones, desc<strong>en</strong>dían de sus<br />
automóviles para ayudar a las viejecitas impedidas recién opera-<br />
das de la cadera. Nadie detrás tocaba el pito, es decir, el claxon.<br />
Aprovechaban el mom<strong>en</strong>to para llamar desde el teléfono móvil a<br />
su párroco y preguntarle la hora de la nov<strong>en</strong>a del viernes; la de<br />
las ánimas.<br />
Los nobles políticos municipales también repres<strong>en</strong>taban un<br />
ejemplo para el resto del país. En cada ocasión que se convoca-<br />
ba Ayuntami<strong>en</strong>to Pl<strong>en</strong>o, dec<strong>en</strong>as de autocares repletos de ciuda-<br />
danos llegados de los cuatro puntos cardinales se acercaban a la<br />
ciudad para apr<strong>en</strong>der concordia. Instalábanse grandes pantallas<br />
<strong>en</strong> la plaza con el fin de que los foráneos pudieran contemplar <strong>en</strong><br />
directo aquellas muestras de cultura, civismo y educación políti-<br />
ca. En cierta ocasión un pl<strong>en</strong>o fue retransmitido vía satélite por<br />
la BBC de Londres. Incluso Blair quedó asombrado. Y no diga-<br />
mos <strong>en</strong> Madrid.<br />
El desarrollo de las sesiones era modélico y edificante.<br />
- Con la v<strong>en</strong>ia del señor Alcalde -se iniciaba el portavoz<br />
don Barsilio Callejo.<br />
- Usted la ti<strong>en</strong>e, mi querido señor Callejo.<br />
36
- Muchísimas gracias -respondía don Barsilio- se me había<br />
ocurrido, contando con su aquiesc<strong>en</strong>cia, pintar de color malva la<br />
catedral. A efectos turísticos sería un gran revulsivo y además<br />
evitaríamos el mal de la piedra que tantos disgustos y dinero nos<br />
cuesta.<br />
- Muchas gracias a usted por la feliz idea -contestó emo-<br />
cionado el alcalde- tanto es así que <strong>en</strong> el próximo pl<strong>en</strong>o voy a<br />
proponer que se le conceda la Encomi<strong>en</strong>da de Santa Nonia con<br />
Distintivo Lila.<br />
- No esperaba m<strong>en</strong>os de su b<strong>en</strong>ignidad. Gracias, muchas<br />
gracias sinceras, don Acisclo. Nuestro grupo no esperaba otra<br />
cosa de su m<strong>en</strong>te s<strong>en</strong>sata, preclara y coher<strong>en</strong>te.<br />
- Insisto <strong>en</strong> que las gracias debo dárselas yo -respondió el<br />
Alcalde-. Así pues, procedamos a la votación.<br />
Toda la Corporación, como una piña, levantó sus brazos y<br />
quedó aprobada la propuesta. Después del preceptivo recu<strong>en</strong>to<br />
por el secretario, una salva de aplausos de ediles y público atro-<br />
nó el recinto. Una vez finalizado el pl<strong>en</strong>o, equipo de gobierno y<br />
oposición se dirigieron al bar “Los Serrallos”, situado <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>te,<br />
y el Alcalde invitó a todos. Los pimi<strong>en</strong>tos rell<strong>en</strong>os de morcilla<br />
37<br />
Jesús María Cantalapiedra
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
que servían <strong>en</strong> “Los Serrallos” eran excel<strong>en</strong>tes, a la par que el<br />
vinillo de la tierra que trasegaron con fruición y muchos brindis.<br />
Finalm<strong>en</strong>te, Wolf despertó sobresaltado y sudoroso.<br />
Llevaba un tiempo con muchas preocupaciones y la cama era un<br />
suplicio. Se pasaba las noches soñando con su ciudad, sus veci-<br />
nos, el Ayuntami<strong>en</strong>to y el ingreso de la Kournikova <strong>en</strong> una ord<strong>en</strong><br />
religiosa.<br />
Fue al médico y parece que va mejor, aunque con intermi-<br />
t<strong>en</strong>tes recidivas <strong>en</strong> forma de repetidas pesadillas.<br />
38
4<br />
UN AMOR BESTIAL<br />
39<br />
Jesús María Cantalapiedra <br />
Wolf siempre disfrutó de muchos amigos y unos cuantos<br />
<strong>en</strong>emigos. De éstos nunca supo el orig<strong>en</strong> de su inquina, aunque<br />
a veces lo situaba <strong>en</strong> terr<strong>en</strong>os cercanos a la estupidez humana y,<br />
<strong>en</strong> la mayor parte de los casos, como consecu<strong>en</strong>cia de <strong>en</strong>vidias o<br />
pelusas lugareñas. ¿Envidia de qué?, se preguntaba. Sin embar-<br />
go, sí conocía los motivos por los que fulanito o m<strong>en</strong>ganita eran<br />
amigos suyos. Por complicidad, respeto mutuo, conocimi<strong>en</strong>to<br />
intelectual, afecto espontáneo y haber compartido bu<strong>en</strong>os y<br />
malos ratos. Bu<strong>en</strong>os, los que más.<br />
Uno de ellos es Manolito Río Lecichana, a cuya casa acude<br />
con alguna frecu<strong>en</strong>cia <strong>en</strong> compañía de su esposa Marujina. La<br />
mujer de Wolf y Evelia, la madre de los hijos de Manolito y<br />
esposa de éste, también hac<strong>en</strong> bu<strong>en</strong>as migas a pesar de su her-
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
mandad de género, que ya es decir. Completaba la familia un<br />
perro disoluto llamado Trasgo, causante del inicio de desave-<br />
n<strong>en</strong>cias <strong>en</strong>tre los dos amigos, junto con un cuñado de Manolito,<br />
a la sazón corredor de seguros <strong>en</strong> Cantabria.<br />
Y a su casa acudieron un mal día, vestidos como corres-<br />
ponde a una c<strong>en</strong>a. El matrimonio siempre fue muy protocolario<br />
y, aunque de sport, se pres<strong>en</strong>taron <strong>en</strong> casa de Manolito y<br />
Evelia, que daba gloria verles. Por supuesto, recién mudados y<br />
duchados. Wolf estr<strong>en</strong>ó para la ocasión unos pantalones de<br />
conocida marca británica y se había rociado comedidam<strong>en</strong>te<br />
con agua de colonia no m<strong>en</strong>os inglesa. Nada más <strong>en</strong>trar, el<br />
lic<strong>en</strong>cioso perro no paró de olisquearle movi<strong>en</strong>do el rabo con<br />
gran alborozo. Wolf, no muy amante de los canes lanudos (ade-<br />
más era <strong>en</strong>orme) le pasó la mano por el lomo como queri<strong>en</strong>do<br />
decir adiós. Pero no fue así. Durante y después de la c<strong>en</strong>a,<br />
Trasgo no se separó de sus pies sin parar de mover el rabo pelu-<br />
do. Parecía un plumero grandón.<br />
Los dos matrimonios, parlanchines como siempre, hablaron<br />
de todo y durante mucho tiempo. Ellos, de las habituales boba-<br />
das. Ellas, de cosas más o m<strong>en</strong>os trasc<strong>en</strong>d<strong>en</strong>tes: de la abuela que<br />
40
41<br />
Jesús María Cantalapiedra <br />
se rompió la cadera, de tallas, de la tele, de la boda de m<strong>en</strong>gani-<br />
ta, <strong>en</strong> fin. Trasgo no hacía un ruido. Sólo maquinaba cualquier<br />
maldad perruna y movía el rabo. Wolf p<strong>en</strong>só que le gustaba la<br />
colonia. Los perros son muy raros a la par que suyos. Cariñosos,<br />
pero suyos. Muy cariñosos.<br />
Cuando parecía que llegaba el mom<strong>en</strong>to de la despedida el<br />
perrazo se lo olió. Como si le hubiera picado algo se puso a dos<br />
patas sobre la pierna derecha de Wolf. Con movimi<strong>en</strong>tos cierta-<br />
m<strong>en</strong>te convulsivos y rápidos aunque cad<strong>en</strong>ciosos, se inició <strong>en</strong> el<br />
antiquísimo ejercicio amatorio con lascivos rozami<strong>en</strong>tos sobre el<br />
recién estr<strong>en</strong>ado Burberrys. Wolf, sin saber qué hacer, miraba a<br />
Manolito. Manolito no decía nada. Ni Evelia. Ni Marujina.<br />
Todos observaban como bobos. Como bobas. Una vez finalizada<br />
la función, la impoluta pr<strong>en</strong>da quedó arruinada. Un elem<strong>en</strong>to<br />
viscosillo, semi blanquecino y pringoso, impregnó una bu<strong>en</strong>a<br />
parte de la pernera <strong>en</strong> cuestión.<br />
- No te preocupes, t<strong>en</strong>go un seguro que me hizo mi cuñado<br />
- dijo Manolito.<br />
Total, se limpió como pudo con una rodea que le facilitó<br />
Evelia, cogió del brazo a Marujina y fuéronse. Al llegar a casa la
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
pernera estaba rígida. Al día sigui<strong>en</strong>te a primera hora llevó el<br />
pantalón a la tintorería. Lo recogió por la tarde una vez pagadas<br />
650 antiguas pesetas. Como era habitual <strong>en</strong> él, perdió el peque-<br />
ño ticket-factura. Y ahí com<strong>en</strong>zaron los problemas.<br />
Pasados dos días, escribió al cuñado de Manolito, el del<br />
seguro, informándole de lo acaecido. Tardó tres semanas <strong>en</strong> con-<br />
testarle. Era carta muy formalista <strong>en</strong> la que le reclamaba la fac-<br />
tura. Tuvo que pedir un duplicado <strong>en</strong> la tintorería. Se lo mandó.<br />
Pasaron dos semanas más y finalm<strong>en</strong>te recibió contestación fir-<br />
mada por el corredor con el visto bu<strong>en</strong>o del director g<strong>en</strong>eral<br />
adjunto de la compañía de seguros. V<strong>en</strong>ía a decir que no era via-<br />
ble la correspondi<strong>en</strong>te indemnización pues necesitaban el origi-<br />
nal de la factura y no un duplicado. Wolf les contestó adecuada-<br />
m<strong>en</strong>te, al tiempo que inquirió a Manolito para que mediara <strong>en</strong> el<br />
asunto.<br />
- Manolito, haz algo ante tu cuñado. Esto ya es un asunto<br />
de amor propio -le dijo cabreado.<br />
Al cabo de dos o tres meses, el cantabrón (era un cantabro-<br />
nazo) le volvió a escribir vía E-mail. Citaba unos cuantos artícu-<br />
los de la Ley para justificar que de pago por daños, nada. Lo que<br />
42
más <strong>en</strong>corajinó a Wolf fue el final del escrito. El cantabrón afir-<br />
maba que la compañía no podía hacerse cargo pues no estaban<br />
seguros de que no hubiera sido Wolf el que provocó al perro,<br />
aunque <strong>en</strong>t<strong>en</strong>dían que pudiera haber sido por causa de la colonia<br />
inglesa.<br />
Y así sigu<strong>en</strong> las cosas. El hombre anda de juzgado <strong>en</strong> juz-<br />
gado, pero nada. Y va para tres años.<br />
43<br />
Jesús María Cantalapiedra
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
44
5<br />
EL CUENTO DE NAVIDAD<br />
45<br />
Jesús María Cantalapiedra <br />
Durante varios años Wolf vivió <strong>en</strong> una pequeña ciudad<br />
que, como todas, disfrutaba de sus <strong>en</strong>trañables fiestas navide-<br />
ñas. La niebla difuminaba t<strong>en</strong>uem<strong>en</strong>te las lucecillas de colori-<br />
nes instaladas por el Ayuntami<strong>en</strong>to. Es decir, ovejitas luceras,<br />
astados r<strong>en</strong>os, abetos, estrellitas y cosas por el estilo. Como era<br />
costumbre, los ciudadanos tomaban la calle y los estableci-<br />
mi<strong>en</strong>tos hosteleros. Se saludaban con la típica acritud de<br />
Pascua.<br />
- ¡Hola cerdo! –decían al amigo los que más.<br />
- ¡Hombre sinvergü<strong>en</strong>za! –com<strong>en</strong>taba el opon<strong>en</strong>te- ¿qué es<br />
de tu vida?, supongo que seguirás tan cabronazo como siempre.<br />
- Se hace lo que se puede, aunque con los nuevos tiempos,<br />
ya sabes, está empezando a ser mal visto incluso pegar patadas
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
<strong>en</strong> la cabeza a la bruja de la abuela. No sé dónde vamos a ir a<br />
parar -contestaba.<br />
- Pues yo sigo dejando a mi padre <strong>en</strong> las gasolineras cuan-<br />
do llegan las vacaciones.<br />
- Bu<strong>en</strong>o, yo eso lo hago con mi madre.<br />
- ¿Y qué es del jeta de tu hijo?<br />
- Muy bi<strong>en</strong>. Como al tuyo le pillaron con dos kilos de coca<br />
y está <strong>en</strong> el trullo. Por cierto, Ramonín creo que te salió mari-<br />
cuelo. Ti<strong>en</strong>e más pluma que los gallos de La Cándana. ¡Qué ele-<br />
m<strong>en</strong>to!<br />
Una de las costumbres más arraigadas llegadas tan señala-<br />
das fechas era reunirse <strong>en</strong> familia el 24 y el 25 de diciembre. Las<br />
broncas <strong>en</strong>tre allegados solían ser memorables y siempre ter-<br />
minaban como el rosario de la aurora. En los casos más ejem-<br />
plares algui<strong>en</strong> llamaba a la policía o a una ambulancia para que<br />
trasladara a dos cuñados sangrantes a urg<strong>en</strong>cias. Se habían<br />
arreado de lo lindo. Al tiempo, el resto cantaba bonitos villan-<br />
cicos coreados por los pequeñuelos de la casa ahítos de anise-<br />
te. Los niños ¡angelitos míos!, solían tomar parte activa de la<br />
celebración con zambomba y tambor, regalados por el más per-<br />
46
verso de los tíos. El paterfamilias, mamao, llegaba a la c<strong>en</strong>a<br />
cuando el turrón estaba <strong>en</strong> las últimas. Había cerrado todos los<br />
bares del barrio insultando a los amigos o <strong>en</strong>tonando adecuadas<br />
canciones populares. V<strong>en</strong>ía desgañitado de cantar aquella de<br />
“Por el río Carrión bajaba un submarino, ruma la rumba la rum,<br />
cargado de borrachos y todos pal<strong>en</strong>tinos, rumba la rumba, la<br />
rum, la rumba del cañón…”<br />
El árbol de Navidad rebosaba de paquetines de colores con<br />
regalos para la familia.<br />
- ¿Y ésta es la mierda que me regalas con lo que yo cuidé a<br />
tu madre? -decía una cuñada gorda.<br />
- Mira quién fue a hablar, so guarra –com<strong>en</strong>taba otra con la<br />
v<strong>en</strong>a del pescuezo hinchada.<br />
Y se tiraban de los pelos. A la hora de la despedida, antes<br />
de recoger a los de urg<strong>en</strong>cias, se decían adiós con típicas can-<br />
ciones navideñas.<br />
“Esta noche es Noche Bu<strong>en</strong>a y mañana Navidaaad,<br />
saca el hacha tía María que les vamos a arrear…”<br />
47<br />
Jesús María Cantalapiedra
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
O aquel otro:<br />
“Está noche es Noche Bu<strong>en</strong>a y nació el niño divino,<br />
C´os d<strong>en</strong> mucho, mucho, mucho, ande amargan los pepi-<br />
nos…”<br />
Y también el que cantaban los nietines:<br />
“Güela, güela, güela, yo no veo el modo<br />
de que se te pase t<strong>en</strong>er tanto morro…”<br />
Al estribillo<br />
“Ande, ande, ande, que viva la güela…<br />
ráscate el bolsillo que hoy es Noche Gü<strong>en</strong>a…”<br />
Y así estaban las cosas hasta que la autoridad municipal<br />
tomó cartas <strong>en</strong> el asunto. Hubo de trasladar la Navidad a otras<br />
fechas: del 7 de <strong>en</strong>ero al 23 de diciembre. Y llegaron paz y con-<br />
cordia. Durante casi doce meses, amor fraterno y bu<strong>en</strong>a voluntad<br />
48
eina <strong>en</strong> los corazones de los ciudadanos. La solidaridad <strong>en</strong>tre<br />
congéneres se practica día a día. Todas las semanas son fiesta. En<br />
la m<strong>en</strong>sual Misa de Gallo, los vecinos, cogidos de la mano, can-<br />
tan loas de alabanza a la ternura, al afecto y al cariño. Una vez<br />
<strong>en</strong> casa, reunidos <strong>en</strong> torno a la camilla familiar, cada jornada se<br />
com<strong>en</strong>tan las virtudes de unos y otros, incluso de cuñadas y<br />
cuñados; de los amigos, incluso de los hijos de los amigos. De la<br />
vida plac<strong>en</strong>tera. De la verde campiña. Los grandes almac<strong>en</strong>es,<br />
con gran despliegue luminotécnico, <strong>en</strong>galanan sus escaparates<br />
de mediados de <strong>en</strong>ero a finales de diciembre. Todo el mundo<br />
regala durante tan señaladas fechas. Se acabó el problema. Lo<br />
malo es para aquellos que todo lo que hace el Ayuntami<strong>en</strong>to les<br />
parece mal y se niegan a los cambios. Llegaron a montar una<br />
coordinadora reivindicativa. ¡LA NAVIDAD EN DICIEMBRE,<br />
YA!, rezaba la pancarta. ¡Serían inconsci<strong>en</strong>tes!<br />
Al alcalde que tuvo la idea feliz le han hecho un monu-<br />
m<strong>en</strong>to <strong>en</strong> bronce por suscripción popular, a excepción de los de<br />
la coordinadora. Lo b<strong>en</strong>dijo un arzobispo y fue inaugurado por<br />
el ministro de Bi<strong>en</strong>estar Social.<br />
49<br />
Jesús María Cantalapiedra
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
50
6<br />
TIPOLOGÍA DEL PELMAZO<br />
51<br />
Jesús María Cantalapiedra <br />
Algui<strong>en</strong> dijo que “un pelmazo es el individuo que le priva<br />
a usted de su soledad sin proporcionarle compañía”. No se sabe<br />
quién fue el que propuso la definición, pero era un sabio carga-<br />
do de razón como los santos.<br />
Convi<strong>en</strong>e anotar aquí, antes de profundizar <strong>en</strong> la tipolo-<br />
gía de los palizas, que Wolf es una de las personas conocidas<br />
más paci<strong>en</strong>te e indulg<strong>en</strong>te del Norte de España. Soporta lo<br />
que le ech<strong>en</strong>. Ergo, a bandarras, mastresas, estrafalarios, tra-<br />
gamallas, bullangueros, borrachos, simpáticos, guitarristas<br />
de cantina, aburridos, perdonavidas y una larga relación de<br />
étnias urbanas o rústicas con mala pr<strong>en</strong>sa. Incluso, con<br />
paci<strong>en</strong>cia franciscana, sobrelleva con éxito comedido a insti-<br />
tuciones como el municipio, el sindicato y la familia (inclui-
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
dos sobrinos y cuñadas). ¡Ah!, y <strong>en</strong> tiempos al yerno de Su<br />
Excel<strong>en</strong>cia.<br />
Sólo existe un elem<strong>en</strong>to que le desasosiega e incomoda:<br />
el pelmazo. Y Wolf ti<strong>en</strong>e la sufici<strong>en</strong>te edad como para permi-<br />
tirse el lujo de mandarles al carallo. Si t<strong>en</strong>emos <strong>en</strong> cu<strong>en</strong>ta que<br />
según las últimas estadísticas del correspondi<strong>en</strong>te Instituto, los<br />
pelmazos alcanzan un 48,60 por ci<strong>en</strong>to de la población activa<br />
de la ciudad donde vive, claram<strong>en</strong>te se colige que pasa una<br />
bu<strong>en</strong>a parte de su vida <strong>en</strong>viando a aquel lugar a esa legión de<br />
cargantes que arrasan el mundo. Además son los causantes de<br />
que mi amigo y c<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ares de personas cojan dos o tres gripes<br />
horrorosas a lo largo del año. Sólam<strong>en</strong>te hay que multiplicar y<br />
darse cu<strong>en</strong>ta de que la epidemia puede alcanzar cotas alar-<br />
mantes y consigui<strong>en</strong>te deterioro para las arcas de la Seguridad<br />
Social. Me explico.<br />
El clima de la ciudad de Wolf fue perfectam<strong>en</strong>te definido<br />
por Quevedo, después de haber permanecido hospedado cinco<br />
años <strong>en</strong> San Marcos invitado por el Conde Duque de Olivares.<br />
“El ceño de estas montañas, cuyos vi<strong>en</strong>tos rabiosos son súbita<br />
locura, tra<strong>en</strong> noche e invierno; y <strong>en</strong> un mismo día de verano, que<br />
52
53<br />
Jesús María Cantalapiedra <br />
aquí sólo es vocablo, hac<strong>en</strong> vivir repartidos por las horas todos<br />
los meses del invierno”.<br />
Y <strong>en</strong> este ámbito actúa el pelmazo urbano. Suele actuar a<br />
cualquier hora del día o de la noche, atacando al personal <strong>en</strong> la<br />
intersección de dos calles, donde los vi<strong>en</strong>tos rabiosos son súbita<br />
locura.<br />
- Hombre Wolf, cuánto tiempo sin verte -dice el palizas.<br />
- Pues nada, pasaba por aquí…-responde Wolf sin t<strong>en</strong>er ni<br />
idea de quién es el repajolero agresor.<br />
- Pero, ¿no te acuerdas de mí? Soy Agapito. Yo era muy<br />
amigo de tu padre. ¡Qué bu<strong>en</strong>a persona era tu padre! Si yo te<br />
contara las que nos corrimos cuando estaba <strong>en</strong> Albacete. No, no<br />
era <strong>en</strong> Albacete. Fue <strong>en</strong> Segovia. Yo era sarg<strong>en</strong>to de comple-<br />
m<strong>en</strong>to.<br />
- Sí, claro -contesta el aterido Wolf mi<strong>en</strong>tras los cuchillos<br />
lanzados desde el ceño de las montañas persist<strong>en</strong> <strong>en</strong> Bermudo II<br />
esquina a Card<strong>en</strong>al Val<strong>en</strong>zuela.<br />
- No, me parece que no te acuerdas de mí. Sí hombre, de<br />
que me casé con Remedios, la cuñada del boticario de<br />
Villanueva -insiste el impres<strong>en</strong>table.
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
- ¡Ah!, sí -exclama Wolf al tiempo que mira el reloj dos o<br />
tres veces.<br />
- Pues lo que te digo. De que me trasladé aquí cuando lo de<br />
la pobre Reme (q.e.d). Mi hijo el mayor casó <strong>en</strong> Carrizal. Ya<br />
t<strong>en</strong>go dos nietines y lo que v<strong>en</strong>ga. Su mujer trabaja <strong>en</strong> el<br />
Ayuntami<strong>en</strong>to. Les va muy bi<strong>en</strong>. Él es périto, bu<strong>en</strong>o, ing<strong>en</strong>iero<br />
técnico. ¡Cómo me acuerdo de tu padre! Pasamos muy bu<strong>en</strong>os<br />
años <strong>en</strong> Albacete, digo <strong>en</strong> Segovia. ¡Qué tiempos! Claro, éramos<br />
jóv<strong>en</strong>es. Tu padre las armaba pardas pero era muy bu<strong>en</strong>a perso-<br />
na. Por cierto, ¿a qué no sabes con quién me <strong>en</strong>contré el otro día?<br />
- No.<br />
- A tu tío Aclisclo. Anda con la espalda fatal. Así empezó la<br />
pobre Reme. La tuve ocho meses <strong>en</strong> el hospital. Fue una p<strong>en</strong>a<br />
aunque Manolo se portó muy bi<strong>en</strong>. Porque ya sabes que Manolín<br />
hizo medicina. ¡Quién lo hubiera dicho, con lo gamberro que<br />
era! Lo que pasa es que luego formalizó mucho cuando se casó.<br />
¡Qué lástima que se separara! Pues lo que te digo, de que me<br />
acuerdo mucho de tu padre.<br />
leche.<br />
- Y yo del tuyo -respondió Wolf tiritando de frío y mala<br />
54
- Ya decía yo de que no podías haberte olvidado de mí. Lo<br />
que pasa es que eres un despistado. Como tu padre. Si supieras<br />
lo que me acuerdo de él.<br />
- Y yo del tuyo mamón -insistió Wolf.<br />
Y marchó despidiéndose a la francesa, sin t<strong>en</strong>er idea de la<br />
id<strong>en</strong>tidad del chinchorrero. Pero el mal ya estaba hecho. Llegó<br />
tarde a una importante reunión de trabajo e incubó un gripazo<br />
f<strong>en</strong>om<strong>en</strong>al que le retuvo <strong>en</strong> cama una semana con treinta y nueve<br />
de fiebre. Había int<strong>en</strong>tado cortar al plasta unas cuantas veces<br />
pero cada vez que hacía ademán de marchar, Agapito le agarra-<br />
ba de un brazo. Los pelmazos deambulantes suel<strong>en</strong> ret<strong>en</strong>erte a la<br />
fuerza cuando int<strong>en</strong>tas escapar. No hay qui<strong>en</strong> pueda con ellos. Ni<br />
con los de cantina. La mayor aspiración diaria de Wolf es que no<br />
se le instale junto a la cerveza belga de su bar habitual, un pel-<br />
mazo que le amargue el trago y la tarde. Aunque no haya vi<strong>en</strong>-<br />
tos rabiosos <strong>en</strong> el recinto y consecu<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te no agarre ningún<br />
andancio febril. En realidad, son los peores. Al calorcín de la<br />
calefacción no se cansan. Y si además te invitan a la birra, la has<br />
c… (con perdón). Te si<strong>en</strong>tes <strong>en</strong> la obligación de aguantar la<br />
turrada hasta que, a tragantones, bebes la mixtura de los antiguos<br />
55<br />
Jesús María Cantalapiedra
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
abades flam<strong>en</strong>cos. Los inv<strong>en</strong>tos de los frailes siempre han sido<br />
muy de agradecer. Uno de los más importantes, cerveza aparte,<br />
la soledad bi<strong>en</strong> <strong>en</strong>t<strong>en</strong>dida y elegida.<br />
Por todo ello, el gobierno debería hacer algo; un proyecto<br />
de Ley o cosa similar, que regulara la actuación del pesado iti-<br />
nerante. Sobre todo <strong>en</strong> ciudades donde el ceño de las montañas<br />
provocan vi<strong>en</strong>tos gélidos de súbita locura. El ahorro para la<br />
Seguridad Social sería importante y, además, el personal llegaría<br />
puntual a las reuniones de trabajo. Inda mais, no amargaría la<br />
vida al humilde contribuy<strong>en</strong>te con ganas de <strong>en</strong> solitario tomar<br />
una cerveza o pasear, que tampoco es mal ejercicio. O sea, el pri-<br />
mero.<br />
YA!<br />
¡Que det<strong>en</strong>gan a todos los pelmazos que <strong>en</strong> el mundo son,<br />
56
7<br />
TRISTURA MÓVIL<br />
57<br />
Jesús María Cantalapiedra <br />
Wolf, durante bastantes años, por motivos de trabajo (reu-<br />
niones plúmbeas, comidas temerosas, inauguraciones y cosas así)<br />
acudía a Madrid con mucha frecu<strong>en</strong>cia. Por cierto, a Madrid sigue<br />
si<strong>en</strong>do necesario viajar tanto, al m<strong>en</strong>os, como <strong>en</strong> pasadas épocas<br />
políticas. Los asuntos, al final, siempre se arreglan <strong>en</strong> Madrid.<br />
Desde la operación de la abuela a la búsqueda de recom<strong>en</strong>dacio-<br />
nes, pasando por la visita a pari<strong>en</strong>tes de la diáspora, Madrid<br />
manda. Es curioso, aun si<strong>en</strong>do pari<strong>en</strong>tes se les visita. Y lo malo<br />
es que como son muy cumplidos te la devuelv<strong>en</strong> y se quedan <strong>en</strong><br />
casa una semana. Llegan para pasar un pu<strong>en</strong>te (dos o tres días los<br />
soporta cualquiera), mas el anuncio inicial se vi<strong>en</strong>e abajo.<br />
- ¡Qué paz t<strong>en</strong>éis aquí! –dic<strong>en</strong> los cabritos, al tiempo que te<br />
anuncian la prórroga de las vacaciones una semana más.
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
- O sea, ¿cuánto? -les respondes pálido.<br />
- Nada, una p<strong>en</strong>a. Sólo una semana.<br />
- Algo es algo, ¡qué alegría! –contestas cínico.<br />
- Bu<strong>en</strong>o, Paco que se quede unos días más. Le quedan<br />
varios moscosos. ¡Qué paz, oye! No sabéis lo que disfrutáis <strong>en</strong><br />
provincias.<br />
Así que Wolf <strong>en</strong> sus periódicos viajes, por si acaso, pasa de<br />
familia madrileña con sabia premeditación. Una vez finalizada la<br />
reunión o la comida asfixiante (esas <strong>en</strong> las que el anfitrión se<br />
levanta a las siete de la tarde ahíto de brandy y purazos, después<br />
de haber ofrecido tres discursos), <strong>en</strong> vez de visitar a su primo el<br />
plasta, ante el temor de que se le cuelgue <strong>en</strong> su pueblo por<br />
Semana Santa u otras fiestas de guardar, se dedica a deambular<br />
por la Villa y Corte <strong>en</strong> solitario. P<strong>en</strong>sando. Mirando a las apa-<br />
bardas. Tomando cañas por Jesús de Medinaceli y aledaños; <strong>en</strong><br />
“La Dolores” u otros templos similares, como “Los Gatos”, tasca<br />
presidida por una gran custodia de plata y monaguillo de tama-<br />
ño natural dotado de inc<strong>en</strong>sario y miles de objetos polvori<strong>en</strong>tos<br />
A veces, después de “La Dolores” o el refugio de la hornacina<br />
del Santísimo, para continuar el periplo pío <strong>en</strong>tra <strong>en</strong> la iglesia del<br />
58
59<br />
Jesús María Cantalapiedra <br />
Cristo t<strong>en</strong>ebroso para com<strong>en</strong>tarle algo <strong>en</strong>tre amigos, siempre que<br />
la cola no dé vuelta a la manzana. Los viernes parece que lo<br />
regalan. A veces, poco antes, fr<strong>en</strong>te a la iglesia, <strong>en</strong> la Cerería de<br />
Jesús, compra un velón votivo.<br />
Madrid, a pesar de unos y otros, sigue mant<strong>en</strong>i<strong>en</strong>do la es<strong>en</strong>-<br />
cia que le dio vida gracias al paisanaje de fuera. En Madrid sólo<br />
quedan dos o tres madrileños. El resto son de gachi, pero han<br />
sabido reconvertir a la villa <strong>en</strong> lo que siempre fue: Madriz. “Y<br />
vas a ver lo que es canela fina y armar la tremolina cuando lle-<br />
gues a Madriz…”. Para mayor abundami<strong>en</strong>to, dadas las circuns-<br />
tancias actuales, la zeta queda muy bi<strong>en</strong> la pongas donde la pon-<br />
gas. Otra opción <strong>en</strong> la misma zona es tomar un vino <strong>en</strong> el Palace,<br />
que tampoco es mal chigre, siempre y cuando no haya una boda<br />
de alto copete. En ese caso preferible es incluso s<strong>en</strong>tarte <strong>en</strong> un<br />
burger rodeado de te<strong>en</strong>agers voceadores comi<strong>en</strong>do pizza napoli-<br />
tana o calzone. Que ya es decir.<br />
Así, <strong>en</strong> ese <strong>en</strong>torno se movía Wolf el día, la anochecida de<br />
tristura. Una vez cumplido el rito de “La Dolores” y el Cristo de<br />
Medinaceli, pasó por delante del Palace (había boda) y una vez<br />
<strong>en</strong> la Plaza de Neptuno torció a la derecha, hacia el Paseo del
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
Prado. No había recorrido más allá de ci<strong>en</strong> metros y, de pronto,<br />
se acordó de su amigo Amabilio. Sacó el móvil del bolsillo,<br />
púsose las gafillas de présbita y le llamó una vez det<strong>en</strong>ido el<br />
paso. No t<strong>en</strong>ía nada especial que contarle pero Amabilio, si t<strong>en</strong>ía<br />
bu<strong>en</strong> día, le reconfortaba. Lo t<strong>en</strong>ía y hablaron un bu<strong>en</strong> rato. Se<br />
despidieron con un efusivo abrazo telefónico. Amabilio es un<br />
paisano cercano a pesar de ost<strong>en</strong>tar el título de Excel<strong>en</strong>tísimo<br />
Señor. Y, la verdad, es excel<strong>en</strong>te <strong>en</strong> los tiempos estrafalarios que<br />
nos ha tocado vivir. Ti<strong>en</strong>e humanidad y alma, fr<strong>en</strong>te a la estupi-<br />
dez, la traición y la necedad cívica o política que pulula hasta <strong>en</strong><br />
los estrados más domésticos de este país. A Wolf también le<br />
duele Hispania.<br />
Todo ello se desarrollaba fr<strong>en</strong>te a la puerta de <strong>en</strong>trada a una<br />
cafetería ll<strong>en</strong>a de guiris japoneses o algo así. En la misma puer-<br />
ta un hombre de bu<strong>en</strong> porte y mediana edad miraba a la calle con<br />
actitud lejana. Impremeditadam<strong>en</strong>te había pres<strong>en</strong>ciado y oído la<br />
conversación de Wolf. Una vez finalizada, sin dirigirse a nadie,<br />
insisti<strong>en</strong>do <strong>en</strong> su <strong>en</strong>simismami<strong>en</strong>to, dijo una frase <strong>en</strong> voz alta.<br />
- ¡Si yo tuviera a quién llamar…!<br />
Y permaneció <strong>en</strong> la puerta mirando a la calle. O al infinito.<br />
60
O recordando el primer bolero de Machín. Coincidía que se<br />
había cumplido el c<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ario de su nacimi<strong>en</strong>to. “Cuando sil<strong>en</strong>-<br />
ciosa / la noche misteriosa / <strong>en</strong>vuelve con su manto la ciudad / el<br />
eco de tu voz / escucho junto a mí / y si<strong>en</strong>to que es mayor mi<br />
soledad”.<br />
Aquella noche Wolf durmió fatal.<br />
61<br />
Jesús María Cantalapiedra
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
62
8<br />
FOLLETOS DE INSTRUCCIONES<br />
63<br />
Jesús María Cantalapiedra <br />
Wolf es sabedor que las grandes multinacionales son las<br />
que mandan <strong>en</strong> el globo terráqueo e incluso más allá de su ámbi-<br />
to atmosférico. Por supuesto, más que los políticos. Wolf <strong>en</strong>ti<strong>en</strong>-<br />
de que la llamada globalización es un hecho imparable. Wolf es<br />
consci<strong>en</strong>te de que desde que el mundo es mundo, los grandes,<br />
previa operación estratégica cuasi militar, acoso y derribo, se<br />
com<strong>en</strong> a los pequeños. La fa<strong>en</strong>a alcanza a la propia naturaleza<br />
animal. No digamos al hombre qui<strong>en</strong>, a pesar de ser el único ser<br />
vivo que se ríe, aparte de hi<strong>en</strong>as y algún que otro loro, no ti<strong>en</strong>e<br />
piedad con sus congéneres. A fuerza de risas dice: “Vamos a<br />
machacar a estos, que son bajitos y cobardes”.<br />
Wolf observa que todos los grandes grupos industriales y<br />
manufactureros van instalando sus fábricas <strong>en</strong> el nov<strong>en</strong>o mundo
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
por aquello de los bajos salarios, si es que la soldada no es un<br />
cu<strong>en</strong>co de arroz. Y van que ard<strong>en</strong>. La economía manda y Wolf lo<br />
compr<strong>en</strong>de; a contrapelo, pero lo asimila. Sin embargo hay algo<br />
que le saca de quicio. Si aquellas empresas ahorran miles de<br />
millones de dólares o euros <strong>en</strong> personal no cualificado (los que<br />
pon<strong>en</strong> los tornillos <strong>en</strong> una cad<strong>en</strong>a de montaje, por ejemplo),<br />
¿cómo es que no contratan a traductores respetuosos con el idio-<br />
ma castellano para elaborar los folletos de instrucciones? Bi<strong>en</strong><br />
remunerados, claro.<br />
El protagonista de estas historias, como todo el mundo,<br />
compra dec<strong>en</strong>as de artilugios que con marcas europeas o nortea-<br />
mericanas están fabricados o montados <strong>en</strong> Taiwan, Taipeh,<br />
Sanghai, Pekín o Voroniezh. Wolf, como es un manazas, ha de<br />
echar mano al papelillo o libraco de instrucciones para poner <strong>en</strong><br />
marcha el aparato <strong>en</strong> cuestión. Y se <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tra cosas como las<br />
sigui<strong>en</strong>tes. A saber.<br />
“At<strong>en</strong>ción, antes de colocar el bulón <strong>en</strong> la modilidad JC-13,<br />
ha de seguir unos s<strong>en</strong>zillos pasos. Insertar la anulla número dos<br />
<strong>en</strong> el ojeto de anserción situada a derrecha de la evilla. Si desea<br />
saber la modalidad de actibazion dé un jiro hacia la izquierda del<br />
64
65<br />
Jesús María Cantalapiedra <br />
gravado y consulte <strong>en</strong> la pájina 6 del manual. En el mom<strong>en</strong>to<br />
indicado, conete la fiflia de la conesión a la coyeja, tal como<br />
muestra la ilustración <strong>en</strong> el apartedo Connect Express. Si le puta<br />
el marcador de tiempos, susp<strong>en</strong>da la operazión y consulte la paji-<br />
na 9 (errores <strong>en</strong> el blundled acces) y vuelva a introducir la anu-<br />
lla por donde le quepa”. Aviso importante: para cualquiera recla-<br />
mación dirijirse a Lic<strong>en</strong>se Agreem<strong>en</strong>t & Company. China. E-<br />
mail: kamelo@jeta.com.”<br />
Wolf, sudoroso, no sabe insertar la anulla número 2 situada<br />
a la derecha de la evilla y como le puta el marcador de tiempos<br />
y no <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tra el error <strong>en</strong> el bludled acces, lo manda todo a la<br />
mierda y regala el aparato a un primo de Zaragoza que es muy<br />
mañoso. Bu<strong>en</strong>o, maño. Tanto, que un día consiguió <strong>en</strong>roscar una<br />
bombilla hecha <strong>en</strong> Tailandia sin <strong>libro</strong> de instrucciones ni nada.<br />
Es una joya.
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
66
9<br />
FERIAS, EXPOSICIONES<br />
67<br />
Jesús María Cantalapiedra <br />
Políticos y otros seres pert<strong>en</strong>eci<strong>en</strong>tes al bestiario urbano de<br />
altura, con harta frecu<strong>en</strong>cia han de cortar la famosa cinta inau-<br />
gural <strong>en</strong> innumerables ferias monográficas, exposiciones y ev<strong>en</strong>-<br />
tos promocionales de diversa condición. Después, con gran pro-<br />
sopopeya, rodeados de técnicos <strong>en</strong> la materia y pelotas, recorr<strong>en</strong><br />
el ev<strong>en</strong>to <strong>en</strong> cuestión, tercero o cuarto de la semana. En cada<br />
stand son obsequiados con canapés, vinos, <strong>libro</strong>s, folletos, arte-<br />
sanía fina, muñecas andadoras, abanicos, linternas diminutas,<br />
banderolas, sombreros de paja y cajitas de incógnito cont<strong>en</strong>ido,<br />
<strong>en</strong>tre otros regalos. El destinatario le pasa la cosa al segundo de<br />
a bordo <strong>en</strong> categoría, el segundo al tercero, el tercero al cuarto y<br />
así sucesivam<strong>en</strong>te hasta que llega a manos de las azafatas acom-<br />
pañantes qui<strong>en</strong>es, cargadas ya de paquetes, paquetones y bolsas
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
de colorines, acaban desapareci<strong>en</strong>do hacia ignotos destinos para<br />
soltar la mercancía y volver de nuevo a la carga. Acabado el viaje<br />
por el pabellón, rodeados de fotógrafos, los pl<strong>en</strong>ipot<strong>en</strong>ciarios<br />
posan para la posteridad junto a los obsequiadores e infinidad de<br />
pelotaris surgidos de vaya usted a saber dónde.<br />
Wolf, hace pocos meses asistió a una de estos aconteci-<br />
mi<strong>en</strong>tos dedicado al turismo internacional y, agudo, se dedicó a<br />
observar las caras de qui<strong>en</strong>es cortaban la cinta. Les intuía des-<br />
pistados, aus<strong>en</strong>tes, mareados de tanto trajín, canapés, abanicos,<br />
folletos, artesanías finas, fotógrafos y aduladores. Por si faltara<br />
poco, un grupo de bailes regionales les dedicó una bonita danza<br />
popular de Alpedrete. Eterna. Para más INRI t<strong>en</strong>ían que soportar<br />
los besos de niños mocosos.<br />
- Mira, Yonatán Borja, es don Manuel. Dale un beso, que<br />
está haci<strong>en</strong>do mucho por nuestro pueblo -decía una madre.<br />
Otros y otras, querían una foto a su lado. Y lo conseguían.<br />
A empellones se ponían a su lado y una cuñada era la <strong>en</strong>cargada<br />
de disparar la maquina. Después, la cuñada pasaba la máquina a<br />
su hermana y, sonri<strong>en</strong>te, sin cortarse un pelo, cogía del brazo a<br />
don Manuel.<br />
68
69<br />
Jesús María Cantalapiedra <br />
- Es para <strong>en</strong>señar a mis amigas -le com<strong>en</strong>taba al sufridor.<br />
Y el pobre don Manuel, r<strong>en</strong>dido de tanto agasajo postinero,<br />
sólo p<strong>en</strong>saba <strong>en</strong> desaparecer del mundo. Irse a casa. Ponerse las<br />
zapatillas.<br />
Así que Wolf, como es como es y adivinando lo que suce-<br />
día <strong>en</strong> realidad, al llegar al hotel hizo un soneto con estrambote<br />
a las ferias de turismo. Así decía:<br />
Qué bonito y alegre es el turismo<br />
y sus ferias cargadas de colores<br />
pincelados por muy serios señores<br />
de la gloria alcanzando el paroxismo.<br />
¡Otra vez, don Manuel!, aquí lo mismo<br />
que hace un año haci<strong>en</strong>do los honores<br />
a estos vinos de cálidos olores<br />
y a Vuec<strong>en</strong>cia sin par. ¡Viva el turismo!<br />
Y <strong>en</strong>tre tapas variadas y lonchita<br />
de jamón pata negra y <strong>en</strong>tremeses,<br />
se com<strong>en</strong> la bandeja <strong>en</strong> comandita.
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
Don Manuel se pregunta si la cita<br />
será de agropecuarios intereses<br />
o quizá del carbón. Esa es su cuita.<br />
Estrambote<br />
Ya <strong>en</strong> la casa, quitada la levita,<br />
com<strong>en</strong>ta a Marujina muy ufano:<br />
“Esta feria trató de la antracita…”<br />
70
10<br />
HISTORIA DE UN LIBRO<br />
71<br />
Jesús María Cantalapiedra <br />
Como el fiel lector sabe, Wolf siempre fue un acaparador de<br />
recuerdos viajeros. No había ciudad que visitara <strong>en</strong> la que no<br />
adquiriese algún cachivache, principalm<strong>en</strong>te los rebuscados a<br />
fuerza de tesón <strong>en</strong> cualquier rastro europeo o patrio. Hubo un<br />
tiempo que le dio por esos antiguos afiches publicitarios de hoja-<br />
lata, deliciosos y evocadores. Llegó a reunir un bu<strong>en</strong> número de<br />
los años treinta-cuar<strong>en</strong>ta-cincu<strong>en</strong>ta; desde anuncios de la primi-<br />
tiva Coca Cola a empresas navieras, pasando por reclamos de<br />
marcas de chocolate, jabones, pastillas para la tos, cremas facia-<br />
les y un largo etcétera de anuncios con serigrafía desvaída por el<br />
paso de los años. Los acumulaba, perfectam<strong>en</strong>te colgados, <strong>en</strong> su<br />
refugio particular de casa. Eso sí, con gran disgusto de Marujina<br />
qui<strong>en</strong>, cada vez que aparecía con un nuevo cartel metálico, se
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
ponía <strong>en</strong>c<strong>en</strong>dida. “Vas a t<strong>en</strong>erlos que colocar <strong>en</strong> el techo”. Así<br />
son ellas. Mas, como Wolf es muy disciplinado y no busca gres-<br />
cas, <strong>en</strong> su último viaje a Bruselas premeditadam<strong>en</strong>te se olvidó de<br />
la hojalata. No obstante, dio un largo paseo hasta el barrio de Les<br />
Marolles y, <strong>en</strong> la Plaza de Jeu de Balle, olisqueó el mercadillo de<br />
cosas viejas, que no antiguas. Había de todo. Lloviznaba.<br />
Y algo <strong>en</strong>contró. No era un afiche publicitario, pero sí de<br />
latón. Se trataba de una pequeña caja decorada a base de bajo-<br />
rrelieves. Según el v<strong>en</strong>dedor magrebí, muy antigua. Wolf no se<br />
lo creyó pero después de largo regateo la compró por un precio<br />
comedido mi<strong>en</strong>tras el mercachifle argelino cumpli<strong>en</strong>do el rito<br />
del toma y daca se lam<strong>en</strong>taba de la mala operación que acababa<br />
de hacer. Prosiguió el paseo y pocos metros más allá <strong>en</strong> un pre-<br />
cario puesto de <strong>libro</strong>s amontonados <strong>en</strong> el suelo sobre una lona se<br />
<strong>en</strong>contró con la sorpresa. Deteriorado, con las hojas <strong>en</strong>treabier-<br />
tas, las tapas <strong>en</strong>roscadas por los cantos y arrugado de humedad,<br />
estaba su segundo <strong>libro</strong> publicado <strong>en</strong> 1993. “Crónicas<br />
Incandesc<strong>en</strong>tes”. Habían pasado más de diez años desde que<br />
saliera a la calle. Sin saber por qué, ni regatear, lo compró por<br />
dos humildes euros y como un tesoro se lo llevó al hotel.<br />
72
73<br />
Jesús María Cantalapiedra <br />
Prefirió caminar <strong>en</strong> vez de tomar el autobús y, al paso, sin<br />
apar<strong>en</strong>te motivo, le vino a la cabeza su viejo amigo Paco León.<br />
¡Qué sería de él! Había t<strong>en</strong>ido una vida ll<strong>en</strong>a de altibajos econó-<br />
micos y amorosos. No le fue bi<strong>en</strong>. Le marcaron dos matrimonios<br />
equivocados y muchos avatares laborales. Pero todo cambió cuan-<br />
do conoció a Pousous Kapellekerk, una belga tímida, sufici<strong>en</strong>te-<br />
m<strong>en</strong>te miope y con mucho que aportar al dev<strong>en</strong>ir de Paco.<br />
Principalm<strong>en</strong>te equilibrio. Llegaron a repres<strong>en</strong>tar con su unión un<br />
ejemplo humano de la Ley de los Vasos Comunicantes. Ella quedó<br />
pr<strong>en</strong>dada justo el día que el bu<strong>en</strong>o de Paco le susurró la canción<br />
de Edith Piaf, “Ri<strong>en</strong> de ri<strong>en</strong>”, acompañándose de una guitarra.<br />
¡No! ¡Nada de nada!<br />
No echo nada de m<strong>en</strong>os,<br />
ni el bi<strong>en</strong> ni el mal que se me ha hecho.<br />
Todo está pagado, barrido, olvidado.<br />
…Con todos mis recuerdos he hecho una hoguera.<br />
Ya no necesito a mis alegrías<br />
ni a mis p<strong>en</strong>as,<br />
porque mi vida empieza hoy contigo.
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
Se casaron <strong>en</strong> Herstal, cerca de Lieja. Wolf asistió a la boda<br />
y volvió a España reconfortado. Veía felices a Paco y Pousous, a<br />
Pousous y Paco. Eran como una sóla persona. Él, al fin, había<br />
<strong>en</strong>contrado sosiego. Ella le adoraba. Una p<strong>en</strong>a que perdiera su<br />
rastro. No volvió a saber nada de ellos hasta hace bi<strong>en</strong> poco.<br />
Ensimismado <strong>en</strong> los recuerdos de la pareja, casi sin <strong>en</strong>te-<br />
rarse, llegó al hotel con su caja de latón y su <strong>libro</strong> <strong>en</strong>mohecido.<br />
No esperó a subir a la habitación. Se s<strong>en</strong>tó <strong>en</strong> el pequeño bar al<br />
lado de recepción, pidió una cerveza y, casi con v<strong>en</strong>eración, aun-<br />
que lo sabía de memoria, hojeó “Crónicas Incandesc<strong>en</strong>tes”. En<br />
la primera página, escrita de su puño y letra, leyó:<br />
“Para Paco León y Pousous Kapellekerk, con todo el afec-<br />
to y el deseo sincero de larga vida <strong>en</strong> su amor. Os <strong>en</strong>vidio.<br />
Cariñosam<strong>en</strong>te, Wolf. Mayo de 1994”.<br />
Consiguió <strong>en</strong>terarse de lo sucedido hace unos meses. La<br />
tímida Pousous, la miope Pousous, la cándida paloma se había<br />
escapado con un gavilán argelino pocas semanas después de la<br />
boda. Parece ser que el magrebí dedicaba su tiempo libre a la<br />
v<strong>en</strong>ta ambulante o a lo que pillara o pillase. Paco anda por ahí.<br />
Vaya usted a saber dónde.<br />
74
11<br />
PERIODISTAS<br />
75<br />
Jesús María Cantalapiedra <br />
Corto capítulo. Wolf propone dos dibujos. Uno de ellos<br />
sufici<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te conocido. El otro no tanto. Ambos surrealistas.<br />
Dibujo primero. Se observa la masiva pres<strong>en</strong>cia <strong>en</strong> los ya<br />
incontables canales de televisión, de impres<strong>en</strong>tables petardos y<br />
petardas que, titulándose o titulándoles periodistas, invad<strong>en</strong> el<br />
espacio doméstico con grave deterioro para la salud estética y<br />
moral del país. Se dedican a poner el v<strong>en</strong>tilador de la caca de otra<br />
legión de macarras y p<strong>en</strong>dones que ni cantan, ni bailan, ni jue-<br />
gan al balón (algunos sí). Proced<strong>en</strong> de concursos como “El Gran<br />
Fulano” y otros desvaríos similares. Ejercitan periodismo de<br />
investigación. A base de dinero tan sucio como lo que impele el<br />
v<strong>en</strong>tilador, investigadores e investigados, promuev<strong>en</strong> la vulgari-<br />
dad de un país ya de por sí ramplón.
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
Dibujo segundo. El padre de Wolf era periodista. Guarda<br />
como un tesoro el viejo carné que acreditaba como tal a su pro-<br />
g<strong>en</strong>itor. Es de piel y ti<strong>en</strong>e un tamaño regular. En la portada, gra-<br />
bado <strong>en</strong> oro, se lee: “Ministerio de Información. Dirección<br />
G<strong>en</strong>eral de Pr<strong>en</strong>sa”. Gran escudo aguileño da solemnidad a la<br />
acreditación. En la primera página un juram<strong>en</strong>to seguido de la<br />
firma del titular. “JURO por Dios, por España y su Caudillo, ser-<br />
vir a la Unidad de la Patria con fidelidad íntegra y total a los<br />
principios del Estado español, sin permitir jamás que la falsedad,<br />
la insidia o la ambición tuerzan mi pluma <strong>en</strong> la labor diaria”.<br />
Fechado el 26 de octubre de 1959.<br />
76
12<br />
GISELA<br />
77<br />
Jesús María Cantalapiedra <br />
La primera vez que Wolf se <strong>en</strong>amoró, patinando, t<strong>en</strong>dría<br />
unos seis años. Quedó pr<strong>en</strong>dado de una niña con gran lazo rosa<br />
<strong>en</strong> su cabecita loca de la que, <strong>en</strong> cascada, caían grandes tira-<br />
buzones aúreos. Además, como era de muy bu<strong>en</strong>a familia,<br />
usaba patines de cojinetes. Eran carísimos. Las ruedas de los<br />
del Wolf chirriaban y la verdad es que aquellos hierros con<br />
ruedas, sujetos a los zapatos por correas desgastadas, no co-<br />
rrían como los de Encarnita. Int<strong>en</strong>tó que le compraran unos de<br />
cojinetes pero su familia le dijo que se fuera arreglando. Total,<br />
apareció <strong>en</strong> esc<strong>en</strong>a un chaval gordín con posibles y patines de<br />
última g<strong>en</strong>eración y Wolf fue despreciado. El mamoncete, que<br />
además portaba una gorrilla verde, se desplazaba con <strong>en</strong>demo-<br />
niada velocidad.
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
- Ya no te ajunto. Ya no patino más contigo. Manolín corre<br />
mucho más que tú y además ti<strong>en</strong>e una gorra con visera –le dijo<br />
la ingrata.<br />
Fue su primera amargura amorosa.<br />
El gran amor de su vida apareció cuando estaba a punto<br />
de cumplir catorce años. Aquel sí fue un amor de verdad. No<br />
le dejaba dormir y durante el día andaba como traspuesto. No<br />
sabía su nombre. Estudiaba <strong>en</strong> el viejo Instituto Fem<strong>en</strong>ino<br />
Juan del Peral. Él, <strong>en</strong> el cercano Padre Ínsula. Wolf, cargado<br />
de <strong>libro</strong>s, esperaba su paso semi escondido <strong>en</strong>tre los taxis<br />
situados <strong>en</strong> la calle Ramón y Cabal. Cruzaban sus miradas a<br />
las dos m<strong>en</strong>os veinte y a eso de las cuatro de la tarde. El cora-<br />
zón de ambos saltaba convulso. Cuando alguno de los dos no<br />
podía ir a clase por culpa de unas anginas, el acecho era inso-<br />
portable. Horas pasaban esperando el <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro fugaz que no<br />
se produciría.<br />
Wolf hizo averiguaciones hasta que conoció su nombre.<br />
¡Gisela! Inundó las paredes de las calles adyac<strong>en</strong>tes con la ins-<br />
cripción <strong>en</strong> tiza “Wolf quiere a Gisela”. Muy pronto, debajo de<br />
los graffiti, fueron apareci<strong>en</strong>do otros escritos con letras de niña,<br />
78
inclinadas hacia la izquierda como era costumbre. “Gisela quie-<br />
re a Wolf”, rezaban.<br />
Por fin, un conocido les pres<strong>en</strong>tó. Wolf se frotó la mano<br />
derecha <strong>en</strong> el pantalón. Sudaba. Se saludaron. Al s<strong>en</strong>tir sus<br />
manos juntas (más que juntas pegadas por la sudorina), el cora-<br />
zón les dio un vuelco.<br />
- Pues no te conocía –dijo ella con voz <strong>en</strong>trecortada y<br />
muchos colores <strong>en</strong> las mejillas.<br />
Y com<strong>en</strong>zaron una relación que duró hasta final de curso.<br />
Naturalm<strong>en</strong>te hicieron bacarrá. Se grillaban las clases y dedica-<br />
ban el tiempo a deambular callados por el Paseo de la Marquesa.<br />
Cuando a Gisela se le caía un <strong>libro</strong> al suelo, él, solícito, se lo<br />
recogía raudo y al tiempo de <strong>en</strong>tregárselo rozaban sus manos.<br />
Emoción. También, se pasaban papelillos dici<strong>en</strong>do: “Te quiero<br />
más que la bola infinita”.<br />
Como era de esperar, los padres de Gisela cortaron por<br />
lo sano. La <strong>en</strong>viaron a casa de unos cuñados de Albacete,<br />
donde había un colegio de línea dura dedicado a meter <strong>en</strong><br />
vereda a malos estudiantes. Fue un mal trago para los dos<br />
<strong>en</strong>amorados.<br />
79<br />
Jesús María Cantalapiedra
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
Pasó el tiempo. Mucho tiempo. Todo quedó <strong>en</strong> el olvido,<br />
incluidas sus promesas de amores perdidas <strong>en</strong> el aire y la distan-<br />
cia albaceteña. No volvieron a saber nada uno del otro. Wolf<br />
pasó años cantando el bolero del maestro Carmelo Larrea, “¡Ay<br />
Barrio de Santa Cruz…!” “…todo quedó <strong>en</strong> el olvido…nuestras<br />
promesa de amores…”.<br />
Cuar<strong>en</strong>ta y siete años más tarde, toda una vida, Wolf se<br />
dedicaba a escribir. Había conseguido publicar cinco o seis <strong>libro</strong>s<br />
y periódicam<strong>en</strong>te daba pregones y charlas. Al tiempo, colabora-<br />
ba con una gacetilla <strong>en</strong> la revista de la nueva compañía aérea que<br />
operaba <strong>en</strong> su ciudad. Era <strong>en</strong>tregada a los pasajeros para <strong>en</strong>trete-<br />
ner el tiempo y los miedos. En la página anterior al artículo del<br />
primer trimestre, sección “Qué leer”, aparecía un anuncio <strong>en</strong> el<br />
que se publicitaban los dos últimos <strong>libro</strong>s de Wolf.<br />
Cierta mañana, mi<strong>en</strong>tras trabajaba <strong>en</strong> su despacho, la secre-<br />
taria le pasó una llamada de teléfono.<br />
- ¿Si?, soy Gisela –dijo una voz de mujer madura.<br />
- ¿Cómo?, no oigo bi<strong>en</strong> –respondió Wolf.<br />
- ¿Pero, no te acuerdas de mí? Gisela, soy Gisela, del insti-<br />
tuto. Acabo de llegar <strong>en</strong> el avión de Mallorca y te he leído.<br />
80
Además me gustaría saber dónde puedo comprar los <strong>libro</strong>s del<br />
anuncio. ¿Te puedo ver mañana?<br />
Wolf tardó algunos segundos <strong>en</strong> poner la m<strong>en</strong>te <strong>en</strong> ord<strong>en</strong>.<br />
Algo aturullado, quedó citado con ella para el día sigui<strong>en</strong>te a las<br />
diez <strong>en</strong> su despacho. ¡Gisela! No podía ser. Habían pasado<br />
muchos lustros.<br />
A pesar de su puntualidad, se debió <strong>en</strong>contrar con algún<br />
pesado y llegó diez minutos más tarde. El despacho estaba situa-<br />
do al final de un largo pasillo. Mi<strong>en</strong>tras avanzaba vio a una seño-<br />
ra que levantándose de un sillón de espera se dirigía hacia él. Era<br />
ella. No, no era. Sí, sí. Era Gisela. En realidad, la reconoció un<br />
par de metros antes del <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro. A pesar de los cuar<strong>en</strong>ta y siete<br />
años transcurridos, creyó apreciar <strong>en</strong> su cara los mismos rasgos<br />
infantiles de antaño. Ella, no creo. En la mano derecha llevaba<br />
dos <strong>libro</strong>s; sus dos últimos <strong>libro</strong>s.<br />
Precipitadam<strong>en</strong>te hablaron de todo. De sus vidas, de sus<br />
amores. De sus alegrías. De sus p<strong>en</strong>as. Wolf le dedicó cariñosa-<br />
m<strong>en</strong>te los <strong>libro</strong>s y, cuando le iba a proponer c<strong>en</strong>ar para continuar<br />
con las remembranzas, apareció <strong>en</strong> el despacho un señor muy<br />
mal<strong>en</strong>carado.<br />
81<br />
Jesús María Cantalapiedra
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
- Gisela, ¡por la Virg<strong>en</strong>!, que llevo esperando abajo más de<br />
una hora y media. ¡Ya está bi<strong>en</strong>!<br />
- ¡Ah! –dijo ella bastante cortada, mi<strong>en</strong>tras procedía a la<br />
pres<strong>en</strong>tación.<br />
- Aquí mi segundo marido, aquí un conocimi<strong>en</strong>to.<br />
Jugábamos al escondite de pequeños <strong>en</strong> la Plaza de la Catedral<br />
–com<strong>en</strong>tó nerviosa.<br />
Y el segundo marido se la llevó con bastante rapidez. Lo<br />
cual, a empujones.<br />
82
13<br />
MAYORMENTE, SONETO<br />
A LA VIDA HUMANA<br />
83<br />
Jesús María Cantalapiedra <br />
Wolf, palizas es, como todos los sonetistas, se empeña <strong>en</strong><br />
que transcriba un soneto con estrambote vinculado al dibujo pri-<br />
mero del capítulo once. Resulta ciertam<strong>en</strong>te trasc<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te pero,<br />
ahí va.<br />
Lo malo no es morir. Perder la vida<br />
es lo ruin, depravado y pernicioso.<br />
Morir, al fin y al cabo, aun temeroso,<br />
del cielo nos espera la acogida.<br />
Sin vida no se ve la muy querida<br />
caja necia, m<strong>en</strong>saje virtuoso
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
para el pobre mortal, un ser dichoso<br />
al que alegra su ser <strong>en</strong> gran medida.<br />
¿Es posible vivir sin el Pocholo?<br />
¿O sin Yola o Aída se me antoja?<br />
¿O sin boys <strong>en</strong>señando el chirimbolo?<br />
¿Sin concursos soltando la panoja?<br />
¿Sin noticias de noche aunque con dolo?<br />
¿Sin alcaldes rondando a la Pantoja?<br />
Estrambote<br />
Y ya se me olvidaba <strong>en</strong> esta estrofa<br />
de Cacholín sus novias y montajes.<br />
Preñeces incluidas de una fofa<br />
alegre de domingas y alcachofa.<br />
¡Loor a cachondeos y follajes!<br />
84<br />
Enero 2004
14<br />
UNA DE GUATEQUES<br />
85<br />
Jesús María Cantalapiedra <br />
Wolf, como muchos de los mozos y mozas de su g<strong>en</strong>era-<br />
ción, no sobrado de muchas diversiones confesables, aparte de<br />
las deportivas o libatorias, pudo disfrutar de los llamados gua-<br />
teques. A falta de pubs y discoteques, no eran mal inv<strong>en</strong>to.<br />
Resultaban gratis y con posibilidad de poder bailar una l<strong>en</strong>ta,<br />
aun sin demasiado ajuntami<strong>en</strong>to de cabeza, tronco y extremi-<br />
dades. Normalm<strong>en</strong>te los organizaba una niña bi<strong>en</strong> con la auto-<br />
rización de mamá qui<strong>en</strong>, por cierto, no perdía de vista los<br />
movimi<strong>en</strong>tos de la pandilla. No había forma de apretar, bi<strong>en</strong><br />
por la vigilancia de mamá o por miedo o estrechez de las seño-<br />
ritas. Una señorita debería def<strong>en</strong>der su virtud. Clavaban el codo<br />
izquierdo <strong>en</strong> la clavícula del agresor y a pesar de los int<strong>en</strong>tos<br />
que si quieres arroz. Alguna guatequera progre relajaba la t<strong>en</strong>-
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
sión del bíceps y el braquiorradial cuando la anfitriona, des-<br />
pués de aguantarse un bu<strong>en</strong> rato, muy a su pesar t<strong>en</strong>ía que diri-<br />
girse al escusado. Pero volvía veloz la señora. Justo cuando<br />
“Only You” estaba <strong>en</strong> su mom<strong>en</strong>to álgido y se habían conse-<br />
guido hacer leves caritas. Una p<strong>en</strong>a.<br />
La categoría civil o militar de la casa, se difer<strong>en</strong>ciaba por la<br />
calidad y cantidad de canapés. Si eran de salmón ahumado,<br />
caviar o jamón <strong>en</strong> dulce, papá era médico, abogado o coronel. Si<br />
abundaba la tortilla de patata con cebolla, las jerarquías sociales,<br />
profesionales o milicianas, bajaban considerablem<strong>en</strong>te. Caso de<br />
oler a cebolla por las escaleras, malo. En cualquier caso, sin<br />
embargo, había un d<strong>en</strong>ominador común: el “cap” de frutas. Por<br />
supuesto, el alcohol no formaba parte de los ingredi<strong>en</strong>tes. Por<br />
aquello de la guarda de virtudes.<br />
El día de autos tocaba guateque de los de salmón y jamón<br />
<strong>en</strong> dulce. Papá t<strong>en</strong>ía muchas puntas <strong>en</strong> las tres estrellas con las<br />
que adornaba la bocamanga. Ya era la tercera vez <strong>en</strong> dos años<br />
que Wolf y sus amigos eran invitados al sarao <strong>en</strong> el chalé de<br />
“Fefé”. A la niña, feusca ella, no le daban salida, de forma que<br />
los guateques se repetían periódicam<strong>en</strong>te por si algui<strong>en</strong> se ani-<br />
86
87<br />
Jesús María Cantalapiedra <br />
maba. Después de muchos años, acabaron casándola con un<br />
t<strong>en</strong>i<strong>en</strong>tín bastante miope proced<strong>en</strong>te de Vélez-Málaga.<br />
De tal suerte, los asist<strong>en</strong>tes ya conocían la pobreza organo-<br />
léptica del insulso “cap” que mamá preparaba con mimo y del<br />
que se s<strong>en</strong>tía orgullosa. Así que, antes de acudir a la casa, los<br />
mozáncanos ll<strong>en</strong>aron varias petacas (seis) con ginebra, coñac<br />
Terry, Licor 43, Karpy y otra serie de bebidas de alta graduación.<br />
Entraron <strong>en</strong> jardín del chalé. En la puerta les recibió papá<br />
pero como siempre marchó <strong>en</strong>seguida. Ya <strong>en</strong> el salón, Wolf y sus<br />
amigos besaron la mano de mamá con educación exquisita. Una<br />
doncella tocada de blanca cofia -también llevaba delantal con pun-<br />
tillas-, apareció con las primeras bandejas de canapés. El famoso<br />
“cap” ya estaba situado <strong>en</strong> un gran recipi<strong>en</strong>te de cristal sobre mue-<br />
ble auxiliar que se adivinaba de caoba. Flotaban trocitos de pláta-<br />
no y manzana <strong>en</strong> la superficie. Mi<strong>en</strong>tras unos <strong>en</strong>tret<strong>en</strong>ían a mamá,<br />
el resto descargaba las petacas <strong>en</strong> la especie de jofaina.<br />
Se turnaron <strong>en</strong> la operación hasta vaciar la última gota de<br />
las respectivas petaquillas.<br />
- Bu<strong>en</strong>o -dijo mamá- vamos a tomar una copita de “cap”, a<br />
ver que tal me ha salido hoy.
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
Ellos, muy protocolarios y cínicos, brindaron con la dama.<br />
Clem<strong>en</strong>cia, así se llamaba, dio un sorbo, paladeó, dio otro sorbo,<br />
volvió a paladear, e hizo gesto de aprobación.<br />
- No es por nada, pero hoy me ha quedado muy agradable -<br />
com<strong>en</strong>tó orgullosona la oronda mujer.<br />
Pusieron el pick up y com<strong>en</strong>zó el baile. Entre canción y<br />
canción, el líquido bamboleante del recipi<strong>en</strong>te, poco a poco, iba<br />
bajando de nivel. Mamá también se <strong>en</strong>cargaba de que la línea de<br />
flotación de los trocitos de plátano desc<strong>en</strong>diera. Transcurrida una<br />
hora, por más que metiera el cazillo sólo <strong>en</strong>contraba platanín<br />
reblandecido al fondo de la vasija. Doña Clem<strong>en</strong>cia com<strong>en</strong>zó a<br />
s<strong>en</strong>tir los efectos del Terry y el Karpy.<br />
hipando.<br />
- La vegdaad, hoy me sssalió bu<strong>en</strong>ísssimo -com<strong>en</strong>taba<br />
S<strong>en</strong>tose <strong>en</strong> un sofá Chester y com<strong>en</strong>zó a ver doble mi<strong>en</strong>tras<br />
cabeceaba de sueño. “Fefé” y un par de amigas, con gran esfuer-<br />
zo pues mamá usaba la talla 60, la llevaron a la cama. De vez <strong>en</strong><br />
cuando, babeando, farfullaba lo bi<strong>en</strong> que le había quedado el<br />
“cap”. Después de aflojada la faja, se <strong>en</strong>tregó a un sueño pro-<br />
fundo y reparador. La pandilla <strong>en</strong> pl<strong>en</strong>o, rauda, puso el vinilo de<br />
88
“Only You” <strong>en</strong> el tocadiscos. Las señoritas relajaron bíceps y<br />
braquiorradiales, con gran b<strong>en</strong>eficio de las clavículas de los opo-<br />
n<strong>en</strong>tes. Más que opon<strong>en</strong>tes, ya estaban puestos. Cabezas, troncos<br />
y extremidades, se fundieron <strong>en</strong>tre sí. Fue una noche inolvidable.<br />
Cuando Clem<strong>en</strong>cia com<strong>en</strong>zó a roncar se sumó a la fiesta la de la<br />
cofia, quitándose el mandil con puntillas y otras pr<strong>en</strong>das más<br />
interiores que no vi<strong>en</strong><strong>en</strong> al caso. Fue muy celebrada su interv<strong>en</strong>-<br />
ción. Sin haber probado el “cap”, acabó a horcajadas <strong>en</strong>cima de<br />
Manolín, el gordo de la pandilla, sobre el butacón Chester.<br />
Manolín se empleó a fondo. Parecía tonto, pero no.<br />
Pudiera hacerse refer<strong>en</strong>cia a otro tipo de guateques; a los<br />
golfos. Se celebraban <strong>en</strong> pisos o chalés, cuyos padres habían<br />
t<strong>en</strong>ido el bu<strong>en</strong> gusto de marchar unos días a Gijón o B<strong>en</strong>idorm,<br />
pero la bu<strong>en</strong>a educación y el párroco de San Carmelo no me lo<br />
permit<strong>en</strong>, a pesar de la insist<strong>en</strong>cia de Wolf.<br />
89<br />
Jesús María Cantalapiedra
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
90
15<br />
UNA LEGALIZACIÓN<br />
CON MUCHAS MADREÑAS<br />
91<br />
Jesús María Cantalapiedra <br />
Wolf, tal como se pone <strong>en</strong> esc<strong>en</strong>a <strong>en</strong> otro capítulo de estas<br />
historias de andar por casa, desde niño fue un empecinado de la<br />
nieve, del resbalón lúdico, ergo, del esquí, desde que contaba con<br />
catorce años inconsist<strong>en</strong>tes. Ya más talludo, significó su pasión.<br />
Por este motivo nunca apr<strong>en</strong>dió a jugar al mus, al subastado o al<br />
julepe. Acaso, muy de soslayo, conoció la brisca por vía de sus<br />
abuelos al calor de la camilla familiar. (¿Por qué ya no hay cami-<br />
llas con grandes faldonas conciliadoras?). Vivía para la montaña<br />
blanca, verde o marrón, según las épocas. Por las mismas razo-<br />
nes temporales, jamás vio un partido de football. Lo cual, de fút-<br />
bol. En invierno, todos los fines de semana y fiestas de guardar,<br />
lo suyo era la nieve hasta que se cansó de poner cad<strong>en</strong>as para lle-
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
gar a la horterada circ<strong>en</strong>se <strong>en</strong> que se convirtió el otrora ecológi-<br />
co medio de evasión.<br />
Así que, Wolf y sus colegas capitalinos hicieron muchos<br />
amigos <strong>en</strong> un pueblín cercano a los resbaladeros. Los fines de<br />
semana, una vez finalizada la jornada deportiva, recién duchados<br />
y mudados, <strong>en</strong> compañía de los recios montaraces, se dedicaban<br />
a tratar de terminar la cosecha de cubatas del año, <strong>en</strong> ocasiones<br />
trasegados mediante cántaros de leche. A morro. Principalm<strong>en</strong>te<br />
<strong>en</strong> Semana Santa (que ellos convertían <strong>en</strong> laica), desafinando a<br />
modo, se <strong>en</strong>tregaban a la solfa golfa o, al m<strong>en</strong>os, picaruela. Las<br />
mujerucas se santiguaban cuando, de paso hacia los oficios, oían<br />
aquellas bonitas canciones procaces, des<strong>en</strong>tonadas con gran<br />
des<strong>en</strong>voltura.<br />
Mas, lo cierto es que llegaron a mant<strong>en</strong>er una bu<strong>en</strong>a amis-<br />
tad con aquellos lugareños nobles. En muchos casos duró más de<br />
treinta años. No existían condicionantes sociales, económicos o<br />
políticos <strong>en</strong>tre ellos. Nadie preguntaba por la vida de los demás.<br />
Los cubatas no daban tiempo para mucho. Sí se rumoreaba, sí,<br />
que durante los años de guerra <strong>en</strong> el lugar hubo de todo. Pero la<br />
cosa no pasaba de ahí. Hasta que pasó. Quizá el episodio quede<br />
92
demasiado alejado <strong>en</strong> el tiempo pero justo y necesario es recor-<br />
darlo. Sobre todo para aquellos que aún dudan de la llegada de<br />
la democracia.<br />
Una mala tarde de Semana Santa (para Wolf y algún que<br />
otro damnificado), <strong>en</strong>contrábanse ciudadanos y rurales iniciando<br />
la ronda <strong>en</strong> una fonda de la localidad. Se hacían chistes y, los<br />
más canoros, se iniciaban <strong>en</strong> la solfa popular. En la calle medio<br />
nevaba. Las canciones escatológicas o guarras v<strong>en</strong>ían después.<br />
No dio tiempo. De pronto, <strong>en</strong> el televisor, un locutor, muy serio<br />
él, dio la noticia. Se acababa de legalizar el Partido Comunista<br />
de España. Era el 9 de abril de 1977. Sábado Santo. Sábado de<br />
Pasión y pasiones apasionadas y pasionarias.<br />
Un grupo de rústicos y algún que otro de la capital, al uní-<br />
sono, dieron saltos de alegría e inmediatam<strong>en</strong>te pidieron cham-<br />
pán al cantinero. No se recuerda si era champán o sidra El<br />
Gaitero, pero las burbujas corrían <strong>en</strong> cascada. Wolf y algún otro<br />
despistado (varios intuyeron la que se v<strong>en</strong>ía <strong>en</strong>cima y salieron<br />
con prisa) se quedaron <strong>en</strong> una esquina. Los <strong>en</strong>tusiasmados les<br />
ofrecieron copas rebosantes de gorgoritos. Las bebieron. El<br />
resto, la mitad aproximadam<strong>en</strong>te, sin mediar palabra se quitó las<br />
93<br />
Jesús María Cantalapiedra
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
madreñas y a modo de palos de ciego com<strong>en</strong>zaron a arrear de lo<br />
lindo a festejantes e invitados. Sobre todo <strong>en</strong> la cabeza. Los agre-<br />
didos hicieron lo propio (todo el mundo llevaba madreñas) y se<br />
armó la marimor<strong>en</strong>a. La media doc<strong>en</strong>a de participantes <strong>en</strong> la<br />
refriega sangraban como gochines.<br />
Wolf y un primo de Zaragoza, cual lapas, se pegaron a la<br />
pared del fondo sin posibilidad de escape. Utilizando el mimetis-<br />
mo como arma de def<strong>en</strong>sa, aún con la copa <strong>en</strong> la mano, tornaron<br />
<strong>en</strong> blanco marfil veteado. Como la pared. No había forma de escu-<br />
rrirse. El bar era pequeño y la puerta de salida se <strong>en</strong>contraba justo<br />
al otro lado de su cota. Como pudieron, saltaron la barra y se aga-<br />
charon debajo del mostrador, donde también se <strong>en</strong>contraba Gildo,<br />
dueño del establecimi<strong>en</strong>to. El fragor guerrero continuaba.<br />
Wolf, cansado de estar <strong>en</strong> cuclillas, se incorporó y trató de<br />
poner paz. Levantó el brazo derecho y con la palma abierta hizo<br />
indicaciones de calma, de stop, a los que aún se zurraban.<br />
- Por favor, parad, ya está bi<strong>en</strong>, que os vais a matar –dijo<br />
brazo <strong>en</strong> alto a grandes voces.<br />
Uno de los festejantes de la legalización, sin <strong>en</strong>t<strong>en</strong>der sus<br />
palabras, al verle <strong>en</strong> actitud apar<strong>en</strong>te de saludo a la romana, no<br />
94
lo dudó dos veces. Agarró una botella de sidra El Gaitero y le dio<br />
<strong>en</strong> la piñada.<br />
-¡Toma, por facha! –gritó el recién legalizado.<br />
95<br />
Jesús María Cantalapiedra
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
96
16<br />
WOLF “SIN PAPELES”<br />
97<br />
Jesús María Cantalapiedra <br />
Decía Julio Camba que al alemán para que compr<strong>en</strong>da las<br />
cosas hay que complicárselas.<br />
Tal como es sabido (ver “El Mundo según Wolf” y “La<br />
vuelta de Wolf”), cuando el protagonista de este anecdotario era<br />
jov<strong>en</strong>zuelo se plantó <strong>en</strong> Alemania. De aquella era un país casi<br />
exótico, al que habían com<strong>en</strong>zado a llegar emigrantes turcos,<br />
griegos, italianos y unos cuantos españoles despistados, cara<br />
duras o con necesidades primarias que no conseguían cubrir <strong>en</strong><br />
su pueblo. La verdad es que muchos lo lograron con creces, a<br />
base de comer salami, kartoffel (muchas) y lavarse sus calzonci-<br />
llos a mano. Cualquier sacrificio era bu<strong>en</strong>o con tal de poder com-<br />
prarse un piso (o dos o tres) <strong>en</strong> la tierra que les parió su madre.<br />
Algún barrio de la ciudad de Wolf fue comprado, <strong>en</strong>terito, a base
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
de transfer<strong>en</strong>cias bancarias de marcos alemanes. En verano se<br />
olvidaban del salami, las kartoffel y la colada íntima, y volvían<br />
de vacaciones conduci<strong>en</strong>do un cochazo r<strong>en</strong>queante. R<strong>en</strong>queante<br />
pero grandón.<br />
Y Wolf, ing<strong>en</strong>uo él, previa conversación con un amigo que<br />
ya había experim<strong>en</strong>tado <strong>en</strong> Alemania tres meses, allá se instaló<br />
dotado de un precario pasaporte de turista. Sólo contaba con muy<br />
pocas pesetas, que se convirtieron <strong>en</strong> nada al cambiarlas por<br />
marcos, y la dirección de una resid<strong>en</strong>cia de estudiantes y traba-<br />
jadores. P<strong>en</strong>saba que la cosa era llegar y besar el santo. Es decir,<br />
trabajar, si es que se puede definir <strong>en</strong> tal forma tan desagradable<br />
ocupación, sobre todo si ésta es metalúrgica, como fue el caso.<br />
Por necesidades elem<strong>en</strong>tales pasó muchos meses <strong>en</strong>gañan-<br />
do al Bundestag, al Bundesrat, al Bundeswher y, <strong>en</strong> g<strong>en</strong>eral, a<br />
toda la Bundersrepublik. El problema (que no <strong>en</strong>t<strong>en</strong>dían los<br />
tudescos) consistía <strong>en</strong> que para trabajar era necesario obt<strong>en</strong>er el<br />
permiso de resid<strong>en</strong>cia. Pero, hete aquí, para conseguir el permi-<br />
so de estancia <strong>en</strong> el país había que t<strong>en</strong>er un contrato de trabajo.<br />
Una pescadilla que Wolf, el hombre, no llegaba a alcanzar. Y así,<br />
burla burlando, indocum<strong>en</strong>tado y marginal, trampeando como<br />
98
podía, trabajó <strong>en</strong> una fábrica metalúrgica. Pero el Bundestag ata-<br />
caba insist<strong>en</strong>te. Mi<strong>en</strong>tras no le pusieran un sello, un stempel <strong>en</strong><br />
el pasaporte, no había forma de regularizar la situación. Cada<br />
cinco o seis días acudía a la polizei y hacía una <strong>en</strong>orme cola junto<br />
con otros “sin papeles” que, <strong>en</strong> su mayor parte, conseguían el<br />
famoso stempel una vez mostrados docum<strong>en</strong>tos ininteligibles.<br />
Una matrona <strong>en</strong>trada <strong>en</strong> carnes era la <strong>en</strong>cargada de la estampa-<br />
ción. Una y otra vez, la gorda le explicaba <strong>en</strong> alemán la obliga-<br />
toriedad de la docum<strong>en</strong>tación que no poseía y, Wolf, haciéndose<br />
el loco, como que no compr<strong>en</strong>día, le mostraba el pasaporte<br />
haci<strong>en</strong>do gestos con el puño cerrado golpeando el docum<strong>en</strong>to.<br />
- Stempel, stempel –decía mi<strong>en</strong>tras machacaba el salvocon-<br />
ducto verde.<br />
Por fin, un bu<strong>en</strong> día, se armó de valor y llegó hasta la gorda<br />
después de media hora de espera mi<strong>en</strong>tras meditaba la estrategia.<br />
Sabedor de dónde estaba el jodío stempel, detrás del mostrador (al<br />
lado de un bocadillo de salchicha), <strong>en</strong> un rápido movimi<strong>en</strong>to se<br />
hizo con él. Sin más trámites lo estampilló <strong>en</strong> la página cuatro.<br />
–dijo.<br />
- Mire gorda, esto era lo que quería, que no <strong>en</strong>ti<strong>en</strong>de nada<br />
99<br />
Jesús María Cantalapiedra
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
La gorda chilló cosas muy fuertes pero él, raudo, escapó<br />
como pudo por <strong>en</strong>tre las colas de turcos y griegos. La verdad es<br />
que la frau, harta de soportar al pesado de Wolf durante semanas,<br />
no puso demasiado interés <strong>en</strong> que le detuvieran. Sólo chillaba<br />
¡Spanisch Schwein!, lo cual, cerdo español o algo así.<br />
Sólo quedaba el último trámite. S<strong>en</strong>cillín. Pasar por el<br />
Ayuntami<strong>en</strong>to con el pasaporte para llevar a cabo la consigui<strong>en</strong>-<br />
te inscripción. Cuando le vieron aparecer, una bu<strong>en</strong>a parte de<br />
funcionarios se levantó para ir al water con urg<strong>en</strong>cias. Estaban<br />
hartos de verle por allí.<br />
- ¡Cuidado, que vi<strong>en</strong>e el español! –decían mi<strong>en</strong>tras huían<br />
hacia un pasillo lateral.<br />
- Que no, -com<strong>en</strong>tó Wolf- que hoy traigo todos los papeles.<br />
Con cierto temor volvieron a sus puestos y a la vista de los<br />
docum<strong>en</strong>tos <strong>en</strong> regla, con gran satisfacción, resoplando, le indi-<br />
caron que firmara <strong>en</strong> un par de impresos. Y llegó la hecatombe.<br />
Anglosajones y germanos, como es natural, firman única-<br />
m<strong>en</strong>te con su nombre. Wolf hizo lo propio con una difer<strong>en</strong>cia. Le<br />
añadió la famosa rúbrica hispana. ¡Qué manía con la rúbrica!<br />
Los españoles dan la impresión de que quier<strong>en</strong> reafirmar su per-<br />
100
sonalidad a base de signos cabalísticos sobre nombre y apellidos.<br />
Y si qui<strong>en</strong>es no rubrican se si<strong>en</strong>t<strong>en</strong> a gusto consigo mismo, Wolf<br />
no debería estarlo demasiado. Sobre la firma, a modo de tachón,<br />
hizo infinidad de garabatos circulares rematados con dos peque-<br />
ños tildes sobre parte de la maraña gráfica que había escondido<br />
el nombre.<br />
- Me ha salido preciosa –p<strong>en</strong>só.<br />
Los funcionarios no daban crédito a tal espanto.<br />
- Usted estarrr loco. Esto serrr un insulto a la g<strong>en</strong>errrosidad<br />
del Bundestag. Uno año dando la varrra querrri<strong>en</strong>do la rrresi-<br />
d<strong>en</strong>cia y ahorrra estropearrr papeles. ¡Spanisch von chaise!<br />
(español de m…)<br />
Total, que se volvió a España. Por cierto, el pasaporte había<br />
caducado y las pasó canutas para <strong>en</strong>trar.<br />
101<br />
Jesús María Cantalapiedra
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
102
17<br />
A VUELTAS CON<br />
LA VULGARIDAD<br />
Wolf está conv<strong>en</strong>cido de que este país, desde hace muchos<br />
años, ha avanzado considerablem<strong>en</strong>te <strong>en</strong> variados aspectos. Poco a<br />
poco, l<strong>en</strong>tam<strong>en</strong>te, sí, se han ido arrinconando alpargatas, pandere-<br />
tas, castañuelas y boinas con corros de grasa, aunque queda mucho<br />
por hacer sobre todo con la castañuela. En cuanto a la caspa, la<br />
industria farmacéutica nos ha proporcionado excel<strong>en</strong>tes tratami<strong>en</strong>-<br />
tos para erradicarla, siempre y cuando sea int<strong>en</strong>ción del casposo.<br />
Com<strong>en</strong>tando cuestiones de andar por casa, ya no hace falta<br />
ir a Londres o París para comprar chorradas. Las t<strong>en</strong>emos aquí.<br />
Las mismas, digo las mismas, y más baratas. En el último viaje<br />
de Wolf a Londres, quedó pr<strong>en</strong>dado de una chaqueta preciosa de<br />
piel (chaqueta, que no chupa).<br />
103<br />
Jesús María Cantalapiedra
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
Costaba un riñón pero un capricho es un capricho.<br />
Comprola. Llegó a su casa. Marujina le puso a escurrir.<br />
- Eres un inconsci<strong>en</strong>te. Te compras chaquetas de lujo y la<br />
salita sin pintar –le dijo asaz alterada.<br />
Aguantó como pudo el chaparrón pero la bronca fuerte<br />
llegó cuando su señora se dedicó a examinar los remates interio-<br />
res de la pr<strong>en</strong>da. En un lateral del forro había una etiqueta dimi-<br />
nuta <strong>en</strong> la que se leía: “Made in Tarrasa”.<br />
Pero, ese es otro tema. Lo cierto es que este país ha alcan-<br />
zado la modernidad y cierto nivel de vida imp<strong>en</strong>sable hace unos<br />
cuantos lustros. Se han logrado notables niveles de bi<strong>en</strong>estar<br />
aunque, malgré moi, paralelam<strong>en</strong>te y <strong>en</strong> la misma progresión, las<br />
cotas de vulgaridad, ramplonería y mal gusto, han asc<strong>en</strong>dido<br />
hasta lo preocupante. No hace falta más que fijarse <strong>en</strong> la actitud<br />
cívica de muchos. No hay más que asomarse a las televisiones.<br />
Es necesario estar ciegos para no sufrir el comportami<strong>en</strong>to de<br />
cierta mocedad (y muchos más talludos) <strong>en</strong> nuestras calles. Es<br />
obligado estar sordos para no escuchar el léxico tabernario de las<br />
te<strong>en</strong>agers vestidas de putinas unas y zarrapastrosas otras.<br />
Aunque son pocos y pocas, sobran. Ellos, ellas y sus modos. Y<br />
104
qué hablar de los <strong>en</strong>ergúm<strong>en</strong>os al volante de un GTI, a los que<br />
se les sal<strong>en</strong> los ojos de las órbitas mi<strong>en</strong>tras insultan a una vieja<br />
que pasó un semáforo <strong>en</strong> rojo.<br />
Así y todo, uno de los ejemplos más asquerosillos y de peor<br />
gusto, se puede apreciar a la salida de los servicios sanitarios de<br />
bares, mesones y restaurantes. Trátase de un espectáculo escato-<br />
lógico que arremete, incluso, contra el espíritu del ins<strong>en</strong>sible,<br />
aunque t<strong>en</strong>ga el alma cual piedra. El protagonista, moteado de<br />
gotitas úricas la parte frontal del pantalón, accede al bar desde<br />
los mingitorios semi g<strong>en</strong>uflexionando las rodillas (<strong>en</strong> afán de<br />
colocar las partes), mi<strong>en</strong>tras se sube con un ris-ras (insiste <strong>en</strong> el<br />
baja y sube) la cremallera braguetil. Todo un show.<br />
Hace ya muchos años, cuando aún se utilizaban botones<br />
como cierre pantalonero, un periodista de la tierra dedicado a la<br />
publicidad, cansado de los malos modos de los recién meados, a<br />
modo de advert<strong>en</strong>cia precautoria colocó unos pequeños carteli-<br />
llos metálicos <strong>en</strong> bu<strong>en</strong>a parte de establecimi<strong>en</strong>tos públicos, justo<br />
fr<strong>en</strong>te a la taza receptora. Detrás de la famosa cad<strong>en</strong>a. Así rezaba.<br />
“Antes de salir de este recinto, abróchese. Muchos, al no<br />
hacerlo, cometemos una falta que siempre se c<strong>en</strong>sura”.<br />
105<br />
Jesús María Cantalapiedra
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
Que cunda el ejemplo. Y, si mean, que es algo justo, nece-<br />
sario, permisible y natural, salgan de los evacuadores con dig-<br />
nidad.<br />
106
18<br />
SEMANA SANTA<br />
Y LOS CHINOS<br />
Wolf tuvo un íntimo amigo chino. Se llamaba, se llama Ho<br />
Xiao You, aunque por comodidad le bautizó como Jaime.<br />
Procedía de Shanghai. Fue el propietario del primer restaurante<br />
ori<strong>en</strong>tal de la ciudad. Después llegaron otros dos o tres millones<br />
y el bu<strong>en</strong>o de Ho se marchó a T<strong>en</strong>erife con su arroz primavera y<br />
su aceite de soja. Era un tío salao. Bu<strong>en</strong>a g<strong>en</strong>te. Muy bu<strong>en</strong>a<br />
g<strong>en</strong>te, tanto él como su incontable familia. “Soblinos” y “pli-<br />
mos”, t<strong>en</strong>dría c<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ares. Casó con Shi Hou Lang, o algo así.<br />
Wolf fue testigo de la boda.<br />
Unos meses después de su llegada, de la mano de Wolf,<br />
asistió por primera vez al paso de una procesión semanasantera.<br />
No sabía de qué se trataba aquello. Ni tampoco de lo del cielo.<br />
107<br />
Jesús María Cantalapiedra
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
Nunca había visto nevar y caían copos igual que trapos grando-<br />
nes. Viernes Santo. Jaime, ávido de conocimi<strong>en</strong>tos preguntaba y<br />
preguntaba. Wolf como podía le explicaba quién había sido<br />
Jesús, su historia y qué repres<strong>en</strong>taba para los cristianos. Mi<strong>en</strong>tras<br />
la procesión avanzaba, le informaba sobre sus distintas secu<strong>en</strong>-<br />
cias. Pero se lió metiéndose <strong>en</strong> teología y metafísica. Le habló de<br />
la Santísima Trinidad, de la Eucaristía, del pan y el vino, de la<br />
Última C<strong>en</strong>a y de todo lo que le v<strong>en</strong>ía a la cabeza, <strong>en</strong> afán de que<br />
el chino compr<strong>en</strong>diera el Divino Misterio. Jaime as<strong>en</strong>tía embo-<br />
bado y confuso. De vez <strong>en</strong> cuando hacía un com<strong>en</strong>tario.<br />
- A aquel señol del balcón le veo mucho <strong>en</strong> el “Hulacán” de<br />
B<strong>en</strong>av<strong>en</strong>te –decía mi<strong>en</strong>tras saludaba con la mano al pío espectador.<br />
- Jaime, ¡por Dios! Deja a aquel señor <strong>en</strong> paz y ati<strong>en</strong>de a lo<br />
que te digo.<br />
Y Wolf insistió <strong>en</strong> el pan y el vino, <strong>en</strong> la Santísima Trinidad<br />
y <strong>en</strong> la Última C<strong>en</strong>a (no se sabe el motivo pues la conmemora-<br />
ción había sido el jueves, pero porfiaba <strong>en</strong> el pasaje evangélico).<br />
El chino no se <strong>en</strong>teraba de nada, bi<strong>en</strong> por las malas explicacio-<br />
nes del amigo o porque su m<strong>en</strong>te no estaba preparada para tan<br />
altas instancias místicas.<br />
108
- Pues yo <strong>en</strong> el lestaulante no dal pan si no pedil quil<strong>en</strong>te<br />
–com<strong>en</strong>taba.<br />
Un poco harto ya de predicar <strong>en</strong> el desierto, Wolf descansó<br />
al ver que la procesión finalizaba. Al paso de la última Virg<strong>en</strong>,<br />
una mujeruca se arrodilló. Pocos minutos después, con gran<br />
devoción, lo hizo el chino mi<strong>en</strong>tras farfullaba algo.<br />
- Esto sel muy plecioso –creyó <strong>en</strong>t<strong>en</strong>der Wolf.<br />
La procesión había terminado y la turbamulta habitual<br />
cerraba el cortejo.<br />
- Mira Ho Xiao You, me ti<strong>en</strong>es hasta el gorro. Ahora no hay<br />
que arrodillarse. Esto no es ningún santo. Son globos que v<strong>en</strong>de<br />
un rumano. Y el carrito es el de las obleas. Vamos a matar unos<br />
judíos que estoy congelado.<br />
El chino le miró estupefacto.<br />
- No. Yo no matal judíos. No sel un climinal y además t<strong>en</strong>el<br />
que ablil el lestaulante.<br />
109<br />
Jesús María Cantalapiedra
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
110
19<br />
DE PICOS PARDOS<br />
Desde los seis años y hasta bi<strong>en</strong> <strong>en</strong>trada la juv<strong>en</strong>tud, Wolf<br />
siempre fue un <strong>en</strong>amorado del amor (ver capítulo 12, “Gisela”).<br />
No había mes o trimestre <strong>en</strong> los que su corazón no palpitara con<br />
fuerza por causa de alguna mocina. Y se <strong>en</strong>amoraba. Y se <strong>en</strong>no-<br />
viaba. Y le abandonaban. Todas. Algo fallaba. G<strong>en</strong>eralm<strong>en</strong>te, la<br />
novieta de turno iba a una boda a Albacete, por ejemplo, y a la<br />
vuelta le decía que había conocido a uno rubio (amigo de un<br />
primo de la contray<strong>en</strong>te) y que adiós con el corazón que con el<br />
alma no puedo. Lo cual, le mandaba a hacer puñetas o gárgaras,<br />
según el caso. Y Wolf se preguntaba: “Qué habré hecho yo para<br />
merecer esto”.<br />
Es de anotar que, por otra parte, de aquella, <strong>en</strong> la ciudad de<br />
Wolf ya se habían erradicado las casas de mala nota. De tal suer-<br />
111<br />
Jesús María Cantalapiedra
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
te o infortunio, <strong>en</strong>tre novias y apaños (le t<strong>en</strong>ían siempre ocupa-<br />
do) y la falta de lugares de <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tros lúbricos, jamás conoció un<br />
lupanar. La verdad es que nunca tuvo interés alguno pues le asus-<br />
taba la cosa de ir y pagar. Los ejercicios espirituales de infancia<br />
habían hecho mella <strong>en</strong> él. Lógicam<strong>en</strong>te, pues, no llegó a t<strong>en</strong>er<br />
conocimi<strong>en</strong>to social ni bíblico de: candongas, colipoterras, pupi-<br />
las, esquineras, pericas, hurgamanderas, barraganas, lagartonas,<br />
pájaras, mesalinas, lumis, p<strong>en</strong>dejas, chuministas, pilinguis, pese-<br />
teras, sabaneras u otro tipo de trabajadoras del asunto a tiempo<br />
parcial.<br />
Mi<strong>en</strong>to. Una vez sí. Fue <strong>en</strong> Madrid. T<strong>en</strong>ía un amigo muy<br />
aficionado a ponerse horizontal junto a mozcorras y pingonas.<br />
Pagando, eso sí. Cierta tarde se <strong>en</strong>contró con Manolín Salido, así<br />
se llamaba, por los alrededores de la calle del Muelle, <strong>en</strong> los ale-<br />
daños de la Gran Av<strong>en</strong>ida.<br />
- Cuánto tiempo. Esto hay que celebrarlo. Vamos a tomar<br />
una copa a Toi et moi –dijo Salido (Manolín).<br />
- Verás, es que yo no voy nunca por ahí –respondió Wolf.<br />
- V<strong>en</strong>ga hombre, no seas estrecho. Sólo una copa y nos<br />
vamos. Es por ver el ambi<strong>en</strong>te.<br />
112
Y fueron. Enseguida se acercó una piculina y saludó a<br />
Manolín con efusión. No tardaron más allá de cinco minutos <strong>en</strong><br />
negociar. Marcháronse.<br />
- Espérame. Antes de una hora estoy aquí –com<strong>en</strong>tó Salido.<br />
Wolf, esperó una hora y veinte mi<strong>en</strong>tras le daba vueltas al<br />
asunto un tanto alterado. La verdad es que la hetaira estaba bas-<br />
tante propia. Además t<strong>en</strong>ía un cierto parecido con una de sus últi-<br />
mas novias. Volvieron con caras satisfechas.<br />
- ¡Qué mujer, Wolf, qué mujer! –resopló Manolín.<br />
La hurona, rápidam<strong>en</strong>te, se ofreció a Wolf prometiéndole<br />
glorias varias y servicios múltiples. Lo p<strong>en</strong>só un minuto escaso.<br />
Había elucubrado mucho durante la espera. Y se fue con la tan-<br />
guista.<br />
El piso estaba cerca del Toi et moi. Le temblaban las pier-<br />
nas al subir la escalera. Entraron. Hacia la mitad del largo pasi-<br />
llo, <strong>en</strong> un <strong>en</strong>sanchami<strong>en</strong>to sin puertas, especie de salita, la abue-<br />
la de la manceba hacía punto de cruz y el abuelo leía el ABC.<br />
- ¡Hola chaval! –dijeron al unísono.<br />
- Pues nada, que estaba yo con Manolín, me pres<strong>en</strong>tó a Puri<br />
y me digo dije: pues me acerco hasta allí.<br />
113<br />
Jesús María Cantalapiedra
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
hombre.<br />
- Pero, ¿eres amigo de Manolín Salido? Tómate una copita,<br />
La abuela sacó una botella del Anís del Mono. Mi<strong>en</strong>tras,<br />
Puri se fue al escusado para hacer alguna ablución o vaya usted<br />
a saber qué.<br />
- Toma la copa rápido. Vuelvo <strong>en</strong>seguida que t<strong>en</strong>go prisa.<br />
Para Wolf fue una liberación mom<strong>en</strong>tánea. Los abuelos<br />
eran <strong>en</strong>cantadores. Se <strong>en</strong>zarzó <strong>en</strong> una grata conversación que él<br />
int<strong>en</strong>taba alargar lo más posible. Estaba ciertam<strong>en</strong>te asustado. A<br />
los cinco minutos apareció la cocota demandando prisas.<br />
- V<strong>en</strong>ga tú, que t<strong>en</strong>go más cli<strong>en</strong>tes esperando.<br />
- Bu<strong>en</strong>o, casi mejor vete y cuando vuelvas, pues eso –dijo<br />
Wolf escapando de la quema.<br />
Marchose algo airada.<br />
Y allí quedó de cháchara con los vejetes. Llegadas las<br />
nueve <strong>en</strong> punto, la abuela sacó un rosario.<br />
- Son las nueve. En esta casa lo rezamos todos los días. Hoy<br />
nos tocan los Misterios Gozosos. Primer Misterio, la<br />
Anunciación de María.<br />
Cuando iban por el quinto, “El Niño perdido y hallado <strong>en</strong> el<br />
114
templo”, Wolf, temiéndose la inmin<strong>en</strong>te vuelta de Puri, se excu-<br />
só como pudo y fuese. No le pilló por pelos. Al salir de la casa<br />
oyó el taconeo de la chirlata por las escaleras. Subió un piso más<br />
arriba y esperó a que <strong>en</strong>trara. Al abrir la puerta, de lejos se oían<br />
las letanías monocordes. Mater purísima, Mater castísima,<br />
Mater inmaculada…<br />
Oído el portazo, echó a correr escaleras abajo y no paró<br />
hasta la Gran Av<strong>en</strong>ida, fr<strong>en</strong>te a unos grandes almac<strong>en</strong>es situados<br />
<strong>en</strong> la Plaza del Callado. Se detuvo un bu<strong>en</strong> rato mirando el esca-<br />
parate de l<strong>en</strong>cería fina. Estuvo por volver.<br />
A los pocos días volvió a <strong>en</strong>contrarse con Manolín.<br />
- ¡Que mujer, Manolín, que mujer! –le dijo <strong>en</strong>tre agradeci-<br />
do y hombrón.<br />
115<br />
Jesús María Cantalapiedra
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
116
20<br />
COSAS Y CASOS MUNICIPALES<br />
Un primo de Wolf, ing<strong>en</strong>uo como su padre putativo, se<br />
llama Cándido, durante muchos años (y aún permanece <strong>en</strong> la sin-<br />
gular industria, es una industria), se dedicó, se dedica a la políti-<br />
ca municipal; una actividad que por lo trepidante y extremosa da<br />
mucho juego a la hora de contabilizar anécdotas. Unas hilaran-<br />
tes, otras ásperas pero, las más, <strong>en</strong> cualquier caso, merecedoras<br />
de ser contadas por algui<strong>en</strong>. Los temas políticos suel<strong>en</strong> tratarse a<br />
diario <strong>en</strong> forma trasc<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te y sólo <strong>en</strong> contadas ocasiones (sobre<br />
todo sin han pasado unos cuantos años desde los hechos) con<br />
matices afilados por el s<strong>en</strong>tido del humor del escribidor. Los<br />
humoristas gráficos, sin embargo, están muy at<strong>en</strong>tos al día a día.<br />
El humor, por subjetivo, es peligroso. ¡Cuántos disgustos le ha<br />
costado a Wolf su repajolera gracia! También, como Guillermo,<br />
117<br />
Jesús María Cantalapiedra
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
el citado <strong>en</strong> la nota del autor, es un incompr<strong>en</strong>dido. O se explica<br />
mal, que ésa es otra.<br />
Volvi<strong>en</strong>do al municipio, Cándido, el primo de Wolf, a lo<br />
largo y ancho de casi quini<strong>en</strong>tas semanas, principalm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> pri-<br />
mavera y verano, se ejercitó <strong>en</strong> la muy noble función de casar<br />
“por lo civil”. Dos o tres ceremonias cada sábado. Un amigo<br />
suyo, cura de los de antes, le amonestaba. Cariñosam<strong>en</strong>te, eso sí.<br />
- Cándido, me estás quitando mucha cli<strong>en</strong>tela –decía el<br />
párroco de San Carmelo.<br />
Fue una grata experi<strong>en</strong>cia a la que el protagonista de estas<br />
cosiquillas municipales imprimía toda la seriedad que el acto mere-<br />
ce aunque, bi<strong>en</strong> es cierto, hubo de todo. Una de las situaciones más<br />
curiosas tuvo lugar <strong>en</strong> una boda cuyos contray<strong>en</strong>tes habían alcan-<br />
zado la gloria de los och<strong>en</strong>ta años. Él, och<strong>en</strong>ta y cinco. Como era<br />
habitual, con el fin de alargar un poco la ceremonia y no limitarse<br />
a la lectura preceptiva de los artículos de la Ley, Cándido dijo unas<br />
palabras previas muy s<strong>en</strong>tidas. Que si tal, que si cual, que si la vida,<br />
que si el amor. Esas cosas. El novio, nervioso, inquieto.<br />
- Oye, ¿esto va a durar mucho? -dijo. Acaba pronto que hay<br />
que ir a tomar unos vinos.<br />
118
Cándido, respetuoso, terminó rápidam<strong>en</strong>te y se dispuso a<br />
leer los artículos 66, 67 y 68 del Código Civil. A la mitad, de<br />
nuevo, fue interrumpido por el octog<strong>en</strong>ario.<br />
insistió.<br />
- ¿Es muy largo todo este rollo? Que quiero ir de vinos -<br />
La novia y los dos testigos callaban. No había invitados. El<br />
oficiante tuvo que interv<strong>en</strong>ir con seriedad.<br />
casados.<br />
- Mire usted, si no les leo los artículos de la Ley no quedan<br />
- Escucha hijo -com<strong>en</strong>tó el contray<strong>en</strong>te- llevamos vivi<strong>en</strong>do<br />
juntos más de cincu<strong>en</strong>ta años, así que no v<strong>en</strong>gas con chorradas y<br />
acaba de una jodía vez.<br />
Deprisa y corri<strong>en</strong>do, Cándido finalizó y fuéronse a la tasca<br />
de <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>te. No vean como libaba el ya casadísimo cachondín.<br />
Pero, según una comadre, parece que no se les arregló aquella<br />
noche. El tostadillo no es bu<strong>en</strong>o para nada y m<strong>en</strong>os para ciertos<br />
trances.<br />
119<br />
Jesús María Cantalapiedra
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
Otros novios (rurales eran) de una boda celebrada unos<br />
meses después, sí debieron t<strong>en</strong>er más suerte a la hora de la ver-<br />
dad. Ambos, jóv<strong>en</strong>es y fortachones. Ella t<strong>en</strong>ía aspecto de man-<br />
zana reineta. Él, vestido con levita tornasolada, iba hecho un pri-<br />
mor. Sobre todo por la corbata de lazo vertical con brillante<br />
incluido, igual que muchos invitados al him<strong>en</strong>eo también forni-<br />
dos y con muchas ganas de juerga pícara. Es de anotar que a<br />
modo de cortinilla le habían colgado de la luneta trasera del<br />
coche nupcial unos dosci<strong>en</strong>tos profilácticos des<strong>en</strong>roscados.<br />
Cándido, ante el ambi<strong>en</strong>te lúbrico que se respiraba, temién-<br />
dose cualquier burrada fue rápido con la ceremonia. Una vez fir-<br />
madas las actas por novios y testigos, como era habitual, invitó<br />
a los novicios a que se besaran. Poco antes de que lo hicieran, se<br />
oyó un vozarrón <strong>en</strong>orme proced<strong>en</strong>te del fondo del salón.<br />
- Sí, sí, que se bes<strong>en</strong>, pero con l<strong>en</strong>gua -gritó la acémila.<br />
La abuela de la novia, algo sorda, coreó al espontáneo.<br />
- Eso, ¡Viva Cascajal de la Legua!<br />
120
De todo había. A los pocos días de la de la l<strong>en</strong>gua, Cándido<br />
ofició otra muy parecida <strong>en</strong> cuanto al paisaje humano que rebo-<br />
saba la majestuosa estancia. Levitas tornasoladas, pajaritas con<br />
brillantes, mucha minifalda y mucho barullo libidinoso. Desde<br />
un primer mom<strong>en</strong>to se temió lo peor.<br />
Hasta aquel mismo día, al final de las palabras de rigor,<br />
antes de la lectura de los artículos de la Ley, solía hacer alu-<br />
sión a la posible desc<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia de los contray<strong>en</strong>tes. Y así lo<br />
hizo.<br />
- Por último, os invito a que disfrutéis de unos cuantos hijos<br />
dotados con la fuerza que esta tierra necesita.<br />
Y saltó el animal de turno. Se oyó un vozarrón <strong>en</strong>orme pro-<br />
ced<strong>en</strong>te del fondo del salón.<br />
- ¡Ya está el pájaro <strong>en</strong> la jaula! -vociferó la mula.<br />
Cándido no se había percatado (era invierno y la novia por-<br />
taba abrigo) de que la doncella andaba por los ocho meses de<br />
gestación.<br />
121<br />
Jesús María Cantalapiedra
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
Pero no todo fueron novios, invitados y situaciones esper-<br />
pénticas. Especialm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> una de las celebraciones, Cándido,<br />
conmovido, conoció <strong>en</strong> profundidad el significado del dicho:<br />
“De este agua no beberé”. Todavía hoy guarda un recuerdo emo-<br />
cionado. Aunque no t<strong>en</strong>ga nada que ver con la anécdota, el novio<br />
y, poco más o m<strong>en</strong>os, la mitad de los invitados eran africanos.<br />
Todos vestían túnicas étnicas coloristas que aportaban un<br />
ambi<strong>en</strong>te especial al templo civil.<br />
Nada más salir al estrado percibió que uno de los testigos -<br />
la madre de la novia- le saludaba de lejos con afecto.<br />
Efectivam<strong>en</strong>te, era una vieja amiga de juv<strong>en</strong>tud. La ceremonia se<br />
desarrolló con normalidad. Una vez finalizada, como siempre<br />
hacía, se acercó a los recién casados para felicitarles. Su vieja<br />
amiga le saludó con unas palabras que no olvidará jamás.<br />
- Lo que es la vida Cándido -dijo- ¿Te acuerdas que<br />
Alberto, que <strong>en</strong> paz esté, te pidió que me recogieras <strong>en</strong> el hospi-<br />
tal cuando di a luz a la pequeña ya que él estaba de viaje? Pues<br />
aquí ti<strong>en</strong>es a la niña. Es la novia.<br />
Habían pasado veinticinco años y de aquella Cándido no<br />
iba ni para cura, ni para juez o capitán de barco. Si <strong>en</strong>tonces<br />
122
algún adivino le hubiera dicho que transcurrido el tiempo casa-<br />
ría a la criatura, se hubiera sonreído con incredulidad. Nunca se<br />
debe decir: “De este agua no beberé”.<br />
El anecdotario político da mucho juego, pero ya está bi<strong>en</strong> de<br />
bodas. Otras singulares quisicosas municipales también son dignas<br />
de m<strong>en</strong>ción. En el apartado de procesiones religiosas, por ejemplo,<br />
hay de todo. Principalm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> las de Semana Santa de la ciudad<br />
de Cándido, donde los ediles que presid<strong>en</strong> el cortejo fúnebre por-<br />
tan la medalla corporativa y la bandera de España a modo de ban-<br />
das cruzadas <strong>en</strong> el tórax, rematadas <strong>en</strong> el extremo inferior con una<br />
gran borla y flecos dorados. Detrás, guardia de honor y banda de<br />
música. Lo cual, con mucha parafernalia y oropel.<br />
En cierta ocasión, dos compañeras de Cándido cerraban<br />
una procesión de mujeres a la que las dos ediles habían acudido<br />
<strong>en</strong> solitario. Los colegas estarían tomando la típica limonada o<br />
bacalao semanasantero. Llegaron a una calle estrecha. En las<br />
callejuelas se oy<strong>en</strong> las conversaciones de los espectadores como<br />
123<br />
Jesús María Cantalapiedra
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
<strong>en</strong> la barra del bar. Un grupo de mujerucas apretadas, señalaban<br />
tímidam<strong>en</strong>te con el dedo a las concejalas y murmuraban <strong>en</strong>tre sí.<br />
<strong>en</strong>lutada.<br />
- Fíjate que elegantes van, ¿quiénes son? -dijo una bastante<br />
- No sé, pero parec<strong>en</strong> importantes -com<strong>en</strong>tó otra, viuda ella.<br />
- Serán de la cofradía de las Santas Animas -av<strong>en</strong>turó la<br />
más simple.<br />
- Estás bobica -s<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ció la que parecía comandar el grupo-<br />
A esas las veo yo <strong>en</strong> la tele. Son de la Casa Real.<br />
- Y a nosotras qué nos importa -alegó la tonta-, vamos a<br />
Hojaldres Alfonso que me estoy orinando.<br />
Así son las cosas y, a otro asunto. Cándido, previo recado<br />
municipal, <strong>en</strong> tiempos fue concejal de Excursionismos,<br />
Bullangas y Rascataplasplás. Se volcó todo cuanto le dejaron<br />
con la difusión de la primera actividad. Las algaradas y alboro-<br />
tos festeros, más bi<strong>en</strong> le incoaban fornicio pero por aquello de la<br />
disciplina aguantó como un tío durante ocho años <strong>en</strong>tregado cual<br />
124
niño bu<strong>en</strong>o, obedi<strong>en</strong>te y riguroso. Cándido es bastante memo y<br />
repugnantín. Y, así, hasta que por esas cosas de la política luga-<br />
reña, le dieron una patada <strong>en</strong> los medios traseros y mandáronle a<br />
la divina oposición, lugar del purgatorio o limbo de los justos (o<br />
injustos), <strong>en</strong> el que lo único que podía hacer era preparar la fór-<br />
mula de tocarles los cataplines a los mandadores cuando proce-<br />
diera o procediese. O se lo exigiere el guión.<br />
En el capítulo de Bullangas había de todo. Y sólo me ha<br />
contado lo más curioso; cosas, casos y, sobre todo, manías y<br />
caprichos de cantadores, cantadoras y chiflagaitas, más o m<strong>en</strong>os<br />
famosos o con int<strong>en</strong>ción de serlo. Por ejemplo, el de dos canta-<br />
doras muy rechulas, macizas y populares ellas, qui<strong>en</strong>es <strong>en</strong> el<br />
contrato exigían poner a su disposición una limusina blanca o<br />
lila, para desplazarse desde el hotel a la plaza de San Carmelo<br />
(unos ci<strong>en</strong> metros), lugar de la actuación. Naturalm<strong>en</strong>te, fueron<br />
andando. No, <strong>en</strong> taxi, mi<strong>en</strong>tras despotricaban contra la organiza-<br />
ción. “En Miami no pasan estas cosas”.<br />
125<br />
Jesús María Cantalapiedra
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
Otra situación, temerosa ésta, ocurrió a la llegada de una<br />
folclórica acompañada de sus rumberos poco antes de com<strong>en</strong>zar<br />
el concierto. Los de la mandolina aparecieron con un colocón de<br />
padre y muy señor mío, producido por ciertos polvillos blancos<br />
muy al uso. Hubo que retrasar el espectáculo mi<strong>en</strong>tras un sanita-<br />
rio trataba de bajarles del cielo que se habían prometido y con-<br />
seguido. Volaban <strong>en</strong>tre las estrellas los tocadores. Cuando se les<br />
pasó el subidón, <strong>en</strong>tre toque y toque, se arrearon tres o cuatro<br />
botellas de wisqui, previam<strong>en</strong>te solicitadas como catering <strong>en</strong> el<br />
contrato. Y no vean cómo tocaban la mandolina al tiempo que la<br />
cantadora se desgañitaba. Fueron muy aplaudidos.<br />
Pero no todos los actuantes eran de esa condición. Una can-<br />
tadora que, por cierto, era de Viana del Bollo, población famosa<br />
por sus tortillas, fue de lo más comedida. Sólo exigió una caja<br />
familiar de tiritas (¡), tres cepillos de la ropa (pequeño, mediano<br />
y grande), un bollo preñao y dos botellas de Anís del Mono. Muy<br />
maja la de Viana del Idem.<br />
126
Los antojos de la farándula son variados y pintorescos. Una<br />
show wom<strong>en</strong> muy conocida y querida (es o era un <strong>en</strong>canto), el<br />
mismo día de la actuación le pidió a Cándido un cartelón con su<br />
foto, con la de ella, para colocarlo <strong>en</strong> la habitación del hotel. El<br />
primo de Wolf, asombrado, le preguntó para qué se quería ver <strong>en</strong><br />
un cartel publicitario si t<strong>en</strong>ía varios espejos <strong>en</strong> la suite. No hubo<br />
forma.<br />
- Si no t<strong>en</strong>go un afiche mío clavado con chinchetas <strong>en</strong> la<br />
habitación, no hay espectáculo -dijo.<br />
Algui<strong>en</strong> tuvo que desplazarse a Valladolid para buscarlo, pues<br />
los que habían proporcionado desde su ag<strong>en</strong>cia estaban todos colo-<br />
cados <strong>en</strong> lugares estratégicos de la ciudad. Cosas de divas.<br />
En g<strong>en</strong>eral, cantadores, cantadoras y chiflagaitas, según<br />
Cándido, cuanto más mediocres, más necios, esperpénticos y<br />
127<br />
Jesús María Cantalapiedra
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
exig<strong>en</strong>tes <strong>en</strong> sus peticiones. Los grandes artistas, los que perma-<br />
nec<strong>en</strong> <strong>en</strong> el tiempo, normalm<strong>en</strong>te son humildes, cercanos y afa-<br />
bles. Pudieran pedir una botella de Viña Tondonia y punto.<br />
Bu<strong>en</strong>o, dos.<br />
Las bullangas, insisto, tal como dice Cándido, cu<strong>en</strong>tan tam-<br />
bién con mucho terr<strong>en</strong>o anecdótico propiedad de los espectado-<br />
res. Por ejemplo, el episodio que se narra. Si fuera un artículo de<br />
opinión debiera titularse “La vida es cruel” o “Lo que va desde<br />
la ignorancia hasta la mala leche”. Me explico.<br />
Unos meses antes de pasar a la divina oposición, Cándido,<br />
como cada año, preparó las bullangas patronales a celebrarse <strong>en</strong><br />
el solsticio de verano. Allá por San Juan. Posiblem<strong>en</strong>te la activi-<br />
dad festera más popular y esperada, era la tirada de fuegos arti-<br />
ficiales. El año de gracia al que me refiero fue g<strong>en</strong>eroso con el<br />
artificio y naturalm<strong>en</strong>te resultaron muy aplaudidos a pesar de<br />
que arrancar palmadas de aprobación <strong>en</strong> su ciudad, es más difí-<br />
cil que conseguir la cuadratura del círculo.<br />
Pero, hete aquí, unos días antes del chupinazo, Candidín,<br />
como decía, cambio de sillón <strong>en</strong> el Salón de Pl<strong>en</strong>os y le situaron<br />
<strong>en</strong> la zona divina. No obstante, la noche de los fuegos, como era<br />
128
él qui<strong>en</strong> los había contratado, se acercó a pres<strong>en</strong>ciarlos con cier-<br />
ta emoción, p<strong>en</strong>a, nostalgia o vaya usted a saber qué ánimo.<br />
Efectivam<strong>en</strong>te, fueron espectaculares y propiciaron un ¡Aaaah!<br />
g<strong>en</strong>eralizado <strong>en</strong>tre la concurr<strong>en</strong>cia. A su lado, una pareja de<br />
mediana edad aplaudía a rabiar. Una vez finalizada la cremá le<br />
reconocieron y, exultantes de ardor político-ciudadano, se diri-<br />
gieron a él con muy mal café.<br />
¡Concejal, <strong>en</strong>térate!, éstos son fuegos y no los que tú orga-<br />
nizabas, mamón.<br />
Cándido no respondió a la agresión. Se fue al bar más cer-<br />
cano, tomó rápidam<strong>en</strong>te tres o cuatro vinos de Prieto Picudo<br />
mi<strong>en</strong>tras p<strong>en</strong>saba <strong>en</strong> la levedad del ser. Pasado el trance, quizá<br />
debido al vino, marchó para su casa cantando aquella de “A<br />
Amadeo le he visto el ojete, vaya una boquilla para un clarinete,<br />
rascataplasplás”.<br />
El nunca bi<strong>en</strong> ponderado primo de Wolf también ti<strong>en</strong>e <strong>en</strong> su<br />
debe o haber, anécdotas y casos relacionados con lo municipal-<br />
129<br />
Jesús María Cantalapiedra
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
deportivo. Y, es posible que le cueste algún disgusto sacar a la<br />
luz el episodio que voy a narrar, pero me veo <strong>en</strong> la obligación de<br />
hacerlo. Caiga qui<strong>en</strong> caiga. Para eso disfrutamos de libertad de<br />
pr<strong>en</strong>sa, incluso <strong>en</strong> temas referidos a la familia.<br />
Antes, sin embargo, hay que contar los vínculos de Cándido<br />
con el deporte. Escasos. Nunca actuó como espectador, ni siquiera<br />
<strong>en</strong> las retransmisiones televisivas. Aún ti<strong>en</strong>e la idea de que el<br />
deporte hay que practicarlo, no verlo tumbadón <strong>en</strong> un sofá. Así que<br />
desde la adolesc<strong>en</strong>cia y hasta los cincu<strong>en</strong>ta años, se dedicó a ejer-<br />
citar los que <strong>en</strong>tonces eran deportes pijos: esquí y t<strong>en</strong>is.<br />
Principalm<strong>en</strong>te esquí, el más pijo de todos ellos, o al m<strong>en</strong>os así se<br />
tildaba a sus practicantes. Antes de que se proletarizara o populari-<br />
zase, había que ir <strong>en</strong> tr<strong>en</strong> hasta Busdongo y después “a pata” hasta<br />
La Cerra, primer telesquí instalado <strong>en</strong> el Puerto de Pajares. Quiere<br />
decirse que aquellos locos y sus locas maderonas, deberían atrave-<br />
sar el c<strong>en</strong>tro de la ciudad cargados de artilugios extraños y vestidos<br />
con pantalones y anoraks de telilla agabardinada recompuestos por<br />
sastras. Al paso, el personal, con sonoros gritos de ¡pijos!, les incre-<br />
paba con inquina. Hoy los hijos de aquellos agresores, m<strong>en</strong>estrales<br />
o no, ya han conocido la mayor parte de estaciones invernales euro-<br />
130
peas y patrias. Y nadie les llama pijos aunque vayan vestidos con<br />
trajes deportivos de colores fosforitos similares a los de los figu-<br />
rantes del Circo Americano.<br />
De esta suerte o infortunio, Cándido, por causa de su afi-<br />
ción a resbalar, nunca tuvo oportunidad de conocer el fútbol. Tal<br />
es así que, aún hoy, sigue sin saber de qué se trata. No <strong>en</strong>ti<strong>en</strong>de<br />
cómo veintitantos seres bastante mayorzones vayan corri<strong>en</strong>do<br />
como desaforados detrás de una pelota grande. Bi<strong>en</strong> es cierto<br />
que, según el profesor Lafóromeszai de la Universidad de<br />
Calcuta, “Los españoles pert<strong>en</strong>ec<strong>en</strong> a un pueblo que siempre<br />
profesó un culto supersticioso a lo esférico. Redondos son el<br />
mundo, las bolas, las pelotas, los bu<strong>en</strong>os negocios, las m<strong>en</strong>tiras,<br />
los globos, los cataplines, las naranjas, las aceitunas y los gor-<br />
dos. Todo ello propició la inv<strong>en</strong>ción del juego del balompié, que<br />
tanta gloria ha perpetrado a la patria hispana. Dicho juego se<br />
debe a la poliarquidia (<strong>en</strong>fermedad consist<strong>en</strong>te la exist<strong>en</strong>cia de<br />
más de dos glándulas secretoras de sem<strong>en</strong>), y no a los británicos,<br />
como supone el vulgo. En España se juega al fútbol porque<br />
sobran pelotas y <strong>en</strong> algo dec<strong>en</strong>te hay que utilizarlas”. Es trem<strong>en</strong>-<br />
do el viejo profesor Lafóromeszai.<br />
131<br />
Jesús María Cantalapiedra
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
Y llegó el día de la inauguración de un nuevo campo de fút-<br />
bol <strong>en</strong> su pueblo. El alcalde, dudando del interés del Cándido por<br />
las bolas, le dio una ord<strong>en</strong>.<br />
- Tú, hoy, al campo de fútbol -dijo conminatorio.<br />
- Verás -dijo Cándido- es que yo, esto de las pelotas…<br />
- Tú, hoy, a la inauguración –respondió tajante.<br />
Y claro, fue. El partido, según se com<strong>en</strong>tó, era muy impor-<br />
tante para la vida humana. Bostezando, aguantó como pudo el<br />
primer tiempo. Rezaba para que aquella cosa finalizara cuanto<br />
antes. Y así fue pasados cuar<strong>en</strong>ta y cinco minutos. ¡El descan-<br />
so! Los asist<strong>en</strong>tes Vips, <strong>en</strong>tre los que se <strong>en</strong>contraba, se dirigie-<br />
ron a un bar igualm<strong>en</strong>te Vip del mismo recinto para tomar un<br />
t<strong>en</strong>tempié. Algunos, bastantes, tomaron cinco. Por fin, com<strong>en</strong>-<br />
zó el movimi<strong>en</strong>to migratorio hacia las tribunas. Cándido se fue<br />
rezagando, reculando, mi<strong>en</strong>tras se afanaba <strong>en</strong> los cordones<br />
<strong>en</strong>redados de un zapato, hasta que quedó solo con los camare-<br />
ros. Salió del recinto por la puerta lateral, hacia una especie de<br />
nave industrial ll<strong>en</strong>a de tablones, cascotes y hormigoneras. Las<br />
obras interiores no habían acabado. ¿Y los portones de salida a<br />
la calle? Cerrados con grandes candados y cad<strong>en</strong>as. Volvió<br />
132
hacia el bar. Imposible abrir la puerta. Los camareros también<br />
se habían ido al pelotón.<br />
Desamparado, nervioso y maldici<strong>en</strong>te ya, int<strong>en</strong>tó escapar<br />
por un v<strong>en</strong>tanuco. Se subió a una escalera tambaleante y man-<br />
chada de cal, miró, pero se veían g<strong>en</strong>tes <strong>en</strong> el exterior. “Lo que<br />
me faltaba si me junan”. Desistió. Media hora después de que los<br />
de las bolas acabas<strong>en</strong> el <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro, el partido de balompié, aún<br />
permanecía <strong>en</strong>cerrado <strong>en</strong>tre escombros, picos y palas. No se sabe<br />
cómo consiguió salir.<br />
mosca.<br />
Al día sigui<strong>en</strong>te, el alcalde se dirigió a Cándido pelín<br />
- Pero, ¿dónde te metiste? No te vi cuando el gol.<br />
- Es que me quedé abajo con un primo de Carrizal. Por<br />
cierto, ¡vaya golazo! A mi primo por poco le da algo. Gritaba y<br />
saltaba más que una señora muy aseñorada que t<strong>en</strong>ía al lado.<br />
Mi primo es muy <strong>en</strong>t<strong>en</strong>dido y se puso cianótico mi<strong>en</strong>tras<br />
com<strong>en</strong>taba: “Pressing, lo que hace falta es pressing por la<br />
banda derecha”. ¡M<strong>en</strong>os mal que van apr<strong>en</strong>di<strong>en</strong>do! A ver si de<br />
esta se nos arregla. Es lo que yo he dicho siempre. Pressing,<br />
mucho pressing- dijo Cándido al alcalde.<br />
133<br />
Jesús María Cantalapiedra
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
Los viajes de Cándido como concejal de Excursionismos,<br />
aun promovi<strong>en</strong>do la <strong>en</strong>vidia sorda de algún que otro ignorante<br />
con veleidades, no siempre eran como imaginaban los perretes.<br />
Ni mucho m<strong>en</strong>os, a pesar del destino de aquéllos como eran<br />
Lisboa, Oporto, Londres, París, Bruselas, Colonia, Berlín, Roma<br />
o Moscú. Por lo del ahorro presupuestario, tanto él como sus<br />
compañeros de la comunidad, utilizaban compañías aéreas <strong>en</strong> las<br />
que sólo faltaba t<strong>en</strong>er que dar pedales para ayudar al oportuno<br />
despegue del avión. Por ejemplo, “La Rizosa Air” o calidades<br />
similares. En relación con los hoteles, ídem de li<strong>en</strong>zo, principal-<br />
m<strong>en</strong>te <strong>en</strong> París, Londres, Moscú y otras ciudades donde el aloja-<br />
mi<strong>en</strong>to digno, sólo digno, cuesta uno y parte del otro.<br />
El más disparatado y repugnante de los viajes fue uno de<br />
los efectuados a Londres <strong>en</strong> “La Rizosa Air”. El aparato era un<br />
cacharro oxidado con alas que debería hacer escala <strong>en</strong> Bruselas<br />
antes de aterrizar <strong>en</strong> la capital de los hijos de la Gran Bretaña.<br />
Dada la poca <strong>en</strong>tidad de la compañía, naturalm<strong>en</strong>te, el vuelo se<br />
retrasó siete horas. Digo siete horas. “Retraso, retraso, retraso”,<br />
anunciaba el panel electrónico cada treinta minutos. Los deses-<br />
134
perados responsables de Excursionismos Regionales, esperaron<br />
<strong>en</strong> Carajas desde las 11 horas (a.m.) hasta las 19 horas (p.m.).<br />
Llegados a Bruselas, cogieron por los pelos el último avión a<br />
Londres. Llegaron a Heathrow cerca de las doce de la noche.<br />
Hicieron cola ante a la cinta transportadoras de maletas. No sa-<br />
lían. Nervios. Media hora más. Allá, hacia la una de la madruga-<br />
da, algui<strong>en</strong> les informó. Las maletas se habían distraído a<br />
Cop<strong>en</strong>hague. ¡Horror! Al día sigui<strong>en</strong>te t<strong>en</strong>ían la primera reunión<br />
con profesionales británicos de excursionismos varios. Previa<br />
reclamación escrita, uno a uno (eran veinte), se fueron al hotel a<br />
horas impres<strong>en</strong>tables.<br />
El llamado hotel parecía la segunda vivi<strong>en</strong>da de Jack el<br />
Destripador. Pasillos angostos, patios lúgubres por los que había<br />
que cruzar <strong>en</strong>tre basuras maloli<strong>en</strong>tes y una diminuta recepción<br />
regida por mor<strong>en</strong>o zumbón <strong>en</strong> solitario, fueron el primer golpe<br />
de vista. Todo ello sin probar bocado. Cándido y dos compañe-<br />
ros más salieron a la calle <strong>en</strong> busca de alguna guarnición. Sólo<br />
<strong>en</strong>contraron abierto un precario local de indio vestido con sayón<br />
de rayas verdes. A esas horas sólo quedábale al mercachifle agua<br />
mineral y cepillos de di<strong>en</strong>tes.<br />
135<br />
Jesús María Cantalapiedra
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
- Pónganos tres botellas de agua (para c<strong>en</strong>ar) y tres cepillos<br />
-pidieron.<br />
El drama fue <strong>en</strong>contrar la habitación. A cándido le habían<br />
asignado la 219. Subió al segundo piso. Pero el Imperio<br />
Británico acababa <strong>en</strong> la 218. Bajó a hablar con el mor<strong>en</strong>o. El<br />
mor<strong>en</strong>o, sin levantar la vista, p<strong>en</strong>sando <strong>en</strong> el tam-tam, decía que<br />
la habitación estaba allí. Vuelta a subir. No estaba. Vuelta al<br />
mor<strong>en</strong>o. Ni caso. Finalm<strong>en</strong>te se buscó la vida como pudo hasta<br />
que, después de atravesar un patio ll<strong>en</strong>o de agazapados asesinos<br />
(o así lo creyó), <strong>en</strong>contró la 219. Cama de 0,80 c<strong>en</strong>tímetros y un<br />
lavabo con costra victoriana. Cucarachas tres, pero grandes.<br />
Antes, <strong>en</strong>tre pasillo y pasillo, de vez <strong>en</strong> cuando, se <strong>en</strong>contraba<br />
con el Director G<strong>en</strong>eral de Excursionismos inmerso <strong>en</strong> el mismo<br />
afán. Por fin <strong>en</strong>contró su habitación. Hubo que empujarle para<br />
que p<strong>en</strong>etrara <strong>en</strong> la celda. Era muy orondo y a la primera no<br />
cabía por la puerta. Digo que hubo que empujarle y va a misa.<br />
Al día sigui<strong>en</strong>te, <strong>en</strong> realidad el mismo día pues el trajín<br />
finalizó cerca de las tres de la mañana, después de hacer una<br />
pedorreta al mor<strong>en</strong>o del tam-tam, aparecieron las maletas tarde,<br />
mal y nunca. El grupo no olía precisam<strong>en</strong>te a retama y romero,<br />
136
según pudieron apreciar los señores ingleses objeto de la reu-<br />
nión. No hacían más que olfatear sin disimulo. Alguno puso cara<br />
de asco y se marchó.<br />
De vuelta <strong>en</strong> casa, una vez efectuado el peregrinaje vía<br />
Bruselas y algún que otro traspiés itinerante, uno de los <strong>en</strong>vidio-<br />
sillos hizo el oportuno com<strong>en</strong>tario.<br />
- ¡Jo tío, vaya morro! Creo que fuiste a Londres otra vez.<br />
Cándido contó hasta diez y no dijo nada. Se dio la vuelta no<br />
sin antes hacerle una pedorreta como al mor<strong>en</strong>o. Bu<strong>en</strong>o, algo<br />
dijo de su madre pero se me ha olvidado.<br />
Un ex compañero de Cándido, Eduardo Luis de Monte<br />
Alto y Meléndez R<strong>en</strong>dueles, era un tío salao. Salao pero des-<br />
pistadísimo. Despistadísimo y, consecu<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te, impuntual.<br />
Llegó tarde, incluso, a su propia boda. No había qui<strong>en</strong> pudie-<br />
ra con él.<br />
- Eduardo Luis, recuerda que mañana el acto es a las ocho<br />
<strong>en</strong> punto de la tarde. No te retrases que luego quedamos todos<br />
mal -le conminaban.<br />
137<br />
Jesús María Cantalapiedra
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
Que si quieres arroz. Tan fresco, llegaba a las nueve m<strong>en</strong>os<br />
veinte con cara angelical y, eso sí, hecho un pincel. Gloria daba<br />
verle. Eduardo Luis de Monte Alto y Meléndez R<strong>en</strong>dueles cui-<br />
daba mucho su imag<strong>en</strong> vestim<strong>en</strong>tal y, además, gustábale que ala-<br />
baran su porte, casi <strong>en</strong> la misma medida que el reconocimi<strong>en</strong>to y<br />
el aplauso. Eduardo Luis, según Wolf, vivía para el aplauso. Con<br />
razón. Hacía bi<strong>en</strong> las cosas. ¿A quién no le gusta el halago o la<br />
palmada cuando cumples a la perfección tus obligaciones aun-<br />
que seas despistado?<br />
A lo que voy. En cierta ocasión se celebraba un acto de<br />
alto nivel <strong>en</strong> el Teatro Emperatriz. Una confer<strong>en</strong>cia importan-<br />
te. El protagonista, conocido <strong>en</strong> todo el país por su fácil verbo,<br />
<strong>en</strong>tre literario y metafísico, impartió un parlam<strong>en</strong>to delicioso.<br />
Tanto fue así que <strong>en</strong> varias ocasiones fue interrumpido con<br />
espontáneos aplausos surgidos desde la emoción que consiguió<br />
transmitir a las asist<strong>en</strong>cias. El patio de butacas estaba abarrota-<br />
do de público.<br />
Eduardo Luis, como era habitual llegó tarde. Se retrasó <strong>en</strong><br />
el sastre (vestía a medida) y, mi<strong>en</strong>tras se afeitó y acicaló, le die-<br />
ron las ocho y cuarto. La confer<strong>en</strong>cia había com<strong>en</strong>zado a las<br />
138
ocho. Hizo <strong>en</strong>trada <strong>en</strong> el Emperatriz a las nueve m<strong>en</strong>os diez,<br />
coincidi<strong>en</strong>do con un aplauso g<strong>en</strong>eralizado al pon<strong>en</strong>te. Atravesó<br />
todo el pasillo c<strong>en</strong>tral hasta la primera fila, donde t<strong>en</strong>ía un sitio<br />
reservado. Naturalm<strong>en</strong>te, p<strong>en</strong>só que los aplausos eran para él.<br />
Mi<strong>en</strong>tras se acercaba a su butaca, cual torero <strong>en</strong> tarde de triunfo,<br />
levantó el brazo derecho y, saludando a pares e impares, decía <strong>en</strong><br />
voz alta con cabeceos de agradecimi<strong>en</strong>to: “Muchas gracias,<br />
muchas gracias, muchas gracias…”<br />
Antes de pasar a la divina oposición, Cándido, se apuntaba a<br />
un bombardeo. Que había que hacer de negro para algui<strong>en</strong>, allí<br />
estaba Cándido. Que le invitaban a dar un pregón <strong>en</strong> Vélez Málaga,<br />
allí estaba Cándido. Que un compañero o compañera estaba de<br />
viaje y t<strong>en</strong>ía concertada una reunión, allí estaba Cándido para sus-<br />
tituir. Y una de esas sustituciones le costó un gran discurso.<br />
Una compañera debería recibir al colectivo “Mujeres Asocia-<br />
das Rubias para la Integración Coyuntural de la Organización<br />
Nacional C<strong>en</strong>tralista”, (M.A.R.I.C.O.N.C.H.I.). Mas, hete aquí, a la<br />
139<br />
Jesús María Cantalapiedra
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
colega le convocó de improviso el Director G<strong>en</strong>eral de Asuntos<br />
Varios y tuvo que marchar a Valladolid. A toda velocidad le expli-<br />
có a Cándido las reivindicaciones de la agrupación. Tomó cuatro<br />
notas y esperó el mom<strong>en</strong>to del <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro con las Mariconchis.<br />
Llegaron. Eran cinco señoras muy repuestas a las que reci-<br />
bió efusivam<strong>en</strong>te. Una vez acomodadas <strong>en</strong> el salón adecuado, la<br />
que dirigía el grupo fue al grano con rapidez. Durante media<br />
hora, poco más o m<strong>en</strong>os, se explayó <strong>en</strong> las justas demandas de la<br />
asociación, que ya contaba con cerca de quini<strong>en</strong>tas adheridas.<br />
Cándido, muy at<strong>en</strong>to, as<strong>en</strong>tía con la cabeza al parlam<strong>en</strong>to de la<br />
directiva rubia. De vez <strong>en</strong> cuando decía: “efectivam<strong>en</strong>te”, “claro<br />
está” y cosas por el estilo.<br />
Una vez finalizada la interv<strong>en</strong>ción de doña Evangelina (así<br />
se llamaba), intervino Cándido con gran aplomo.<br />
- Yo no hablo a tontas y a locas, así que t<strong>en</strong>gan la seguridad<br />
de que estudiaré conci<strong>en</strong>zudam<strong>en</strong>te sus peticiones y serán pues-<br />
tas <strong>en</strong> conocimi<strong>en</strong>to del correspondi<strong>en</strong>te comité.<br />
La verdad es que no captaron correctam<strong>en</strong>te su expresión<br />
o alguna lista había leído a Cervantes, qui<strong>en</strong> llamaba tontas y<br />
locas a las doncellas que se <strong>en</strong>tret<strong>en</strong>ían <strong>en</strong> vanas locuras.<br />
140
Después de insultarle, salieron <strong>en</strong>demoniadas preguntando por<br />
el despacho del alcalde y la dirección del Subdelegado del<br />
Gobierno.<br />
Al m<strong>en</strong>os, así se lo contó Cándido a su primo Wolf.<br />
Hace unos años, cuando “los viol<strong>en</strong>tos” del Norte (ahora se<br />
utilizan mucho los eufemismos) arreciaban con más virul<strong>en</strong>cia,<br />
durante algunos meses Cándido estuvo muy preocupado. Si no<br />
era miedo lo que s<strong>en</strong>tía, se le parecía mucho. Los concejales eran<br />
el punto de mira de aquellos salvajes y la cosa no estaba para<br />
muchas bromas. Así, durante los mom<strong>en</strong>tos álgidos, el primo de<br />
Wolf cumplía estrictam<strong>en</strong>te con las recom<strong>en</strong>daciones, consejos y<br />
normativa <strong>en</strong> materia de seguridad pasiva.<br />
Un mal día, finalm<strong>en</strong>te bu<strong>en</strong>o, se dirigía a la Diputación<br />
para asistir a una reunión de trabajo. A unos ci<strong>en</strong> metros del<br />
Ayuntami<strong>en</strong>to, sigui<strong>en</strong>do las instrucciones, paró fr<strong>en</strong>te a un esca-<br />
parate y, con disimulo, miró hacia atrás. Relativam<strong>en</strong>te cerca de<br />
él, dos hombres jóv<strong>en</strong>es con aspecto sospechoso también para-<br />
ron al lado de una ti<strong>en</strong>da. Parecían que hablaban algo. Cándido<br />
141<br />
Jesús María Cantalapiedra
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
com<strong>en</strong>zó a inquietarse. Siguió el paso y poco más allá volvió a<br />
repetir la operación mirando una exposición de l<strong>en</strong>cería fina. Por<br />
el rabillo del ojo izquierdo observó como los seguidores volvían<br />
a det<strong>en</strong>erse. Ya a ritmo de marcha atlética prosiguió el camino.<br />
Entró <strong>en</strong> un estanco cercano a la institución provincial. Volvió a<br />
mirar de reojo y los persist<strong>en</strong>tes paseantes, de nuevo, se detuvie-<br />
ron. Ya no pudo más. Como si fuera una competición, se olvidó<br />
de la dignidad y echó a correr como alma que lleva el diablo<br />
hasta los portones del Palacio de los Alfonsos. Una vez <strong>en</strong> el<br />
interior del edificio, nervioso, cogió el móvil y llamó a la g<strong>en</strong>-<br />
darmería.<br />
- Soy Cándido. ¡Que me vi<strong>en</strong><strong>en</strong> sigui<strong>en</strong>do dos elem<strong>en</strong>tos<br />
desde el Ayuntami<strong>en</strong>to! -dijo con voz <strong>en</strong>trecortada.<br />
- ¡Ah!, no se preocupe, son de los nuestros.<br />
- Pues avis<strong>en</strong>, ¡cojona!, que no esta uno para estos trotes -<br />
respondió bastante cabreado.<br />
A pesar de su afición por la montaña, Cándido t<strong>en</strong>ía, ti<strong>en</strong>e<br />
y sufre vértigo. La primera vez que se dio cu<strong>en</strong>ta del síndrome<br />
fue <strong>en</strong> el inacabable templo de la Sagrada Familia de Barcelona.<br />
142
Para subir lo hizo <strong>en</strong> el asc<strong>en</strong>sor. Una vez visto el panorama<br />
desde el pu<strong>en</strong>te que une dos de sus torres, se dispuso a bajar. Por<br />
desconocidas razones se le ocurrió hacerlo por las escaleras de<br />
caracol de una de aquellas. Y llegó el torm<strong>en</strong>to. La pared de pie-<br />
dra, pura filigrana, ofrecía grandes espacios abiertos con vistas<br />
al suelo catalán situado mucho más abajo. Muchísimo más. Tuvo<br />
que desc<strong>en</strong>der hacia atrás, a gatas, para no ver la maravillosa tie-<br />
rra hermana, propiedad <strong>en</strong>tonces del señor Tarradellas, don<br />
Josep. Tardó casi una hora <strong>en</strong> llegar de nuevo a Barcelona. Le<br />
temblaban las piernas cual vara verde. Fue el primer aviso.<br />
El segundo y casi definitivo le fue dado <strong>en</strong> la Garganta del<br />
Cares. En compañía de unos amigos, <strong>en</strong> Caín (vaya nombre le<br />
pusieron), inició el camino que debería llevarle hasta Poncebos<br />
<strong>en</strong> Asturias. No pasó del segundo pu<strong>en</strong>te. A su derecha, la corta-<br />
da desc<strong>en</strong>día hasta los infiernos. Y le volvió el conjunto de sín-<br />
tomas. Optó por, también a gatas, perdi<strong>en</strong>do su hombría de bi<strong>en</strong>,<br />
recular. Los compañeros continuaron la marcha riéndose de él.<br />
Alguno le llamó marica. Otros, más bordes, maricón.<br />
Muchos años más tarde, ya <strong>en</strong> la política municipal, nueva-<br />
m<strong>en</strong>te hubo de <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tarse al problema. Un colega suyo, a la<br />
143<br />
Jesús María Cantalapiedra
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
sazón concejal de Juv<strong>en</strong>tud, había organizado diversas activida-<br />
des juv<strong>en</strong>iles para las fiestas patronales. Una de ellas consistía <strong>en</strong><br />
tirarse colgado del mosquetón de una tirolina desde el balcón del<br />
Ayuntami<strong>en</strong>to. Amarrado el artilugio, los montadores invitaron<br />
al alcalde a echarse por la v<strong>en</strong>tana. No dijo ni sí ni no, si no todo<br />
lo contrario. Es decir, no se tiró. Cándido com<strong>en</strong>zó a inquietar-<br />
se. A continuación, el invitado fue el jov<strong>en</strong> concejal de Juv<strong>en</strong>tud,<br />
como su propio nombre indica. Éste no se anduvo con incerti-<br />
dumbres. Dijo que nones. Cándido sudaba ya. Para desc<strong>en</strong>der<br />
por la polea había que subir a la barandilla del balcón antes de<br />
lanzarse al vacío. Tiritaba a pesar de la b<strong>en</strong>igna temperatura<br />
ambi<strong>en</strong>te. Era verano. Ya no había más ediles <strong>en</strong> el lugar. Los<br />
que hubo escaparon raudos oliéndose la tostada. Abajo, <strong>en</strong> la<br />
calle, miraba el responsable de Haci<strong>en</strong>da y algún concejal opo-<br />
sitor con cara de mucha guasa. Un mar de dudas at<strong>en</strong>azaba al<br />
primo de Wolf. Finalm<strong>en</strong>te se decidió para quedar bi<strong>en</strong> delante<br />
del alcalde y, sobre todo, para fastidiar al jov<strong>en</strong>zuelo concejal.<br />
Por amor propio y pelín de afán de notoriedad.<br />
- ¡Yo me tiro! -dijo orgulloso a la par que acollonado <strong>en</strong> voz<br />
muy alta mi<strong>en</strong>tras, como arrebatado, se quitaba la chaqueta.<br />
144
Le pusieron el arnés adecuado y, desde una banqueta, subió<br />
a la barandilla de hierro. P<strong>en</strong>só <strong>en</strong> la Garganta del Cares y <strong>en</strong> la<br />
Sagrada Familia de los organizadores. Al grito de, “Así muere un<br />
español” (sic), lanzose al vacío.<br />
Es posible que nadie lo crea, pero no le hicieron director<br />
g<strong>en</strong>eral ni Embajador <strong>en</strong> la República de San Marino, ni nada.<br />
Son así.<br />
Una sobrina y tres sobrinos de Cándido, y la mayor parte de<br />
los hijos del fontanero, del médico, del carnicero, del vecino del<br />
quinto, del director de su banco, del zapatero, del panadero y de<br />
cuantos titulados, diplomados o m<strong>en</strong>estrales actúan <strong>en</strong> su <strong>en</strong>tor-<br />
no, llegado el fin de semana que comi<strong>en</strong>za el jueves, sal<strong>en</strong> de<br />
copas. Vale. Una vez agotados los euros o la resist<strong>en</strong>cia vuelv<strong>en</strong><br />
al hogar. Temprano. A eso de las nueve de la mañana del día<br />
sigui<strong>en</strong>te.<br />
Con motivo de un conv<strong>en</strong>io de hermanami<strong>en</strong>to con<br />
Voronezh (población de un millón de habitantes, situada a 500<br />
kilómetros al Sur de Moscú), Cándido y otros dos colegas fue-<br />
145<br />
Jesús María Cantalapiedra
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
ron a aquella ciudad <strong>en</strong> 1999. Después de un viaje de agarrarse<br />
los machos, permanecieron nueve largos aunque fraternos días a<br />
orillas del Don. La ag<strong>en</strong>da era ciertam<strong>en</strong>te apretada. Desde las<br />
nueve de la mañana hasta las diez de la noche, con interrupción<br />
para comer no sé que cosas, visitaron fábricas, c<strong>en</strong>tros militares<br />
(absolutam<strong>en</strong>te todos), iglesias ortodoxas, academias de danza,<br />
instituciones, academias deportivas, monum<strong>en</strong>tos a los caídos y,<br />
<strong>en</strong> el campus universitario (caserón era), la titulada Aula de<br />
Español. Aparte, una bu<strong>en</strong>a ración de reuniones culturales con el<br />
ejército y la policía omnipres<strong>en</strong>tes. Siempre.<br />
En el aula universitaria mantuvieron un <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro con vein-<br />
ticinco estudiantes de español, <strong>en</strong> su mayor parte chavalas de<br />
unos dieciocho-veinte años. Tuvo lugar <strong>en</strong> una clase que recor-<br />
daba exactam<strong>en</strong>te las escuelas rurales españolas de los años<br />
ses<strong>en</strong>ta. O m<strong>en</strong>os. Preguntaron de todo. Les interesaba nuestro<br />
país. Cándido, igualm<strong>en</strong>te ávido de información sobre la forma<br />
de vida de las mozáncanas rubias, les preguntó por sus gustos y,<br />
p<strong>en</strong>sando <strong>en</strong> los sobrinos e hijos de los amigos, por la forma <strong>en</strong><br />
que utilizaban el tiempo libre.<br />
- Y, ¿qué hacéis los fines de semana? –dijo.<br />
146
Las estudiantes se miraron unas a otras con gestos de inte-<br />
rrogación. Parece ser que no le habían <strong>en</strong>t<strong>en</strong>dido, intuyó<br />
Cándido. Insistió <strong>en</strong> la pregunta, hablando pausadam<strong>en</strong>te.<br />
- Di-go, que dón-de vais los vier-nes, sá-ba-dos y do-min-gos.<br />
Por fin, una rubísima de ojos azules, verdes y grises (mucho<br />
gris había <strong>en</strong> aquellos ojos), se explicó sorpr<strong>en</strong>dida.<br />
- ¡Dónde vamos a irrr¡… El vierrrnes estudiarrr. El sába-<br />
do y domingo serrr mucho interrresantes. Vamos al parrrque y<br />
hacer excursiones bonitas. Sobrrre todo al parrrque. Estarrr<br />
más cerrrca.<br />
Si este episodio fuera un capítulo más, habría que titularlo<br />
“Parásitos”.<br />
Etimológicam<strong>en</strong>te, parásito vi<strong>en</strong>e del griego “pará” (junto<br />
a) y “sitos” (comida). De esta suerte, suel<strong>en</strong> ser parásitos los hus-<br />
meadores de cocinas y los buscamanteles. Por supuesto, <strong>en</strong> nin-<br />
gún caso los cocineros a pesar de permanecer largas horas al lado<br />
de pucheros y marmitas humeantes.<br />
147<br />
Jesús María Cantalapiedra
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
Según Cándido y el profesor Lafóromeszai, de la<br />
Universidad de Calcuta, nadie se sonroja al reconocer que ti<strong>en</strong>e<br />
hernia de hiato, pero, ¿quién se atreve a confesar que está convi-<br />
vi<strong>en</strong>do con piojos o ladillas? Por su parte, la Real Academia afir-<br />
ma: “Dícese del organismo animal o vegetal que vive a costa de<br />
otro de distinta especie, alim<strong>en</strong>tándose de sus sustancias y<br />
depauperándolo sin llegar a matarlo”.<br />
Insisti<strong>en</strong>do, son de distinta especie. Cándido conoce bi<strong>en</strong><br />
a ese subgrupo zoológico aj<strong>en</strong>o. Ha t<strong>en</strong>ido que tratar con lom-<br />
brices, pulgas y pulgones, ácaros, ladillas, chinches, mosqui-<br />
tos, li<strong>en</strong>dres, garrapatas, triquinas, t<strong>en</strong>ias y babosas. Chupa-<br />
dores de sangre municipal, a los que da igual un roto que un<br />
descosido. Int<strong>en</strong>tan, a veces lo consigu<strong>en</strong>, v<strong>en</strong>der ideas, mar-<br />
keting del bu<strong>en</strong>o, promociones o <strong>en</strong> última instancia a un primo<br />
carnal. Cuando comprueban que a nada de lo antedicho pued<strong>en</strong><br />
dar salida, tratan incluso, de mercadear con ristras de chorizo<br />
cular. “Son muy bu<strong>en</strong>os, oiga. Están curados al humo”. El caso<br />
es clavar el aguijón y llevarse una dosis sustanciosa de plasma<br />
sanguíneo del erario. A veces se disfrazan de gamusinos. Son<br />
los más listos y peligrosos. Como no exist<strong>en</strong> (los gamusinos),<br />
148
son muy pocos los que consigu<strong>en</strong> reconocerlos. Mas, por allí<br />
sigu<strong>en</strong>. Prácticam<strong>en</strong>te viv<strong>en</strong> <strong>en</strong> el edificio municipal. Son tan-<br />
tas horas las que pasan al día agazapados <strong>en</strong> espera de caza<br />
fresca que parec<strong>en</strong> formar parte del funcionariado. En cuanto a<br />
las babosas, merecerían capítulo aparte. También son parásitos<br />
(<strong>en</strong> esta ocasión moluscos sin caparazón) que aparec<strong>en</strong> <strong>en</strong> pri-<br />
mavera justo después de unas elecciones si es que hubiera o<br />
hubiese vuelta de tortilla. Sal<strong>en</strong> de masas gelatinosas que se<br />
<strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tran <strong>en</strong> pasillos y antedespachos, expeli<strong>en</strong>do la baba<br />
<strong>en</strong>cima del lomo de los nuevos mandatarios. Son difíciles de<br />
controlar.<br />
Otra especie habitual es la del lince, también familiar visi-<br />
tante de despachos. Se trata de un mamífero carnicero, félido y<br />
fisípedo, de aspecto inquietante. Aparte de su función depreda-<br />
dora, para más INRI, está siempre oteando y dici<strong>en</strong>do a los<br />
demás lo que ti<strong>en</strong><strong>en</strong> qué hacer y cómo. Todo el país, y la ciudad<br />
de Cándido <strong>en</strong> particular, rebosa de políticos de salón. Según<br />
Arangur<strong>en</strong>, el español siempre sabe de todo. Y si de algo no sabe<br />
nada, dice: “de esto hablaremos más adelante”. Todo lo diagnos-<br />
tican según su <strong>en</strong>t<strong>en</strong>der, su corto <strong>en</strong>t<strong>en</strong>der. Todo lo solucionan.<br />
149<br />
Jesús María Cantalapiedra
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
De mucha risa. Bi<strong>en</strong> es cierto que, <strong>en</strong> palabras del viejo profesor<br />
Lafóromeszai (ya se sabe, de la Universidad de Calcuta), la risa,<br />
las risas son terapéuticas. Chamfort decía que “El día más desa-<br />
provechado es aquel <strong>en</strong> que no hemos reído”. Por eso Cándido<br />
es tan dilig<strong>en</strong>te. Se da verdaderas jartás.<br />
Otrosí digo. También pululaban y pululan por el <strong>en</strong>torno del<br />
hemiciclo: camaleones (legión últimam<strong>en</strong>te), otros reptiles, y<br />
zorros, cuervos y japutas (palometas). De todo, oiga, aunque el<br />
camaleón merecería capítulo aparte. Y no son, precisam<strong>en</strong>te,<br />
unos señores de la ciudad de León aficionados a la cama.<br />
Asimismo, hay que rechazar la tesis estrafalaria según la cual los<br />
camaleones serían unos individuos que se comportan <strong>en</strong> el lecho<br />
como leones.<br />
Afortunadam<strong>en</strong>te, otras especies, éstas humanas y bu<strong>en</strong>a<br />
g<strong>en</strong>te, se des<strong>en</strong>vuelv<strong>en</strong> con rectitud y ayudan al dev<strong>en</strong>ir de la<br />
clase política. Algui<strong>en</strong> debería imponerles una medalla.<br />
En el apartado semanasantero, insisti<strong>en</strong>do, también hay<br />
mucho paño que cortar, con el fin de proteger del frío lacerante a<br />
150
los ediles y otras altas autoridades participantes <strong>en</strong> las procesiones.<br />
Hace algunos años, <strong>en</strong> el solemne cortejo de la Virg<strong>en</strong> Santa de las<br />
Ánimas P<strong>en</strong>it<strong>en</strong>ciales, o algo así, la temperatura era gélida.<br />
Repugnante. Cándido -guarnecido con marianos debajo del panta-<br />
lón y camiseta de felpa-, otro concejal llamado Emilión y el<br />
Subdelegado del Gobierno, cerraban la procesión como Dios y el<br />
protocolo mandan. Enfilaron la av<strong>en</strong>ida del Padre Ínsula, al tiempo<br />
que vi<strong>en</strong>tos rabiosos proced<strong>en</strong>tes de la montaña (ver capítulo 6,<br />
“Tipología del Pelmazo”) les atravesaban cual cuchillos. De nada<br />
servían los marianos ni las camisetas. Ni los periódicos que el otro<br />
edil y el Subdelegado se habían colocado debajo de la camisa. Lo<br />
cual, antes de los costillares delanteros. Tiritaban hipotérmicos.<br />
ciativa.<br />
La alta autoridad, para eso mandaba mucho, tomó la ini-<br />
- Voy a tomar algo <strong>en</strong> un bar. Ya no puedo más. Esto es<br />
insoportable. Vuelvo <strong>en</strong>seguida -dijo.<br />
Y <strong>en</strong> verdad, volvió reconfortado después de haberse arre-<br />
ado dos pelotazos de Cardhu (pure malt) a gañote. Unos cin-<br />
cu<strong>en</strong>ta metros más allá se decidió Emilión y poco más tarde<br />
Cándido. En realidad se fueron turnando repetidas veces. Desde<br />
151<br />
Jesús María Cantalapiedra
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
la av<strong>en</strong>ida del Padre Ínsula hasta la Plaza Redonda, escapáronse<br />
cinco o seis veces libando a modo <strong>en</strong> todas las tascas de las boca-<br />
calles y recorrido principal. Ya los tres juntos, accedieron a la<br />
plaza coloradotes cual tomate de Reliegos y la verdad cierta-<br />
m<strong>en</strong>te afectados por el Cardhu. Sobre todo Cándido, qui<strong>en</strong> no<br />
estaba acostumbrado a la espirituosa bebida. Mas, <strong>en</strong> vez de<br />
darle por lo anímico, echó una vomitina sobre los <strong>en</strong>cajes e<br />
inc<strong>en</strong>sario de un chaval, monaguillo él, que acompañaba a canó-<br />
nigos y b<strong>en</strong>eficiados. Emilión y el Subdelegado, con grandes<br />
manotazos, de arriba abajo, <strong>en</strong> un limpiar al lego, acabaron arrui-<br />
nando definitivam<strong>en</strong>te las blondas del acólito. El inc<strong>en</strong>sario apa-<br />
gose con olor a wisqui, amortiguado por el regurgito pastoso.<br />
Se despidieron a la francesa y tambaleantes sujetando a<br />
Cándido como podían, escaparon por la calle Alférez Cir-<br />
cunstancial.<br />
Con sus bu<strong>en</strong>as int<strong>en</strong>ciones de agradar, Cándido, insisti<strong>en</strong>-<br />
do <strong>en</strong> el asunto, se apuntaba a un bombardeo a pesar de recono-<br />
cer íntimam<strong>en</strong>te (a dos contados amigos) que era y es un patoso,<br />
152
un metepatas o, <strong>en</strong> el mejor de los casos, despistado, muy des-<br />
pistado, despistadísimo. Tal condición le ha costado muchos dis-<br />
gustos. Uno de ellos, el que le proporcionó el pres<strong>en</strong>te episodio.<br />
Hace bi<strong>en</strong> pocos años, unos cuantos días antes de la<br />
Semana Santa, por su condición de edil, tuvo que reunirse con<br />
los responsables pasionales <strong>en</strong>tre los que estaba prevista la pre-<br />
s<strong>en</strong>cia del Ilustrísimo y Rever<strong>en</strong>dísimo Señor Obispo. Mas, hete<br />
aquí, un par de días antes de la asamblea le comunicaron desde<br />
la secretaría del Prelado que disculpara su aus<strong>en</strong>cia pues le había<br />
surgido un viaje imprevisto a Madrid. Le habían llamado de la<br />
Confer<strong>en</strong>cia Episcopal. Transcurridas dos horas, el Obispado le<br />
<strong>en</strong>vió un fax urg<strong>en</strong>te <strong>en</strong> el que daban marcha atrás. Asistiría a la<br />
reunión pues la de Madrid se susp<strong>en</strong>dió por causa de la<br />
Cuaresma. Una hora antes del comité, finalm<strong>en</strong>te, un canónigo<br />
amigo informó a Cándido que no, que el Señor Obispo no se<br />
<strong>en</strong>contraría <strong>en</strong> la ciudad por cuestiones familiares. Acababa de<br />
romperse la cadera una tía carnal de Segovia. La que le pagó la<br />
carrera.<br />
Llegó a la reunión hecho un lío. Tomó asi<strong>en</strong>to junto al resto<br />
de asist<strong>en</strong>tes y se dispuso a com<strong>en</strong>zar. De pronto, poco antes de<br />
153<br />
Jesús María Cantalapiedra
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
tomar la palabra, con mucha prosopopeya, apareció el<br />
Ilustrísimo y Rever<strong>en</strong>dísimo, mi<strong>en</strong>tras maquinalm<strong>en</strong>te hacía<br />
girar su gran anillo episcopal.<br />
Cándido abrió el turno y, ofuscado por el barullo m<strong>en</strong>tal <strong>en</strong><br />
que le habían metido los comunicados de la curia, se arrancó con<br />
una perla preciosa.<br />
- Ruego disculp<strong>en</strong> ustedes la pres<strong>en</strong>cia del Señor Obispo<br />
qui<strong>en</strong>, muy a su pesar, ha t<strong>en</strong>ido que acudir a esta reunión. Les<br />
puedo asegurar que lo ha s<strong>en</strong>tido muchísimo, pero se ha visto<br />
obligado por la Confer<strong>en</strong>cia Episcopal de Segovia y una tía car-<br />
nal operada de la cadera <strong>en</strong> Madrid por causa de la Cuaresma.<br />
Embarullarse no sólo es patrimonio de Cándido. Hace más<br />
de un año, convertido ya <strong>en</strong> concejal de a pie, fue invitado a dar<br />
una charla con motivo de la festividad de San Acisclo, patrono<br />
del paraje. Lo preparó con rigor. A fondo. El salón parroquial o<br />
Casa de la Cultura estaba a rebosar. Unas och<strong>en</strong>ta personas.<br />
Och<strong>en</strong>ta personas y una chavala, periodista <strong>en</strong> prácticas, cuader-<br />
154
nillo <strong>en</strong> ristre. Es de t<strong>en</strong>er <strong>en</strong> cu<strong>en</strong>ta que la jerga periodística<br />
llama “malditas” a estas esforzadas becarias.<br />
Llegó el mom<strong>en</strong>to de la pres<strong>en</strong>tación de Cándido por el<br />
pedáneo de turno.<br />
- T<strong>en</strong>go el honor de pres<strong>en</strong>tar a ustedes a Cándido<br />
M<strong>en</strong>gánez, ex concejal de Turismo del Ayuntami<strong>en</strong>to, qui<strong>en</strong> nos<br />
va a hablar sobre la vida y milagros de nuestro patrón.<br />
A pesar de los bostezos habituales, quedó bastante bi<strong>en</strong> el<br />
discurso o pregón. La “maldita” tomaba notas como una loca.<br />
Era su primer día de prácticas <strong>en</strong> un periódico local y quería<br />
lucirse. Finalizado el acto, los organizadores <strong>en</strong>tregaron al inter-<br />
vini<strong>en</strong>te la consabida placa de alpaca fina y un <strong>libro</strong>: “Los mila-<br />
gros de San Acisclo”.<br />
Al día sigui<strong>en</strong>te, <strong>en</strong> las páginas de cultura, la chavala trans-<br />
cribió la interv<strong>en</strong>ción de Cándido. Mas, hete aquí, que se emba-<br />
rulló la pobre. No había <strong>en</strong>t<strong>en</strong>dido bi<strong>en</strong> aquello de ex concejal de<br />
Turismo o estaba p<strong>en</strong>sando <strong>en</strong> su novio. Hay analistas que afir-<br />
man fue por culpa de recuerdos muy reci<strong>en</strong>tes del tronco de tío<br />
que usaba a la sazón. El titular de la gacetilla rezaba: “El conce-<br />
jal de posturismos imparte una charla <strong>en</strong> La Almunia”. Y repitió<br />
155<br />
Jesús María Cantalapiedra
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
lo de concejal de posturismos una doc<strong>en</strong>a de veces a lo largo de<br />
la reseña.<br />
La guasa fue de aúpa. Varios compañeros malvados se<br />
mofaron todo lo que quisieron. Que si cuándo iba a dar una char-<br />
la sobre posturas; que si qué p<strong>en</strong>saba sobre la postura norteame-<br />
ricana <strong>en</strong> el Líbano; que si cuándo iba a hacer una película<br />
porno; que si cuándo iba a escribir la segunda parte del<br />
Kamasutra y otra serie de perversiones que no vi<strong>en</strong><strong>en</strong> al caso.<br />
Para unas fiestas patronales, heladoras como casi siempre,<br />
el ínclito concejal contrató a una señora o señorita que no canta-<br />
ba, que no bailaba, pero que estaba (y está) de muy ver; con<br />
muchísima salud. A la sazón se había hecho ciertam<strong>en</strong>te popular<br />
por vía de variadas televisiones y bastantes pantalones. Era fran-<br />
cesa. Su nombre, Marl<strong>en</strong>e Morrones o algo así. Dos o tres años<br />
más tarde de la contratación por parte de Cándido, exactam<strong>en</strong>te<br />
mi<strong>en</strong>tras se transcribía este episodio, con gran regodeo de<br />
muchos pues siempre andaba <strong>en</strong> paños tan m<strong>en</strong>ores como míni-<br />
mos, ganó el concurso de televisión “El Gran Fulano VIP”.<br />
Previam<strong>en</strong>te al día de la actuación, a la hora de negociar el<br />
156
contrato, la gabachona exigió que se instalara un rampa para des-<br />
c<strong>en</strong>der desde el esc<strong>en</strong>ario hasta el público. Cándido dijo que<br />
nones. T<strong>en</strong>ía miedo de que algún cal<strong>en</strong>tillo de Carrizal, in situ,<br />
<strong>en</strong> la Plaza de San Carmelo, quisiera convertir <strong>en</strong> madre a la<br />
Morrones (o al m<strong>en</strong>os int<strong>en</strong>tarlo). Pero no hubo forma. Si no<br />
había rampa, no había espectáculo. Finalm<strong>en</strong>te Cándido cedió<br />
<strong>en</strong>com<strong>en</strong>dándose a todos los santos.<br />
En un mom<strong>en</strong>to del show, cimbreante, bajó hacia los espec-<br />
tadores. Fue una sorpresa. La bu<strong>en</strong>a, la bu<strong>en</strong>ísima señora o seño-<br />
rita, no fue acosada sexualm<strong>en</strong>te por nadie. Todo lo contrario.<br />
Los niños, empujados por sus mamás, la besaban. Las mamás<br />
también. Los de Carrizal aplaudían como locos. Ella, <strong>en</strong>cantado-<br />
ra, at<strong>en</strong>día a todos y todas cual dama de alta cuna. A Cándido se<br />
le pasó el susto y resopló de tranquilidad. No había ocurrido lo<br />
previsible. Toda una señora, ¡sí señor!<br />
Finalizado el <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro con el pueblo, la Marl<strong>en</strong>e subió de<br />
nuevo al esc<strong>en</strong>ario <strong>en</strong>tre grandes ovaciones. Emocionada, dijo<br />
unas palabras de agradecimi<strong>en</strong>to.<br />
- Muchas gracias queridos leoneses por vuestra acogida y<br />
vuestro cariño, pero t<strong>en</strong>go que terminar <strong>en</strong>seguida porque se me<br />
157<br />
Jesús María Cantalapiedra
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
está quedando helado el “chichi”. Au revoir, mon cheries.<br />
Y se armó el revuelo.<br />
A finales de julio de 2004, con gran aparato, se celebró <strong>en</strong><br />
la ciudad de Cándido un Consejo de Ministros. Una vez con-<br />
cluido aquel, la Corporación Municipal fue invitada a un almuer-<br />
zo <strong>en</strong> honor del presid<strong>en</strong>te de la nación. Los <strong>en</strong>cargados del pro-<br />
tocolo se habían empleado a fondo. Todo previsto. Todo organi-<br />
zado. En cada mesa redonda los nombres de los com<strong>en</strong>sales,<br />
insertados <strong>en</strong> un cartoncillo con el escudo nacional, señalaban<br />
sus correspondi<strong>en</strong>tes lugares de ocupación. En la de Cándido<br />
s<strong>en</strong>tábanse una ministra y un ministro. Reconoció a éste y salu-<br />
dole. “Bi<strong>en</strong>v<strong>en</strong>ido, Ministro”. Después, durante la comida y sin<br />
grandes solemnidades, le puso <strong>en</strong> anteced<strong>en</strong>tes sobre los dife-<br />
r<strong>en</strong>tes platos de la gastronomía típica que estaban degustando.<br />
A la derecha de Cándido, una periodista muy agradable,<br />
jefa de algún gabinete ministerial, también <strong>en</strong>tabló conversación<br />
con el concejal. A la izquierda un s<strong>en</strong>ador de nuevo cuño, poco<br />
hablador, se s<strong>en</strong>taba al lado de una señora a la que Cándido no<br />
reconoció.<br />
158
-¿Quién es esa señora? -preguntó a la periodista.<br />
-¿No la conoces? Es la ministra de Cultura.<br />
159<br />
Jesús María Cantalapiedra <br />
-Esta es la mía, aquí me luzco -p<strong>en</strong>só Cándido, <strong>en</strong>cantado<br />
de t<strong>en</strong>er a su lado a tan importante personaje, responsable nacio-<br />
nal de sus aficiones.<br />
Con las mismas, se inició <strong>en</strong> un largo monólogo al que la<br />
ministra sólo as<strong>en</strong>tía con cara de sorpresa. Cándido se explayó<br />
cuanto quiso hablando de la literatura del Siglo de Oro, de la his-<br />
toria del antiguo hospital de peregrinos donde se celebraba el<br />
ágape y por supuesto de Quevedo. La verdad, con Quevedo se<br />
puso muy pesado. Mucho. Incluso le com<strong>en</strong>tó que t<strong>en</strong>ía un her-<br />
mano periodista <strong>en</strong> un periódico de tirada nacional, dedicado al<br />
mundo de la cultura desde hacía mil años.<br />
La pobre ministra no daba crédito a cuanto oía y miraba a<br />
la <strong>en</strong>cargada del gabinete como preguntándole, “¿de dónde ha<br />
salido este plasta?”. Finalm<strong>en</strong>te, desesperada, rápidam<strong>en</strong>te, una<br />
vez finalizados los postres, le <strong>en</strong>tregó su tarjeta de visita y fuese
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
rauda. Cándido la guardó con mimo <strong>en</strong> el bolsillo interior de la<br />
chaqueta.<br />
Ya <strong>en</strong> la calle, se volvió a reunir con sus colegas bajo la<br />
puerta del plateresco edificio.<br />
-¿Con qué ministro os tocó a vosotros? Yo tuve al lado a la<br />
ministra de Cultura –afirmó orgulloso.<br />
-No puede ser. La ministra de Cultura estaba <strong>en</strong> mi mesa -<br />
contestó su compañera Leti.<br />
-Estás equivocada. Mira, hasta me dio su tarjeta, lista.<br />
-Para listo tu -dijo con mucha guasa-. A ver si lees bi<strong>en</strong>.<br />
Aquí pone Ministra de Agricultura, Pesca y Alim<strong>en</strong>tación.<br />
Apesadumbrado se dio cu<strong>en</strong>ta de lo ocurrido. T<strong>en</strong>ía la pila<br />
del audífono baja de pot<strong>en</strong>cia y, <strong>en</strong> la pres<strong>en</strong>tación, había <strong>en</strong>t<strong>en</strong>-<br />
dido ministra de Cultura <strong>en</strong> vez de Agricultura. Prometió solem-<br />
nem<strong>en</strong>te poner pila nueva cada vez que tuviese que acudir a un<br />
acto oficial.<br />
160
161<br />
Jesús María Cantalapiedra
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
162
21<br />
LOCA ACADEMIA DE CONCEJALES<br />
163<br />
Jesús María Cantalapiedra <br />
A la vista de las anteriores experi<strong>en</strong>cias y con el fin de que<br />
Cándido finalizara el mandato sin incurrir <strong>en</strong> errores técnico-<br />
políticos, y a la vez impartiera doctrina <strong>en</strong>tre sus compañeros,<br />
Wolf <strong>en</strong>vió a su primo a la prestigiosa “Loca Academia de<br />
Concejales” situada <strong>en</strong> Mont de Marsan (Las Landas). Nunca<br />
había <strong>en</strong>t<strong>en</strong>dido el por qué los aspirantes a ediles no se formaban<br />
debidam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> la difícil actividad antes de ocupar el sillón y<br />
ejercer de regidores. Acced<strong>en</strong> a la política desde la frutería, la<br />
banca o la RENFE, por ejemplo, de forma que hombres y muje-<br />
res andan bastantes despistados <strong>en</strong> los inicios. Bu<strong>en</strong>o,<br />
algunos/as. Otros/as parece que nacieron con la ci<strong>en</strong>cia infusa<br />
debajo del brazo o con un master por Yale. Estos/as, por ignotas<br />
razones, desde un primer mom<strong>en</strong>to ya utilizan palabras como
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
“coyuntura”, “parámetro”, “implem<strong>en</strong>tar”, “acuerdo marco”,<br />
“proyecto integral” o semejantes groserías. Misterio.<br />
Cándido.<br />
- Mira, que yo he perdido el hábito del estudio –com<strong>en</strong>tó<br />
- Nada, ya verás qué asignaturas más facilinas. Vas a triun-<br />
far <strong>en</strong> lo que queda de legislatura. En Mont de Marsan ha estu-<br />
diado lo más florido de los ayuntami<strong>en</strong>tos europeos.<br />
El temario cont<strong>en</strong>ía las sigui<strong>en</strong>tes materias:<br />
1). Cómo dar la vara al Equipo de Gobierno (I)<br />
2). Cómo dar la vara a la Oposición (I)<br />
3). Método Oll<strong>en</strong>dorf<br />
4). Apr<strong>en</strong>da a callar <strong>en</strong> tres lecciones<br />
5). Cómo hacer la pelota sin morir <strong>en</strong> el int<strong>en</strong>to (I)<br />
6). No fiarse ni de su padre<br />
7). No fiarse ni de su madre<br />
8). Cómo incoar fornicio al compañero (I y II)<br />
9). Actos oficiales plastas<br />
10). Religión o Ética (optativas)<br />
164
Para no cansar al lector, <strong>en</strong> breve sinopsis se hace una expo-<br />
sición g<strong>en</strong>eral de su cont<strong>en</strong>ido.<br />
CÓMO DAR LA VARA AL EQUIPO DE GOBIERNO (I).<br />
Es una asignatura muy fácil. Según su autor sólam<strong>en</strong>te hay que<br />
votar <strong>en</strong> contra de todo y ponerles a parir <strong>en</strong> pr<strong>en</strong>sa, radio y tele-<br />
visión. De vez <strong>en</strong> cuando queda muy fino pres<strong>en</strong>tar una moción.<br />
Por ejemplo: “Los derechos agropecuarios de las asociaciones<br />
interprofesionales del Kurdistán”.<br />
CÓMO DAR LA VARAA LA OPOSICIÓN (I). Tampoco es<br />
difícil. El mandato-consejo es dar la vara por omisión. No se les<br />
hace caso y punto. Faltaría más. Con la democracia todo el mundo<br />
se cree con derechos inali<strong>en</strong>ables. Ya no se sabe dónde vamos a ir<br />
a parar. En Navidad, por aquello de tan señaladas fechas, queda<br />
muy bi<strong>en</strong> darles unos canapés y vino variedad La Rizosa.<br />
MÉTODO OLLENDORF. Esta asignatura es preciosa. En<br />
la “Loca Academia de Concejales” de Mont de Marsan la expli-<br />
can con un ejemplo. Un edil ti<strong>en</strong>e que interv<strong>en</strong>ir <strong>en</strong> un pl<strong>en</strong>o y<br />
165<br />
Jesús María Cantalapiedra
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
está previsto que sea interpelado por otro. El primero expone sus<br />
correspondi<strong>en</strong>tes razones. El segundo, previa preparación con su<br />
señora unos días antes, larga su parlam<strong>en</strong>to importándole un<br />
pimi<strong>en</strong>to las argum<strong>en</strong>taciones de qui<strong>en</strong> le precedió <strong>en</strong> la palabra.<br />
Que habla de infraestructuras integrales, pues muy bi<strong>en</strong>. Se le<br />
responde con la necesidad de obras sociales de carácter global,<br />
tema que el interpelador sabe de carrerilla y Santas Pascuas.<br />
Como el método suele utilizarse recíprocam<strong>en</strong>te, todos quedan<br />
tan cont<strong>en</strong>tos.<br />
APRENDA A CALLAR EN TRES LECCIONES. La más<br />
fácil de todas. Según el profesor Laforómeszai de la Universidad<br />
de Calcuta, autor, es preciso callar aunque te pregunt<strong>en</strong>. Es la<br />
única forma de no meter la pata. No obstante, el que calla otor-<br />
ga; el que otorga consi<strong>en</strong>te y el que consi<strong>en</strong>te es un cons<strong>en</strong>tido,<br />
palabra ésta vinculada al cuerno. Por ello, otros catedráticos pre-<br />
fier<strong>en</strong> seguir el verso de Quevedo:<br />
No he de callar, por más que con el dedo,<br />
ya tocando la boca o ya la fr<strong>en</strong>te,<br />
sil<strong>en</strong>cio avises o am<strong>en</strong>aces miedo.<br />
166
CÓMO HACER LA PELOTA SIN MORIR EN EL<br />
INTENTO (I). Esta es un hueso. La pesadilla de los alumnos de<br />
Mont de Marsan. Casi todos quedan para septiembre. El proble-<br />
ma es que no exist<strong>en</strong> reglas fijas. Dep<strong>en</strong>de de quién sea el obje-<br />
to de adulación. Sin embargo, es importantísima. Un bu<strong>en</strong> con-<br />
cejal debe saber hacer la pelota si quiere llegar a algo. Pero,<br />
¡ojo!, es como el juego de las siete y media. No es bu<strong>en</strong>o pasar-<br />
se ni quedarse corto. Y todo va <strong>en</strong> función del receptor. Por eso<br />
es tan difícil. Primero hay que estudiar conci<strong>en</strong>zudam<strong>en</strong>te a éste<br />
y después obrar <strong>en</strong> consecu<strong>en</strong>cia.<br />
NO FIARSE NI DE SU PADRE. S<strong>en</strong>cillina asignatura.<br />
Sólo hay que seguir al pie de la letra el título, aunque también<br />
debe t<strong>en</strong>erse <strong>en</strong> cu<strong>en</strong>ta a hermanos, primos, cuñados y demás<br />
par<strong>en</strong>tela.<br />
NO FIARSE NI DE SU MADRE. Lo mismo pero referido<br />
a la madre y colaterales.<br />
167<br />
Jesús María Cantalapiedra
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
CÓMO INCOAR FORNICIO AL COMPAÑERO (I). No<br />
es complicada. Para resumir, según Mont de Marsan, lo mejor es<br />
comprar una bu<strong>en</strong>a faca y <strong>en</strong> un mom<strong>en</strong>to de descuido acuchillar<br />
al compañero por la espalda. No obstante es conv<strong>en</strong>i<strong>en</strong>te hincar<br />
los codos y estudiarla <strong>en</strong> condiciones. El opon<strong>en</strong>te puede hacer<br />
lo mismo. Por ello, lo mejor es tomar la iniciativa <strong>en</strong> el mom<strong>en</strong>-<br />
to oportuno. Es decir, cuanto antes. Algún conocido de Wolf,<br />
adelantado estudiante <strong>en</strong> la Loca Academia, sacó matrícula de<br />
honor. En las clases prácticas se llevó por delante a dos o tres<br />
colegas de su mismo curso. Y no vean cuando se puso a ejercer.<br />
También, para no provocar, aconsejan no salir jamás el pri-<br />
mero de una reunión y dar pie a que comi<strong>en</strong>c<strong>en</strong> los malos p<strong>en</strong>-<br />
sami<strong>en</strong>tos. Como es normal, se suel<strong>en</strong> decir maravillas de los<br />
aus<strong>en</strong>tes. A saber.<br />
- No sé yo este…algo andará buscando… nunca me pareció<br />
trigo limpio -pi<strong>en</strong>san dos, al tiempo que recuerdan la cuchillería<br />
de la esquina.<br />
ACTOS OFICIALES PLASTAS (I y II). Parece normalita,<br />
pero no. El autor de la asignatura no anduvo muy fino. Sugiere<br />
168
que <strong>en</strong> tomas de posesión, inauguraciones, confer<strong>en</strong>cias, sesio-<br />
nes pl<strong>en</strong>arias, congresos y misas de pontifical o triduos, los asis-<br />
t<strong>en</strong>tes pi<strong>en</strong>s<strong>en</strong> <strong>en</strong> la Kournikova o <strong>en</strong> Richard Gere (según el<br />
caso). No es fácil, no. Es posible que, extasiados/as, empiec<strong>en</strong> a<br />
aplaudir antes de tiempo, levant<strong>en</strong> la mano <strong>en</strong> una votación<br />
cuando no procede, o digan ¡viva tu madre! <strong>en</strong> el mom<strong>en</strong>to del<br />
ite misa est. Así que, mejor es estar a lo que se está.<br />
RELIGIÓN O ÉTICA. No merece la p<strong>en</strong>a hacer m<strong>en</strong>ción a<br />
cualquiera de las alternativas. Son las “marías” y suele haber<br />
aprobado g<strong>en</strong>eral. Si la opción escogida es Ética, con más moti-<br />
vo. En la mayor parte de los casos no vale para nada.<br />
169<br />
Jesús María Cantalapiedra
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
170
EPÍLOGO<br />
Tres años han pasado desde que Wolf com<strong>en</strong>zara a contar-<br />
me sus historias, anécdotas y desv<strong>en</strong>turas, transcritas <strong>en</strong> “El<br />
mundo según Wolf”, “La vuelta de Wolf” y, finalm<strong>en</strong>te, <strong>en</strong> esta<br />
última <strong>en</strong>trega, “Wolf el Incompr<strong>en</strong>dido”, que cierra la trilogía.<br />
Creo suponer que ya no t<strong>en</strong>dré oportunidad de escucharle<br />
más sucedidos. Con unos pequeños ahorrillos comprose una<br />
villa muy cerca de Bad<strong>en</strong> Bad<strong>en</strong> (Bad<strong>en</strong>-Wurtemberg) y, <strong>en</strong><br />
verano, por allí anda tomando aguas termales y vino Rebland-<br />
Riesling (primero toma los vinos y después las aguas). El invier-<br />
no lo pasa <strong>en</strong> San Marino (República de). Encontró una casita<br />
por cuatro perras al lado del Adriático. Un chollo. Y por allí<br />
anda. De vez <strong>en</strong> cuando se acerca a Mód<strong>en</strong>a y compra vinagre.<br />
Para las <strong>en</strong>saladas.<br />
Int<strong>en</strong>té conv<strong>en</strong>cerle de que no se fuera. No hubo forma.<br />
Estaba un poco hastiado. Supuse que ya no le gustaba cuanto<br />
171<br />
Jesús María Cantalapiedra
Wolf<br />
el Incompr<strong>en</strong>dido<br />
veía a su alrededor, aunque era, y es, un amante de la vida.<br />
Conoció g<strong>en</strong>te importante <strong>en</strong> muchos países. Trató con sabios y<br />
necios, pl<strong>en</strong>ipot<strong>en</strong>ciarios y amanu<strong>en</strong>ses, amigos y <strong>en</strong>emigos,<br />
bu<strong>en</strong>os y malos, <strong>en</strong>vidiosos y bu<strong>en</strong>as g<strong>en</strong>tes. Subió y bajó. No<br />
estuvo quieto jamás, como la ardilla.<br />
Puso muchos argum<strong>en</strong>tos para justificar su marcha. El más<br />
importante (los otros no interesan a nadie), una frase de la fábu-<br />
la “La ardilla y el caballo” de Tomás de Iriarte. Díjole a aquella<br />
el potro:<br />
“Tantas idas<br />
y v<strong>en</strong>idas,<br />
tantas vueltas<br />
y revueltas<br />
(quiero, amiga,<br />
que me diga),<br />
¿son de alguna utilidad?<br />
Acabé si<strong>en</strong>do yo el conv<strong>en</strong>cido.<br />
172
ÍNDICE<br />
Prólogo ................................................................................................ 7<br />
Nota del autor .................................................................................... 11<br />
Stultorum numerus infinitus est ........................................................ 15<br />
Arreglada pero informal .................................................................... 23<br />
Un mundo feliz....................................................................................31<br />
Un amor bestial ..................................................................................37<br />
El cu<strong>en</strong>to de navidad ..........................................................................43<br />
Tipología del pelmazo ........................................................................49<br />
Tristura móvil......................................................................................55<br />
Folletos de instrucciones ....................................................................61<br />
Ferias, exposiciones ............................................................................65<br />
Historia de un <strong>libro</strong> ............................................................................69<br />
Periodistas ..........................................................................................73<br />
Gisela ..................................................................................................75<br />
Mayorm<strong>en</strong>te, soneto a la vida humana ..............................................81<br />
Una de guateques ................................................................................83<br />
Una legalización con muchas madreñas ............................................89<br />
Wolf “sin papeles” ..............................................................................95<br />
A vueltas con la vulgaridad ..............................................................101<br />
Semana Santa y los chinos................................................................105<br />
De picos pardos ................................................................................109<br />
Cosas y casos municipales ................................................................115<br />
Loca Academia de Concejales ..........................................................161<br />
Epílogo ..............................................................................................165<br />
173<br />
Jesús María Cantalapiedra