09.05.2013 Views

Descargar libro en PDF - Biblioteca Digital Leonesa

Descargar libro en PDF - Biblioteca Digital Leonesa

Descargar libro en PDF - Biblioteca Digital Leonesa

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

JESÚS MARÍA CANTALAPIEDRA MORO<br />

En esta tercera aparición de Wolf (antes lo fueron<br />

“El mundo según Wolf” -2002- y “La vuelta de Wolf” -<br />

2003-), Jesús María Cantalapiedra nuevam<strong>en</strong>te hace una<br />

radiografía, a veces vitriólica, del mundo que le rodea<br />

utilizando como arma arrojadiza el s<strong>en</strong>tido del humor<br />

no ex<strong>en</strong>to de autocrítica.<br />

“Wolf el incompr<strong>en</strong>dido” pudiera constar de tres partes.<br />

En una de ellas insiste <strong>en</strong> viv<strong>en</strong>cias personales más o<br />

m<strong>en</strong>os salpim<strong>en</strong>tadas. Otros episodios se sitúan <strong>en</strong>tre el relato<br />

corto y el artículo de opinión. La tercera, transcrita <strong>en</strong> varios<br />

capítulos, está dedicada a reseñar anécdotas municipales<br />

experim<strong>en</strong>tadas o pres<strong>en</strong>ciadas por su condición de concejal<br />

del Ayuntami<strong>en</strong>to de León a partir de 1995.<br />

Sigue int<strong>en</strong>tando ser un virtuoso del saxofón, pero los bemoles se<br />

le <strong>en</strong>corajinan. Bastante. O sea, mucho. No acaban de <strong>en</strong>t<strong>en</strong>derse<br />

<strong>en</strong>trambos.<br />

Éste es su sexto <strong>libro</strong>.<br />

J ESÚS M ARÍA C ANTALAPIEDRA<br />

WOLF EL INCOMPRENDIDO<br />

Wolf<br />

El Incompr<strong>en</strong>dido<br />

Anecdotario de un observador de aquí (III)<br />

JESÚS MARÍA CANTALAPIEDRA


JESÚS MARÍA CANTALAPIEDRA<br />

Wolf<br />

El Incompr<strong>en</strong>dido<br />

Anecdotario de un observador de aquí (III)


Reservados todos los derechos.<br />

No está permitida la reproducción total o parcial de este <strong>libro</strong>, ni su<br />

tratami<strong>en</strong>to informático, ni la transmisión de ninguna forma o por<br />

cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por<br />

registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del<br />

titular del Copyrigtht.<br />

© Jesús María Cantalapiedra, 2004<br />

Ilustración de portada original de Ramón Villa, realizado para<br />

“Wolf el Incompr<strong>en</strong>dido” verano de 2004.<br />

Edición: F.M. NUEVA COMUNICACIÓN, S.L.<br />

Avda. Padre Isla, 70, 1º • 24002 León<br />

Teléf. 987 07 27 44. Fax: 987 07 27 43<br />

E-mail: info@nuevacomunicacion.com<br />

www.nuevacomunicacion.com<br />

Preimpresión: Nueva Comunicación<br />

Impreso <strong>en</strong> U.E.<br />

ISBN: 84-609-2254-5<br />

Depósito legal: LE-1360-2004


A todos aquellos hombres y mujeres a qui<strong>en</strong>es nadie,<br />

nunca, ha dedicado <strong>libro</strong>s. Ni at<strong>en</strong>ción.


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

6


7<br />

Jesús María Cantalapiedra <br />

Una persona sin s<strong>en</strong>tido del humor es como una carreta sin<br />

amortiguadores; se ve sacudida por todas las piedras del camino.<br />

H<strong>en</strong>ry Ward Beecher<br />

Predicador estadounid<strong>en</strong>se (S.XIX)<br />

Carecer de ilusiones arruga el alma y <strong>en</strong>vejece a uno por<br />

d<strong>en</strong>tro, aunque seas jov<strong>en</strong>. La juv<strong>en</strong>tud no dep<strong>en</strong>de de los años,<br />

sino de de las ilusiones que t<strong>en</strong>gamos.<br />

Enrique Rojas<br />

Psiquiatra<br />

T<strong>en</strong>er ilusiones alegra el alma y rejuv<strong>en</strong>ece a uno por d<strong>en</strong>-<br />

tro, aunque seas mayor. La p<strong>en</strong>a es que no da tiempo a desarro-<br />

llarlas. Casi siempre aparece algún un hijo de mala madre que las<br />

echa por tierra.<br />

Wolf Singstone<br />

Escritor


PRÓLOGO<br />

9<br />

Jesús María Cantalapiedra <br />

Wolf, Jesús y yo t<strong>en</strong>emos una cosa <strong>en</strong> común. A los tres el<br />

humor nos ha costado muchos disgustos. A mí, incluso, la retira-<br />

da temporal de la actividad periodística, tras un ataque furibun-<br />

do del retroprogresismo provincial y paleto, que existe, como<br />

Teruel. Por fortuna, no ha sido éste el caso ni de Wolf ni de Jesús<br />

que han logrado seguir al pie del humor y por ello nos ofrec<strong>en</strong><br />

ahora un nuevo <strong>libro</strong>, oportunam<strong>en</strong>te titulado “Wolf el<br />

Incompr<strong>en</strong>dido” con el que se completa la trilogía iniciada con<br />

“El mundo según Wolf”.<br />

Jesús María Cantalapiedra no es, por lo tanto, nuevo <strong>en</strong> las<br />

lides literarias. Ya ha publicado seis <strong>libro</strong>s. Y esta circunstancia<br />

numérica de la que dejo constancia para satisfacción suya y <strong>en</strong>vi-<br />

dia mía, es algo muy significativo si se ti<strong>en</strong>e <strong>en</strong> cu<strong>en</strong>ta que el ofi-<br />

cio de escritor solo se consigue y consolida con el trabajo diario<br />

y con resultados tangibles. Lo de la inspiración g<strong>en</strong>ial y esporá-<br />

dica ya se ha demostrado que no existe. Así que podemos afir-


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

mar que estamos ante un escritor <strong>en</strong> el mas riguroso s<strong>en</strong>tido del<br />

término por razones de cantidad y, sobre todo, de calidad. Una<br />

calidad que vi<strong>en</strong>e avalada, además, por sus años de colaborador<br />

periodístico, una ocupación a la Jesús María Cantalapiedra tam-<br />

bién supo aportar intelig<strong>en</strong>cia y originalidad.<br />

En las páginas de “Wolf el Incompr<strong>en</strong>dido” el lector va a<br />

<strong>en</strong>contrar todos aquellos ingredi<strong>en</strong>tes que hac<strong>en</strong> que la lectura<br />

sea un placer y no un castigo bíblico. Es decir, una prosa fluida,<br />

cercana, divertida, y cautivadora, que es consecu<strong>en</strong>cia de la des-<br />

tacada capacidad de observación del autor. Al igual que <strong>en</strong> los<br />

dos <strong>libro</strong>s anteriores, <strong>en</strong> éste Jesús María refleja hechos y situa-<br />

ciones recordados con la mirada b<strong>en</strong>evol<strong>en</strong>te de la memoria y<br />

recreados siempre con humor y algunas veces con un leve toque<br />

de ironía, una forma de expresión muy apreciable <strong>en</strong>tre aquellos<br />

que p<strong>en</strong>samos que la ironía es el arma de la intelig<strong>en</strong>cia.<br />

A modo de conv<strong>en</strong>i<strong>en</strong>te epílogo, <strong>en</strong> esta nueva <strong>en</strong>trega wol-<br />

fiana, Jesús ha incorporado un capítulo dedicado monográfica-<br />

m<strong>en</strong>te a sus recuerdos y viv<strong>en</strong>cias municipales, la última, por<br />

10


cierto, ocurrida durante el almuerzo del Consejo de Ministros<br />

celebrado <strong>en</strong> León, el pasado mes de julio. Si <strong>en</strong> los demás capí-<br />

tulos Jesús María Cantalapiedra consigue atraer con facilidad la<br />

at<strong>en</strong>ción y el interés del lector, <strong>en</strong> éste, <strong>en</strong> el dedicado a la vida<br />

municipal, sube un escalón imantando al lector con unas anéc-<br />

dotas contadas con agudeza e ing<strong>en</strong>io.<br />

No me consta si, como se dice coloquialm<strong>en</strong>te, aquí se<br />

acaba la historia o si, por el contrario, a esta trilogía que hoy se<br />

cierra le seguirán otros <strong>libro</strong>s con nuevas peripecias de Wolf o de<br />

Cándido, que es su mas reci<strong>en</strong>te <strong>en</strong>carnación. Lo cierto es que<br />

somos muchos los que deseamos la continuidad porque de esta<br />

forma podremos seguir disfrutando de la bu<strong>en</strong>a pluma y del salu-<br />

dable humor de Jesús María Cantalapiedra Moro, una virtud muy<br />

apreciable ya que, como dijo sir Winston Churchill, la imagina-<br />

ción consuela a los hombres de lo que no pued<strong>en</strong> ser mi<strong>en</strong>tras<br />

que el humor los consuela de lo que son.<br />

11<br />

Jesús María Cantalapiedra <br />

Angel María Fidalgo


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

12


NOTA DEL AUTOR<br />

13<br />

Jesús María Cantalapiedra <br />

El título de este librillo, “Wolf el Incompr<strong>en</strong>dido”, está<br />

inspirado <strong>en</strong> las av<strong>en</strong>turas de un personaje llamado Guillermo.<br />

Su madre literaria, Richmal Crompton, consiguió que muchos<br />

niños del mundo conocieran las correrías domésticas de aquel<br />

chaval de once años perpetuos. “Guillermo el Conquistador”,<br />

Guillermo el Proscrito”, “Guillermo el Incompr<strong>en</strong>dido”, etc.,<br />

y, hasta treinta y ocho <strong>en</strong>tregas.<br />

Y Wolf, no tan niño evid<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te, se id<strong>en</strong>tifica con<br />

Guillermo <strong>en</strong> cuanto a esa incompr<strong>en</strong>sión que araña el mundo<br />

que nos tocó vivir. Estoy por asegurar y aseguro que todos somos<br />

Guillermo, que todos somos Wolf, que todos, <strong>en</strong> alguna forma,<br />

<strong>en</strong> algún tiempo, somos o hemos sido incompr<strong>en</strong>didos.<br />

No obstante, “Wolf el Incompr<strong>en</strong>dido” manti<strong>en</strong>e la misma<br />

línea que sus predecesores, “El mundo según Wolf” y “La vuel-<br />

ta de Wolf”, utilizando el humor (a veces acidillo) y el léxico<br />

coloquial como arma ante ciertos comportami<strong>en</strong>tos sociales<br />

conocidos y, a veces, sufridos. Por otra parte, <strong>en</strong> esta ocasión,<br />

int<strong>en</strong>to dibujar un pequeño rincón del mundo de la política muni-


cipal desde el catalejo de lo anecdótico. Se trata de experi<strong>en</strong>cias<br />

personales o pres<strong>en</strong>ciadas, literales la mayor parte. En algún<br />

caso, fabuladas sobre un poso de realidad. El lector debe apli-<br />

carse para saber cuáles son unas y otras. Se transcrib<strong>en</strong> <strong>en</strong> varios<br />

capítulos. Uno de ellos pudiera haber sido mucho más ext<strong>en</strong>so,<br />

pero causas no aj<strong>en</strong>as a mi voluntad lo impidieron.<br />

Mi sincero agradecimi<strong>en</strong>to para cuantas personas han pro-<br />

piciado la elaboración de este nuevo <strong>libro</strong>. En especial al prolo-<br />

guista, Angel María Fidalgo, presid<strong>en</strong>te de la Asociación de la<br />

Pr<strong>en</strong>sa, y al pintor Ramón Villa, autor de la ilustración de porta-<br />

da, original para “Wolf el Incompr<strong>en</strong>dido”.


15<br />

Jesús María Cantalapiedra


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

16


1<br />

STULTORUM NUMERUS,<br />

INFINITUS EST<br />

De cuantas cosas me cansan,<br />

fácilm<strong>en</strong>te me defi<strong>en</strong>do;<br />

pero no puedo guardarme<br />

de los peligros de un necio.<br />

Wolf es perfectam<strong>en</strong>te consci<strong>en</strong>te de que el versillo es de<br />

Lope de Vega. No obstante, con frecu<strong>en</strong>cia lo com<strong>en</strong>ta sin citar<br />

su autoría. Por si cuela. También utiliza varias veces a la sema-<br />

na la frase de Ramón y Cajal, “Conóc<strong>en</strong>se infinitas clases de<br />

necios; la más deplorable es la de los parlanchines empeñados <strong>en</strong><br />

demostrar que ti<strong>en</strong><strong>en</strong> tal<strong>en</strong>to”.<br />

Y Wolf, no es que t<strong>en</strong>ga demasiado cacum<strong>en</strong>, sin embargo<br />

ha llegado a poseer un gran conocimi<strong>en</strong>to sobre la estolidez, la<br />

17<br />

Jesús María Cantalapiedra


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

necedad y la estupidez humana. No <strong>en</strong> vano, como muchos mor-<br />

tales, ha tratado o, mejor, se ha rozado intermit<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te con<br />

infinidad de torpes, ins<strong>en</strong>satos, mamelucos, zoquetes, m<strong>en</strong>teca-<br />

tos, mastuerzos, gaznápiros, mandrias, borregos, fatuos, zampa-<br />

tortas, imprud<strong>en</strong>tes y una larga serie de bambarrias y estultos que<br />

asolan este mundo cruel. Ya se sabe el dicho: “Stultorum nume-<br />

rus, infinitus est”. Él dice que la s<strong>en</strong>t<strong>en</strong>cia es de Salomón, impar-<br />

tida una noche de largas libaciones. Salomón gustaba mucho del<br />

tostadillo. Hablando de tostadillo, ¿qué será del Papa Clem<strong>en</strong>te?<br />

Y claro está, como los necios son legión, llegan a pasar<br />

desapercibidos para la mayoría de hombres s<strong>en</strong>satos y mujeres<br />

mesuradas. Hay que estar muy despiertos para discernir y separar<br />

unos de otros. El pazguato está infiltrado <strong>en</strong> casi todos los secto-<br />

res de la sociedad: <strong>en</strong> el taller, la oficina, la industria agropecua-<br />

ria, la universidad, la música, la política, la milicia, el burdel, el<br />

clero, la medicina, el comercio, las sociedades recreativas, la<br />

familia, el municipio y el sindicato. Mucho tontucio además se<br />

acerca peligrosam<strong>en</strong>te a la cualidad de jum<strong>en</strong>to. O de macarra,<br />

que de todo hay, por ejemplo, <strong>en</strong> el negocio musical. En este caso<br />

se produce el efecto frontón. Algunos de los necios soplagaitas<br />

18


(con perdón para el <strong>en</strong>trañable instrum<strong>en</strong>to y sus tocadores), los<br />

que alcanzaron la condición de rucios, devuelv<strong>en</strong> la pelota al fan<br />

lugareño, facilón y hortera, objeto de su comercio. De tal suerte,<br />

todo queda <strong>en</strong> familia. En este caso, según Wolf y el profesor<br />

Singstone de la Universidad de R<strong>en</strong>nes, la m<strong>en</strong>tecatería suele<br />

alcanzar cotas <strong>en</strong> verdad preocupantes a la par que estrafalarias,<br />

locas. Por decirlo suave, gilipuertas. Lo cual, gilipollas.<br />

A partir de un artículo del profesor Mariano Arnal, especia-<br />

lista <strong>en</strong> análisis léxico, el bu<strong>en</strong>o de Wolf (lo de bu<strong>en</strong>o es un decir;<br />

se ha vuelto bastante perrón) llegó a <strong>en</strong>t<strong>en</strong>der que la palabra<br />

necio pudiera v<strong>en</strong>ir del latín, nescio, que debe significar “no sé”.<br />

Volvi<strong>en</strong>do a la teoría del señor Arnal, los ciudadanos romanos<br />

ante las preguntas de los turistas imperiales (por ejemplo: ¿<strong>en</strong><br />

qué triclinium sirv<strong>en</strong> merluza a la romana? , ¿dónde está la para-<br />

da de la cuádriga? ¿a qué hora comi<strong>en</strong>za la corrida de cristia-<br />

nos?), solían contestar nescio, nescio, nescio. “No sé, no sé, no<br />

sé”. Y lo que son las cosas del léxico, por derivación, puede ser<br />

que se llegara a titular de necio a todo aquel que no sabía nada.<br />

De ahí, al “no sabe, no contesta” (n/s, n/c) de las <strong>en</strong>cuestas polí-<br />

ticas callejeras, hay un corto recorrido. De todo ello podemos<br />

19<br />

Jesús María Cantalapiedra


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

colegir que qui<strong>en</strong> responde con las siglas n/s, es un necio, un<br />

estulto. ¿Cómo es posible que algui<strong>en</strong> responda que no sabe si le<br />

gustan los blancos, los verdes o los amarillos? Pues, aproxima-<br />

dam<strong>en</strong>te, un veinte por ci<strong>en</strong>to de la población.<br />

También es muy corri<strong>en</strong>te <strong>en</strong>contrarse con otro tipo de<br />

necio: el nescio pesadus. ¿En qué cabeza cabe que un humanoi-<br />

de aborde al obispo vestido con la capa pluvial cuando se dirige<br />

al altar mayor para celebrar una misa de pontifical? Apartando a<br />

codazos a todo el cabildo oficiante, se acerca al mitrado con gran<br />

des<strong>en</strong>voltura y la int<strong>en</strong>ción de <strong>en</strong>tregarle unos papeles.<br />

P<strong>en</strong>etrante olor a inci<strong>en</strong>so invade el recinto sagrado.<br />

- Señor obispo, perdón, no sé si se acuerda de mi. Soy<br />

Jacinto, el primo del sacristán de Santo Toribio. Pues nada, que<br />

estaba aquí rezando y me dije, pues aprovecho para darle a Su<br />

Rever<strong>en</strong>dísima el currículum vitae de mi sobrino Juanín, el<br />

seminarista. Acaba este año. Mire a ver si le coloca <strong>en</strong> Astorga.<br />

No es por nada de nada ni cosa ninguna, pero vale mucho. Y, más<br />

bu<strong>en</strong>o que el pan.<br />

Mas, según Wolf, qui<strong>en</strong>es deb<strong>en</strong> sufrir al nescio pesadus<br />

con excesiva frecu<strong>en</strong>cia son los alcaldes y otras instancias m<strong>en</strong>o-<br />

20


es. A saber. Faltan unos minutos para la llegada de un ministrón<br />

a la ciudad acompañado del numerosísimo séquito de rigor,<br />

escoltas aparte. El regidor le espera acompañado de la<br />

Corporación Municipal, alabarderos, guardia de honor, secreta-<br />

rios y amanu<strong>en</strong>ses. Gran cantidad de público, a cierta distancia,<br />

espera al <strong>en</strong>viado del gobierno. Llega con gran aparato automo-<br />

vilístico. Desci<strong>en</strong>de del cochazo al tiempo que se pone la cha-<br />

queta (los pl<strong>en</strong>ipot<strong>en</strong>ciarios siempre se pon<strong>en</strong> la chaqueta mi<strong>en</strong>-<br />

tras sacan la pierna derecha del coche). Alcalde y segundones se<br />

acercan al ministrón para darle la bi<strong>en</strong>v<strong>en</strong>ida. De pronto, por<br />

detrás, aparece el nescio de turno después de sortear a varios<br />

guardias. En la mano derecha lleva una carpetilla.<br />

- Alcalde, pasaba por aquí y como el otro día me dijo que le<br />

mandara los papeles de mi cuñado, voy y me dije, pues se los<br />

doy <strong>en</strong> mano. Le recuerdo que mi cuñado vale para cualquier<br />

cosa. Métale <strong>en</strong> jardines o así. Es un manitas. ¡Ah! , y honrado<br />

como el que más, lo que pasa que se fue al paro cuando lo de la<br />

Refasa y ahora a mi hermana no le alcanza.<br />

Se podrían poner miles de ejemplos aunque, hay que reco-<br />

nocerlo, el más sangrante es el del propio Wolf. El protagonista<br />

21<br />

Jesús María Cantalapiedra


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

de estas historias, con la madurez com<strong>en</strong>zó a ponerse t<strong>en</strong>i<strong>en</strong>te.<br />

Duro de oído. Bastante. Bu<strong>en</strong>o, mucho. Sobre todo cuando lle-<br />

gaba a un puerto de mar. Por aquello de la presión. Pero como<br />

era nescio, a pesar de las recom<strong>en</strong>daciones de amigos y audio-<br />

protesistas, siempre se negó a ponerse un audífono. Le daba ver-<br />

gü<strong>en</strong>za. Y esa turbación fue causa de su desv<strong>en</strong>tura.<br />

Era miembro de la FETNE (Federación Turística del Norte<br />

de España) y <strong>en</strong> cumplimi<strong>en</strong>to del cargo, con mucha frecu<strong>en</strong>cia,<br />

asistía <strong>en</strong> Gijón a solemnes reuniones <strong>en</strong> las que se arreglaban los<br />

destinos sectoriales de las regiones norteñas. La verdad es que no<br />

se <strong>en</strong>teraba de casi nada, sobre todo si la junta se celebraba recién<br />

llegado a la hermosa ciudad. Y así ocurrió el día infausto.<br />

Necesitaba, al m<strong>en</strong>os, una hora y media para la descompresión<br />

pero, cagü<strong>en</strong>, se incorporó a la asamblea con el tiempo justo.<br />

Entró <strong>en</strong> la sala de reuniones y creyó observar que una<br />

bu<strong>en</strong>a parte de asist<strong>en</strong>tes le miraba con más afecto del acostum-<br />

brado. Le daban palmadas. Le sonreían y decían cosas que intuía<br />

positivas. Ent<strong>en</strong>der, ni jota.<br />

- De esta me hac<strong>en</strong> Presid<strong>en</strong>te. Después de tantos años se<br />

han dado cu<strong>en</strong>ta de mi trayectoria-p<strong>en</strong>só.<br />

22


Y no andaba descaminado. La mitad, más o m<strong>en</strong>os, de los<br />

compañeros (diez, más él mismo) confiaban <strong>en</strong> Wolf a pesar de<br />

la sordera creci<strong>en</strong>te. Transcurrió media hora de debate del que,<br />

como era habitual, no se <strong>en</strong>teró y finalm<strong>en</strong>te aquello tomó trazas<br />

de votación final. Y así fue. Casi al unísono, cinco brazos se<br />

alzaron. Algunos de los compañeros le hacían gestos ininteligi-<br />

bles. El de su izquierda le dio una patada por debajo de la mesa.<br />

Por último, con cierto temblor, levantó el brazo derecho. Cinco<br />

colegas le miraron crispados con cara de asesinar. Los otros<br />

cinco resoplaron de satisfacción. La pregunta para llevar a cabo<br />

la estatutaria votación había sido: “¿Quiénes rechazan la candi-<br />

datura de Wolf ?”<br />

Nescio est<br />

23<br />

Jesús María Cantalapiedra


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

24


2<br />

ARREGLADA PERO INFORMAL<br />

25<br />

Jesús María Cantalapiedra <br />

Como es sabido a Wolf, desde el inicio de la adolesc<strong>en</strong>cia,<br />

casi niñato, siempre le llamó Europa; la vieja Europa; la Europa<br />

de los castillos y los ríos majestuosos o saltarines; la Europa de<br />

la historia apasionante; el París <strong>en</strong>soñador; la Bruselas cursi<br />

(Bruselas siempre fue pelín remilgada hasta la llegada del fun-<br />

cionariado comunitario); la Alemania partida <strong>en</strong> dos y después<br />

recompuesta; la Polonia sufridora.<br />

La primera vez que <strong>en</strong> un tr<strong>en</strong> r<strong>en</strong>queante atravesó los<br />

Pirineos, t<strong>en</strong>ía dieciocho-diecinueve años, un pasaporte que<br />

prohibía casi todo, muchos pájaros <strong>en</strong> la cabeza y una maleta de<br />

cartón plastificado (no atada con cuerdas, pero de cartón).<br />

Permaneció algo más de un año vivaqueando por las orillas del<br />

Rhin, el Ródano y el S<strong>en</strong>a, y a la vuelta se <strong>en</strong>contró con que los


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

“Cursos de Verano para Extranjeros”, iniciados un lustro antes<br />

<strong>en</strong> su pueblo, habían tomado cuerpo y numerosas francesas (de<br />

aquella los extranjeros sólo eran franceses) pasaban el verano <strong>en</strong><br />

la ciudad que le vio nacer. No es que estudiaran demasiado pues<br />

se pasaban las noches bebi<strong>en</strong>do vino peleón y ejercitándose <strong>en</strong><br />

otras actividades no tan agresivas, pero llevaban a clase cartero-<br />

nas repletas de <strong>libro</strong>s y apuntes. Además, hablaban español con<br />

más soltura académica que muchos lugareños. Una anochecida<br />

de vino y tortillas, Wolf preguntó a una de ellas el por qué de<br />

aquella fluidez con el castellano.<br />

- ¿Dónde apr<strong>en</strong>diste tan bi<strong>en</strong> el español?<br />

Ella, sorpr<strong>en</strong>dida, como p<strong>en</strong>sando “este es tonto o está mal<br />

de la cabeza”, le contestó: à l´ecole, naturellem<strong>en</strong>t. Claro,<br />

¿dónde iba a ser? Al tiempo <strong>en</strong> España, aun después de seis años<br />

de bachiller y el francés como l<strong>en</strong>gua obligatoria, no se sabía<br />

decir ni “güi”. ¡Ah los idiomas <strong>en</strong> España! Sólo se estudiaba con<br />

rigor la fecha de la toma de Bilbao y el descubrimi<strong>en</strong>to de<br />

América por un señor que, según decían, era español. De tal<br />

suerte, las gabachas empollaban poco, iban a clase dormidas y<br />

casi todas regresaban a París, Nimes o Montpellier, con el híga-<br />

26


27<br />

Jesús María Cantalapiedra <br />

do hecho polvo y, consecu<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te, bastante amarillinas. Y<br />

tristes. Habían tomado el pulso a la ciudad. Estaban alucinadas,<br />

<strong>en</strong>amoradas y equivocadas. En cierta ocasión una de ellas,<br />

Nicole, le com<strong>en</strong>tó a Wolf que <strong>en</strong> España todo el mundo era rico.<br />

No salían de su asombro con el ritmo, más bi<strong>en</strong> con el diario dis-<br />

p<strong>en</strong>dio libatorio <strong>en</strong> sesiones de mañana, tarde y noche. No <strong>en</strong>t<strong>en</strong>-<br />

dían, tampoco, cómo un hombrón de cuar<strong>en</strong>ta años podía estar<br />

jugando al julepe tres horas <strong>en</strong> el bar de la esquina. C´est la vie.<br />

También, el indíg<strong>en</strong>a quedaba maravillado al observar su<br />

porte. Se hacían notar con aquellas alegres minijupes a pesar de<br />

que no alcanzaban más arriba de la rodilla. Sin embargo, para el<br />

mocerío mesetario era mucho. La g<strong>en</strong>te mayorzona se santigua-<br />

ba al paso y el clero organizaba nov<strong>en</strong>as de desagravio. Lo que<br />

es la vida. Al lado de las minifaldas actuales de nuestras compa-<br />

triotas, las escandalosas minijupes galas pudieran asemejarse a<br />

las faldas de las devotas de La Divina Pastora.<br />

Otro escándalo supuso la aparición del bikini <strong>en</strong> el lugar.<br />

Las francesas usaban bikini. Es decir, bragaza maragata y soste-<br />

nazo ribereño. Sólo se les veía el ombligo <strong>en</strong> pocas ocasiones. Se<br />

lo tapaba la bragona salvo que dieran saltines jugando a la pale-


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

ta. Así y todo, Nicole fue expulsada de la piscina de un club<br />

social por la <strong>en</strong>cargada del guardarropa, al grito de “¡fuera de<br />

aquí, guarra!”. Hoy, la hija del fontanero del bloque de Wolf<br />

lleva un tanga brasilero con el que sólo se tapa, poco, el triangu-<br />

lillo delantero del bajo vi<strong>en</strong>tre. El resto al aire, lo cual, afortuna-<br />

dam<strong>en</strong>te, muy oreado.<br />

Los Cursos de Verano para Extranjeros (aún no habían<br />

aterrizado las asiáticas) constituyeron un revulsivo para la ciu-<br />

dad. No sólo espoleaban a la sociedad con sus minijupes. Su<br />

forma de actuar, su concepto de la conviv<strong>en</strong>cia y su liberalidad<br />

(relativa), hicieron mella <strong>en</strong> una población donde el simple<br />

p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>to impuro del feligrés cond<strong>en</strong>aba a éste a todas las<br />

p<strong>en</strong>as del infierno para la eternidad. No obstante, el jov<strong>en</strong>zue-<br />

lo solía transgredir la norma y, normalm<strong>en</strong>te, como respuesta<br />

era abofeteado por la gabacha. Era la época de los guateques.<br />

Manolo bailaba con Dominique. Ella, liberal, pegaba su carita<br />

extranjera junto a la del carpetovetónico. Él, p<strong>en</strong>sando que todo<br />

el monte era orégano, se agarraba fuertem<strong>en</strong>te al culo de la de<br />

Nimes. Un décima de segundo más tarde recibía un guantazo<br />

de los de hacer época.<br />

28


Wolf, sabedor de cómo eran, jamás echaba mano a la nal-<br />

guilla <strong>en</strong> primera instancia. “Tiempo al tiempo”, p<strong>en</strong>saba. Nunca<br />

le pusieron un carrillo colorado. Además, lo suyo era <strong>en</strong>amorar-<br />

se. Y así le ocurrió con Françoise. Quedó pr<strong>en</strong>dado de la moza<br />

parisina desde el primer mom<strong>en</strong>to e iniciaron una larga relación<br />

periódica que duró cerca de tres años. La veía <strong>en</strong> París por<br />

Navidad, Semana Santa y algún mes de Julio. Françoise corres-<br />

pondía a las visitas <strong>en</strong> agosto. Coincidi<strong>en</strong>do con la calor.<br />

Fueron tiempos felices. La familia de Françoise era <strong>en</strong>can-<br />

tadora. Vivían <strong>en</strong> la rue Jacob, c<strong>en</strong>tro histórico de Saint Germain,<br />

muy cerca del Café de Flore y Au Deux Magots. Su madre, su<br />

padre, su abuela y una tía, le adoraban. Agasajábanle más que si<br />

fuera de los suyos. Casi todos los días foie, huitres, bécasses y<br />

otras délicatess<strong>en</strong>. Para acompañarlas un vino de Borgoña desti-<br />

nado a epicúreos, <strong>en</strong> verdad excel<strong>en</strong>te; de los elaborados a partir<br />

de uva de racimo suelto, no apretado. Todo perfecto hasta que<br />

llegó el día de autos. Era julio y el asfalto de París hervía.<br />

Cuar<strong>en</strong>ta grados a la sombra.<br />

La tía de Françoise, Emile, era una parisina típica. T<strong>en</strong>ía<br />

alrededor de cuar<strong>en</strong>ta años. Arreglada pero informal (no sab<strong>en</strong><br />

29<br />

Jesús María Cantalapiedra


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

cuánto), se mostraba un tanto sofisticada y con la justa delgadez<br />

para no aparecer huesuda. Una joya con ojos verde esmeralda.<br />

La repera.<br />

Una tarde, a eso de las seis, Françoise, papá, mamá y la<br />

abuela, tuvieron que salir para visitar a unos pari<strong>en</strong>tes <strong>en</strong> el cer-<br />

cano Suresnes. El calor era insoportable. La tía Emile quedó <strong>en</strong><br />

casa. Portaba un vestido verdoso cerrado con larga cremallera.<br />

Ofreció a Wolf una, dos, tres copas de un licor de Bretaña. Al<br />

tiempo que el calor arreciaba, poco a poco, la tía se iba bajando<br />

el cierre con l<strong>en</strong>titud. “¡Qué calor, mon cher!”. Wolf, nervioso,<br />

intuía la que le v<strong>en</strong>ía <strong>en</strong>cima. Y le vino. Finalm<strong>en</strong>te la tía corrió<br />

el artilugio rápidam<strong>en</strong>te hasta los bajos, no sin cierta dificultad<br />

al final. Siempre se atasca con las prisas. Se abalanzó sobre él<br />

con furor interino. Wolf se resistió mi<strong>en</strong>tras pudo. El problema<br />

era que podía resistir todo m<strong>en</strong>os la t<strong>en</strong>tación. Y, sudorosos,<br />

<strong>en</strong>tre pitos y flautas, pecaron largam<strong>en</strong>te. Tanto, que se pasaron<br />

de tiempo y apareció la abuela. Le había dado un pequeño vahí-<br />

do y volvió antes de lo previsto.<br />

En una pared del salón donde se desarrollaban los hechos,<br />

colgaba rústica y <strong>en</strong>orme sartén de cobre brillantón. La abuela no<br />

30


lo p<strong>en</strong>só dos veces. Agarró la sartén por el mango y le sacudió a<br />

Wolf sin piedad. El pobre acosado escapó escaleras abajo<br />

poniéndose los pantalones precipitadam<strong>en</strong>te.<br />

Cogió el primer tr<strong>en</strong>, jurándose no volver a t<strong>en</strong>er una novia<br />

con tía arreglada pero informal.<br />

31<br />

Jesús María Cantalapiedra


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

32


3<br />

UN MUNDO FELIZ<br />

33<br />

Jesús María Cantalapiedra <br />

Wolf, aun con largas intermit<strong>en</strong>cias viajeras, siempre vivió<br />

<strong>en</strong> su ciudad. Tal como la veía a veces, un lugar idílico que<br />

muchos llamaban “La Arcadia del Noroeste del País”. Una<br />

pequeña población muy apañada <strong>en</strong> la que paz, tranquilidad y<br />

concordia, eran sus <strong>en</strong>señas más definidas. Limpia cual pat<strong>en</strong>a,<br />

causaba el asombro de cuantos la escogían como punto de desti-<br />

no turístico o paso norteño. Uno de los aspectos ciudadanos que<br />

sorpr<strong>en</strong>dían al visitante era el amor que rezumaban todos sus<br />

vecinos. Se pulsaba <strong>en</strong> la limpia atmósfera social, controlada<br />

desde lo alto por las agujas de su impresionante catedral y un his-<br />

tórico gallo situado <strong>en</strong> la torre de otro no m<strong>en</strong>os emblemático<br />

templo. Ambos lugares sacros se abarrotaban diariam<strong>en</strong>te de<br />

feligreses, con el fin primordial de darse la paz llegado el


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

mom<strong>en</strong>to ritual de la misa. No se conformaban con el apretón de<br />

manos. Abrazábanse con lágrimas <strong>en</strong> los ojos. Con sincero s<strong>en</strong>-<br />

timi<strong>en</strong>to fraterno. Con emoción no disimulada. El orgullo de<br />

amar y ser amados, rebosaba sus corazones arrebatados de júbi-<br />

lo. No existían odios ni r<strong>en</strong>cillas. Todo era amor al prójimo. Paz<br />

y bi<strong>en</strong>.<br />

A la salida del acto religioso las quinceañeras -y aún más<br />

talludas-, vestidas con preciosos plisados y tocadas con delica-<br />

dos lazos de color rosa, hacían jubilosos corros y, felices, canta-<br />

ban la bonita canción: “Dónde están las llaves, matarilerileri-<br />

le…”. Los papás, misal <strong>en</strong> mano, se intercambiaban florecillas<br />

del campo recogidas al amanecer. Las mamás, recetas heredadas<br />

de la abuela; secretos culinarios de cabello de ángel, huesos de<br />

santo, tocinillos de cielo, yemas de Santa Teresa, lazos de San<br />

Guillermo, tarta San Marcos y quina al estilo de Santa Catalina.<br />

Santos, santas, predios celestiales y espíritus angélicos, también<br />

andan <strong>en</strong>tre pucheros <strong>en</strong> la ciudad de Wolf.<br />

En cuanto a los jóv<strong>en</strong>es, ellos y ellas, como Dios manda,<br />

sabían dedicar sus ocios sabatinos con sana alegría propia de la<br />

edad. El resto de la semana se <strong>en</strong>tregaban al estudio. Reunidos<br />

34


35<br />

Jesús María Cantalapiedra <br />

<strong>en</strong> fraterna camaradería, bebían cortos de clara y los mayores de<br />

veintiún años, dos vasitos de vino con gaseosa para acompañar<br />

la meri<strong>en</strong>da. Muchos de ellos, previam<strong>en</strong>te al asueto lúdico-fes-<br />

tivo, pasaban por la biblioteca pública para leer clásicos españo-<br />

les. Otros jugaban al balón <strong>en</strong> el río de aguas cristalinas o pesca-<br />

ban irisadas truchas que una vez capturadas devolvían al líquido<br />

elem<strong>en</strong>to. Gloria daba verles.<br />

¿Y los niños? B<strong>en</strong>ditos sean. Qué digo b<strong>en</strong>ditos. Angelitos<br />

míos. En la ciudad que vio nacer a Wolf, por fin habían abando-<br />

nado aquellos maléficos videojuegos de marcianos y monstrui-<br />

tos, causantes de muchos d<strong>en</strong>gues y hoy, corretones, se dedican<br />

a jugar al aro. ¡Qué bonito! Y a la peonza. Y al tacón. Y al yoyó.<br />

En los mom<strong>en</strong>tos de merecido descanso le<strong>en</strong> “Expansión” o<br />

“Cinco Días”. Los más sesudos, “ABC” o “El País”, según el<br />

caso. Algunos, casi <strong>en</strong> éxtasis, repasan el catecismo del Padre<br />

Astete s<strong>en</strong>tados <strong>en</strong> un banco cuidado a base de cariño, mi<strong>en</strong>tras<br />

coloristas pavos reales les abanican con su plumaje tropical.<br />

Inquietas ardillas les observan.<br />

Otro honorable estandarte del ciudadano era el respeto cívi-<br />

co de los conductores de vehículos autopropulsados. Todos res-


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

petaban los pasos de cebra y, <strong>en</strong> ocasiones, desc<strong>en</strong>dían de sus<br />

automóviles para ayudar a las viejecitas impedidas recién opera-<br />

das de la cadera. Nadie detrás tocaba el pito, es decir, el claxon.<br />

Aprovechaban el mom<strong>en</strong>to para llamar desde el teléfono móvil a<br />

su párroco y preguntarle la hora de la nov<strong>en</strong>a del viernes; la de<br />

las ánimas.<br />

Los nobles políticos municipales también repres<strong>en</strong>taban un<br />

ejemplo para el resto del país. En cada ocasión que se convoca-<br />

ba Ayuntami<strong>en</strong>to Pl<strong>en</strong>o, dec<strong>en</strong>as de autocares repletos de ciuda-<br />

danos llegados de los cuatro puntos cardinales se acercaban a la<br />

ciudad para apr<strong>en</strong>der concordia. Instalábanse grandes pantallas<br />

<strong>en</strong> la plaza con el fin de que los foráneos pudieran contemplar <strong>en</strong><br />

directo aquellas muestras de cultura, civismo y educación políti-<br />

ca. En cierta ocasión un pl<strong>en</strong>o fue retransmitido vía satélite por<br />

la BBC de Londres. Incluso Blair quedó asombrado. Y no diga-<br />

mos <strong>en</strong> Madrid.<br />

El desarrollo de las sesiones era modélico y edificante.<br />

- Con la v<strong>en</strong>ia del señor Alcalde -se iniciaba el portavoz<br />

don Barsilio Callejo.<br />

- Usted la ti<strong>en</strong>e, mi querido señor Callejo.<br />

36


- Muchísimas gracias -respondía don Barsilio- se me había<br />

ocurrido, contando con su aquiesc<strong>en</strong>cia, pintar de color malva la<br />

catedral. A efectos turísticos sería un gran revulsivo y además<br />

evitaríamos el mal de la piedra que tantos disgustos y dinero nos<br />

cuesta.<br />

- Muchas gracias a usted por la feliz idea -contestó emo-<br />

cionado el alcalde- tanto es así que <strong>en</strong> el próximo pl<strong>en</strong>o voy a<br />

proponer que se le conceda la Encomi<strong>en</strong>da de Santa Nonia con<br />

Distintivo Lila.<br />

- No esperaba m<strong>en</strong>os de su b<strong>en</strong>ignidad. Gracias, muchas<br />

gracias sinceras, don Acisclo. Nuestro grupo no esperaba otra<br />

cosa de su m<strong>en</strong>te s<strong>en</strong>sata, preclara y coher<strong>en</strong>te.<br />

- Insisto <strong>en</strong> que las gracias debo dárselas yo -respondió el<br />

Alcalde-. Así pues, procedamos a la votación.<br />

Toda la Corporación, como una piña, levantó sus brazos y<br />

quedó aprobada la propuesta. Después del preceptivo recu<strong>en</strong>to<br />

por el secretario, una salva de aplausos de ediles y público atro-<br />

nó el recinto. Una vez finalizado el pl<strong>en</strong>o, equipo de gobierno y<br />

oposición se dirigieron al bar “Los Serrallos”, situado <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>te,<br />

y el Alcalde invitó a todos. Los pimi<strong>en</strong>tos rell<strong>en</strong>os de morcilla<br />

37<br />

Jesús María Cantalapiedra


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

que servían <strong>en</strong> “Los Serrallos” eran excel<strong>en</strong>tes, a la par que el<br />

vinillo de la tierra que trasegaron con fruición y muchos brindis.<br />

Finalm<strong>en</strong>te, Wolf despertó sobresaltado y sudoroso.<br />

Llevaba un tiempo con muchas preocupaciones y la cama era un<br />

suplicio. Se pasaba las noches soñando con su ciudad, sus veci-<br />

nos, el Ayuntami<strong>en</strong>to y el ingreso de la Kournikova <strong>en</strong> una ord<strong>en</strong><br />

religiosa.<br />

Fue al médico y parece que va mejor, aunque con intermi-<br />

t<strong>en</strong>tes recidivas <strong>en</strong> forma de repetidas pesadillas.<br />

38


4<br />

UN AMOR BESTIAL<br />

39<br />

Jesús María Cantalapiedra <br />

Wolf siempre disfrutó de muchos amigos y unos cuantos<br />

<strong>en</strong>emigos. De éstos nunca supo el orig<strong>en</strong> de su inquina, aunque<br />

a veces lo situaba <strong>en</strong> terr<strong>en</strong>os cercanos a la estupidez humana y,<br />

<strong>en</strong> la mayor parte de los casos, como consecu<strong>en</strong>cia de <strong>en</strong>vidias o<br />

pelusas lugareñas. ¿Envidia de qué?, se preguntaba. Sin embar-<br />

go, sí conocía los motivos por los que fulanito o m<strong>en</strong>ganita eran<br />

amigos suyos. Por complicidad, respeto mutuo, conocimi<strong>en</strong>to<br />

intelectual, afecto espontáneo y haber compartido bu<strong>en</strong>os y<br />

malos ratos. Bu<strong>en</strong>os, los que más.<br />

Uno de ellos es Manolito Río Lecichana, a cuya casa acude<br />

con alguna frecu<strong>en</strong>cia <strong>en</strong> compañía de su esposa Marujina. La<br />

mujer de Wolf y Evelia, la madre de los hijos de Manolito y<br />

esposa de éste, también hac<strong>en</strong> bu<strong>en</strong>as migas a pesar de su her-


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

mandad de género, que ya es decir. Completaba la familia un<br />

perro disoluto llamado Trasgo, causante del inicio de desave-<br />

n<strong>en</strong>cias <strong>en</strong>tre los dos amigos, junto con un cuñado de Manolito,<br />

a la sazón corredor de seguros <strong>en</strong> Cantabria.<br />

Y a su casa acudieron un mal día, vestidos como corres-<br />

ponde a una c<strong>en</strong>a. El matrimonio siempre fue muy protocolario<br />

y, aunque de sport, se pres<strong>en</strong>taron <strong>en</strong> casa de Manolito y<br />

Evelia, que daba gloria verles. Por supuesto, recién mudados y<br />

duchados. Wolf estr<strong>en</strong>ó para la ocasión unos pantalones de<br />

conocida marca británica y se había rociado comedidam<strong>en</strong>te<br />

con agua de colonia no m<strong>en</strong>os inglesa. Nada más <strong>en</strong>trar, el<br />

lic<strong>en</strong>cioso perro no paró de olisquearle movi<strong>en</strong>do el rabo con<br />

gran alborozo. Wolf, no muy amante de los canes lanudos (ade-<br />

más era <strong>en</strong>orme) le pasó la mano por el lomo como queri<strong>en</strong>do<br />

decir adiós. Pero no fue así. Durante y después de la c<strong>en</strong>a,<br />

Trasgo no se separó de sus pies sin parar de mover el rabo pelu-<br />

do. Parecía un plumero grandón.<br />

Los dos matrimonios, parlanchines como siempre, hablaron<br />

de todo y durante mucho tiempo. Ellos, de las habituales boba-<br />

das. Ellas, de cosas más o m<strong>en</strong>os trasc<strong>en</strong>d<strong>en</strong>tes: de la abuela que<br />

40


41<br />

Jesús María Cantalapiedra <br />

se rompió la cadera, de tallas, de la tele, de la boda de m<strong>en</strong>gani-<br />

ta, <strong>en</strong> fin. Trasgo no hacía un ruido. Sólo maquinaba cualquier<br />

maldad perruna y movía el rabo. Wolf p<strong>en</strong>só que le gustaba la<br />

colonia. Los perros son muy raros a la par que suyos. Cariñosos,<br />

pero suyos. Muy cariñosos.<br />

Cuando parecía que llegaba el mom<strong>en</strong>to de la despedida el<br />

perrazo se lo olió. Como si le hubiera picado algo se puso a dos<br />

patas sobre la pierna derecha de Wolf. Con movimi<strong>en</strong>tos cierta-<br />

m<strong>en</strong>te convulsivos y rápidos aunque cad<strong>en</strong>ciosos, se inició <strong>en</strong> el<br />

antiquísimo ejercicio amatorio con lascivos rozami<strong>en</strong>tos sobre el<br />

recién estr<strong>en</strong>ado Burberrys. Wolf, sin saber qué hacer, miraba a<br />

Manolito. Manolito no decía nada. Ni Evelia. Ni Marujina.<br />

Todos observaban como bobos. Como bobas. Una vez finalizada<br />

la función, la impoluta pr<strong>en</strong>da quedó arruinada. Un elem<strong>en</strong>to<br />

viscosillo, semi blanquecino y pringoso, impregnó una bu<strong>en</strong>a<br />

parte de la pernera <strong>en</strong> cuestión.<br />

- No te preocupes, t<strong>en</strong>go un seguro que me hizo mi cuñado<br />

- dijo Manolito.<br />

Total, se limpió como pudo con una rodea que le facilitó<br />

Evelia, cogió del brazo a Marujina y fuéronse. Al llegar a casa la


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

pernera estaba rígida. Al día sigui<strong>en</strong>te a primera hora llevó el<br />

pantalón a la tintorería. Lo recogió por la tarde una vez pagadas<br />

650 antiguas pesetas. Como era habitual <strong>en</strong> él, perdió el peque-<br />

ño ticket-factura. Y ahí com<strong>en</strong>zaron los problemas.<br />

Pasados dos días, escribió al cuñado de Manolito, el del<br />

seguro, informándole de lo acaecido. Tardó tres semanas <strong>en</strong> con-<br />

testarle. Era carta muy formalista <strong>en</strong> la que le reclamaba la fac-<br />

tura. Tuvo que pedir un duplicado <strong>en</strong> la tintorería. Se lo mandó.<br />

Pasaron dos semanas más y finalm<strong>en</strong>te recibió contestación fir-<br />

mada por el corredor con el visto bu<strong>en</strong>o del director g<strong>en</strong>eral<br />

adjunto de la compañía de seguros. V<strong>en</strong>ía a decir que no era via-<br />

ble la correspondi<strong>en</strong>te indemnización pues necesitaban el origi-<br />

nal de la factura y no un duplicado. Wolf les contestó adecuada-<br />

m<strong>en</strong>te, al tiempo que inquirió a Manolito para que mediara <strong>en</strong> el<br />

asunto.<br />

- Manolito, haz algo ante tu cuñado. Esto ya es un asunto<br />

de amor propio -le dijo cabreado.<br />

Al cabo de dos o tres meses, el cantabrón (era un cantabro-<br />

nazo) le volvió a escribir vía E-mail. Citaba unos cuantos artícu-<br />

los de la Ley para justificar que de pago por daños, nada. Lo que<br />

42


más <strong>en</strong>corajinó a Wolf fue el final del escrito. El cantabrón afir-<br />

maba que la compañía no podía hacerse cargo pues no estaban<br />

seguros de que no hubiera sido Wolf el que provocó al perro,<br />

aunque <strong>en</strong>t<strong>en</strong>dían que pudiera haber sido por causa de la colonia<br />

inglesa.<br />

Y así sigu<strong>en</strong> las cosas. El hombre anda de juzgado <strong>en</strong> juz-<br />

gado, pero nada. Y va para tres años.<br />

43<br />

Jesús María Cantalapiedra


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

44


5<br />

EL CUENTO DE NAVIDAD<br />

45<br />

Jesús María Cantalapiedra <br />

Durante varios años Wolf vivió <strong>en</strong> una pequeña ciudad<br />

que, como todas, disfrutaba de sus <strong>en</strong>trañables fiestas navide-<br />

ñas. La niebla difuminaba t<strong>en</strong>uem<strong>en</strong>te las lucecillas de colori-<br />

nes instaladas por el Ayuntami<strong>en</strong>to. Es decir, ovejitas luceras,<br />

astados r<strong>en</strong>os, abetos, estrellitas y cosas por el estilo. Como era<br />

costumbre, los ciudadanos tomaban la calle y los estableci-<br />

mi<strong>en</strong>tos hosteleros. Se saludaban con la típica acritud de<br />

Pascua.<br />

- ¡Hola cerdo! –decían al amigo los que más.<br />

- ¡Hombre sinvergü<strong>en</strong>za! –com<strong>en</strong>taba el opon<strong>en</strong>te- ¿qué es<br />

de tu vida?, supongo que seguirás tan cabronazo como siempre.<br />

- Se hace lo que se puede, aunque con los nuevos tiempos,<br />

ya sabes, está empezando a ser mal visto incluso pegar patadas


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

<strong>en</strong> la cabeza a la bruja de la abuela. No sé dónde vamos a ir a<br />

parar -contestaba.<br />

- Pues yo sigo dejando a mi padre <strong>en</strong> las gasolineras cuan-<br />

do llegan las vacaciones.<br />

- Bu<strong>en</strong>o, yo eso lo hago con mi madre.<br />

- ¿Y qué es del jeta de tu hijo?<br />

- Muy bi<strong>en</strong>. Como al tuyo le pillaron con dos kilos de coca<br />

y está <strong>en</strong> el trullo. Por cierto, Ramonín creo que te salió mari-<br />

cuelo. Ti<strong>en</strong>e más pluma que los gallos de La Cándana. ¡Qué ele-<br />

m<strong>en</strong>to!<br />

Una de las costumbres más arraigadas llegadas tan señala-<br />

das fechas era reunirse <strong>en</strong> familia el 24 y el 25 de diciembre. Las<br />

broncas <strong>en</strong>tre allegados solían ser memorables y siempre ter-<br />

minaban como el rosario de la aurora. En los casos más ejem-<br />

plares algui<strong>en</strong> llamaba a la policía o a una ambulancia para que<br />

trasladara a dos cuñados sangrantes a urg<strong>en</strong>cias. Se habían<br />

arreado de lo lindo. Al tiempo, el resto cantaba bonitos villan-<br />

cicos coreados por los pequeñuelos de la casa ahítos de anise-<br />

te. Los niños ¡angelitos míos!, solían tomar parte activa de la<br />

celebración con zambomba y tambor, regalados por el más per-<br />

46


verso de los tíos. El paterfamilias, mamao, llegaba a la c<strong>en</strong>a<br />

cuando el turrón estaba <strong>en</strong> las últimas. Había cerrado todos los<br />

bares del barrio insultando a los amigos o <strong>en</strong>tonando adecuadas<br />

canciones populares. V<strong>en</strong>ía desgañitado de cantar aquella de<br />

“Por el río Carrión bajaba un submarino, ruma la rumba la rum,<br />

cargado de borrachos y todos pal<strong>en</strong>tinos, rumba la rumba, la<br />

rum, la rumba del cañón…”<br />

El árbol de Navidad rebosaba de paquetines de colores con<br />

regalos para la familia.<br />

- ¿Y ésta es la mierda que me regalas con lo que yo cuidé a<br />

tu madre? -decía una cuñada gorda.<br />

- Mira quién fue a hablar, so guarra –com<strong>en</strong>taba otra con la<br />

v<strong>en</strong>a del pescuezo hinchada.<br />

Y se tiraban de los pelos. A la hora de la despedida, antes<br />

de recoger a los de urg<strong>en</strong>cias, se decían adiós con típicas can-<br />

ciones navideñas.<br />

“Esta noche es Noche Bu<strong>en</strong>a y mañana Navidaaad,<br />

saca el hacha tía María que les vamos a arrear…”<br />

47<br />

Jesús María Cantalapiedra


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

O aquel otro:<br />

“Está noche es Noche Bu<strong>en</strong>a y nació el niño divino,<br />

C´os d<strong>en</strong> mucho, mucho, mucho, ande amargan los pepi-<br />

nos…”<br />

Y también el que cantaban los nietines:<br />

“Güela, güela, güela, yo no veo el modo<br />

de que se te pase t<strong>en</strong>er tanto morro…”<br />

Al estribillo<br />

“Ande, ande, ande, que viva la güela…<br />

ráscate el bolsillo que hoy es Noche Gü<strong>en</strong>a…”<br />

Y así estaban las cosas hasta que la autoridad municipal<br />

tomó cartas <strong>en</strong> el asunto. Hubo de trasladar la Navidad a otras<br />

fechas: del 7 de <strong>en</strong>ero al 23 de diciembre. Y llegaron paz y con-<br />

cordia. Durante casi doce meses, amor fraterno y bu<strong>en</strong>a voluntad<br />

48


eina <strong>en</strong> los corazones de los ciudadanos. La solidaridad <strong>en</strong>tre<br />

congéneres se practica día a día. Todas las semanas son fiesta. En<br />

la m<strong>en</strong>sual Misa de Gallo, los vecinos, cogidos de la mano, can-<br />

tan loas de alabanza a la ternura, al afecto y al cariño. Una vez<br />

<strong>en</strong> casa, reunidos <strong>en</strong> torno a la camilla familiar, cada jornada se<br />

com<strong>en</strong>tan las virtudes de unos y otros, incluso de cuñadas y<br />

cuñados; de los amigos, incluso de los hijos de los amigos. De la<br />

vida plac<strong>en</strong>tera. De la verde campiña. Los grandes almac<strong>en</strong>es,<br />

con gran despliegue luminotécnico, <strong>en</strong>galanan sus escaparates<br />

de mediados de <strong>en</strong>ero a finales de diciembre. Todo el mundo<br />

regala durante tan señaladas fechas. Se acabó el problema. Lo<br />

malo es para aquellos que todo lo que hace el Ayuntami<strong>en</strong>to les<br />

parece mal y se niegan a los cambios. Llegaron a montar una<br />

coordinadora reivindicativa. ¡LA NAVIDAD EN DICIEMBRE,<br />

YA!, rezaba la pancarta. ¡Serían inconsci<strong>en</strong>tes!<br />

Al alcalde que tuvo la idea feliz le han hecho un monu-<br />

m<strong>en</strong>to <strong>en</strong> bronce por suscripción popular, a excepción de los de<br />

la coordinadora. Lo b<strong>en</strong>dijo un arzobispo y fue inaugurado por<br />

el ministro de Bi<strong>en</strong>estar Social.<br />

49<br />

Jesús María Cantalapiedra


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

50


6<br />

TIPOLOGÍA DEL PELMAZO<br />

51<br />

Jesús María Cantalapiedra <br />

Algui<strong>en</strong> dijo que “un pelmazo es el individuo que le priva<br />

a usted de su soledad sin proporcionarle compañía”. No se sabe<br />

quién fue el que propuso la definición, pero era un sabio carga-<br />

do de razón como los santos.<br />

Convi<strong>en</strong>e anotar aquí, antes de profundizar <strong>en</strong> la tipolo-<br />

gía de los palizas, que Wolf es una de las personas conocidas<br />

más paci<strong>en</strong>te e indulg<strong>en</strong>te del Norte de España. Soporta lo<br />

que le ech<strong>en</strong>. Ergo, a bandarras, mastresas, estrafalarios, tra-<br />

gamallas, bullangueros, borrachos, simpáticos, guitarristas<br />

de cantina, aburridos, perdonavidas y una larga relación de<br />

étnias urbanas o rústicas con mala pr<strong>en</strong>sa. Incluso, con<br />

paci<strong>en</strong>cia franciscana, sobrelleva con éxito comedido a insti-<br />

tuciones como el municipio, el sindicato y la familia (inclui-


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

dos sobrinos y cuñadas). ¡Ah!, y <strong>en</strong> tiempos al yerno de Su<br />

Excel<strong>en</strong>cia.<br />

Sólo existe un elem<strong>en</strong>to que le desasosiega e incomoda:<br />

el pelmazo. Y Wolf ti<strong>en</strong>e la sufici<strong>en</strong>te edad como para permi-<br />

tirse el lujo de mandarles al carallo. Si t<strong>en</strong>emos <strong>en</strong> cu<strong>en</strong>ta que<br />

según las últimas estadísticas del correspondi<strong>en</strong>te Instituto, los<br />

pelmazos alcanzan un 48,60 por ci<strong>en</strong>to de la población activa<br />

de la ciudad donde vive, claram<strong>en</strong>te se colige que pasa una<br />

bu<strong>en</strong>a parte de su vida <strong>en</strong>viando a aquel lugar a esa legión de<br />

cargantes que arrasan el mundo. Además son los causantes de<br />

que mi amigo y c<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ares de personas cojan dos o tres gripes<br />

horrorosas a lo largo del año. Sólam<strong>en</strong>te hay que multiplicar y<br />

darse cu<strong>en</strong>ta de que la epidemia puede alcanzar cotas alar-<br />

mantes y consigui<strong>en</strong>te deterioro para las arcas de la Seguridad<br />

Social. Me explico.<br />

El clima de la ciudad de Wolf fue perfectam<strong>en</strong>te definido<br />

por Quevedo, después de haber permanecido hospedado cinco<br />

años <strong>en</strong> San Marcos invitado por el Conde Duque de Olivares.<br />

“El ceño de estas montañas, cuyos vi<strong>en</strong>tos rabiosos son súbita<br />

locura, tra<strong>en</strong> noche e invierno; y <strong>en</strong> un mismo día de verano, que<br />

52


53<br />

Jesús María Cantalapiedra <br />

aquí sólo es vocablo, hac<strong>en</strong> vivir repartidos por las horas todos<br />

los meses del invierno”.<br />

Y <strong>en</strong> este ámbito actúa el pelmazo urbano. Suele actuar a<br />

cualquier hora del día o de la noche, atacando al personal <strong>en</strong> la<br />

intersección de dos calles, donde los vi<strong>en</strong>tos rabiosos son súbita<br />

locura.<br />

- Hombre Wolf, cuánto tiempo sin verte -dice el palizas.<br />

- Pues nada, pasaba por aquí…-responde Wolf sin t<strong>en</strong>er ni<br />

idea de quién es el repajolero agresor.<br />

- Pero, ¿no te acuerdas de mí? Soy Agapito. Yo era muy<br />

amigo de tu padre. ¡Qué bu<strong>en</strong>a persona era tu padre! Si yo te<br />

contara las que nos corrimos cuando estaba <strong>en</strong> Albacete. No, no<br />

era <strong>en</strong> Albacete. Fue <strong>en</strong> Segovia. Yo era sarg<strong>en</strong>to de comple-<br />

m<strong>en</strong>to.<br />

- Sí, claro -contesta el aterido Wolf mi<strong>en</strong>tras los cuchillos<br />

lanzados desde el ceño de las montañas persist<strong>en</strong> <strong>en</strong> Bermudo II<br />

esquina a Card<strong>en</strong>al Val<strong>en</strong>zuela.<br />

- No, me parece que no te acuerdas de mí. Sí hombre, de<br />

que me casé con Remedios, la cuñada del boticario de<br />

Villanueva -insiste el impres<strong>en</strong>table.


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

- ¡Ah!, sí -exclama Wolf al tiempo que mira el reloj dos o<br />

tres veces.<br />

- Pues lo que te digo. De que me trasladé aquí cuando lo de<br />

la pobre Reme (q.e.d). Mi hijo el mayor casó <strong>en</strong> Carrizal. Ya<br />

t<strong>en</strong>go dos nietines y lo que v<strong>en</strong>ga. Su mujer trabaja <strong>en</strong> el<br />

Ayuntami<strong>en</strong>to. Les va muy bi<strong>en</strong>. Él es périto, bu<strong>en</strong>o, ing<strong>en</strong>iero<br />

técnico. ¡Cómo me acuerdo de tu padre! Pasamos muy bu<strong>en</strong>os<br />

años <strong>en</strong> Albacete, digo <strong>en</strong> Segovia. ¡Qué tiempos! Claro, éramos<br />

jóv<strong>en</strong>es. Tu padre las armaba pardas pero era muy bu<strong>en</strong>a perso-<br />

na. Por cierto, ¿a qué no sabes con quién me <strong>en</strong>contré el otro día?<br />

- No.<br />

- A tu tío Aclisclo. Anda con la espalda fatal. Así empezó la<br />

pobre Reme. La tuve ocho meses <strong>en</strong> el hospital. Fue una p<strong>en</strong>a<br />

aunque Manolo se portó muy bi<strong>en</strong>. Porque ya sabes que Manolín<br />

hizo medicina. ¡Quién lo hubiera dicho, con lo gamberro que<br />

era! Lo que pasa es que luego formalizó mucho cuando se casó.<br />

¡Qué lástima que se separara! Pues lo que te digo, de que me<br />

acuerdo mucho de tu padre.<br />

leche.<br />

- Y yo del tuyo -respondió Wolf tiritando de frío y mala<br />

54


- Ya decía yo de que no podías haberte olvidado de mí. Lo<br />

que pasa es que eres un despistado. Como tu padre. Si supieras<br />

lo que me acuerdo de él.<br />

- Y yo del tuyo mamón -insistió Wolf.<br />

Y marchó despidiéndose a la francesa, sin t<strong>en</strong>er idea de la<br />

id<strong>en</strong>tidad del chinchorrero. Pero el mal ya estaba hecho. Llegó<br />

tarde a una importante reunión de trabajo e incubó un gripazo<br />

f<strong>en</strong>om<strong>en</strong>al que le retuvo <strong>en</strong> cama una semana con treinta y nueve<br />

de fiebre. Había int<strong>en</strong>tado cortar al plasta unas cuantas veces<br />

pero cada vez que hacía ademán de marchar, Agapito le agarra-<br />

ba de un brazo. Los pelmazos deambulantes suel<strong>en</strong> ret<strong>en</strong>erte a la<br />

fuerza cuando int<strong>en</strong>tas escapar. No hay qui<strong>en</strong> pueda con ellos. Ni<br />

con los de cantina. La mayor aspiración diaria de Wolf es que no<br />

se le instale junto a la cerveza belga de su bar habitual, un pel-<br />

mazo que le amargue el trago y la tarde. Aunque no haya vi<strong>en</strong>-<br />

tos rabiosos <strong>en</strong> el recinto y consecu<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te no agarre ningún<br />

andancio febril. En realidad, son los peores. Al calorcín de la<br />

calefacción no se cansan. Y si además te invitan a la birra, la has<br />

c… (con perdón). Te si<strong>en</strong>tes <strong>en</strong> la obligación de aguantar la<br />

turrada hasta que, a tragantones, bebes la mixtura de los antiguos<br />

55<br />

Jesús María Cantalapiedra


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

abades flam<strong>en</strong>cos. Los inv<strong>en</strong>tos de los frailes siempre han sido<br />

muy de agradecer. Uno de los más importantes, cerveza aparte,<br />

la soledad bi<strong>en</strong> <strong>en</strong>t<strong>en</strong>dida y elegida.<br />

Por todo ello, el gobierno debería hacer algo; un proyecto<br />

de Ley o cosa similar, que regulara la actuación del pesado iti-<br />

nerante. Sobre todo <strong>en</strong> ciudades donde el ceño de las montañas<br />

provocan vi<strong>en</strong>tos gélidos de súbita locura. El ahorro para la<br />

Seguridad Social sería importante y, además, el personal llegaría<br />

puntual a las reuniones de trabajo. Inda mais, no amargaría la<br />

vida al humilde contribuy<strong>en</strong>te con ganas de <strong>en</strong> solitario tomar<br />

una cerveza o pasear, que tampoco es mal ejercicio. O sea, el pri-<br />

mero.<br />

YA!<br />

¡Que det<strong>en</strong>gan a todos los pelmazos que <strong>en</strong> el mundo son,<br />

56


7<br />

TRISTURA MÓVIL<br />

57<br />

Jesús María Cantalapiedra <br />

Wolf, durante bastantes años, por motivos de trabajo (reu-<br />

niones plúmbeas, comidas temerosas, inauguraciones y cosas así)<br />

acudía a Madrid con mucha frecu<strong>en</strong>cia. Por cierto, a Madrid sigue<br />

si<strong>en</strong>do necesario viajar tanto, al m<strong>en</strong>os, como <strong>en</strong> pasadas épocas<br />

políticas. Los asuntos, al final, siempre se arreglan <strong>en</strong> Madrid.<br />

Desde la operación de la abuela a la búsqueda de recom<strong>en</strong>dacio-<br />

nes, pasando por la visita a pari<strong>en</strong>tes de la diáspora, Madrid<br />

manda. Es curioso, aun si<strong>en</strong>do pari<strong>en</strong>tes se les visita. Y lo malo<br />

es que como son muy cumplidos te la devuelv<strong>en</strong> y se quedan <strong>en</strong><br />

casa una semana. Llegan para pasar un pu<strong>en</strong>te (dos o tres días los<br />

soporta cualquiera), mas el anuncio inicial se vi<strong>en</strong>e abajo.<br />

- ¡Qué paz t<strong>en</strong>éis aquí! –dic<strong>en</strong> los cabritos, al tiempo que te<br />

anuncian la prórroga de las vacaciones una semana más.


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

- O sea, ¿cuánto? -les respondes pálido.<br />

- Nada, una p<strong>en</strong>a. Sólo una semana.<br />

- Algo es algo, ¡qué alegría! –contestas cínico.<br />

- Bu<strong>en</strong>o, Paco que se quede unos días más. Le quedan<br />

varios moscosos. ¡Qué paz, oye! No sabéis lo que disfrutáis <strong>en</strong><br />

provincias.<br />

Así que Wolf <strong>en</strong> sus periódicos viajes, por si acaso, pasa de<br />

familia madrileña con sabia premeditación. Una vez finalizada la<br />

reunión o la comida asfixiante (esas <strong>en</strong> las que el anfitrión se<br />

levanta a las siete de la tarde ahíto de brandy y purazos, después<br />

de haber ofrecido tres discursos), <strong>en</strong> vez de visitar a su primo el<br />

plasta, ante el temor de que se le cuelgue <strong>en</strong> su pueblo por<br />

Semana Santa u otras fiestas de guardar, se dedica a deambular<br />

por la Villa y Corte <strong>en</strong> solitario. P<strong>en</strong>sando. Mirando a las apa-<br />

bardas. Tomando cañas por Jesús de Medinaceli y aledaños; <strong>en</strong><br />

“La Dolores” u otros templos similares, como “Los Gatos”, tasca<br />

presidida por una gran custodia de plata y monaguillo de tama-<br />

ño natural dotado de inc<strong>en</strong>sario y miles de objetos polvori<strong>en</strong>tos<br />

A veces, después de “La Dolores” o el refugio de la hornacina<br />

del Santísimo, para continuar el periplo pío <strong>en</strong>tra <strong>en</strong> la iglesia del<br />

58


59<br />

Jesús María Cantalapiedra <br />

Cristo t<strong>en</strong>ebroso para com<strong>en</strong>tarle algo <strong>en</strong>tre amigos, siempre que<br />

la cola no dé vuelta a la manzana. Los viernes parece que lo<br />

regalan. A veces, poco antes, fr<strong>en</strong>te a la iglesia, <strong>en</strong> la Cerería de<br />

Jesús, compra un velón votivo.<br />

Madrid, a pesar de unos y otros, sigue mant<strong>en</strong>i<strong>en</strong>do la es<strong>en</strong>-<br />

cia que le dio vida gracias al paisanaje de fuera. En Madrid sólo<br />

quedan dos o tres madrileños. El resto son de gachi, pero han<br />

sabido reconvertir a la villa <strong>en</strong> lo que siempre fue: Madriz. “Y<br />

vas a ver lo que es canela fina y armar la tremolina cuando lle-<br />

gues a Madriz…”. Para mayor abundami<strong>en</strong>to, dadas las circuns-<br />

tancias actuales, la zeta queda muy bi<strong>en</strong> la pongas donde la pon-<br />

gas. Otra opción <strong>en</strong> la misma zona es tomar un vino <strong>en</strong> el Palace,<br />

que tampoco es mal chigre, siempre y cuando no haya una boda<br />

de alto copete. En ese caso preferible es incluso s<strong>en</strong>tarte <strong>en</strong> un<br />

burger rodeado de te<strong>en</strong>agers voceadores comi<strong>en</strong>do pizza napoli-<br />

tana o calzone. Que ya es decir.<br />

Así, <strong>en</strong> ese <strong>en</strong>torno se movía Wolf el día, la anochecida de<br />

tristura. Una vez cumplido el rito de “La Dolores” y el Cristo de<br />

Medinaceli, pasó por delante del Palace (había boda) y una vez<br />

<strong>en</strong> la Plaza de Neptuno torció a la derecha, hacia el Paseo del


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

Prado. No había recorrido más allá de ci<strong>en</strong> metros y, de pronto,<br />

se acordó de su amigo Amabilio. Sacó el móvil del bolsillo,<br />

púsose las gafillas de présbita y le llamó una vez det<strong>en</strong>ido el<br />

paso. No t<strong>en</strong>ía nada especial que contarle pero Amabilio, si t<strong>en</strong>ía<br />

bu<strong>en</strong> día, le reconfortaba. Lo t<strong>en</strong>ía y hablaron un bu<strong>en</strong> rato. Se<br />

despidieron con un efusivo abrazo telefónico. Amabilio es un<br />

paisano cercano a pesar de ost<strong>en</strong>tar el título de Excel<strong>en</strong>tísimo<br />

Señor. Y, la verdad, es excel<strong>en</strong>te <strong>en</strong> los tiempos estrafalarios que<br />

nos ha tocado vivir. Ti<strong>en</strong>e humanidad y alma, fr<strong>en</strong>te a la estupi-<br />

dez, la traición y la necedad cívica o política que pulula hasta <strong>en</strong><br />

los estrados más domésticos de este país. A Wolf también le<br />

duele Hispania.<br />

Todo ello se desarrollaba fr<strong>en</strong>te a la puerta de <strong>en</strong>trada a una<br />

cafetería ll<strong>en</strong>a de guiris japoneses o algo así. En la misma puer-<br />

ta un hombre de bu<strong>en</strong> porte y mediana edad miraba a la calle con<br />

actitud lejana. Impremeditadam<strong>en</strong>te había pres<strong>en</strong>ciado y oído la<br />

conversación de Wolf. Una vez finalizada, sin dirigirse a nadie,<br />

insisti<strong>en</strong>do <strong>en</strong> su <strong>en</strong>simismami<strong>en</strong>to, dijo una frase <strong>en</strong> voz alta.<br />

- ¡Si yo tuviera a quién llamar…!<br />

Y permaneció <strong>en</strong> la puerta mirando a la calle. O al infinito.<br />

60


O recordando el primer bolero de Machín. Coincidía que se<br />

había cumplido el c<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ario de su nacimi<strong>en</strong>to. “Cuando sil<strong>en</strong>-<br />

ciosa / la noche misteriosa / <strong>en</strong>vuelve con su manto la ciudad / el<br />

eco de tu voz / escucho junto a mí / y si<strong>en</strong>to que es mayor mi<br />

soledad”.<br />

Aquella noche Wolf durmió fatal.<br />

61<br />

Jesús María Cantalapiedra


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

62


8<br />

FOLLETOS DE INSTRUCCIONES<br />

63<br />

Jesús María Cantalapiedra <br />

Wolf es sabedor que las grandes multinacionales son las<br />

que mandan <strong>en</strong> el globo terráqueo e incluso más allá de su ámbi-<br />

to atmosférico. Por supuesto, más que los políticos. Wolf <strong>en</strong>ti<strong>en</strong>-<br />

de que la llamada globalización es un hecho imparable. Wolf es<br />

consci<strong>en</strong>te de que desde que el mundo es mundo, los grandes,<br />

previa operación estratégica cuasi militar, acoso y derribo, se<br />

com<strong>en</strong> a los pequeños. La fa<strong>en</strong>a alcanza a la propia naturaleza<br />

animal. No digamos al hombre qui<strong>en</strong>, a pesar de ser el único ser<br />

vivo que se ríe, aparte de hi<strong>en</strong>as y algún que otro loro, no ti<strong>en</strong>e<br />

piedad con sus congéneres. A fuerza de risas dice: “Vamos a<br />

machacar a estos, que son bajitos y cobardes”.<br />

Wolf observa que todos los grandes grupos industriales y<br />

manufactureros van instalando sus fábricas <strong>en</strong> el nov<strong>en</strong>o mundo


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

por aquello de los bajos salarios, si es que la soldada no es un<br />

cu<strong>en</strong>co de arroz. Y van que ard<strong>en</strong>. La economía manda y Wolf lo<br />

compr<strong>en</strong>de; a contrapelo, pero lo asimila. Sin embargo hay algo<br />

que le saca de quicio. Si aquellas empresas ahorran miles de<br />

millones de dólares o euros <strong>en</strong> personal no cualificado (los que<br />

pon<strong>en</strong> los tornillos <strong>en</strong> una cad<strong>en</strong>a de montaje, por ejemplo),<br />

¿cómo es que no contratan a traductores respetuosos con el idio-<br />

ma castellano para elaborar los folletos de instrucciones? Bi<strong>en</strong><br />

remunerados, claro.<br />

El protagonista de estas historias, como todo el mundo,<br />

compra dec<strong>en</strong>as de artilugios que con marcas europeas o nortea-<br />

mericanas están fabricados o montados <strong>en</strong> Taiwan, Taipeh,<br />

Sanghai, Pekín o Voroniezh. Wolf, como es un manazas, ha de<br />

echar mano al papelillo o libraco de instrucciones para poner <strong>en</strong><br />

marcha el aparato <strong>en</strong> cuestión. Y se <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tra cosas como las<br />

sigui<strong>en</strong>tes. A saber.<br />

“At<strong>en</strong>ción, antes de colocar el bulón <strong>en</strong> la modilidad JC-13,<br />

ha de seguir unos s<strong>en</strong>zillos pasos. Insertar la anulla número dos<br />

<strong>en</strong> el ojeto de anserción situada a derrecha de la evilla. Si desea<br />

saber la modalidad de actibazion dé un jiro hacia la izquierda del<br />

64


65<br />

Jesús María Cantalapiedra <br />

gravado y consulte <strong>en</strong> la pájina 6 del manual. En el mom<strong>en</strong>to<br />

indicado, conete la fiflia de la conesión a la coyeja, tal como<br />

muestra la ilustración <strong>en</strong> el apartedo Connect Express. Si le puta<br />

el marcador de tiempos, susp<strong>en</strong>da la operazión y consulte la paji-<br />

na 9 (errores <strong>en</strong> el blundled acces) y vuelva a introducir la anu-<br />

lla por donde le quepa”. Aviso importante: para cualquiera recla-<br />

mación dirijirse a Lic<strong>en</strong>se Agreem<strong>en</strong>t & Company. China. E-<br />

mail: kamelo@jeta.com.”<br />

Wolf, sudoroso, no sabe insertar la anulla número 2 situada<br />

a la derecha de la evilla y como le puta el marcador de tiempos<br />

y no <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tra el error <strong>en</strong> el bludled acces, lo manda todo a la<br />

mierda y regala el aparato a un primo de Zaragoza que es muy<br />

mañoso. Bu<strong>en</strong>o, maño. Tanto, que un día consiguió <strong>en</strong>roscar una<br />

bombilla hecha <strong>en</strong> Tailandia sin <strong>libro</strong> de instrucciones ni nada.<br />

Es una joya.


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

66


9<br />

FERIAS, EXPOSICIONES<br />

67<br />

Jesús María Cantalapiedra <br />

Políticos y otros seres pert<strong>en</strong>eci<strong>en</strong>tes al bestiario urbano de<br />

altura, con harta frecu<strong>en</strong>cia han de cortar la famosa cinta inau-<br />

gural <strong>en</strong> innumerables ferias monográficas, exposiciones y ev<strong>en</strong>-<br />

tos promocionales de diversa condición. Después, con gran pro-<br />

sopopeya, rodeados de técnicos <strong>en</strong> la materia y pelotas, recorr<strong>en</strong><br />

el ev<strong>en</strong>to <strong>en</strong> cuestión, tercero o cuarto de la semana. En cada<br />

stand son obsequiados con canapés, vinos, <strong>libro</strong>s, folletos, arte-<br />

sanía fina, muñecas andadoras, abanicos, linternas diminutas,<br />

banderolas, sombreros de paja y cajitas de incógnito cont<strong>en</strong>ido,<br />

<strong>en</strong>tre otros regalos. El destinatario le pasa la cosa al segundo de<br />

a bordo <strong>en</strong> categoría, el segundo al tercero, el tercero al cuarto y<br />

así sucesivam<strong>en</strong>te hasta que llega a manos de las azafatas acom-<br />

pañantes qui<strong>en</strong>es, cargadas ya de paquetes, paquetones y bolsas


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

de colorines, acaban desapareci<strong>en</strong>do hacia ignotos destinos para<br />

soltar la mercancía y volver de nuevo a la carga. Acabado el viaje<br />

por el pabellón, rodeados de fotógrafos, los pl<strong>en</strong>ipot<strong>en</strong>ciarios<br />

posan para la posteridad junto a los obsequiadores e infinidad de<br />

pelotaris surgidos de vaya usted a saber dónde.<br />

Wolf, hace pocos meses asistió a una de estos aconteci-<br />

mi<strong>en</strong>tos dedicado al turismo internacional y, agudo, se dedicó a<br />

observar las caras de qui<strong>en</strong>es cortaban la cinta. Les intuía des-<br />

pistados, aus<strong>en</strong>tes, mareados de tanto trajín, canapés, abanicos,<br />

folletos, artesanías finas, fotógrafos y aduladores. Por si faltara<br />

poco, un grupo de bailes regionales les dedicó una bonita danza<br />

popular de Alpedrete. Eterna. Para más INRI t<strong>en</strong>ían que soportar<br />

los besos de niños mocosos.<br />

- Mira, Yonatán Borja, es don Manuel. Dale un beso, que<br />

está haci<strong>en</strong>do mucho por nuestro pueblo -decía una madre.<br />

Otros y otras, querían una foto a su lado. Y lo conseguían.<br />

A empellones se ponían a su lado y una cuñada era la <strong>en</strong>cargada<br />

de disparar la maquina. Después, la cuñada pasaba la máquina a<br />

su hermana y, sonri<strong>en</strong>te, sin cortarse un pelo, cogía del brazo a<br />

don Manuel.<br />

68


69<br />

Jesús María Cantalapiedra <br />

- Es para <strong>en</strong>señar a mis amigas -le com<strong>en</strong>taba al sufridor.<br />

Y el pobre don Manuel, r<strong>en</strong>dido de tanto agasajo postinero,<br />

sólo p<strong>en</strong>saba <strong>en</strong> desaparecer del mundo. Irse a casa. Ponerse las<br />

zapatillas.<br />

Así que Wolf, como es como es y adivinando lo que suce-<br />

día <strong>en</strong> realidad, al llegar al hotel hizo un soneto con estrambote<br />

a las ferias de turismo. Así decía:<br />

Qué bonito y alegre es el turismo<br />

y sus ferias cargadas de colores<br />

pincelados por muy serios señores<br />

de la gloria alcanzando el paroxismo.<br />

¡Otra vez, don Manuel!, aquí lo mismo<br />

que hace un año haci<strong>en</strong>do los honores<br />

a estos vinos de cálidos olores<br />

y a Vuec<strong>en</strong>cia sin par. ¡Viva el turismo!<br />

Y <strong>en</strong>tre tapas variadas y lonchita<br />

de jamón pata negra y <strong>en</strong>tremeses,<br />

se com<strong>en</strong> la bandeja <strong>en</strong> comandita.


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

Don Manuel se pregunta si la cita<br />

será de agropecuarios intereses<br />

o quizá del carbón. Esa es su cuita.<br />

Estrambote<br />

Ya <strong>en</strong> la casa, quitada la levita,<br />

com<strong>en</strong>ta a Marujina muy ufano:<br />

“Esta feria trató de la antracita…”<br />

70


10<br />

HISTORIA DE UN LIBRO<br />

71<br />

Jesús María Cantalapiedra <br />

Como el fiel lector sabe, Wolf siempre fue un acaparador de<br />

recuerdos viajeros. No había ciudad que visitara <strong>en</strong> la que no<br />

adquiriese algún cachivache, principalm<strong>en</strong>te los rebuscados a<br />

fuerza de tesón <strong>en</strong> cualquier rastro europeo o patrio. Hubo un<br />

tiempo que le dio por esos antiguos afiches publicitarios de hoja-<br />

lata, deliciosos y evocadores. Llegó a reunir un bu<strong>en</strong> número de<br />

los años treinta-cuar<strong>en</strong>ta-cincu<strong>en</strong>ta; desde anuncios de la primi-<br />

tiva Coca Cola a empresas navieras, pasando por reclamos de<br />

marcas de chocolate, jabones, pastillas para la tos, cremas facia-<br />

les y un largo etcétera de anuncios con serigrafía desvaída por el<br />

paso de los años. Los acumulaba, perfectam<strong>en</strong>te colgados, <strong>en</strong> su<br />

refugio particular de casa. Eso sí, con gran disgusto de Marujina<br />

qui<strong>en</strong>, cada vez que aparecía con un nuevo cartel metálico, se


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

ponía <strong>en</strong>c<strong>en</strong>dida. “Vas a t<strong>en</strong>erlos que colocar <strong>en</strong> el techo”. Así<br />

son ellas. Mas, como Wolf es muy disciplinado y no busca gres-<br />

cas, <strong>en</strong> su último viaje a Bruselas premeditadam<strong>en</strong>te se olvidó de<br />

la hojalata. No obstante, dio un largo paseo hasta el barrio de Les<br />

Marolles y, <strong>en</strong> la Plaza de Jeu de Balle, olisqueó el mercadillo de<br />

cosas viejas, que no antiguas. Había de todo. Lloviznaba.<br />

Y algo <strong>en</strong>contró. No era un afiche publicitario, pero sí de<br />

latón. Se trataba de una pequeña caja decorada a base de bajo-<br />

rrelieves. Según el v<strong>en</strong>dedor magrebí, muy antigua. Wolf no se<br />

lo creyó pero después de largo regateo la compró por un precio<br />

comedido mi<strong>en</strong>tras el mercachifle argelino cumpli<strong>en</strong>do el rito<br />

del toma y daca se lam<strong>en</strong>taba de la mala operación que acababa<br />

de hacer. Prosiguió el paseo y pocos metros más allá <strong>en</strong> un pre-<br />

cario puesto de <strong>libro</strong>s amontonados <strong>en</strong> el suelo sobre una lona se<br />

<strong>en</strong>contró con la sorpresa. Deteriorado, con las hojas <strong>en</strong>treabier-<br />

tas, las tapas <strong>en</strong>roscadas por los cantos y arrugado de humedad,<br />

estaba su segundo <strong>libro</strong> publicado <strong>en</strong> 1993. “Crónicas<br />

Incandesc<strong>en</strong>tes”. Habían pasado más de diez años desde que<br />

saliera a la calle. Sin saber por qué, ni regatear, lo compró por<br />

dos humildes euros y como un tesoro se lo llevó al hotel.<br />

72


73<br />

Jesús María Cantalapiedra <br />

Prefirió caminar <strong>en</strong> vez de tomar el autobús y, al paso, sin<br />

apar<strong>en</strong>te motivo, le vino a la cabeza su viejo amigo Paco León.<br />

¡Qué sería de él! Había t<strong>en</strong>ido una vida ll<strong>en</strong>a de altibajos econó-<br />

micos y amorosos. No le fue bi<strong>en</strong>. Le marcaron dos matrimonios<br />

equivocados y muchos avatares laborales. Pero todo cambió cuan-<br />

do conoció a Pousous Kapellekerk, una belga tímida, sufici<strong>en</strong>te-<br />

m<strong>en</strong>te miope y con mucho que aportar al dev<strong>en</strong>ir de Paco.<br />

Principalm<strong>en</strong>te equilibrio. Llegaron a repres<strong>en</strong>tar con su unión un<br />

ejemplo humano de la Ley de los Vasos Comunicantes. Ella quedó<br />

pr<strong>en</strong>dada justo el día que el bu<strong>en</strong>o de Paco le susurró la canción<br />

de Edith Piaf, “Ri<strong>en</strong> de ri<strong>en</strong>”, acompañándose de una guitarra.<br />

¡No! ¡Nada de nada!<br />

No echo nada de m<strong>en</strong>os,<br />

ni el bi<strong>en</strong> ni el mal que se me ha hecho.<br />

Todo está pagado, barrido, olvidado.<br />

…Con todos mis recuerdos he hecho una hoguera.<br />

Ya no necesito a mis alegrías<br />

ni a mis p<strong>en</strong>as,<br />

porque mi vida empieza hoy contigo.


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

Se casaron <strong>en</strong> Herstal, cerca de Lieja. Wolf asistió a la boda<br />

y volvió a España reconfortado. Veía felices a Paco y Pousous, a<br />

Pousous y Paco. Eran como una sóla persona. Él, al fin, había<br />

<strong>en</strong>contrado sosiego. Ella le adoraba. Una p<strong>en</strong>a que perdiera su<br />

rastro. No volvió a saber nada de ellos hasta hace bi<strong>en</strong> poco.<br />

Ensimismado <strong>en</strong> los recuerdos de la pareja, casi sin <strong>en</strong>te-<br />

rarse, llegó al hotel con su caja de latón y su <strong>libro</strong> <strong>en</strong>mohecido.<br />

No esperó a subir a la habitación. Se s<strong>en</strong>tó <strong>en</strong> el pequeño bar al<br />

lado de recepción, pidió una cerveza y, casi con v<strong>en</strong>eración, aun-<br />

que lo sabía de memoria, hojeó “Crónicas Incandesc<strong>en</strong>tes”. En<br />

la primera página, escrita de su puño y letra, leyó:<br />

“Para Paco León y Pousous Kapellekerk, con todo el afec-<br />

to y el deseo sincero de larga vida <strong>en</strong> su amor. Os <strong>en</strong>vidio.<br />

Cariñosam<strong>en</strong>te, Wolf. Mayo de 1994”.<br />

Consiguió <strong>en</strong>terarse de lo sucedido hace unos meses. La<br />

tímida Pousous, la miope Pousous, la cándida paloma se había<br />

escapado con un gavilán argelino pocas semanas después de la<br />

boda. Parece ser que el magrebí dedicaba su tiempo libre a la<br />

v<strong>en</strong>ta ambulante o a lo que pillara o pillase. Paco anda por ahí.<br />

Vaya usted a saber dónde.<br />

74


11<br />

PERIODISTAS<br />

75<br />

Jesús María Cantalapiedra <br />

Corto capítulo. Wolf propone dos dibujos. Uno de ellos<br />

sufici<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te conocido. El otro no tanto. Ambos surrealistas.<br />

Dibujo primero. Se observa la masiva pres<strong>en</strong>cia <strong>en</strong> los ya<br />

incontables canales de televisión, de impres<strong>en</strong>tables petardos y<br />

petardas que, titulándose o titulándoles periodistas, invad<strong>en</strong> el<br />

espacio doméstico con grave deterioro para la salud estética y<br />

moral del país. Se dedican a poner el v<strong>en</strong>tilador de la caca de otra<br />

legión de macarras y p<strong>en</strong>dones que ni cantan, ni bailan, ni jue-<br />

gan al balón (algunos sí). Proced<strong>en</strong> de concursos como “El Gran<br />

Fulano” y otros desvaríos similares. Ejercitan periodismo de<br />

investigación. A base de dinero tan sucio como lo que impele el<br />

v<strong>en</strong>tilador, investigadores e investigados, promuev<strong>en</strong> la vulgari-<br />

dad de un país ya de por sí ramplón.


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

Dibujo segundo. El padre de Wolf era periodista. Guarda<br />

como un tesoro el viejo carné que acreditaba como tal a su pro-<br />

g<strong>en</strong>itor. Es de piel y ti<strong>en</strong>e un tamaño regular. En la portada, gra-<br />

bado <strong>en</strong> oro, se lee: “Ministerio de Información. Dirección<br />

G<strong>en</strong>eral de Pr<strong>en</strong>sa”. Gran escudo aguileño da solemnidad a la<br />

acreditación. En la primera página un juram<strong>en</strong>to seguido de la<br />

firma del titular. “JURO por Dios, por España y su Caudillo, ser-<br />

vir a la Unidad de la Patria con fidelidad íntegra y total a los<br />

principios del Estado español, sin permitir jamás que la falsedad,<br />

la insidia o la ambición tuerzan mi pluma <strong>en</strong> la labor diaria”.<br />

Fechado el 26 de octubre de 1959.<br />

76


12<br />

GISELA<br />

77<br />

Jesús María Cantalapiedra <br />

La primera vez que Wolf se <strong>en</strong>amoró, patinando, t<strong>en</strong>dría<br />

unos seis años. Quedó pr<strong>en</strong>dado de una niña con gran lazo rosa<br />

<strong>en</strong> su cabecita loca de la que, <strong>en</strong> cascada, caían grandes tira-<br />

buzones aúreos. Además, como era de muy bu<strong>en</strong>a familia,<br />

usaba patines de cojinetes. Eran carísimos. Las ruedas de los<br />

del Wolf chirriaban y la verdad es que aquellos hierros con<br />

ruedas, sujetos a los zapatos por correas desgastadas, no co-<br />

rrían como los de Encarnita. Int<strong>en</strong>tó que le compraran unos de<br />

cojinetes pero su familia le dijo que se fuera arreglando. Total,<br />

apareció <strong>en</strong> esc<strong>en</strong>a un chaval gordín con posibles y patines de<br />

última g<strong>en</strong>eración y Wolf fue despreciado. El mamoncete, que<br />

además portaba una gorrilla verde, se desplazaba con <strong>en</strong>demo-<br />

niada velocidad.


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

- Ya no te ajunto. Ya no patino más contigo. Manolín corre<br />

mucho más que tú y además ti<strong>en</strong>e una gorra con visera –le dijo<br />

la ingrata.<br />

Fue su primera amargura amorosa.<br />

El gran amor de su vida apareció cuando estaba a punto<br />

de cumplir catorce años. Aquel sí fue un amor de verdad. No<br />

le dejaba dormir y durante el día andaba como traspuesto. No<br />

sabía su nombre. Estudiaba <strong>en</strong> el viejo Instituto Fem<strong>en</strong>ino<br />

Juan del Peral. Él, <strong>en</strong> el cercano Padre Ínsula. Wolf, cargado<br />

de <strong>libro</strong>s, esperaba su paso semi escondido <strong>en</strong>tre los taxis<br />

situados <strong>en</strong> la calle Ramón y Cabal. Cruzaban sus miradas a<br />

las dos m<strong>en</strong>os veinte y a eso de las cuatro de la tarde. El cora-<br />

zón de ambos saltaba convulso. Cuando alguno de los dos no<br />

podía ir a clase por culpa de unas anginas, el acecho era inso-<br />

portable. Horas pasaban esperando el <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro fugaz que no<br />

se produciría.<br />

Wolf hizo averiguaciones hasta que conoció su nombre.<br />

¡Gisela! Inundó las paredes de las calles adyac<strong>en</strong>tes con la ins-<br />

cripción <strong>en</strong> tiza “Wolf quiere a Gisela”. Muy pronto, debajo de<br />

los graffiti, fueron apareci<strong>en</strong>do otros escritos con letras de niña,<br />

78


inclinadas hacia la izquierda como era costumbre. “Gisela quie-<br />

re a Wolf”, rezaban.<br />

Por fin, un conocido les pres<strong>en</strong>tó. Wolf se frotó la mano<br />

derecha <strong>en</strong> el pantalón. Sudaba. Se saludaron. Al s<strong>en</strong>tir sus<br />

manos juntas (más que juntas pegadas por la sudorina), el cora-<br />

zón les dio un vuelco.<br />

- Pues no te conocía –dijo ella con voz <strong>en</strong>trecortada y<br />

muchos colores <strong>en</strong> las mejillas.<br />

Y com<strong>en</strong>zaron una relación que duró hasta final de curso.<br />

Naturalm<strong>en</strong>te hicieron bacarrá. Se grillaban las clases y dedica-<br />

ban el tiempo a deambular callados por el Paseo de la Marquesa.<br />

Cuando a Gisela se le caía un <strong>libro</strong> al suelo, él, solícito, se lo<br />

recogía raudo y al tiempo de <strong>en</strong>tregárselo rozaban sus manos.<br />

Emoción. También, se pasaban papelillos dici<strong>en</strong>do: “Te quiero<br />

más que la bola infinita”.<br />

Como era de esperar, los padres de Gisela cortaron por<br />

lo sano. La <strong>en</strong>viaron a casa de unos cuñados de Albacete,<br />

donde había un colegio de línea dura dedicado a meter <strong>en</strong><br />

vereda a malos estudiantes. Fue un mal trago para los dos<br />

<strong>en</strong>amorados.<br />

79<br />

Jesús María Cantalapiedra


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

Pasó el tiempo. Mucho tiempo. Todo quedó <strong>en</strong> el olvido,<br />

incluidas sus promesas de amores perdidas <strong>en</strong> el aire y la distan-<br />

cia albaceteña. No volvieron a saber nada uno del otro. Wolf<br />

pasó años cantando el bolero del maestro Carmelo Larrea, “¡Ay<br />

Barrio de Santa Cruz…!” “…todo quedó <strong>en</strong> el olvido…nuestras<br />

promesa de amores…”.<br />

Cuar<strong>en</strong>ta y siete años más tarde, toda una vida, Wolf se<br />

dedicaba a escribir. Había conseguido publicar cinco o seis <strong>libro</strong>s<br />

y periódicam<strong>en</strong>te daba pregones y charlas. Al tiempo, colabora-<br />

ba con una gacetilla <strong>en</strong> la revista de la nueva compañía aérea que<br />

operaba <strong>en</strong> su ciudad. Era <strong>en</strong>tregada a los pasajeros para <strong>en</strong>trete-<br />

ner el tiempo y los miedos. En la página anterior al artículo del<br />

primer trimestre, sección “Qué leer”, aparecía un anuncio <strong>en</strong> el<br />

que se publicitaban los dos últimos <strong>libro</strong>s de Wolf.<br />

Cierta mañana, mi<strong>en</strong>tras trabajaba <strong>en</strong> su despacho, la secre-<br />

taria le pasó una llamada de teléfono.<br />

- ¿Si?, soy Gisela –dijo una voz de mujer madura.<br />

- ¿Cómo?, no oigo bi<strong>en</strong> –respondió Wolf.<br />

- ¿Pero, no te acuerdas de mí? Gisela, soy Gisela, del insti-<br />

tuto. Acabo de llegar <strong>en</strong> el avión de Mallorca y te he leído.<br />

80


Además me gustaría saber dónde puedo comprar los <strong>libro</strong>s del<br />

anuncio. ¿Te puedo ver mañana?<br />

Wolf tardó algunos segundos <strong>en</strong> poner la m<strong>en</strong>te <strong>en</strong> ord<strong>en</strong>.<br />

Algo aturullado, quedó citado con ella para el día sigui<strong>en</strong>te a las<br />

diez <strong>en</strong> su despacho. ¡Gisela! No podía ser. Habían pasado<br />

muchos lustros.<br />

A pesar de su puntualidad, se debió <strong>en</strong>contrar con algún<br />

pesado y llegó diez minutos más tarde. El despacho estaba situa-<br />

do al final de un largo pasillo. Mi<strong>en</strong>tras avanzaba vio a una seño-<br />

ra que levantándose de un sillón de espera se dirigía hacia él. Era<br />

ella. No, no era. Sí, sí. Era Gisela. En realidad, la reconoció un<br />

par de metros antes del <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro. A pesar de los cuar<strong>en</strong>ta y siete<br />

años transcurridos, creyó apreciar <strong>en</strong> su cara los mismos rasgos<br />

infantiles de antaño. Ella, no creo. En la mano derecha llevaba<br />

dos <strong>libro</strong>s; sus dos últimos <strong>libro</strong>s.<br />

Precipitadam<strong>en</strong>te hablaron de todo. De sus vidas, de sus<br />

amores. De sus alegrías. De sus p<strong>en</strong>as. Wolf le dedicó cariñosa-<br />

m<strong>en</strong>te los <strong>libro</strong>s y, cuando le iba a proponer c<strong>en</strong>ar para continuar<br />

con las remembranzas, apareció <strong>en</strong> el despacho un señor muy<br />

mal<strong>en</strong>carado.<br />

81<br />

Jesús María Cantalapiedra


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

- Gisela, ¡por la Virg<strong>en</strong>!, que llevo esperando abajo más de<br />

una hora y media. ¡Ya está bi<strong>en</strong>!<br />

- ¡Ah! –dijo ella bastante cortada, mi<strong>en</strong>tras procedía a la<br />

pres<strong>en</strong>tación.<br />

- Aquí mi segundo marido, aquí un conocimi<strong>en</strong>to.<br />

Jugábamos al escondite de pequeños <strong>en</strong> la Plaza de la Catedral<br />

–com<strong>en</strong>tó nerviosa.<br />

Y el segundo marido se la llevó con bastante rapidez. Lo<br />

cual, a empujones.<br />

82


13<br />

MAYORMENTE, SONETO<br />

A LA VIDA HUMANA<br />

83<br />

Jesús María Cantalapiedra <br />

Wolf, palizas es, como todos los sonetistas, se empeña <strong>en</strong><br />

que transcriba un soneto con estrambote vinculado al dibujo pri-<br />

mero del capítulo once. Resulta ciertam<strong>en</strong>te trasc<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te pero,<br />

ahí va.<br />

Lo malo no es morir. Perder la vida<br />

es lo ruin, depravado y pernicioso.<br />

Morir, al fin y al cabo, aun temeroso,<br />

del cielo nos espera la acogida.<br />

Sin vida no se ve la muy querida<br />

caja necia, m<strong>en</strong>saje virtuoso


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

para el pobre mortal, un ser dichoso<br />

al que alegra su ser <strong>en</strong> gran medida.<br />

¿Es posible vivir sin el Pocholo?<br />

¿O sin Yola o Aída se me antoja?<br />

¿O sin boys <strong>en</strong>señando el chirimbolo?<br />

¿Sin concursos soltando la panoja?<br />

¿Sin noticias de noche aunque con dolo?<br />

¿Sin alcaldes rondando a la Pantoja?<br />

Estrambote<br />

Y ya se me olvidaba <strong>en</strong> esta estrofa<br />

de Cacholín sus novias y montajes.<br />

Preñeces incluidas de una fofa<br />

alegre de domingas y alcachofa.<br />

¡Loor a cachondeos y follajes!<br />

84<br />

Enero 2004


14<br />

UNA DE GUATEQUES<br />

85<br />

Jesús María Cantalapiedra <br />

Wolf, como muchos de los mozos y mozas de su g<strong>en</strong>era-<br />

ción, no sobrado de muchas diversiones confesables, aparte de<br />

las deportivas o libatorias, pudo disfrutar de los llamados gua-<br />

teques. A falta de pubs y discoteques, no eran mal inv<strong>en</strong>to.<br />

Resultaban gratis y con posibilidad de poder bailar una l<strong>en</strong>ta,<br />

aun sin demasiado ajuntami<strong>en</strong>to de cabeza, tronco y extremi-<br />

dades. Normalm<strong>en</strong>te los organizaba una niña bi<strong>en</strong> con la auto-<br />

rización de mamá qui<strong>en</strong>, por cierto, no perdía de vista los<br />

movimi<strong>en</strong>tos de la pandilla. No había forma de apretar, bi<strong>en</strong><br />

por la vigilancia de mamá o por miedo o estrechez de las seño-<br />

ritas. Una señorita debería def<strong>en</strong>der su virtud. Clavaban el codo<br />

izquierdo <strong>en</strong> la clavícula del agresor y a pesar de los int<strong>en</strong>tos<br />

que si quieres arroz. Alguna guatequera progre relajaba la t<strong>en</strong>-


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

sión del bíceps y el braquiorradial cuando la anfitriona, des-<br />

pués de aguantarse un bu<strong>en</strong> rato, muy a su pesar t<strong>en</strong>ía que diri-<br />

girse al escusado. Pero volvía veloz la señora. Justo cuando<br />

“Only You” estaba <strong>en</strong> su mom<strong>en</strong>to álgido y se habían conse-<br />

guido hacer leves caritas. Una p<strong>en</strong>a.<br />

La categoría civil o militar de la casa, se difer<strong>en</strong>ciaba por la<br />

calidad y cantidad de canapés. Si eran de salmón ahumado,<br />

caviar o jamón <strong>en</strong> dulce, papá era médico, abogado o coronel. Si<br />

abundaba la tortilla de patata con cebolla, las jerarquías sociales,<br />

profesionales o milicianas, bajaban considerablem<strong>en</strong>te. Caso de<br />

oler a cebolla por las escaleras, malo. En cualquier caso, sin<br />

embargo, había un d<strong>en</strong>ominador común: el “cap” de frutas. Por<br />

supuesto, el alcohol no formaba parte de los ingredi<strong>en</strong>tes. Por<br />

aquello de la guarda de virtudes.<br />

El día de autos tocaba guateque de los de salmón y jamón<br />

<strong>en</strong> dulce. Papá t<strong>en</strong>ía muchas puntas <strong>en</strong> las tres estrellas con las<br />

que adornaba la bocamanga. Ya era la tercera vez <strong>en</strong> dos años<br />

que Wolf y sus amigos eran invitados al sarao <strong>en</strong> el chalé de<br />

“Fefé”. A la niña, feusca ella, no le daban salida, de forma que<br />

los guateques se repetían periódicam<strong>en</strong>te por si algui<strong>en</strong> se ani-<br />

86


87<br />

Jesús María Cantalapiedra <br />

maba. Después de muchos años, acabaron casándola con un<br />

t<strong>en</strong>i<strong>en</strong>tín bastante miope proced<strong>en</strong>te de Vélez-Málaga.<br />

De tal suerte, los asist<strong>en</strong>tes ya conocían la pobreza organo-<br />

léptica del insulso “cap” que mamá preparaba con mimo y del<br />

que se s<strong>en</strong>tía orgullosa. Así que, antes de acudir a la casa, los<br />

mozáncanos ll<strong>en</strong>aron varias petacas (seis) con ginebra, coñac<br />

Terry, Licor 43, Karpy y otra serie de bebidas de alta graduación.<br />

Entraron <strong>en</strong> jardín del chalé. En la puerta les recibió papá<br />

pero como siempre marchó <strong>en</strong>seguida. Ya <strong>en</strong> el salón, Wolf y sus<br />

amigos besaron la mano de mamá con educación exquisita. Una<br />

doncella tocada de blanca cofia -también llevaba delantal con pun-<br />

tillas-, apareció con las primeras bandejas de canapés. El famoso<br />

“cap” ya estaba situado <strong>en</strong> un gran recipi<strong>en</strong>te de cristal sobre mue-<br />

ble auxiliar que se adivinaba de caoba. Flotaban trocitos de pláta-<br />

no y manzana <strong>en</strong> la superficie. Mi<strong>en</strong>tras unos <strong>en</strong>tret<strong>en</strong>ían a mamá,<br />

el resto descargaba las petacas <strong>en</strong> la especie de jofaina.<br />

Se turnaron <strong>en</strong> la operación hasta vaciar la última gota de<br />

las respectivas petaquillas.<br />

- Bu<strong>en</strong>o -dijo mamá- vamos a tomar una copita de “cap”, a<br />

ver que tal me ha salido hoy.


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

Ellos, muy protocolarios y cínicos, brindaron con la dama.<br />

Clem<strong>en</strong>cia, así se llamaba, dio un sorbo, paladeó, dio otro sorbo,<br />

volvió a paladear, e hizo gesto de aprobación.<br />

- No es por nada, pero hoy me ha quedado muy agradable -<br />

com<strong>en</strong>tó orgullosona la oronda mujer.<br />

Pusieron el pick up y com<strong>en</strong>zó el baile. Entre canción y<br />

canción, el líquido bamboleante del recipi<strong>en</strong>te, poco a poco, iba<br />

bajando de nivel. Mamá también se <strong>en</strong>cargaba de que la línea de<br />

flotación de los trocitos de plátano desc<strong>en</strong>diera. Transcurrida una<br />

hora, por más que metiera el cazillo sólo <strong>en</strong>contraba platanín<br />

reblandecido al fondo de la vasija. Doña Clem<strong>en</strong>cia com<strong>en</strong>zó a<br />

s<strong>en</strong>tir los efectos del Terry y el Karpy.<br />

hipando.<br />

- La vegdaad, hoy me sssalió bu<strong>en</strong>ísssimo -com<strong>en</strong>taba<br />

S<strong>en</strong>tose <strong>en</strong> un sofá Chester y com<strong>en</strong>zó a ver doble mi<strong>en</strong>tras<br />

cabeceaba de sueño. “Fefé” y un par de amigas, con gran esfuer-<br />

zo pues mamá usaba la talla 60, la llevaron a la cama. De vez <strong>en</strong><br />

cuando, babeando, farfullaba lo bi<strong>en</strong> que le había quedado el<br />

“cap”. Después de aflojada la faja, se <strong>en</strong>tregó a un sueño pro-<br />

fundo y reparador. La pandilla <strong>en</strong> pl<strong>en</strong>o, rauda, puso el vinilo de<br />

88


“Only You” <strong>en</strong> el tocadiscos. Las señoritas relajaron bíceps y<br />

braquiorradiales, con gran b<strong>en</strong>eficio de las clavículas de los opo-<br />

n<strong>en</strong>tes. Más que opon<strong>en</strong>tes, ya estaban puestos. Cabezas, troncos<br />

y extremidades, se fundieron <strong>en</strong>tre sí. Fue una noche inolvidable.<br />

Cuando Clem<strong>en</strong>cia com<strong>en</strong>zó a roncar se sumó a la fiesta la de la<br />

cofia, quitándose el mandil con puntillas y otras pr<strong>en</strong>das más<br />

interiores que no vi<strong>en</strong><strong>en</strong> al caso. Fue muy celebrada su interv<strong>en</strong>-<br />

ción. Sin haber probado el “cap”, acabó a horcajadas <strong>en</strong>cima de<br />

Manolín, el gordo de la pandilla, sobre el butacón Chester.<br />

Manolín se empleó a fondo. Parecía tonto, pero no.<br />

Pudiera hacerse refer<strong>en</strong>cia a otro tipo de guateques; a los<br />

golfos. Se celebraban <strong>en</strong> pisos o chalés, cuyos padres habían<br />

t<strong>en</strong>ido el bu<strong>en</strong> gusto de marchar unos días a Gijón o B<strong>en</strong>idorm,<br />

pero la bu<strong>en</strong>a educación y el párroco de San Carmelo no me lo<br />

permit<strong>en</strong>, a pesar de la insist<strong>en</strong>cia de Wolf.<br />

89<br />

Jesús María Cantalapiedra


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

90


15<br />

UNA LEGALIZACIÓN<br />

CON MUCHAS MADREÑAS<br />

91<br />

Jesús María Cantalapiedra <br />

Wolf, tal como se pone <strong>en</strong> esc<strong>en</strong>a <strong>en</strong> otro capítulo de estas<br />

historias de andar por casa, desde niño fue un empecinado de la<br />

nieve, del resbalón lúdico, ergo, del esquí, desde que contaba con<br />

catorce años inconsist<strong>en</strong>tes. Ya más talludo, significó su pasión.<br />

Por este motivo nunca apr<strong>en</strong>dió a jugar al mus, al subastado o al<br />

julepe. Acaso, muy de soslayo, conoció la brisca por vía de sus<br />

abuelos al calor de la camilla familiar. (¿Por qué ya no hay cami-<br />

llas con grandes faldonas conciliadoras?). Vivía para la montaña<br />

blanca, verde o marrón, según las épocas. Por las mismas razo-<br />

nes temporales, jamás vio un partido de football. Lo cual, de fút-<br />

bol. En invierno, todos los fines de semana y fiestas de guardar,<br />

lo suyo era la nieve hasta que se cansó de poner cad<strong>en</strong>as para lle-


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

gar a la horterada circ<strong>en</strong>se <strong>en</strong> que se convirtió el otrora ecológi-<br />

co medio de evasión.<br />

Así que, Wolf y sus colegas capitalinos hicieron muchos<br />

amigos <strong>en</strong> un pueblín cercano a los resbaladeros. Los fines de<br />

semana, una vez finalizada la jornada deportiva, recién duchados<br />

y mudados, <strong>en</strong> compañía de los recios montaraces, se dedicaban<br />

a tratar de terminar la cosecha de cubatas del año, <strong>en</strong> ocasiones<br />

trasegados mediante cántaros de leche. A morro. Principalm<strong>en</strong>te<br />

<strong>en</strong> Semana Santa (que ellos convertían <strong>en</strong> laica), desafinando a<br />

modo, se <strong>en</strong>tregaban a la solfa golfa o, al m<strong>en</strong>os, picaruela. Las<br />

mujerucas se santiguaban cuando, de paso hacia los oficios, oían<br />

aquellas bonitas canciones procaces, des<strong>en</strong>tonadas con gran<br />

des<strong>en</strong>voltura.<br />

Mas, lo cierto es que llegaron a mant<strong>en</strong>er una bu<strong>en</strong>a amis-<br />

tad con aquellos lugareños nobles. En muchos casos duró más de<br />

treinta años. No existían condicionantes sociales, económicos o<br />

políticos <strong>en</strong>tre ellos. Nadie preguntaba por la vida de los demás.<br />

Los cubatas no daban tiempo para mucho. Sí se rumoreaba, sí,<br />

que durante los años de guerra <strong>en</strong> el lugar hubo de todo. Pero la<br />

cosa no pasaba de ahí. Hasta que pasó. Quizá el episodio quede<br />

92


demasiado alejado <strong>en</strong> el tiempo pero justo y necesario es recor-<br />

darlo. Sobre todo para aquellos que aún dudan de la llegada de<br />

la democracia.<br />

Una mala tarde de Semana Santa (para Wolf y algún que<br />

otro damnificado), <strong>en</strong>contrábanse ciudadanos y rurales iniciando<br />

la ronda <strong>en</strong> una fonda de la localidad. Se hacían chistes y, los<br />

más canoros, se iniciaban <strong>en</strong> la solfa popular. En la calle medio<br />

nevaba. Las canciones escatológicas o guarras v<strong>en</strong>ían después.<br />

No dio tiempo. De pronto, <strong>en</strong> el televisor, un locutor, muy serio<br />

él, dio la noticia. Se acababa de legalizar el Partido Comunista<br />

de España. Era el 9 de abril de 1977. Sábado Santo. Sábado de<br />

Pasión y pasiones apasionadas y pasionarias.<br />

Un grupo de rústicos y algún que otro de la capital, al uní-<br />

sono, dieron saltos de alegría e inmediatam<strong>en</strong>te pidieron cham-<br />

pán al cantinero. No se recuerda si era champán o sidra El<br />

Gaitero, pero las burbujas corrían <strong>en</strong> cascada. Wolf y algún otro<br />

despistado (varios intuyeron la que se v<strong>en</strong>ía <strong>en</strong>cima y salieron<br />

con prisa) se quedaron <strong>en</strong> una esquina. Los <strong>en</strong>tusiasmados les<br />

ofrecieron copas rebosantes de gorgoritos. Las bebieron. El<br />

resto, la mitad aproximadam<strong>en</strong>te, sin mediar palabra se quitó las<br />

93<br />

Jesús María Cantalapiedra


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

madreñas y a modo de palos de ciego com<strong>en</strong>zaron a arrear de lo<br />

lindo a festejantes e invitados. Sobre todo <strong>en</strong> la cabeza. Los agre-<br />

didos hicieron lo propio (todo el mundo llevaba madreñas) y se<br />

armó la marimor<strong>en</strong>a. La media doc<strong>en</strong>a de participantes <strong>en</strong> la<br />

refriega sangraban como gochines.<br />

Wolf y un primo de Zaragoza, cual lapas, se pegaron a la<br />

pared del fondo sin posibilidad de escape. Utilizando el mimetis-<br />

mo como arma de def<strong>en</strong>sa, aún con la copa <strong>en</strong> la mano, tornaron<br />

<strong>en</strong> blanco marfil veteado. Como la pared. No había forma de escu-<br />

rrirse. El bar era pequeño y la puerta de salida se <strong>en</strong>contraba justo<br />

al otro lado de su cota. Como pudieron, saltaron la barra y se aga-<br />

charon debajo del mostrador, donde también se <strong>en</strong>contraba Gildo,<br />

dueño del establecimi<strong>en</strong>to. El fragor guerrero continuaba.<br />

Wolf, cansado de estar <strong>en</strong> cuclillas, se incorporó y trató de<br />

poner paz. Levantó el brazo derecho y con la palma abierta hizo<br />

indicaciones de calma, de stop, a los que aún se zurraban.<br />

- Por favor, parad, ya está bi<strong>en</strong>, que os vais a matar –dijo<br />

brazo <strong>en</strong> alto a grandes voces.<br />

Uno de los festejantes de la legalización, sin <strong>en</strong>t<strong>en</strong>der sus<br />

palabras, al verle <strong>en</strong> actitud apar<strong>en</strong>te de saludo a la romana, no<br />

94


lo dudó dos veces. Agarró una botella de sidra El Gaitero y le dio<br />

<strong>en</strong> la piñada.<br />

-¡Toma, por facha! –gritó el recién legalizado.<br />

95<br />

Jesús María Cantalapiedra


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

96


16<br />

WOLF “SIN PAPELES”<br />

97<br />

Jesús María Cantalapiedra <br />

Decía Julio Camba que al alemán para que compr<strong>en</strong>da las<br />

cosas hay que complicárselas.<br />

Tal como es sabido (ver “El Mundo según Wolf” y “La<br />

vuelta de Wolf”), cuando el protagonista de este anecdotario era<br />

jov<strong>en</strong>zuelo se plantó <strong>en</strong> Alemania. De aquella era un país casi<br />

exótico, al que habían com<strong>en</strong>zado a llegar emigrantes turcos,<br />

griegos, italianos y unos cuantos españoles despistados, cara<br />

duras o con necesidades primarias que no conseguían cubrir <strong>en</strong><br />

su pueblo. La verdad es que muchos lo lograron con creces, a<br />

base de comer salami, kartoffel (muchas) y lavarse sus calzonci-<br />

llos a mano. Cualquier sacrificio era bu<strong>en</strong>o con tal de poder com-<br />

prarse un piso (o dos o tres) <strong>en</strong> la tierra que les parió su madre.<br />

Algún barrio de la ciudad de Wolf fue comprado, <strong>en</strong>terito, a base


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

de transfer<strong>en</strong>cias bancarias de marcos alemanes. En verano se<br />

olvidaban del salami, las kartoffel y la colada íntima, y volvían<br />

de vacaciones conduci<strong>en</strong>do un cochazo r<strong>en</strong>queante. R<strong>en</strong>queante<br />

pero grandón.<br />

Y Wolf, ing<strong>en</strong>uo él, previa conversación con un amigo que<br />

ya había experim<strong>en</strong>tado <strong>en</strong> Alemania tres meses, allá se instaló<br />

dotado de un precario pasaporte de turista. Sólo contaba con muy<br />

pocas pesetas, que se convirtieron <strong>en</strong> nada al cambiarlas por<br />

marcos, y la dirección de una resid<strong>en</strong>cia de estudiantes y traba-<br />

jadores. P<strong>en</strong>saba que la cosa era llegar y besar el santo. Es decir,<br />

trabajar, si es que se puede definir <strong>en</strong> tal forma tan desagradable<br />

ocupación, sobre todo si ésta es metalúrgica, como fue el caso.<br />

Por necesidades elem<strong>en</strong>tales pasó muchos meses <strong>en</strong>gañan-<br />

do al Bundestag, al Bundesrat, al Bundeswher y, <strong>en</strong> g<strong>en</strong>eral, a<br />

toda la Bundersrepublik. El problema (que no <strong>en</strong>t<strong>en</strong>dían los<br />

tudescos) consistía <strong>en</strong> que para trabajar era necesario obt<strong>en</strong>er el<br />

permiso de resid<strong>en</strong>cia. Pero, hete aquí, para conseguir el permi-<br />

so de estancia <strong>en</strong> el país había que t<strong>en</strong>er un contrato de trabajo.<br />

Una pescadilla que Wolf, el hombre, no llegaba a alcanzar. Y así,<br />

burla burlando, indocum<strong>en</strong>tado y marginal, trampeando como<br />

98


podía, trabajó <strong>en</strong> una fábrica metalúrgica. Pero el Bundestag ata-<br />

caba insist<strong>en</strong>te. Mi<strong>en</strong>tras no le pusieran un sello, un stempel <strong>en</strong><br />

el pasaporte, no había forma de regularizar la situación. Cada<br />

cinco o seis días acudía a la polizei y hacía una <strong>en</strong>orme cola junto<br />

con otros “sin papeles” que, <strong>en</strong> su mayor parte, conseguían el<br />

famoso stempel una vez mostrados docum<strong>en</strong>tos ininteligibles.<br />

Una matrona <strong>en</strong>trada <strong>en</strong> carnes era la <strong>en</strong>cargada de la estampa-<br />

ción. Una y otra vez, la gorda le explicaba <strong>en</strong> alemán la obliga-<br />

toriedad de la docum<strong>en</strong>tación que no poseía y, Wolf, haciéndose<br />

el loco, como que no compr<strong>en</strong>día, le mostraba el pasaporte<br />

haci<strong>en</strong>do gestos con el puño cerrado golpeando el docum<strong>en</strong>to.<br />

- Stempel, stempel –decía mi<strong>en</strong>tras machacaba el salvocon-<br />

ducto verde.<br />

Por fin, un bu<strong>en</strong> día, se armó de valor y llegó hasta la gorda<br />

después de media hora de espera mi<strong>en</strong>tras meditaba la estrategia.<br />

Sabedor de dónde estaba el jodío stempel, detrás del mostrador (al<br />

lado de un bocadillo de salchicha), <strong>en</strong> un rápido movimi<strong>en</strong>to se<br />

hizo con él. Sin más trámites lo estampilló <strong>en</strong> la página cuatro.<br />

–dijo.<br />

- Mire gorda, esto era lo que quería, que no <strong>en</strong>ti<strong>en</strong>de nada<br />

99<br />

Jesús María Cantalapiedra


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

La gorda chilló cosas muy fuertes pero él, raudo, escapó<br />

como pudo por <strong>en</strong>tre las colas de turcos y griegos. La verdad es<br />

que la frau, harta de soportar al pesado de Wolf durante semanas,<br />

no puso demasiado interés <strong>en</strong> que le detuvieran. Sólo chillaba<br />

¡Spanisch Schwein!, lo cual, cerdo español o algo así.<br />

Sólo quedaba el último trámite. S<strong>en</strong>cillín. Pasar por el<br />

Ayuntami<strong>en</strong>to con el pasaporte para llevar a cabo la consigui<strong>en</strong>-<br />

te inscripción. Cuando le vieron aparecer, una bu<strong>en</strong>a parte de<br />

funcionarios se levantó para ir al water con urg<strong>en</strong>cias. Estaban<br />

hartos de verle por allí.<br />

- ¡Cuidado, que vi<strong>en</strong>e el español! –decían mi<strong>en</strong>tras huían<br />

hacia un pasillo lateral.<br />

- Que no, -com<strong>en</strong>tó Wolf- que hoy traigo todos los papeles.<br />

Con cierto temor volvieron a sus puestos y a la vista de los<br />

docum<strong>en</strong>tos <strong>en</strong> regla, con gran satisfacción, resoplando, le indi-<br />

caron que firmara <strong>en</strong> un par de impresos. Y llegó la hecatombe.<br />

Anglosajones y germanos, como es natural, firman única-<br />

m<strong>en</strong>te con su nombre. Wolf hizo lo propio con una difer<strong>en</strong>cia. Le<br />

añadió la famosa rúbrica hispana. ¡Qué manía con la rúbrica!<br />

Los españoles dan la impresión de que quier<strong>en</strong> reafirmar su per-<br />

100


sonalidad a base de signos cabalísticos sobre nombre y apellidos.<br />

Y si qui<strong>en</strong>es no rubrican se si<strong>en</strong>t<strong>en</strong> a gusto consigo mismo, Wolf<br />

no debería estarlo demasiado. Sobre la firma, a modo de tachón,<br />

hizo infinidad de garabatos circulares rematados con dos peque-<br />

ños tildes sobre parte de la maraña gráfica que había escondido<br />

el nombre.<br />

- Me ha salido preciosa –p<strong>en</strong>só.<br />

Los funcionarios no daban crédito a tal espanto.<br />

- Usted estarrr loco. Esto serrr un insulto a la g<strong>en</strong>errrosidad<br />

del Bundestag. Uno año dando la varrra querrri<strong>en</strong>do la rrresi-<br />

d<strong>en</strong>cia y ahorrra estropearrr papeles. ¡Spanisch von chaise!<br />

(español de m…)<br />

Total, que se volvió a España. Por cierto, el pasaporte había<br />

caducado y las pasó canutas para <strong>en</strong>trar.<br />

101<br />

Jesús María Cantalapiedra


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

102


17<br />

A VUELTAS CON<br />

LA VULGARIDAD<br />

Wolf está conv<strong>en</strong>cido de que este país, desde hace muchos<br />

años, ha avanzado considerablem<strong>en</strong>te <strong>en</strong> variados aspectos. Poco a<br />

poco, l<strong>en</strong>tam<strong>en</strong>te, sí, se han ido arrinconando alpargatas, pandere-<br />

tas, castañuelas y boinas con corros de grasa, aunque queda mucho<br />

por hacer sobre todo con la castañuela. En cuanto a la caspa, la<br />

industria farmacéutica nos ha proporcionado excel<strong>en</strong>tes tratami<strong>en</strong>-<br />

tos para erradicarla, siempre y cuando sea int<strong>en</strong>ción del casposo.<br />

Com<strong>en</strong>tando cuestiones de andar por casa, ya no hace falta<br />

ir a Londres o París para comprar chorradas. Las t<strong>en</strong>emos aquí.<br />

Las mismas, digo las mismas, y más baratas. En el último viaje<br />

de Wolf a Londres, quedó pr<strong>en</strong>dado de una chaqueta preciosa de<br />

piel (chaqueta, que no chupa).<br />

103<br />

Jesús María Cantalapiedra


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

Costaba un riñón pero un capricho es un capricho.<br />

Comprola. Llegó a su casa. Marujina le puso a escurrir.<br />

- Eres un inconsci<strong>en</strong>te. Te compras chaquetas de lujo y la<br />

salita sin pintar –le dijo asaz alterada.<br />

Aguantó como pudo el chaparrón pero la bronca fuerte<br />

llegó cuando su señora se dedicó a examinar los remates interio-<br />

res de la pr<strong>en</strong>da. En un lateral del forro había una etiqueta dimi-<br />

nuta <strong>en</strong> la que se leía: “Made in Tarrasa”.<br />

Pero, ese es otro tema. Lo cierto es que este país ha alcan-<br />

zado la modernidad y cierto nivel de vida imp<strong>en</strong>sable hace unos<br />

cuantos lustros. Se han logrado notables niveles de bi<strong>en</strong>estar<br />

aunque, malgré moi, paralelam<strong>en</strong>te y <strong>en</strong> la misma progresión, las<br />

cotas de vulgaridad, ramplonería y mal gusto, han asc<strong>en</strong>dido<br />

hasta lo preocupante. No hace falta más que fijarse <strong>en</strong> la actitud<br />

cívica de muchos. No hay más que asomarse a las televisiones.<br />

Es necesario estar ciegos para no sufrir el comportami<strong>en</strong>to de<br />

cierta mocedad (y muchos más talludos) <strong>en</strong> nuestras calles. Es<br />

obligado estar sordos para no escuchar el léxico tabernario de las<br />

te<strong>en</strong>agers vestidas de putinas unas y zarrapastrosas otras.<br />

Aunque son pocos y pocas, sobran. Ellos, ellas y sus modos. Y<br />

104


qué hablar de los <strong>en</strong>ergúm<strong>en</strong>os al volante de un GTI, a los que<br />

se les sal<strong>en</strong> los ojos de las órbitas mi<strong>en</strong>tras insultan a una vieja<br />

que pasó un semáforo <strong>en</strong> rojo.<br />

Así y todo, uno de los ejemplos más asquerosillos y de peor<br />

gusto, se puede apreciar a la salida de los servicios sanitarios de<br />

bares, mesones y restaurantes. Trátase de un espectáculo escato-<br />

lógico que arremete, incluso, contra el espíritu del ins<strong>en</strong>sible,<br />

aunque t<strong>en</strong>ga el alma cual piedra. El protagonista, moteado de<br />

gotitas úricas la parte frontal del pantalón, accede al bar desde<br />

los mingitorios semi g<strong>en</strong>uflexionando las rodillas (<strong>en</strong> afán de<br />

colocar las partes), mi<strong>en</strong>tras se sube con un ris-ras (insiste <strong>en</strong> el<br />

baja y sube) la cremallera braguetil. Todo un show.<br />

Hace ya muchos años, cuando aún se utilizaban botones<br />

como cierre pantalonero, un periodista de la tierra dedicado a la<br />

publicidad, cansado de los malos modos de los recién meados, a<br />

modo de advert<strong>en</strong>cia precautoria colocó unos pequeños carteli-<br />

llos metálicos <strong>en</strong> bu<strong>en</strong>a parte de establecimi<strong>en</strong>tos públicos, justo<br />

fr<strong>en</strong>te a la taza receptora. Detrás de la famosa cad<strong>en</strong>a. Así rezaba.<br />

“Antes de salir de este recinto, abróchese. Muchos, al no<br />

hacerlo, cometemos una falta que siempre se c<strong>en</strong>sura”.<br />

105<br />

Jesús María Cantalapiedra


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

Que cunda el ejemplo. Y, si mean, que es algo justo, nece-<br />

sario, permisible y natural, salgan de los evacuadores con dig-<br />

nidad.<br />

106


18<br />

SEMANA SANTA<br />

Y LOS CHINOS<br />

Wolf tuvo un íntimo amigo chino. Se llamaba, se llama Ho<br />

Xiao You, aunque por comodidad le bautizó como Jaime.<br />

Procedía de Shanghai. Fue el propietario del primer restaurante<br />

ori<strong>en</strong>tal de la ciudad. Después llegaron otros dos o tres millones<br />

y el bu<strong>en</strong>o de Ho se marchó a T<strong>en</strong>erife con su arroz primavera y<br />

su aceite de soja. Era un tío salao. Bu<strong>en</strong>a g<strong>en</strong>te. Muy bu<strong>en</strong>a<br />

g<strong>en</strong>te, tanto él como su incontable familia. “Soblinos” y “pli-<br />

mos”, t<strong>en</strong>dría c<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ares. Casó con Shi Hou Lang, o algo así.<br />

Wolf fue testigo de la boda.<br />

Unos meses después de su llegada, de la mano de Wolf,<br />

asistió por primera vez al paso de una procesión semanasantera.<br />

No sabía de qué se trataba aquello. Ni tampoco de lo del cielo.<br />

107<br />

Jesús María Cantalapiedra


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

Nunca había visto nevar y caían copos igual que trapos grando-<br />

nes. Viernes Santo. Jaime, ávido de conocimi<strong>en</strong>tos preguntaba y<br />

preguntaba. Wolf como podía le explicaba quién había sido<br />

Jesús, su historia y qué repres<strong>en</strong>taba para los cristianos. Mi<strong>en</strong>tras<br />

la procesión avanzaba, le informaba sobre sus distintas secu<strong>en</strong>-<br />

cias. Pero se lió metiéndose <strong>en</strong> teología y metafísica. Le habló de<br />

la Santísima Trinidad, de la Eucaristía, del pan y el vino, de la<br />

Última C<strong>en</strong>a y de todo lo que le v<strong>en</strong>ía a la cabeza, <strong>en</strong> afán de que<br />

el chino compr<strong>en</strong>diera el Divino Misterio. Jaime as<strong>en</strong>tía embo-<br />

bado y confuso. De vez <strong>en</strong> cuando hacía un com<strong>en</strong>tario.<br />

- A aquel señol del balcón le veo mucho <strong>en</strong> el “Hulacán” de<br />

B<strong>en</strong>av<strong>en</strong>te –decía mi<strong>en</strong>tras saludaba con la mano al pío espectador.<br />

- Jaime, ¡por Dios! Deja a aquel señor <strong>en</strong> paz y ati<strong>en</strong>de a lo<br />

que te digo.<br />

Y Wolf insistió <strong>en</strong> el pan y el vino, <strong>en</strong> la Santísima Trinidad<br />

y <strong>en</strong> la Última C<strong>en</strong>a (no se sabe el motivo pues la conmemora-<br />

ción había sido el jueves, pero porfiaba <strong>en</strong> el pasaje evangélico).<br />

El chino no se <strong>en</strong>teraba de nada, bi<strong>en</strong> por las malas explicacio-<br />

nes del amigo o porque su m<strong>en</strong>te no estaba preparada para tan<br />

altas instancias místicas.<br />

108


- Pues yo <strong>en</strong> el lestaulante no dal pan si no pedil quil<strong>en</strong>te<br />

–com<strong>en</strong>taba.<br />

Un poco harto ya de predicar <strong>en</strong> el desierto, Wolf descansó<br />

al ver que la procesión finalizaba. Al paso de la última Virg<strong>en</strong>,<br />

una mujeruca se arrodilló. Pocos minutos después, con gran<br />

devoción, lo hizo el chino mi<strong>en</strong>tras farfullaba algo.<br />

- Esto sel muy plecioso –creyó <strong>en</strong>t<strong>en</strong>der Wolf.<br />

La procesión había terminado y la turbamulta habitual<br />

cerraba el cortejo.<br />

- Mira Ho Xiao You, me ti<strong>en</strong>es hasta el gorro. Ahora no hay<br />

que arrodillarse. Esto no es ningún santo. Son globos que v<strong>en</strong>de<br />

un rumano. Y el carrito es el de las obleas. Vamos a matar unos<br />

judíos que estoy congelado.<br />

El chino le miró estupefacto.<br />

- No. Yo no matal judíos. No sel un climinal y además t<strong>en</strong>el<br />

que ablil el lestaulante.<br />

109<br />

Jesús María Cantalapiedra


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

110


19<br />

DE PICOS PARDOS<br />

Desde los seis años y hasta bi<strong>en</strong> <strong>en</strong>trada la juv<strong>en</strong>tud, Wolf<br />

siempre fue un <strong>en</strong>amorado del amor (ver capítulo 12, “Gisela”).<br />

No había mes o trimestre <strong>en</strong> los que su corazón no palpitara con<br />

fuerza por causa de alguna mocina. Y se <strong>en</strong>amoraba. Y se <strong>en</strong>no-<br />

viaba. Y le abandonaban. Todas. Algo fallaba. G<strong>en</strong>eralm<strong>en</strong>te, la<br />

novieta de turno iba a una boda a Albacete, por ejemplo, y a la<br />

vuelta le decía que había conocido a uno rubio (amigo de un<br />

primo de la contray<strong>en</strong>te) y que adiós con el corazón que con el<br />

alma no puedo. Lo cual, le mandaba a hacer puñetas o gárgaras,<br />

según el caso. Y Wolf se preguntaba: “Qué habré hecho yo para<br />

merecer esto”.<br />

Es de anotar que, por otra parte, de aquella, <strong>en</strong> la ciudad de<br />

Wolf ya se habían erradicado las casas de mala nota. De tal suer-<br />

111<br />

Jesús María Cantalapiedra


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

te o infortunio, <strong>en</strong>tre novias y apaños (le t<strong>en</strong>ían siempre ocupa-<br />

do) y la falta de lugares de <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tros lúbricos, jamás conoció un<br />

lupanar. La verdad es que nunca tuvo interés alguno pues le asus-<br />

taba la cosa de ir y pagar. Los ejercicios espirituales de infancia<br />

habían hecho mella <strong>en</strong> él. Lógicam<strong>en</strong>te, pues, no llegó a t<strong>en</strong>er<br />

conocimi<strong>en</strong>to social ni bíblico de: candongas, colipoterras, pupi-<br />

las, esquineras, pericas, hurgamanderas, barraganas, lagartonas,<br />

pájaras, mesalinas, lumis, p<strong>en</strong>dejas, chuministas, pilinguis, pese-<br />

teras, sabaneras u otro tipo de trabajadoras del asunto a tiempo<br />

parcial.<br />

Mi<strong>en</strong>to. Una vez sí. Fue <strong>en</strong> Madrid. T<strong>en</strong>ía un amigo muy<br />

aficionado a ponerse horizontal junto a mozcorras y pingonas.<br />

Pagando, eso sí. Cierta tarde se <strong>en</strong>contró con Manolín Salido, así<br />

se llamaba, por los alrededores de la calle del Muelle, <strong>en</strong> los ale-<br />

daños de la Gran Av<strong>en</strong>ida.<br />

- Cuánto tiempo. Esto hay que celebrarlo. Vamos a tomar<br />

una copa a Toi et moi –dijo Salido (Manolín).<br />

- Verás, es que yo no voy nunca por ahí –respondió Wolf.<br />

- V<strong>en</strong>ga hombre, no seas estrecho. Sólo una copa y nos<br />

vamos. Es por ver el ambi<strong>en</strong>te.<br />

112


Y fueron. Enseguida se acercó una piculina y saludó a<br />

Manolín con efusión. No tardaron más allá de cinco minutos <strong>en</strong><br />

negociar. Marcháronse.<br />

- Espérame. Antes de una hora estoy aquí –com<strong>en</strong>tó Salido.<br />

Wolf, esperó una hora y veinte mi<strong>en</strong>tras le daba vueltas al<br />

asunto un tanto alterado. La verdad es que la hetaira estaba bas-<br />

tante propia. Además t<strong>en</strong>ía un cierto parecido con una de sus últi-<br />

mas novias. Volvieron con caras satisfechas.<br />

- ¡Qué mujer, Wolf, qué mujer! –resopló Manolín.<br />

La hurona, rápidam<strong>en</strong>te, se ofreció a Wolf prometiéndole<br />

glorias varias y servicios múltiples. Lo p<strong>en</strong>só un minuto escaso.<br />

Había elucubrado mucho durante la espera. Y se fue con la tan-<br />

guista.<br />

El piso estaba cerca del Toi et moi. Le temblaban las pier-<br />

nas al subir la escalera. Entraron. Hacia la mitad del largo pasi-<br />

llo, <strong>en</strong> un <strong>en</strong>sanchami<strong>en</strong>to sin puertas, especie de salita, la abue-<br />

la de la manceba hacía punto de cruz y el abuelo leía el ABC.<br />

- ¡Hola chaval! –dijeron al unísono.<br />

- Pues nada, que estaba yo con Manolín, me pres<strong>en</strong>tó a Puri<br />

y me digo dije: pues me acerco hasta allí.<br />

113<br />

Jesús María Cantalapiedra


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

hombre.<br />

- Pero, ¿eres amigo de Manolín Salido? Tómate una copita,<br />

La abuela sacó una botella del Anís del Mono. Mi<strong>en</strong>tras,<br />

Puri se fue al escusado para hacer alguna ablución o vaya usted<br />

a saber qué.<br />

- Toma la copa rápido. Vuelvo <strong>en</strong>seguida que t<strong>en</strong>go prisa.<br />

Para Wolf fue una liberación mom<strong>en</strong>tánea. Los abuelos<br />

eran <strong>en</strong>cantadores. Se <strong>en</strong>zarzó <strong>en</strong> una grata conversación que él<br />

int<strong>en</strong>taba alargar lo más posible. Estaba ciertam<strong>en</strong>te asustado. A<br />

los cinco minutos apareció la cocota demandando prisas.<br />

- V<strong>en</strong>ga tú, que t<strong>en</strong>go más cli<strong>en</strong>tes esperando.<br />

- Bu<strong>en</strong>o, casi mejor vete y cuando vuelvas, pues eso –dijo<br />

Wolf escapando de la quema.<br />

Marchose algo airada.<br />

Y allí quedó de cháchara con los vejetes. Llegadas las<br />

nueve <strong>en</strong> punto, la abuela sacó un rosario.<br />

- Son las nueve. En esta casa lo rezamos todos los días. Hoy<br />

nos tocan los Misterios Gozosos. Primer Misterio, la<br />

Anunciación de María.<br />

Cuando iban por el quinto, “El Niño perdido y hallado <strong>en</strong> el<br />

114


templo”, Wolf, temiéndose la inmin<strong>en</strong>te vuelta de Puri, se excu-<br />

só como pudo y fuese. No le pilló por pelos. Al salir de la casa<br />

oyó el taconeo de la chirlata por las escaleras. Subió un piso más<br />

arriba y esperó a que <strong>en</strong>trara. Al abrir la puerta, de lejos se oían<br />

las letanías monocordes. Mater purísima, Mater castísima,<br />

Mater inmaculada…<br />

Oído el portazo, echó a correr escaleras abajo y no paró<br />

hasta la Gran Av<strong>en</strong>ida, fr<strong>en</strong>te a unos grandes almac<strong>en</strong>es situados<br />

<strong>en</strong> la Plaza del Callado. Se detuvo un bu<strong>en</strong> rato mirando el esca-<br />

parate de l<strong>en</strong>cería fina. Estuvo por volver.<br />

A los pocos días volvió a <strong>en</strong>contrarse con Manolín.<br />

- ¡Que mujer, Manolín, que mujer! –le dijo <strong>en</strong>tre agradeci-<br />

do y hombrón.<br />

115<br />

Jesús María Cantalapiedra


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

116


20<br />

COSAS Y CASOS MUNICIPALES<br />

Un primo de Wolf, ing<strong>en</strong>uo como su padre putativo, se<br />

llama Cándido, durante muchos años (y aún permanece <strong>en</strong> la sin-<br />

gular industria, es una industria), se dedicó, se dedica a la políti-<br />

ca municipal; una actividad que por lo trepidante y extremosa da<br />

mucho juego a la hora de contabilizar anécdotas. Unas hilaran-<br />

tes, otras ásperas pero, las más, <strong>en</strong> cualquier caso, merecedoras<br />

de ser contadas por algui<strong>en</strong>. Los temas políticos suel<strong>en</strong> tratarse a<br />

diario <strong>en</strong> forma trasc<strong>en</strong>d<strong>en</strong>te y sólo <strong>en</strong> contadas ocasiones (sobre<br />

todo sin han pasado unos cuantos años desde los hechos) con<br />

matices afilados por el s<strong>en</strong>tido del humor del escribidor. Los<br />

humoristas gráficos, sin embargo, están muy at<strong>en</strong>tos al día a día.<br />

El humor, por subjetivo, es peligroso. ¡Cuántos disgustos le ha<br />

costado a Wolf su repajolera gracia! También, como Guillermo,<br />

117<br />

Jesús María Cantalapiedra


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

el citado <strong>en</strong> la nota del autor, es un incompr<strong>en</strong>dido. O se explica<br />

mal, que ésa es otra.<br />

Volvi<strong>en</strong>do al municipio, Cándido, el primo de Wolf, a lo<br />

largo y ancho de casi quini<strong>en</strong>tas semanas, principalm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> pri-<br />

mavera y verano, se ejercitó <strong>en</strong> la muy noble función de casar<br />

“por lo civil”. Dos o tres ceremonias cada sábado. Un amigo<br />

suyo, cura de los de antes, le amonestaba. Cariñosam<strong>en</strong>te, eso sí.<br />

- Cándido, me estás quitando mucha cli<strong>en</strong>tela –decía el<br />

párroco de San Carmelo.<br />

Fue una grata experi<strong>en</strong>cia a la que el protagonista de estas<br />

cosiquillas municipales imprimía toda la seriedad que el acto mere-<br />

ce aunque, bi<strong>en</strong> es cierto, hubo de todo. Una de las situaciones más<br />

curiosas tuvo lugar <strong>en</strong> una boda cuyos contray<strong>en</strong>tes habían alcan-<br />

zado la gloria de los och<strong>en</strong>ta años. Él, och<strong>en</strong>ta y cinco. Como era<br />

habitual, con el fin de alargar un poco la ceremonia y no limitarse<br />

a la lectura preceptiva de los artículos de la Ley, Cándido dijo unas<br />

palabras previas muy s<strong>en</strong>tidas. Que si tal, que si cual, que si la vida,<br />

que si el amor. Esas cosas. El novio, nervioso, inquieto.<br />

- Oye, ¿esto va a durar mucho? -dijo. Acaba pronto que hay<br />

que ir a tomar unos vinos.<br />

118


Cándido, respetuoso, terminó rápidam<strong>en</strong>te y se dispuso a<br />

leer los artículos 66, 67 y 68 del Código Civil. A la mitad, de<br />

nuevo, fue interrumpido por el octog<strong>en</strong>ario.<br />

insistió.<br />

- ¿Es muy largo todo este rollo? Que quiero ir de vinos -<br />

La novia y los dos testigos callaban. No había invitados. El<br />

oficiante tuvo que interv<strong>en</strong>ir con seriedad.<br />

casados.<br />

- Mire usted, si no les leo los artículos de la Ley no quedan<br />

- Escucha hijo -com<strong>en</strong>tó el contray<strong>en</strong>te- llevamos vivi<strong>en</strong>do<br />

juntos más de cincu<strong>en</strong>ta años, así que no v<strong>en</strong>gas con chorradas y<br />

acaba de una jodía vez.<br />

Deprisa y corri<strong>en</strong>do, Cándido finalizó y fuéronse a la tasca<br />

de <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>te. No vean como libaba el ya casadísimo cachondín.<br />

Pero, según una comadre, parece que no se les arregló aquella<br />

noche. El tostadillo no es bu<strong>en</strong>o para nada y m<strong>en</strong>os para ciertos<br />

trances.<br />

119<br />

Jesús María Cantalapiedra


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

Otros novios (rurales eran) de una boda celebrada unos<br />

meses después, sí debieron t<strong>en</strong>er más suerte a la hora de la ver-<br />

dad. Ambos, jóv<strong>en</strong>es y fortachones. Ella t<strong>en</strong>ía aspecto de man-<br />

zana reineta. Él, vestido con levita tornasolada, iba hecho un pri-<br />

mor. Sobre todo por la corbata de lazo vertical con brillante<br />

incluido, igual que muchos invitados al him<strong>en</strong>eo también forni-<br />

dos y con muchas ganas de juerga pícara. Es de anotar que a<br />

modo de cortinilla le habían colgado de la luneta trasera del<br />

coche nupcial unos dosci<strong>en</strong>tos profilácticos des<strong>en</strong>roscados.<br />

Cándido, ante el ambi<strong>en</strong>te lúbrico que se respiraba, temién-<br />

dose cualquier burrada fue rápido con la ceremonia. Una vez fir-<br />

madas las actas por novios y testigos, como era habitual, invitó<br />

a los novicios a que se besaran. Poco antes de que lo hicieran, se<br />

oyó un vozarrón <strong>en</strong>orme proced<strong>en</strong>te del fondo del salón.<br />

- Sí, sí, que se bes<strong>en</strong>, pero con l<strong>en</strong>gua -gritó la acémila.<br />

La abuela de la novia, algo sorda, coreó al espontáneo.<br />

- Eso, ¡Viva Cascajal de la Legua!<br />

120


De todo había. A los pocos días de la de la l<strong>en</strong>gua, Cándido<br />

ofició otra muy parecida <strong>en</strong> cuanto al paisaje humano que rebo-<br />

saba la majestuosa estancia. Levitas tornasoladas, pajaritas con<br />

brillantes, mucha minifalda y mucho barullo libidinoso. Desde<br />

un primer mom<strong>en</strong>to se temió lo peor.<br />

Hasta aquel mismo día, al final de las palabras de rigor,<br />

antes de la lectura de los artículos de la Ley, solía hacer alu-<br />

sión a la posible desc<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia de los contray<strong>en</strong>tes. Y así lo<br />

hizo.<br />

- Por último, os invito a que disfrutéis de unos cuantos hijos<br />

dotados con la fuerza que esta tierra necesita.<br />

Y saltó el animal de turno. Se oyó un vozarrón <strong>en</strong>orme pro-<br />

ced<strong>en</strong>te del fondo del salón.<br />

- ¡Ya está el pájaro <strong>en</strong> la jaula! -vociferó la mula.<br />

Cándido no se había percatado (era invierno y la novia por-<br />

taba abrigo) de que la doncella andaba por los ocho meses de<br />

gestación.<br />

121<br />

Jesús María Cantalapiedra


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

Pero no todo fueron novios, invitados y situaciones esper-<br />

pénticas. Especialm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> una de las celebraciones, Cándido,<br />

conmovido, conoció <strong>en</strong> profundidad el significado del dicho:<br />

“De este agua no beberé”. Todavía hoy guarda un recuerdo emo-<br />

cionado. Aunque no t<strong>en</strong>ga nada que ver con la anécdota, el novio<br />

y, poco más o m<strong>en</strong>os, la mitad de los invitados eran africanos.<br />

Todos vestían túnicas étnicas coloristas que aportaban un<br />

ambi<strong>en</strong>te especial al templo civil.<br />

Nada más salir al estrado percibió que uno de los testigos -<br />

la madre de la novia- le saludaba de lejos con afecto.<br />

Efectivam<strong>en</strong>te, era una vieja amiga de juv<strong>en</strong>tud. La ceremonia se<br />

desarrolló con normalidad. Una vez finalizada, como siempre<br />

hacía, se acercó a los recién casados para felicitarles. Su vieja<br />

amiga le saludó con unas palabras que no olvidará jamás.<br />

- Lo que es la vida Cándido -dijo- ¿Te acuerdas que<br />

Alberto, que <strong>en</strong> paz esté, te pidió que me recogieras <strong>en</strong> el hospi-<br />

tal cuando di a luz a la pequeña ya que él estaba de viaje? Pues<br />

aquí ti<strong>en</strong>es a la niña. Es la novia.<br />

Habían pasado veinticinco años y de aquella Cándido no<br />

iba ni para cura, ni para juez o capitán de barco. Si <strong>en</strong>tonces<br />

122


algún adivino le hubiera dicho que transcurrido el tiempo casa-<br />

ría a la criatura, se hubiera sonreído con incredulidad. Nunca se<br />

debe decir: “De este agua no beberé”.<br />

El anecdotario político da mucho juego, pero ya está bi<strong>en</strong> de<br />

bodas. Otras singulares quisicosas municipales también son dignas<br />

de m<strong>en</strong>ción. En el apartado de procesiones religiosas, por ejemplo,<br />

hay de todo. Principalm<strong>en</strong>te <strong>en</strong> las de Semana Santa de la ciudad<br />

de Cándido, donde los ediles que presid<strong>en</strong> el cortejo fúnebre por-<br />

tan la medalla corporativa y la bandera de España a modo de ban-<br />

das cruzadas <strong>en</strong> el tórax, rematadas <strong>en</strong> el extremo inferior con una<br />

gran borla y flecos dorados. Detrás, guardia de honor y banda de<br />

música. Lo cual, con mucha parafernalia y oropel.<br />

En cierta ocasión, dos compañeras de Cándido cerraban<br />

una procesión de mujeres a la que las dos ediles habían acudido<br />

<strong>en</strong> solitario. Los colegas estarían tomando la típica limonada o<br />

bacalao semanasantero. Llegaron a una calle estrecha. En las<br />

callejuelas se oy<strong>en</strong> las conversaciones de los espectadores como<br />

123<br />

Jesús María Cantalapiedra


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

<strong>en</strong> la barra del bar. Un grupo de mujerucas apretadas, señalaban<br />

tímidam<strong>en</strong>te con el dedo a las concejalas y murmuraban <strong>en</strong>tre sí.<br />

<strong>en</strong>lutada.<br />

- Fíjate que elegantes van, ¿quiénes son? -dijo una bastante<br />

- No sé, pero parec<strong>en</strong> importantes -com<strong>en</strong>tó otra, viuda ella.<br />

- Serán de la cofradía de las Santas Animas -av<strong>en</strong>turó la<br />

más simple.<br />

- Estás bobica -s<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ció la que parecía comandar el grupo-<br />

A esas las veo yo <strong>en</strong> la tele. Son de la Casa Real.<br />

- Y a nosotras qué nos importa -alegó la tonta-, vamos a<br />

Hojaldres Alfonso que me estoy orinando.<br />

Así son las cosas y, a otro asunto. Cándido, previo recado<br />

municipal, <strong>en</strong> tiempos fue concejal de Excursionismos,<br />

Bullangas y Rascataplasplás. Se volcó todo cuanto le dejaron<br />

con la difusión de la primera actividad. Las algaradas y alboro-<br />

tos festeros, más bi<strong>en</strong> le incoaban fornicio pero por aquello de la<br />

disciplina aguantó como un tío durante ocho años <strong>en</strong>tregado cual<br />

124


niño bu<strong>en</strong>o, obedi<strong>en</strong>te y riguroso. Cándido es bastante memo y<br />

repugnantín. Y, así, hasta que por esas cosas de la política luga-<br />

reña, le dieron una patada <strong>en</strong> los medios traseros y mandáronle a<br />

la divina oposición, lugar del purgatorio o limbo de los justos (o<br />

injustos), <strong>en</strong> el que lo único que podía hacer era preparar la fór-<br />

mula de tocarles los cataplines a los mandadores cuando proce-<br />

diera o procediese. O se lo exigiere el guión.<br />

En el capítulo de Bullangas había de todo. Y sólo me ha<br />

contado lo más curioso; cosas, casos y, sobre todo, manías y<br />

caprichos de cantadores, cantadoras y chiflagaitas, más o m<strong>en</strong>os<br />

famosos o con int<strong>en</strong>ción de serlo. Por ejemplo, el de dos canta-<br />

doras muy rechulas, macizas y populares ellas, qui<strong>en</strong>es <strong>en</strong> el<br />

contrato exigían poner a su disposición una limusina blanca o<br />

lila, para desplazarse desde el hotel a la plaza de San Carmelo<br />

(unos ci<strong>en</strong> metros), lugar de la actuación. Naturalm<strong>en</strong>te, fueron<br />

andando. No, <strong>en</strong> taxi, mi<strong>en</strong>tras despotricaban contra la organiza-<br />

ción. “En Miami no pasan estas cosas”.<br />

125<br />

Jesús María Cantalapiedra


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

Otra situación, temerosa ésta, ocurrió a la llegada de una<br />

folclórica acompañada de sus rumberos poco antes de com<strong>en</strong>zar<br />

el concierto. Los de la mandolina aparecieron con un colocón de<br />

padre y muy señor mío, producido por ciertos polvillos blancos<br />

muy al uso. Hubo que retrasar el espectáculo mi<strong>en</strong>tras un sanita-<br />

rio trataba de bajarles del cielo que se habían prometido y con-<br />

seguido. Volaban <strong>en</strong>tre las estrellas los tocadores. Cuando se les<br />

pasó el subidón, <strong>en</strong>tre toque y toque, se arrearon tres o cuatro<br />

botellas de wisqui, previam<strong>en</strong>te solicitadas como catering <strong>en</strong> el<br />

contrato. Y no vean cómo tocaban la mandolina al tiempo que la<br />

cantadora se desgañitaba. Fueron muy aplaudidos.<br />

Pero no todos los actuantes eran de esa condición. Una can-<br />

tadora que, por cierto, era de Viana del Bollo, población famosa<br />

por sus tortillas, fue de lo más comedida. Sólo exigió una caja<br />

familiar de tiritas (¡), tres cepillos de la ropa (pequeño, mediano<br />

y grande), un bollo preñao y dos botellas de Anís del Mono. Muy<br />

maja la de Viana del Idem.<br />

126


Los antojos de la farándula son variados y pintorescos. Una<br />

show wom<strong>en</strong> muy conocida y querida (es o era un <strong>en</strong>canto), el<br />

mismo día de la actuación le pidió a Cándido un cartelón con su<br />

foto, con la de ella, para colocarlo <strong>en</strong> la habitación del hotel. El<br />

primo de Wolf, asombrado, le preguntó para qué se quería ver <strong>en</strong><br />

un cartel publicitario si t<strong>en</strong>ía varios espejos <strong>en</strong> la suite. No hubo<br />

forma.<br />

- Si no t<strong>en</strong>go un afiche mío clavado con chinchetas <strong>en</strong> la<br />

habitación, no hay espectáculo -dijo.<br />

Algui<strong>en</strong> tuvo que desplazarse a Valladolid para buscarlo, pues<br />

los que habían proporcionado desde su ag<strong>en</strong>cia estaban todos colo-<br />

cados <strong>en</strong> lugares estratégicos de la ciudad. Cosas de divas.<br />

En g<strong>en</strong>eral, cantadores, cantadoras y chiflagaitas, según<br />

Cándido, cuanto más mediocres, más necios, esperpénticos y<br />

127<br />

Jesús María Cantalapiedra


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

exig<strong>en</strong>tes <strong>en</strong> sus peticiones. Los grandes artistas, los que perma-<br />

nec<strong>en</strong> <strong>en</strong> el tiempo, normalm<strong>en</strong>te son humildes, cercanos y afa-<br />

bles. Pudieran pedir una botella de Viña Tondonia y punto.<br />

Bu<strong>en</strong>o, dos.<br />

Las bullangas, insisto, tal como dice Cándido, cu<strong>en</strong>tan tam-<br />

bién con mucho terr<strong>en</strong>o anecdótico propiedad de los espectado-<br />

res. Por ejemplo, el episodio que se narra. Si fuera un artículo de<br />

opinión debiera titularse “La vida es cruel” o “Lo que va desde<br />

la ignorancia hasta la mala leche”. Me explico.<br />

Unos meses antes de pasar a la divina oposición, Cándido,<br />

como cada año, preparó las bullangas patronales a celebrarse <strong>en</strong><br />

el solsticio de verano. Allá por San Juan. Posiblem<strong>en</strong>te la activi-<br />

dad festera más popular y esperada, era la tirada de fuegos arti-<br />

ficiales. El año de gracia al que me refiero fue g<strong>en</strong>eroso con el<br />

artificio y naturalm<strong>en</strong>te resultaron muy aplaudidos a pesar de<br />

que arrancar palmadas de aprobación <strong>en</strong> su ciudad, es más difí-<br />

cil que conseguir la cuadratura del círculo.<br />

Pero, hete aquí, unos días antes del chupinazo, Candidín,<br />

como decía, cambio de sillón <strong>en</strong> el Salón de Pl<strong>en</strong>os y le situaron<br />

<strong>en</strong> la zona divina. No obstante, la noche de los fuegos, como era<br />

128


él qui<strong>en</strong> los había contratado, se acercó a pres<strong>en</strong>ciarlos con cier-<br />

ta emoción, p<strong>en</strong>a, nostalgia o vaya usted a saber qué ánimo.<br />

Efectivam<strong>en</strong>te, fueron espectaculares y propiciaron un ¡Aaaah!<br />

g<strong>en</strong>eralizado <strong>en</strong>tre la concurr<strong>en</strong>cia. A su lado, una pareja de<br />

mediana edad aplaudía a rabiar. Una vez finalizada la cremá le<br />

reconocieron y, exultantes de ardor político-ciudadano, se diri-<br />

gieron a él con muy mal café.<br />

¡Concejal, <strong>en</strong>térate!, éstos son fuegos y no los que tú orga-<br />

nizabas, mamón.<br />

Cándido no respondió a la agresión. Se fue al bar más cer-<br />

cano, tomó rápidam<strong>en</strong>te tres o cuatro vinos de Prieto Picudo<br />

mi<strong>en</strong>tras p<strong>en</strong>saba <strong>en</strong> la levedad del ser. Pasado el trance, quizá<br />

debido al vino, marchó para su casa cantando aquella de “A<br />

Amadeo le he visto el ojete, vaya una boquilla para un clarinete,<br />

rascataplasplás”.<br />

El nunca bi<strong>en</strong> ponderado primo de Wolf también ti<strong>en</strong>e <strong>en</strong> su<br />

debe o haber, anécdotas y casos relacionados con lo municipal-<br />

129<br />

Jesús María Cantalapiedra


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

deportivo. Y, es posible que le cueste algún disgusto sacar a la<br />

luz el episodio que voy a narrar, pero me veo <strong>en</strong> la obligación de<br />

hacerlo. Caiga qui<strong>en</strong> caiga. Para eso disfrutamos de libertad de<br />

pr<strong>en</strong>sa, incluso <strong>en</strong> temas referidos a la familia.<br />

Antes, sin embargo, hay que contar los vínculos de Cándido<br />

con el deporte. Escasos. Nunca actuó como espectador, ni siquiera<br />

<strong>en</strong> las retransmisiones televisivas. Aún ti<strong>en</strong>e la idea de que el<br />

deporte hay que practicarlo, no verlo tumbadón <strong>en</strong> un sofá. Así que<br />

desde la adolesc<strong>en</strong>cia y hasta los cincu<strong>en</strong>ta años, se dedicó a ejer-<br />

citar los que <strong>en</strong>tonces eran deportes pijos: esquí y t<strong>en</strong>is.<br />

Principalm<strong>en</strong>te esquí, el más pijo de todos ellos, o al m<strong>en</strong>os así se<br />

tildaba a sus practicantes. Antes de que se proletarizara o populari-<br />

zase, había que ir <strong>en</strong> tr<strong>en</strong> hasta Busdongo y después “a pata” hasta<br />

La Cerra, primer telesquí instalado <strong>en</strong> el Puerto de Pajares. Quiere<br />

decirse que aquellos locos y sus locas maderonas, deberían atrave-<br />

sar el c<strong>en</strong>tro de la ciudad cargados de artilugios extraños y vestidos<br />

con pantalones y anoraks de telilla agabardinada recompuestos por<br />

sastras. Al paso, el personal, con sonoros gritos de ¡pijos!, les incre-<br />

paba con inquina. Hoy los hijos de aquellos agresores, m<strong>en</strong>estrales<br />

o no, ya han conocido la mayor parte de estaciones invernales euro-<br />

130


peas y patrias. Y nadie les llama pijos aunque vayan vestidos con<br />

trajes deportivos de colores fosforitos similares a los de los figu-<br />

rantes del Circo Americano.<br />

De esta suerte o infortunio, Cándido, por causa de su afi-<br />

ción a resbalar, nunca tuvo oportunidad de conocer el fútbol. Tal<br />

es así que, aún hoy, sigue sin saber de qué se trata. No <strong>en</strong>ti<strong>en</strong>de<br />

cómo veintitantos seres bastante mayorzones vayan corri<strong>en</strong>do<br />

como desaforados detrás de una pelota grande. Bi<strong>en</strong> es cierto<br />

que, según el profesor Lafóromeszai de la Universidad de<br />

Calcuta, “Los españoles pert<strong>en</strong>ec<strong>en</strong> a un pueblo que siempre<br />

profesó un culto supersticioso a lo esférico. Redondos son el<br />

mundo, las bolas, las pelotas, los bu<strong>en</strong>os negocios, las m<strong>en</strong>tiras,<br />

los globos, los cataplines, las naranjas, las aceitunas y los gor-<br />

dos. Todo ello propició la inv<strong>en</strong>ción del juego del balompié, que<br />

tanta gloria ha perpetrado a la patria hispana. Dicho juego se<br />

debe a la poliarquidia (<strong>en</strong>fermedad consist<strong>en</strong>te la exist<strong>en</strong>cia de<br />

más de dos glándulas secretoras de sem<strong>en</strong>), y no a los británicos,<br />

como supone el vulgo. En España se juega al fútbol porque<br />

sobran pelotas y <strong>en</strong> algo dec<strong>en</strong>te hay que utilizarlas”. Es trem<strong>en</strong>-<br />

do el viejo profesor Lafóromeszai.<br />

131<br />

Jesús María Cantalapiedra


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

Y llegó el día de la inauguración de un nuevo campo de fút-<br />

bol <strong>en</strong> su pueblo. El alcalde, dudando del interés del Cándido por<br />

las bolas, le dio una ord<strong>en</strong>.<br />

- Tú, hoy, al campo de fútbol -dijo conminatorio.<br />

- Verás -dijo Cándido- es que yo, esto de las pelotas…<br />

- Tú, hoy, a la inauguración –respondió tajante.<br />

Y claro, fue. El partido, según se com<strong>en</strong>tó, era muy impor-<br />

tante para la vida humana. Bostezando, aguantó como pudo el<br />

primer tiempo. Rezaba para que aquella cosa finalizara cuanto<br />

antes. Y así fue pasados cuar<strong>en</strong>ta y cinco minutos. ¡El descan-<br />

so! Los asist<strong>en</strong>tes Vips, <strong>en</strong>tre los que se <strong>en</strong>contraba, se dirigie-<br />

ron a un bar igualm<strong>en</strong>te Vip del mismo recinto para tomar un<br />

t<strong>en</strong>tempié. Algunos, bastantes, tomaron cinco. Por fin, com<strong>en</strong>-<br />

zó el movimi<strong>en</strong>to migratorio hacia las tribunas. Cándido se fue<br />

rezagando, reculando, mi<strong>en</strong>tras se afanaba <strong>en</strong> los cordones<br />

<strong>en</strong>redados de un zapato, hasta que quedó solo con los camare-<br />

ros. Salió del recinto por la puerta lateral, hacia una especie de<br />

nave industrial ll<strong>en</strong>a de tablones, cascotes y hormigoneras. Las<br />

obras interiores no habían acabado. ¿Y los portones de salida a<br />

la calle? Cerrados con grandes candados y cad<strong>en</strong>as. Volvió<br />

132


hacia el bar. Imposible abrir la puerta. Los camareros también<br />

se habían ido al pelotón.<br />

Desamparado, nervioso y maldici<strong>en</strong>te ya, int<strong>en</strong>tó escapar<br />

por un v<strong>en</strong>tanuco. Se subió a una escalera tambaleante y man-<br />

chada de cal, miró, pero se veían g<strong>en</strong>tes <strong>en</strong> el exterior. “Lo que<br />

me faltaba si me junan”. Desistió. Media hora después de que los<br />

de las bolas acabas<strong>en</strong> el <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro, el partido de balompié, aún<br />

permanecía <strong>en</strong>cerrado <strong>en</strong>tre escombros, picos y palas. No se sabe<br />

cómo consiguió salir.<br />

mosca.<br />

Al día sigui<strong>en</strong>te, el alcalde se dirigió a Cándido pelín<br />

- Pero, ¿dónde te metiste? No te vi cuando el gol.<br />

- Es que me quedé abajo con un primo de Carrizal. Por<br />

cierto, ¡vaya golazo! A mi primo por poco le da algo. Gritaba y<br />

saltaba más que una señora muy aseñorada que t<strong>en</strong>ía al lado.<br />

Mi primo es muy <strong>en</strong>t<strong>en</strong>dido y se puso cianótico mi<strong>en</strong>tras<br />

com<strong>en</strong>taba: “Pressing, lo que hace falta es pressing por la<br />

banda derecha”. ¡M<strong>en</strong>os mal que van apr<strong>en</strong>di<strong>en</strong>do! A ver si de<br />

esta se nos arregla. Es lo que yo he dicho siempre. Pressing,<br />

mucho pressing- dijo Cándido al alcalde.<br />

133<br />

Jesús María Cantalapiedra


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

Los viajes de Cándido como concejal de Excursionismos,<br />

aun promovi<strong>en</strong>do la <strong>en</strong>vidia sorda de algún que otro ignorante<br />

con veleidades, no siempre eran como imaginaban los perretes.<br />

Ni mucho m<strong>en</strong>os, a pesar del destino de aquéllos como eran<br />

Lisboa, Oporto, Londres, París, Bruselas, Colonia, Berlín, Roma<br />

o Moscú. Por lo del ahorro presupuestario, tanto él como sus<br />

compañeros de la comunidad, utilizaban compañías aéreas <strong>en</strong> las<br />

que sólo faltaba t<strong>en</strong>er que dar pedales para ayudar al oportuno<br />

despegue del avión. Por ejemplo, “La Rizosa Air” o calidades<br />

similares. En relación con los hoteles, ídem de li<strong>en</strong>zo, principal-<br />

m<strong>en</strong>te <strong>en</strong> París, Londres, Moscú y otras ciudades donde el aloja-<br />

mi<strong>en</strong>to digno, sólo digno, cuesta uno y parte del otro.<br />

El más disparatado y repugnante de los viajes fue uno de<br />

los efectuados a Londres <strong>en</strong> “La Rizosa Air”. El aparato era un<br />

cacharro oxidado con alas que debería hacer escala <strong>en</strong> Bruselas<br />

antes de aterrizar <strong>en</strong> la capital de los hijos de la Gran Bretaña.<br />

Dada la poca <strong>en</strong>tidad de la compañía, naturalm<strong>en</strong>te, el vuelo se<br />

retrasó siete horas. Digo siete horas. “Retraso, retraso, retraso”,<br />

anunciaba el panel electrónico cada treinta minutos. Los deses-<br />

134


perados responsables de Excursionismos Regionales, esperaron<br />

<strong>en</strong> Carajas desde las 11 horas (a.m.) hasta las 19 horas (p.m.).<br />

Llegados a Bruselas, cogieron por los pelos el último avión a<br />

Londres. Llegaron a Heathrow cerca de las doce de la noche.<br />

Hicieron cola ante a la cinta transportadoras de maletas. No sa-<br />

lían. Nervios. Media hora más. Allá, hacia la una de la madruga-<br />

da, algui<strong>en</strong> les informó. Las maletas se habían distraído a<br />

Cop<strong>en</strong>hague. ¡Horror! Al día sigui<strong>en</strong>te t<strong>en</strong>ían la primera reunión<br />

con profesionales británicos de excursionismos varios. Previa<br />

reclamación escrita, uno a uno (eran veinte), se fueron al hotel a<br />

horas impres<strong>en</strong>tables.<br />

El llamado hotel parecía la segunda vivi<strong>en</strong>da de Jack el<br />

Destripador. Pasillos angostos, patios lúgubres por los que había<br />

que cruzar <strong>en</strong>tre basuras maloli<strong>en</strong>tes y una diminuta recepción<br />

regida por mor<strong>en</strong>o zumbón <strong>en</strong> solitario, fueron el primer golpe<br />

de vista. Todo ello sin probar bocado. Cándido y dos compañe-<br />

ros más salieron a la calle <strong>en</strong> busca de alguna guarnición. Sólo<br />

<strong>en</strong>contraron abierto un precario local de indio vestido con sayón<br />

de rayas verdes. A esas horas sólo quedábale al mercachifle agua<br />

mineral y cepillos de di<strong>en</strong>tes.<br />

135<br />

Jesús María Cantalapiedra


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

- Pónganos tres botellas de agua (para c<strong>en</strong>ar) y tres cepillos<br />

-pidieron.<br />

El drama fue <strong>en</strong>contrar la habitación. A cándido le habían<br />

asignado la 219. Subió al segundo piso. Pero el Imperio<br />

Británico acababa <strong>en</strong> la 218. Bajó a hablar con el mor<strong>en</strong>o. El<br />

mor<strong>en</strong>o, sin levantar la vista, p<strong>en</strong>sando <strong>en</strong> el tam-tam, decía que<br />

la habitación estaba allí. Vuelta a subir. No estaba. Vuelta al<br />

mor<strong>en</strong>o. Ni caso. Finalm<strong>en</strong>te se buscó la vida como pudo hasta<br />

que, después de atravesar un patio ll<strong>en</strong>o de agazapados asesinos<br />

(o así lo creyó), <strong>en</strong>contró la 219. Cama de 0,80 c<strong>en</strong>tímetros y un<br />

lavabo con costra victoriana. Cucarachas tres, pero grandes.<br />

Antes, <strong>en</strong>tre pasillo y pasillo, de vez <strong>en</strong> cuando, se <strong>en</strong>contraba<br />

con el Director G<strong>en</strong>eral de Excursionismos inmerso <strong>en</strong> el mismo<br />

afán. Por fin <strong>en</strong>contró su habitación. Hubo que empujarle para<br />

que p<strong>en</strong>etrara <strong>en</strong> la celda. Era muy orondo y a la primera no<br />

cabía por la puerta. Digo que hubo que empujarle y va a misa.<br />

Al día sigui<strong>en</strong>te, <strong>en</strong> realidad el mismo día pues el trajín<br />

finalizó cerca de las tres de la mañana, después de hacer una<br />

pedorreta al mor<strong>en</strong>o del tam-tam, aparecieron las maletas tarde,<br />

mal y nunca. El grupo no olía precisam<strong>en</strong>te a retama y romero,<br />

136


según pudieron apreciar los señores ingleses objeto de la reu-<br />

nión. No hacían más que olfatear sin disimulo. Alguno puso cara<br />

de asco y se marchó.<br />

De vuelta <strong>en</strong> casa, una vez efectuado el peregrinaje vía<br />

Bruselas y algún que otro traspiés itinerante, uno de los <strong>en</strong>vidio-<br />

sillos hizo el oportuno com<strong>en</strong>tario.<br />

- ¡Jo tío, vaya morro! Creo que fuiste a Londres otra vez.<br />

Cándido contó hasta diez y no dijo nada. Se dio la vuelta no<br />

sin antes hacerle una pedorreta como al mor<strong>en</strong>o. Bu<strong>en</strong>o, algo<br />

dijo de su madre pero se me ha olvidado.<br />

Un ex compañero de Cándido, Eduardo Luis de Monte<br />

Alto y Meléndez R<strong>en</strong>dueles, era un tío salao. Salao pero des-<br />

pistadísimo. Despistadísimo y, consecu<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te, impuntual.<br />

Llegó tarde, incluso, a su propia boda. No había qui<strong>en</strong> pudie-<br />

ra con él.<br />

- Eduardo Luis, recuerda que mañana el acto es a las ocho<br />

<strong>en</strong> punto de la tarde. No te retrases que luego quedamos todos<br />

mal -le conminaban.<br />

137<br />

Jesús María Cantalapiedra


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

Que si quieres arroz. Tan fresco, llegaba a las nueve m<strong>en</strong>os<br />

veinte con cara angelical y, eso sí, hecho un pincel. Gloria daba<br />

verle. Eduardo Luis de Monte Alto y Meléndez R<strong>en</strong>dueles cui-<br />

daba mucho su imag<strong>en</strong> vestim<strong>en</strong>tal y, además, gustábale que ala-<br />

baran su porte, casi <strong>en</strong> la misma medida que el reconocimi<strong>en</strong>to y<br />

el aplauso. Eduardo Luis, según Wolf, vivía para el aplauso. Con<br />

razón. Hacía bi<strong>en</strong> las cosas. ¿A quién no le gusta el halago o la<br />

palmada cuando cumples a la perfección tus obligaciones aun-<br />

que seas despistado?<br />

A lo que voy. En cierta ocasión se celebraba un acto de<br />

alto nivel <strong>en</strong> el Teatro Emperatriz. Una confer<strong>en</strong>cia importan-<br />

te. El protagonista, conocido <strong>en</strong> todo el país por su fácil verbo,<br />

<strong>en</strong>tre literario y metafísico, impartió un parlam<strong>en</strong>to delicioso.<br />

Tanto fue así que <strong>en</strong> varias ocasiones fue interrumpido con<br />

espontáneos aplausos surgidos desde la emoción que consiguió<br />

transmitir a las asist<strong>en</strong>cias. El patio de butacas estaba abarrota-<br />

do de público.<br />

Eduardo Luis, como era habitual llegó tarde. Se retrasó <strong>en</strong><br />

el sastre (vestía a medida) y, mi<strong>en</strong>tras se afeitó y acicaló, le die-<br />

ron las ocho y cuarto. La confer<strong>en</strong>cia había com<strong>en</strong>zado a las<br />

138


ocho. Hizo <strong>en</strong>trada <strong>en</strong> el Emperatriz a las nueve m<strong>en</strong>os diez,<br />

coincidi<strong>en</strong>do con un aplauso g<strong>en</strong>eralizado al pon<strong>en</strong>te. Atravesó<br />

todo el pasillo c<strong>en</strong>tral hasta la primera fila, donde t<strong>en</strong>ía un sitio<br />

reservado. Naturalm<strong>en</strong>te, p<strong>en</strong>só que los aplausos eran para él.<br />

Mi<strong>en</strong>tras se acercaba a su butaca, cual torero <strong>en</strong> tarde de triunfo,<br />

levantó el brazo derecho y, saludando a pares e impares, decía <strong>en</strong><br />

voz alta con cabeceos de agradecimi<strong>en</strong>to: “Muchas gracias,<br />

muchas gracias, muchas gracias…”<br />

Antes de pasar a la divina oposición, Cándido, se apuntaba a<br />

un bombardeo. Que había que hacer de negro para algui<strong>en</strong>, allí<br />

estaba Cándido. Que le invitaban a dar un pregón <strong>en</strong> Vélez Málaga,<br />

allí estaba Cándido. Que un compañero o compañera estaba de<br />

viaje y t<strong>en</strong>ía concertada una reunión, allí estaba Cándido para sus-<br />

tituir. Y una de esas sustituciones le costó un gran discurso.<br />

Una compañera debería recibir al colectivo “Mujeres Asocia-<br />

das Rubias para la Integración Coyuntural de la Organización<br />

Nacional C<strong>en</strong>tralista”, (M.A.R.I.C.O.N.C.H.I.). Mas, hete aquí, a la<br />

139<br />

Jesús María Cantalapiedra


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

colega le convocó de improviso el Director G<strong>en</strong>eral de Asuntos<br />

Varios y tuvo que marchar a Valladolid. A toda velocidad le expli-<br />

có a Cándido las reivindicaciones de la agrupación. Tomó cuatro<br />

notas y esperó el mom<strong>en</strong>to del <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro con las Mariconchis.<br />

Llegaron. Eran cinco señoras muy repuestas a las que reci-<br />

bió efusivam<strong>en</strong>te. Una vez acomodadas <strong>en</strong> el salón adecuado, la<br />

que dirigía el grupo fue al grano con rapidez. Durante media<br />

hora, poco más o m<strong>en</strong>os, se explayó <strong>en</strong> las justas demandas de la<br />

asociación, que ya contaba con cerca de quini<strong>en</strong>tas adheridas.<br />

Cándido, muy at<strong>en</strong>to, as<strong>en</strong>tía con la cabeza al parlam<strong>en</strong>to de la<br />

directiva rubia. De vez <strong>en</strong> cuando decía: “efectivam<strong>en</strong>te”, “claro<br />

está” y cosas por el estilo.<br />

Una vez finalizada la interv<strong>en</strong>ción de doña Evangelina (así<br />

se llamaba), intervino Cándido con gran aplomo.<br />

- Yo no hablo a tontas y a locas, así que t<strong>en</strong>gan la seguridad<br />

de que estudiaré conci<strong>en</strong>zudam<strong>en</strong>te sus peticiones y serán pues-<br />

tas <strong>en</strong> conocimi<strong>en</strong>to del correspondi<strong>en</strong>te comité.<br />

La verdad es que no captaron correctam<strong>en</strong>te su expresión<br />

o alguna lista había leído a Cervantes, qui<strong>en</strong> llamaba tontas y<br />

locas a las doncellas que se <strong>en</strong>tret<strong>en</strong>ían <strong>en</strong> vanas locuras.<br />

140


Después de insultarle, salieron <strong>en</strong>demoniadas preguntando por<br />

el despacho del alcalde y la dirección del Subdelegado del<br />

Gobierno.<br />

Al m<strong>en</strong>os, así se lo contó Cándido a su primo Wolf.<br />

Hace unos años, cuando “los viol<strong>en</strong>tos” del Norte (ahora se<br />

utilizan mucho los eufemismos) arreciaban con más virul<strong>en</strong>cia,<br />

durante algunos meses Cándido estuvo muy preocupado. Si no<br />

era miedo lo que s<strong>en</strong>tía, se le parecía mucho. Los concejales eran<br />

el punto de mira de aquellos salvajes y la cosa no estaba para<br />

muchas bromas. Así, durante los mom<strong>en</strong>tos álgidos, el primo de<br />

Wolf cumplía estrictam<strong>en</strong>te con las recom<strong>en</strong>daciones, consejos y<br />

normativa <strong>en</strong> materia de seguridad pasiva.<br />

Un mal día, finalm<strong>en</strong>te bu<strong>en</strong>o, se dirigía a la Diputación<br />

para asistir a una reunión de trabajo. A unos ci<strong>en</strong> metros del<br />

Ayuntami<strong>en</strong>to, sigui<strong>en</strong>do las instrucciones, paró fr<strong>en</strong>te a un esca-<br />

parate y, con disimulo, miró hacia atrás. Relativam<strong>en</strong>te cerca de<br />

él, dos hombres jóv<strong>en</strong>es con aspecto sospechoso también para-<br />

ron al lado de una ti<strong>en</strong>da. Parecían que hablaban algo. Cándido<br />

141<br />

Jesús María Cantalapiedra


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

com<strong>en</strong>zó a inquietarse. Siguió el paso y poco más allá volvió a<br />

repetir la operación mirando una exposición de l<strong>en</strong>cería fina. Por<br />

el rabillo del ojo izquierdo observó como los seguidores volvían<br />

a det<strong>en</strong>erse. Ya a ritmo de marcha atlética prosiguió el camino.<br />

Entró <strong>en</strong> un estanco cercano a la institución provincial. Volvió a<br />

mirar de reojo y los persist<strong>en</strong>tes paseantes, de nuevo, se detuvie-<br />

ron. Ya no pudo más. Como si fuera una competición, se olvidó<br />

de la dignidad y echó a correr como alma que lleva el diablo<br />

hasta los portones del Palacio de los Alfonsos. Una vez <strong>en</strong> el<br />

interior del edificio, nervioso, cogió el móvil y llamó a la g<strong>en</strong>-<br />

darmería.<br />

- Soy Cándido. ¡Que me vi<strong>en</strong><strong>en</strong> sigui<strong>en</strong>do dos elem<strong>en</strong>tos<br />

desde el Ayuntami<strong>en</strong>to! -dijo con voz <strong>en</strong>trecortada.<br />

- ¡Ah!, no se preocupe, son de los nuestros.<br />

- Pues avis<strong>en</strong>, ¡cojona!, que no esta uno para estos trotes -<br />

respondió bastante cabreado.<br />

A pesar de su afición por la montaña, Cándido t<strong>en</strong>ía, ti<strong>en</strong>e<br />

y sufre vértigo. La primera vez que se dio cu<strong>en</strong>ta del síndrome<br />

fue <strong>en</strong> el inacabable templo de la Sagrada Familia de Barcelona.<br />

142


Para subir lo hizo <strong>en</strong> el asc<strong>en</strong>sor. Una vez visto el panorama<br />

desde el pu<strong>en</strong>te que une dos de sus torres, se dispuso a bajar. Por<br />

desconocidas razones se le ocurrió hacerlo por las escaleras de<br />

caracol de una de aquellas. Y llegó el torm<strong>en</strong>to. La pared de pie-<br />

dra, pura filigrana, ofrecía grandes espacios abiertos con vistas<br />

al suelo catalán situado mucho más abajo. Muchísimo más. Tuvo<br />

que desc<strong>en</strong>der hacia atrás, a gatas, para no ver la maravillosa tie-<br />

rra hermana, propiedad <strong>en</strong>tonces del señor Tarradellas, don<br />

Josep. Tardó casi una hora <strong>en</strong> llegar de nuevo a Barcelona. Le<br />

temblaban las piernas cual vara verde. Fue el primer aviso.<br />

El segundo y casi definitivo le fue dado <strong>en</strong> la Garganta del<br />

Cares. En compañía de unos amigos, <strong>en</strong> Caín (vaya nombre le<br />

pusieron), inició el camino que debería llevarle hasta Poncebos<br />

<strong>en</strong> Asturias. No pasó del segundo pu<strong>en</strong>te. A su derecha, la corta-<br />

da desc<strong>en</strong>día hasta los infiernos. Y le volvió el conjunto de sín-<br />

tomas. Optó por, también a gatas, perdi<strong>en</strong>do su hombría de bi<strong>en</strong>,<br />

recular. Los compañeros continuaron la marcha riéndose de él.<br />

Alguno le llamó marica. Otros, más bordes, maricón.<br />

Muchos años más tarde, ya <strong>en</strong> la política municipal, nueva-<br />

m<strong>en</strong>te hubo de <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tarse al problema. Un colega suyo, a la<br />

143<br />

Jesús María Cantalapiedra


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

sazón concejal de Juv<strong>en</strong>tud, había organizado diversas activida-<br />

des juv<strong>en</strong>iles para las fiestas patronales. Una de ellas consistía <strong>en</strong><br />

tirarse colgado del mosquetón de una tirolina desde el balcón del<br />

Ayuntami<strong>en</strong>to. Amarrado el artilugio, los montadores invitaron<br />

al alcalde a echarse por la v<strong>en</strong>tana. No dijo ni sí ni no, si no todo<br />

lo contrario. Es decir, no se tiró. Cándido com<strong>en</strong>zó a inquietar-<br />

se. A continuación, el invitado fue el jov<strong>en</strong> concejal de Juv<strong>en</strong>tud,<br />

como su propio nombre indica. Éste no se anduvo con incerti-<br />

dumbres. Dijo que nones. Cándido sudaba ya. Para desc<strong>en</strong>der<br />

por la polea había que subir a la barandilla del balcón antes de<br />

lanzarse al vacío. Tiritaba a pesar de la b<strong>en</strong>igna temperatura<br />

ambi<strong>en</strong>te. Era verano. Ya no había más ediles <strong>en</strong> el lugar. Los<br />

que hubo escaparon raudos oliéndose la tostada. Abajo, <strong>en</strong> la<br />

calle, miraba el responsable de Haci<strong>en</strong>da y algún concejal opo-<br />

sitor con cara de mucha guasa. Un mar de dudas at<strong>en</strong>azaba al<br />

primo de Wolf. Finalm<strong>en</strong>te se decidió para quedar bi<strong>en</strong> delante<br />

del alcalde y, sobre todo, para fastidiar al jov<strong>en</strong>zuelo concejal.<br />

Por amor propio y pelín de afán de notoriedad.<br />

- ¡Yo me tiro! -dijo orgulloso a la par que acollonado <strong>en</strong> voz<br />

muy alta mi<strong>en</strong>tras, como arrebatado, se quitaba la chaqueta.<br />

144


Le pusieron el arnés adecuado y, desde una banqueta, subió<br />

a la barandilla de hierro. P<strong>en</strong>só <strong>en</strong> la Garganta del Cares y <strong>en</strong> la<br />

Sagrada Familia de los organizadores. Al grito de, “Así muere un<br />

español” (sic), lanzose al vacío.<br />

Es posible que nadie lo crea, pero no le hicieron director<br />

g<strong>en</strong>eral ni Embajador <strong>en</strong> la República de San Marino, ni nada.<br />

Son así.<br />

Una sobrina y tres sobrinos de Cándido, y la mayor parte de<br />

los hijos del fontanero, del médico, del carnicero, del vecino del<br />

quinto, del director de su banco, del zapatero, del panadero y de<br />

cuantos titulados, diplomados o m<strong>en</strong>estrales actúan <strong>en</strong> su <strong>en</strong>tor-<br />

no, llegado el fin de semana que comi<strong>en</strong>za el jueves, sal<strong>en</strong> de<br />

copas. Vale. Una vez agotados los euros o la resist<strong>en</strong>cia vuelv<strong>en</strong><br />

al hogar. Temprano. A eso de las nueve de la mañana del día<br />

sigui<strong>en</strong>te.<br />

Con motivo de un conv<strong>en</strong>io de hermanami<strong>en</strong>to con<br />

Voronezh (población de un millón de habitantes, situada a 500<br />

kilómetros al Sur de Moscú), Cándido y otros dos colegas fue-<br />

145<br />

Jesús María Cantalapiedra


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

ron a aquella ciudad <strong>en</strong> 1999. Después de un viaje de agarrarse<br />

los machos, permanecieron nueve largos aunque fraternos días a<br />

orillas del Don. La ag<strong>en</strong>da era ciertam<strong>en</strong>te apretada. Desde las<br />

nueve de la mañana hasta las diez de la noche, con interrupción<br />

para comer no sé que cosas, visitaron fábricas, c<strong>en</strong>tros militares<br />

(absolutam<strong>en</strong>te todos), iglesias ortodoxas, academias de danza,<br />

instituciones, academias deportivas, monum<strong>en</strong>tos a los caídos y,<br />

<strong>en</strong> el campus universitario (caserón era), la titulada Aula de<br />

Español. Aparte, una bu<strong>en</strong>a ración de reuniones culturales con el<br />

ejército y la policía omnipres<strong>en</strong>tes. Siempre.<br />

En el aula universitaria mantuvieron un <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro con vein-<br />

ticinco estudiantes de español, <strong>en</strong> su mayor parte chavalas de<br />

unos dieciocho-veinte años. Tuvo lugar <strong>en</strong> una clase que recor-<br />

daba exactam<strong>en</strong>te las escuelas rurales españolas de los años<br />

ses<strong>en</strong>ta. O m<strong>en</strong>os. Preguntaron de todo. Les interesaba nuestro<br />

país. Cándido, igualm<strong>en</strong>te ávido de información sobre la forma<br />

de vida de las mozáncanas rubias, les preguntó por sus gustos y,<br />

p<strong>en</strong>sando <strong>en</strong> los sobrinos e hijos de los amigos, por la forma <strong>en</strong><br />

que utilizaban el tiempo libre.<br />

- Y, ¿qué hacéis los fines de semana? –dijo.<br />

146


Las estudiantes se miraron unas a otras con gestos de inte-<br />

rrogación. Parece ser que no le habían <strong>en</strong>t<strong>en</strong>dido, intuyó<br />

Cándido. Insistió <strong>en</strong> la pregunta, hablando pausadam<strong>en</strong>te.<br />

- Di-go, que dón-de vais los vier-nes, sá-ba-dos y do-min-gos.<br />

Por fin, una rubísima de ojos azules, verdes y grises (mucho<br />

gris había <strong>en</strong> aquellos ojos), se explicó sorpr<strong>en</strong>dida.<br />

- ¡Dónde vamos a irrr¡… El vierrrnes estudiarrr. El sába-<br />

do y domingo serrr mucho interrresantes. Vamos al parrrque y<br />

hacer excursiones bonitas. Sobrrre todo al parrrque. Estarrr<br />

más cerrrca.<br />

Si este episodio fuera un capítulo más, habría que titularlo<br />

“Parásitos”.<br />

Etimológicam<strong>en</strong>te, parásito vi<strong>en</strong>e del griego “pará” (junto<br />

a) y “sitos” (comida). De esta suerte, suel<strong>en</strong> ser parásitos los hus-<br />

meadores de cocinas y los buscamanteles. Por supuesto, <strong>en</strong> nin-<br />

gún caso los cocineros a pesar de permanecer largas horas al lado<br />

de pucheros y marmitas humeantes.<br />

147<br />

Jesús María Cantalapiedra


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

Según Cándido y el profesor Lafóromeszai, de la<br />

Universidad de Calcuta, nadie se sonroja al reconocer que ti<strong>en</strong>e<br />

hernia de hiato, pero, ¿quién se atreve a confesar que está convi-<br />

vi<strong>en</strong>do con piojos o ladillas? Por su parte, la Real Academia afir-<br />

ma: “Dícese del organismo animal o vegetal que vive a costa de<br />

otro de distinta especie, alim<strong>en</strong>tándose de sus sustancias y<br />

depauperándolo sin llegar a matarlo”.<br />

Insisti<strong>en</strong>do, son de distinta especie. Cándido conoce bi<strong>en</strong><br />

a ese subgrupo zoológico aj<strong>en</strong>o. Ha t<strong>en</strong>ido que tratar con lom-<br />

brices, pulgas y pulgones, ácaros, ladillas, chinches, mosqui-<br />

tos, li<strong>en</strong>dres, garrapatas, triquinas, t<strong>en</strong>ias y babosas. Chupa-<br />

dores de sangre municipal, a los que da igual un roto que un<br />

descosido. Int<strong>en</strong>tan, a veces lo consigu<strong>en</strong>, v<strong>en</strong>der ideas, mar-<br />

keting del bu<strong>en</strong>o, promociones o <strong>en</strong> última instancia a un primo<br />

carnal. Cuando comprueban que a nada de lo antedicho pued<strong>en</strong><br />

dar salida, tratan incluso, de mercadear con ristras de chorizo<br />

cular. “Son muy bu<strong>en</strong>os, oiga. Están curados al humo”. El caso<br />

es clavar el aguijón y llevarse una dosis sustanciosa de plasma<br />

sanguíneo del erario. A veces se disfrazan de gamusinos. Son<br />

los más listos y peligrosos. Como no exist<strong>en</strong> (los gamusinos),<br />

148


son muy pocos los que consigu<strong>en</strong> reconocerlos. Mas, por allí<br />

sigu<strong>en</strong>. Prácticam<strong>en</strong>te viv<strong>en</strong> <strong>en</strong> el edificio municipal. Son tan-<br />

tas horas las que pasan al día agazapados <strong>en</strong> espera de caza<br />

fresca que parec<strong>en</strong> formar parte del funcionariado. En cuanto a<br />

las babosas, merecerían capítulo aparte. También son parásitos<br />

(<strong>en</strong> esta ocasión moluscos sin caparazón) que aparec<strong>en</strong> <strong>en</strong> pri-<br />

mavera justo después de unas elecciones si es que hubiera o<br />

hubiese vuelta de tortilla. Sal<strong>en</strong> de masas gelatinosas que se<br />

<strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tran <strong>en</strong> pasillos y antedespachos, expeli<strong>en</strong>do la baba<br />

<strong>en</strong>cima del lomo de los nuevos mandatarios. Son difíciles de<br />

controlar.<br />

Otra especie habitual es la del lince, también familiar visi-<br />

tante de despachos. Se trata de un mamífero carnicero, félido y<br />

fisípedo, de aspecto inquietante. Aparte de su función depreda-<br />

dora, para más INRI, está siempre oteando y dici<strong>en</strong>do a los<br />

demás lo que ti<strong>en</strong><strong>en</strong> qué hacer y cómo. Todo el país, y la ciudad<br />

de Cándido <strong>en</strong> particular, rebosa de políticos de salón. Según<br />

Arangur<strong>en</strong>, el español siempre sabe de todo. Y si de algo no sabe<br />

nada, dice: “de esto hablaremos más adelante”. Todo lo diagnos-<br />

tican según su <strong>en</strong>t<strong>en</strong>der, su corto <strong>en</strong>t<strong>en</strong>der. Todo lo solucionan.<br />

149<br />

Jesús María Cantalapiedra


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

De mucha risa. Bi<strong>en</strong> es cierto que, <strong>en</strong> palabras del viejo profesor<br />

Lafóromeszai (ya se sabe, de la Universidad de Calcuta), la risa,<br />

las risas son terapéuticas. Chamfort decía que “El día más desa-<br />

provechado es aquel <strong>en</strong> que no hemos reído”. Por eso Cándido<br />

es tan dilig<strong>en</strong>te. Se da verdaderas jartás.<br />

Otrosí digo. También pululaban y pululan por el <strong>en</strong>torno del<br />

hemiciclo: camaleones (legión últimam<strong>en</strong>te), otros reptiles, y<br />

zorros, cuervos y japutas (palometas). De todo, oiga, aunque el<br />

camaleón merecería capítulo aparte. Y no son, precisam<strong>en</strong>te,<br />

unos señores de la ciudad de León aficionados a la cama.<br />

Asimismo, hay que rechazar la tesis estrafalaria según la cual los<br />

camaleones serían unos individuos que se comportan <strong>en</strong> el lecho<br />

como leones.<br />

Afortunadam<strong>en</strong>te, otras especies, éstas humanas y bu<strong>en</strong>a<br />

g<strong>en</strong>te, se des<strong>en</strong>vuelv<strong>en</strong> con rectitud y ayudan al dev<strong>en</strong>ir de la<br />

clase política. Algui<strong>en</strong> debería imponerles una medalla.<br />

En el apartado semanasantero, insisti<strong>en</strong>do, también hay<br />

mucho paño que cortar, con el fin de proteger del frío lacerante a<br />

150


los ediles y otras altas autoridades participantes <strong>en</strong> las procesiones.<br />

Hace algunos años, <strong>en</strong> el solemne cortejo de la Virg<strong>en</strong> Santa de las<br />

Ánimas P<strong>en</strong>it<strong>en</strong>ciales, o algo así, la temperatura era gélida.<br />

Repugnante. Cándido -guarnecido con marianos debajo del panta-<br />

lón y camiseta de felpa-, otro concejal llamado Emilión y el<br />

Subdelegado del Gobierno, cerraban la procesión como Dios y el<br />

protocolo mandan. Enfilaron la av<strong>en</strong>ida del Padre Ínsula, al tiempo<br />

que vi<strong>en</strong>tos rabiosos proced<strong>en</strong>tes de la montaña (ver capítulo 6,<br />

“Tipología del Pelmazo”) les atravesaban cual cuchillos. De nada<br />

servían los marianos ni las camisetas. Ni los periódicos que el otro<br />

edil y el Subdelegado se habían colocado debajo de la camisa. Lo<br />

cual, antes de los costillares delanteros. Tiritaban hipotérmicos.<br />

ciativa.<br />

La alta autoridad, para eso mandaba mucho, tomó la ini-<br />

- Voy a tomar algo <strong>en</strong> un bar. Ya no puedo más. Esto es<br />

insoportable. Vuelvo <strong>en</strong>seguida -dijo.<br />

Y <strong>en</strong> verdad, volvió reconfortado después de haberse arre-<br />

ado dos pelotazos de Cardhu (pure malt) a gañote. Unos cin-<br />

cu<strong>en</strong>ta metros más allá se decidió Emilión y poco más tarde<br />

Cándido. En realidad se fueron turnando repetidas veces. Desde<br />

151<br />

Jesús María Cantalapiedra


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

la av<strong>en</strong>ida del Padre Ínsula hasta la Plaza Redonda, escapáronse<br />

cinco o seis veces libando a modo <strong>en</strong> todas las tascas de las boca-<br />

calles y recorrido principal. Ya los tres juntos, accedieron a la<br />

plaza coloradotes cual tomate de Reliegos y la verdad cierta-<br />

m<strong>en</strong>te afectados por el Cardhu. Sobre todo Cándido, qui<strong>en</strong> no<br />

estaba acostumbrado a la espirituosa bebida. Mas, <strong>en</strong> vez de<br />

darle por lo anímico, echó una vomitina sobre los <strong>en</strong>cajes e<br />

inc<strong>en</strong>sario de un chaval, monaguillo él, que acompañaba a canó-<br />

nigos y b<strong>en</strong>eficiados. Emilión y el Subdelegado, con grandes<br />

manotazos, de arriba abajo, <strong>en</strong> un limpiar al lego, acabaron arrui-<br />

nando definitivam<strong>en</strong>te las blondas del acólito. El inc<strong>en</strong>sario apa-<br />

gose con olor a wisqui, amortiguado por el regurgito pastoso.<br />

Se despidieron a la francesa y tambaleantes sujetando a<br />

Cándido como podían, escaparon por la calle Alférez Cir-<br />

cunstancial.<br />

Con sus bu<strong>en</strong>as int<strong>en</strong>ciones de agradar, Cándido, insisti<strong>en</strong>-<br />

do <strong>en</strong> el asunto, se apuntaba a un bombardeo a pesar de recono-<br />

cer íntimam<strong>en</strong>te (a dos contados amigos) que era y es un patoso,<br />

152


un metepatas o, <strong>en</strong> el mejor de los casos, despistado, muy des-<br />

pistado, despistadísimo. Tal condición le ha costado muchos dis-<br />

gustos. Uno de ellos, el que le proporcionó el pres<strong>en</strong>te episodio.<br />

Hace bi<strong>en</strong> pocos años, unos cuantos días antes de la<br />

Semana Santa, por su condición de edil, tuvo que reunirse con<br />

los responsables pasionales <strong>en</strong>tre los que estaba prevista la pre-<br />

s<strong>en</strong>cia del Ilustrísimo y Rever<strong>en</strong>dísimo Señor Obispo. Mas, hete<br />

aquí, un par de días antes de la asamblea le comunicaron desde<br />

la secretaría del Prelado que disculpara su aus<strong>en</strong>cia pues le había<br />

surgido un viaje imprevisto a Madrid. Le habían llamado de la<br />

Confer<strong>en</strong>cia Episcopal. Transcurridas dos horas, el Obispado le<br />

<strong>en</strong>vió un fax urg<strong>en</strong>te <strong>en</strong> el que daban marcha atrás. Asistiría a la<br />

reunión pues la de Madrid se susp<strong>en</strong>dió por causa de la<br />

Cuaresma. Una hora antes del comité, finalm<strong>en</strong>te, un canónigo<br />

amigo informó a Cándido que no, que el Señor Obispo no se<br />

<strong>en</strong>contraría <strong>en</strong> la ciudad por cuestiones familiares. Acababa de<br />

romperse la cadera una tía carnal de Segovia. La que le pagó la<br />

carrera.<br />

Llegó a la reunión hecho un lío. Tomó asi<strong>en</strong>to junto al resto<br />

de asist<strong>en</strong>tes y se dispuso a com<strong>en</strong>zar. De pronto, poco antes de<br />

153<br />

Jesús María Cantalapiedra


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

tomar la palabra, con mucha prosopopeya, apareció el<br />

Ilustrísimo y Rever<strong>en</strong>dísimo, mi<strong>en</strong>tras maquinalm<strong>en</strong>te hacía<br />

girar su gran anillo episcopal.<br />

Cándido abrió el turno y, ofuscado por el barullo m<strong>en</strong>tal <strong>en</strong><br />

que le habían metido los comunicados de la curia, se arrancó con<br />

una perla preciosa.<br />

- Ruego disculp<strong>en</strong> ustedes la pres<strong>en</strong>cia del Señor Obispo<br />

qui<strong>en</strong>, muy a su pesar, ha t<strong>en</strong>ido que acudir a esta reunión. Les<br />

puedo asegurar que lo ha s<strong>en</strong>tido muchísimo, pero se ha visto<br />

obligado por la Confer<strong>en</strong>cia Episcopal de Segovia y una tía car-<br />

nal operada de la cadera <strong>en</strong> Madrid por causa de la Cuaresma.<br />

Embarullarse no sólo es patrimonio de Cándido. Hace más<br />

de un año, convertido ya <strong>en</strong> concejal de a pie, fue invitado a dar<br />

una charla con motivo de la festividad de San Acisclo, patrono<br />

del paraje. Lo preparó con rigor. A fondo. El salón parroquial o<br />

Casa de la Cultura estaba a rebosar. Unas och<strong>en</strong>ta personas.<br />

Och<strong>en</strong>ta personas y una chavala, periodista <strong>en</strong> prácticas, cuader-<br />

154


nillo <strong>en</strong> ristre. Es de t<strong>en</strong>er <strong>en</strong> cu<strong>en</strong>ta que la jerga periodística<br />

llama “malditas” a estas esforzadas becarias.<br />

Llegó el mom<strong>en</strong>to de la pres<strong>en</strong>tación de Cándido por el<br />

pedáneo de turno.<br />

- T<strong>en</strong>go el honor de pres<strong>en</strong>tar a ustedes a Cándido<br />

M<strong>en</strong>gánez, ex concejal de Turismo del Ayuntami<strong>en</strong>to, qui<strong>en</strong> nos<br />

va a hablar sobre la vida y milagros de nuestro patrón.<br />

A pesar de los bostezos habituales, quedó bastante bi<strong>en</strong> el<br />

discurso o pregón. La “maldita” tomaba notas como una loca.<br />

Era su primer día de prácticas <strong>en</strong> un periódico local y quería<br />

lucirse. Finalizado el acto, los organizadores <strong>en</strong>tregaron al inter-<br />

vini<strong>en</strong>te la consabida placa de alpaca fina y un <strong>libro</strong>: “Los mila-<br />

gros de San Acisclo”.<br />

Al día sigui<strong>en</strong>te, <strong>en</strong> las páginas de cultura, la chavala trans-<br />

cribió la interv<strong>en</strong>ción de Cándido. Mas, hete aquí, que se emba-<br />

rulló la pobre. No había <strong>en</strong>t<strong>en</strong>dido bi<strong>en</strong> aquello de ex concejal de<br />

Turismo o estaba p<strong>en</strong>sando <strong>en</strong> su novio. Hay analistas que afir-<br />

man fue por culpa de recuerdos muy reci<strong>en</strong>tes del tronco de tío<br />

que usaba a la sazón. El titular de la gacetilla rezaba: “El conce-<br />

jal de posturismos imparte una charla <strong>en</strong> La Almunia”. Y repitió<br />

155<br />

Jesús María Cantalapiedra


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

lo de concejal de posturismos una doc<strong>en</strong>a de veces a lo largo de<br />

la reseña.<br />

La guasa fue de aúpa. Varios compañeros malvados se<br />

mofaron todo lo que quisieron. Que si cuándo iba a dar una char-<br />

la sobre posturas; que si qué p<strong>en</strong>saba sobre la postura norteame-<br />

ricana <strong>en</strong> el Líbano; que si cuándo iba a hacer una película<br />

porno; que si cuándo iba a escribir la segunda parte del<br />

Kamasutra y otra serie de perversiones que no vi<strong>en</strong><strong>en</strong> al caso.<br />

Para unas fiestas patronales, heladoras como casi siempre,<br />

el ínclito concejal contrató a una señora o señorita que no canta-<br />

ba, que no bailaba, pero que estaba (y está) de muy ver; con<br />

muchísima salud. A la sazón se había hecho ciertam<strong>en</strong>te popular<br />

por vía de variadas televisiones y bastantes pantalones. Era fran-<br />

cesa. Su nombre, Marl<strong>en</strong>e Morrones o algo así. Dos o tres años<br />

más tarde de la contratación por parte de Cándido, exactam<strong>en</strong>te<br />

mi<strong>en</strong>tras se transcribía este episodio, con gran regodeo de<br />

muchos pues siempre andaba <strong>en</strong> paños tan m<strong>en</strong>ores como míni-<br />

mos, ganó el concurso de televisión “El Gran Fulano VIP”.<br />

Previam<strong>en</strong>te al día de la actuación, a la hora de negociar el<br />

156


contrato, la gabachona exigió que se instalara un rampa para des-<br />

c<strong>en</strong>der desde el esc<strong>en</strong>ario hasta el público. Cándido dijo que<br />

nones. T<strong>en</strong>ía miedo de que algún cal<strong>en</strong>tillo de Carrizal, in situ,<br />

<strong>en</strong> la Plaza de San Carmelo, quisiera convertir <strong>en</strong> madre a la<br />

Morrones (o al m<strong>en</strong>os int<strong>en</strong>tarlo). Pero no hubo forma. Si no<br />

había rampa, no había espectáculo. Finalm<strong>en</strong>te Cándido cedió<br />

<strong>en</strong>com<strong>en</strong>dándose a todos los santos.<br />

En un mom<strong>en</strong>to del show, cimbreante, bajó hacia los espec-<br />

tadores. Fue una sorpresa. La bu<strong>en</strong>a, la bu<strong>en</strong>ísima señora o seño-<br />

rita, no fue acosada sexualm<strong>en</strong>te por nadie. Todo lo contrario.<br />

Los niños, empujados por sus mamás, la besaban. Las mamás<br />

también. Los de Carrizal aplaudían como locos. Ella, <strong>en</strong>cantado-<br />

ra, at<strong>en</strong>día a todos y todas cual dama de alta cuna. A Cándido se<br />

le pasó el susto y resopló de tranquilidad. No había ocurrido lo<br />

previsible. Toda una señora, ¡sí señor!<br />

Finalizado el <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro con el pueblo, la Marl<strong>en</strong>e subió de<br />

nuevo al esc<strong>en</strong>ario <strong>en</strong>tre grandes ovaciones. Emocionada, dijo<br />

unas palabras de agradecimi<strong>en</strong>to.<br />

- Muchas gracias queridos leoneses por vuestra acogida y<br />

vuestro cariño, pero t<strong>en</strong>go que terminar <strong>en</strong>seguida porque se me<br />

157<br />

Jesús María Cantalapiedra


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

está quedando helado el “chichi”. Au revoir, mon cheries.<br />

Y se armó el revuelo.<br />

A finales de julio de 2004, con gran aparato, se celebró <strong>en</strong><br />

la ciudad de Cándido un Consejo de Ministros. Una vez con-<br />

cluido aquel, la Corporación Municipal fue invitada a un almuer-<br />

zo <strong>en</strong> honor del presid<strong>en</strong>te de la nación. Los <strong>en</strong>cargados del pro-<br />

tocolo se habían empleado a fondo. Todo previsto. Todo organi-<br />

zado. En cada mesa redonda los nombres de los com<strong>en</strong>sales,<br />

insertados <strong>en</strong> un cartoncillo con el escudo nacional, señalaban<br />

sus correspondi<strong>en</strong>tes lugares de ocupación. En la de Cándido<br />

s<strong>en</strong>tábanse una ministra y un ministro. Reconoció a éste y salu-<br />

dole. “Bi<strong>en</strong>v<strong>en</strong>ido, Ministro”. Después, durante la comida y sin<br />

grandes solemnidades, le puso <strong>en</strong> anteced<strong>en</strong>tes sobre los dife-<br />

r<strong>en</strong>tes platos de la gastronomía típica que estaban degustando.<br />

A la derecha de Cándido, una periodista muy agradable,<br />

jefa de algún gabinete ministerial, también <strong>en</strong>tabló conversación<br />

con el concejal. A la izquierda un s<strong>en</strong>ador de nuevo cuño, poco<br />

hablador, se s<strong>en</strong>taba al lado de una señora a la que Cándido no<br />

reconoció.<br />

158


-¿Quién es esa señora? -preguntó a la periodista.<br />

-¿No la conoces? Es la ministra de Cultura.<br />

159<br />

Jesús María Cantalapiedra <br />

-Esta es la mía, aquí me luzco -p<strong>en</strong>só Cándido, <strong>en</strong>cantado<br />

de t<strong>en</strong>er a su lado a tan importante personaje, responsable nacio-<br />

nal de sus aficiones.<br />

Con las mismas, se inició <strong>en</strong> un largo monólogo al que la<br />

ministra sólo as<strong>en</strong>tía con cara de sorpresa. Cándido se explayó<br />

cuanto quiso hablando de la literatura del Siglo de Oro, de la his-<br />

toria del antiguo hospital de peregrinos donde se celebraba el<br />

ágape y por supuesto de Quevedo. La verdad, con Quevedo se<br />

puso muy pesado. Mucho. Incluso le com<strong>en</strong>tó que t<strong>en</strong>ía un her-<br />

mano periodista <strong>en</strong> un periódico de tirada nacional, dedicado al<br />

mundo de la cultura desde hacía mil años.<br />

La pobre ministra no daba crédito a cuanto oía y miraba a<br />

la <strong>en</strong>cargada del gabinete como preguntándole, “¿de dónde ha<br />

salido este plasta?”. Finalm<strong>en</strong>te, desesperada, rápidam<strong>en</strong>te, una<br />

vez finalizados los postres, le <strong>en</strong>tregó su tarjeta de visita y fuese


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

rauda. Cándido la guardó con mimo <strong>en</strong> el bolsillo interior de la<br />

chaqueta.<br />

Ya <strong>en</strong> la calle, se volvió a reunir con sus colegas bajo la<br />

puerta del plateresco edificio.<br />

-¿Con qué ministro os tocó a vosotros? Yo tuve al lado a la<br />

ministra de Cultura –afirmó orgulloso.<br />

-No puede ser. La ministra de Cultura estaba <strong>en</strong> mi mesa -<br />

contestó su compañera Leti.<br />

-Estás equivocada. Mira, hasta me dio su tarjeta, lista.<br />

-Para listo tu -dijo con mucha guasa-. A ver si lees bi<strong>en</strong>.<br />

Aquí pone Ministra de Agricultura, Pesca y Alim<strong>en</strong>tación.<br />

Apesadumbrado se dio cu<strong>en</strong>ta de lo ocurrido. T<strong>en</strong>ía la pila<br />

del audífono baja de pot<strong>en</strong>cia y, <strong>en</strong> la pres<strong>en</strong>tación, había <strong>en</strong>t<strong>en</strong>-<br />

dido ministra de Cultura <strong>en</strong> vez de Agricultura. Prometió solem-<br />

nem<strong>en</strong>te poner pila nueva cada vez que tuviese que acudir a un<br />

acto oficial.<br />

160


161<br />

Jesús María Cantalapiedra


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

162


21<br />

LOCA ACADEMIA DE CONCEJALES<br />

163<br />

Jesús María Cantalapiedra <br />

A la vista de las anteriores experi<strong>en</strong>cias y con el fin de que<br />

Cándido finalizara el mandato sin incurrir <strong>en</strong> errores técnico-<br />

políticos, y a la vez impartiera doctrina <strong>en</strong>tre sus compañeros,<br />

Wolf <strong>en</strong>vió a su primo a la prestigiosa “Loca Academia de<br />

Concejales” situada <strong>en</strong> Mont de Marsan (Las Landas). Nunca<br />

había <strong>en</strong>t<strong>en</strong>dido el por qué los aspirantes a ediles no se formaban<br />

debidam<strong>en</strong>te <strong>en</strong> la difícil actividad antes de ocupar el sillón y<br />

ejercer de regidores. Acced<strong>en</strong> a la política desde la frutería, la<br />

banca o la RENFE, por ejemplo, de forma que hombres y muje-<br />

res andan bastantes despistados <strong>en</strong> los inicios. Bu<strong>en</strong>o,<br />

algunos/as. Otros/as parece que nacieron con la ci<strong>en</strong>cia infusa<br />

debajo del brazo o con un master por Yale. Estos/as, por ignotas<br />

razones, desde un primer mom<strong>en</strong>to ya utilizan palabras como


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

“coyuntura”, “parámetro”, “implem<strong>en</strong>tar”, “acuerdo marco”,<br />

“proyecto integral” o semejantes groserías. Misterio.<br />

Cándido.<br />

- Mira, que yo he perdido el hábito del estudio –com<strong>en</strong>tó<br />

- Nada, ya verás qué asignaturas más facilinas. Vas a triun-<br />

far <strong>en</strong> lo que queda de legislatura. En Mont de Marsan ha estu-<br />

diado lo más florido de los ayuntami<strong>en</strong>tos europeos.<br />

El temario cont<strong>en</strong>ía las sigui<strong>en</strong>tes materias:<br />

1). Cómo dar la vara al Equipo de Gobierno (I)<br />

2). Cómo dar la vara a la Oposición (I)<br />

3). Método Oll<strong>en</strong>dorf<br />

4). Apr<strong>en</strong>da a callar <strong>en</strong> tres lecciones<br />

5). Cómo hacer la pelota sin morir <strong>en</strong> el int<strong>en</strong>to (I)<br />

6). No fiarse ni de su padre<br />

7). No fiarse ni de su madre<br />

8). Cómo incoar fornicio al compañero (I y II)<br />

9). Actos oficiales plastas<br />

10). Religión o Ética (optativas)<br />

164


Para no cansar al lector, <strong>en</strong> breve sinopsis se hace una expo-<br />

sición g<strong>en</strong>eral de su cont<strong>en</strong>ido.<br />

CÓMO DAR LA VARA AL EQUIPO DE GOBIERNO (I).<br />

Es una asignatura muy fácil. Según su autor sólam<strong>en</strong>te hay que<br />

votar <strong>en</strong> contra de todo y ponerles a parir <strong>en</strong> pr<strong>en</strong>sa, radio y tele-<br />

visión. De vez <strong>en</strong> cuando queda muy fino pres<strong>en</strong>tar una moción.<br />

Por ejemplo: “Los derechos agropecuarios de las asociaciones<br />

interprofesionales del Kurdistán”.<br />

CÓMO DAR LA VARAA LA OPOSICIÓN (I). Tampoco es<br />

difícil. El mandato-consejo es dar la vara por omisión. No se les<br />

hace caso y punto. Faltaría más. Con la democracia todo el mundo<br />

se cree con derechos inali<strong>en</strong>ables. Ya no se sabe dónde vamos a ir<br />

a parar. En Navidad, por aquello de tan señaladas fechas, queda<br />

muy bi<strong>en</strong> darles unos canapés y vino variedad La Rizosa.<br />

MÉTODO OLLENDORF. Esta asignatura es preciosa. En<br />

la “Loca Academia de Concejales” de Mont de Marsan la expli-<br />

can con un ejemplo. Un edil ti<strong>en</strong>e que interv<strong>en</strong>ir <strong>en</strong> un pl<strong>en</strong>o y<br />

165<br />

Jesús María Cantalapiedra


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

está previsto que sea interpelado por otro. El primero expone sus<br />

correspondi<strong>en</strong>tes razones. El segundo, previa preparación con su<br />

señora unos días antes, larga su parlam<strong>en</strong>to importándole un<br />

pimi<strong>en</strong>to las argum<strong>en</strong>taciones de qui<strong>en</strong> le precedió <strong>en</strong> la palabra.<br />

Que habla de infraestructuras integrales, pues muy bi<strong>en</strong>. Se le<br />

responde con la necesidad de obras sociales de carácter global,<br />

tema que el interpelador sabe de carrerilla y Santas Pascuas.<br />

Como el método suele utilizarse recíprocam<strong>en</strong>te, todos quedan<br />

tan cont<strong>en</strong>tos.<br />

APRENDA A CALLAR EN TRES LECCIONES. La más<br />

fácil de todas. Según el profesor Laforómeszai de la Universidad<br />

de Calcuta, autor, es preciso callar aunque te pregunt<strong>en</strong>. Es la<br />

única forma de no meter la pata. No obstante, el que calla otor-<br />

ga; el que otorga consi<strong>en</strong>te y el que consi<strong>en</strong>te es un cons<strong>en</strong>tido,<br />

palabra ésta vinculada al cuerno. Por ello, otros catedráticos pre-<br />

fier<strong>en</strong> seguir el verso de Quevedo:<br />

No he de callar, por más que con el dedo,<br />

ya tocando la boca o ya la fr<strong>en</strong>te,<br />

sil<strong>en</strong>cio avises o am<strong>en</strong>aces miedo.<br />

166


CÓMO HACER LA PELOTA SIN MORIR EN EL<br />

INTENTO (I). Esta es un hueso. La pesadilla de los alumnos de<br />

Mont de Marsan. Casi todos quedan para septiembre. El proble-<br />

ma es que no exist<strong>en</strong> reglas fijas. Dep<strong>en</strong>de de quién sea el obje-<br />

to de adulación. Sin embargo, es importantísima. Un bu<strong>en</strong> con-<br />

cejal debe saber hacer la pelota si quiere llegar a algo. Pero,<br />

¡ojo!, es como el juego de las siete y media. No es bu<strong>en</strong>o pasar-<br />

se ni quedarse corto. Y todo va <strong>en</strong> función del receptor. Por eso<br />

es tan difícil. Primero hay que estudiar conci<strong>en</strong>zudam<strong>en</strong>te a éste<br />

y después obrar <strong>en</strong> consecu<strong>en</strong>cia.<br />

NO FIARSE NI DE SU PADRE. S<strong>en</strong>cillina asignatura.<br />

Sólo hay que seguir al pie de la letra el título, aunque también<br />

debe t<strong>en</strong>erse <strong>en</strong> cu<strong>en</strong>ta a hermanos, primos, cuñados y demás<br />

par<strong>en</strong>tela.<br />

NO FIARSE NI DE SU MADRE. Lo mismo pero referido<br />

a la madre y colaterales.<br />

167<br />

Jesús María Cantalapiedra


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

CÓMO INCOAR FORNICIO AL COMPAÑERO (I). No<br />

es complicada. Para resumir, según Mont de Marsan, lo mejor es<br />

comprar una bu<strong>en</strong>a faca y <strong>en</strong> un mom<strong>en</strong>to de descuido acuchillar<br />

al compañero por la espalda. No obstante es conv<strong>en</strong>i<strong>en</strong>te hincar<br />

los codos y estudiarla <strong>en</strong> condiciones. El opon<strong>en</strong>te puede hacer<br />

lo mismo. Por ello, lo mejor es tomar la iniciativa <strong>en</strong> el mom<strong>en</strong>-<br />

to oportuno. Es decir, cuanto antes. Algún conocido de Wolf,<br />

adelantado estudiante <strong>en</strong> la Loca Academia, sacó matrícula de<br />

honor. En las clases prácticas se llevó por delante a dos o tres<br />

colegas de su mismo curso. Y no vean cuando se puso a ejercer.<br />

También, para no provocar, aconsejan no salir jamás el pri-<br />

mero de una reunión y dar pie a que comi<strong>en</strong>c<strong>en</strong> los malos p<strong>en</strong>-<br />

sami<strong>en</strong>tos. Como es normal, se suel<strong>en</strong> decir maravillas de los<br />

aus<strong>en</strong>tes. A saber.<br />

- No sé yo este…algo andará buscando… nunca me pareció<br />

trigo limpio -pi<strong>en</strong>san dos, al tiempo que recuerdan la cuchillería<br />

de la esquina.<br />

ACTOS OFICIALES PLASTAS (I y II). Parece normalita,<br />

pero no. El autor de la asignatura no anduvo muy fino. Sugiere<br />

168


que <strong>en</strong> tomas de posesión, inauguraciones, confer<strong>en</strong>cias, sesio-<br />

nes pl<strong>en</strong>arias, congresos y misas de pontifical o triduos, los asis-<br />

t<strong>en</strong>tes pi<strong>en</strong>s<strong>en</strong> <strong>en</strong> la Kournikova o <strong>en</strong> Richard Gere (según el<br />

caso). No es fácil, no. Es posible que, extasiados/as, empiec<strong>en</strong> a<br />

aplaudir antes de tiempo, levant<strong>en</strong> la mano <strong>en</strong> una votación<br />

cuando no procede, o digan ¡viva tu madre! <strong>en</strong> el mom<strong>en</strong>to del<br />

ite misa est. Así que, mejor es estar a lo que se está.<br />

RELIGIÓN O ÉTICA. No merece la p<strong>en</strong>a hacer m<strong>en</strong>ción a<br />

cualquiera de las alternativas. Son las “marías” y suele haber<br />

aprobado g<strong>en</strong>eral. Si la opción escogida es Ética, con más moti-<br />

vo. En la mayor parte de los casos no vale para nada.<br />

169<br />

Jesús María Cantalapiedra


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

170


EPÍLOGO<br />

Tres años han pasado desde que Wolf com<strong>en</strong>zara a contar-<br />

me sus historias, anécdotas y desv<strong>en</strong>turas, transcritas <strong>en</strong> “El<br />

mundo según Wolf”, “La vuelta de Wolf” y, finalm<strong>en</strong>te, <strong>en</strong> esta<br />

última <strong>en</strong>trega, “Wolf el Incompr<strong>en</strong>dido”, que cierra la trilogía.<br />

Creo suponer que ya no t<strong>en</strong>dré oportunidad de escucharle<br />

más sucedidos. Con unos pequeños ahorrillos comprose una<br />

villa muy cerca de Bad<strong>en</strong> Bad<strong>en</strong> (Bad<strong>en</strong>-Wurtemberg) y, <strong>en</strong><br />

verano, por allí anda tomando aguas termales y vino Rebland-<br />

Riesling (primero toma los vinos y después las aguas). El invier-<br />

no lo pasa <strong>en</strong> San Marino (República de). Encontró una casita<br />

por cuatro perras al lado del Adriático. Un chollo. Y por allí<br />

anda. De vez <strong>en</strong> cuando se acerca a Mód<strong>en</strong>a y compra vinagre.<br />

Para las <strong>en</strong>saladas.<br />

Int<strong>en</strong>té conv<strong>en</strong>cerle de que no se fuera. No hubo forma.<br />

Estaba un poco hastiado. Supuse que ya no le gustaba cuanto<br />

171<br />

Jesús María Cantalapiedra


Wolf<br />

el Incompr<strong>en</strong>dido<br />

veía a su alrededor, aunque era, y es, un amante de la vida.<br />

Conoció g<strong>en</strong>te importante <strong>en</strong> muchos países. Trató con sabios y<br />

necios, pl<strong>en</strong>ipot<strong>en</strong>ciarios y amanu<strong>en</strong>ses, amigos y <strong>en</strong>emigos,<br />

bu<strong>en</strong>os y malos, <strong>en</strong>vidiosos y bu<strong>en</strong>as g<strong>en</strong>tes. Subió y bajó. No<br />

estuvo quieto jamás, como la ardilla.<br />

Puso muchos argum<strong>en</strong>tos para justificar su marcha. El más<br />

importante (los otros no interesan a nadie), una frase de la fábu-<br />

la “La ardilla y el caballo” de Tomás de Iriarte. Díjole a aquella<br />

el potro:<br />

“Tantas idas<br />

y v<strong>en</strong>idas,<br />

tantas vueltas<br />

y revueltas<br />

(quiero, amiga,<br />

que me diga),<br />

¿son de alguna utilidad?<br />

Acabé si<strong>en</strong>do yo el conv<strong>en</strong>cido.<br />

172


ÍNDICE<br />

Prólogo ................................................................................................ 7<br />

Nota del autor .................................................................................... 11<br />

Stultorum numerus infinitus est ........................................................ 15<br />

Arreglada pero informal .................................................................... 23<br />

Un mundo feliz....................................................................................31<br />

Un amor bestial ..................................................................................37<br />

El cu<strong>en</strong>to de navidad ..........................................................................43<br />

Tipología del pelmazo ........................................................................49<br />

Tristura móvil......................................................................................55<br />

Folletos de instrucciones ....................................................................61<br />

Ferias, exposiciones ............................................................................65<br />

Historia de un <strong>libro</strong> ............................................................................69<br />

Periodistas ..........................................................................................73<br />

Gisela ..................................................................................................75<br />

Mayorm<strong>en</strong>te, soneto a la vida humana ..............................................81<br />

Una de guateques ................................................................................83<br />

Una legalización con muchas madreñas ............................................89<br />

Wolf “sin papeles” ..............................................................................95<br />

A vueltas con la vulgaridad ..............................................................101<br />

Semana Santa y los chinos................................................................105<br />

De picos pardos ................................................................................109<br />

Cosas y casos municipales ................................................................115<br />

Loca Academia de Concejales ..........................................................161<br />

Epílogo ..............................................................................................165<br />

173<br />

Jesús María Cantalapiedra

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!