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tipología del contrabando

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CONTRABANDISTAS SOMOS Y EN EL CAMINO NOS DESENCONTRAREMOS<br />

Para Galbrait “el <strong>contrabando</strong> de naciones, muy al contrario que el <strong>contrabando</strong> de<br />

guerra que se caracteriza por la acción violenta, esta construido a base de pequeñas y<br />

grandes omisiones, disimulos y desfachateces políticas”. En 1983, Haro Tecglen<br />

escribía en el diario El País: “Hay ciudades enteras que se dedican al <strong>contrabando</strong>, con<br />

gran envidia de las otras. Van desapareciendo, por razones históricas: desapareció<br />

Tánger, se destruyó Beirut. Queda, por aquí, Gibraltar; por allá, Hong Kong, Macao...,<br />

ciudades donde se practica –o practicó– el <strong>contrabando</strong> de Estado, con abundantes<br />

leyes proteccionistas para esas altas formas de <strong>del</strong>ito”. Hoy en día, la ciudad española<br />

de Melilla y la marroquí de Nador se necesitan mutuamente. Miles de marroquíes<br />

esperan cada mañana la apertura de “la verja” para ejercer el llamado <strong>contrabando</strong><br />

hormiga (pasar dos o tres veces al día con fardos llenos de infinidad de productos). Son<br />

la carne de cañón de una importante red comercial, ilegal pero consentida por los<br />

gobiernos locales a ambos lados de la frontera. “Por eso, a la ciudad autónoma no le<br />

gusta hablar de <strong>contrabando</strong>, y utiliza el eufemismo “comercio atípico” -leemos en el<br />

Periódico de Cataluña, de diciembre de 2008- Por un camino o por el otro, es<br />

irrefutable la entrada y salida a diario de más de 30.000 personas, una gran mayoría<br />

encorvados bajo enormes fardos de <strong>contrabando</strong>. Según datos no oficiales, el volumen<br />

de mercancía que aterriza en Melilla para luego ser desviada al reino alauí está<br />

valorada en cerca de 500 millones de euros”.<br />

Nada nuevo bajo el sol, nos advierte el economista Rafael Sánchez Montero: “El<br />

comercio de <strong>contrabando</strong> había alcanzado en España unas cotas importantes a finales<br />

<strong>del</strong> siglo XVIII pero cuando creció verdaderamente fue en el primer tercio <strong>del</strong> siglo<br />

XIX”. Las potencias europeas de la época buscaban nuevos mercados y España era un<br />

destino muy próximo, poblado y con poca capacidad productiva después de una Guerra<br />

de la Independencia donde ocupantes y aliados aprovecharon la contienda para destruir<br />

nuestra industria. La entrada ilícita de productos británicos y americanos (cien veces<br />

más que las entradas legales entre 1808 y 1836) desde Gibraltar y Portugal acabó<br />

provocando la queja de las autoridades españolas, a lo que el primer ministro inglés<br />

lord Palmerston repuso cínicamente que nuestras leyes fiscales obstruían la entrada<br />

legal de sus productos y que, por tanto, deberíamos cambiarlas si España deseaba<br />

terminar con el <strong>contrabando</strong>. “Trágala, perro”, que diría la tonada satírica de la época.<br />

Por lo general, los bienes objeto de <strong>contrabando</strong> de Estado no terminan<br />

directamente en manos <strong>del</strong> Régimen pero, si no benefician por las claras a la estructura<br />

<strong>del</strong> Estado, sí resultan a la postre de interés para una industria nacional, para las<br />

grandes familias que la manejan o para los no menos deseados desarrollo y paz dentro<br />

de las fronteras nacionales. Tras la guerra civil española, Portugal se convierte en la<br />

primera potencia mundial <strong>del</strong> corcho y sus derivados, controlando el mercado mundial<br />

de tapones destinados a una muy emergente industria vinícola y cervecera, tanto<br />

europea como americana. En este sentido, el relato dado por la viuda <strong>del</strong> último prócer<br />

de la familia Mateos, apodados Los Paturros corrobora la existencia de un<br />

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