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Antorcha en Puebla - Buzos

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ANÁLISIS ECONÓMICO<br />

La antropología<br />

de la ambición<br />

Brasil Acosta Peña<br />

Hay teóricos que sosti<strong>en</strong><strong>en</strong> que la ambición, es decir, el deseo ardi<strong>en</strong>te de conseguir<br />

poder, riquezas, dignidades o fama, es una cualidad innata del hombre, heredada<br />

g<strong>en</strong>éticam<strong>en</strong>te y, por tanto, un mal “antropológico” y eterno, propio de la naturaleza<br />

del hombre. A pesar de que vivimos <strong>en</strong> un siglo que debería ser el verdadero “siglo de las luces”<br />

por el gran desarrollo que han alcanzado la ci<strong>en</strong>cia y la técnica, resulta que somos víctimas del<br />

más profundo “neo-oscurantismo”, si se me permite el término, promovido por concepciones<br />

como la antes expuesta y debido también a la ignorancia <strong>en</strong> la que nos han sumergido los responsables de promover la<br />

educación y la cultura a toda la sociedad (y no sólo a las<br />

elites pudi<strong>en</strong>tes), porque simplem<strong>en</strong>te no están cumpli<strong>en</strong>do<br />

con su tarea histórica.<br />

Lo peor del caso es que dichos teóricos acud<strong>en</strong> a la fe como<br />

prueba de sus dichos, es decir, no utilizan el desarrollo de<br />

la ci<strong>en</strong>cia y de la técnica para demostrar sus aseveraciones;<br />

de hecho, no conozco, hasta la fecha, ningún estudio ci<strong>en</strong>tífico<br />

serio que demuestre, por ejemplo, que <strong>en</strong> los fósiles de<br />

nuestros antepasados se hayan <strong>en</strong>contrado rastros de algún<br />

g<strong>en</strong> que pruebe palmariam<strong>en</strong>te que la ambición es natural<br />

al hombre; m<strong>en</strong>os conozco, <strong>en</strong> los tiempos que corr<strong>en</strong>,<br />

época del gran desarrollo de la ing<strong>en</strong>iería g<strong>en</strong>ética, que ha<br />

posibilitado, incluso, la clonación humana, algún estudio<br />

que pruebe la exist<strong>en</strong>cia de g<strong>en</strong>es malévolos que hagan del<br />

hombre un ser ambicioso. Por lo tanto, si no hay pruebas<br />

ci<strong>en</strong>tíficas que sust<strong>en</strong>t<strong>en</strong> la “antropología de la ambición”,<br />

<strong>en</strong>tonces, seguram<strong>en</strong>te, detrás de la concepción de esos<br />

teóricos, algo se esconde.<br />

En efecto, qui<strong>en</strong>es se han <strong>en</strong>cargado de difundir la idea<br />

de que el hombre es ambicioso desde que nace, pret<strong>en</strong>d<strong>en</strong><br />

t<strong>en</strong>der una cortina de humo detrás de la cual esconder las<br />

contradicciones sociales actuales que son fruto de la verdadera<br />

ambición de unos cuantos: de un lado, los dueños<br />

insaciables de una inm<strong>en</strong>sa riqueza y, por otro lado, una gran<br />

masa empobrecida de hombres y mujeres que viv<strong>en</strong> de su<br />

esforzado y mal remunerado trabajo.<br />

Para mostrar la falsedad de ese planteami<strong>en</strong>to hemos<br />

de remontarnos a los oríg<strong>en</strong>es del propio hombre, pero<br />

antes, es necesario puntualizar que algunos determinantes<br />

de la ambición son el egoísmo y el individualismo; que la<br />

ambición destruye, por tanto, a los colectivos y que, por lo<br />

mismo, no pued<strong>en</strong> dos hombres ambiciosos, que persigan<br />

el mismo interés, verse como amigos <strong>en</strong>trañables, mucho<br />

m<strong>en</strong>os como hermanos.<br />

En su obra “El papel del trabajo <strong>en</strong> la transformación del<br />

mono <strong>en</strong> hombre”, Federico Engels, nos muestra con claridad<br />

cómo nuestros antepasados antropomorfos, que Darwin<br />

describió correctam<strong>en</strong>te, vivían <strong>en</strong> grupos, <strong>en</strong> manadas y que<br />

su unidad era condición necesaria para su propia exist<strong>en</strong>cia,<br />

para def<strong>en</strong>derse contra las fieras. Esta condición natural de<br />

su unidad no podía ser de ningún modo compatible con la<br />

ambición o el egoísmo pues todos requerían de todos para<br />

sobrevivir. El hombre vivió muchos años, pues, <strong>en</strong> el régim<strong>en</strong><br />

social conocido como Comunidad Primitiva, incompatible,<br />

de suyo, con la ambición.<br />

Pongamos un ejemplo. En esta época, <strong>en</strong> la cual el hombre<br />

ya conocía el fuego y su actividad principal era la caza y la<br />

pesca, la cacería del mamut era una labor emin<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te<br />

colectiva; es fácil imaginar cuán imposible resultaría que<br />

algún hombre solo, por fuerte, vali<strong>en</strong>te y egoísta que fuera,<br />

con unas cuantas flechitas y una lanza, pudiera cazar un mamut;<br />

para lograrlo, requería indiscutiblem<strong>en</strong>te de la ayuda del<br />

grupo, del trabajo colectivo. Este ejemplo demuestra que no<br />

había condiciones para que algún “Rambo primitivo” quisiera<br />

cazar por su cu<strong>en</strong>ta un mamut y m<strong>en</strong>os que algún ambicioso<br />

quisiera adueñarse del trabajo de todos: no había, por tanto,<br />

“gandayas” que salieran al paso para querer practicar la ambición y “adueñarse”, así<br />

por así, del mamut cazado <strong>en</strong> grupo. Si algún hombre, <strong>en</strong> las v<strong>en</strong>as, hubiera traído la<br />

ambición, la sociedad colectiva se habría <strong>en</strong>cargado de matarle sus ansias.<br />

Engels, más adelante, nos aclara que con “el desarrollo del trabajo, al multiplicar<br />

los casos de ayuda mutua y de actividad conjunta. y al mostrar<br />

así las v<strong>en</strong>tajas de ésta para cada individuo, t<strong>en</strong>ía que contribuir<br />

forzosam<strong>en</strong>te a agrupar aún más a los miembros de la sociedad”;<br />

es decir, que lejos de que con el desarrollo del trabajo humano<br />

se practicara la ambición, se fom<strong>en</strong>taba el colectivismo que es,<br />

como hemos visto, <strong>en</strong>emigo acérrimo de la ambición.<br />

Pues bi<strong>en</strong>, el hombre, al llegar a una fase de desarrollo<br />

superior, es decir, al ext<strong>en</strong>derse la ganadería y la agricultura<br />

(con el desarrollo de sus instrum<strong>en</strong>tos de producción), se<br />

indep<strong>en</strong>diza de los lugares, de los climas y logra, con ello,<br />

garantizar su sust<strong>en</strong>to de manera más perman<strong>en</strong>te. En estas<br />

condiciones, surg<strong>en</strong>, por primera vez, los exced<strong>en</strong>tes de<br />

producción, mismos que se utilizaron como medios de<br />

intercambio con otras comunidades (a modo de trueque)<br />

creando las condiciones para el surgimi<strong>en</strong>to de la verdadera<br />

causa de la ambición humana; causa que, por cierto,<br />

es social y no natural: la propiedad privada de los medios<br />

de producción, es decir, de las tierras, de los animales,<br />

de los instrum<strong>en</strong>tos de la labor, etc., pero, sobre todo, la<br />

apropiación privada del trabajo aj<strong>en</strong>o.<br />

Algunos hombres reconocieron las v<strong>en</strong>tajas que<br />

traía la explotación del trabajo aj<strong>en</strong>o para sus propios<br />

fines y vieron que, <strong>en</strong> poco tiempo, podían acumular<br />

pingues riquezas. Nace así el esclavismo, más tarde el<br />

feudalismo sobre cuyas ruinas se erigió el capitalismo<br />

que predomina hasta nuestros días. De esta manera<br />

surge la ambición, el deseo de t<strong>en</strong>er más: el que ti<strong>en</strong>e,<br />

quiere t<strong>en</strong>er más; los que no ti<strong>en</strong><strong>en</strong>, quier<strong>en</strong> ser como los<br />

primeros. Ésa es la ideología dominante que promuev<strong>en</strong><br />

los teóricos a los que nos v<strong>en</strong>imos refiri<strong>en</strong>do.<br />

La solución a ese flagelo social consiste <strong>en</strong> que cada<br />

individuo de esta sociedad cu<strong>en</strong>te con salud, con<br />

vivi<strong>en</strong>da, con vestido, con trabajo bi<strong>en</strong> remunerado,<br />

etc., y al mismo tiempo, con una cultura sólida<br />

y con una educación tales, que les rescat<strong>en</strong> del<br />

reino de las tinieblas para elevarlos a la casa de<br />

la luz, a la mansión de la conci<strong>en</strong>cia. Pero, para<br />

lograrlo, las grandes masas empobrecidas, cual<br />

nuestros antepasados <strong>en</strong> torno al fiero mamut,<br />

deb<strong>en</strong> organizarse y def<strong>en</strong>der su derecho a un<br />

reparto más justo y equitativo de la riqueza<br />

que <strong>en</strong>tre todos produc<strong>en</strong>. La fiera de la ambición<br />

se destruye con la lanza de la unidad colectiva y<br />

conci<strong>en</strong>te de las masas.<br />

b u z o s . b u z o s . b u z o s . b u z o s . b u z o s . b u z o s . b u z o s . b u z o s . b u z o s . b u z o s . b u z o s . b u z o s . b u z o s . b u z o s . b u z o s . b u z o s . b u z o s . b u z o s . b u z o s . b u z o s . b u z o s<br />

brasil_acosta@yahoo.com<br />

ANÁLISIS ECONÓMICO<br />

b u z o s . b u z o s . n u z o s . b u z o s . b u z o s . b u z o s . b u z o s . b u z o s . b u z o s . b u z o s . b u z o s

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