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Edicion No. 27 - Asorfac

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Temiendo que fuera para juzgarle<br />

por crímenes de guerra, se<br />

llevó su espada, por si había que<br />

hacerse el haraquiri. Con gran<br />

sorpresa de su parte, le recibieron<br />

con simpatía. Tanta, que decidió<br />

regalar al pueblo el sable de su familia<br />

-el que llevó en sus vuelos-,<br />

que se exhibe en el Ayuntamiento<br />

de la localidad. Fujita regresó<br />

varias veces al pueblo, del que fue<br />

nombrado ciudadano honorario,<br />

e incluso volvió a volar sobre los<br />

parajes de su ataque y plantó un<br />

árbol -un retoño de secuoya- en<br />

el lugar exacto donde cayó una<br />

de sus bombas. En 1997, cuando<br />

Fujita murió de cáncer de pulmón,<br />

su hija Yoriko enterró parte<br />

de sus cenizas entre los bosques<br />

que el samurái aviador quiso un<br />

día incendiar.<br />

La peripecia individual de Fujita aparece<br />

como una fantástica aventura de la vieja escuela.<br />

<strong>No</strong>s recuerda que más allá de la imagen<br />

de los soldados japoneses como una horda<br />

fanatizada y salvaje -el estereotipo, a menudo<br />

bien real, esencializado en el tokko, el<br />

ataque especial, suicida, de los enjambres de<br />

kamikazes o las manadas de kaiten (torpedos<br />

humanos)-, los militares nipones también<br />

protagonizaron lances novelescos, hazañas<br />

admirables.<br />

Es el caso del as aviador Junichi Sasai, el Richtofen<br />

de Rabaul, cinturón negro de yudo<br />

-aunque en el aire no le debía servir de mucho-<br />

que a los mandos de su Zero derribó<br />

tres P-39 estadounidenses en 20 segundos y<br />

logró ¡cinco victorias! en el mismo día sobre<br />

Guadalcanal, y además era apuesto y sensible.<br />

O el de Kanichi Kashimura, el piloto que<br />

<strong>No</strong>buo Fujita<br />

regresó con sólo un ala (hay fotos).<br />

A esa tradición de coraje y<br />

nobleza, de aeroplanos envueltos<br />

en un ethos de bushido, en<br />

flores de cerezo y haikus, pertenece<br />

Fujita.<br />

Su hazaña dio origen a la OPE-<br />

RACIÓN PX que consistía en<br />

una flota de submarinos, incluidos<br />

los nuevos gigantes de la serie<br />

I-400, verdaderos portaaviones<br />

sumergidos, equipados cada<br />

uno con tres bombarderos Aichi<br />

M6A1 Seiran, que debían lanzar<br />

un ataque bacteriológico contra<br />

San Francisco con material suministrado<br />

por la unidad 731 del<br />

coronel Ishii. El fin de la guerra<br />

detuvo esos y otros planes devastadores.<br />

Fujita regaló al pueblo de Brooklings en 1962 su bien más<br />

preciado, la espada de Samurai de sus antepasados que ciñó<br />

durante su misión de combate a los Estados Unidos.<br />

La espada de Samurai donada por <strong>No</strong>buo Fujita<br />

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