pdf_200904012351
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43<br />
Apenas amaneció, el niño Guy pidió agua. Había pasado la<br />
noche con angustias y sudores. Canek tomó la jarra de agua<br />
sere nada y se la dio.<br />
Guy bebió con ansia casi dolorosa. Des pués preguntó:<br />
—¿Por qué es tan buena el agua serena da, Jacinto?<br />
—Porque está llena de la luz de los luce ros. Y la luz de los<br />
luceros es dulce.<br />
44<br />
—¿Es cierto, Jacinto, que los niños que se mueren se convierten<br />
en pájaros?<br />
—No sé, niño Guy.<br />
—¿Es cierto, Jacinto, que los niños que se mueren se vuelven<br />
flores?<br />
—No sé, niño Guy.<br />
—¿Es cierto, Jacinto, que los niños que se mueren van al<br />
cielo?<br />
—No sé, niño Guy.<br />
— Entonces, Jacinto, ¿dime qué les pa sa a los niños que se<br />
mueren?<br />
—Los niños que se mueren, niño Guy, despiertan.<br />
45<br />
Amaneció muerto el niño Guy. Nadie le vio morir. Entre los<br />
pliegues de su hamaca parecía dormido. Tenía en los labios,<br />
páli dos, finísimos, una leve sonrisa también dor mida. Canek,<br />
sin hacer ruido, en un rincón lloraba como un niño.<br />
La tía Charo se acercó le tocó el hombro y le dijo:<br />
—Jacinto, si no eres de la familia, ¿por qué lloras?<br />
46<br />
Canek recordó lo que Guy había escrito en la arena:<br />
Mamá: quisiera ser el huésped de tus ojos.<br />
46 Literatura