pdf_200904012351
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El capitán explicaba:<br />
—En algún lugar lo debe tener.<br />
Los blancos gritaron:<br />
—¡Se han sublevado los indios!<br />
7<br />
Saltó el viento sobre la serranía del Pe tén; se derramó por la<br />
selva, arrastrando consigo las miasmas de los lagos y los rastro -<br />
jos y el polvo de las eras; doblegó los maiza les; y cayó deshecho,<br />
agrio y denso, en la sa bana de Sibac y en las arenas negras<br />
de la playa de Motul. Entre los cipreses, altos y ciegos, se oía<br />
el nombre de Canek.<br />
Los blancos gritaron:<br />
—¡Se han sublevado los indios!<br />
8<br />
El mensaje de guerra que Canek envió a los pueblos de Yucatán,<br />
no estaba escrito. Balam, Canché, Pat, Uk, Pech y Chi<br />
sólo lle vaban en las manos la sangre de los indios asesinados<br />
por los blancos.<br />
9<br />
Ante la insidia de los blancos, Canek convocó a los indios semaneros.<br />
Sin hablarles, les señaló una mesa donde había armas<br />
y pan.<br />
Unos tomaron un pan. A éstos les dio un arma y les dijo<br />
que defendieran sus casas. Otros tomaron un arma. A estos<br />
les dio un pan y les dijo que defendieran las trincheras. Otros<br />
tomaron un arma y un pan. A éstos, como los viera con señales<br />
de cautela, les or denó que fueran capitanes.<br />
10<br />
Mientras duró la danza del Chacmol, Canek repartió entre<br />
los indios conjurados las armas que había recibido del Oriente.<br />
Uno de los indios dijo:<br />
Canek 77