pdf_200904012351
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1<br />
En la Conjunta del gremio de alarifes devo tos de San Antonio,<br />
Canek dijo:<br />
—Del dinero que se gasta en velas y en inciensos, ¿por qué<br />
no tomamos algo para curar a los enfermos?<br />
Un tratante blanco gritó:<br />
—Mejor compramos alcohol.<br />
Los indios se emborracharon. En la borrachera hubo una<br />
disputa y el tratante, que vendía aguardiente, fue muerto.<br />
Canek, lleno de ira, rompió la imagen de San Antonio.<br />
Los blancos gritaron:<br />
—¡Se han sublevado los indios!<br />
2<br />
Los cerdos de la hacienda donde vive Canek rompieron la<br />
barda de su chiquero y se escaparon. Ensuciaron el viento y el<br />
cami no con el olor de sus panzas y el polvo de sus patas.<br />
Los blancos gritaron:<br />
—¡Se han sublevado los indios!<br />
3<br />
Los indios de Sayil apedrearon los ban dos en que se anunciaba<br />
que el tributo per sonal sería aumentado. El alguacil salió heri do<br />
y un indio aporreado. En represalia, mientras los tenientes de la<br />
hacienda exigían el nuevo tributo, el Regidor de Justicia y Al -<br />
cabalas mandó instalar un garrote. Lo man dó instalar sobre un<br />
tablado en el atrio de la iglesia. Deshicieron un altar para construirlo.<br />
El pueblo comentó, medroso, la amenaza. Sin embargo,<br />
cuando amaneció había en el cadalso dos animales muertos; en<br />
el garrote una paloma y en la rueda del verdugo, una gallina.<br />
Los blancos gritaron:<br />
—¡Se han sublevado los indios!<br />
4<br />
Las tropas blancas aprehendieron a uno de los mozos de la<br />
hacienda. Maniatado lo llevaron al cuartel. El coronel le aco-<br />
Canek 75