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La Carta a los Romanos - Tomo I - Daily Biblical Sermons

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gracia de Dios para la salvación en Jesucristo, que él también personalmente ha<br />

recibido la gracia por medio del Hijo de Dios, Jesucristo.<br />

<strong>La</strong> gracia en sí es un don libre de Dios que Dios nos puede dar cuando quiera,<br />

independientemente de nuestros méritos o buenas obras. Este es el gran punto<br />

que san Pablo tanto arguye en esta epístola, es decir, que la gracia de la<br />

justificación, que nos hace rectos y justos ante Dios, viene de Dios como un don<br />

libre por medio de la fe. El que cree en Jesucristo recibirá este don que le<br />

justifica ante Dios, que le hace una nueva criatura, un nuevo hombre, una nueva<br />

masa, un hijo adoptivo de Dios, lleno del Espíritu Santo, que reza al Padre desde<br />

dentro de su corazón, y que le forma en la imagen del Hijo unigénito.<br />

También hay otros dones de gracia que nos llena de amor y esperanza por<br />

medio de nuestra fe. <strong>La</strong> vida de fe es una vida de gracia que nos pone en la<br />

cercanía de Dios y nos ilumina con la iluminación de la resurrección de<br />

Jesucristo. Este don de la justificación por medio de nuestra fe, una vez<br />

recibido, podemos disponernos a recibir más gracia al vivir en obediencia<br />

perfecta a la voluntad de Dios y al contemplar la gloria de Jesucristo, por la cual<br />

somos transformados de un grado de gloria a otro por el Espíritu Santo, como<br />

dice Pablo: “Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un<br />

espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma<br />

imagen, como por el Espíritu del Señor” (2 Cor 3, 18). Esta es la gracia que nos<br />

transforma, que nos diviniza, que nos da una participación de la naturaleza<br />

divina, por la cual podemos armar nuestras tiendas en las alturas, en las cimas<br />

de la luz, y permanecer ahí con el Señor calentándonos en su esplendor. Esta<br />

es la vida de gracia, libremente dada, y recibida por la fe, y en la cual podemos<br />

entonces crecer siempre más por nuestra obediencia y adoración. Y si<br />

permanecemos radicalmente obedientes a la voluntad de Dios como él nos la<br />

revela en nuestras conciencias, permaneceremos en su amor, en su esplendor,<br />

en las cimas de la luz.<br />

San Pablo no sólo ha recibido la gracia por medio de Jesucristo, su Señor, sino<br />

que también ha recibido el apostolado, es decir una misión, un trabajo, una<br />

responsabilidad. No es un cristiano pasivo, sino un ministro del evangelio, un<br />

apóstol de Jesucristo, una persona enviada para predicar a otros la buena<br />

noticia de este nuevo camino de la salvación en Jesucristo. Y más aún, su<br />

apostolado es específico, es a <strong>los</strong> gentiles, para que el<strong>los</strong> también puedan<br />

someterse a la obediencia de la fe, creyendo en Cristo y obedeciendo su<br />

voluntad en todo. Así Pablo tiene la responsabilidad de encaminar a otras<br />

personas hacia la santidad y la perfección.<br />

En la conversión de Pablo, el Señor reveló a Ananías que Pablo (Saulo en aquel<br />

tiempo) sería un instrumento especial. Dijo el Señor: “Ve, porque instrumento<br />

escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de <strong>los</strong> gentiles, y de<br />

reyes, y de <strong>los</strong> hijos de Israel” (Hch 9, 15). <strong>La</strong> vida de san Pablo no fue la suya;<br />

fue de Cristo, y fue controlada no más, desde su conversión, por su propia<br />

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