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La Carta a los Romanos - Tomo I - Daily Biblical Sermons

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Justification, Liturgical Press, Unitas Books, Collegeville, Minn., 2004), ha<br />

demostrado que Martín Lutero también entendió la justificación así, es decir,<br />

como algo real que nos cambia realmente, obrando una verdadera<br />

transformación en el hombre, aunque mucha de la tradición luterana<br />

subsiguiente abrazó la teoría forense de la justificación, según la cual Dios sólo<br />

nos trata o nos cuenta como si fuésemos justos, pero en realidad no lo somos, ni<br />

somos cambiados. Mi posición es que la justificación nos transforma y cambia<br />

realmente, que es una verdadera transformación, y que nosotros tenemos que<br />

cooperar con esta gracia por nuestra sinergia.<br />

Pero el don de la justificación en sí viene gratuitamente de Dios, sin nuestras<br />

obras, y es recibido con humildad por medio de la fe en Jesucristo. El evangelio<br />

presenta a Jesucristo delante de <strong>los</strong> hombres para que el<strong>los</strong> puedan responder a<br />

él con fe, y recibir este don de la justificación. “…en el evangelio la justicia de<br />

Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: mas el justo por la fe vivirá”<br />

(Rom 1, 17; cf. Hab 2, 4).<br />

Vemos esta justicia justificadora de Dios ya en el Antiguo Testamento. Sal 97, 2<br />

dice: “El Señor ha hecho notoria su salvación; a vista de las naciones ha<br />

descubierto su justicia”. <strong>La</strong> justicia está en paralelo con la salvación, una<br />

cualidad de Dios que afecta a <strong>los</strong> hombres, que <strong>los</strong> hace justos realmente, que<br />

<strong>los</strong> justifica delante de él; y, es él que <strong>los</strong> justifica. Desde entonces en adelante<br />

el<strong>los</strong> están entre <strong>los</strong> justos.<br />

Pero la novedad ahora es que Dios justifica al hombre por su fe en Jesucristo.<br />

Antes de la encarnación de Cristo, el hombre tenía que esperar su venida para<br />

ser salvo. Ahora, desde la encarnación de Jesucristo, la vida eterna está abierta<br />

en su plenitud al hombre; y si uno cree en él, cuando muere, si es purificado,<br />

puede entrar en la presencia de Dios.<br />

En Isaías leemos: “Cercana está mi justicia, ha salido mi salvación” (Is 51, 5).<br />

Vemos otra vez que la justicia y la salvación son en paralelo. <strong>La</strong> justicia que<br />

sale de Dios es una forma de su salvación. Todavía su justicia no se ha<br />

revelado completamente. Esto sucederá sólo en Jesucristo, pero vemos su<br />

preparación. <strong>La</strong> justicia es aquí un atributo de Dios que transforma al hombre.<br />

Este texto de Isaías es profético. Los judíos de su tiempo tenían que esperar la<br />

venida del Señor para ver esta justicia y salvación en su plenitud.<br />

El Salmo 97 es profético también. El salmista tenía que esperar la venida del<br />

Mesías para ver lo que dice cuando escribe: “Se ha acordado de su misericordia<br />

y de su verdad para con la casa de Israel; todos <strong>los</strong> confines de la tierra han<br />

visto la salvación de nuestro Dios” (Sal 97, 3). En Jesucristo, de verdad, “todos<br />

<strong>los</strong> confines de la tierra han visto la salvación de nuestro Dios”. Han visto su<br />

acción justificadora en Cristo. Han visto su justicia divina manifestada en la<br />

justificación del hombre por medio de su fe en Cristo, el único Salvador del<br />

mundo entero —hasta <strong>los</strong> confines de la tierra. No hay otro, sólo él es el<br />

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