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La Carta a los Romanos - Tomo I - Daily Biblical Sermons

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vive bien, será recompensado. Pero, porque todos, tanto <strong>los</strong> judíos como <strong>los</strong><br />

gentiles, son pecadores, necesitan la salvación que Dios ha enviado al mundo<br />

en su Hijo. Sin la fe en él, ¿cómo se puede ser salvo? Sin la gracia de Dios,<br />

que viene sólo por Jesucristo, nadie puede vivir bien. Todos son pecadores.<br />

Todos son culpables, y por eso bajo la ira justa de Dios. Todos por ello<br />

necesitan un Salvador, incluso <strong>los</strong> que conocen la ley de Dios, o la ley natural de<br />

Dios escrita en su corazón. Necesitan un Salvador porque aunque algunos<br />

conocen una u otra de estas dos leyes, nadie ha observado la ley<br />

perfectamente. Siendo todos por eso pecadores, necesitan la misericordia de<br />

Dios, y no pueden depender sólo de su propia justicia, en que han faltado; y Dios<br />

da al hombre su misericordia por Jesucristo.<br />

Aun <strong>los</strong> que no conocen a Jesucristo, si reciben la misericordia de Dios, la<br />

reciben por medio de Jesucristo. Cuanto mejor es, entonces, conocer esto<br />

explícitamente y venir a tener una vida en la luz, conociendo la fuente misma de<br />

la salvación, amando a Jesucristo, conociéndolo íntimamente, viviendo en su<br />

amor y esplendor, conociendo su doctrina, imitando el ejemplo de su vida,<br />

celebrando sus misterios, y creciendo en su gracia al contemplar su gloria. Este<br />

es el plan y la voluntad de Dios para con el hombre. Esta es la razón para la<br />

cual Jesús envió a sus apóstoles hasta <strong>los</strong> confines de la tierra para predicar el<br />

evangelio a toda criatura. Es para que todos sean salvos por la fe en Jesucristo<br />

y entren en íntima unión con él en amor, porque sin él, nadie ha podido escapar<br />

el juicio y la condenación de Dios.<br />

“Y piensas esto, oh hombre, tú que juzgas a <strong>los</strong> que tal hacen, y haces lo mismo,<br />

que tú escaparás del juicio de Dios” (Rom 2, 3). Los judíos, que tienen la ley de<br />

Dios, saben cual es bueno y cual es malo, y pueden juzgar y condenar a <strong>los</strong> que<br />

hacen mal, según su ley. Pero, porque la ley no da el poder para hacer el bien y<br />

evitar el mal, sino sólo nos informa cuál es bueno y cuál es malo, la ley no puede<br />

salvar al judío. Tan sólo su conocimiento no puede salvar al judío; y esto es la<br />

única cosa que la ley le puede dar, es decir: conocimiento. Pero para ser salvos<br />

necesitamos también hechos, una vida virtuosa, sin pecado. <strong>La</strong> ley no da esto.<br />

Sólo Jesucristo nos hace justos y virtuosos por el poder de su muerte y<br />

resurrección; y sólo Jesucristo propicia y expía adecuadamente y<br />

completamente nuestros pecados. <strong>La</strong> salvación no nos viene de la ley, sino sólo<br />

de Jesucristo.<br />

<strong>La</strong> ley fue para mostrarnos claramente cuánto somos pecadores, al ver en ella la<br />

clara voluntad de Dios y sabiendo nosotros por ello cuán lejos estamos de una<br />

observancia perfecta de la ley. Así el papel de la ley es convencernos cuánto<br />

necesitamos un Salvador. Así la ley preparó a <strong>los</strong> judíos para Cristo,<br />

desarrollando en el<strong>los</strong> una conciencia de lo bueno y lo malo; pero tenían que<br />

esperar hasta la llegada del Mesías para poder realizar este ideal en su vida. <strong>La</strong><br />

función de la ley era convencer<strong>los</strong> que, de verdad, fueron por sí mismos<br />

incapaces de observar la misma ley de Dios. <strong>La</strong> ley debería haber desarrollado<br />

en el<strong>los</strong> una fuerte esperanza por la venida del Salvador para salvar<strong>los</strong> al fin de<br />

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