La Carta a los Romanos - Tomo I - Daily Biblical Sermons
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hacen crecer la obra justificadora de Dios en nuestras almas. Así toda nuestra<br />
vida es verdaderamente transformada. No es sólo que Dios nos considera como<br />
si fuéramos justos, según la teoría forense de la justificación, sino que él nos<br />
transforma y diviniza en realidad, haciéndonos verdaderamente justos, nuevos,<br />
renovados, y santificados; y todo esto incluye nuestras obras buenas, hechas en<br />
gracia. Sin obras, nuestra fe es muerte. Sin una verdadera renovación de<br />
nuestra vida en la práctica actual, nuestra fe es una fe muerta. Nuestra<br />
justificación no es algo ficticio (como enseña la teoría fornese), sino real y se<br />
manifiesta en obras nuevas y buenas, en un nuevo tipo de vida en este mundo.<br />
Y al fin de nuestra vida, cada uno será pagado o recompensado “conforme a sus<br />
obras” (Rom 2, 6), es decir: nuestra fe tiene que crecer por medio de obras, y<br />
será según estas obras que seremos juzgados por Dios al fin de nuestra vida.<br />
Es la misma cosa tanto entre <strong>los</strong> paganos como entre <strong>los</strong> judíos. Cada uno será<br />
juzgado según sus obras. Pero cuánto mejor sería si el<strong>los</strong> también conocieran a<br />
Cristo explícitamente, como es la voluntad de Dios para con el<strong>los</strong> ahora.<br />
Entonces tendrían toda la riqueza y belleza de la revelación, junto con las<br />
enseñanzas y <strong>los</strong> ejemp<strong>los</strong> de <strong>los</strong> santos, y <strong>los</strong> sacramentos de la Iglesia para<br />
ayudarles, y conocerían <strong>los</strong> misterios de Dios. Pero sí, si viven bien y adoran a<br />
Dios, serán salvos y serán juzgados según sus obras. Y esta salvación les<br />
vendrá por medio de Jesucristo.<br />
Esta enseñanza es muy arraigada en las escrituras. Jesús dice: “el Hijo del<br />
Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a<br />
cada uno conforme a sus obras” (Mt 16, 27). Los buenos que viven según el<br />
don de la justificación recibida por la fe y no por las obras, serán juzgados al fin<br />
de su vida según sus obras, según su vida, según su manera de vivir una vida<br />
nueva de gracia, como hijos de Dios e hijos de la luz. Serán juzgados según sus<br />
obras, conforme a esta palabra de Jesús: “Entonces el Rey dirá a <strong>los</strong> de su<br />
derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros<br />
desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer, tuve<br />
sed, y me disteis de beber…” (Mt 25, 34-35). En el último juicio, si son<br />
verdaderamente nuevas criaturas (2 Cor 5, 17), una nueva creación (Apc 21, 5),<br />
nuevos hombres (Ef 4, 24), entrarán en la vida, y recibirán su corona conforme a<br />
su manera de vivir.<br />
En la parábola de las minas, el siervo que no ganó nada por hacer negocio con<br />
su mina fue condenado, y su mina fue quitada de él (Lc 19, 11-27). Recibió el<br />
don de la mina, símbolo de la justificación, pero no tenía obras. No cooperó con<br />
su don, y no produjo ningún fruto. Por falta de obras, no fue salvo. Su fe sin<br />
obras no le ayudó. Fue una fe muerta porque no llevó fruto en obras, como dice<br />
Santiago: “la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma” (St 2, 17). El ejemplo<br />
de Abraham enseña lo mismo, es decir: “que la fe sin obras es muerta” (St 2,<br />
20). Dice Santiago: “¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre,<br />
cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿No ves que la fe actuó<br />
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