Domingo 6º de Pascua, Ciclo B - Editorial Sal Terrae

SUMARIO
1. Domingos 2º al 6º de Pascua, Ciclo B
Del 15 de abril al 19 de mayo de 2012
Sugerencias para las celebraciones
Domingo 1º ciclo B ............................................................................................211
Domingo 2º (15 de abril) ....................................................................................213
Domingo 3º (22 de abril) ....................................................................................221
Domingo 4º (29 de abril) ....................................................................................229
Domingo 5º (6 de mayo) ....................................................................................238
Domingo 6º (13 de mayo) ..................................................................................246
LOS TEXTOS DE ESTOS DOMINGOS: PRIMERA, SEGUNDA LECTURA, EVANGELIO:
Homilética
HOMILÍA Y ORACIÓN DE LOS FIELES: Domingos 2º - 4º: J. Francisco Herrero; Domingos 5º-
6º: Antonio L. García.
CANCIONES
DIBUJOS: Javier Prat Cambra.
OTROS TEXTOS
2. Fiestas postpascuales: Ascensión, Pentecostés, Trinidad,
Corpus
Del 20 de mayo al 16 de junio de 2012
Ascensión (20 de mayo) .....................................................................................254
Pentecostés (27 de mayo) ...................................................................................262
Trinidad (3 de junio) ...........................................................................................271
Corpus (10 de junio) ...........................................................................................279
Sagrado Corazón (15 de junio) ...........................................................................291
LOS TEXTOS DE ESTAS FIESTAS: Homilética
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HOMILÍA Y ORACIÓN DE LOS FIELES: Ascensión: Antonio L. García: Pentecostés, Trinidad,
Corpus: Santiago Rz. Delgado.
CANCIONES
DIBUJOS: Javier Prat Cambra.
OTROS TEXTOS
3. Celebraciones infantiles para los domingos 2º a 6º de Pascua
T.O., Ciclo B
210
Del 15 de abril al 13 de mayo de 2012
Argentina Antón, Soco Díaz, Juan A. Pérez Andrés, José Luis Saborido, Asun Vítores.

Introducción: Iglesia de la Pascua
1. Domingos de Pascua, ciclo B
El tiempo pascual constituye una unidad durante la cual los discípulos asimilan el
acontecimiento central de la resurrección y se configuran como iglesia. Como si se tratase de una
nueva creación, la Iglesia se gesta y constituye durante siete semanas, siete periodos de tiempo, hasta
el día en que es enviada a evangelizar. Los discípulos necesitaron un tiempo prolongado para asumir
la ausencia de su Señor y disponerse a recibir su Espíritu. “Recibiréis una fuerza, cuando el Espíritu
Santo venga sobre vosotros” (Hech 1,8).
* “Id por el mundo entero pregonando la buena noticia a toda la humanidad” (Mc 16,15).
Con estas palabras, Jesucristo, antes de subir al cielo y sentarse a la derecha de Dios Padre (Ascensión),
envió a los Once a proclamar la Buena Noticia. Ellos representaban un pequeño grupo de testigos
de Jesús de Nazaret, de su vida terrena, de su enseñanza, de su muerte y sobre todo de su resurrección.
Después del acontecimiento de Pentecostés, cuando el fuego del amor de Dios se posó
sobre los apóstoles (cf. Hech 2,3) unidos en oración, el mandato del Señor Jesús comenzó a realizarse.
El Espíritu Santo, que Jesucristo da en abundancia (cf. Jn 3,34), está en el origen de la Iglesia,
que es por naturaleza misionera. Transformados por el don del Espíritu, los discípulos se dispersaron
por el mundo entonces conocido y difundieron el “evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios”
(Mc 1,1).
* La iglesia existe para evangelizar; ha sido y es su deber y razón de ser. En este “año de
la fe” el Papa Benedicto XVI ha convocado un Sínodo para abordar el tema de “la nueva evangelización
para la transmisión de la fe cristiana”. La expresión recoge la consigna que Juan Pablo II
lanzó a la iglesia de cara a los quinientos años de evangelización de América, primero, y al tercer
milenio del cristianismo, después. “Nueva” no porque haya cambiado el evangelio ni haya nuevas
verdades que anunciar sino porque los evangelizadores, conscientes del momento histórico que vivimos
y de la gran evolución del mundo, han de anunciar hoy el evangelio con nuevo “ardor”, con
nuevos “métodos”, con nuevas “expresiones”.
“Nueva evangelización no significa un “nuevo Evangelio”, porque “Jesucristo es el mismo,
ayer, hoy y por los siglos” (Hb 13, 8). Nueva evangelización quiere decir: una respuesta adecuada a
los signos de los tiempos, a las necesidades de los hombres y de los pueblos de hoy, a los nuevos
escenarios que diseñan la cultura a través de la cual contamos nuestras identidades y buscamos el
sentido de nuestras existencias. Nueva evangelización significa, por lo tanto, promover una cultura
más profundamente enraizada en el evangelio; quiere decir descubrir al hombre nuevo que existe en
nosotros gracias al Espíritu que nos ha dado Jesucristo y el Padre”.
“Hoy la iglesia debe afrontar otros desafíos, proyectándose hacia nuevas fronteras, tanto en
la primera misión ad gentes, como en la nueva evangelización de pueblos que han recibido ya el
anuncio de Cristo. Hoy se pide a todos los cristianos, a las Iglesias particulares y a la Iglesia universal
la misma valentía que movió a los misioneros del pasado y la misma disponibilidad para
escuchar la voz del Espíritu”: la nueva evangelización es una acción sobre todo espiritual, es la
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capacidad de hacer nuestros, en el presente, el coraje y la fuerza de los primeros cristianos, de los
primeros misioneros”.
Podemos centrar el tiempo de Pascua en clave de evangelización. La liturgia irá desglosando
cada domingo los elementos necesarios del evangelizador y el testimonio de los primeros
evangelizadores.
212
* * *
Domingo 2º: Jesús resucitado es el centro.
Vida de la Iglesia (Hechos): “Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor”.
“El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a
los que enseñan, o si escuchan a los que enseñan, es porque dan testimonio” (Pablo VI).
“Ninguno pasaba necesidad”.
Signo: Crucifijo y vestidura blanca.
Domingo 3º: Las heridas le identifican. “Mirad mis manos y mis pies”.
Vida de la Iglesia (Hechos):
Signo: Las llagas cubiertas de rosas rojas.
Domingo 4º: Pastores de los hermanos.
Vida de la Iglesia (Hechos): Libertad y valentía de Pedro.
Signo: Cayado y pellico.
Domingo 5º: Unidos a la vid verdadera
Vida de la Iglesia (Hechos): El evangelio se abre a nuevas culturas.
Signo: Esqueje y tijeras de podar.
Domingo 6º: Amor mutuo.
Vida de la Iglesia (Hechos): Reconocer la presencia del Espíritu fuera de las propias fronteras.
Signo: Medicinas y cartel del día del enfermo.
Ascensión: La “nueva evangelización”
Vida de la Iglesia: “El Señor actuaba con ellos y confirmaba la palabra con los signos que
los acompañaban”.
Pentecostés: Agentes de paz y reconciliación.
Vida de la Iglesia: Inculturación y diálogo. “cada uno les oía hablar en su propio idioma”.
* * *
Cronológicamente, la primera evangelización comenzó el día de Pentecostés, cuando los
Apóstoles, reunidos todos juntos en el mismo lugar en oración con la Madre de Cristo, recibieron el
Espíritu Santo. Aquella, que según las palabras del Arcángel, es la “llena de gracia”, se encuentra así
en la vía de la predicación apostólica, y en todos los caminos en los cuales los sucesores de los Apóstoles
se ha movido para anunciar el Evangelio.

TEXTOS PARA LA CELEBRACIÓN
EXÉGESIS
PRIMERA LECTURA: Hch 4,32-35
Domingo 2º de Pascua, Ciclo B
Los cinco primeros capítulos del libro
de los Hechos de los Apóstoles se centran en la
vida de la comunidad de Jerusalén. Al ser esta la
primera Iglesia que se forma, se convierte en el
modelo de todas las demás y de la Iglesia universal.
En estos capítulos el autor ha introducido
tres resúmenes mayores en que sintetiza e
incide en los aspectos fundamentales de la primera
Iglesia, presentándola como la comunidad
ideal. El texto de hoy es el segundo de estos
resúmenes, los otros dos (que conviene leer para
comparar) son 2,42-47 y 5,12-16.
* Lo que más se desarrolla en este
resumen es la unión que había entre los integrantes
de la comunidad; tanto en el sentido
espiritual como en el material. Se nos dice que
“todos pensaban y sentían lo mismo”. Esta unidad
no procede de la imposición jerarquizada de
unos principios que uniforman el pensamiento y
los sentimientos de los primeros cristianos, sino
del don del Espíritu Santo que permite el buen
entendimiento entre todos y la capacidad de
escucha y acomodación a las necesidades de los
demás. Es una comunidad en la que no existía la
soberbia, ni el orgullo, ni el egoísmo, ni otros
15 de abril de 2012
Hch 4,32-35 Todos pensaban y sentían lo mismo.
Sal 117 Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
1Jn 5,1-6 Todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo.
Jn 20,19-31 A los ocho días llegó Jesús.
Creer sin haber visto. Cristo vence el miedo, la cobardía y la incredulidad de los apóstoles.
Tomás, primero incrédulo y luego creyente, confiesa que Cristo ha resucitado porque lo ha
visto (Ev). La fe en Cristo Resucitado lleva a la primera comunidad cristiana a tener un solo
corazón y una sola alma, viviendo en común (1ª lect). San Juan habla de la fe en el Señor
como una exigencia bautismal (2ª lect).
defectos que deterioran la vida de nuestras
comunidades.
Si entendemos esto de un modo literal,
llegaremos a la conclusión de que la vida de la
Iglesia se ha ido corrompiendo en el transcurso
de los siglos; que, en un principio, todo funcionaba
perfectamente; que era una situación idílica,
como la de Adán y Eva en el paraíso... Pero
basta hacer un pequeño recorrido por los primeros
escritos cristianos para darse cuenta de que
las cosas no eran tal como aquí se muestra. No
hay tan buen entendimiento entre unos y otros.
Recordemos, por ejemplo, cómo surgen los primeros
diáconos: para atender a las viudas de origen
helenista ante las quejas de que no las cuidaban
igual que a las de origen judío; o cómo
Pablo tiene que enfrentarse a Pedro porque éste
discriminaba en su trato a los de origen helenista
cuando estaba en presencia de cristianos de
raíces judías. Véanse también otros ejemplos en
2Jn 7-11 ó 3Jn 9-11. Son más los testimonios de
desencuentro que de armonía, pues las dificultades
en la perfección del seguimiento cristiano
son las mismas ahora que entonces. El autor de
Hechos no quiere ocultarlos. Pero este pasaje
nos señala un horizonte ideal. Casos como éste
son muy frecuentes en los escritos bíblicos. Por
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ello decimos que estos resúmenes nos hablan de
un “ideal”, y no tanto de la situación real de la
comunidad.
* Los apóstoles eran los testigos autorizados
para anunciar el kerigma cristiano. Ellos
eran entonces los que habían comido y bebido
con Jesús, los que le habían acompañado por los
caminos, los que habían escuchado de viva voz
sus enseñanzas..., y los que lo habían visto resucitado.
Así, de sus bocas había de salir el anuncio
a los cuatro vientos. Y de su anuncio la
comunidad iba creciendo. Y la transformación
de la comunidad por la gracia del Resucitado
hacía que toda ella se convirtiera en testigo, en
la medida en que su vida, coherente con las
enseñanzas de Jesús, proclamaba con sus actos
la verdad de cuanto anunciaban los apóstoles.
Una vez más, en esta clave idealizada que venimos
señalando.
Aun así, a pesar y gracias a esta idealización,
este y otros textos similares nos marcan
la pauta de cómo deben vivir nuestras comunidades.
Bien está saber que también en aquella
primera Iglesia había deficiencias; pero mejor
está reconocer que tanto aquellos primeros cristianos
como nosotros nos identificamos con un
ideal de comunión perfecta, porque así lo quiso
Jesús y a ello nos impulsa la fuerza del Espíritu
Santo.
SEGUNDA LECTURA: 1Jn 5,1-6
* Parece que en las comunidades joánicas,
en cuyo seno se compuso el escrito del
que se toman las segundas lecturas pascuales en
el ciclo B, la fe se concebía como experiencia
marcadamente, y casi exclusivamente, personal;
y ello tanto en el acto mismo de creer como en
los efectos de la fe. El cuarto evangelio presenta
la fe como adhesión al Dios invisible que se
ha revelado en Jesucristo; también afirma que el
que cree llega a ser “hijo de Dios”.
* El autor de la llamada primera carta
de Juan abunda en la misma doctrina y, en relación
con el segundo de los aspectos indicados,
214
dice en nuestro pasaje que el que cree ha nacido
de Dios, atribuyendo además a la fe el carácter
de victoria frente al mundo. Pero, manteniendo
esos acentos personales del acto de fe, también
se preocupa por señalar los contrapuntos objetivos
del mismo: quien se adhiere a Jesucristo
debe aceptar y confesar su condición más íntima,
el misterio de su persona, es decir, debe
creer que Jesús es el Cristo, el Mesías en quien
se cumplen las esperanzas de Israel, y, además,
que es el Hijo de Dios (cf. Jn 20,31).
Nuestro texto precisa esta última
dimensión del ser de Cristo, que supera a todas
luces aquellas esperanzas y que es desde todo
punto de vista inaudita. Y lo es sobre todo porque
el Hijo de Dios manifestado como tal en el
Jordán (“con agua”) desveló la plenitud de su
misterio muriendo en una cruz (“en mi sangre”).
Este es el testimonio del Espíritu, que es la verdad,
sobre Jesús.
* Pero en el texto se descubre otra de
las grandes preocupaciones del autor de la carta
a la que pertenece y del propio cuarto evangelio:
la condición de hijo de Dios que se predica del
creyente exige entrar en la dinámica del amor de
Dios manifestado en Jesucristo; o lo que es lo
mismo, debe entrar en la dinámica del Dios del
amor que es, él mismo, amor. El que cree debe
amar a Dios, de modo que en su amor a Dios se
mostrará la verdad del amor del creyente a los
hijos de Dios; es decir, en la referencia a Dios el
amor a los hermanos se elevará por encima de la
mera filantropía. Pero, al propio tiempo, sólo en
el que ha nacido de Dios se mostrará la verdad
del amor de Dios. Desde esta perspectiva, nuestro
pasaje se convierte en traducción adecuada,
en clave teológica, del mandamiento nuevo, que
en Jesús había formulado en clave cristológica
en la última cena: “que os améis los unos a los
otros como yo os he amado”.
EVANGELIO: Jn 20,19-31
1. Los relatos de las apariciones en el
evangelio de Juan son auténticas catequesis pascuales,
donde el recuerdo histórico transmitido

por la tradición se une a una delicada tarea teológica
que ahonda en el misterio que comenzara
con el sepulcro vacío. Las dos escenas de la lectura
de hoy son, por lo tanto, una armónica
fusión de los acontecimientos acaecidos en la
primavera del año 30 en Palestina y la reflexión
profunda de los judeo cristianos de ambiente
cosmopolita y helenista al que llegó la tradición
viva de Juan hacia los años 50-60.
La conclusión que pone punto final
tanto a las escenas como al evangelio mismo (el
c.21 será un añadido posterior al mismo) revela
que estas catequesis se dirigen a una comunidad
con cierta madurez cristiana, que ha de ser confirmada
en la fe, amenazada desde fuera.
Sabido es el gusto de Juan de interpretar
la historia de Jesús como nueva creación o,
mejor, como re-creación; superación y remodelación
de la primera. “Al principio...”, comenzaba
el evangelio, y culminaba en “otro jardín”,
“el primer día de la semana”, cuando la mujer
encontraba al Hombre Nuevo. Ahora, en dos
domingos, Juan nos va a presentar el paradigma
de la comunidad nacida en esta nueva creación
que es la Pascua: dos escenas para mostrarnos el
carácter de una misma comunidad, en dos
momentos distintos.
2.- En la primera aparición a los discípulos
“aquél mismo día, el primero de la semana”,
el grupo que había vivido el acontecimiento
trágico y glorioso de la Pascua vive con intensidad
los dones de esta nueva creación, aun en el
desamparo y en medio del ambiente hostil, pues
estaban “con las puertas cerradas, por miedo...”.
El rítmico “y dijo Dios...” del libro del Génesis
se repite tres veces (número de perfección y plenitud),
para derramar los bienes escatológicos: -
EN TORNO A LA HOMILÍA
A ocho días de la celebración de la Pascua
nos reunimos como los discípulos y nos
miramos en el espejo de los testigos primeros de
la resurrección.
el don mesiánico de la paz o Shalom definitivo
como nuevas relaciones entre los hombres; - la
presencia del Espíritu Santo como el Dios connosotros
definitivo; - el perdón de los pecados
como nuevas relaciones de los hombres con
Dios. Todo es novedad, nueva creación, como
revela la exhalación de aliento sobre ellos, en un
claro eco a Gen 2,7 (versión griega), cuando
Dios “exhaló aliento de vida” en el hombre.
3. Pero con el paso del tiempo, la segura
presencia del crucificado-resucitado para la
comunidad entró en crisis; las puertas estaban
ya abiertas y llegaron nuevos discípulos, paradigma
de los cuales es Tomás, el ausente en las
primeras experiencias. En la Pascua surgió un
mundo definitivo, pero en el tiempo posterior
surgen los miedos y la incredulidad, pese a que
el Señor seguía haciéndose presente, especialmente
cada ocho días, en cada primer día de la
semana.
En contra del dicho popular “ver y
creer” como santo Tomás”, el discípulo incrédulo
no toca el costado del crucificado-resucitado.
Venciendo la duda, cree sin necesitar las peculiares
experiencias que vivieron los primeros. El
discípulo del “tiempo después”, Tomás, tú o yo,
puede llegar a confesar a Jesús con tanta intensidad
como el grupo de los Doce. De hecho, ningún
título cristológico del cuarto evangelio es
tan sublime como la profesión de Tomás: “Señor
mío y Dios mío”. Nadie había llegado a combinar
los nombres de Dios para llamar a Jesús,
Yhwh = Kyrios = Señor, y Elohim = Theos =
Dios; nadie en el cuarto evangelio, nadie, salvo
el discípulo llamado a vencer la tentación de las
seguridades humanas y científicas.
1. Un grupo cerrado y triste
La muerte de Jesús produjo en los discípulos
sentimientos de decepción y fracaso e
hizo tambalear su escasa fe y confianza en el
Señor Jesús. Fueron momentos difíciles y amargos:
tristeza, desesperanza, cobardía, desunión…
El impacto brutal que supuso el proceso,
215

condena y crucifixión les llevó, además, a encerrarse
en una casa a cal y canto “por miedo a las
autoridades judías”; temían que éstas se volvieran
ahora contra ellos, que tanto se habían significado
en el seguimiento del impostor y blasfemo.
Miedo; seguramente se teñía de sentimientos
de culpabilidad: las negaciones de Pedro, la
traición de Judas, el abandono y huida de todos.
El cuadro se completaba con los titubeos de
María Magdalena, la incertidumbre de Juan, el
abandono de los que, como los de Emaús, preferían
refugiarse fuera de la ciudad, el recelo y
cobardía de los encerrados.
Tal vez no diferimos mucho de la
situación de aquellos hombres y mujeres. Como
creyentes hemos tenido noticia de que el Señor
ha resucitado, pero seguimos mirando hacia
atrás, prisioneros de la tristeza, de la rutina, de
la desunión. Con otros compartimos miedos: al
amor comprometido, al trabajo/paro, miedo al
presente y miedo al futuro, a los demás y a uno
mismo. Aunque no queramos reconocerlo, sentimos
que nuestra vida está amenazada y como
si fuera necesario estar a la defensiva y buscar
situaciones de tranquilidad en las que no nos
perturben.
Encerrados en la casa y en sus miedos
la resurrección no era todavía para los discípulos
una realidad liberadora; permanecían en la
duda y necesitaban algún modo de comprobación.
La misma mañana del día de pascua, Pedro
había inspeccionado a fondo la tumba. Sólo
Juan parece interiormente convencido.
2. Paz y alegría
El encuentro con el resucitado identificado
con el Jesús de Nazaret que conocieron y
trataron produce en los discípulos el milagro del
cambio. Experimentaron gozosamente la presencia
del Señor. Allí estaba delante de ellos el
mismo Jesús con el que convivieron y bebieron,
a quien vieron curar enfermos, calmar tempestades,
echar espíritus inmundos. Ciertamente “se
llenaron de alegría al ver al Señor”, pero es
Jesús quien se adelanta a su deseo de comprobar
que es él el resucitado y no un fantasma: “Les
enseñó las manos y el costado”, las señales de la
216
vida entregada. Confidentes y testigos de sus
gestos y palabras depositaron en él su esperanza
y, pasadas las tinieblas y la noche de las dudas,
volvió a ellos la ilusión y la alegría. Paz y alegría
frente a la turbación y los miedos.
3. “Tomás no estaba con ellos cuando vino
Jesús”.
Una herida más. Tomás es un discípulo
realista muy cercano a nosotros. Representa a
todos aquellos primeros discípulos llegados a la
iglesia, ausentes de las primeras experiencias, y
en quienes la segura presencia del crucificadoresucitado
entró en crisis y les acechaba la
incredulidad. Seguramente confiesa que Jesús
ha muerto y resucitado, pero de ahí creer que se
le puede encontrar de nuevo y hablarle hay un
paso que Tomás no da. Cuando los discípulos le
dicen “hemos visto al Señor”, él pide tener la
misma experiencia que los demás. “Si no veo,
no creo; hasta que no toque con los dedos la
señal de los clavos…” Parece lógico y normal
teniendo en cuenta que se trata de una experiencia
extraordinaria, la de establecer una relación
íntima y personal con Cristo resucitado y vivo.
Pero Tomás no llega a tocar la señal de
los clavos ni a introducir su mano en el costado,
sino que alcanza la cima de la fe en el encuentro
directo con el crucificado-resucitado y responde
directamente con la afirmación cristológica más
sublime: “Señor y Dios mío”. El reproche al discípulo
del “octavo día” se convierte en bienaventuranza
para todos los que han de venir después:
“Dichosos los que tienen fe sin haber
visto”. Creer en Jesucristo resucitado es un acto
personal que compromete totalmente a cada uno
de nosotros aunque descanse sobre la fe y el testimonio
de la comunidad de creyentes. Fe y
humildad frente a incredulidad y autosuficiencia.
4. Comunión de vida y de bienes
En tercer lugar, contemplamos los primeros
pasos de la comunidad que nace en torno
a los apóstoles. Los datos que se nos ofrecen
marcan la pauta y señalan el ideal al que deben

tender los creyentes en Jesús. Un ideal de comunión.
Sobre la base del testimonio de los apóstoles
de la resurrección del Señor “con mucho
valor”, se construye la comunión de vida
(“todos pensaban y sentían lo mismo”), la
comunidad de bienes (“todo lo poseían en
común”… “nadie pasaba necesidad”), la comunidad
de fe. Así la comunidad se convertía ella
misma en testigo que proclamaba con sus actos
la verdad de cuanto anunciaban los apóstoles.
ORACIÓN DE LOS FIELES
- “Se llenaron de alegría” ¿Soy testigo de la alegría
del resucitado?
- “Si no veo, no creo” ¿Me parezco al Tomás
realista o al Tomás que confiesa con corazón
humilde: Señor mío y Dios mío?
- “Todos eran muy bien vistos”. “Mirad cómo
se aman”. ¿Contribuyo a dar un testimonio
comunitario de unión y solidaridad?
1. Por la Iglesia, para que sea ejemplo de comunicación de bienes. Roguemos al Señor.
2. Por las comunidades cristianas, para que cuiden el servicio de la caridad como elemento esencial
de su identidad. Roguemos al Señor.
3. Por los que sólo admiten lo que ven o les dicta su lógica, para que se abran al misterio del Dios
de la vida que desborda las razones y lógicas humanas. Roguemos al Señor.
4. Por los que estamos aquí reunidos celebrando la Eucaristía, para que puedan decir de nosotros,
como de los primeros hermanos cristianos: “Mirad cómo se quieren”. Roguemos al Señor.
Te lo pedimos, Padre, por Jesucristo muerto y resucitado, que vive y nos ama por los siglos de los
siglos.
217

OTROS TEXTOS
“HAY QUE RESPONDER A LOS IMPULSOS DEL ESPÍRITU”
Introducción: Todo el que ha nacido de Dios vence al mundo (1Jn 5,1-6)
En los domingos de Pascua del ciclo B
se leen fragmentos de la 1ª carta de Juan. Dirigida
a comunidades de la provincia romana de
Asia, cuya capital era Éfeso, carece de remitente,
saludos, destinatarios y despedida. Puede
considerarse una “carta encíclica”, de estilo
didáctico y homilético. Tiene prólogo (1,1-4) -
anuncio de la Palabra que es vida- y tres partes:
a) Dios es luz (1,5-2,28); b) Dios es Padre (2,29-
4,6); c) Dios es Amor (4,7-5,12). La conclusión
o epílogo indica la finalidad de la carta: convencer
que la adhesión práctica a Jesús lleva consi-
218
CANCIONES
“¡SEÑOR MÍO Y DIOS MÍO!”
Entrada: “Cristo, resucitó”, ¡Aleluya!” CLN A 13, “Este es el día en que actuó el Señor”
de M. Manzano, CLN, 522; “Este es el día del Señor”, de Josico, en Por la Cuaresma a la
Pascua (PAX).
Rito de aspersión: La aspersión es recuerdo pascual del bautismo. Después de iniciada y
mientras se realiza a lo largo del templo se canta “Un solo Señor”, CLN 708.
Antífona: “Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia”.
Aleluya: CLN E 4
Ofertorio: “Bendito seas, Señor, por este pan y este vino que generoso nos diste para
caminar contigo...”; de E. Pascual y F. Palazón, en “Alrededor de tu mesa” (Paulinas).
Rito de la Paz: “Cristo es nuestra paz”; “Shalom”.
Comunión: “Gustad y ved”, CLN 0 30 “Quédate junto a nosotros” de Emilio Vicente, en
Un pueblo que camina.
Despedida: “Cantemos a María” la Pascua de Jesús, Aleluya”; B. Velado – A. Alcalde, en
María en los tiempos litúrgicos (Paulinas).
go vida eterna (5,13-21).
- Leemos hoy una declaración de la fe
cristiana frente a los gnósticos que infectaban las
comunidades con sus teorías evasivas. Defendían
la salvación por el conocimiento (“gnosis”,
en griego) de Dios. Jesús de Nazaret no es el
Cristo, el Mesías, Hijo de Dios, que no puede
encarnarse. Jesús es el instrumento humano de
Cristo para dar su mensaje. En el bautismo Cristo
viene sobre Jesús, pero lo abandona antes de
la pasión y muerte. Importa sólo el mensaje del
Cristo celeste.

Frente a esto, leemos hoy dos verdades
cristianas fundamentales e interconectadas.
“Jesús es el Cristo (el Mesías)” es la gran afirmación
frente al gnosticismo. Jesús y el Cristo
son la misma persona. Quien cree esta verdad ha
nacido de Dios. Es la misma afirmación del
evangelio de Juan (1,12-13): quien acepta a la
Palabra hecha carne, a Jesús, ha nacido de Dios,
ha recibido su Espíritu, la fuerza que le capacita
para llamarse y ser de verdad hijo de Dios.
- Y otra verdad fundamental: el amor a
los demás arranca del amor a Dios (“aquel que
da el ser”). Los gnósticos presumían de amar a
Dios, pero odiaban a quienes no les hacían caso
(3,15: odiar al propio hermano); se portaban
igual que “el mundo” (3,16-17: basado en el
egoísmo del dinero, el poder y los honores; si
uno posee bienes, y su hermano pasa necesidad,
y le cierra las entrañas, ¿cómo va a estar en él el
amor de Dios?). Si de verdad se ama al Padre, se
ama sus hijos: conocemos que amamos a los
hijos de Dios, si amamos a Dios y cumplimos
sus mandatos. Amar a Dios y no a sus hijos es
una mentira; sería amar a un ídolo, a un dios
falso (4,20).
Esta fe y amor son los que vencen al
mundo. Así lo hizo Jesús que vino en el agua y
en la sangre. Jesús recibió el Espíritu en el bautismo
y respondió a la voluntad del Padre dando
su vida por los hombres (sangre). Creyendo a
Jesús, recibimos su Espíritu (es la unción o consagración
del bautismo) que da testimonio a
nuestro espíritu de que somos hijos de Dios y
oramos llamándole ¡Padre-Madre! Este Espíritu
nos da la vida nueva -nuevo nacimiento- y nos
capacita para vencer al mundo, como Jesús. En
la eucaristía (sangre), memorial de la entrega de
Jesús, nos une y fortalece para hacer realidad
nuestra entrega amorosa a favor de todos.
ORACIÓN: Todo el que ha nacido de Dios vence al mundo (1Jn 5,1-6)
Jesús, el Cristo, el Mesías, el Ungido con el Espíritu de Dios.
Éste, el Espíritu divino, era la mente y el corazón de tu vida:
sentías que bajaba y descansaba sobre ti;
te hacía escuchar al Padre: ¡Hijo mío eres tú!;
te urgía a dar buena noticia a los pobres;
te incitaba a proclamar y reconocer la libertad en toda persona;
abría contigo los ojos cegados por el egoísmo, el odio, la ignorancia...;
hacía perceptible en tu vida la entraña del Dios verdadero:
el que hacía salir el sol y bajar la lluvia sobre justos e injustos;
el buen pastor que busca la oveja extraviada;
la mujer que barre, mira y remira, hasta encontrar la moneda perdida;
el padre que espera la vuelta, no regaña, celebra y devuelve la dignidad de
hijo...
Leemos hoy en la carta de Juan
que todo el que cree que tú, Jesús, eres el Cristo, ha nacido de Dios;
es lo mismo que escribió en su evangelio:
quien recibe la Palabra hecha carne, Dios humanado, ha nacido de Dios.
Este nacimiento se simboliza en el agua del bautismo:
el nuevo nacimiento por el agua y el Espíritu;
es la vida nueva en tu Espíritu que habita en nosotros;
nos hace hijos y nos permite gritar: ¡Padre!;
asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios, coherederos contigo, Cristo.
Esta comunicación de Dios nos ha venido por tu vida, Jesús de Nazaret:
nos das tu mismo Espíritu para hacer tus mismas obras y aún mayores;
de tu plenitud todos hemos recibido un amor que responde al amor del Padre;
219

la vida de amor gratuito es la gracia en que estamos, curando, acogiendo, dignificando...
es el amor que reina en las comunidades cristianas.
Esta vida nueva, este Espíritu de confianza en el amor del Padre, vence al mundo:
al mundo del egoísmo, el odio, la mentira, el apego al dinero, al poder, a los honores;
al mundo de la usura y especulación: si uno posee bienes, y su hermano pasa necesidad,
y le cierra las entrañas, ¿cómo va a estar en él el amor de Dios? 1
a las religiones mundanas 2 que consagran dignidades, privilegios, categorías...;
dividen y enfrentan a las personas, desprecian e incluso matan en nombre de Dios;
viven centradas en sus dogmas, rituales y conductas al margen del mundo;
hablan de pobreza revestidas de oro y de honores imperiales;
exhortan al diálogo sin tolerar el diálogo en su interior...
Este Espíritu nos invita a reconocer en ti, el enviado, el Mesías, de Dios:
el Mesías que viene “con agua”, es decir, con Espíritu divino;
el Mesías que viene “con sangre”, es decir, con amor divino, gratuito...
hasta dar la vida por los todos.
Mirando tu vida, releyendo a los testigos que te acompañaron, percibimos:
que “no encontraste a Dios en el templo y sus ceremonias, ni en el altar y sus sacrificios,
ni en los sacerdotes y su excelsa dignidad, ni en la fiel observancia de las normas
y rituales de pureza sagrada...”;
que “encontraste a Dios en la soledad de tu oración retirada...”;
que “encontraste a Dios en una forma de vivir que atrajo y sedujo a los últimos de este
mundo, a los pobres y enfermos, a los ignorantes y desvalidos, a los pecadores,
a las mujeres, a las gentes peor vistas por la religión,
a todos los que la observancia religiosa de enton ces marginaba o excluía...”. 3
Queremos concluir con palabras de Juan:
“A la divinidad nadie la ha visto nunca;
tú, Hijo único, Dios, que estás de cara al Padre, has sido la explicación”.
Que tu vida “con agua y con sangre” inspiren nuestra existencia entera.
Rufo González
1 Jn 1,12-13; Rom 8,15-17; Jn 14,12; Jn 1,16; 1Jn 3,17.
2 “Y no critico a la Iglesia por estar alejada del mundo, sino porque es como el mundo, porque se ha contagiado de él. Es
un trozo de mundo rociado de ceremonias”. J. L. Martín Descalzo: Lobos, perros y corderos. Ediciones Destino. 1978 Barcelona.
(Pág. 170).
3 J. M. Castillo: La Humanización de Dios. Ensayo de cristología. Ed. Trotta. 2ª ed. Madrid 2010; p. 266: “¿Qué nos viene
a decir todo esto? Sabemos que la religión desempeña siempre una función ambivalente, que no es casual en la religión,
sino que es constitutiva de la misma. Porque es un hecho que la religión, toda religión, acoge y rechaza, es decir, la religión
bendice y maldice, defiende y ataca, perdona y condena, y así sucesivamente. Pues bien, una de las cosas más notables
que hay en los evangelios es que Jesús acogió a los que la religión rechazaba, bendijo a los que la religión maldecía,
defendió a los que la religión atacaba, perdonó a los que la religión condenaba”. Jesús, como el Padre, sólo ama, bendice,
acoge, defiende, perdona...
220

TEXTOS PARA LA CELEBRACIÓN
EXÉGESIS
PRIMERA LECTURA: Hch 3,13-15.17-19
Domingo 3º de Pascua, Ciclo B
La lectura que hoy se proclama en la
liturgia forma parte del discurso que Pedro pronunció
en el templo tras la curación de un paralítico
en una de las puertas del santuario, conforme
al orden del relato, si bien no parece que
originalmente fuera este el lugar de las palabras
del apóstol. Probablemente se trate de un discurso
pre-lucano que el autor de Hechos habría
reelaborado acomodándolo al interés y secuencia
de su narración.
* En los versos precedentes se nos dice
que, al acudir Pedro y Juan al templo, se encontraron
con un paralítico que pedía limosna. Los
apóstoles socorren al necesitado, pero dándole
no lo que él esperaba (unas monedas), sino algo
más importante: la curación de su enfermedad.
De esta manera, la actuación salvadora de los
apóstoles se presenta como continuación de las
acciones de Jesús.
El caso, como no podía ser menos,
llena de admiración a cuantos lo contemplan. Y
de este asombro se sirve Lucas para conectar el
hecho con el discurso de Pedro que inserta a
continuación. Como en otras ocasiones (cf. Hch
22 de abril de 2012
Hch 3,13-15.17-19 Matasteis al autor de la vida pero Dios lo resucitó.
Sal 4 Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro, Señor.
1Jn 2,1-5ª Él es víctima de propiciación por nuestros pecados.
Lc 24,35-48 Así estaba escrito: el Mesías padecerá y resucitará al tercer día.
La conversión, signo pascual. Cristo resucitado se aparece a los suyos, les instruye y les
manda a predicar la conversión y el perdón de los pecados (Ev). Pedro, después de curar a
un lisiado a la puerta del templo, predica la muerte y resurrección de Cristo y exhorta a la
conversión (1ª lect). Juan, presenta a Cristo como abogado ante el Padre y como víctima
de propiciación por nuestros pecados (2ª lect).
2,14-41), este discurso se compone de tres elementos:
el nexo con el hecho anterior (en este
caso la curación del paralítico); un resumen del
kerigma cristiano, y, finalmente, una invitación
al arrepentimiento y a la conversión.
En el nexo que une el discurso con el
hecho que lo precede, Pedro deja bien claro que
el milagro de la curación no se debe a ninguna
capacidad que tengan los apóstoles, sino que es
obra de Dios por medio de Jesús. (Este detalle se
omite en el texto de nuestra lectura.)
* El núcleo del discurso (kerigma) son
las palabras con las que Pedro anuncia que el
Dios de los padres ha glorificado a Jesús, su
siervo, a quienes las autoridades decidieron
matar sirviéndose de Pilato.
Pedro culpa a las autoridades judías y
también a todo el pueblo: “vosotros entregasteis…
rechazasteis al santo… matasteis al autor
de la vida”. Y proclama el acto salvador de
Dios: “pero Dios lo resucitó de entre los muertos”.
Y la culpabilidad del “vosotros”, de quienes
actuaron por desconocimiento, contrasta el
testimonio del “nosotros”, de quienes hablan
con absoluta conciencia: “nosotros somos testi-
221

gos”. La resurrección de Jesús se apoya no solo
en el testimonio de los testigos sino también en
la autoridad de los profetas, pues así Dios cumplía
lo que había dicho por medio de ellos: “que
su Mesías tenía que padecer”.
* Nuestro texto culmina en una primera
consecuencia práctica. Los que obraron de
manera contraria a los planes divinos por desconocimiento,
al condenar a Jesús, deben ahora,
una vez que los testigos de su resurrección les
han abierto los ojos, abandonar su pecado y
abrazar el anuncio que se les proclama, arrepintiéndose
y convirtiéndose, para que, de esa
manera, “se borren vuestros pecados”. La unión
con Jesús por medio de la fe, del crédito que se
da a las palabras de los apóstoles, conlleva la
salvación, el perdón de los pecados.
SEGUNDA LECTURA: 1Jn 2,1-5a
Se recogen en esta lectura litúrgica dos
temas muy diferentes que la 1Jn desarrolla en
dos unidades literarias sucesivas: la primera
(1,5-2,2) considera el tema del pecado en la vida
del creyente; la segunda (2,3-11), en la necesidad
de que la fe se traduzca en su existencia.
* En las afirmaciones incluidas al principio
de nuestro pasaje, que de hecho concluyen
el tratamiento del primero de los tema indicados,
se afronta antes que nada una posible interpretación
inadecuada de lo que se había dicho
anteriormente, a saber: que el cristiano pueda
pecar no significa que tenga que hacerlo o que el
pecado sea algo inevitable. El primer paso para
evitar el pecado es tener conciencia clara de la
propia condición de pecadores; y eso es precisamente
lo que el autor ha pretendido con sus indicaciones
sobre el tema (“os he escrito esto para
que no pequéis”). El cristiano debe mantener
siempre en el horizonte de su existencia la posibilidad,
que es de hecho una exigencia, de no
pecar.
Aclaradas así las cosas, el discurso
vuelve a plantear otra posibilidad, tristemente
más habitual: que el cristiano peque realmente.
222
Frente a ella invoca la mediación de Jesucristo
ante el Padre, traducida en el título “paráclito” y
en el adjetivo “justo” que le aplica. El título,
tomado del lenguaje de las cortes reales, se predicaba
de suyo de alguien que, por tener acceso
al soberano, podía hablarle en nombre de quien
no podía hacerlo directamente; en nuestro contexto,
debe entenderse en el sentido de “abogado
defensor”. Por lo que respecta al adjetivo
“justo”, parece tomado de las prácticas sacrificiales
del AT y de la exigencia de que las víctimas
ofrecidas no tuvieran defecto alguno. De
hecho a Jesús se le presenta inmediatamente
como víctima de propiciación por los pecados,
suponiendo de forma indirecta que la eficacia de
su sacrificio, que se ofrece permanentemente,
tiene que ver con su condición de Justo.
* El resto del pasaje constituye el
comienzo del tratamiento del segundo de los
temas a que nos hemos referido más arriba: la fe
debe traducirse en un comportamiento adecuado.
A la fe se alude en términos de “conocimiento”,
una de las grandes aspiraciones religiosas
de la época, que el autor de la 1Jn considera
lograda por los creyentes gracias a su adhesión
de fe a Jesucristo y que, sobre todo, debe
impregnar la existencia y expresarse en el cumplimiento
de los mandamientos; o lo que es lo
mismo: debe expresarse en el estilo de vida propuesto
por Jesús (“guardar su palabra”) y que
tiene en el mandamiento del amor su máxima
expresión. “Guardar sus mandamientos”, vivir
en el amor, se convierte así en la piedra de toque
de la verdad del “conocimiento” del creyente,
que de otro modo sería pura teoría/palabrería y
lo situaría, consecuentemente, en el mundo de la
mentira.
EVANGELIO: Lc 24,35-48
Lucas, historiador y teólogo, incluye
en su evangelio una sola aparición del resucitado
al grupo entero de los discípulos, por lo cual
podemos suponer en ella un precioso valor de
síntesis. El cuadro de la aparición se articula en
dos secuencias: aparición e identificación por un
lado, y envío o misión por otro, armonizados

ambos momentos por medio de la Escritura.
1. La secuencia de la aparición para
darse a conocer el Señor sigue un esquema
común con otros evangelios, pero Lucas le ha
conferido unas características propias. Jesús se
aparece a los discípulos con el anuncio de la paz
mesiánica pero la reacción de temor de éstos
proporciona al autor la ocasión para una profundización
catequética que pondrá de manifiesto la
identidad real entre el crucificado y el resucitado.
Posiblemente, los ambientes greco-helenísticos
confundían la resurrección de Jesús con la
pervivencia de los espíritus separados del cuerpo;
de ahí la clara distinción entre el “fantasma”
(pneuma, o espíritu de Jesús) y el cuerpo real del
resucitado. Los signos de la pasión corroboran
esta real identidad. El signo de la comida avanza
aún más: compartir el alimento en la cultura
bíblica es expresión de comunión interpersonal.
El simple signo convival de Jesús compartiendo
un pez asado revela la plena pertenencia de
Jesús al mundo de los vivos, y en concreto al
mundo de su grupo.
2.- Con solemnidad se abre la segunda
secuencia: el mandato apostólico. La traducción
litúrgica prefiere el pretérito (“así estaba escrito”);
acaso sea preferible respetar el tiempo perfecto
griego (“así ha sido escrito”) indicando
que el plan de Dios contenido en las Escrituras
se refiere tanto a lo sucedido como a lo que está
EN TORNO A LA HOMILÍA
El domingo es el día del Señor y el día
de la comunidad. Como los discípulos nos reunimos
“el primer día de la semana”, el día de la
resurrección. Ellos inauguraron la cadena de
encuentros dominicales en memoria de Jesús. El
evangelio de hoy narra uno de los primeros que
nos sirve de espejo en el que mirarnos y, a la
vez, de llamada a revisar la actitud con que nos
acercamos a celebrar el día del Señor.
1. Comunidad en gestación
Jesús era la referencia central para
todos. Habían sido días muy intensos; algunos
por suceder. De este modo, el anuncio universal
del evangelio forma parte del designio salvífico
de Dios. De hecho, Lucas usa el futuro para
dibujar la vocación de la Iglesia en el mundo. De
cuatro conceptos proyectados al futuro se sirve
Lucas para explicar en lo que desembocará la
pasión y la resurrección:
El encargo recibido por la Iglesia se
cifra en: - el Kerigma o anuncio como actitud
que exige no permanecer callado o encerrado en
sí mismo; - el contenido de esta proclamación:
metánoia o conversión como actitud total de
cambio (literalmente, del griego: mutación de
los planteamientos personales); -transformación
por el perdón del pecado o amartía, como expresión
de vida nueva, final y definitivamente salvada.
Y por último, - mártires o testigos del respaldo
divino con el que se ve dotada la nueva
visión.
En un mismo plano se han presentado
los acontecimientos de la salvación, y es que la
pasión y resurrección se hallan tan en la entraña
del proyecto divino como la misión misma de la
Iglesia. Dios es tan autor de uno como de la otra,
parece decirnos Lucas. Con ello, nos ha presentado
la segunda parte de su obra -el libro de los
Hechos- en clave de cumplimiento de la Pascua…;
luego el tiempo de la Iglesia no es consecuencia
o eco de la resurrección… ¡es su necesaria
continuación!
de los presentes estarían aún confusos y humillados;
otros, sorprendidos por lo que Pedro les
comunicaba; otros expectantes y abiertos a nuevas
revelaciones. En la reunión los discípulos
comentan los sucesos de los últimos días, hablan
de sus experiencias.
Aunque está ausente, hablan de Jesús.
Hablar de Jesús es más que evocar al personaje
histórico, estudiar su figura, debatir sobre su
doctrina o parangonarla con otras grandes figuras
y líderes de la historia. La reunión de los discípulos
es de personas implicadas y abiertas a su
revelación actual. Dos de aquellos discípulos
comparten su experiencia: “Contaban lo que les
había acontecido en el camino y cómo lo reco-
223

nocieron al partir el pan”. Ha sido en el camino,
cuando ellos se alejaban de la ciudad; ha sido en
la casa cuando ellos le han invitado a compartir
su cena; ha sido al verle cómo partía el pan. “Le
reconocieron en el partir el pan”.
Jesús se hace presente a pesar de ellos
y frente a los bloqueos y resistencias inconfesables
de algunos. Y a pesar de que hablan de él,
se sobresaltan y asustan creyendo ver un fantasma;
a pesar de que sabían cosas de Jesús, a pesar
de que han escuchado a testigos, tienen miedo y
dudan. “Sabían”, pero el Jesús de la historia al
que habían confesado como Cristo es aún un
personaje del pasado; no han experimentado que
Cristo vive, ni se han abierto a la misión que les
espera, ni han dado el salto al Cristo de la fe.
Tienen una imagen parcial y reductiva de Jesús.
El evangelista se empeña en dejar
asentado que la resurrección no ha sido la invención
de gente crédula predispuesta a creer, sino
realidad que se impone. Tantos miedos, sobresaltos
y dudas reflejan la inesperado e imprevisto
de la resurrección y la resistencia a creer en
ella. Jesús se hace presente en medio de la
comunidad reunida “en su nombre”.
2. Releer la historia
Pero a la vez se nos presenta a Jesús
dedicado a purificar su imagen y esclarecer su
identidad desde el realismo de la historia. A través
de dos caminos:
- “Mirad mis manos y mis pies”; soy
yo en persona. Las manos que tocaron y levantaron,
que bendijeron, partieron el pan y lavaron
los pies a los discípulos, y los pies que anduvieron
los caminos de Palestina con las marcas de
los clavos se convierten en signo de identidad
del Mesías y de su vida servidora.
224
- “Les abrió el entendimiento para
comprender las Escrituras”. La misma catequesis
que emplearía con los discípulos que se alejaban
de Jerusalén camino de Emaús: “¿No era
necesario que el Cristo padeciera eso y entrara
así en su gloria? Y, empezando por Moisés y
continuando por todos los profetas, les explicó
lo que había sobre él en todas las Escrituras”.
Jesús habla de él y de las Escrituras
proponiendo las claves para interpretar correctamente
el sentido de la muerte y resurrección del
Mesías y la extensión universal del perdón. “Así
estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de
entre los muertos… y en su nombre se predicará
la conversión y el perdón a todos los pueblos,
comenzando por Jerusalén”. Era necesario rehacer
los esquemas mentales que tenían los discípulos
sobre las expectativas mesiánicas; era
necesario confirmar el cumplimiento de la promesa
al estilo de Dios, no de los humanos. “Esto
era lo que os decía cuando estaba con vosotros”.
Los discípulos cambian de estado de
ánimo y de mente: del miedo pasan al asombro,
y del asombro a la alegría; la mente se les ilumina
para entender lo que antes no entendían
respecto a Jesús en la Escritura.
3. Ser testigos
“Vosotros sois testigos de esto”: de que
el Mesías vive resucitado, de que en su nombre
se anuncia la conversión y el perdón, de que el
perdón alcanza a todos. Pueden ser testigos ante
otros. Así lo proclama Pedro: “Nosotros somos
testigos, de que Dios ha glorificado a su siervo
Jesús”. Son personas resucitadas.
J. Francisco Herrero

ORACIÓN DE LOS FIELES
Dios Padre, acoge nuestras suplicas y nuestras peticiones.
1. Por la Iglesia, para que se libere de los miedos que la ofuscan y trasmita al mundo el testimonio
de la paz que nos proporciona la resurrección de Jesucristo. Oremos.
2. Por nuestras comunidades, para que anuncien la liberación a los oprimidos y transmitan esperanza
a los desesperados. Oremos.
3. Por todos nosotros, para que nuestra relación con Dios no se apoye en el miedo y el temor sino
en el amor filial y en la confianza. Oremos.
4. Por todos los pueblos de la tierra para que no preparen la guerra sino la paz, no usen la fuerza
sino el diálogo, no confíen en la violencia sino en la solidaridad. Oremos.
Atiende, Padre, las suplicas de tu pueblo y haznos participes de la resurrección de tu hijo e instrumentos
de tu misericordia y de tu bondad. Amén.
225

OTROS TEXTOS
“MIRAD MIS MANOS Y MIS PIES”
Entrada: “Cristo, resucitó”, CLN A 13; “Cerca está el Señor”, de C. Erdozáin.
Rito de aspersión: Como en domingo anterior. “Un solo Señor”.
Salmo: “Haz brillar sobre nosotros la luz de tu rostro, Señor”. CLN 714.
Aleluya
Ofertorio: “Este pan y vino, Señor”, de C. Erdozáin en Cerca está el Señor (San Pablo).
Comunión: “Quédate con nosotros”, CLN O 28; “Te conocimos, Señor”, de J. Madurga en
Unidos en la fiesta. CLN O 25.
Despedida: “Haz de mí, Señor, un instrumento de tu Paz”, de A. Alcalde en Habla, Señor
(Paulinas)
“HAY QUE RESPONDER A LOS IMPULSOS DEL ESPÍRITU”
Introducción: Tenemos un paráclito ante el Padre: Jesús, Mesías justo (1Jn 2,1-5a)
- El texto pertenece a la primera parte
de la carta: Dios es luz (1,5-2,27). En Dios-luz
habita quien ama al hermano (2,10). Ni el
mundo ni quienes niegan a Jesús Mesías (“anticristos”)
habitan en la luz. “Mundo” no es universo
físico ni humanidad; sino lo que impide la
realización humana; en términos bíblicos, todo
lo que se opone al proyecto divino sobre el hombre:
“codicia de la carne y de los ojos y arrogancia
de la vida” (“bios”: vida, posesiones,
medios de existencia) (2,16). Hay dos temas en
el texto: el Resucitado es nuestro “paráclito”
ante el Padre (2,1-2) y el “conocimiento” de
Dios incluye amar como él ama (2,3-5).
- Respecto del papel de Jesús, Mesías
justo, afirma: a) “tenemos un paráclito ante el
Padre”; b) él es el “medio por el cual los pecados
son perdonados” (hilasmós: propiciación).
226
CANCIONES
Es un mensaje de confianza ante la debilidad
humana. Lo ideal es ser fieles al Amor, pero la
verdad nos dice que el egoísmo nos lleva a
actuar contra el Amor. En la tradición cristiana
primitiva, pecado es todo lo que nos daña a
nosotros o a los demás, nos esclaviza, nos deshumaniza.
Quien mira a Jesús siente su perdón
siempre: el amor de Dios, manifestado en su
vida, es oferta de perdón a quien quiere volver a
la casa del Padre, al Amor. A eso apuntan los
papeles de Jesús como “paráclito” (llamado
junto a; nos representa, está de nuestra parte,
auxilia, defiende, se acercó a pecadores...) y
“propiciación” (esa es la revelación de Jesús:
Dios es “propicio” como él: ama a justos y pecadores).4
- El segundo tema es el conocimiento
de Dios. Rotundamente afirma: En esto conoce-

mos que le hemos conocido, si cumplimos sus
mandamientos. Frente a los gnósticos que creían
compatible el conocimiento, e incluso el amor
de Dios, con el odio y el desprecio a quien no
pensaba como ellos, la carta sostiene que el
conocimiento de Dios sólo se obtiene por la
práctica de sus mandamientos, su justicia, su
amor universal, especialmente a los más débiles
y marginados. Todos los mandatos de Dios se
condensan en un amor como el suyo: de aquí
que diga que quien guarda su Palabra el amor de
Dios ha llegado de verdad a su plenitud en él; en
esto conocemos porque estamos en él. Amar
como Dios ama es “estar en él”, en su amor.
Luego “conocer” es estar en él, vivir en Amor.
En el siguiente versículo concretará más: “quien
dice que permanece en él (Dios) debe también él
vivir como Aquel (Jesús) vivió” (2,6). Ahí, en el
Jesús histórico, está realizado el amor de Dios.
ORACIÓN: Tenemos un paráclito ante el Padre: Jesús, Mesías justo (1Jn 2,1-5a)
Jesús resucitado, paráclito y propiciación de todos.
Antes de dejar este mundo les dijiste a los discípulos:
yo rogaré al Padre y os dará otro paráclito que esté siempre con vosotros,
el Espíritu de la verdad...
Ese paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre por mi medio,
él os lo irá enseñando todo, recordándoos todo lo que yo os he expuesto...
Cuando llegue el paráclito que yo voy a mandaros recibiéndolo del Padre,
el Espíritu de la verdad que procede del Padre, él dará testimonio en mi favor...
Os conviene que yo me vaya, pues si no me voy, el paráclito no vendrá con vosotros.
En cambio, si me voy, os lo enviaré.
Cuando llegue él, le echará en cara al mundo que tiene pecado,
que llevo razón y que se ha dado sentencia.
Primero, que tiene pecado, y la prueba es que se niegan a darme su adhesión;
luego, que llevo razón, y la prueba es que me marcho con el Padre y dejaréis de verme;
por último, que se ha dado sentencia, y la prueba es que el jefe del orden este está
ya condenado. 4
Mientras vivías en este mundo, tú eras el paráclito de quienes estaban contigo:
les enseñabas la verdad de Dios mostrándoles el amor del Padre;
les reconciliabas con el Padre rezando con ellos el Padrenuestro;
les ayudabas a crecer en vida evangélica: curando enfermos, predicando el reino,
encontrándote y conversando con la gente, dando tiempo a la oración,
estando con los amigos...;
les auxiliabas de hermano a hermano, sirviéndoles, lavándoles los pies;
les abrías los ojos para entender la voluntad del Padre;
les defendías de la “amenaza religiosa” desenmascarando las instituciones religiosas
que se figuran que ofrecen culto a Dios dando muerte al hombre;
bajo su fachada deslumbrante esconden sus ambiciones y fraudes;
no representan al Dios verdadero, porque no conocen al Padre.
Tras tu muerte, los discípulos creen que sigues de paráclito y propiciación:
el otro paráclito es tu representante, tu vicario, hace lo mismo que tú;
inmerecidamente se sienten agraciados con tu paz, tu alegría, tu perdón;
notan que tú vives en el centro de sus vidas;
surge en su interior la llamada a seguir tu mismo quehacer:
a anunciar y vivir tu evangelio.
El Espíritu les va convenciendo de la verdad:
les convence de que “el mundo” está en pecado:
227

porque te rechaza a ti, Mesías de Dios;
margina tu vida a favor de todo ser humano;
fomenta la codicia insaciable de dinero, honores y poder;
pasa del sufrimiento de los más débiles;
les convence que tienes la razón, y por eso vives, estás con el Padre:
sigues siendo paráclito y propiciación:
ahora no pesa condena alguna sobre los del Mesías Jesús...,
el mismo que intercede a favor nuestro; 5
les convence, finalmente, de que se ha dado sentencia:
la resurrección ha sido el juicio del Padre sobre tu vida;
el jefe del orden este está ya condenado, no tiene futuro;
el mundo de la codicia del dinero, el poder y el honor... lleva a la muerte;
quienes creéis en el nombre del Hijo de Dios –adhesión vital-,
estad ciertos que tenéis vida definitiva, eterna. 6
Jesús resucitado, paráclito y propiciación de todos:
que tu Espíritu nos sostenga en tu amor, en vivir como Tú.
4 Jn 14,16-17; 14,26; 15,26; 16,7-11.
5 Rm 8,1.34
6 1Jn 5,13
228
Rufo González

TEXTOS PARA LA CELEBRACIÓN
PRIMERA LECTURA: Hch 4,8-12
Domingo 4º de Pascua, Ciclo B
El texto de hoy es continuación del que
leíamos el domingo anterior. Tras la curación
del paralítico y el consiguiente discurso de
Pedro, el sanedrín reacciona mandando llamar a
los apóstoles para pedirles cuentas del hecho.
Observamos en esta secuencia un paralelismo
con la vida y el proceso de Jesús. Sus curaciones
y sus enseñanzas fueron objeto de preocupación
para las autoridades, que optaron por juzgarlo y
eliminarlo. De este modo el autor del libro
refuerza aún más el vínculo entre el Jesús que
predicó el Reino de Dios, el que resucitó de
entre los muertos y el grupo de sus discípulos,
que, bajo la guía del Espíritu Santo, continúa
llevando adelante la misión encomendada a
Jesús por el Padre.
En esta lectura encontramos un punto
fundamental de la fe cristiana, constitutivo del
núcleo del anuncio apostólico: Jesús es el único
que puede salvar, el único que puede reconciliar
a la humanidad con Dios, el único a quien Dios
ha elegido como mediador con los hombres.
Esta confesión es rotunda y absoluta. De ahí que
las autoridades judías reaccionen violentamente,
29 de abril de 2012
Hch 4,8-12 Ningún otro puede salvar.
Sal 117 La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.
1Jn 3, 1-2 Veremos a Dios tal cual es.
Jn 10,11-18 El buen pastor da la vida por las ovejas.
Cristo es el pastor de la Iglesia; conoce a sus ovejas y da su vida por ellas (Ev).
Pedro afirma que fuera de Cristo muerto y resucitado no hay salvación; sólo él
puede curar y salvar. Él es la piedra desechada por los arquitectos (1ª lec). Dios
Padre nos ha amado por Cristo hasta tal punto que nos ha hecho sus hijos y herederos
de su reino (2ª lect).
EXÉGESIS
pues dejaba en un segundo plano las mediaciones
judías que eran el cimiento de su religión.
Pero esta reacción del sanedrín no forma ya
parte de nuestro texto. Este hecho será, en el
libro de los Hechos, el comienzo de las hostilidades
del judaísmo para con los seguidores de
Jesús. El cerco se irá estrechando cada vez más
en torno a ellos y supondrá, unos capítulos más
adelante (8), la dispersión de la comunidad por
toda la geografía, y el anuncio a los gentiles (cc.
10ss).
* Este es el primer discurso de Pedro
ante el sanedrín y en él se observa un salto cualitativo
del milagro de la curación a otro mayor:
el de la salvación. En nombre de Jesús los apóstoles
han curado al enfermo, sí; pero lo más
grande, lo verdaderamente importante es que en
nombre de ese Jesús no solo se sana los cuerpos
sino que también se perdonan los pecados y se
obra la salvación completa.
* De modo similar a como vimos en el
discurso del apóstol a quienes siguieron de cerca
la curación del paralítico, ahora se anuncia el
kerigma cristiano a las autoridades judías; acusándolas
de nuevo de ser las responsables de la
229

muerte de Jesús: “a quien vosotros crucificasteis”.
Estas palabras no tendrían más valor
que el descriptivo si no fuera por las que siguen
y que encierran una acusación: “y a quien Dios
resucitó de entre los muertos”. Es decir, los
jerarcas judíos hicieron, en nombre de Dios,
algo verdadera y gravemente contrario a sus
designios. Acusaron a Jesús de blasfemo, y en
defensa de la ley divina lo condenaron a muerte.
Pero la resurrección de Jesús pone de manifiesto
no solo el error en que estaban, sino también
la culpa de su acto. A estas autoridades se las
compara con los arquitectos; pues, como ellos,
dirigen la buena edificación del pueblo de Dios.
No han sido capaces, en su torpeza, de reconocer
el verdadero cimiento, el auténtico arranque
de una buena construcción, su “piedra angular”.
No han sabido reconocer a aquél a quien Dios
había puesto como camino de salvación, y han
pretendido eliminarlo con su torpe y pecaminoso
proceder.
Pero no podía ser así porque los planes
de Dios no pueden ser torcidos por los hombres.
Y Dios resucitó a Jesús manifestando, y de ello
son testigos los apóstoles -toda la Iglesia-, que
aquel muerto que ahora vive es el salvador de
todos los hombres.
SEGUNDA LECTURA: 1Jn 3,1-2
La lectura de este brevísimo pasaje de
la 1Jn puede entenderse como un preludio
extenso al “levantemos el corazón” del prefacio
de la Misa; como en él, se invita al cristiano a
contemplar -otra vez- el misterio del amor de
Dios, cuya magnitud se ve expresada en el nombre
nuevo y en la condición inaudita otorgada
como don de ese amor al cristiano: se puede llamar
hijo de Dios porque lo es realmente.
* La energía con la que se afirma esta
condición se comprende desde el aserto que
sigue inmediatamente: el mundo no la reconoce.
El autor aborda directamente esta realidad, que
ensombrece aquella condición y que podría lle-
230
var incluso a ponerla en duda. Para disipar en el
cristiano toda sombra de duda, recurre a un
motivo común a otros grupos religiosos de la
época, tales como los judíos de Qumrán: la condición
de hijos, que es una expresión del gran
amor de Dios, se convierte también en elemento
diferenciador y en línea divisoria frente al resto
de los humanos, a los que se alude mediante la
expresión “el mundo”. El término, que es, como
se sabe, muy joánico, designa al conjunto de los
humanos que no han acogido a Jesucristo y lleva
por ello mismo una fuerte carga negativa; lo
cual no significa un rechazo total del mundo en
cuanto tal, pues éste sigue siendo objeto del
amor de Dios y destino obligado de la misión
cristiana. La carga negativa del concepto
“mundo” nace de no haber (re)conocido la
manifestación de Dios en Jesucristo y determina
además el rechazo permanente que el mundo
hace de los cristianos.
* Disipada la sombra, el pasaje vuelve
a contemplar la realidad de la condición de hijos
de Dios, cuya grandeza no es, sin embargo, sino
un pálido reflejo de lo que llegaremos a ser en la
parusía de Jesucristo: semejantes a él, el Hijo de
Dios, y, en consecuencia, semejantes a Dios.
Esta semejanza no implica en modo alguno la
pérdida de nuestra condición de criaturas por
una especie de asimilación de tipo panteísta en
el ser de Dios. La “deificación” del creyente en
la parusía consistirá más bien en la vivencia
plena de su condición de criatura, creada a imagen
y semejanza de Dios; y ello porque “le veremos
tal cual es”, es decir, como consecuencia de
lo que la teología llama “visión beatífica”.
Esta esperanza joánica, expresada con
tanta viveza y convicción, está sin duda muy
lejos del temor de los israelitas en el Sinaí, no
sólo por la perspectiva de ver a Dios, sino incluso
de oírle (cf. Ex 19,21-25; 20,18-21). Para el
autor de este escrito, ver a Dios constituye el
fundamento último de la vida en plenitud, que
consistirá en ser lo que somos: imagen y semejanza
de Dios. Una esperanza capaz sin duda
alguna de levantar el corazón del creyente.

EVANGELIO: Jn 10,11-18.
* El discurso sobre el Buen Pastor se
enmarca en el cuadro de la gran polémica que el
evangelio de Juan reserva a Jesús frente a los
dirigentes judíos. Un denominador común se
halla en las acusaciones contra éstos: mientras
que los dirigentes buscan sus propios intereses,
destruyendo al pueblo, Jesús se presenta como
quien entrega la vida para salvarlo. El contraste
es radical: unos se buscan a sí mismos y pierden
al pueblo; el Otro, se entrega y salva al pueblo y
a los que incluso no pertenecen a él. Nada mejor
para expresar esta vocación, que la proverbial
imagen del pastor.
Las palabras de Jesús han sufrido el
enriquecimiento y la elaboración de la densa
teología joánica, pero podemos reconocer en su
fondo la referencia que Jesús hizo a la categoría
de pastor para expresar con ella su talante de
acogida y solidaridad salvífica para con el pueblo:
los pobres y los ricos, los pecadores y los
piadosos, desheredados y agraciados, todos
ellos amados de Dios, y miembros sin desigual
de una misma familia.
* “Yo soy el Buen Pastor”. La construcción
griega es de excelencia, no hay otro
fuera de él. El término kalós significa “bello” en
sentido de ideal o modelo de perfección, al igual
que el vino mesiánico de Caná era un vino kalós
(noble); por ello hay que entender al Buen Pastor
como “el excelente”, el modelo... a seguir.
La calidad de un pastor así reside en su
cualidad de dar la vida. En contraste con Marcos
EN TORNO A LA HOMILÍA
1. Poder y autoridad
En los grupos y sociedades que se
constituyen y organizan libremente, se marcan
objetivos, se dan normas y medios para alcanzarlos
y perdurar en el tiempo. Al frente se coloca
un jefe, director o presidente, y se le otorgan
(10,45), la profunda y madura teología de Juan
usa un verbo que supera el mero acto de “dar”:
“se desprende de la vida en favor (uper) de las
ovejas”. Despojarse de la vida es una expresión
inusual en el griego popular, por lo que parece
Juan usaría giros lingüísticos de origen arameo.
Y cuando nos acercamos al mundo semita que
esconde el Nuevo Testamento, nos hallamos en
las fuentes mismas de la originalidad cristiana.
* No se puede pasar por alto el círculo
de relaciones que se describen entre el Padre,
Jesús y las ovejas. Por medio de los verbos de
sabor tan juaneo, “conocer” y “amar”, que
expresan la íntima comunión interpersonal de
Dios con Jesús, resulta que las ovejas se ven
incluidas en la intimidad existente entre el
Dueño del rebaño y el Pastor.
Las solemnes afirmaciones cristológicas
del final descubren que el título de Pastor
que recibía Dios en el Antiguo Testamento (Sal
23:1) se ve trasladado a la persona de Jesús. En
la nueva economía, Jesús será el protector y guía
salvífico de un pueblo que ve ensanchadas sus
fronteras y aumentado el número de sus miembros.
El Dios-pastor de Israel se presenta ahora
en Jesús con unas pretensiones mayores en
cuanto al objeto de su pastoreo, pues todos los
hombres toman parte de su rebaño, y con un
talante pastoril tanto más superior cuanto está
dispuesto a desprenderse de la vida en favor de
todos los hombres. Tanto amor al rebaño no
puede llevar sino a la identificación con él; no
en vano llegará a ofrecerse como Cordero en
sacrificio... ¡es la suerte de un pastor tan noble y
excelente: convertir el cayado en patíbulo!
unos poderes. No es raro escuchar a los elegidos
o designados, afirmar, en los discursos de toma
de posesión, que asumen el poder para “servir”,
para servir a todos, o incluso para estar al servicio
de los más desfavorecidos; no está mal como
declaración de intenciones.
No siempre las personas elegidas tienen
el carisma o la autoridad necesaria para
liderar a la comunidad. La tentación es abusar
231

del poder, o convertirse en funcionario, o aprovecharse
del cargo para medrar y enriquecerse.
La comunidad humana o eclesial siempre estará
necesitada de personas que le sirvan y ayuden,
que la alienten y animen; lo que no es tan claro
es que necesiten jefes que las dominen.
- En el tiempo pascual contemplamos
los primeros pasos de la iglesia naciente. Los
discípulos han experimentado en comunidad
que Jesús vive, y han recibido la misión: “sois
mis testigos”. Pero él no estará presente físicamente.
Como todo grupo humano tendrán que
organizarse, distribuir funciones, establecer criterios
y normas de acción, sabiendo que son los
otros, no ellos, el polo de referencia de la
misión.
Jesús quiere definir la función y el
modo de ejercer la autoridad en la iglesia. En
una ocasión, justo en el momento en que acababa
de anunciar su muerte, “se suscitó una discusión
-entre los discípulos- sobre quién de ellos
sería el mayor” (Lc 9,46). A la petición de dos
de ellos -con indignación de los demás- de ocupar
en el reino los puestos de máximo poder,
“sentarse a su derecha y a su izquierda”, Jesús
hace un diagnóstico certero y deja bien clara la
misión: “Sabéis que los jefes de las naciones las
dominan como señores absolutos, y los grandes
las oprimen con su poder. No ha de ser así entre
vosotros, sino que el quiera ser grande entre
vosotros será vuestro servidor… de la misma
manera que el Hijo del hombre no ha venido a
ser servido sino a servir y dar su vida como rescate
por muchos” (Mt 20,25-28).
2. Pastor
La mayoría de los pueblos del Próximo
Oriente se dedica a la crianza y al pastoreo del
ganado y conocen bien la profesión del pastor;
requiere valor, dedicación, vigilancia y celo en
el cuidado del rebaño. Teniendo en cuenta estas
cualidades, la imagen del pastor ha servido para
ilustrar la función de deidades y personajes
importantes que están al frente de una colectividad.
La literatura griega y egipcia otorgaban el
atributo de “buen pastor” a los reyes y a las deidades.
Amón, dios de la ciudad de Tebas, es el
232
“buen pastor”; en el A.T. Dios es quien reúne y
custodia “como un pastor el rebaño desvalido”.
El profeta Isaías dirá que “en su pradera serán
apacentados los primogénitos de los pobres, y
los menesterosos se acostarán seguramente” (Is
14-30). En los salmos y los textos proféticos se
ha preparado adecuadamente el camino para la
definición que ofrece Jesús de sí mismo cuando
dice que es “el buen pastor que da la vida por
sus ovejas”.
En un contexto de confrontación y
polémica con los fariseos y quienes se consideraban
“pastores de Israel” Jesús recurre a la imagen
del pastor, tan familiar en la tradición y cercana
en la experiencia cotidiana del pueblo. En
el capítulo anterior, el evangelio de Juan nos
narra la escena de la curación del ciego de nacimiento
y su enfrentamiento y discusión con los
fariseos, que, ante la impertinencia del ciego, “le
expulsaron”, le echaron fuera. Jesús, en cambio,
aparece ahora en la alegoría como el buen pastor
que “tiene otras ovejas que no están en el
redil”; “también a éstas tengo que atraerlas para
que escuchen mi voz”.
“Ellos no comprendieron lo que les hablaba”
(Jn 10,6). Por eso, les dijo de nuevo: “Yo
soy el buen pastor”. Como trasfondo la profecía
de Ez 34 en que se critica a los pastores de Israel
y se les comunica que Dios mismo sería el
pastor de su pueblo: “Hijo de hombre, profetiza
contra los pastores de Israel, profetiza... ¡Ay de
los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos!”
(v.2); “No habéis fortalecido a las ovejas
débiles, no habéis cuidado a las enfermas, ni
curado a la que estaba herida. No habéis tornado
a la descarriada, ni buscado a la perdida sino
que las habéis dominado con violencia y dureza”
(v.4); “Pastores, escuchad…” (vv 7.9). “Yo
mismo cuidaré de mi rebaño y velaré por él
(v.11). “Yo suscitaré un solo pastor que las apacentará,
mi siervo David” (v.23). Yo soy el pastor
bueno. En Jesús se cumple esa promesa.
El recuerdo de la imagen es una seria
advertencia no sólo a los que entonces se consideraban
pastores sino a quienes en adelante van
a estar al servicio de las comunidades, llamados

“pastores”.
Jesús asume el término pero lo aclara y
corrige con tres características:
- “Yo soy”, asumiendo la cualidad de
protector y guía salvífico que era Yahvé (“El
Señor es mi pastor”) y encarnando la figura del
mesías-pastor de Ezequiel “Yo mismo apacentaré
a mis ovejas” que finalmente se entrega por
ellas.
- “Yo soy el buen pastor”, porque “doy
mi vida por las ovejas”. “Nadie me la quita; yo
la doy voluntariamente”; tengo libertad para
entregarla y poder para recuperarla de nuevo.
Dar la vida gratuitamente y dar vida, porque
para esto he venido, éste es el mandato que he
recibido de mi Padre”; entregarse, desvivirse y
poner en juego la vida.
- “Yo soy el buen pastor”, porque
“conozco a las mías, y las mías me conocen”. Se
trata del conocer “por comunión”: “igual que el
Padre me conoce y yo conozco al Padre”.
3. Ocúpate de mis hermanos
En realidad todos estamos llamados a
ser “pastores” que se ocupan de los hermanos.
Pero no valen etiquetas si no llevan el sello de
garantía del único buen pastor. Para que no
quede duda Jesús lo contrapone al pastor asalariado
que trabaja por la retribución que percibe.
En la alegoría el término de la comparación no
es pastor/ovejas sino pastor bueno/pastor asalariado.
La función de pastor, hacerse responsable
de los otros, ha sido sugestiva y ha tenido
éxito en el campo de acción de la Iglesia. Ser
pastores, hacer “pastoral” y programar acciones
pastorales en todos los sectores posibles.
- La comparación entre el pastor bueno
y el asalariado toca el mundo de nuestras intenciones,
de los intereses más hondos que nos
mueven en la vida. Jesús señala que el pastor
que es asalariado trabaja únicamente por la paga
y no le preocupan las ovejas. No se siente vinculado
a ellas. Sólo le interesan en la medida en
que le benefician.
Nosotros, ¿nos movemos también por
la “paga”?, ¿queremos ser asalariados o queremos
ser hijos? Creo que sí esperamos cobrar
algo; cada uno sabe por qué se anda vendiendo.
Nos hace bien poner nombre a esto y sentir cierto
descontento; eso quiere decir que el Señor tira
de nuestra vida hacia el otro lado, que no nos
quiere trabajando a jornal, sino que nos quiere
con la iniciativa y la disposición de los hijos,
preocupados por lo del Padre, interesados por lo
que le interesa; afectados por la vida de aquellos
hermanos que no pueden tenerla.
Él sabe quiénes somos. Necesitamos
buenos pastores; podemos serlo siguiendo los
pasos del único buen pastor.
La alegoría del Buen Pastor, es una verdadera
síntesis del misterio de la salvación. En ella
descubrimos el verdadero amor que el Padre nos
tiene, cuando contemplamos a Jesús, el buen
pastor, que nos conoce, nos valora y entrega su
vida por nosotros.
- ¿Me ocupo y preocupo de los otros? ¿Qué función
desempeño en la iglesia, en la sociedad?
¿Se trata realmente de un servicio?
- ¿Qué significa hoy para mí escuchar a Jesús
diciendo: Yo soy el buen pastor?
- ¿Cuál debiera ser la misión de los “pastores”?
J. Francisco Herrero
233

ORACIÓN DE LOS FIELES
Con la conciencia de ser hijos, libres y responsables, presentamos a Dios nuestros deseos y esperanzas.
1. Por el Papa, los obispos y los llamados pastores en la Iglesia, para que, tras las huellas del único
pastor, Cristo, acompañen al pueblo de Dios, con actitud de servicio desinteresado. Roguemos al
Señor.
2. Por los gobernantes y cuantos tienen autoridad sobre personas y pueblos, para que vivan entregados
a la búsqueda de la paz, la justicia y el desarrollo por encima de poderes e intereses personales
o de grupo. Roguemos al Señor.
3. Para que los jóvenes no sean sordos a la llamada de Jesús, buen pastor, y aumenten en la iglesia
vocaciones de especial consagración. Roguemos al Señor.
4. Para que crezca en todos los miembros de la Iglesia la conciencia de corresponsabilidad pastoral.
Roguemos al Señor.
5. Para que quienes celebramos la eucaristía estemos atentos a los separados de la comunidad y
a los más débiles de ella. Roguemos al Señor.
Recoge, Señor, estas peticiones, mantennos unidos en la comunidad de tu Hijo y danos su mismo
espíritu. Por el mismo J.C.N.S. AMÉN.
234

CANCIONES
PASTOR Y CORDERO
Por tres veces escuchamos que Jesús es el buen pastor porque da la vida por sus
ovejas. Jesús se ha definido como “el buen pastor” y Juan Bautista le ha presentado
como “cordero”. Ambas imágenes parecen estar en tensión: cordero es imagen
de víctima, de solidario; pastor, de guía entregado al bien de su grey. Ambas imágenes,
pastor y cordero, hablan, de entrega; el pastor se hace cordero; el cordero es
pastor. Frente al pastor se sitúan los mercenarios y asalariados. Pero el pastor
bueno camina con y va delante de las ovejas: conoce a cada una; reúne a todas,
dóciles o rebeldes; entrega la vida, día a día, por ellas.
Entrada: “Alegre la mañana”, de J.A Espinosa, en Las canciones de la asamblea. “Cristo,
resucitó, ¡Aleluya!”, CLN A 13.
Aspersión: “A las fuentes de agua viva” en 16 cantos para la misa, de C. Erdozáin.
Salmo: “El Señor es mi pastor”, de C. Erdozáin, en Cantos para una comunidad...
“Canta aleluya al Señor”. En Ven, Espíritu Santo, de Luis Alfredo.
Comunión: “Yo creo” de E. Vicente Mateu, en Yo creo; “Donde hay caridad” CLN O 26.
Despedida: “Id por el mundo y proclamad la Buena Nueva: Dios es amor... y salvación de
los hombres”; texto y música de C. Erdozáin.
OTROS TEXTOS
“HAY QUE RESPONDER A LOS IMPULSOS DEL ESPÍRITU”
- El texto de hoy pertenece a la segunda
parte de la carta: Dios es Padre y nosotros sus
hijos (2,29-4,6). Esta relación paterno-filial
mueve: a obrar su justicia (2,29-3,10), a tenerse
amor mutuo (3,11-24), a creer en Jesús (4,1-6).
Quien obra la justicia ha nacido de Dios, reconoce
en 2,29. La justicia divina es amar como
Dios. Quien así actúa, dice, ha nacido de Dios,
es hijo. Se usa “hyiós” (hijo, para Jesús) y “téknon”
o “paidion” (hijo, para el cristiano) para
distinguir la relación de Jesús de la nuestra res-
Introducción: Somos hijos de Dios (1Jn 3,1-2)
pecto de Dios. La nuestra es adopción, no jurídica
o externa, sino vital: recibisteis un Espíritu
que os hace hijos y que nos permite gritar:
¡Abba! ¡Padre! Ese Espíritu le asegura a nuestro
espíritu que somos hijos de Dios (Rm 8,15-16).
Tenemos por gracia (don) el Espíritu que la persona
de Jesús tiene por naturaleza. Al creer a
Jesús sentimos conciencia del Espíritu: accedemos
a esta situación de gracia en que estamos
(Rom 5,2).
Mirad qué amor nos ha tenido [lit.: nos
235

ha dado] el Padre, para llamarnos [lit.: hayamos
sido llamados] hijos de Dios, y [lo] somos. Es
importante mirar, ver cómo es nuestro amor.
Dios ofrece a todos su amor, pero no todos aceptan
ese amor. El Espíritu de Dios libera a todos
de su egoísmo para que sirvan a la vida humana.
Hijos de Dios son todos y sólo aquellos que se
dejan llevar por el Espíritu de Dios (Rom 8,14),
dirá Pablo. Es decir, Dios nos ama y nos ofrece
su Espíritu para que amemos como él ama.
Aquellos que aceptan su Espíritu y se dejan llevar
por él, amando como él ama, nacen como
hijos y son realmente hijos en el Espíritu. Cuando
no nos dejamos llevar por el Espíritu divino,
Dios nos ama igual y nos considera hijos, pero
en la práctica no somos hijos nacidos de su
Espíritu; nuestro dinamismo personal no es
fruto del Espíritu; salimos de la casa del Amor,
y nos hacemos hijos del egoísmo. ¿Cómo ser
llamados hijos de Dios cuando nuestro actuar no
ORACIÓN: Somos hijos de Dios (1Jn 3,1-2)
nace de su Espíritu? Miremos, pues, cómo es
nuestro amor; él nos delata.
- El mundo no nos conoce porque no le
conoció a él. El mundo es el reino del egoísmo.
Toda persona, toda institución, aunque sea religiosa,
7 puede estar cruzada por el egoísmo hasta
anteponer el dinero, el poder, el honor, a la vida
humana, y peor aún: figurarse que ofrece culto a
Dios dando muerte al hombre, hijo de Dios (Jn
16,2). Si uno posee bienes, y su hermano pasa
necesidad, y le cierra las entrañas, ¿cómo va a
estar en él el amor de Dios? (1Jn 3,17).
- Aún no se ha manifestado qué seremos...
Alusión a la consumación de la esperanza
cristiana. Si ser cristiano es asemejarse a Dios,
amar como él ama...; entonces nuestro futuro
será participar de su misma condición, de su
gloria, estar con Cristo resucitado, ver a Dios
como es.
Jesús, Hijo de Dios, lleno de Espíritu Santo.
Oímos hoy la invitación del evangelista Juan a contemplar el amor que nos habita:
mirad qué clase de amor nos ha dado el Padre,
para que hayamos sido llamados hijos de Dios, y [lo] somos.
Ese “amor” viene del Espíritu que nos hace hijos y que nos permite gritar: ¡Abba! ¡Padre!;
ese Espíritu le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios;
gracias a la fe en ti, accedemos a esta situación de gracia en que estamos.
Nuestra fe nos dice que el Padre nos ama desde siempre:
antes de la creación nos eligió para que fuéramos santos e inmaculados por el amor;
destinándonos a ser adoptados por hijos suyos por medio de ti, Jesús Mesías...; 8
El amor tan singular del Padre lo hemos conocido en tu vida, Jesús de todos:
en esto hemos conocido el amor: en que tú diste la vida por nosotros;
y en esto conocerán los demás nuestro amor: si crea vida, renueva, cura...
Hoy, Jesús del amor sin medida, somos invitados a mirar nuestro amor:
el mundo no nos conoce, porque tampoco le conoció a él, a ti, Jesús;
el mundo, enraizado en la codicia, desconoce la gratuidad del amor divino;
el mundo reconoce a los poderosos sin mirar a los súbditos que aplauden o callan;
el mundo reconoce el dinero ocultando la injusticia por donde vino;
el mundo reconoce el brillo de la cultura y el arte disimulando la opresión
Mirad qué clase de amor nos ha dado el Padre:
un amor universal, que busca el bien de todos;
un amor que hace salir el sol y bajar la lluvia sobre justos e injustos;
un amor que no divide ni separa, no margina ni excluye a nadie;
un amor opuesto a la avaricia que siembra tiranía y muerte;
un amor que abre la puerta a cualquiera que llame...
Este amor gratuito y universal en personas, tiempo y lugar, es tu amor:
236

un amor que, efectivamente, no merecemos;
ha sido y sigue siendo el regalo del Padre dador de vida;
ha sido la acción del Espíritu divino desde siempre;
ese amor te ha enviado a Ti, testigo y portador del mismo Espíritu;
ese amor lo has ido sembrando con palabras y obras;
ese amor lo has ido entregando hasta darnos su misma fuente:
recibid el Espíritu Santo.
Este es el regalo pascual por excelencia:
con él los discípulos se sintieron perdonados sin merecerlo:
ni un reproche, ni una explicación de su abandono...;
con él les vino tu paz, tu perdón, tu alegría, tu esperanza;
con él supieron que serían semejantes a Dios porque le verían como es.
En esta misma fe hemos sido injertados nosotros, discípulos tuyos ahora:
la fe en ti, Jesús resucitado, nos ha introducido en la misma gracia:
habita en nosotros tu mismo Espíritu;
sentimos tu misma pasión por la fraternidad y la vida de todos;
el amor gratuito y universal es nuestro camino, nuestra verdad, nuestra vida.
Este amor es la única estrategia, “sin trampas ni cartón”, nuestra:
vivir con las entrañas empapadas por este amor divino;
organizar nuestra vida desde estas entrañas conmovidas;
elegir las prioridades que estas entrañas ven más necesarias y urgentes;
denunciar la ausencia de estas entrañas,
especialmente en quienes presumen o abusan de ellas;
desechar la venganza, la imposición, la marginación, exclusión...;
remover de nuestra vida todo lo que pueda alejar a los necesitados;
identificarnos contigo, Jesús pobre, humilde, marginado hasta el final...
releyendo tu memoria,
celebrando en nuestras reuniones tu vida entregada,
poniendo nuestras entrañas en las manos del Padre que nos las dio.
Rufo González
7 Supra nota 2:“No critico a la Iglesia por estar alejada del mundo, sino porque es como el mundo…”, J. L. Martín Descalzo:
Lobos, perros y corderos. Ediciones Destino Barcelona 1978, p. 170.
8 Ef 1,4-5
237

TEXTOS PARA LA CELEBRACIÓN
PRIMERA LECTURA: Hch 9,26-31
El texto de hoy nos relata el primer
viaje que hizo Pablo (o Saulo, que con los dos
nombres se le menciona en este pasaje), ya
como cristiano, a Jerusalén. Habiendo madurado
en su conversión en Damasco, Pablo comienza
allí mismo a predicar el mensaje de Jesús en
las sinagogas. Cuantos le escuchan se sienten
desconcertados, dado que tenían noticias de él y
de su encargo de perseguir a los cristianos. Su
celo en la predicación y sus argumentos provocaron
el rechazo de los judíos, que deciden acabar
con él.
No fue así porque la comunidad cristiana
tuvo conocimiento de ello y ayudaron al
apóstol a escapar de la ciudad, salvando la
muralla, descolgándolo durante la noche en una
estera. A quienes le ayudaron se les denomina
“sus discípulos”, por lo que es probable que
Pablo consiguiera ya en Damasco algunas conversiones;
quizá esto fuera lo que provocase las
iras de los judíos que buscaban su vida. Así
llegó a Jerusalén, donde, lógicamente, intentó
en primer lugar ponerse en contacto con los discípulos
de Jesús que allí había. Estos son los
antecedentes de nuestro texto, que se inicia
238
Domingo 5º de Pascua, Ciclo B
6 de mayo de 2012
Hch 9,26-31 Saulo les contó cómo había visto al Señor por el camino.
Sal 21 El Señor es mi alabanza en la gran asamblea
1Jn 3,18- 24 Este es su mandamiento: que creamos y… que amemos.
Jn 15,1-8 El que permanece en mi y Yo en él, ése da fruto abundante.
Permanecer unidos a Cristo para dar fruto. La condición necesaria para que el sarmiento
dé fruto es que permanezca unido a la cepa. Quien permanece unido a Cristo,
la vid, dará frutos (Ev). Pablo se unió a Cristo y dio testimonio de su fe mientras la
Iglesia gozaba de paz (1ª lect). Quien observa los mandamientos con fe y amor, está
unido a Cristo (2ª lect).
EXÉGESIS
señalándonos las reticencias de los discípulos
para acogerlo entre ellos como uno más. Quizá
acudía a su presencia como lobo vestido con
piel de cordero, para poder hacer mayores estragos
entre los hermanos.
* Aquí aparece Bernabé (apóstol, ciertamente
no del grupo de los Doce) que hace de
intermediario entre el recién llegado y, lo que
podríamos llamar, el colegio apostólico. Su
nombre significa, según Hch 4,36, “hijo de la
consolación” (en griego barnabas y en arameo
barnabú). Este nombre fue el que los apóstoles
pusieron a José, levita de origen chipriota,
miembro de la comunidad de Jerusalén que destacaba
por su generosidad. Fue más tarde enviado
por los apóstoles a Antioquía, donde ayudó a
los diáconos en la labor evangelizadora a los
paganos. En este viaje llevó a Pablo, compartiendo
la misión durante un año. Más tarde sería
él el acompañante de Pablo en su primer viaje
misionero.
Aunque en un principio parecían
entenderse bien en la actividad evangelizadora,
lo cierto es que después discutieron; tenían
visiones distintas sobre la relación entre los cristianos
de origen judío y los de origen pagano

(cf. Gál 2,13). Bernabé se alineó en este debate
con Pedro. Como consecuencia de estas desavenencias
Bernabé cambió de rumbo y se fue con
Juan Marcos hacia Chipre. Allí le perdemos la
pista.
* Saulo, el nuevo hermano, se incorpora
definitivamente a la comunidad de Jerusalén,
participando también en sus actividades misioneras.
Sus discusiones con los judíos le acarrearán
de nuevo peligrosas persecuciones; por lo
que sus compañeros lo sacan de allí, encaminándolo
hacia Cesarea en dirección a Tarso.
La lectura termina mostrándonos un
marco de paz para la comunidad cristiana, en la
zona propia del territorio israelita: Judea, Galilea
y Samaría. Fruto de esta paz era la consolidación
de la comunidad, que, fiel al Señor y fortalecida
por el Espíritu Santo, iba creciendo en
número.
SEGUNDA LECTURA: 1Jn 5,1-6
* Dos temas se funden en este texto: el
primero, que hemos encontrado ya en algunos
de los que se han proclamado en los domingos
pasados, se introduce ya al principio con la oposición
entre palabras/hechos, que parece haber
formado parte de la catequesis cristiana (cf. Mt
7,21; Sant 1,22; 2,15ss): el amor cristiano no
puede quedarse en palabras, sino que debe traducirse
en obras.
Al final del pasaje se insiste en la
misma temática, que se traduce en la necesaria
incidencia de la fe en la vida del cristiano, particularmente
a través del amor. Para acentuar la
importancia de su exhortación, el autor presenta
la fe y el amor como dos dimensiones de un solo
mandamiento divino. La afirmación puede considerarse
casi como una traducción del “escucha,
Israel” del Deuteronomio, descubriéndose
el sello cristiano tanto en los contenidos de la fe,
que toca al “nombre de su Hijo”, como en el origen
del mandamiento del amor: se trata de
amarse “unos a otros como él (Jesucristo) nos
mandó”.
* La observancia de este mandamiento
en sus dos dimensiones es la garantía -la sola
garantía- de la unión estrecha y extraordinaria
con Dios prometida al creyente, expresada
mediante el verbo tan joánico del “permanecer”
y cuya realidad se acentúa indicando el carácter
recíproco de la permanencia: el creyente permanece
en Dios y Dios en el creyente. Es decir, por
la fe en Cristo y el amor conforme a su mandato
el creyente entra en la dinámica de las relaciones
existentes entre el Padre y el Hijo, que
también “permanecen” el uno en el otro (cf. Jn
14,20). Aunque, más que el creyente “entra” en
aquella dinámica, habría que decir que “es introducido
en ella”, pues el que la pone en marcha
es el don divino del Espíritu.
Entre la enunciación del tema al que
nos venimos refiriendo al principio del texto y
su desarrollo al final del mismo, se introduce la
conocida reflexión joánica sobre la conciencia.
La relación con aquél la evidencian los términos
con que inicia su tratamiento: el amor no sólo
proclamado sino vivido, es decir, el cumplimiento
de la voluntad de Dios expresada en el
doble -y único- mandamiento de la fe en el nombre
de Cristo y del amor a su manera y a su
medida, se convierte en signo inequívoco de
pertenencia a la verdad, es decir, al mundo de
Dios. Un signo casi divino y que por ello mismo
puede y debe imponerse a cualquier duda de
conciencia.
Es más, en la práctica del amor el cristiano
obtiene como don de la gracia una confianza
tal en Dios que le impulsa a presentarle
todas sus necesidades con la certeza de ser escuchado.
EVANGELIO: Jn 15,1-8.
* Tras unos discursos en la Cena y ante
la inminencia de la muerte, ha quedado delimitado
el talante del grupo de Jesús en su interior...
¡la íntima hechura de la comunidad! Ahora
queda por delimitar la misión de este grupo en la
humanidad con todas las oposiciones que va a
encontrar. Los efectos de esta misión no depen-
239

den de las seguridades y previsiones humanas,
sino de la participación en la vida de Jesús. La
imagen usada para expresar las garantías de esta
expansión al mundo es la de la vid.
El simbolismo de la viña es de solera
en la Biblia: en los días de Noé fue el primer
producto de la tierra bendecida por Dios (Gen
8,21), era el adorno de la tierra rica que esperaba
el pueblo nómada del desierto (Num 13,23) y
símbolo del bienestar y de las bendiciones de
Dios (Am 9,14) e imagen del pueblo infiel en
Isaías (5,1-7). Pero los significados de los elementos
que componen la viña se concretan y
reelaboran en el cuarto evangelio.
* Al igual que en el célebre poema de
Isaías, en el que la viña era como “su niña”, el
labrador era y es Dios. En el profeta, Israel era
aquél conjunto de vides a las que tanto amó
Yahvé; ahora en Juan, la historia se transforma
en viña mucho más preciosa en cuanto que hay
una sola vid, la verdadera, la genuina (imagen
ya usada por algún profeta, Jr 2,21). Los ojos de
Dios ya no miran a una viña donde crecen múltiples
vides; ahora, la comunidad, el grupo, son
los sarmientos. Asentada así la alegoría,
comienza el desarrollo concéntrico tan propio
de Juan.
* Hay dos términos en el texto, claves
para comprender la densidad de la imagen. -El
primero es permanecer, repetido siete veces en
240
EN TORNO A LA HOMILÍA
El domingo pasado el evangelio nos
abría al horizonte exterior, y Jesús proponía a
sus discípulos ocuparse de los otros, al modo
como él, el buen pastor, se ocupa, se acerca y
entrega la vida por sus ovejas. Hoy nos hace
volver los ojos hacia la vida interior lo que sostiene,
nutre y alimenta la vida toda del cristiano.
1. Lo esencial
Jesús está en la última cena con los discípulos
antes de la pasión. El momento es vital
e íntimo. Jesús pronuncia lo que se ha llamado
esta perícopa. El verbo meno (mantenerse firme,
de forma perdurable) sirve en Juan para representar
la inquebrantable unión entre Jesús y el
Padre e identificar así la palabra y obra de Dios
con la palabra y obra de Jesús. Al aplicarlo a las
relaciones entre Jesús y los hombres, brota una
vinculación mística entre Dios, Jesús y los hombres,
sin que haya que identificar a Dios con el
hombre...: comunión, diríamos en la lengua del
espíritu a lo que en el habla de la labranza llamaríamos
injerto.
-Éste es el secreto y la fuerza de los
discípulos, capacitados para dar fruto, la segunda
expresión clave. Pero... ¿qué frutos? En Juan
12,24, Jesús había dicho que su fruto era la salvación
por la muerte (luego la vid se convierte
en árbol de vida). Si por fe nos vinculamos (o
nos injertamos) a él, los frutos son el efecto de
la fe en la vida personal o comunitaria.
Si nos acordamos de esta alegoría
cuando nos volquemos en nuestras programaciones
y planificaciones eclesiales nos daremos
cuenta que, aunque sembrados por nosotros,
nuestros empeños desarrollan su propia vida a
partir de la fuerza de Dios. La eficacia, el progreso
y el éxito se llaman en el evangelio espera,
admiración, servicio...
Este evangelio vacía de protagonismo
nuestra técnica, pero engrandece la gloria de
Dios.
“discurso de despedida”; más que discurso se
trata de una confidencia que se hace a los amigos
antes de partir hacia un destino. Como si
quisiese recalcar lo esencial de su mensaje, les
habla del amor, aunque esta vez de modo más
insistente e íntimo. Antes y después de la parábola
(de la vid y los sarmientos) hace la llamada
al amor, con una lógica muy sencilla: “Como mi
Padre me ha amado, yo os amo, e igual que yo
os he amado, amaos también los unos a los
otros”·. Eso es lo que da sentido a la parábola.
Fiel a su lenguaje sencillo y poético,
Jesús emplea esta vez una imagen sacada de la

vida agrícola, que todos pueden comprender; al
fin, era parte de la experiencia cotidiana en Galilea:
tenían viñas, las abonaban, cuidaban las
cepas, entresacaban y eliminaban las ramas
estériles, podaban los sarmientos viejos antes de
la primavera, hacían los manojos para calentar
la casa, esperaban hasta el tiempo de la vendimia,
recogían la uva. En la sinagoga les habían
inculcado que Israel era la viña del Señor y
escuchaban con devoción el canto de Isaías:
“Canto en nombre de mi amigo un canto de
amor a mi viña…” (Is 5,1) Era una imagen para
reforzar las señas de identidad como pueblo elegido.
Pero esta vez Jesús no les habla de
viña, sino de “vid”. “Yo soy la vid verdadera y
mi Padre es el labrador. Yo soy la vid, vosotros
los sarmientos”. Dos mensajes se desprenden de
este evangelio:
2. Vid-Vida
Jesús es la savia que nos hace vivir.
Como el sarmiento necesita estar unido a la vid
para que no se seque, nosotros necesitamos
vitalmente estar unidos a Jesucristo por la oración
y la acogida de la palabra para no quedarnos
sin savia; necesitamos alimentar la vida
interior y permanecer unidos a él; unidos en
comunión de intercambio vital. Toda la vitalidad
del discípulo nace de él; todo esfuerzo desenganchado
de él será estéril.
El término se repite con frecuencia:
“permaneced en mí… si alguno no permanece
en mí… y mis palabras permanecen en vosotros…
permaneced en mi amor, para que mi alegría
permanezca en vosotros…” Hay que estar
conectados, permanecer unidos a Cristo para
seguir viviendo, sean cuales sean las fluctuaciones,
situaciones y dificultades. Permanecer es
ser fiel.
3. Dar fruto.
“El que permanece en mí como yo en
él ése da mucho fruto, porque sin mí no podéis
hacer nada”.
¿De qué frutos se trata? Desde luego
no parece que se planteen en el campo de la productividad
y el rendimiento. Tampoco se refieren
a los frutos de índole privada o espiritual
para la propia autocomplacencia. Aquí los frutos
son para los otros. Los frutos serán cristianos y
comunitarios: más fraternidad, justicia, solidaridad…
“Por sus frutos los conoceréis”. “No
amemos de palabra…. sino según la verdad”.
“Más fruto” es la misma vida de Cristo, el hombre
nuevo, expresión del amor sin medida. Se
trata de llevar a la madurez la misma misión de
Cristo, lograr la cosecha del Reino de Dios en
que se manifieste lo que ha sido sembrado en la
muerte de Cristo. Frutos de dentro y frutos en
las obras.
- ¿Alimento mi fe? ¿Me mantengo unido a Cristo
o vivo a mi aire?
- En la práctica, ¿cómo entiendo mi relación con
Cristo? ¿Cómo fidelidad a una doctrina, a una
moral, a un líder?
- ¿Qué frutos sociales caracterizan mi fe?
Antonio L. García
241

Unidos a Jesús y dispuestos a dar frutos de vida, podemos orar con confianza.
1. Por la iglesia, sus comunidades y pastores, para que aceptando la poda de hojarasca y apariencia
estériles den los frutos esperados de la vida que reciben de él.
2. Por los que tienen dificultades para creer o han perdido la fe para que se reencuentren con Cristo,
camino, verdad y vida.
3. Para que los países del Norte acepten recortar sus niveles de consumo y pueda llegar a todos
los alimentos básicos y el fruto del trabajo.
4. Para que los profesionales de la comunicación utilicen los medios de que disponen en favorecer
el diálogo entendimientos entre los hombres.
5. Para que nuestra unión y conocimiento de Cristo, verdadera vid, dé frutos de justicia, de servicio
y de paz.
242
ORACIÓN DE LOS FIELES

CANCIONES
PERMANECED EN MÍ
La alegoría de la vid que tiene que “dar fruto” parece acorde con la mentalidad
occidental de eficiencia y productividad. Pero el asunto principal no está en
incrementar el rendimiento, aumentar la cantidad, mejorar los medios... La
clave está en el otro motivo que pone el mismo Jesús: “Permaneced en mí... sin
mí no podéis hacer nada”, expresión radical se mire por donde se mire. Permanecer
es dejarse mantener y alimentar de su Palabra y de la fuerza que emana
de su entrega.
Entrada: “Alegre la mañana”, de J.A. Espinosa, en Así cantamos (San Pablo); “Este es el
día”, CLN 522.
Rito de aspersión: “Un solo Señor”.
Salmo: “El Señor es mi alabanza en la gran asamblea”.
Ofrendas: “Señor, tú tienes palabras de vida eterna”, de C. Gabaráin en Bendito eres, Señor.
(Paulinas).
La poda, operación dolorosa. El viñador poda los sarmientos secos y los brotes
menores cuando la cepa se ha cargado ya de hojas “para que dé más fruto”. La viña
del Señor está para producir obras de calidad; para eso ha sido plantada y cultivada.
“No amemos de palabra ni de boca, sino con obras y de verdad” (1Jn).
Comunión: “Como el Padre me amó”, de Kairoi; “El viñador”, de C. Gabaráin, CLN 411.
Despedida: “Yo quiero ser instrumento de vida, quiero seguir tu camino y tu verdad”, de
Kairoi, en Vive (PAX).
OTROS TEXTOS
“HAY QUE RESPONDER A LOS IMPULSOS DEL ESPÍRITU”
Introducción: Amemos con obras y según la verdad (1Jn 3,18-24)
Seguimos leyendo la segunda parte de
la carta: Dios es Padre y nosotros sus hijos
(2,29-4,6). De esta relación surge el obrar su
justicia (2,29-3,10), el tenerse amor mutuo
(3,11-24), el creer en Jesús (4,1-6). El texto de
hoy (3,18-24) trata sobre el amor mutuo como
exigencia de la relación con el Padre. En versículos
anteriores lo ha resumido: quien no practica
la justicia, o sea, quien no ama al hermano,
no es de Dios... (v.10). En esto hemos conocido
el amor porque aquél [Cristo] dio su vida por
nosotros; también nosotros debemos dar la vida
por nuestros hermanos (v. 16).
El primer versículo hoy es lapidario:
Hijos, no amemos con palabra ni con la lengua,
sino en obra y verdad (v.18). Suena a la carta de
Santiago (2,15-16): si un hermano(a) está sin
ropa y alimento, y uno de vosotros le dice “id en
243

paz, calentaos y saciaos”, y no le dais lo necesario
para el cuerpo, ¿cuál es el provecho?. Amar
“en obra y verdad” es atender al necesitado
desde la verdad de la fe en Jesús: a mí me lo
hicisteis o dejasteis de hacerlo (Mt 25,40.45). En
esto conocemos que somos de la verdad y tranquilizaremos
nuestro corazón ante Él (v.19),
aunque nuestro corazón nos acuse, Dios es más
grande que nuestro corazón y conoce todo
(v.20). “Obras son amores...”.
Queridos, si el corazón no nos acusa,
tenemos “libertad de hablar” (parresía: “pan”=
todo, y “resis”= palabra) a Dios (v.21); y lo que
pidamos lo obtendremos de él porque cumplimos
sus mandatos y hacemos lo que le agrada
(v.22). Es la seguridad y confianza que da la fe
en el Padre. Más adelante concretizará la “parresía”:
esta es la libertad de hablar [palabra total,
confianza] que tenemos ante él: que si pedimos
algo según su voluntad nos escucha (5,14).
ORACIÓN: Amemos con obras y según la verdad (1Jn 3,18-24)
Este es el mandato suyo: que confiemos
en el nombre de su Hijo Jesucristo y nos
amemos unos a otros tal como nos lo mandó
(v.23). En singular y con determinante (hé entolé:
el mandato), quiere subrayar que es uno y el
mismo: “fe en Jesús” y “amor mutuo”. Al creer
en Jesús, Hijo y Mesías, se está creyendo en la
paternidad y fraternidad universal: Dios, Padre
de todos, nos hermana a todos en el Hijo que nos
entrega a todos el mismo Espíritu.
Por el Espíritu... conocemos que Dios
está en nosotros (v.24). Lo repetirá en 4,12-13: a
Dios nadie lo ha visto nunca; si nos amamos
mutuamente, el Dios permanece en nosotros, y
su amor se ha consumado en nosotros. En esto
conocemos que permanecemos en él, y él en
nosotros, porque nos ha dado de su Espíritu. El
amor mutuo es signo inequívoco de que el Espíritu
de Dios habita en nosotros.
Jesús resucitado, testigo del amor divino.
Como aquellas comunidades del Asia Menor, escuchamos hoy a Juan:
Hijos, no amemos de palabra ni con la lengua, sino en obra y verdad.
En esto conocemos que somos de la verdad y tranquilizaremos nuestro corazón ante Él...
Queridos, si el corazón no nos acusa, tenemos “libertad de hablar”;
y lo que pidamos lo obtendremos de él
porque cumplimos sus mandatos y hacemos lo que le agrada.
Este es el mandato suyo: que confiemos en el nombre de su Hijo Jesucristo
y nos amemos unos a otros tal como nos lo mandó.
Quien guarda los mandatos suyos permanece en Dios y Dios en él;
y en esto conocemos que permanece en nosotros: nos dio de su Espíritu.
Como aquellas comunidades queremos tener la frescura evangélica:
de fiarnos plenamente de ti, Jesús de Nazaret, Mesías de Dios;
de dirigirnos al Padre de todos con libertad plena;
de sentirnos amados y escuchados siempre por Él;
de considerarnos hermanos tuyos, habitados por el mismo Espíritu.
Este Espíritu nos hace atrevidos para soñar y pedir la verdad:
“Danos entrañas de misericordia ante toda miseria humana;
inspíranos el gesto y la palabra oportuna frente al hermano solo y desamparado;
ayúdanos a mostrarnos disponibles an te quien se siente explotado y deprimido.
Que tu Iglesia, Señor, sea un recinto de verdad y de amor,
de libertad, de justicia y de paz,
para que todos encuentren en ella un motivo para seguir esperando” 9 .
Tú, Jesús, no atendías a los necesitados con promesas divinas, sino con obras y según verdad:
Tú te conmueves de verdad, les enseñas, no les abandonas, les socorres:
partes los panes y los vas dando a los discípulos para que los sirvieran...
244

Viendo las multitudes, te conmoviste, porque andaban maltrechas y derrengadas
como ovejas sin pastor.
Entonces dijo a sus discípulos: La mies es abundante y los braceros pocos;
por eso rogad al dueño que mande braceros a su mies.
Y llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad sobre los espíritus inmundos
para expulsarlos y curar todo achaque en enfermedad.
-Señor, que se nos abran los ojos.
conmovido, les tocaste los ojos; al momento recobraron la vista y te siguieron.
-Si quieres, puedes limpiarme.
Conmovido, extendiste la mano y lo tocaste diciendo: Quiero, queda limpio.
Tus parábolas enseñan la misma compasión con obras y según verdad:
El señor, conmovido, dejó marcharse a aquel empleado, perdonándole la deuda...
Cuando estaba aún lejos, lo vio su padre y se conmovió;
salió corriendo, se le echó al cuello y lo llenó de besos...
Un samaritano que iba de viaje, llegó adonde estaba el hombre y, al verlo,
se conmovió, se acercó a él y le vendó las heridas echándoles aceite y vino;
luego lo montó en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó.
Al día siguiente sacó dos denarios de plata y, dándoselos al posadero, le dijo:
-Cuida de él, y lo que gastes de más te lo pagaré a la vuelta. 10
Jesús resucitado, testigo del amor divino:
Que tu Espíritu conmueva las entrañas endurecidas ante tanta miseria humana:
las nuestras personales ante el hermano solo y desamparado;
las de los dirigentes que pueden suprimir mucho dolor y necesidad;
las de los acaudalados que viven sólo para sí... 11
Rufo González
9 Misal Romano, Plegaria eucarística V b.
10 El mismo verbo (splagkhnizomai: removerse las entrañas, conmocionarse, compadecerse) aparece en los evangelios
sinópticos relacionado con Jesús o con quien le representa en las parábolas. Continúan la tradición profética del AT, que
atribuye a Dios la compasión por el pueblo como naciendo de las entrañas de una madre. El término hebreo rehem: útero,
entrañas, seno materno, está emparentado con la raíz rhm (compadecerse; rahamim: compasión). A Yahvé se le llama El
Compasivo (Is 49,10). Los evangelistas certifican esta imagen reflejada en Jesús. Mc 6, 34-42; Mt 9,36-10,1; 20,33-34;
Mc 1,40-42; Mt 18,23-35; Lc 15,11-32;10,30-37.
11 ¿Cuándo se cumplirá esta profecía: “la Iglesia posee oro no para tenerlo guardado, sino para distribuirlo y socorrer a los
necesitados”? (San Ambrosio de Milán: Sobre los deberes de los ministros de la Iglesia. PL 16, 148-149). “Todo es bueno...
También las riquezas, a condición de que no dominen a quienes las poseen, y remedien la pobreza. Una luz que no desterrara
las tinieblas sino que las aumentara no sería luz. De modo semejante, no es verdadera riqueza la que no destierra la
pobreza sino que la aumenta” (San Juan Crisóstomo: Sobre 1 Cor. PG 61,113).
245

TEXTOS PARA LA CELEBRACIÓN
246
Domingo 6º de Pascua, Ciclo B
13 de mayo de 2012-02-15
Pascua del Enfermo
Hch 10,25-26.34-35.44-48 El don del E.S. se ha derramado también sobre los gentiles.
Sal 97 El Señor revela a las naciones su salvación.
1Jn 4,7-10 Dios es amor.
Jn 15, 9-17 Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.
El gran mandato de Cristo es amarle amándonos unos a otros, para que la alegría
llegue a su plenitud (Ev). El Espíritu guía a Pedro a abrirse a la evangelización de
los paganos sin prejuicio alguno. El amor de Cristo no tiene fronteras (1ª lect). El
amor de Dios siempre toma la iniciativa. Sólo el amor conoce al Amor. Sólo el
amado conoce al Amado (2ª lect)
EXÉGESIS
PRIMERA LECTURA: Hch 10,25-26.34-
35.44-48
En los cc. 10 y 11 se recoge un suceso
de capital importancia, paradigmático no solo
para la Iglesia de entonces, sino también para la
de hoy. Tiene como eje central el encuentro de
Pedro con un centurión romano y se desarrolla
en varias escenas: visión de Cornelio (10,1-8),
visión de Pedro (10,9-23), Pedro acude a casa de
Cornelio (10,23-33), discurso de Pedro (10,34-
43), bautismo de los primeros gentiles (10,44-
48), informe de Pedro en Jerusalén (11,1-18). La
lectura de hoy está formada por elementos
tomados de aquí y allá, quizá para no extenderse
mucho, y ofrece un relato sintético.
* Para comprender bien el relato conviene
tener muy en cuenta las dos visiones previas,
la de Cornelio y la de Pedro. En ambos
casos es Dios quien toma la iniciativa. Primero
crea en el centurión (por medio de un ángel) la
expectativa de que algo ocurrirá cuando mande
buscar al hombre que se le indica. Después crea
en Pedro la incertidumbre de cuál será el significado
del extraño suceso que ha contemplado
en una visión. Ambos personajes no saben nada,
pero Dios (el Espíritu Santo) mueve los hilos de
la escena; es él el que actúa de regidor; nada se
debe a la casualidad; todo está bien preparado.
Es decir, cuanto sucede en los tiempos apostólicos,
y también lo que hoy ocurre, no es ajeno al
conocimiento del Espíritu ni a su impulso.
* Requerido por Cornelio, Pedro acude
a su casa. Tras ser reconocido por aquél recibe
la acogida de un dios (“se echó a sus pies y se
postró”). Ha errado en su percepción; Pedro le
corrige, él tan solo es un hombre; no merece ese
recibimiento.
* Del discurso del apóstol sólo se recogen
aquí un par de versos, de escaso valor si los
aislamos de su contexto. Pedro pide explicaciones
de por qué le han buscado. Y se admira de la
respuesta: Dios ha escuchado las oraciones de
un pagano y en respuesta le ha abierto el camino
de la salvación. De ahí el asombro: la salvación
estaba dirigida a los judíos, pero Dios hace
su oferta a todos los pueblos, “acepta al que lo
teme y practica la justicia, sea de la nación que
sea”. Cornelio no conoce nada de Jesús, y Pedro
hace el gran anuncio del kerigma cristiano.

* La lectura termina con el resultado
del anuncio. Aún no ha terminado Pedro de
hablar cuando irrumpe con fuerza el Espíritu
Santo sobre los que eran paganos. Y como en
Pentecostés, Cornelio y los hombres que lo
acompañan se llenan de sus dones. Dios hace las
cosas cuando quiere y como quiere.
Y se señala un nuevo asombro: “los
creyentes circuncisos que habían venido con
Pedro se sorprendieron de que el don del Espíritu
Santo se derramara también sobre los gentiles”.
Estamos ante una Iglesia que no para de
asombrarse por la actuación de Dios. El Espíritu
Santo rompe los moldes de comprensión de
los misioneros; va más allá de lo que esperaban.
¿Cómo es posible que también Dios acoja a
quienes no están circuncidados como ellos?
¿Puede Dios ofrecerles el don de su Espíritu si
no pertenecen a su pueblo?
Pedro actúa en este pasaje con la autoridad
de la Iglesia; como un día le dijera el
Señor, tiene en sus manos las llaves para cerrar
y para abrir. Y en ese momento reconoce que no
puede cerrar lo que el mismo Dios ha abierto,
que no puede impedir lo que Dios está decidido
a hacer.
SEGUNDA LECTURA: 1Jn 4,7-1
Da la impresión de que la comunidad
que al parecer remitía su experiencia de fe al testimonio
del “discípulo amado” no tenía demasiado
clara la exigencia de amor que ello suponía.
La impresión resulta de la insistencia de
todos los llamados escritos joánicos y, sobre
todo de la 1ª Carta de S. Juan en el tema. Nuestro
texto litúrgico es un claro exponente de tal
insistencia, que se revela incluso en el apelativo
con que el autor inicia su exhortación -”queridos”,
es decir, “amados”-, pero que se descubre
de modo particular en el argumento al que recurre
para fundarla: la relación del amor con el
mismo Dios.
* Dicha relación se concreta en la consideración
del origen divino del amor (“el amor
es de Dios”); lo cual significa para nuestro autor
no sólo que el amor tiene en Dios su fuente, sino
sobre todo que “Dios es amor”. La afirmación
toca sin duda al ser mismo de Dios, a lo que
podríamos llamar “la esencia divina”, pero no
puede entenderse como una definición abstracta
de la divinidad, resultado frío de especulaciones
teóricas sobre el misterio divino. El contexto
revela con claridad que el “Dios es amor” joánico
es más bien la expresión adecuada de la fe
judía en la actividad divina a favor de los humanos.
Lo revela ante todo la evocación explícita
de la actuación de Dios en su Hijo Jesucristo; su
misma encarnación -su envío- y, de un modo
muy especial, su muerte expiatoria, han manifestado
de tal modo la medida infinita del amor
de Dios que justifican sobradamente la identificación
Dios-amor implicada en aquella frase.
* La referencia existencial de la misma
la revela también el hecho de que el autor funda
en ella la exigencia del amor fraterno. Y lo hace
en términos positivos y negativos: porque Dios
es amor, quien no ama manifiesta no haberlo
conocido; por el contrario, el amor al otro muestra
no sólo que se ha conocido a Dios, sino que
se es hijo suyo. Esta fundamentación positiva de
la exhortación al amor, que es la primera que
aparece en el discurso, se hace exclusiva en su
segunda parte, donde además se amplía desde la
indicada referencia cristológica del amor de
Dios; en cuanto manifestación acabada de éste,
el Hijo encarnado y entregado hace posible
nuestra respuesta al amor de Dios en el amor a
los hermanos.
EVANGELIO: Jn 15,9-17
Muchas veces, el estilo en“espiral” de
las exposiciones juaneas nos vence; la reiteración
de conceptos cada vez más densos y
amplios, como una honda expansiva que se
agranda y se difumina a un tiempo, nos hace
perdernos en la hondura del “evangelio espiritual”.
Tratando de ordenar el mensaje de este
texto para una estructura del pensamiento más
247

analítica, podemos descubrir una triple articulación
de los temas, como una carrera de relevos,
donde el testigo va pasando de un atleta a otro:
El Padre, en primer lugar: El ama y manifiesta
su voluntad a Jesús. Éste, en un segundo
momento, entrega lo recibido a los discípulos,
quienes, por último, están llamados a vivir estas
relaciones divinas entre ellos mismos, lo cual les
capacita para acceder al Padre (“lo que pidáis al
Padre en mi nombre os lo dé”). Este triple movimiento
es ya toda la historia de la salvación.
- El más importante de estos “testigos”
que van pasando circularmente desde el Padre
hasta los discípulos es el amor. Miles de años de
historia humana no han bastado para definir el
agapé, acaso porque sea una chispa de realidad
divina. Nos basta recordar que el amor representa
para la mentalidad oriental una manifestación
fundamental de la vida, y en Juan, buen
oriental, manifestación del ser y el actuar de
Dios; por ello usa este sustantivo sin objeto.
- En el centro mismo del discurso se
halla un eco del mandamiento nuevo ya promulgado
en Jn 14,15. Pese a las resonancias que
produce la expresión “guardar mi mandamiento”,
Jesús no intenta abolir la observancia de los
mandamientos (Torah), pues el primer precepto
de la Ley Mosaica a amor obliga (“Shemá Israel:
... Ama al Señor tu Dios...” Dt 6,4) y el amor
no puede ser derogado por el mismo amor. En
Juan, el concepto de mandamiento (entolé) no se
refiere a la Ley mosaica; se encuentra exclusi-
248
EN TORNO A LA HOMILÍA
1. En boca de todos
La palabra “amor” cabe en la boca de
todos y se halla en la mente de todos. Pero pocas
han sido tan devaluadas, prostituidas y manipuladas,
por inflación o confundidas con el propio
egoísmo. Con ella nos referimos a realidades
muy diversas. El Nuevo Testamento recoge al
menos tres palabras distintas para expresarlo: en
una se destaca el afecto (“filia”), en otra la pulsión
sensual (“eros”); pero el evangelio (de
vamente en relación con el Hijo, por lo que más
que superar la Ley antigua, Jesús la extiende, la
amplia y concreta. De este modo, el Amor divino
ya no es de naturaleza exclusivamente trinitaria
(Padre-Hijo) ni un tributo debido por los
hombres a Dios, sino que entra en la historia; las
relaciones del Padre y Jesús se encarnan, pertenecen
al mundo.
Es tal la transmisión de vida íntima de
Dios a la que queda invitado el discípulo que,
por medio de Jesús y en virtud de una elección,
Dios se hace amigo del hombre. Quedan así
“planificadas” las categorías bíblicas de la historia
de la salvación. Israel había sido elegido
por Dios (Dt 7,6 ss), había sido convertido en su
propiedad personal (segullah), en su siervo (Is
41,9). Ahora las palabras de Jesús “soy yo quien
os ha elegido” resuenan como nueva fórmula
bíblica que corrige la historia de Dios y los
hombres: la elección recae ahora en los discípulos
de Jesús, y la fórmula de “siervo” queda
mutada en la de “amigo”. En la cadena de los
amigos de Dios del antiguo pueblo (Abraham,
Moisés, Samuel, David...) hay que sumar, a partir
de ahora, al grupo de los discípulos. Todo
parece una explosiva actualización de la historia
de la Salvación.
¿El objeto de tanta novedad? Acaso sea
lo más bello del texto. En este discurso nos
encontramos sólo dos razones explícitas: para
que nuestra alegría sea completa, plena y para
que vayamos y demos fruto.
Juan, sobre todo) prefiere y emplea en su forma
absoluta la palabra “ágape”. En ella caben
todos, pero descubre además que no se reduce a
sólo sentimiento de atracción hacia alguien, ni a
la experiencia de gratificación y placer que el
otro produce en mí, sino que incluye la actitud
activa y la entrega a favor del otro. Los psicólogos
(E.Fromm) hablan de amores infantiles e
inmaduros (“amo, porque me aman”; “te amo,
porque te necesito”) y de amores humanamente
maduros (“me aman, porque amo”; “te necesito,
porque te amo”). El otro y los otros forman parte
de la trama, pero en muchas ocasiones son con-

vertidos en meros objetos de uso; no les amamos
en sí mismos sino por la gratificación o placer
que recibimos de ellos.
Durante tres domingos consecutivos
Jesús se ha dirigido a los discípulos, mostrándoles
la síntesis de su programa: - amar y cuidar de
los otros como el buen pastor (dom 4º); - estar
unidos a la cepa para llevar savia y dar frutos
(dom 5º); - entregarse totalmente a los amigos
(dom 6º). En un contexto de despedida se ha
expresado a sí mismo desde el corazón, y expresa
sus últimas voluntades. No habla desde la
teoría sino desde su propia experiencia y vida.
En el momento de su despedida Jesús muestra
que el amor es el origen, el contenido y centro
de la misión.
2. “Como el Padre me ha amado, así os he
amado yo; permaneced en mi amor”.
El amor comienza su andadura en el
Padre Dios. Todo parte de una experiencia: el
amor del Padre fecunda la misión del Hijo; el
amor de Cristo hace brotar la misión de los discípulos;
el de éstos se expande a los demás.
Amor en cadena, surgiendo todo de una fuente,
revelándose en el modo como Jesús ama. Éste es
el único mandato, el fruto que se espera de vosotros:
“amaos como yo os he amado”; sed continuadores
del amor del Padre, que ama volcándose
en el otro. El mandamiento no restringe el
amor a un círculo de los amigos y allegados sino
que lo concreta y evita los amores “en blanco”
que creen amar a todos porque no aman a nadie:
“amaos”; “amad al prójimo”, “amad a vuestros
enemigos”... En los discípulos nos habla a todos
los que quieren seguirle. Amor gratuito, creativo,
generoso, sin límite, amor “en rojo” total
que asume los costos del amor gratuito, que
llega hasta el don de la vida. “Nadie tiene mayor
amor que el que da la vida por sus amigos”.
- En este adverbio “como”, doblemente
repetido (“como el Padre me ha amado…
como yo os he amado”) se manifiesta el amor
verdadero. No está permitido amar de cualquier
manera. No se trata de un mandamiento para
guardar, sino un don, regalo de Dios, en Jesús,
modelo único de amor maduro y pleno. No amar
así es frustrarse como persona y como hijo y
frustrar el ser mismo de Dios porque “Dios es
amor”. Deus charitas est. “Quien ama ya ha
cumplido los mandamientos”.
- Pero es también tarea. La tarea del
amor es ser don. “Permaneced en mi amor”, sed
testigos del amor de Dios, permaneced fieles al
amor que os tengo; que esta cadena no se rompa.
Del permaneced en mí unidos a la cepa del
domingo pasado se pasa hoy al “permaneced en
mi amor”. La cadena que hay que romper es
otra: la que hemos creado basados en las relaciones
de poder: del amo sobre el siervo, del
señor sobre el esclavo, del poderoso sobre el
débil, del hombre sobre la mujer. Jesús es creador
de una nueva estructura: “Yo no os llamo
siervos, a vosotros os llamo amigos”.
3. “Os he hablado de esto para que mi alegría
esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud”.
El círculo del amor acaba en alegría.
La alegría de Jesús es la de quien vive en confianza
ilimitada con el Padre, la de quien sabe
acoger la vida con agradecimiento, la de quien
crea condiciones para que se desarrolle una vida
más humana, más como Dios.
- Sabemos que Dios nos ama, que Dios es amor;
¿lo experimento en algún momento, a través de
alguien?
- ¿Amo sólo a quien me corresponde, me proporciona
bienestar, me agradece? ¿Hasta dónde
estoy dispuesto a llegar en el amor al necesitado?
- ¿Cómo llevo mis relaciones con los miembros
de mi comunidad? ¿Qué es “caritas” para mí?
Antonio L. García
249

250
ORACIÓN DE LOS FIELES
Tu Espíritu, Señor, se nos adelanta siempre, rompiendo fronteras y prejuicios. Por eso te
suplicamos, Padre, que nos enseñes a amar como tu Hijo. Señor, enséñanos a amar.
1. Por la Iglesia dividida en “confesiones” y grupos recelosos entre sí, envueltos en sospechas
y acusaciones. Oremos.
2. Por los gobernantes y ciudadanos, para que unos y otros nos esforcemos en vivir en el respeto
a todos, aceptando las diferencias. Oremos.
3. Por los matrimonios que experimentan dificultades en su relación o han terminado en ruptura,
para que se sientan acompañados por la comprensión de la Iglesia y de cada uno de
nosotros. Oremos.
4. Pidamos especialmente por los ancianos y enfermos, para que sean valorados como personas
y atendidos con todo el cuidado y amor que necesitan. Oremos.
5. Para que en nuestra comunidad se susciten vocaciones al servicio voluntario con los
excluidos y en la pastoral de la salud. Oremos.
Ábrenos el corazón al amor que nace de ti mismo, para que sepamos amar como Jesús nos
amó y abrirnos al amor que tu Espíritu siembra más allá de nuestras fronteras. Por
J.C.N.S.

CANCIONES
OTROS TEXTOS
“HAY QUE RESPONDER A LOS IMPULSOS DEL ESPÍRITU”
Introducción: Sólo quien ama conoce a Dios (1Jn 4,7-10)
- El texto pertenece a la tercera parte de
la Carta: Dios es amor (4,7 -5,12). En este capítulo
se habla, sobre todo, del amor a los otros:
amigos, amémonos unos a otros, ya que el amor
es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios
y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido
a Dios, porque Dios es amor (4,7-8). En los dos
versículos aparece seis veces el mismo lexema o
raíz: agap-etói, agap-ómen, agáp-e (2), agap-ón
(2). Es un vocablo raro en el griego clásico, pero
muy frecuente en el Nuevo Testamento (320
DIOS ES AMOR
Día de grandes noticias. “Como el Padre me ha amado, así os he amado yo”.
“Vosotros sois mis amigos...” Antes de elegir descubro que alguien me ha elegi
do; puedo decidirme porque Alguien ya se ha decidido por mí. El fundamento lo
expresa Juan: “Dios es amor”, gratuito y gracioso.
Entrada: “Cristo resucitó, ¡Aleluya!”; “Cantaré eternamente las grandezas de tu amor”,
letra y música de Mercedes González, en Dios y alegría (PAX); “Este es el día”, CLN
522.
Rito de aspersión: “Padre, yo busco tu amor, vuelvo a ti”, de Kairoi, en A tu lado, Señor
(PAX).
Salmo: “Aleluya, el Señor es nuestro rey” CLN 515. “El Señor revela a las naciones su
salvación”.
Ofrendas: “Como el Padre me amó”, de Kairoi.
Comunión: “Tu eres, Señor, mi amigo fiel” (Salmo 129) de José Mª Sz. Nieto; “Cristo te
necesita para amar” CLN 729.
Despedida: “Anunciando tu venida y el recuerdo de tu amor, te damos gracias, Señor”; E.
Pascual-F. Palazón, en Alrededor de tu mesa (Paulinas).
veces). Suele traducirse por “amor” o “caridad”.
El Papa, Benedicto XVI, en su encíclica “Deus
caritas es” señala su ambigüedad en las lenguas
modernas: “el término “amor” se ha convertido
hoy en una de las palabras más utilizadas y también
de las que más se abusa, a la cual damos
acepciones totalmente diferentes” (n.2).
““Agápe”, dice, es la expresión característica
para la concepción bíblica del amor... Ahora el
amor es ocuparse del otro y preocuparse por el
otro. Ya no se busca a sí mismo, sumirse en la
251

embriaguez de la felicidad, sino que ansía más
bien el bien del amado: se convierte en renuncia,
está dispuesto al sacrificio, más aún, lo busca”
(n.6). Es claramente el amor gratuito y universal,
que Jesús predicaba (Mt 5,38-48; Lc 6,27-
38) como propio de Dios.
- “Dios es amor”. “Amor” es el predicado
del sujeto Dios. Afirma que este amor a los
demás es el signo de que se ama a Dios. Así lo
dice después con claridad meridiana: “Si alguno
dice: “Yo amo a Dios”, y odia a su hermano, es
un embustero; pues quien no ama a su hermano,
a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve”
(1Jn 4, 20). Es el amor gratuito y universal.
- En esto se manifestó el amor que
Dios nos tiene: en que Dios mandó al mundo a
su Hijo único, para que vivamos por medio de él
(v.9). Luego este amor no es una respuesta a un
previo comportamiento, sino puro don. Dios,
por pura gracia, nos envía al Hijo de sus entra-
252
ñas para que tengamos vida a través de Él.
Aceptando a su Hijo, recibimos su mismo Espíritu
que nos capacita para vivir amando como
Jesús: nos da así un amor que responde a su
amor (Jn 1,16-17).
Dios nos amó y nos envió a su Hijo,
propiciación de nuestros pecados. Decir que
Jesús es “propiciación” es un modo de expresar
el amor perdonador divino que revela Jesús:
Dios ama y perdona, es “propicio” como él. Ya
dije en el comentario de 1Jn 2,1-5 (tercer
domingo de pascua) que traducir “hilasmós” por
“víctima de propiciación” es equívoco. Si se
entiende que Jesús fue “víctima” del “mundo”
por amar como Dios ama, por ser misericordioso
o “propicio” a los pecadores o alejados de la
religión..., bien; pero “víctima” de “satisfacción”,
“sustitución” o “compensación” de ofensa
infinita... no. Supondría un “dios” egoísta,
violento, sádico...
ORACIÓN: Sólo quien ama conoce a Dios (1 Jn 4,7-10)
Jesús, signo eficaz del amor de Dios.
Admiramos hoy la plena coincidencia entre el evangelio y la carta de Juan:
Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor...
Amaos unos a otros como yo os he amado...
Amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios
y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. 12
Admiramos también la actualización del mismo amor que hace la Encíclica Deus caritas est:
“Ves la Trinidad si ves el amor”, escribió san Agustín...
Podemos fijar nuestra mirada sobre ti, el Traspasado, reconociendo el designio del Padre
que, movido por el amor, te ha enviado, Hijo unigénito, al mundo para redimirnos.
Al morir en la cruz..., Jesús, “entregaste el espíritu”,
preludio del don del Espíritu Santo que otorgarías después de tu resurrección.
Se cumpliría así la promesa de los “torrentes de agua viva” que,
por la efusión del Espíritu, manarían de las entrañas de los creyentes.
El Espíritu es esa potencia interior que armoniza nuestro corazón con el tuyo, Cristo,
y nos mueve a amar a los hermanos como Tú los has amado,
cuando te has puesto a lavar los pies de tus discípulos y, sobre todo,
cuando has entregado tu vida por todos.
El Espíritu es también la fuerza que transforma el corazón de la comunidad eclesial
para que sea en el mundo testigo del amor del Padre,
que quiere hacer de la humanidad, en su Hijo, una sola familia.
Toda la actividad de la Iglesia es una expresión de un amor
que busca el bien integral del ser humano:
busca su evangelización mediante la Palabra y los Sacramentos...;
busca su promoción en los diversos ámbitos de la actividad humana.
El amor es el servicio que presta la Iglesia para atender constantemente los sufrimientos

y las necesidades, incluso materiales, de los hombres”. 13
¡Cuántas reformas necesitamos en la vida de la Iglesia hasta poder decir que
“toda la actividad de la Iglesia es una expresión de tu amor”!.
Hoy mismo leo esta llamada al amor mutuo de un profeta actual:
“¿Qué es lo que los presbíteros de hoy, a través de su disminución numérica,
de su prepotencia clerical, de su insatis facción existencial,
de su perpleji dad ante la disminución de voca ciones, de sus problemas económi -
cos y afectivos no resueltos ... nos están diciendo a los demás miem bros de la iglesia?...
No basta exigir a los sacer dotes orden, disciplina, obedien cia, fidelidad y piedad.
Es necesa rio algo más. Hay que escuchar un clamor que surge de muchas vidas de sacerdotes
que desearían un es tilo presbiteral diferente, en una iglesia diferente.
A través de este clamor podemos percibir un auténtico signo de los tiempos,
la voz del Espíritu que se manifiesta a tra vés de ambigüedades y tal vez de errores,
pero que debe ser discer nida y no puede ser extinguida ni apagada...
La comunidad tiene derecho a tener los ministros necesarios
para poder vivir plenamente su vida eclesial como Pueblo de Dios.
Ahora bien, la eucaristía es esencial y básica para la vida de la iglesia,
porque en ella participamos sacramentalmente del misterio pascual de Jesús...,
y la tradición siempre ha afir mado que el que preside la comu nidad eclesial
debe también presidir la eucaristía, que es fuente y cum bre de la vida eclesial.
En lenguaje jurídico podríamos afirmar que el derecho de una comunidad
a poder participar de la eucaristía es un de recho divino,
que pasa por delante de todas las leyes eclesiásticas, por venerables que sean.” 14
Jesús, amor de Dios, ¿cómo responderías tú ante esta situación?
¿con el silencio, la marginación, mirar para otra parte...?
¿qué haría tu amor ante “la tristeza, la impotencia, la decepción, la soledad...”? 15
Danos tu amor para “atender constantemente los sufrimientos y las necesidades”,
para amarnos unos a otros como tú nos amas.
Señor, te encomendamos a todos los que
sufren,
a los enfermos de nuestra comunidad.
Hemos oído su queja y su dolor;
sus silencios, su soledad, sus lágrimas…
nos enmudecen, nos duelen.
Pero en ti ponemos la esperanza.
Su lucha por la vida, o su desesperación,
* * *
Rufo González
nos impulsan a reflexionar,
a descubrir el corazón de la vida…,
la necesidad de amar y ser amados.
Haz, Señor, que, guiados por tu Espíritu,
nos pongamos en su camino
y, acompañando su vida,
encontremos, juntos, paz y serenidad.
Amén.
12 Jn 15, 9-17 y 1Jn 4,7-10: ambos textos los leemos hoy en la eucaristía.
13 Carta Encíclica Deus caritas est, de Benedicto XVI 25 diciembre 2005 (n.19).
14 Víctor Codina,S.J.: Pacíficas consideraciones sobre la vida de los presbíteros Sel Teol Vol 51,nº 201. Enero.-marzo 2012.
Pág 3-12.
15 Estas son las impresiones que descubren en los sacerdotes entrevistados los sociólogos J. Estruch y Clara Fons: Hijos del
Concilio. Retrato de una generación de sacerdotes. Mediterrania. Barcelona 2011.
253

TEXTOS PARA LA CELEBRACIÓN
PRIMERA LECTURA: Hch 1,1-11
Lucas, autor del tercer evangelio, lo es
también del libro de los Hechos. A pesar de esto,
llama la atención que en ambos escritos encontremos
narraciones distintas sobre la ascensión
de Jesús. Según el relato evangélico, el Resucitado
asciende al cielo, junto al Padre, el día
mismo de Pascua, al tiempo que realiza sobre
sus discípulos un gesto de bendición sacerdotal
(cf. Eclo 50,20-23). Sin embargo, en nuestra
lectura de hoy todo sucede tras un lapso de cuarenta
días, y no hay gesto de bendición.
La duplicidad de relatos con descripciones
tan distintas nos descubre en primer lugar
que sus elementos y detalles no buscan tanto filmar
un acontecimiento, cuanto interpretarlo. Es
decir, a su autor no le interesa tanto narrar cómo
ocurrió, como decirnos qué paso realmente en
aquello que sucedió. Y lo hace empleando conscientemente
un lenguaje simbólico.
* La ascensión supone la culminación
de la resurrección. Jesús no fue devuelto a la
vida para continuar como antes, sino para llevar
su existencia a plenitud; algo que sólo es posible
junto al Padre. La ascensión representa el paso
de Jesús de este mundo al Padre. Lucas expresa
este “paso” conforme a la concepción que en
254
EXÉGESIS
Ascensión del Señor
20 de mayo de 2012
Hch 1,1-11 Se elevó a la vista de ellos.
Sal 46 Dios asciende entre aclamaciones, el Señor...
Ef 1,17-23 Lo sentó a su derecha en el cielo.
Mc 16,15-20 Ascendió al cielo y se sentó a la derecha de Dios.
La ascensión forma parte del misterio pascual de Cristo. Culminada su misión,
Jesús se elevó al cielo ante la mirada de sus apóstoles (1ª lect) y volvió al Padre para
sentarse a su derecha (2ª lect). Los apóstoles son los testigos y anunciadores del
evangelio de Cristo exaltado (Ev).
aquella época se tenía del mundo. Según ella, el
universo estaba dividido en tres niveles: el cielo
(morada de Dios), la tierra (morada de los seres
vivos) y los infiernos (lugar de los muertos).
Como consecuencia de la muerte, Jesús había
descendido a los infiernos, como los demás
muertos; pero de allí había salido victorioso porque
la muerte no podía retenerlo. Y una vez
resucitado, se encamina al lugar que verdaderamente
le corresponde -como Hijo de Dios que
es- junto a su Padre. El acontecimiento pascual
conlleva, pues, un descenso y “dos subidas”: la
del regreso al lugar de los vivos y la del regreso
al lugar de Dios, de donde procedía.
* En su ascensión al Padre se menciona
una nube, que lo oculta de cuantos lo contemplan.
Como es sabido, la nube es símbolo en
la Biblia de la presencia de Dios. En Hechos
esta nube vela y desvela el misterio de Jesús
como Mesías. Por una parte, lo esconde de la
mirada de sus perplejos discípulos, dando a
entender que ya no está aquí. Y por otra revela
su verdadero destino: está en Dios, ha vuelto
con su Padre.
La ascensión es sinónimo, pues, de
glorificación o exaltación. Jesús participa ahora
de la gloria del Padre. No sólo ha vuelto a la
vida, venciendo a la muerte, sino que, además,

Dios lo ha llevado a su lado.
* La marcha de Jesús no significa que
se haya desentendido de sus discípulos. Antes de
su partida les ha instruido convenientemente y
les ha preparado para lo que pronto va a suceder,
es decir, para la llegada sobre ellos del Espíritu
Santo. El Espíritu hará presente, de un modo
misterioso pero real, una nueva presencia de
Jesús entre los suyos. Una presencia que no será
así para siempre, pues de nuevo regresará (parusía).
Volverá junto a los suyos para culminar su
obra redentora. Antes, la Iglesia habrá de crecer
y proclamar “el Evangelio por todas partes”,
como se nos dice en el evangelio. En sus acciones
se descubre también la presencia de Jesús,
que “actuaba con ellos y confirmaba la palabra
con los signos que los acompañaban”.
SEGUNDA LECTURA: Ef 1,17-23
La segunda lectura de hoy recoge la
mayor parte de un pasaje algo más amplio (se
inicia en 1,15), y además muy denso tanto en su
expresión gramatical como en sus contenidos.
Los dos versículos omitidos (1,15-16) son de
hecho una evocación de los destinatarios de la
carta. El resto, que corresponde a la lectura litúrgica,
transcurre en tres momentos.
* El primero (1,17-19) es una oración
de súplica a Dios a favor de los destinatarios. La
súplica se dirige al Dios “del Señor nuestro
Jesucristo”. Mediante esta determinación se le
identifica como el que ha actuado en y por
Jesús, el Mesías esperado y Señor de la comunidad;
ésta lo invoca además como “Padre”, porque
así se lo enseñó Jesús; se trata además del
“Padre de la gloria”, es decir, del Dios omnipotente.
Todo ello reafirma la certeza de que la
súplica será escuchada.
La necesidad de reafirmar dicha certeza
nace del objeto de la súplica: se le pide en primer
lugar “sabiduría y revelación para conocerlo”,
es decir, nada más y nada menos que el don
de la inspiración divina para poder penetrar el
misterio de Dios; en segundo lugar, que “ilumi-
ne los ojos de vuestro corazón”, es decir, que
otorgue a los creyentes una comprensión permanente,
interior, profunda, de las realidades esperadas
- la riqueza de la gloria-, y de lo que las
funda, el poder de Dios. En realidad éste se ha
manifestado ya en el cristiano cuando prestó su
adhesión de fe a Jesucristo y se unió a él en el
bautismo; y el hecho de esta actuación hace más
firme todavía la certeza de obtener los dones
que se suplican.
* El segundo momento del pasaje
(1,20-22) es una confesión de fe cristológica,
introducida mediante el verbo correspondiente,
“creemos”, y concretada en la resurrección y
exaltación de Jesús como Señor de todo lo creado.
A este último aspecto se alude en una serie
de expresiones sobrecargadas y redundantes,
que se orientan, ellas y la variada referencia a
atributos divinos que les preceden -grandeza de
su poder, eficacia de su fuerza-, a contagiar a
los destinatarios de la carta y beneficiarios de la
súplica, la certeza de quien la pronuncia.
* El pasaje desemboca con total naturalidad
en una afirmación eclesial (15,23), el
tercero de los tres momentos indicados: la última
actuación de Dios en Cristo fue precisamente
entregarlo como “cabeza sobre todo” a la
Iglesia, que es su cuerpo. En línea con 1Cor
12,12ss, la imagen del cuerpo expresa la unión
de la Iglesia con Cristo. Al mismo fin se orienta
la consideración de Cristo como “cabeza”, que
aporta además la referencia a la necesaria distinción
entre ambos, un aspecto que no aparecía
en el texto de 1Cor 12. La distinción se concreta
en la consideración de la Iglesia como ámbito
de realización primera del señorío de Cristo:
su unión con él no es exclusiva, pero sí especialísima
y única; lo expresan tanto la indicada
aplicación a la Iglesia de la imagen del “cuerpo”,
como la difícil expresión “plenitud del que
lo acaba todo en todos”.
EVANGELIO: Mc 16,15-20
El evangelio de Marcos es narración
que, más que ningún otro, exige al lector “entrar
en la trama”. El que lo lee, se siente obligado al
255

final a responder la pregunta que subyace tras
él: ¿Quién es Jesús? El proyecto inicial del
evangelista finalizaba el relato de forma brusca,
casi desconcertante: “Ha resucitado... no está
aquí;...salieron huyendo y no dijeron nada a
nadie” (16,6.8). Así, el lector se veía obligado él
mismo a responder, a confesar quién era Jesús.
Pero algunos creyentes, allá por el
siglo II necesitaron “completar” aquel final -así
lo mantienen la mayoría de los investigadorescon
los datos que aportaban los otros evangelios:
breves alusiones a las apariciones, misión
universal y ascensión. Aunque supongamos que
no es de la pluma de Marcos e incluso que fue
un epílogo tardío, la Iglesia consideró esta breve
reseña como parte del segundo evangelio y, por
lo tanto, inspirada y Palabra de Dios. Buena lección
ésta; que tantas veces preocupados por la
variedad de autores, estilos, intenciones y puntos
de vista, podemos olvidar que el Evangelio
es uno. Estos cinco versículos son toda una síntesis
madura de la Iglesia del siglo II que proclamaba
cuatro evangelios pero vivía un solo
Evangelio. Son más confesión de fe que narración.
Dos son los motivos de este post-evangelio:
la misión universal y la ascensión del Señor
a los cielos.
- El encargo de anunciar (kerigma) a
todo el kosmós de un universalismo apenas
alcanzado por los evangelios que, desde luego
supera el particularismo de Marcos. La íntima
unión entre fe y bautismo (pistía-baptizo), en
oposición con increencia (a-pistía) y condenación
delata una práctica ritual ya establecida en
la Iglesia que exigía -como hoy-, confesión de fe
256
EN TORNO A LA HOMILÍA
1. Ascendió
La solemnidad de la Ascensión del
Señor conserva el simbolismo de la cuarentena
siguiendo la referencia del libro de los Hechos.
Como el pueblo de Dios anduvo cuarenta años
en su éxodo de Egipto hasta llegar a la tierra
prometida, así Jesús cumple su éxodo pascual
y rito. En una concepción de sabor joánico se
nos presentan los signos (semeion) que acompañan
a los discípulos. Algunos de ellos ya habían
sido presentados por los evangelios o por
Hechos (echar demonios, curar enfermos); otros
los conocemos vigentes en las antiguas iglesias
paulinas (hablar en lenguas). Conocemos incluso
por el historiador Eusebio una leyenda sobre
el apóstol Juan, según la cual el veneno ingerido
no le causó mal alguno. Todo ello indica que
estamos sin duda en una síntesis eclesial del
siglo II.
- La mención de la ascensión y la exaltación
recurre a términos de fe más que a figuras
narrativas, como en Lucas. Jesús es denominado
como Kyrios Iesus, frecuente en Pablo y
en Hechos, pero también en los primitivos credos.
El verbo “subió” usado (analambano) no es
el empleado en otros lugares del NT (Hch
1,2.11; 1Tim 3,16) pero es el que usó hasta hoy
la Iglesia griega que denomina al misterio de la
Ascensión, la analepsis del Señor. Lo mismo
cabe decir de la “exaltación”, tema importante
en el NT (Hch 7,55; Rom 8,34; Col 3,1). La predicación
apostólica recurrió al lenguaje veterotestamentario
para expresar el señorío ejercido
sobre el mundo por Dios, entregado a Jesús por
medio de la expresión “sentarse a la derecha”
(Sal 101,1). Cuatro palabras, por último, caben
ser señaladas en la última noticia que “confiesa”
el temple de la iglesia apostólica tras la ascensión:
kerigma, Kyrios, Logos, semeia (el anuncio,
el Señor, la Palabra, los signos); esto era la
Iglesia. El evangelista Marcos gustaba de salpicar
con densos sumarios su narración... el epílogo
lo confirma.
hasta ir al Padre, en cuarenta días de apariciones
y enseñanzas. La Ascensión es un aspecto más
del único Misterio Pascual de la muerte y resurrección
de Jesucristo (1ª lect), y expresa, sobre
todo, la dimensión de exaltación y glorificación
de la naturaleza humana de Jesús como contrapunto
a la humillación padecida en el suplicio y
la muerte.
“Jesús ascendió al cielo…” Con este
esquema espacial se cierra el círculo del hijo del

hombre. El que asciende al cielo, la región de
Dios, es el que antes descendió a la tierra de los
hombres y a la región de los muertos. Por su
vida humana ofrecida sin reservas a Dios, por su
muerte aceptada por el Padre como un perfecto
don de amor, Jesús accede al ámbito de Dios. “Y
se sentó a la derecha de Dios”, tiene su misma
autoridad y dignidad; su realidad es divina. Es
el “sí” de Dios-Padre a su Hijo. Es la aceptación
plena del Hijo por parte del Padre.
2. Durante cuarenta días
En el esquema temporal los cuarenta
días o cuarenta años es tiempo clave de purificación
y de lucha en la vida de un pueblo o de
una persona. El acontecimiento de la Pascua
había producido un fuerte impacto en los discípulos.
Se encontraban llenos de dudas. De ahí
que el párrafo del evangelio que precede al de
hoy subraye su incredulidad: “Por último se
apareció Jesús a los Once, cuando estaban sentados
a la mesa, y les echó en cara su incredulidad
y su terquedad en no creer a los que lo habían
visto resucitado”. Se reedita la actitud del
incrédulo Tomás.
Necesitaron hacer su propia pascua,
necesitaron un tiempo, una cuarentena, para
asimilar el paso de una vida cobijada en la presencia
física del maestro a una vida en su ausencia.
Jesús les había advertido: “Conviene que yo
me vaya…, para que recibáis el Espíritu Santo”.
Es cierto que en el momento de la despedida les
había dicho: “Yo estaré con vosotros todos los
días, hasta el fin del mundo”. La ascensión cierra
el tiempo de su pascua particular.
3. Y ahora ¿qué?
La misión confiada a los apóstoles de
anunciar el evangelio es universal: “Id al mundo
entero y proclamad el evangelio a toda la humanidad”.
Dios confía la tierra entera a los hombres,
como al día siguiente de la creación. Quizá
no se trate de cubrir toda la superficie terrestre.
Pero a ellos les corresponde convertirla en tierra
nueva, plantando cara a las fuerzas del mal.
Comienza la etapa de la responsabilidad de los
cristianos.
Mientras perduran todavía en su ánimo
bocanadas de dudas sobre la resurrección de
Jesús, parten confiados en su palabra, al igual
que llegaron confiados en la primera llamada.
Esto significa que el relato de la ascensión no es
una conclusión sino un principio. “Ellos fueron
y proclamaron el evangelio por todas partes”.
Además de la partida del Señor, la ascensión es
el signo de la partida de los discípulos al mundo.
Es el tiempo de evangelizar, de llevar buenas
noticias; es el momento de vivir, con fe, tensionados
entre la fidelidad a Dios, que nos deja, y
a los hombres, que reclaman evidencias de su
presencia de entre nosotros.
4. “El Señor cooperaba con ellos”.
Se produce la sorpresa. Para quienes se
quedan parados Jesús es elevado al cielo; para
los que parten Jesús va con ellos. La evangelización,
el anuncio de la Buena Noticia, va
acompañada de signos que crean un mundo
nuevo, liberado del espíritu maligno que lo
domina, creador de lenguajes que posibiliten el
entendimiento y la comunicación, arriesgado
ante los peligros y cercano a los necesitados. “A
los que crean, los acompañarán estas señales:
echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas
nuevas, cogerán serpientes y, si beben
algún veneno, no les hará daño: aplicarán las
manos a los enfermos y quedarán sanos”. “El
Señor cooperaba confirmándolo con las señales
que los acompañaban”. La presencia de Jesús
entre los suyos se hace más patente que nunca.
La “nueva evangelización” implica
una dinámica misionera, una dinámica de desplazamiento
y desinstalación (“Id al mundo
entero”), obediente al evangelio y fiel a Jesucristo.
Y esto desde un profundo amor a este
mundo y a los hombres y mujeres de hoy que
son como son y tienen el derecho a conocer y
saber quién es Jesús. No puede reducirse a proponer
nuevos contenidos o usar técnicas renovadas
para proponer los contenidos de siempre.
257

Busca hacer presente y realizar el evangelio de
la salvación, no de hacer prosélitos. “Para evangelizar
esta cultura la Iglesia tendrá que reproducir
el modelo apostólico enteramente primero”
(Juan Pablo II). Una Iglesia replegada sobre
ORACIÓN DE LOS FIELES
sí misma, asustada, es una Iglesia que sigue en
el cenáculo. De nuestros cenáculos nos quiere
sacar el Señor.
Antonio L. García
Jesús, adelantado de la humanidad, sentado a la derecha del Padre, intercede por nosotros.
1. Por la iglesia para que no se quede mirando al cielo, sino que salga al mundo y proclame con
coraje y alegría la buena noticia de la salvación. Oremos.
2. Por los que toman decisiones que determinan la vida de los pueblos y sus habitantes, para que
promuevan la cooperación y la búsqueda de la paz y la justicia. Oremos.
3. Por los cristianos de todas las iglesias, para que acompañen su fe en Jesús con signos liberadores
de la miseria humana. Oremos.
4. 4. Por nuestra comunidad, para que sea lugar de encuentro con Jesús resucitado, de acogida de
todos y de envío misionero. Oremos
5. Para que las celebraciones sacramentales de este tiempo pascual nos ayuden a renovarnos y
nos hagan más abiertos al Espíritu que actúa en nosotros. Oremos.
Acoge, Padre, los buenos deseos que te presentamos y concede lo que con fe te pedimos,
unidos a nuestro intercesor Jesucristo, que vive contigo por los siglos de los siglos.
258

CANCIONES
“ID POR EL MUNDO”
Entrada: “Somos un pueblo que camina” y juntos caminando podremos alcanzar una ciudad
que no se acaba, sin penas, ni tristezas, ciudad de eternidad.. CLN 719.
Gloria.
Salmo: “Dios asciende entre aclamaciones”.
Aleluya: “Canta aleluya al Señor”, de Luis Alfredo. Ven, Espíritu Santo.
Ofrendas: “Ven, Espíritu de Dios” de Kairoi en Y ahora, Señor. “El Señor os dará su Espíritu
Santo”, de Kairoi, en A tu lado, Señor.
Comunión: “No busquéis entre los muertos al que vive” CLN 222. “Yo no dejo la tierra”
de J.A.Espinosa en Canciones del hombre nuevo.
Despedida: De discípulos pasan a ser apóstoles. Ahora corresponde a la Iglesia, el nuevo
pueblo, proclamar el evangelio a todos los pueblos y continuar la misión, impulsada por el
Espíritu. “Él actuaba con ellos y confirmaba la palabra con los signos...” “Anunciamos tu
Reino”, CLN 224; “Id, amigos, por el mundo” anunciando el amor, mensajeros de la vida,
de la paz y el perdón...” CLN 409; “Id por el mundo”, de C. Erdozáin, en “Cantos para
una comunidad evangelizadora”, (EMLO).
OTROS TEXTOS
“HAY QUE RESPONDER A LOS IMPULSOS DEL ESPÍRITU”
Introducción: Para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama (Ef 1, 17-23)
Leemos el final del capítulo primero de
Efesios (1,17-23). Tiene dos partes: 1) plegaria
de petición; 2) la obra de Dios en Cristo y su
repercusión en la Iglesia.
1) La petición viene introducida por los
versículos 15-16, donde el autor confiesa que,
tras oír su fe en Jesús y el amor a todos los “santos”
(aspectos básicos de la identidad cristiana),
no cesa de dar gracias a Dios por ellos, cuando
les recuerda en sus oraciones. La petición al
Dios de nuestro señor Jesucristo, el Padre de la
gloria, implora estos dones o “gracias”: a) Espí-
ritu de sabiduría y revelación para conocerlo;
quien acepta a Jesús se adhiere también a su
Dios, el Padre, y recibe su misma vida, es decir,
su mismo Espíritu. Lógico será que desarrolle
las virtualidades de ese Espíritu: su sabiduría, es
decir, saber vivir como Jesús, y la revelación
que el Espíritu de la verdad les irá abriendo (Jn
16,13-14). b) Los ojos iluminados del corazón
para comprender la esperanza de su vocación, la
riqueza de la gloria de su herencia en los santos,
y la grandeza extraordinaria de su poder hacia
nosotros los creyentes según la energía de la
259

fuerza de su poder que desplegó en Cristo.
“Ojos del corazón” son las capacidades humanas
superiores: conocer, sentir, querer, actuar.
En la antropología semita, se conoce, siente,
quiere, actúa... con “el corazón”. Se expresa
mejor el modo de conocer valorando la esperanza,
la riqueza de gloria, la grandeza del poder...
que actuó en Jesús. Este versículo 19 acumula
cuatro vocablos, que pueden considerase sinónimos
(poder, energía, potencia, fuerza = dinamis,
energueia, cratos, isjíos), para introducirnos en
la actividad de Dios en Cristo.
2) La obra divina en Cristo. Esta enorme
fuerza actuó (“energuesen”) en Cristo: resucitándolo
de entre los muertos, sentándolo a su
derecha en los cielos, por encima de todo principado,
potestad y potencia y señorío y de todo
título (arjé, exousía, dínamis, kiriótes, ónoma)
reconocido en esta edad y en la futura. Alusión
clara al salmo 110,1: siéntate a mi derecha hasta
que convierta a tus enemigos en escabel de tus
pies. Estas potencias señoras del mundo dieron
muerte a Jesús, pero no pueden con la fuerza
divina que ha actuado ahora en Cristo: todo lo
pusiste bajo sus pies (Sal 8,7). Otra actuación
divina sobre Cristo resucitado mira a la Iglesia:
le diste por encima de todo como cabeza a la
Iglesia; ésta es su cuerpo, el complemento (pléroma:
plenitud) del que llena todo en todos. El
“complemento” tiene sentido activo (“la Iglesia
completa a Cristo”) y pasivo (“todo es completado
por Cristo”), como cabeza y cuerpo que
mutuamente se necesitan. Dios ha puesto a Cristo
como el que llena todo en todos. Toda la
humanidad está llamada a ser “asamblea” de
Cristo.
ORACIÓN: Para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama (Ef 1, 17-23)
Jesús resucitado, sentado a la derecha del Padre, cabeza de los amados.
Celebramos hoy tu libertad más plena:
espacio y tiempo han sido superados por tu nueva vida;
los poderes de este mundo no pueden ya contigo;
eres nuestra cabeza: tu vida nos sigue guiando,
tu mente sigue iluminando la nuestra,
tu voluntad busca con nosotros la realización plena de todos.
El Padre, tu Padre y nuestro Padre, el Padre de la gloria:
nos trajo contigo la buena noticia de su amor;
“buena” sobre todo para los pobres que necesitan más amor;
contigo curaba enfermos y liberaba de toda esclavitud;
contigo proclamaba y abría el Año de gracia.
Celebramos hoy, Jesús hermano, tu plenitud gloriosa:
te dejaste conducir por el “Espíritu de sabiduría y revelación”;
él te llevó al desierto de nuestro mundo para sembrarlo de su amor;
él te acercó a los más necesitados para curarles y restablecerles;
él endureció tu rostro para denunciar los poderes injustos;
saltarte las leyes que impiden la vida o la dignidad humana,
buscar alternativas de vida en libertad y amor mutuo;
él te sostuvo hasta la muerte en su amor universal y gratuito:
amor que no podían soportar los dirigentes religiosos,
atrapados por la defensa a ultranza de sus normas y tradiciones;
amor que acepta, sin privilegios y honores, la muerte injusta;
amor que vive y muere entregado al bien de sus hermanos.
Este amor, Jesús glorioso, te ha llevado a la plenitud:
Dios es Amor, y en él has sido entronizado, glorificado.
Hoy lo celebramos con mucha alegría.
Queremos, con la carta a los Efesios, pedir a tu Dios, el “Padre de la gloria”:
260

que abra nuestros ojos, “los ojos del corazón”:
para comprender la esperanza de la vocación al amor;
la riqueza de la gloria de su herencia en los santos, en todos los que aman;
la grandeza extraordinaria de su poder hacia nosotros los creyentes
según la energía de la fuerza de su poder que desplegó en ti, Cristo.
Como Teresa de Jesús estamos convencidos de la necesidad de la luz del Padre:
“¡Ay, Señor mío, y qué poco aprovecha mi dicho a los que sus hechos los tienen ciegos,
si vuestra Majestad no les da luz”17.
Tú, Jesús resucitado, sigues viviendo el amor de Dios en acción;
tu vida es un regalo con el que nos obsequias a todos;
invitas a sentirnos amados y aceptados como el Padre nos ama y nos acepta;
tu Espíritu nos asegura siempre tu consuelo y ayuda;
tu Espíritu nos alienta y sostiene en la realización del reino del Amor;
tu Espíritu nutre la fe en nosotros mismos y en los demás,
en ti y en el “Padre de la gloria” que trabajáis con nosotros.18.
Esta confianza en el amor del Padre queremos que mueva nuestra vida:
queremos ser tu “cuerpo”, tu “complemento”, tu “plenitud”;
queremos que nuestras personas sean como tú, Jesús hermano universal;
queremos que tu amor llegue a la humanidad entera,
decantándonos por quienes menos vida tienen;
queremos respetar y desarrollar las capacidades de todos;
queremos elegir libremente en la iglesia y en la sociedad
a quienes cuiden tu evangelio y tu amor,
a quienes cuiden el bien común, el bien de todos,
a quienes promuevan mejor la vida, la paz, la libertad...
Rufo González
261

TEXTOS PARA LA CELEBRACIÓN
.
EXÉGESIS
Domingo de Pentecostés
27 de mayo de 2012
Hch 2,1-11 Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar.
Sal 103 Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
1Cor 12,3b-7.12-13 Hemos sido bautizados en un mismo Espíritu....
Jn 20,19-23 Como el Padre me ha enviado... Recibid el Espíritu Santo
El Espíritu estuvo presente en la inauguración de la vida pública de Jesús, y estuvo
presente también en el inicio de la actividad misionera de la Iglesia (1ª lect). El
Espíritu se da a la Iglesia en multiplicidad de dones (2ª lect). La Iglesia con los
dones del Espíritu lucha contra el mal y se convierte en fuerza viva y liberadora
(Ev).
PRIMERA LECTURA: Hch 2,1-11
La lectura que hoy se proclama forma
parte un texto más amplio (2,1-41), que narra la
venida del poderoso Espíritu de Dios sobre el
débil, temeroso y aún insignificante grupo de los
discípulos de Jesús tras su ascensión a los cielos,
y de su inmediata repercusión: el anuncio del
kerigma cristiano y el comienzo de la expansión
de la Iglesia. Centrándonos en nuestro texto,
encontramos en él un importante contenido teológico,
expresado en un lenguaje claramente
simbólico.
* Pentecostés es una fiesta importante
del calendario litúrgico judío. Su nombre significa
en griego “cincuenta” (aquí “cincuenta
días”), pues se celebraba a los cincuenta días de
la Pascua. Era en su origen una conmemoración
de la cosecha del trigo. Más tarde, tras el exilio
babilónico, se cargó de sentido histórico-salvífico
en relación con la renovación de la Alianza.
La celebración revivía y actualizaba el don de la
Ley al pueblo elegido, unido a Dios por el pacto
del Sinaí. Pascua y Pentecostés estaban estrechamente
ligadas; al igual que la liberación de
Egipto y la consiguiente alianza.
* Para la Iglesia, Pentecostés celebra la
Nueva Alianza establecida por Dios, por medio
262
de su Hijo Jesús, con la humanidad entera; no ya
con un pueblo. Y un triple signo la hace patente:
la resurrección del Mesías, su ascensión a los
cielos y la llegada del Espíritu Santo.
* Las tradiciones judías de la época
neotestamentaria habían materializado la voz
divina que sonó en el Sinaí diciendo que “se
veía”. Las palabras divinas se veían, eran como
relámpagos, como llamaradas o lenguas de
fuego. Y Rabbí Johanan, comentando el Éxodo,
dice que la voz de Dios “se dividió en 70 voces,
en 70 lenguas, para que la pudieran entender
todas las naciones”. (Según Gn 10, en el mundo
había 70 naciones.) Mediante este símbolo se
expresaba la creencia de que la ley de Dios, que
él había comunicado personalmente, aunque la
había recibido Israel en primer lugar, estaba destinada
a todos los pueblos de la tierra. El relato
de Hechos se inspira en estas tradiciones y
comentarios rabínicos sobre el Sinaí, dando a
entender que lo que sucedió en pentecostés en la
primera comunidad cristiana fue un nuevo
Sinaí.
* La alianza universal por medio del
espíritu de Dios reúne en un solo pueblo, la Iglesia,
a los que antes estaban dispersos y separados
en multitud de lenguas (Gn 11: torre de
Babel). En palabras de san Agustín: “las lenguas

que hablaban los llenos del Espíritu Santo anticipaban
a la Iglesia que iba a estar presente en
las lenguas de todos los pueblos [...] los miembros
dispersos del género humano, cual si fuera
un solo cuerpo, son restituidos y unidos a Cristo,
cabeza única, y se fusionan en la unidad del
cuerpo santo gracias al fuego del amor” (Sermón
271).
* El Espíritu es el centro del relato, que
proclama su llegada sobre aquellos discípulos
que habían mantenido su fe y esperanza en
Jesús. Su venida ya había sido anunciada (cf. Lc
24,49) y ahora sucede como se había dicho. Él
es el que hace posible el primer “milagro” o
“signo” que se opera en la Iglesia: todos se
entienden; vengan de donde vengan, todos comprenden
lo que los discípulos hablan. Hablan no
en su propia lengua, sino en la de Dios, y esa
voz es comprendida y acogida por los que la
oyen, que, en consecuencia, se convierten a la fe
en Jesús.
SEGUNDA LECTURA: 1Cor 12,3b-7.12-13
En la respuesta de Pablo al tema de
“los espirituales” de Corinto (cf. 12,1) el apóstol
contempla la acción del Espíritu fundamentalmente
en su dimensión eclesial, enunciando en
este sentido una serie de “principios” que son
condición necesaria para poder atribuir al Espíritu
una actuación carismática. Algunos de ellos
se recogen en nuestra lectura de hoy.
* El primero se refiere al marco adecuado
de la actuación carismática; dicho marco
es la fe de la comunidad, expresada en el texto
en una de sus formulaciones más escuetas y
antiguas: “Jesús es Señor”. La relación del Espíritu
con la confesión de fe se concreta en la atribución
de la misma a la acción del Espíritu en el
creyente y, por el contrario, en la negación de
cualquier referencia al Espíritu de toda expresión
que se oponga a aquella confesión.
* La diversidad de carismas se vive en
la unidad de la comunidad, que es esencialmen-
te una y plural; para fundamentar este principio
se invocan dos argumentos:
- En primer lugar, el origen de los
carismas, que es el mismo Dios tal y como se ha
revelado en Cristo, es decir, el Dios Uno y Trino
-el mismo Espíritu, el mismo Señor, “el mismo
Dios”. Así, aunque pareciera una paradoja, la
unidad del Dios trino constituye el punto de
referencia permanente para la diversidad de
carismas, y la Trinidad del Dios uno, una llamada
continua a la unidad.
- El segundo argumento se apoya en
una imagen muy frecuente en los tratadistas
políticos y en los filósofos populares de la
época: el cuerpo, uno en la multiplicidad de sus
miembros y dotado de muchos miembros en su
unidad. Aplicada a la Iglesia, la imagen es
mucho más que un simple recurso para recalcar
la necesidad de la unidad en la diversidad y la
diversidad en la unidad: los cristianos -se afirma-
somos “el Cuerpo de Cristo” (cf. 1Cor
12,27). Y lo somos por la unión que crea entre
los miembros de la Iglesia el Espíritu uno, que
todos, pese a la diversidad de origen y de condición,
hemos recibido en el bautismo. La consideración
del Espíritu como lazo de unión entre
los miembros de la Iglesia -de la que, en expresión
de san Agustín, es “como el alma”- explica
la doble referencia al Espíritu que cierra el pasaje.
EVANGELIO: Jn 20,19-23 (incluido en 2º
dom. de Pascua)
Una de las características más resaltadas
de los llamados discursos del adiós del cuarto
evangelio (Jn 14-17) consiste en la insistencia
con que en ellos se menciona la próxima venida
del Espíritu Santo. Efectivamente, en su testamento
espiritual Jesús, momentos antes de su
pasión y de su entrega amorosa hasta el final por
los suyos (Jn 13,1), les promete nada menos que
en cinco ocasiones el Espíritu Santo (Jn 14,15-
17.25-26; 15,26-27; 16,4b-11.12-15). Hasta
ahora el Espíritu ha estado siempre en y con
Jesús, ya que el Padre se “le ha comunicado ple-
263

namente” (Jn 3,34). Pero llega el momento en
que sea dado a los discípulos, llamados a continuar
en el tiempo la obra iniciada por su Maestro.
El Espíritu, “el otro Jesús”, les acompañará
de modo permanente en su andadura,
cuando Jesús no esté ya en carne mortal con
ellos, por haber vuelto al Padre (Jn
14,3;16,16;17,13). De este modo no quedarán
huérfanos (Jn 14,18ss), sino que estarán asistidos
y protegidos con su ayuda inestimable (Jn
14,16). En cuatro ocasiones Jesús le llama el
Paráclito (Jn 14,16.25; 15,26; 16,7) y en otras
tres el Espíritu de la verdad (Jn 14,17; 15,26;
16,13), por la doble función que con ellos está
dispuesto a cumplir: por una parte, les va a
acompañar en todo momento, asistir en los
numerosos peligros presentes y futuros, proteger
ante las asechanzas de los enemigos, y salir
en su defensa en los juicios urdidos contra ellos
(Mc 13,11); por otra, les va a confirmar en la
verdad plena, instruyéndoles en el perfecto
conocimiento de las enseñanzas del Maestro
mediante la intelección de “la verdad completa”
y convirtiéndoles en “testigos” insobornables de
su Señor (15,27).
* Pues bien, ese Espíritu prometido
viene a ellos “al anochecer” del mismo día de la
Pascua, de la mano o, mejor expresado, mediante
el soplo del Resucitado. Éste se presenta de
improviso en medio de sus discípulos, que se
llenan de alegría, al contemplar vivo a su Señor.
Disipa sus miedos, les transmite la paz por dos
veces y exhala su “aliento sobre ellos”, diciéndoles:
“Recibid el Espíritu Santo; a quienes les
perdonéis los pecados les quedan perdonados; a
quienes se los retengáis les quedan retenidos “.
Jesús ejecuta un gesto demostrativo, que realiza
con eficacia aquello que significa. El aliento es
soplo vital, señal de vivacidad. También es
expresión del vigor de ánimo, del esfuerzo y del
valor. Y eso precisamente va a ser el Espíritu
para ellos: el aliento vital, necesitado por su fe,
en su andadura por el ancho mundo; el vigor,
que les acompañe en el anuncio del evangelio de
la paz; el esfuerzo sostenido para cumplir con
fidelidad lo mandado; el valor incontenible, que
264
les posibilite reunir a los hombres en una comunidad
de vida y amor.
* Y todo ese ilusionante cometido lo
van a realizar mediante la puesta en práctica del
“perdón de los pecados”. Jesús, “el cordero de
Dios, que quita el pecado del mundo” (Jn 1,29),
transmite su potestad a los discípulos mediante
la espiración de su Espíritu sobre ellos. A la vez
vincula íntima e inseparablemente la entrega del
Espíritu con la transmisión de la potestad sobre
los pecados, que adquiere una doble posibilidad
de “perdonar” y “retener”. Ese perdón se realiza
en aquellos que creen en Jesús mediante la iluminación
del Espíritu y se retiene en aquellos
que, cerrados a la acción del Espíritu, rechazan
culpablemente la reconciliación universal obrada
por Jesús (1Jn 2,2; 3,5ss; 4,10.14).
En la comunidad del discípulo amado
se daba el pleno convencimiento de que el Padre
había perdonado los pecados de sus miembros
“por el poder del nombre de Jesús” (1Jn 2,12).
Aunque la condición pecadora está muy enraizada
en el ser y obrar humanos (1Jn 1,9), el
Espíritu extirpa el pecado de la humanidad entera
por la aplicación de la sangre de Cristo (1Jn
1,7;2,2). La recepción del bautismo, la confesión
de los pecados, la oración sentida y la intercesión
constituyen pasos imprescindibles para
la superación de los pecados, de modo que “el
que permanece en Jesucristo no peca” (1Jn 3,4-
6).
* Este orden de cosas se continúa en
todas las comunidades existentes hoy en la Iglesia
universal, porque está viva y actuante la
acción del Espíritu entregado soberanamente a
los seguidores del Señor. Ese Espíritu, que el día
de la Pascua Jesús entregó a los discípulos de la
primera hora, sigue siendo el lazo de unión entre
los creyentes de todos los tiempos y obra eficazmente
las mismas maravillas que empezó a
realizar, cuando Jesús exhaló su aliento y dijo
las palabras, que permanecen para siempre en su
virtualidad junto con la realidad que significan:
“Recibid el Espíritu Santo”.

EN TORNO A LA HOMILÍA
Celebramos la fiesta de Pentecostés, la
fiesta del Espíritu. El grupo de discípulos estaba
entre el temor y la esperanza, entre el miedo y la
fidelidad. El Espíritu de Dios, la memoria fiel de
Jesús, el recuerdo intenso de su Palabra, el
aliento de su Presencia... les fue transformando
hasta que se hizo en ellos fuerza incontenible y
poderosa, y un día, por fin, salieron a la calle
como testigos públicos de Jesús Resucitado. Así
nació la Iglesia, con la acogida del Espíritu de
Dios. En ella hay diversidad de dones, pero un
mismo Espíritu; diferentes servicios, pero un
mismo Espíritu; es constituida como comunidad
y familia de todos, judíos y griegos, esclavos y
libres, formando un solo Cuerpo, animado por el
mismo Espíritu.
Celebramos aquella venida. Desde
aquel día la Iglesia, formada por los seguidores
de Jesús, repartidos por todas las naciones de la
tierra, se sabe alentada por el mismo Espíritu, se
esfuerza por sobrepasar toda lengua, frontera y
nación con el anuncio del Evangelio en sus
acciones y palabras, y asume la misión a salir a
la calle del mundo para anunciar la resurrección
de aquél que fue crucificado. Dios, por su Espíritu,
sigue actuando dentro del hombre y exhalando
su aliento en medio de su Iglesia.
Pero pedimos, que también hoy venga
a cada uno de nosotros para volver a encender el
corazón. Lo necesitamos; la iglesia lo necesita.
Necesitamos el Espíritu, la realidad de Dios en
nosotros, sentir su inspiración, su compañía, su
presencia desde el principio al fin. Necesitamos
el Espíritu de Cristo. “Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo”. “Mira el vacío del
hombre si tú le faltas por dentro”.
Hablamos de siete dones (sabiduría,
inteligencia, consejo, ciencia, fortaleza, piedad,
temor de Dios), de siete frutos… un don con
múltples registros.
1) Espíritu de vida.
Es el Espíritu que desde el principio
“se cernía sobre las aguas” y por el que todo fue
creado. El Espíritu que “todo lo hizo bien” y
que, insuflado sobre el barro, dio vida y aliento
al ser humano. El Espíritu que descendió también
sobre las aguas del Jordán en el bautismo
de Jesús para hacer de él el nuevo Adán, el hombre
nuevo, la nueva creación. Y desciende sobre
los discípulos testigos de una nueva forma de
ser humanos en el mundo. Ese es el Espíritu que
en nosotros, hechos de barro, nos hará hombres
y mujeres creativos y creadores, capaz de poner
hoy ser donde no hay nada, y aliento de vida, en
las zonas necrosadas y dormidas.
2) Espíritu de discernimiento.
Es el Espíritu que señaló a Jesús en el
Jordán, el que estaba a la cola de la humanidad,
“el que no tenía apariencia, el desfigurado y ante
quien se vuelve el rostro,” como el Hijo. El
Espíritu que guió a los profetas, conductores de
un pueblo en marcha, que nos enseñan a buscar
a Dios dónde Dios está, más allá de nuestros
sueños e intereses. El espíritu de discernimiento
que nos ayuda a descubrir a Dios en la vida, en
lo pequeño. El que nos señala dónde se juega la
vida para no pasar de largo. Ese es el Espíritu
que nos hace contemporáneos de nuestro
mundo: hombres y mujeres de nuestro siglo que
analizan el mundo, se insertan en él y buscan los
signos por dónde Dios Padre e Hijo quieren
guiar nuestros pasos. Es el Espíritu de discernimiento
que pide a la Iglesia hacerse buena noticia
de paz. Hombres y mujeres atentos y dóciles
al Espíritu.
3) Espíritu de universalidad
Es el Espíritu que llevó a Jesús y a los
profetas a señalar que no hay espacio privilegiado
para Dios, ni en Jerusalén ni en el monte
santo, porque todo es ámbito de Dios. Ni raza, ni
nación, ni culto... porque a Dios se le sirve y se
le descubre en espíritu y verdad. El mismo Espíritu
que vemos descender hoy sobre la comunidad
de discípulos y que la convierte inmediatamente
en comunidad universal que habla el lenguaje
que todos entienden, el lenguaje universal
265

del amor, más allá de razas, ideologías y fronteras.
Ese es el Espíritu universal que hoy ha de
hacer de nosotros hombres y mujeres de reconciliación
y de diálogo fraterno y dilatado; capaz
de compartir todos los dolores, problemas y preocupaciones
del mundo. Ciudadanos del mundo,
ensayando siempre el vocabulario de la solidaridad.
4) Espíritu de amor
El Espíritu que lleva a Jesús al desierto
para beber las palabras de Dios, para aprender
a verlo todo con los ojos amorosos del Padre. El
Espíritu que lleva a Jesús a descender hasta
todas las heridas y a poner en pie a enfermos y
muertos. El Espíritu que le lleva a entregarlo
todo. “Nadie tiene mayor amor que el que da la
vida por sus amigos”. Hoy le vemos llegar hasta
ellos con los estigmas de la pasión, del amor por
todos. Ese es el Espíritu de reconciliación que
nos lleva a decir en una plegaria eucarística
(sobre la reconciliación II) como un compromiso
comunitario: “En una humanidad dividida
por las enemistades y discordias, tú diriges las
voluntades para que se dispongan a la reconciliación.
Tu Espíritu mueve los corazones para
que los enemigos vuelvan a la amistad, los
adversarios se den la mano y los pueblos busquen
la unión. Con tu acción eficaz consigues
que las luchas se apacigüen y crezca el deseo de
ORACIÓN DE LOS FIELES
Presentamos nuestra oración, invocando los dones de su Espíritu para toda la Iglesia y
para todos los hombres.
1. Pedimos la fuerza del Espíritu para cuantos hoy celebramos nuestra fe en comunión con la
Iglesia
Envía, Señor, sobre nosotros el don de tu Espíritu Santo para que nos haga testigos fieles
de la fe que creemos y celebramos. Danos tu Espíritu, Señor.
2. Pedimos la iluminación del Espíritu para los que detentan los poderes
266
paz: que el perdón venza al odio y la indulgencia
a la venganza”.
Hoy celebramos el recuerdo permanente
de aquellos hechos primeros; esta Eucaristía
los actualiza y los pone al día. Y porque
Pentecostés sigue vivo, al celebrarla como Iglesia
suya nos compromete de nuevo, con la
misma fuerza que aquella vez primera, a no apagar
el fuego, a no detener el viento y a ser testigos
de lo que creemos y vivimos. La confesión
del Credo como Símbolo de los Apóstoles y
confesión pública de nuestra fe nos une a aquella
experiencia primera y señala las convicciones
fundamentales que vivimos y compartimos.
Y de ellas, por la acción del Espíritu, seremos ya
testigos todos nosotros.
“¡Afirma y confirma tu fe, no apagues
el fuego, no te resistas al viento, trasforma tu
vida y ponte en medio de la vida como humilde
y fiel testigo de Jesús; levanta la voz, con el más
exquisito respeto a todo y a todos... pero levanta
la voz, abre sin miedo las puertas de tu vida,
no vivas la fe a tu aire y haz comunidad por
encima de lenguas y diferencias... pero con el
aire y la cara y la vida de quien intenta vivir la
fe en Jesucristo con la máxima fidelidad y la
disfruta ante todos con el gozo más grande y
más sentido”
Acompáñales, Señor, para que su acción política y social haga posible un mundo más
solidario y fraternal, por encima de lenguas, razas y fronteras. Danos tu Espíritu,
Señor.

3. Pedimos la fortaleza del Espíritu Santo para todos los que sufren
Envíales, Señor, tu Espíritu, fuente de curación y de consuelo, dador de vida y de
esperanza, para que logren abrir, con la solidaridad de los demás, el gozoso camino de
una vida nueva, fiel y feliz. Danos tu Espíritu, Señor.
4. Pedimos el fuego del Espíritu para los que celebramos hoy esta fiesta
Enciende en todos nosotros, Señor, la llama del amor y de la comunión, el fuego de la
fortaleza en la fe y la pasión evangélica por anunciar tu Reino a todos los hombres de
la tierra. Danos tu Espíritu, Señor.
Oh Dios, Padre de todos, ilumina con tu Espíritu Santo la vida de todos los hombres
de cualquier raza, lengua y condición, para que formemos una sola y verdadera familia
extendida por todas las naciones de la tierra. Por J.C.N.S. AMÉN.
267

CANCIONES
OTROS TEXTOS
“HAY QUE RESPONDER A LOS IMPULSOS DEL ESPÍRITU”
Introducción: Todos hemos bebido de un solo Espíritu (1Cor 12,3b-7.12-13)
- Los capítulos 12, 13 y 14 tratan de los
carismas (“jarisma”, de “jaris” = gracia, regalo,
don). Se dice que son un “sándwich literario”.
El centro -c.13, dedicado al amor- está abrazado
por los c. 12 y 14 sobre realidad, finalidad, dife-
268
“RECIBID EL ESPÍRITU SANTO”
Cristo mantiene su promesa y envía el Espíritu Santo. El Espíritu está en el
origen de la Iglesia pero no queda encerrado en sus muros. Pentecostés significa
paz, misión, comunicación entre los seres humanos.
Entrada: “Este es el día en que actuó el Señor”, CLN 522.
Lecturas: “Oh Señor, envía tu Espíritu”, CLN 252; “Ven, Espíritu de Dios”, de Kairoi, en Y
ahora, Señor. “Danos, Señor, un corazón nuevo; derrama en nosotros un Espíritu nuevo”,
CLN 253; “Veni, Creator Spiritus”; “Siempre es Pentecostés”, CLN 430 de C. Gabaráin.
“Cada uno les oía hablar en su propia lengua”. La sorpresa de los oyentes
“cosmopolitas” no se refería sólo al hecho de escuchar un mensaje en el propio
idioma. Cada uno percibía una palabra “distinta” que provocaba una resonancia
interior. El aliento, la Palabra, restablecía el contacto del oyente con
Dios; despertaba algo dentro, colmaba un deseo...
Ofrendas: “El Espíritu de Dios” de J.A. Espinosa en Al Señor del nuevo siglo (Edibesa);
“Tómalo, Señor”, de F. Javier Goñi, en Alégrate, (PAX). El cristiano es un enviado (“como
el Padre me ha enviado, así os envío yo”).
Rito de la paz: Cantar o escuchar “La paz de Dios”, en Algo nuevo.
Comunión: “Dios nos da su pan”, de C. Erdozáin, en Cantos para una comunidad evangelizadora,
(EMLO).
Tenemos que recuperar el Espíritu que nos ha sido dado, para que no desfallezcamos en la
lucha por la justicia, la paz y el desarrollo solidario de todos los pueblos.
Despedida: “Fuego de Dios”, de la comunidad Emmanuel, en Jesús vive, (AL-ALBA);
“Somos una familia”, letra y música de Pedro Sánchez, de Kairoi, en Hermanos, (PAX).
rencia, función... de los carismas en la Iglesia.
Lo sustancioso del “sándwich” es el amor
(“agápe”) pues el amor de Dios ha sido derramado
en nuestros corazones por el Espíritu
Santo que nos ha dado (Rom 5,5). Sin él nada

vale. Es fuente de todo bien. Permanece siempre.
Es absoluto. En torno al amor tienen sentido,
son verdad y aportan vida todos los carismas.
- Este capítulo quiere enseñar: sobre
los [dones, impulsos...] espirituales no quiero,
hermanos, que ignoréis (12,1). Da un principio
de discernimiento claro: Nadie, hablando en el
Espíritu de Dios, puede decir: “maldito sea
Jesús”; y nadie puede decir “Señor Jesús” si no
es en el Espíritu Santo (12,3). La conexión entre
Jesús y el Espíritu de Dios es un dato evangélico
indudable. Los fariseos acusan a Jesús de
expulsar demonios en nombre del jefe de los
demonios (Mt 12, 22-32; Mc 3,20-30; Lc 11,14-
23; 12,10). Jesús apela a sus obras buenas (realizan
al ser humano) y generosas por parte suya.
Las obras buenas, hechas gratis, no son obras
del espíritu del mal, sino del espíritu divino.
Quien no lo reconoce “blasfema contra el Espíritu
Santo”.
- En los vv. 4-6, se reconoce la diversidad
de carismas, servicios (“diaconías”) y actividades
a la vez que la unidad de ejercicio procedente
de un mismo Espíritu, un mismo Señor
y un mismo Dios que lo activa todo en todos (v.
4-6). Los carismas, los ministerios o servicios
mutuos, las actividades eclesiales... para ser
auténticas tienen que ser buenas (realizan al ser
humano: liberan del mal, buscan la verdad...) y
estar activadas por Dios (“que hace salir el sol y
bajar la lluvia sobre justos e injustos”; ¡hay que
hacerlas gratuitamente!). A cada uno se le da la
manifestación del Espíritu para el bien (se añade
“común”, aunque el texto griego no lo dice; pero
se supone que cualquier “bien” que se hace
según el Espíritu divino es para todos). Esta universalidad
brilla en el don del amor (Rom 13).
- El segundo fragmento (12,12-13) inicia
la alegoría del cuerpo: Lo mismo que el
cuerpo es uno ... así es también Cristo, es decir,
la Iglesia. “El Espíritu es el mismo en la Cabeza
que en los miembros”, recordará el Vaticano II
(LG 7). Todos nosotros... hemos sido bautizados
en un mismo Espíritu... y hemos bebido de un
solo Espíritu. Esta metáfora se ha utilizado eclesiástica
y civilmente para defender categorías
honoríficas y dominios de unas clases sociales,
estamentos y personas 16 . Pablo, siguiendo el
espíritu evangélico, la utiliza para subrayar la
idea de igualdad y servicio mutuo: “un mismo
Dios” ha hecho todos los miembros, y todos son
necesarios, igualmente dignos, aunque con
diversos cometidos (v.14ss). Esta imagen ayuda
a entender la solidaridad, la participación y la
corresponsabilidad de todos los cristianos en la
Iglesia, Cuerpo de Cristo, y en su misión.
ORACIÓN: Todos hemos bebido de un solo Espíritu (1Cor 12,3b-7.12-13)
Jesús resucitado, Cabeza de todos los afectados por tu mismo Espíritu.
Al celebrar hoy la venida del Espíritu sobre tus primeros discípulos,
celebramos también la presencia continua del Espíritu sobre toda realidad;
sobre el universo que evoluciona y se abre en horizontes nuevos;
sobre todo ser vivo que alienta y se realiza como puede;
sobre todas las gentes que pueblan las diversas regiones de la tierra;
sobre las diversas culturas que buscan sentido y realización;
sobre todas las religiones, caminos por los que Dios sale al encuentro,
todas humanas, limitadas, con pecados históricos;
sobre los cristianos, nacidos de tu palabra y de tu vida, Jesús de Nazaret.
Al aceptarte a ti, Jesús hermano universal, sentimos tu Espíritu:
el que te llevó a relacionarte pacíficamente con todos;
a nadie rechazaste por su condición social, sexual, religiosa...;
para ti todos eran hijos del mismo Padre-Madre universal.
Tu Espíritu nos invita a convertirnos al Amor, que es Dios:
a sentirnos sus hijos, y hermanos de toda persona;
a trabajar por hacer de este mundo el Reino del Amor.
269

Reconocemos que el Espíritu Santo ha conducido tu existencia:
tus obras de vida: curaciones, dar pan y dignidad, rehacer personas...;
tus palabras de consuelo, de oración al Padre, de perdón...;
tu comunidad de vida fraterna, activa, sin violencia...;
tu enfrentamiento con la institución religiosa sin Espíritu,
al servicio de los dirigentes,
con ritos interesados y vacíos...
Toda tu vida, Jesús de Nazaret, ha sido un signo claro
de que Dios, el misterio de Amor, estaba contigo;
de que el Reino de Dios ha llegado por tu medio a nosotros;
de que eres en verdad el Hijo de Dios.
No nos cabe la menor duda de que es el Espíritu Santo:
quien nos mueve a tenerte como “cabeza” de nuestra comunidad;
tu vida enteramente dedicada al Amor nos mueve a la misma tarea;
nuestra vida es un regalo del Dios-Amor;
nuestros “dones, servicios, funciones” son expresiones del Amor.
Pablo nos dice hoy que nosotros, los bautizados con tu Espíritu
formamos un solo cuerpo, somos tú, el Cristo completo;
aunque somos muchos miembros, pero somos un solo cuerpo,
porque todos bebemos de un solo Espíritu.
Esta es la realidad radical de la Iglesia: el Espíritu que nos habita y alimenta;
La Iglesia no es una institución que sustituye al Espíritu,
ni la institución necesaria, aunque ahogue el Espíritu;
ni la institución que trae el Espíritu y desaparece;
ni la institución administradora del Espíritu.
La Iglesia es el Cuerpo de Cristo:
es el sacramento de su Amor;
es el milagro del Espíritu de amor universal y gratuito.
A hacer visible el Amor divino somos llamados todos:
con nuestros “dones, servicios y funciones”;
todos activos, solidarios, corresponsables;
“todo es vuestro, vosotros de Cristo y Cristo es de Dios”. 17
Rufo González
16 La teología de la autoridad y el poder en la Iglesia no se ha hecho desde el Evangelio: “Como institución, el Derecho
propio de la iglesia en toda Europa fue el Derecho romano. Como se decía en la Ley ripuaria de los francos (6 (58) 1), ... Sin duda alguna, el Derecho romano fue la fuente de inspiración del sistema
de gobierno y del ejercicio del poder de la Iglesia, tanto en la sociedad como al interior de la misma Iglesia” (J. M. Castillo
(Curas casados. Historias de fe y ternura. Moceop. Albacete 2010, pág. 349).
17 1Cor 3,23. ¡Cuánta libertad democrática cabe en la Iglesia! “Precisamente porque la Iglesia es un milagro de amor, la
Iglesia está llamada a ser una democracia... Nosotros y el Espíritu hemos decidido (He 15,28) está expresando esta dinámica
de gracia y libertad que constituye el ser de la Iglesia...” (Teresa Forcades i Vila: La construcción de una institución
religiosa que no ahogue el Espíritu. Rev. Iglesia Viva. Nº 245, enero-febrero 2011. pp. 49-60). En el mismo número: A.
Torres Queiruga: Descontento y malestar en la Iglesia; sobre todo, el apartado 6.3: la configuración “democrática” del
gobierno eclesial, pp. 43-47.
270

TEXTOS PARA LA CELEBRACIÓN
EXÉGESIS
PRIMERA LECTURA: Dt 4,32-34.39-40
El Deuteronomio arranca con un largo
discurso de Moisés que habla de las infidelidades
y fidelidades del pueblo, y de sus consiguientes
castigos y recompensas. Tras estas
palabras se relata el reparto de la tierra de la
zona de Transjordania y la sucesión de Moisés,
quien arenga al pueblo con una exhortación. La
lectura de hoy pertenece a esta exhortación. Y se
centra, exclusivamente, en unas pocas ideas,
que tienen como fondo la elección privilegiada
de Israel como pueblo de Dios en medio de
todas las naciones de la tierra.
* Moisés hace una pregunta al pueblo
que trasciende a la generación que le escucha y
se extiende a toda la larga historia ya del pueblo
israelita. (Tengamos en cuenta que este libro, en
su composición y relectura, ejerce una influencia
importante en la época exílica, cuando estas
palabras resonarían con gran fuerza.) ¿Ha habido
algún pueblo, fuera de Israel, que haya oído
la voz de Dios y haya podido sobrevivir a ello?
La voz de Dios, poderosa ejecutora de
sus órdenes (recordemos el relato de la creación
Santísima Trinidad
3 de junio de 2012
Dt 4,32-34.39-40 El Señor es el único Dios; no hay otro.
Sal 32, Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad.
Rom 8,14-17 Habéis recibido un espíritu de hijos adoptivos....
Mt 28,16-20 Bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del ES.
Dios uno y trino, misterio y cercanía. Hemos contemplado el misterio del amor del
Padre en su Hijo y realizado por el E.S. Hablar de Dios en nuestra sociedad secularizada
y neopagana resulta difícil. Dios se reveló antiguamente a su pueblo como el
único Dios viviente y liberador (1ª lect). Se hace cercano al hombre cuando es bautizado
en nombre del P. y del H. y del ES y guarda lo que Cristo ha mandado. Pablo
subraya la experiencia de la filiación adoptiva, que nos hace gritar ¡Padre! (2ª lect).
de Gn 1), ha sido escuchada única y exclusivamente
por unos pocos elegidos: por Abrahán y
su descendencia. Este es ya un singular privilegio.
Según la tradición israelita es imposible
para un hombre, en su condición de débil
criatura, ver el rostro de Dios o escuchar su voz
y permanecer siguiendo vivo. Cuando en el
Sinaí suena la voz divina, en medio de truenos y
relámpagos (bello marco escénico para subrayar
la grandeza de quien habla), “el pueblo temblaba
y se mantenía a distancia”, y pidió a Moisés:
“Háblanos tú y te escucharemos, pues si nos
habla el Señor moriremos” (cf. Éx 20,18). En
nuestra lectura se destaca este hecho: Israel ha
escuchado la voz de Dios... y sigue vivo. ¿Por
qué? Porque Dios lo ama, es su pueblo elegido.
* Pero Israel no solo ha escuchado la
voz poderosa de Dios, sino que además ha percibido,
ha visto actuar en su historia el brazo,
igualmente poderoso, del Señor. En el contexto
religioso y cultural de los israelitas contemporáneos
a este texto, los dioses más terribles eran
los de Egipto, Asiria, Babilonia..., es decir, los
de los pueblos más poderosos. Y sin embargo, el
271

Dios de Israel, ha mostrado su valor y su poder;
como un diestro guerrero ha entablado combate
contra las inigualables divinidades de Egipto y
las ha vencido. Ha defendido y rescatado con
energía insuperable a su pueblo. ¿Qué Dios
hubiera hecho tanto por su pueblo?
* Palabras y hechos poderosos muestran
a Israel cómo su Dios, poderoso por encima
de todos los dioses, lo ha elegido a él como pueblo
y ha establecido con sus miembros una
alianza. Un pacto que se basa en el reconocimiento
de este Dios como único Señor del pueblo.
En un momento histórico en que los israelitas
estaban convencidos de la existencia de múltiples
dioses, este es un paso importante para
terminar concluyendo en el pertinaz monoteísmo
que caracterizará al judaísmo que renace de
las cenizas del exilio babilónico.
Consecuencia de esta incipiente creencia
es la confesión de fe que encontramos en
nuestro texto: “Reconoce... que el Señor es el
único Dios allá arriba en el cielo, y aquí abajo en
la tierra; no hay otro”. Y en correspondencia con
esta fe, el pueblo debe guardar sus mandamientos.
No basta solo reconocer que hay un Dios, y
éste es el de Israel, sino que, además, se ha de
ser consecuente y coherente con esta fe. De ese
modo, el pueblo de la alianza vivirá feliz en la
tierra que Dios le entrega.
SEGUNDA LECTURA: Rom 8,14-17
* Rom 8 es uno de los grandes capítulos
del NT sobre el Espíritu, gran don de la plenitud
del tiempo que se ha cumplido en Cristo.
El capítulo sigue inmediatamente a la última
respuesta que Pablo había dado en Rom 7 al
difícil problema de la ley; ello explica que en la
primera parte de Rom 8 (8,1-13) el Espíritu aparezca
sobre todo como determinante e impulsor
primero de la vida del creyente en la repetida
contraposición “carne-espíritu”.
La frase con que inicia nuestro texto
litúrgico constituye la última expresión de la
citada perspectiva. A ella se debe, en efecto, que
272
tanto la guía del Espíritu como la filiación divina
(adoptiva) aparezcan como realidades condicionadas:
“los que... esos...”.
Ayudado por la gramática, Pablo señala
por enésima vez la necesidad de que el don
recibido se traduzca en la existencia creyente.
Porque el cristiano ha recibido el Espíritu y es
hijo de Dios. Lo dicen claramente las afirmaciones
que siguen; en ellas la recepción del Espíritu
se presenta como hecho acontecido (lo
“habéis recibido”) y la filiación divina como
condición actual del creyente (“somos hijos de
Dios”).
* El eco de la referida problemática de
la ley se deja sentir también en la expresión
“espíritu de esclavitud”; ésta debe entenderse en
el sentido de espíritu que genera esclavitud o
que hace esclavos y parece creada para marcar
el contraste con “el espíritu de filiación” y, a través
del contraste, acentuar la relación entre el
don del Espíritu y la filiación divina: el creyente
es “hijo de Dios” porque ha recibido el “espíritu
de filiación”, es decir, el Espíritu que engendra
hijos.
El texto se detiene en la afirmación de
tal relación, intensificándola al concretar la
acción del Espíritu en el grito “¡Abba! (Padre)”,
que sale de labios del cristiano como manifestación
externa de la condición recibida y del sentimiento
con que la vive. El cristiano se siente
hijo y el Espíritu le muestra la base objetiva de
aquel sentimiento haciendo que prorrumpa en el
grito de los hijos.
* Las frases conclusivas del pasaje
explicitan la dimensión cristológica de la experiencia
descrita. Tal dimensión se hallaba implícita
en el grito “¡Abba!”, cuya pervivencia en la
forma aramea se explica únicamente si recoge el
mismo grito con que Jesús expresaba durante su
vida terrena su conciencia de Hijo (cf. Mc
14,36). La unión de los cristianos al misterio de
la Pascua de Cristo hace posible en definitiva
que Dios los haya constituido en la condición de
hijos que han recibido con el don del Espíritu.
Junto con esto, la explicitación de la referencia

a Cristo abre el discurso al futuro y con él a la
esperanza: la unión con Cristo ha supuesto
“sufrir con él”, prenda segura de que serán
“también con él glorificados”.
EVANGELIO: Mt 28,16-20.
La conclusión del evangelio de Mateo
es solemne como escena última que compendia
toda una obra. Inmediatamente después de la
escena del sepulcro vacío, Mateo nos traslada a
Galilea, donde el ministerio público de Jesús se
ofreció a Israel a través de sus enseñanzas (cc.5-
7) y de su obra, (cc.8-9) para hallarnos de nuevo
en un monte que es, en la tradición bíblica, el
lugar por excelencia de revelación. En un monte
se promulgó la nueva ley (las bienaventuranzas,
c.5) y en un monte alto se anticipó algo de la
gloria de Jesús, en el camino de hacia Jerusalén
(la transfiguración, c.17); de igual modo que en
el Sinaí se promulgó la ley antigua (Ex 19) y
desde allí, el pueblo vio la teofanía de Yahvé
(Ex 19,3). Precisamente en una altura, Mateo
sitúa la cima de su revelación.
* El gesto de los discípulos ante su presencia
es revelador. En el evangelio de Mateo
hay una progresión en el uso del verbo proskyneo
(adorar, postrarse). Referido a Jesús, da a
entender que Jesús es, progresivamente, Rey
(Mt 2,2), Señor (8,2), Hijo de Dios (14,33).
Ahora, ante el Señor glorificado, postrarse cobra
su valor original de adoración a solo Dios debida.
Con ello ya se proclama la parte que Jesús
tiene en la intimidad de Dios.
EN TORNO A LA HOMILÍA
Acabado el tiempo pascual celebramos
el misterio del Dios Trinidad bajo cuyo nombre
hemos sido bautizados y en cuya memoria
empezamos toda reunión cristiana. La fiesta de
la Trinidad nos ayuda a contemplar el misterio
pascual en la totalidad del Dios único, o en la
acción del Padre, del Hijo y del Espíritu.
* Mateo, cuyo texto se resiente de no
pocos semitismos, vuelve al circunloquio que
evita el nombre de Yahvé; “se me ha dado todo
poder” no quiere decir sino que Dios mismo le
ha otorgado su poder. El uso que realiza el
Nuevo Testamento del concepto “poder” (exousía)
rebasa con mucho su uso profano: la libérrima
autoridad para hacer algo. Referido aquí al
acontecimiento de Cristo, exousía es el dominio
que Jesús ejerce sobre el nuevo orden cósmico,
expresado éste último con el binomio “cielo y
tierra”.
* Es lógico que un Señor así presentado,
con un grado tal de pertenencia a Dios
mismo y con una potestad que alcanza la totalidad
del cosmos, no puede limitar al pueblo de
Israel la misión que encomienda a los discípulos.
El Mesías rechazado por el pueblo de Dios,
tema propio mateano, llama ahora a todas las
gentes a la fe...; el privilegio de Israel sucumbe
ante el universalismo cristiano.
Este momento, el de la convocatoria a
todas las gentes a formar la unidad del nuevo
pueblo de Dios, es la ocasión propicia para finalizar
incluyendo una confesión de fe: la Trinidad
de Dios, o el Dios-familia, Dios-diversidad.
Posiblemente tomado de la liturgia de Antioquía,
donde “se hace” este evangelio, el rito
bautismal concluye el libro.
Dios acaba de descubrir su rostro más
íntimo; ya no dirá más... hemos conocido su
intimidad; ya podemos dirigirnos hacia “el fin
del mundo”.
1. Más que un nombre
Dios es un misterio, “siempre mayor”
que nuestros conceptos, un mar que no cabe en
la vasija que fabrica nuestra imaginación. “Si
comprendes…ya no es Dios”. Desde siempre se
ha calificado a la Trinidad como “el misterio de
los misterios” del cristianismo. Aunque el término
no se encuentre en el Nuevo Testamento.
Para abordar y delimitar el misterio de Dios,
especialmente en torno a la persona de Cristo, la
273

teología cristiana recurrió a los esquemas filosóficos
de la razón griega, dejando al margen otras
dimensiones de la persona (la afectividad, la
sensibilidad…) que son también cauces de aproximación
a la verdad. La cultura de hoy, prisionera
de la razón y de los sentidos, apenas puede
dar cabida al misterio; lo considera casi un
insulto o un reto a una razón que puede llegar a
ser capaz de conocer todo. Sin embargo, estamos
envueltos en el misterio: también la condición
humana lo es, porque la vida es un misterio,
la muerte es un misterio, el amor y la libertad
son un misterio, el origen del universo es un
misterio.
2. Modelo de amores
Los textos de la liturgia de hoy hablan
del amor de Dios, del Dios del amor. Hablar de
Dios es subrayar que Dios es amor; hablar de la
Trinidad es hablar de la realización total del
amor perfecto, es hablar del modelo de nuestros
amores. El misterio más profundo de Dios es
como un gran hogar, que se expresa (mejor, se
balbucea) con palabras como dar, acoger, intercambiar
vida y amor. “En su misterio más íntimo
no es soledad sino una familia que incluye
en sí mismo la paternidad, la filiación y la esencia
de la familia que es el amor. Este amor en la
familia divina es el Espíritu Santo”. Dios no es
un ser solitario, sino familia y comunidad de
amor, la comunidad perfecta, porque siendo personas
distintas todo es común; es un amor que
se da dentro de sí, vida que se comparte, amor y
vida que se acogen. Nos aproximaremos a él,
cuando balbuceamos palabras como vida, amor,
donación, acogida, y sobre todo cuando tenemos
la experiencia del amor gratuito y universal.
274
Celebramos que Jesús nos ha revelado
que el Dios creador es Abba, Padre, el Dios en
cuyas manos está nuestra vida y se preocupa con
cariño de cada ser humano, el Dios que ha salido
al encuentro de los hombres de muchas formas
y por muchos caminos y que, definitivamente
ha hablado a través del Hijo. Celebramos
que Jesús, al que los testigos habían experimentado
como hermano y compañero es al mismo
tiempo el mediador, la Palabra de Dios que estaba
al principio junto a Dios y en la que todo fue
creado, el Hijo que nos constituye en hermanos
y se queda con nosotros. Celebramos que el
Espíritu, que experimentaban como protagonista
en la iglesia primera es el Dios que se derrama
sobre nosotros y nos llena de su fuerza, el
Dios que nos habita y dirige nuestras vidas.
3. A imagen de Dios
La fiesta de la Trinidad nos revela el ser del cristiano,
imagen y semejanza de un Dios comunión
de personas. Podemos hablar de Dios, pero confesar
la Trinidad es recibir la vocación a vivir
trinitariamente: como hijos, en confianza y
docilidad; como hermanos, en amistad y servicio;
en el Espíritu, haciendo posible el entendimiento
y la comunión. “Entiendes la Trinidad si
vives la caridad”. Hechos “a imagen y semejanza
de Dios”, estamos llamados a ser iconos e
imagen de la Trinidad.
La eucaristía es el sacramento de la comunión
con Dios y con los hermanos. Partimos el pan,
comemos el mismo pan, nos comprometemos a
hacernos pan.
Santiago Rz Delgado

ORACIÓN DE LOS FIELES
1. Para que la Iglesia crezca en el conocimiento y la vivencia de Dios como Padre que ama y sepa
reflejarlo en actitudes de cercanía y comprensión con todos los hombres.
2. Para que los creyentes dejemos de vivir a Dios como una realidad inexpresiva y percibamos la
santa Trinidad como una familia de amor, ejemplo de todas las comunidades eclesiales y familiares.
3. Para que la Iglesia enseñe sobre todo que la esencia del mensaje cristiano no son verdades ni
principios, sino la filiación con Dios y la fraternidad en Cristo y en el Espíritu.
4. Para que los hombres vean en la Iglesia una gran familia unida en el amor y una comunidad
solidaria que busca acoger a todos sin exclusiones ni servilismos.
275

El capítulo octavo describe la vida del
Espíritu Santo en el creyente y en la comunidad.
Pablo contrapone la vida “según la carne” (la
vida movida por tendencias egoístas, que solo
buscan el bien propio), y la vida “según el espíritu”
(la vida movida por el amor de Dios, amor
gratuito y universal). Los cuatro versículos hoy
leídos conectan la vida del cristiano con la santísima
Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo),
cuya fiesta celebramos hoy.
- Los que se dejan llevar (lit.: cuantos
son guiados) por el Espíritu de Dios, esos son
276
CANCIONES
OTROS TEXTOS
VIDA EN RELACIÓN
Con el “Verbo hecho carne”, Dios rompe los muros del fortín en que le habíamos
recluido, el cielo y templo, y se hace caminante. La revelación no tiene por objeto
explicarnos a Dios, sino ponernos en contacto con Él. Nuestra cabeza es incapaz
de contenerlo pero tenemos la posibilidad de dejarnos seducir por Él y abrirnos a
la “infinita” diversidad (Trinidad) de relaciones del amor.
Entrada: “Un solo Señor... un solo Dios y Padre”, CLN 708; “Reunidos en el nombre del
Señor”, CLN A 9.
Antífona: “Señor, Dios nuestro ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!”, (Salmo 8),
CLN 50; “Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad”; LS 176.
Aclamación: “Aleluya, Amén”.
Ofrendas: “Este pan y vino” CLN H 4.
Fracción: “Cordero de Dios”, CLN N 3, de Manzano.
Comunión: “Acerquémonos todos al altar” CLN O 24; “Como brotes de olivo” CLN
528.
Despedida: “Dios en la ciudad”, de Kairoi, en Hermanos (AL-ALBA).
“HAY QUE RESPONDER A LOS IMPULSOS DEL ESPÍRITU”
Introducción: Quienes se dejan llevar por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios (Rom 8,14-17)
hijos de Dios (v.14). Coincide con el criterio de
Jesús: por los frutos se reconoce la identidad y
bondad del árbol (Lc 6,43-45; Mt 7,17-20).
Nuestra identidad se expresa en obras de amor
(las que realizan al hombre: le curan, le hacen
dichoso y bueno...), hechas con el “dedo de
Dios” (Lc 11,20), es decir, con la fuerza de su
amor. Somos hijos de Dios cuando nos dejamos
guiar por su impulso o aliento amoroso, por su
Espíritu. Cuando nuestra conducta deshace a la
persona, la margina, la esclaviza, la deja en la
miseria... nos dejamos llevar por el enemigo del

ser humano: el egoísmo en sus diversas formas:
venganza, dominio, vanagloria, avaricia (acumulación
de bienes que impide la voluntad divina
de que lleguen a todos). Así ahogamos el
Espíritu, entraña divina; no somos hijos de Dios.
No habéis recibido un espíritu de esclavitud
de nuevo para el temor, sino habéis recibido
un espíritu de adopción (uioszesía: uios =
hijo; zesía, de tízemi = poner: situación de
hijos), en el que gritamos: ¡Abba! ¡Padre! (v.
15). Bien conocía Pablo el mundo de las religiones
basado en el miedo a los dioses que premian
y castigan. El Espíritu Santo libera del miedo a
la divinidad y a la muerte, al darnos un nuevo
sentir: junto con nuestro espíritu testifica que
somos hijos (tekna = hijos) de Dios (v. 16). Aquí
se reconoce la bondad de nuestro espíritu al confluir
con el Espíritu de Dios en creernos “hijos”,
criaturas o hechuras de Dios, bendecidas por su
amor, sustancialmente buenas. Sintonizamos así
con la buena noticia de Jesús: amad incluso a los
enemigos y orad por vuestros perseguidores; así
seréis hijos de vuestro Padre que está en los cielos
(Mt 5, 44; Lc 6, 35-36). El Espíritu nos lleva
a gritar sin temor ¡Padre! como un niño, que
solo sabe de su papá el amor incondicional que
le tiene.
- Si hijos, también herederos (kleronomoi:
kleros = herencia, y nemo = distribuir),
herederos de Dios, coherederos con Cristo, [si es
verdad que compartimos el mismo sufrimiento
para que también tengamos parte en su gloria]
(v.17). Herencia, clero, de Dios y coherederos
con Cristo. Eso es lo que somos todos y cada
uno. La iglesia es la “herencia” de Dios, es
decir, el Amor de Dios, su única herencia, lo
único que es y tiene. “No tengo oro ni plata [si
hoy lo dijera la Iglesia mentiría], pero lo que
tengo te lo doy: camina. Lo tomó de la mano y
lo levantó” (Hech 3,6-7). ¿Quién no cree en las
personas e instituciones que dan lo que tienen?
No es fácil ser heredero de Dios, llevar la cruz
de su amor, la cruz de Jesús, la luz y la gloria de
su amor.
ORACIÓN: Quienes se dejar llevar por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios (Rom 8,14-17)
Jesús, hermano y coheredero del Amor.
Hasta nosotros ha llegado la noticia del amor de Dios;
la noticia proclamada claramente por ti, Hijo amado del Padre Dios;
la noticia que ya el Espíritu de Dios había insinuado a nuestro espíritu:
“el hombre, incitado por el Espíritu de Dios,
nunca jamás será del todo in diferente ante el problema religioso...
Siempre deseará saber, al menos confusamente, el significado de su vida,
de su actividad y de su muerte...
Sólo Dios puede dar respuestas a estas preguntas” 18 ;
la noticia percibida en todos los pueblos como “el Dios de todos los nombres”,
el Dios que sale al encuentro de cualquier conciencia,
el Dios que quiere sostener y abrazar a través de toda religión;
la noticia que la sociedad moderna ha proclamado a los cuatro vientos:
“todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos...
dotados como están de razón y conciencia,
deben comportarse fraternalmente los unos con los otros...
Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona”
19 .
Ahí, al ver “crecer la conciencia de la excelsa dignidad de la persona humana,
de que ella está por encima de todas las cosas,
y sus derechos y deberes son universales e inviolables”;
ahí descubrimos el trabajo del Padre y tuyo, Jesús del amor de Dios:
“el Espíritu de Dios, que con admirable providencia guía el curso de los tiempos,
y renueva la faz de la tierra, está presente a esta evolución.
277

El fermento evangélico despertó y despierta en el corazón del hombre
la irrefrenable exigencia de dignidad”. 20
Abiertamente escuchamos hoy a Pablo la fe tuya, Jesús de todos:
Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios.
No habéis recibido un espíritu de esclavitud de nuevo para el temor,
sino habéis recibido un espíritu de adopción en el que gritamos: ¡Abba! ¡Padre!
El Espíritu Santo, junto con nuestro espíritu, testifica que somos hijos de Dios.
Si hijos, también herederos, herederos de Dios, coherederos con Cristo.
Hoy celebramos lo que “se ha dicho en forma bella y profunda,
que nuestro Dios, en su misterio más íntimo, no es una soledad, sino una familia,
puesto que lleva en sí mismo paternidad, filiación y la esencia de la familia, que es el
amor.
Este amor, en la familia divina, es el Espíritu Santo”. 21
Este Espíritu ha sido el gran regalo de la Pascua:
recibid el Espíritu Santo...
haced discípulos... bautizándolos para vincularlos al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Esta fue la tarea de tu vida, Jesús resucitado, heredero del amor del Padre:
como el Padre te envió, así nos envías a todos y a cada uno de nosotros;
“venimos del corazón del Padre, de la inteligencia del Hijo y del amor del Espíritu
Santo”. 22
Por eso todos somos “libres e iguales en dignidad y derechos...
debemos comportarnos fraternalmente los unos con los otros...”.
Amad incluso a los enemigos y orad por vuestros perseguidores;
así seréis hijos de vuestro Padre que está en los cielos.
Ayúdanos, a cada uno y a la Iglesia, a crecer en el “Hogar”,
donde se venera al Amor, que es Padre;
donde se vive con el Amor, que es Hijo y Hermano;
donde crecemos en el Amor, que es Espíritu de comunión.
Rufo González
18 Concilio Vaticano II: Gaudium et Spes, nº 41.
19 Artículo 1 y 3 de la DECLARACIÓN UNIVERSAL DE DERECHOS HUMANOS, aprobada y proclamada por la Asamblea
General de las Naciones Unidas, el 10 de diciembre de 1948.
20 Concilio Vaticano II: Gaudium et Spes, nº 26: Spiritus Dei... huic evolutioni adest. Expresamente dice que “el Espíritu
está presente a la evolución socioeconómica”, que crea realidades nuevas, abierta al futuro. La evolución histórica, con sus
ambigüedades, puede considerarse como signo o sacramento de la presencia del Espíritu de Dios.
21 Juan Pablo II en Puebla (México), 28 de enero 1979, a la Asamblea del CELAM.
22 Leonardo Boff: La Santísima Trinidad es la mejor comunidad. Ed. Paulinas. Madrid 1990, p.21
278

TEXTOS PARA LA CELEBRACIÓN
EXÉGESIS
Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo
10 de junio de 2012
Ex 24,3-8 Esta es la sangre de la Alianza que hace el Señor con vosotros.
Sal 115 Alzaré la copa de la salvación invocando el nombre del Señor.
Heb 9,11-15 La sangre del Señor podrá purificar nuestra conciencia.
Mc 14,12-16.22-26 Esto es mi cuerpo, esta es mi sangre.
La eucaristía: - alianza: Dios hizo una alianza en el monte Sinaí con su pueblo y éste
prometió cumplir su voluntad (1ª lect); - banquete: Jesús en la Cena pascual instituyó
la eucaristía como nueva y eterna alianza (Ev); - el sacrificio de Cristo borra los pecados
y nos lleva al verdadero culto (2ª lect).
PRIMERA LECTURA: Éx 24,3-8
La lectura de hoy se inserta en el conjunto
de Éx 24,1-11. Un texto que recoge la ratificación
de la alianza sinaítica. Y en él concurren
dos relatos distintos que se unen para este
fin. Ambos tienen como elemento común la descripción
de un rito. En 24,1-2.9-11 es una comida,
en la que participan Moisés con algunos destacados
del pueblo en presencia de Dios; y en
24,3-8 es un sacrificio.
En nuestra lectura Moisés aparece
como único mediador entre Dios y el pueblo; no
se tiene en cuenta a los otros personajes que se
mencionan en el rito de la comida. Él solo pone
por escrito las palabras del Señor; él prepara
también el altar que servirá para el sacrificio; él
ordena cómo ha de disponerse de las víctimas, y
él realiza el rito de la sangre con el que se ratifica
la alianza entre Dios y los israelitas.
* Toda la carga del texto confluye,
finalmente, en las palabras de Moisés que interpretan
el rito que ha realizado y que cargan de
sentido aquella sangre con la que se ha refrendado
el pacto. Entre esta lectura y la fiesta que
hoy celebramos hay un claro paralelismo: la
sangre vertida por Moisés como signo de la antigua
alianza, en el primer caso, y la sangre de
Jesús (oferente y víctima), signo de la nueva
alianza, en el segundo.
* La sangre era para aquella cultura, y
aún hoy entre nosotros, algo sagrado. Como
receptor y transmisor de vida pertenecía a la
divinidad. Los pactos tribales y familiares se
sellaban con algún rito de sangre (algo también
actual entre distintos grupos urbanos). En los
ritos de comidas, comer en común la víctima
ofrecida era lo que establecía la comunión; pero
en los casos en que el objeto es la sangre, es su
derramamiento sobre unos y otros lo que expresa
la singular relación entre las partes. Así, Moisés
la derrama sobre el altar (que representa a
Dios) y sobre el pueblo. Indicando con ello la
solidaridad que existe, fruto de aquel pacto,
entre el Señor y los israelitas. Una misma sangre
rociada sobre ambos expresa su particular
unión.
En el cenáculo, en el rito de la cena
pascual de Jesús con sus discípulos, aparece
también esta confluencia de sentidos que vemos
en el relato del Éxodo y su relación con la alianza.
Lo reconocemos en las palabras del mismo
279

Jesús al referirse al vino: “Esta es mi sangre,
sangre de la alianza, derramada por todos”.
* Y junto a esta significación de la unidad
entre las partes que sellaban su pacto
mediante el rito de la sangre, estaba también el
de la purificación. Servía para purificar algo o a
alguien de sus faltas; por ejemplo de la lepra (cf.
Lev 14,1-7). En el Apocalipsis se habla de los
que “han blanqueado sus túnicas en la sangre
del Cordero” (7,14).
SEGUNDA LECTURA: Heb 9,11-15
Los autores reconocen en este pasaje el
centro de la carta a los Hebreos, en el que se
resume primero la teología del escrito y se desarrolla
luego sirviéndose de los ritos del día de la
expiación, que se consideran realizados en plenitud
y, por tanto, superados en Cristo.
* La superación toca en primer lugar al
hecho de que en la Nueva Alianza el primer
plano lo ocupa una persona: Jesucristo. A él se
refiere señaladamente la primera afirmación del
pasaje: él es el Sumo Sacerdote.
La idea de la superación se precisa
ulteriormente, aunque en términos todavía generales,
relacionando el sacerdocio de Cristo con
los bienes definitivos. Por su cualidad de tales,
esos bienes, identificados inmediatamente con
“la liberación eterna” y más adelante con “la
herencia eterna”, se convierten a su vez en
expresión de la superioridad del sacerdocio de
Cristo.
* A ésta corresponde además la superioridad
de todos los elementos que comportaba
la liturgia del culto antiguo: el lugar, más grande
y más perfecto, por cuanto que forma parte
del mundo celeste y, por ello mismo, no ha sido
hecho por los humanos.
En una frase sobrecargada se expresa
en fin la superioridad de la ofrenda, del desarrollo
de los ritos y de su eficacia. El Sumo Sacerdote,
Cristo, ofrece su propia sangre, es decir,
280
entrega su propia vida muriendo en la cruz: el
sacerdote y la víctima son la misma cosa. Por
otra parte, al ofrecer su vida a Dios ha obtenido
para los humanos la liberación eterna, signo evidente
de su eficacia y de que, en consecuencia,
no necesita ser reiterada; es decir, ha sido una
ofrenda hecha “de una vez para siempre”.
* El texto se extiende en la contraposición
de los ritos del día de la expiación y la
ofrenda de Cristo, argumentando ahora “de
menor a mayor”. Por este medio se hace posible
una valoración positiva de los efectos de los
sacrificios antiguos en orden a la obtención de la
pureza ritual exigida por la ley. Pero sobre esta
base se establece una nueva expresión de la
superioridad del sacrificio de Cristo: por la
acción santificadora de Dios (“en virtud del
espíritu eterno”), Cristo se convirtió en sacrificio
sin mancha, es decir, sin pecado, que él
mismo ofreció al Padre. De este modo puso fin
a los sacrificios antiguos y abrió el camino al
culto verdadero.
* El sacrificio de su vida convierte a
Cristo además en mediador de una alianza
nueva, cuya eficacia se muestra precisamente en
la redención de los pecados de la antigua alianza.
Apoyado en la realidad del perdón de los
pecados, el creyente abre su corazón a la esperanza
de recibir un día la herencia futura prometida.
EVANGELIO: Mc 14,12·16.22-26
* La primera parte del relato de la Última
Cena de Jesús con los suyos está precedida
en Marcos de la pintoresca escena de los preparativos
de la Pascua. Los días de Ázimos -los
días posteriores a la noche del 14 de Nisán son
frecuentemente confundidos en Marcos
(1,32.35;13,24). Es preferible entender, por lo
tanto, que eran las vísperas de la cena pascual;
“inmolar, comer la pascua” (pasja, es un término
hebreo para designar el cordero), dice el
texto griego, traduciendo la mentalidad hebrea
que aquella noche rendía un culto doméstico y
conmemorativo al “paso” de Dios por Egipto.

La curiosa señal convenida para hallar
la estancia (katalima, en griego: la habitación de
los huéspedes) no parece que trasluzca un gesto
profético o adivinatorio por parte de Jesús, sino
más bien un acuerdo previo con algún amigo. El
hecho de ser “el piso de arriba” denota una cierta
posición social de aquél que también reconocía
como didáskalos (maestro) a Jesús, aunque
llama la atención la importancia que Marcos
concede al hecho de la sala y no a los elementos
pascuales exigidos por el ritual: cordero, ázimos,
vino, hierbas amargas, salsa, lámparas.
Aunque desde un estricto punto de
vista histórico no podemos asegurar si el banquete
de despedida de Jesús tuvo lugar en la
misma celebración pascual, sí es cierto que se
celebró en su contexto, en la inmediatez de las
fiestas pascuales. De ello no le cabe la duda a
Marcos que tras los preparativos incluye el antiguo
relato de la cena y lo concluye con el canto
de los salmos del Hallel (Sal 115- 118), propios
de la cena pascual y no de una simple comida
festiva. La crítica parece hoy unánime cuando
postula que esta narración de Marcos refleja la
celebración eucarística de una comunidad judeocristiana
de Palestina, de lengua aramea, muy
cercana a aquellos primeros testigos que transmitieron
lo dicho y hecho aquella noche: los
actores son Jesús y “ellos”, los discípulos que no
se nombran pero parecen conocidos.
* El relato, toscamente construido,
consta de tres intervenciones de Jesús: Las pala-
EN TORNO A LA HOMILÍA
1. Pan y mesa
Tras la Pascua, la Iglesia nos hace volver la
mirada hacia el misterio de la eucaristía, fuente
y cima de la vida cristiana, “la piedra angular y
el momento culminante de todo el culto cristiano”;
desdobla lo celebrado el jueves santo en
contexto de pasión, y lo sitúa como faro que
orienta la vida ordinaria de la iglesia. El jueves
santo celebrábamos el amor de Cristo hasta la
entrega total. El pan del Jueves Santo es el pan
bras sobre el pan, sobre la copa, y una sentencia
escatológica. El contexto ritual queda patente
por la bendición (eu-logía) y la acción de gracias
(eu-jaristía) que preceden al gesto. Las
palabras no son interpretativas, como las del
padre que explicaba el significado del cordero o
de las hierbas amargas, sino de identidad: el pan
es su cuerpo (el soma griego traduce el concepto
hebreo basar que define al hombre en cuanto
realidad corporal), y el vino es su sangre (la sede
de la vida). Pero este último elemento es especificado
aún más: se trata de sangre de la Alianza
(diatheke = pacto, alianza o testamento). Ésta es
la única vez que aparece el término en labios de
Jesús y su sentido hay que encontrarlo en relación
con lo que fue el motivo principal de su
ministerio: la predicación del Reino de Dios. La
última cena fue, por lo tanto, el legado, la herencia,
el testamento de su palabra y obra, no ya a
los discípulos sino a todos los hombres, sin distinción
alguna. Este es el significado del semitismo
que encierra el texto griego, “por, en favor
de (uper) muchos”, traducido en la liturgia, “por
todos”.
El misterioso dicho con el que finalizan
las palabras de la cena es típicamente judío
y de hechura semítica: el banquete mesiánico y
el vino excelente del día del Mesías al que alude
Jesús es prueba inequívoca de su conciencia
mesiánica; pero también pone de relieve que su
muerte inminente -sabida y esperada por él
mismo- es la clave para comprender el misterio
de la eucaristía.
que se rompe para vida del mundo. “Habiendo
amado a los suyos que estaban en este mundo
los amó hasta el extremo”. El pan del Corpus es
el pan alimento de la vida de la iglesia. “Tomad
y comed”.
Cada domingo nos reunimos como comunidad
en torno a la mesa del pan. No acudimos a título
individual sino para sentarnos con otros en
torno a una mesa. No olvidamos que en el origen
de nuestra celebración hubo una cena de
despedida y que estamos invitados a una comida
fraterna no a un espectáculo ni a una charla
informativa. Todo el simbolismo del pan, del
281

hambre, del comer juntos en torno a la mesa, del
banquete, no son la eucaristía pero lo que expresan,
la aspiración a la comunión, a la vida y a la
fiesta, es lo que Dios pretende para su pueblo.
Jesús los incorpora y hace suyo este proyecto
humano. Dios bendice el pan y lo transforma en
pan de vida para todos. La eucaristía es a la vez
pan que alimenta, fruto de la tierra y del trabajo
de los hombres y mesa familiar creadora de
comunión. Mesa, antes de ser altar; comida,
para alimentar nuestra necesidad de sentido y de
comunidad.
2. Sacramento
Banquete y comunión de mesa es la imagen preferida
de Jesús para expresar la verdad central
sobre el Reino de Dios y sobre el Dios del
Reino. El Reino es una experiencia de familia,
de comunión y de gozo, porque es cercanía del
Dios Padre de todos; es mesa compartida porque
consagra los lazos de solidaridad, fraternidad y
comunión entre los hombres. El Dios de Jesús,
el Dios de la comida y de la fiesta, es universal
porque quiere a todos sentados a su mesa. Y
Jesús no sólo habla del Reino en forma de comida
(“Dichoso el que coma en el banquete del
reino de Dios” -Lc14,16; 15,23ss-) sino que
comparte mesa con los despreciados y escenifica
la llegada del Reino con sus comidas con
todo tipo de gentes.
La cena pascual era una celebración asociada a
una cena familiar realizada en casa. En la cena
pascual de Jesús el centro no es el cordero sino
el pan. “Tomó pan, pronunció la bendición, lo
partió y se lo dio diciendo: Tomad, esto es mi
cuerpo”. “El pan bendecido, partido, dado y
compartido, soy yo”. Él no sólo da el pan fruto
de la tierra y del trabajo de los hombres, en sí
mismo expresión de comunión y solidaridad,
sino que se hace pan “para la vida del mundo”
(Jn 6,31), pan para todos. Entra y nos hace
entrar en la lógica del pan que es ser comido por
alguien y alimentar a los que tienen hambre.
Hacerse pan y comer nos hace presentes las
muertes por falta de pan; escuchar la invitación
a comer nos sitúa ante tantas hambres que hay
que satisfacer; hablar de vida nos compromete
282
con tantas muertes escandalosas de los que tienen
hambre pero a quienes se les niega el pan.
3. “Nos atrevemos a salir”
La procesión del domingo de Ramos era una
manifestación de adhesión al mesías que llegaba
en son de paz. Salir en procesión el día del Corpus
no tiene nada que ver con la gloria y el triunfo;
salir en procesión es comprometido. “… nos
atrevemos a salir”. Hacer que el pan sagrado,
sacramento del ocultamiento de Cristo, salga y
sea llevado a lo largo de las calles, es un testimonio
de que la fe no es un asunto privado sino
un hecho público, tiene que ver con la capacidad
de reconocer a Cristo bajo las apariencias de
pobre y necesitado y tratarle con veneración; de
poner en el centro y exponer a la vista de todos
un alimento que todos necesitan. Pero es riesgo
y atrevimiento sobre todo porque, a la vez que
confesamos, humilde y animosamente, la fe, la
esperanza y el amor de que somos portadores,
exponemos a pleno día dos aspectos:
* Nuestras incoherencias y pecado. Es el
momento de pedir perdón por el mal uso que
hemos hecho del don recibido y por haberlo
vuelto muchas veces inocuo e irrelevante; por
tantas comuniones que legitiman las desigualdades;
por haber intentado conciliar la participación
en el banquete eucarístico con las divisiones
y disputas, la ortodoxia de las fórmulas con
la herejía de los comportamientos; por prometer
solemnemente hacer lo que dicen los mandamientos
de Dios y olvidar el mandamiento único
del amor.
* El compromiso colectivo, como pueblo que se
reúne en torno al pan, para que a nadie le falte el
pan necesario para vivir. El grito de los pobres
acompaña y rompe nuestros cantos al sacramento
del altar. Pan para todos.
- ¿Comulgamos con Jesús y con los hermanos?
- ¿Cerramos los ojos y los oídos a los pobres justificados
porque “siempre habrá pobres entre
vosotros”?
Santiago Rz Delgado

ORACIÓN DE LOS FIELES
Oremos a Dios Padre, rico en misericordia, que nos da el pan de cada día y el pan de la eucaristía.
Señor, danos tu pan
1. Para que la Iglesia sea consciente de que vive de la Eucaristía, el sacramento por excelencia
del misterio pascual, y la viva no como un rito repetitivo y vacío, sino como fuente y centro de
la vida eclesial.
2. Para que a la comunidad cristiana, que sabe que la Eucaristía es misterio de fe y misterio de
luz, a semejanza de lo que les ocurrió a los discípulos de Emaús, se les abra los ojos “al partir el
pan”.
3. Para que los cristianos sepamos comprender de verdad que es imposible participar de la Eucaristía
si estamos llenos de nuestros egoísmos y mezquindades, y no tenemos una actitud oblativa
como la de Jesús.
4. Para que los creyentes entendamos que este pan partido lo es para la vida del mundo y no para
nuestro consuelo y disfrute exclusivo y aprendamos a comprenderlo como pan para la vida del
mundo.
5. Para que también los pobres puedan sentarse a la mesa de la vida y del bienestar.
283

284
CANCIONES
ESTO ES MI CUERPO
Entrada: “Cristo luz de los pueblos”, HJ CRNM, 58; “Alrededor de tu mesa”, CLN A 4.
Gloria: CLN C 1.
Salmo: “Alzaré la copa de la salvación invocando tu nombre, Señor”, LS 183.
Ofrendas: “Señor del vino y del pan” de J.A. Espinosa en Al Señor del nuevo siglo (Edibesa).
Aclamación: CLN J 22.
Comunión: “Una espiga”, CLN O 26; “Gustad y ved”, CLN O 30; “El cáliz que bendecimos”,
(salmo 115) de F. Palazón, en El alzar de mis manos, (Paulinas); “Dios nos da su
pan”, de C. Erdozáin, en Cantos para una comunidad evangelizadora (EMLO); “Tú eres,
Señor, el pan de vida”, CLN O 41.
Procesión: Tradicionales: “Cantemos al amor de los amores”, CLN 0 8; “Donde hay caridad”
CLN 026; “Adoro te devote” CLN 01; “Altísimo Señor”, “Gustad y ved” CLN 0
30. Otros: “No adoréis a nadie”; “Hombres nuevos”; “El Señor está aquí”, del grupo Kairoi,
en Vive (PAX); “Somos testigos”, “Tu camino y tu verdad”, “El Señor es la esperanza”
Despedida: “Bendigamos al Señor”, de Pelayo Sánchez, en Jesús está en ti (Paulinas).
La cena de Cristo, junto a los suyos, es un adiós pero también una cita. Memoria
y anuncio (“Cada vez que coméis de este pan y bebéis de esta copa”); mirada
vuelta al pasado (“... proclamáis la muerte del Señor...”) y profecía de tiempos
nuevos (“...hasta que vuelva”).
OTROS TEXTOS
“HAY QUE RESPONDER A LOS IMPULSOS DEL ESPÍRITU”
Introducción: La sangre de Cristo purifica nuestra conciencia (Heb 9,11-15)
Hebreos es el único escrito del Nuevo
Testamento que interpreta la vida de Jesús en
clave y términos sacerdotales. Llama a Jesús
hasta “sumo sacerdote grande” (4,14). Jesús no
es sacerdote al uso: no pertenece a la clase
sacerdotal, no se constituye sacerdote mediante
ritos, no oficia sacrificios rituales o ceremoniosos.
“Se hace uno de tantos”, conllevando alegrías
y sufrimientos, especialmente con los más
débiles, dando su vida a favor de todos (Heb

2,17-18). Los capítulos 8-9 analizan la culminación
del sacerdocio de Jesús. Hoy leemos (9,11-
15) su remate en la muerte y la resurrección.
Los vv. 11-12 describen el sacerdocio
de Jesús como acceso a los “bienes futuros”,
divinos, a través de su cuerpo resucitado, hecho
templo donde Dios habita y libera de todo mal.
Su paso de la muerte a la resurrección le ha
constituido definitivamente en sacerdote eterno.
Cristo, viniendo como sumo sacerdote de los
bienes futuros, a través del tabernáculo mayor y
más perfecto no hecho a mano, esto es, no de
esta creación, ni a través de sangre de cabrones
y novillos, sino a través de la propia sangre,
entró de una vez para siempre en el santuario
consiguiendo una liberación eterna. Jesús nos ha
traído “los bienes futuros”, es decir, el Espíritu
de Dios: su amor perdonador, sanador, fortificante,
paráclito constante que asiste, defiende,
consuela... “A través de su propia sangre”, es
decir, dedicando su vida a dar vida, “entró en el
santuario”, en la resurrección, en la esfera divina,
en la dicha plena. Su cuerpo resucitado es ya
“el tabernáculo mayor y más perfecto”. Así ha
revelado al ser humano su destino: incorporarnos
al cuerpo de Cristo, aceptando su Espíritu.
Esta es la liberación definitiva, iniciada en este
mundo, como la existencia sacerdotal de Jesús,
culminada tras la muerte.
Los vv. 13-15 describen el sacerdocio
existencial de Jesús como ofrenda personal:
pues si la sangre de cabrones y toros y una ceniza
de becerra que rocía a los impuros santifica
en orden a la purificación de la carne, ¿cuánto
más la sangre de Cristo, que a través del Espíritu
eterno se ofreció a sí mismo intachable a
Dios, purificará nuestra conciencia de las obras
muertas para dar culto al Dios vivo? Por esto es
mediador de una alianza nueva, para que,
habiendo intervenido muerte para la liberación
de los delitos en la primera alianza, los llamados
recibieran la promesa de la herencia eterna. La
sangre de animales, creían los judíos, purificaba
externamente para acercarse a los ritos y participar
del culto, es decir, para acercarse a la divinidad.
Jesús se ofrece a sí mismo, guiado por el
Espíritu de Dios, y su vida entregada en bien de
todos es agradable a Dios que le resucita y le da
la herencia eterna. Toda vida, guiada por el
Espíritu de Dios, purifica y da culto al Dios
vivo: no os olvidéis de la solidaridad y de hacer
el bien, que tales sacrificios son los que agradan
a Dios (13,16).
ORACIÓN: La sangre de Cristo purifica nuestra conciencia (Heb 9,11-15)
Jesús resucitado, presente en la eucaristía.
Hoy, en lo profundo, nos surge más espontánea la acción de gracias:
la eucaristía es “la prenda de nuestra esperanza y el alimento para el camino;
unos elementos de la naturaleza... se convierten en tu cuerpo y sangre;
cena de comunión fraterna y pregustación del convite celes tial”. 23
El Espíritu, que guió tu vida, “santifica” el pan y el vino:
haciéndolos símbolos reales de tu presencia resucitada;
llenándolos de tu amor sin medida;
capacitándoles para liberarnos del amor propio;
potenciándoles de energía a favor de la vida humana;
convirtiéndonos en “ofrenda agradable a Dios” 24 ;
siendo portadores de los “bienes definitivos”.
Este es tu sacerdocio, Cristo:
has venido como sumo sacerdote de los bienes futuros,
a través del tabernáculo mayor y más perfecto no hecho a mano, no de esta creación...;
a través de la propia sangre, has entrado de una vez para siempre en el santuario
consiguiendo una liberación eterna.
Tú, Jesús de Nazaret, nos has “dado” lo más “sagrado”:
el Espíritu Santo, el Espíritu de Dios, lo más exclusivo de la divinidad;
285

con él han venido “los bienes futuros”, los definitivos, los eternos;
sobre todo el amor que perdona, cura, fortalece, consuela, defiende...
Tu vida entregada al amor, tu propia sangre, te ha conducido al santuario:
el Espíritu creador ha penetrado todo tu ser;
te ha hecho gloria, luz, comunión, presencia ilimitada,
“espíritu de vida”, “carne olvidada de sí misma” por amor 25 ;
eres ya el tabernáculo mayor y más perfecto;
capaz de compadecerte de nuestras flaquezas, probado en todo...;
trono de gracia a quien podemos acercarnos confiadamente;
donde encontramos misericordia gratuita en todo tiempo. 26
Tu sangre –tu vida-, Cristo, guiada por el Espíritu, te ofreció intachable a Dios;
en los días de tu vida mortal, presentaste oraciones y súplicas a gritos y lágrimas
al que podía salvarte de la muerte,
cuando en tu angustia fuiste escuchado...;
a pesar de ser hijo, aprendiste, sufriendo, a obedecer, a amar como Dios ama;
así cumples la voluntad divina: llevar muchos hijos a la gloria y
perfeccionarte mediante el sufrimiento para guiarnos a la salvación. 27
Tu sangre –tu vida- nos asegura el amor gratuito e incondicional de Dios:
ella nos entrega el mismo Espíritu que nos hace sentirnos hijos de Dios;
ella purifica nuestra conciencia de las obras muertas para dar culto al Dios vivo;
ella es mediadora de una alianza nueva..., promesa de la herencia eterna.
Hoy celebramos tu presencia sacerdotal en la Eucaristía:
al comer el pan y beber el vino comulgamos con tu vida resucitada;
hacemos nuestra tu esperanza de cielo nuevo y tierra nueva en que habite la justicia 28 ;
nos alimentamos del mismo Espíritu que movió tu vida;
nos vinculamos a todas las personas, hermanas tuyas y nuestras;
nos reconocemos la común dignidad, la unión fraterna, la libertad solidaria;
nos adelantamos al convite celes tial.
Una vez más ofrecemos tu vida y tu muerte, Cristo hermano;
vida y muerte entregadas a favor del Reino de Dios;
vida y muerte con las que nosotros nos sentimos identificados;
vida y muerte en la que estamos integrados.
vida y muerte que deseamos sean como las tuyas:
guiadas por el mismo Espíritu,
sembradoras de tu mismo amor.
Rufo González
23 Concilio Vaticano II: Gaudium et Spes, nº 38
24 Rom 15,16
25 1Cor 15,45; S. Ireneo, Adversus Haereses V,9,2
26 Heb 4, 14-16
27 Heb 5,7-8; 2,10
28 2Pe 3,13
286

PROCESIÓN DEL CORPUS
ESTACIONES
-Alabado sea el santísimo sacramento del altar.
-Sea por siempre bendito y alabado.
NB.- Se recomienda que cada parte de la oración sea leída por una persona distinta.
ORACIÓN DE LOS NIÑOS
1. Aquí estamos bastantes niños de nuestra(s) parroquia(s).
Algunos hemos comulgado por primera vez este año.
Todos estamos creciendo en estatura, sabiduría y bondad.
Nos gusta el deporte, tener amigos, pasarlo bien...
Sabemos que nuestro trabajo ahora es el colegio:
levantarnos temprano;
hacer lo que debemos hacer, no solo lo que nos gusta;
centrarnos en el tema, sin distraernos; aprovechar el tiempo.
2. Jesús resucitado, presente en el pan de la eucaristía:
tú nos invitas a acercarnos a tu vida:
dejad a los niños, no les impidáis que ser acerquen a mí;
los que son como ellos tienen a Dios por rey.
Tú nos bendices con la fuerza de tu Espíritu:
que nos hace valientes para vivir en verdad;
que nos ilusiona para estudiar y jugar limpio;
que nos hace disciplinados y austeros;
que nos lleva a respetar, a ser solidarios, a colaborar.
Que el pan y el vino, alimento cristiano, nutra nuestra vida siempre.
Padrenuestro...
ORACIÓN DE LOS JÓVENES
1. Los jóvenes lo tenemos difícil ahora;
el paro juvenil es mayor que nunca;
los sueños chocan con la cruda realidad...;
la familia, a pesar de todo, es lo mejor que tenemos...
También en la comunidad cristiana tenemos problemas:
nos gustaría que fuera otra familia más libre;
nos duele su organización poco democrática;
los ritos y ceremonias, inamovibles, apenas nos dicen nada...
2. Jesús resucitado presente en el pan compartido:
tu vida tan libre, tan volcada a favor de todos... no nos deja indiferentes;
queremos beber de la energía que animaba tu vida:
del misterio que llamabas “Padre”;
del Espíritu de verdad y bien, de amor y de paz;
de la amistad contigo, tan sana, tan sincera, tan abierta...
287

Gracias, Jesús siempre joven, por venir a nuestra vida.
Padrenuestro...
ORACIÓN DE LOS ADULTOS
1. Los adultos somos la base amplia de la sociedad:
llegar a la madurez es la aspiración de la vida;
volcados hacia los hijos y los mayores;
sosteniendo el tejido social: trabajo, relaciones, política...
Es normal que la comunidad cristiana sea mayoritariamente adulta:
la opción de fe requiere disponer de sí mismo, elegir;
vivir en amor gratuito y universal tiene sus riesgos;
participar en la comunidad exige compromiso.
2. Jesús resucitado, siempre pan de vida:
alimento para construir el Reino de la dicha humana;
en la comunidad cristiana tú eres nuestro hermano mayor:
compartes con todos el Amor del Padre Dios;
tu palabra y vida siguen actuando en nuestra palabra y vida;
tu Espíritu nos está poco a poco convirtiendo en tu Cuerpo.
Queremos vivir contigo, trabajar contigo, esperar contigo...
poniendo lo mejor de cada uno al servicio del mundo;
creando comunidad de vida, de amor, de ayuda...
Padrenuestro...
ORACIÓN DE LOS ANCIANOS
1. Somos los abuelos, los mayores, los jubilados, los ancianos...
Hemos dado ya la parte más productiva de nuestra vida:
el trabajo, los hijos, el vigor de nuestro cuerpo y alma...
vivimos de forma distinta: más tiempo libre, viajes, hogar...
somos más libres para hablar y actuar...
La iglesia, esta parroquia, es nuestra familia:
aquí encontramos siempre verdad, ánimo, comprensión, ayuda...
en ella confiamos hasta el final de nuestra vida.
2. Jesús resucitado, alimento de vida hasta el final:
en tu camino no hay jubilación: somos peregrinos hasta el cielo;
tu Amor impide “acobardarnos aunque nuestro exterior vaya decayendo”;
tu Amor “renueva de día en día nuestro interior”;
tu Amor “no es transitorio, es eterno” 29 .
Permítenos, Jesús de la eucaristía, disfrutar de tu Reino:
bendiciendo el pan y el vino de la hermandad;
disminuyendo el sufrimiento en lo que podamos;
colaborando con obras, con alegría, con amor, con deseo del cielo.
Padrenuestro...
288

ORACIÓN DE LAS FAMILIAS
1. Nuestra sociedad reconoce diversos tipos de familia:
hombre y mujer con hijos y sin hijos;
hijos con solo padre o madre;
hermanos solteros de por vida;
parejas del mismo género...
En la inmensa mayoría hay mucho amor:
cada uno trata de sacar adelante su familia;
todos quieren cuidar la ternura que ha nacido en su vida.
2. Jesús resucitado, pan grande, familiar:
con María, José y otros “hermanos y hermanas” viviste en familia;
con otras personas, sin lazo de sangre, formas una familia nueva,
asentada en el Amor que nos sostiene a todos;
son también tu “madre”, tus “hermanos y hermanas”.
En la familia de tu amor hay sitio para todos.
Gracias, Jesús de la eucaristía, por surtir todas las mesas
con tu amor sin medida.
Padrenuestro...
ORACIÓN DE LOS QUE SUFREN
1. La primera prioridad de Jesús son los enfermos:
de lo que más habla el evangelio es de enfermos y cómo los trataba;
enfermos de cuerpo, de espíritu, enfermos sociales...
El desecho de la sociedad encontraba en Jesús acogida, comprensión, ayuda:
leprosos, tullidos, prostitutas, fanáticos, pecadores, excluidos...;
profesiones que no encajaban en los bastidores de lo socialmente correcto;
empobrecidos por el paro, la deudas, las malas cosechas...
2. Jesús resucitado, pan “conmovido” por toda miseria humana:
seguimos escuchando tu palabra:
“venid a mí todos lo que estáis cansados y agobiados, que yo os aliviaré”;
“dales vosotros de comer”...
“Danos tus entrañas de misericordia ante toda miseria humana,
inspíranos el gesto y la palabra oportuna frente al hermano solo y desamparado,
ayúdanos a estar disponibles ante quien se siente explotado y deprimido.
Que tu Iglesia, Señor, sea un recinto de verdad y de amor, de libertad, de justicia y de
paz,
para que todos encuentren en ella un motivo para seguir esperando”.
Padrenuestro...
ORACIÓN DEL MUNDO DEL TRABAJO
1. El trabajo es esencial a la persona humana:
con él desarrollamos nuestras capacidades y humanizamos la naturaleza;
adquirimos bienes para vivir y colaboramos al bien de todos.
También en tiempos de Jesús había empresarios, terratenientes;
289

y obreros que acudían a la plaza a ser contratados;
el paro era tan frecuente como en nuestro tiempo.
En una parábola Jesús alaba al dueño de una viña
que emplea a todos los que puede,
y a todos les paga lo justo, lo que necesitan para vivir.
2. Jesús resucitado, obrero y artesano:
tú quieres que todos trabajen y puedan vivir dignamente;
a todos nos llamas a organizar relaciones laborales justas;
todos tienen derecho a trabajar y vivir del fruto de sus manos;
los bienes de la tierra tienen que llegar a todos.
Danos tu Espíritu creativo para encontrar caminos que lleven:
al trabajo digno y adecuado para todos;
a unas relaciones justas dentro del trabajo;
a unos modos de vida donde sea posible la amistad, la libertad, el amor.
Padrenuestro...
ORACIÓN DE LAS COMUNIDADES CRISTIANAS
1. “Dios ha querido que vivamos en su amor y seamos dichosos,
no individual y aisladamente, sino formando un pueblo
que le conozca de verdad y le sirva santamente”.
Jesús es la cabeza de todas nuestras comunidades:
su Espíritu habita en nuestros corazones;
tenemos todos la misma dignidad y libertad de hijos de Dios;
amarnos como él ama es la norma básica de convivencia;
tarea de todos es el reino de vida, de verdad, de amor, de justicia, de paz... 30 ;
cada uno colabora con sus cualidades para el bien común
apóstoles, profetas, maestros de la fe, obras singulares,
atención a enfermos y dadores de ayuda material,
administradores de la comunidad, servidores de las celebraciones...
2. Jesús resucitado, presente “donde hay dos o más reunidos en tu nombre”:
En nuestra comunidad todos queremos ser “uno de tantos”;
“abajándonos en obediencia al amor hasta la muerte”; 31
Deseamos ser “tu cuerpo y tu sangre”, animados por tu mismo Epíritu:
para anunciar y realizar tu vida entregada;
para sembrar tu palabra y hacer obras como las tuyas y aún mayores 32 ;
para vivir entre nosotros y con quien nos tratemos:
“tu amor paciente, servicial y sin envidia;
sin vacías apariencias ni importancia alguna;
sin juego sucio ni búsqueda del propio interés;
renunciando a la venganza e intentando la reconciliación;
alegrándonos con la justicia, y amando la verdad;
disculpando, creyendo, esperando, soportando todo lo necesario
para que el reino de Dios venga sobre todos”. 33
Padrenuestro...
290

Sagrado Corazón de Jesús
Que el amor sea vuestra raíz y vuestro cimiento (Ef 3,8-12.14-19)
- La carta a los Efesios es reconocida como “la carta magna del ecumenismo cristiano”.
Pablo, fervoroso nacionalista judío, “hebreo hijo de hebreos, circuncidado al octavo día, del linaje
de Israel” (Flp 3, 5), al descubrir el Amor de Jesús, descubre que el nacionalismo religioso no
tiene sentido. Ello queda muy reflejado en esta carta, especialmente en los tres primeros capítulos.
El “misterio de la voluntad de Dios”, desde antes de la creación del mundo, ha sido revelado ahora
y realizado en Jesús. Ahora ha sido revelado a sus santos apóstoles y profetas según el Espíritu:
que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo y copartícipes de la promesa en
Cristo Jesús mediante el Evangelio (3,5-6). Ahora en Cristo Jesús vosotros, los que una vez estabais
lejos, os habéis puesto cerca en la sangre de Cristo (2,13).
- En el primer fragmento (3,8-12), Pablo habla de sí mismo como elegido para anunciar
este evangelio. A él, el menor de todos los santos, le ha sido dada esta gracia: evangelizar a los gentiles
la inescrutable riqueza de Cristo e iluminar a todos cuál es el plan (gr.: oiconomía) del misterio
escondido desde los siglos en el Dios que crea todas las cosas (3,8-9). La tendencia nacionalista es
tan fuerte (en España tenemos ejemplos claros) que Pablo cree que “naturalmente” no somos capaces
de evitarla, y tiene que venir una iluminación trascendente, una “gracia”, para superarlo. Incluso
dice que este misterio no ha sido revelado a las soberanías y autoridades en los cielos, sino que
lo han conocido a través de la Iglesia, según el plan eterno que realizó en Jesús, señor nuestro, en el
cual tenemos la franqueza y el acceso en la confianza a través de su fe (3,10-12). Los judíos, también
los judeocristianos, no comprendieron el cambio y le crearon muchos problemas en las comunidades.
El Padre de Jesús ama a todos y quiere que todos se realicen plenamente. Por la fe en Jesús
tenemos acceso al Amor en que estamos. Ya no cabe el miedo, sino la franqueza, la libertad, la confianza.
- El segundo fragmento (3,14-19) es una oración al Padre, el que da nombre a todo grupo
(gr.: patriá: descendencia, linaje...) en los cielos y en la tierra (v.15). Todos, en cielo y tierra, tienen
al mismo Dios como creador y padre, son “descendencia” suya. La Teología del Pluralismo Religioso
invita a “-contemplar a Dios cada vez más como “el Dios de todos los nombres”, el Dios que
ha salido al encuentro de todos los pueblos y que se encuentra con todos los humanos a través de las
religiones de los pueblos… -a convertirnos al Amor y al Dios Padre-Madre universal, asumiendo la
identidad de hijo de Dios y hermano de todos, antes y por encima de toda identidad de pertenencia
a una religión concreta” 34 . Pablo pide al Padre: a) fortaleza con vigor por su Espíritu hacia el hombre
interior (v.16); b) enraizados y cimentados en el Amor (ágape), Cristo habite por la fe en sus
corazones (v.17); c) capacidad de comprender con todos los santos cuál es la anchura y longitud y
altura y profundidad de su amor (v.18); d) conocer el amor de Cristo que sobrepasa el conocimiento
(v.19a); e) llenarse hasta la plenitud toda de Dios (v.19b).
29 2Cor 4, 16-18
30 Concilio Vaticano II, constitución dogmática sobre la Iglesia (Lumen Gentium), nº 9.
31 Flp 2, 7-8
32 Jn 14, 12.
33 1Cor 13, 4-7
291

292
ORACIÓN: Que el amor sea vuestra raíz y vuestro cimiento (Heb 9,11-15)
Jesús, testigo del Amor sin medida.
Celebrar tu “Sagrado Corazón” es celebrar el misterio del Amor que vive en ti.
Nosotros hemos conocido tu evangelio y hemos creído que:
el Espíritu del Señor está sobre ti, porque te ha ungido;
te ha enviado a evangelizar a los pobres,
a proclamar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos...,
a poner en libertad a los oprimidos,
a proclamar el año favorable del Señor. (Lc 4, 18-21)
Al creer en ti, Jesús, Hijo del Padre, nos hemos sentido amados por el Padre;
tú nos has dado a conocer su nombre, su persona,
y nos la estás dando continuamente a conocer;
para que el amor, con que te amó el Padre, esté con nosotros,
y así tú estás también identificado con nosotros. (Jn 17,26).
Este es el “misterio” de Dios: su amor universal y gratuito;
misterio dado a conocer gradualmente según el plan divino;
misterio de amor sin medida a todo ser humano;
misterio que tú, Cristo del Espíritu, has desvelado claramente.
Escuchamos hoy a Pablo que lo proclama a su manera:
los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo
y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús mediante el Evangelio.
Ahora en Cristo Jesús vosotros, los que una vez estabais lejos,
os habéis puesto cerca en la sangre de Cristo.
Es tu vida entregada al bien de todos la que ha manifestado el Amor del Padre:
amor que te ha acompañado siempre, hasta la muerte;
amor que te ha hecho gloria, luz, comunión, presencia ilimitada,
“espíritu de vida”, “carne olvidada de sí misma”; 35
amor que nos asegura “el año favorable del Señor”;
amor que nos da la franqueza y el acceso en confianza al Padre;
amor que nos dice que estamos en paz con Dios;
que hemos accedido al don gratuito de su amor;
que ya no hay condena alguna para los que están en Cristo Jesús, 36
los que sienten que Dios les ama como a hijos.
Tu corazón universal, como el del Padre Dios, acepta a todos los pueblos
como descendencia suya, como linaje bendecido con el Espíritu de su amor;
para todos hace salir el sol y bajar la lluvia;
a todos quiere que le llegue noticia de su amor.
Con Pablo doblamos hoy las rodillas ante el Padre de todos, justos e injustos, pidiendo:
que nos fortaleza interiormente con su amor;
que vivamos enraizados y cimentados en el amor, como tú, Cristo;
que te sintamos a ti, Jesús, amando en nuestros corazones;
que comprendamos con todos la anchura, longitud, altura y profundidad del amor;
que conozcamos, Cristo, tu amor que sobrepasa el conocimiento;
que nos llenemos de tu amor sin medida hasta la plenitud de Dios.
Necesitamos, Jesús del amor, escuchar mucho tu evangelio:
amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen;
bendecid a los que os maldicen, rezad por los que os maltraten;
al que te golpea en la mejilla, preséntale también la otra;

al que te quite tu manto, no le niegues también la túnica;
a todo el que te pida dale lo que puedas; 37
al que te quite lo tuyo, no se lo reclames...
Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso, 38
es decir, da tu corazón al miserable (miseri-cor-dare).
Rufo González
34 J. M. Vigil: Teología del Pluralismo Religioso. Curso sistemático de teología popular. Edit. El Almendro. Córdoba 2005.
Pág. 386.
35 1Cor 15,45; S. Ireneo, Adversus Haereses V,9,2
36 Rm 5,1-2; 8,1
37 Así actuó la Iglesia primera: hemos decidido el Espíritu Santo (el Amor) y nosotros no imponeros ninguna carga más
que éstas necesarias (He 15,28). ¿No puede la Iglesia hoy atender a la petición de tantos sacerdotes y comunidades que
quieren que el clero secular pueda estar casado si lo desea?
38 Lc 6, 27-30.36
293

Introducción
Celebraciones con niños
Pascua 2012
Del 15 de abril al 13 de mayo 2012
Cada día se avanza un paso más en los aparatos que manejamos. Es algo impresionante.
Lejos quedan ya las viejas “máquinas de fotos”, transformadas ahora en cámaras “digitales”. A nadie
se le ocurre ya utilizar carretes ni “revelar” fotos... Televisión en “alta definición”, pantallas de plasma,
3D, número de pulgadas.... Pero, ¿vemos y conocemos más la realidad cuanta más cantidad de
elementos acumulamos? ¿El número, la cantidad, es el fiel reflejo de las cosas? ¿El “índice de
audiencia” significa la calidad del programa? ¿El número de bautismos, de comuniones, de confirmaciones,
es el índice real de la fe? ¿Es todo cuestión de estadísticas?..
Estamos en tiempo de Pascua. ¿El análisis del “carbono 14” nos da a “conocer realmente
la presencia del Señor Resucitado? ¿Será también por el número de pulgadas? La presencia del
Resucitado no puede “verse” ni medirse...: se experimenta en la fe y se la señala mediante símbolos,
como el cirio pascual, aunque, como dice el adagio chino: “cuando el dedo apunta a la luna, el
imbécil mira el dedo”...
294
Domingo 2º de Pascua, Ciclo B
15 de abril de 2012
ZAHORÍES DE JESÚS: LA FE
Introducción
Podemos iniciar estos domingos con algunas de las ideas precedentes.
A Jesús resucitado no se le ve como se ven las cosas que tenemos delante de los ojos y que
basta con abrirlos para verlas. A Jesús Resucitado se le “descubre” de otra manera.
Es como si fuésemos “zahoríes”...
¿Qué es un “zahorí”?
.............................................................................................................................
El “zahorí” tiene un “poder especial” que le viene “de dentro” y que se realiza mediante un
aparato que recibe las vibraciones que el zahorí experimenta ante la presencia de la realidad que
busca y que no se ve a simple vista porque está escondida bajo tierra, por ejemplo, cuando se busca
agua subterránea.
Nosotros, estos domingos, vamos a ser “zahoríes”, pero no para buscar simplemente agua,
sino para “detectar” la presencia de Jesús Resucitado.
1) Para ello, tenemos que “cargar” y “afinar” el aparato, que somos nosotros mismos: las
“vibraciones” del corazón...: las actitudes.
2) Ello nos ayudará a encontrar “dónde” se realiza la presencia del Resucitado.

¿Cómo lo vamos a hacer? Aprendiendo a usar ese aparato que es nuestro corazón. Y, para
ello, nos vamos a guiar de los Evangelios, en los que se nos narra cómo lo consiguieron los discípulos
tras la muerte de Jesús.
Podemos dibujar en un panel una especie de “detector” que va siguiendo un circuito
domingo tras domingo, dividido en varias etapas en las que vamos encontrando “huellas” de la existencia
de “agua” (es decir, huellas de la presencia de Jesús Resucitado). En cada etapa pondremos
la palabra o las palabras que corresponden a lo que hemos encontrado ese domingo (en total, once
elementos):
Domingo 2º: 1) paz; 2) alegría; 3) Espíritu Santo; 4) FE
Domingo 3º: 5) esperanza; 6) constancia; 7) unidad, 8) PALABRA DE DIOS
Domingo 4º: 9) buenos “PASTORES”
Domingo 5º: 10) CONOCER A JESÚS
Domingo 6º: 11) JESÚS RESUCITADO
La Palabra de Dios
PRIMERA PARTE: Jn 20,19-20
“Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos
en una casa, con las puertas cerradas, por miedo a los judíos; y en esto
entró Jesús, se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros. Y diciendo esto les enseñó
las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor”
Nos preguntamos:
* ¿Qué sentimientos tenían los discípulos antes de ver a Jesús?
* ¿Qué sentimientos les comunicó Jesús?
SEGUNDA PARTE; Jn 20,21-23a
“Jesús repitió: Paz a vosotros. Como del Padre me ha enviado, así también
os envío yo. Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: Recibid el
Espíritu Santo”.
Nos preguntamos:
* ¿Qué cosas hay en esta escena que “están” pero no se ven?
* ¿Cuáles de esas cosas las aporta Jesús y cuáles son las que tienen los
discípulos?
* ¿Qué les comunicó Jesús?
Concluimos:
Nuestro “detector” está a punto cuando perdemos todos los “miedos” y
sentimos paz en el corazón (lo ponemos en el panel) porque entonces recibimos
el Espíritu de Jesús (lo mismo) y sentimos alegría (lo mismo). Es lo que decía San
Juan en la primera carta que conocemos de él:
“El que ama no tiene miedo; al contrario, el amor verdadero elimina el
miedo, porque el miedo ya es un castigo; el que tiene miedo, todavía no ama de
verdad”(Cf. 1 Jn 4,18).
295

TERCERA PARTE: Jn 20,24-29
Pero... ¡cuidado! Para lograr todo eso nos falta algo que también le faltaba al discípulo
Tomás. Vamos a seguir leyendo el evangelio de este domingo para llegar a descubrirlo (lo leemos).
296
Nos preguntamos:
* A Tomás no le vibra el detector. ¿Por qué?
* ¿Qué le falta a Tomás para que su detector esté a punto y reconozca a
Jesús Resucitado?
* ¿Y eso qué significa para nosotros? ¿Cuándo tenemos a punto nuestro
detector, es decir, nuestro corazón? ¿Qué significan las últimas palabras que le
dice Jesús a Tomás? ¿Hay que “tocar” para creer?
* Un poeta francés (Saint-Éxupéry) decía que “lo esencial es invisible a
los ojos” y que “sólo se ve bien con el corazón”. ¿Tenía razón? ¿Se parece a lo
que nos dice Jesús?
* En conclusión: ¿qué necesitamos para “detectar” la presencia de Jesús
Resucitado en medio de nosotros?
Ponemos la palabra FE en el panel
Un gesto o símbolo:
En procesión, traemos hasta el altar el cirio pascual.
A Jesús Resucitado no le vemos como se ven las cosas que tenemos
delante de los ojos. Jesús Resucitado está en medio de nosotros de otra manera.
Por eso traemos el cirio pascual, porque su luz es el símbolo de la nueva vida que
tiene. Él está presente en nuestro corazón, porque nos ha regalado su Espíritu.
Nuestra luz nace de su luz.
Al acabar, adelantamos aquí el gesto de la paz y luego, formamos un corro dándonos las
manos mientras cantamos una canción muy alegre.
Oraciones
Querido Dios:
Tú has resucitado a Jesús y vive ahora en medio de nosotros. Él nos da paz y alegría. Pero
nuestra fe es pequeña. Ayúdanos a creer en Jesús Resucitado.
***
Querido Dios:
Recibe lo que hoy te ofrecemos llenos de alegría: nuestras ganas de creer de verdad y de
conocer a Jesús.
***
Querido Dios:
Que tu mirada de Padre bueno nos llene siempre de paz y de alegría. Y nos dé una fe más
fuerte cada día.

Introducción
Domingo 3º de Pascua, Ciclo B
22 de abril de 2012
ZAHORÍES DE JESÚS: LA PALABRA DE DIOS
Como “zahoríes” de Jesús Resucitado ya sabemos que, para encontrarle, necesitamos lo
que Tomás no tenía: la FE. Como decía Jesús:”Dichosos los que sin ver, han creído”.
Nuestro “detector” de Jesús, por tanto, se va afinando. Hoy vamos a descubrir otro elemento
para nuestro “detector” esté a punto para reconocer a Jesús Resucitado.
Para ello, como hicimos el domingo pasado, vamos a seguirles la pista a los discípulos de
Jesús, como nos lo cuenta el Evangelio.
La Palabra de Dios
PRIMERA PARTE
* ¿Qué es una “sorpresa”?
* ¿Qué suele pasarnos cuando recibimos una sorpresa bonita, algo que
no esperábamos, pero que es realidad? ¿Nos lo creemos o no? ¿Puede ocurrir que,
como es algo tan bonito, no nos lo creamos? ¿Por qué?
* Algo así les pasó otra vez a los discípulos. Vamos a leerlo.
Se lee la primera parte del Evangelio de este domingo: Lc 24, 35-41
* Otra vez Jesús se hace presente en medio de los discípulos. Pero, como
veis, ellos no se lo acaban de creer. Y eso por dos razones: ¿cuáles?
* Es algo parecido a lo que nos pasa a veces a nosotros cuando recibimos
una sorpresa muy bonita y decimos: “no me lo creo”, “¡pero si eso es imposible!”
¿Por qué nos pasa eso? ¿Qué actitud necesitamos tener para creer eso que
nos parece tan imposible?
* Jesús es siempre una sorpresa: se nos hace presente cuando menos lo
esperamos y puede que nos lo acabemos de creer del todo, como los discípulos.
¿Qué necesitamos tener, además de fe? Mirad qué cosa tan bonita escribió una vez
san Pablo. Puede ser una pista:
“Esperanza de lo que se ve ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya
ve? En cambio, si esperamos algo que no vemos, necesitamos constancia para
aguardar” (Rom 8,25)
Ponemos las palabras esperanza y constancia en el panel
* Además, todo esto les pasó a los discípulos mientras estaban juntos y hablaban de Jesús.
Por eso Jesús les había dicho algo que para nosotros es también muy importante: “Donde están dos
o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18,20). Y eso es también una
“pista que no da Jesús para poder “detectarlo”: ¿Cuál es esa “pista”?
297

SEGUNDA PARTE
298
Ponemos en el panel la palabra comunidad
Necesitamos ESPERANZA y CONSTANCIA. Y REUNIRNOS EN SU NOMBRE. Pero
Jesús les dijo algo más a esos discípulos que, como nosotros, no nos acabamos de creer la sorpresa
de Jesús Resucitado.
Leemos Lc 24, 44-48
Nos preguntamos
* Jesús les dio una pista a los discípulos para que entendieran lo que
había pasado: ¿cuál es esa “pista”?
* Esa “pista” ¿sirve también para nosotros?
Ponemos en el panel: PALABRA DE DIOS
Concluimos:
La Biblia es nuestra “hoja de ruta” para conocer del todo a Jesús, no sólo cuando estaba
viviendo en el mundo, sino ahora que vive resucitado. En la Biblia están los “mensajes” que nos van
a ayudar siempre a “detectar” la presencia de Jesús.
Gesto o símbolo
Llevamos en procesión, hasta el altar, una Biblia rodeada de velas y flores mientras cantamos
una canción que hable de la Palabra de Dios, como “Tu Palabra me da vida” (Espinosa) u otra
semejante.
Oraciones
Querido Dios:
Estamos alegres porque Jesús vive resucitado en medio de nosotros. Queremos abrir bien
los oídos para escuchar su Palabra en el Evangelio.
***
Querido Dios:
Te ofrecemos nuestras ganas de creer más en ti y en Jesús resucitado. Pero también te pedimos
que nos ayudes a creer.
***
Querido Dios:
Gracias porque hoy nos has dado más pistas para “detectar a Jesús resucitado. Ayúdanos a
ser buenos “zahoríes” y a encontrarle en nuestra vida de cada día.

Domingo 4º de Pascua, Ciclo B
29 de abril de 2012
ZAHORÍES DE JESÚS: LOS “PASTORES”
Introducción
Nuestro “detector” de Jesús se va cargando poco a poco, se va afinando a base de FE, de
ESPERANZA, de COMUNIDAD, de escucha de LA PALABRA DE DIOS...
Ahora, con nuestro aparato ya “a punto”, vamos a pasar a la acción. Nos ponemos a andar
y vamos midiendo dónde se pone a vibrar con más fuerza, un poco como el juego de esconder cosas
y decir “caliente, caliente”..., “frío, frío”..., “te vas acercando”... “¡te quemas!...”
Y lo vamos a hacer de la misma manera: el evangelio del domingo nos enseña cómo hacerlo.
La Palabra de Dios
1. Tenemos muchos “pastores” en la vida.
* Vamos a pensar ahora en todas las personas a las que nos gustaría parecernos. Lo vamos
diciendo en voz alta, entre todos, y vamos diciendo por qué pensamos así.
* ¿Sólo vemos en ellos cosas bonitas para copiar o también tienen cosas que no nos gustan?
¿Cuáles? ¿Por qué?
* También tenemos amigos y amigas. ¿Qué cosas buenas tienen que hace que seamos amigos?
* ¿Qué cosas de los amigos no nos gustan y quisiéramos que cambiaran?
2. Los “pastores”
Jesús vivió rodeado de mucha gente, como nosotros. Y no todos le parecían buenos, gente
de la que uno se podría fiar. Por eso Jesús aprendió la lección y nos enseñó cómo diferenciar los
buenos modelos de los malos, los buenos amigos de los que no lo son. Y para eso, nos puso el ejemplo
de los pastores...
“El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor
ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace
estragos y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas” (Jn 10,
11-13)
Nos preguntamos
* ¿Qué diferencia pone Jesús entre un pastor dueño del rebaño y un pastor
asalariado? ¿Qué es lo que le importa al pastor bueno y lo que le importa al
asalariado?
* ¿De cuál de los dos pueden fiarse las ovejas?
* Vamos ahora a pensar en los “ídolos” que dijimos antes. ¿Nos parecen
“pastores buenos” o “pastores asalariados”? ¿Por qué?
* ¿Y los amigos? ¿Cuáles son “buenos” y cuáles “asalariados”? ¿Por
qué?
* ¿Hay otras personas a nuestro alrededor a las que podemos diferenciar
299

como “pastores buenos” y “pastores asalariados”? ¿Por qué?
3. Jesús, “buen pastor”
Jesús se presenta a nosotros como “buen pastor” o, si queréis, como el verdadero “buen
amigo”. Jesús es un verdadero “buen modelo” a seguir:
“Yo soy el buen pastor, que conozco a las mías y las mías me conocen,
igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas:
Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo
baque traer; y escucharán mi voz y habrá un solo rebaño, un solo pastor.
Por eso me ama el Padre: porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie
me la quita, sino que yola entrego libremente” (Jn 10, 14-18a)
Nos preguntamos
* ¿Por qué dice Jesús que él es el “buen pastor”?
* ¿Quiénes son sus “ovejas”? ¿Cómo tienen que ser esas “ovejas”?
* ¿Cómo dio Jesús la vida por nosotros? ¿Por qué?
* ¿Son así esas gentes a las que nos gustaría parecernos?
* ¿Son así nuestros amigos y amigas?
* ¿Son así esas personas que nos rodean?
* ¿Somos así nosotros?
* ¿Cómo deberían esas personas a las que nos gustaría parecernos?
¿Cómo tendrían que ser los verdaderos buenos amigos? ¿A quién y en qué deberían
parecerse?
Concluimos:
Tomamos nuestro “detector” y se pone a vibrar cuando encontramos personas
parecidas a Jesús, aunque sea un poquito. Porque, si se parecen en algo a
Jesús, es porque esas personas tienen el mismo Espíritu de Jesús: Jesús vive en
ellas. Son “buenos pastores”. Jesús resucitado está presente en esas personas.
También los demás pueden encontrar a Jesús resucitado en nosotros si
tratamos de parecernos un poco a Jesús siendo “buenos pastores”...
Ponemos en el panel: BUENOS “PASTORES”
Gesto o símbolo
Una cachaba y un zurrón de pastor. Tal vez se pueden sacar del zurrón algunas cosas que
sirven para curar y para ayudar a caminar: unas tiritas, una cantimplora con agua, terrones de azúcar,
betadine... Jesús resucitado nos acompaña siempre en nuestro camino de la vida, nos cuida, nos
protege, se nos hace presente en las buenas personas que nos rodean y nos ayudan a vivir.
Oraciones
Querido Dios:
Tú nos has regalado a Jesús Resucitado y estamos alegres porque Él está siempre con nosotros.
Queremos vivir siempre con Jesús y seguirle adonde vaya.
300
Querido Dios:
***

Queremos ser buenos pastores como Jesús. Ayúdanos a detectar los buenos pastores en las
personas que nos rodean para que les sigamos sólo a ellos, porque en ellos está presente Jesús resucitado.
***
Querido Dios:
Nosotros somos las ovejas del rebaño de Jesús. Por eso estamos alegres y queremos darte
gracias. Sólo seguiremos a las personas que se parecen a Él.
Domingo 5º de Pascua, Ciclo B
6 de mayo de 2012
ZAHORÍES DE JESÚS: AMIGOS ÍNTIMOS
Introducción
“En abril, aguas mil”, dice el refrán castellano. Y si hay agua, hay vida. Por eso, en los países
donde hay cuatro estaciones, cuando llega la primavera, al comenzar el mes de mayo, los campos
se ponen verdes y llenos de vida. Las flores y los árboles llenos de hojas nos anuncian la presencia
de Jesús Resucitado: el mundo entero se llena de alegría.
Con nuestro “detector” lleno de fe, de esperanza, de paz y de alegría, seguimos el rastro de
Jesús hasta encontrar la fuente de la que mana el agua que vamos encontrando. Hoy damos un paso
más en busca de Jesús Resucitado.
La Palabra de Dios
Introducción
Estamos en primavera y los campos se llenan de esplendor. Lo más bonito son sobre todo
las flores: los almendros, los cerezos, los naranjos, los guindos...
* Pero, ¿para qué sirven las flores? ¿Sólo sirven de adorno?
También cuando hablamos con Dios, cuando rezamos, cuando queremos seguir a Jesús,
podemos parecernos a las flores: a las de adorno o a las que dan fruto como las almendras, las cerezas,
las naranjas, las guindas...
Así lo decía hace muchos siglos el profeta Isaías:
“Oíd lo que dice Dios: Estoy harto de vuestros sacrificios y ceremonias.
¿Quién pide algo de vuestras manos cuando entráis en el templo? No me traigáis
más ofrendas vacías. Cuando extendéis las manos, cierro los ojos. Aunque multipliquéis
vuestras plegarias, no os escucharé porque vuestras manos están manchadas
de injusticia. Lavaos, purificaos. Buscad la justicia, ayudad a los oprimidos,
defended a los pobres y abandonados. Entonces venid y hablaremos” (Cf. Is
1,10-20).
* Si Dios nos hablase ahora por medio de Isaías, ¿podría decirnos algo parecido? ¿Por qué?
* ¿Cuándo es verdadera y buena nuestra oración, nuestra catequesis, nuestras misas y cuán-
301

do no lo es?
* ¿Se parece esto a lo de las flores y los frutos?
* Si utilizamos nuestro “detector” y vamos con él a catequesis, a misa, a nuestra oración
de la noche, ¿cuándo vibraría para indicarnos que ahí se notaba la presencia de Jesús resucitado?
Evangelio
Jesús decía algo parecido, pero de otra manera mucho más bonita.
Leemos el evangelio de este domingo: Jn 15,1-8
Nos preguntamos:
* ¿Quién es la vid y quiénes son los sarmientos?
* ¿Qué es lo más importante para que los sarmientos sean buenos sarmientos?
* ¿Qué necesitan los sarmientos para poder dar fruto?
* ¿Qué pasa con los sarmientos que no dan frutos? ¿Se parecen a algunas
flores? ¿Cuándo somos nosotros esos sarmientos?
* ¿Qué pasa con los sarmientos que dan fruto? ¿Cuándo nos pasa eso a
nosotros?
* Para un sarmiento, ¿qué es lo más importante? Si nosotros somos esos
sarmientos, ¿qué es lo más importante para nosotros? ¿Qué quiere Jesús de nosotros?
* Si pasamos el “detector” de Jesús por nuestra vida, ¿cuándo se pondrá
a vibrar con más fuerza?
Concluimos:
Jesús decía que “no todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el
Reino de los cielos” (Mt 7,21). Lo principal no es rezar mucho, ir mucho a catequesis,
etc., sino dar fruto, porque si no, nos parecemos a las flores que sólo son
de adorno o a los sarmientos inútiles. Pero, para dar fruto, tenemos que estar unidos
a Jesús: conocerle, quererle, hablar con él y tratar de vivir como Él. “El fin
definitivo de la catequesis es poner a uno no sólo en contacto sino en comunión,
en intimidad con Jesucristo” (Directorio General para la Catequesis, nº 80).
Estamos en el mes de mayo que, para muchos, es el “mes de las flores”
dedicado a María, la Virgen. A la Virgen le gustan nuestras flores, es verdad, pero
lo que quiere de verdad son los frutos, como decía ella a la gente: “Haced lo que
Él os diga” (Jn 2, 5).
Ponemos en el panel una nueva frase: CONOCER A JESÚS
Gesto o símbolo
Traemos al altar un jarrón de flores y una cesta de frutas, señalando el contraste entre las
flores y los frutos. También, donde pueda encontrarse, podemos presentar una cepa con sarmientos.
Oraciones
302
Querido Dios:
Tú nos has mandado a Jesús para enseñarnos a seer como tú quieres que seamos. Ayúda-

nos a conocerle cada vez mejor, a quererle y a parecernos a Él.
***
Querido Dios:
Hoy traemos flores a tu altar. Esas flores somos nosotros. Pero no queremos ser flores sólo
de adorno sino flores que dan fruto. Ayúdanos a conseguirlo.
***
Querido Dios:
Te damos gracias por Jesús resucitado. Queremos vivir muy unidos a Él, conocerle y quererle.
Queremos ser flores que den fruto.
Domingo 6º de Pascua, Ciclo B
13 de mayo de 2012
ZAHORÍES DE JESÚS: LLEGAMOS A LA FUENTE
Introducción
Somos “zahoríes de Jesús”. Le vamos buscando con nuestro “detector” y hemos ido encontrando
huellas de agua, huellas de su presencia. Para lograrlo, sabemos que necesitamos FE y que
tenemos que buscar los mensajes que Él nos envía en los Evangelios y en la Biblia, en la PALABRA
DE DIOS. Nuestro “detector” vibra más fuerte cuando nos encontramos con PERSONAS QUE SE
PARECEN A JESÚS: Él está presente en ellas. Y vibra más fuerte todavía cuando tratamos de
CONOCER A JESÚS para DAR FRUTO.
Hoy, en este último domingo antes de las fiestas de Pascua (Ascensión, Pentecostés, Trinidad,
Corpus...) nuestro “detector” vibra todavía más: estamos ya en el centro de la fuente de agua,
en el mismo “corazón” de donde todo nace, en el secreto más hondo de Jesús Resucitado que hoy
vamos a conocer.
La Palabra de Dios
Como hemos hecho todos los domingos, acercamos nuestro “detector” al Evangelio y escuchamos
las palabras de Jesús: Jn 15,9-16a (omitimos las últimas palabras -“de modo que lo que
pidáis al Padre en mi nombre, os lo dé”- para no entrar en otro tema).
Nos preguntamos:
* ¿Cuál es la palabra que más se repite en este evangelio, en la que el
“detector” de Jesús casi estalla de vibraciones?
* ¿Qué nos manda Jesús?
* ¿Cómo tenemos que querernos?
* ¿Cómo nos ha amado y nos ama Jesús?
* ¿Cuál es el amor más grande? ¿Cómo podemos vivirlo nosotros?
* ¿Cómo nos llama Jesús? ¿Por qué?
* ¿Quién elige a quién, según Jesús? ¿Podemos encontrar una explicación
a esto?
303

El itinerario del panel acaba en un gran “lago” central que puede estar
representado por UNA IMAGEN DE JESÚS. Y una frase: JESÚS RESUCITA-
DO o DIOS ES AMOR, o también AMAOS LOS UNOS A LOS OTROS COMO
Y O OS HE AMADO.
Gesto o símbolo
Hoy podríamos dar la comunión bajo las dos especies: el vino es la sangre derramada, el
mayor amor.
Alrededor del cirio hemos colocado un buen número de velitas. A la hora de comulgar, después
de recibir la comunión, un/a o varios/as monaguillos/as o catequistas están preparados para dar
a cada uno una mecha o cerilla con la que van encendiendo todas las velitas alrededor del cirio.
Al acabar la comunión, con todas las velas encendidas, damos un fuerte aplauso al cirio
pascual y cantamos una canción muy alegre a Jesús Resucitado o sobre el amor de Dios. Mientras
se canta, con los brazos abiertos como “zahoríes” que van buscando, movemos muy fuerte codos y
antebrazos como quien siente grandes vibraciones...
Oraciones
Querido Dios:
Las fiestas de Pascua no terminan este domingo. Por eso queremos seguir viniendo a la
Eucaristía, para seguir conociendo a Jesús. Que no nos falte tu ánimo y tu fuerza.
***
Querido Dios:
Nuestro corazón es el gran “detector” de Jesús. Te lo ofrecemos ahora para que tú lo llenes
de energía y esté siempre a punto pera “detectar” la presencia de Jesús en medio de nosotros.
***
Querido Dios:
Jesús Resucitado nos da una nueva vida. Que sepamos amar como Él nos ha amado y así
podamos dar frutos abundantes para hacer este mundo mejor de lo que lo hemos encontrado.
304