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depaso n12006 página 8 NO A LA VIOLENCIA DE GÉNERO Todo el mundo tiene derecho a disfrutar la vida en + su plenitud. Esto solo es posible cuando los seres más dominantes de la tierra rescatan la armonía que normalmente debe reinar en una convivencia. Tenemos entre manos un tema que distorsiona la coexistencia entre ambos sexos: la violencia de género, en el que “víctima” y “perdedora” son los únicos calificativos que le corresponden al sexo más débil, la mujer. En pleno siglo XXI el hombre debería utilizar su fuerza física para otros fines más benéficos y no aplicarla a marchitar y desgraciar la vida de su mujer. Nunca puede dejar de ser una atrocidad que un hombre maltrate a su pareja por la razón que fuera. Un beso, un “te quiero” unidos a una caricia llenan de ilusión y ternura a cualquier mujer invadida por el amor de un hombre; por eso es triste y desesperante que la misma boca que te besa y te dice palabras amorosas en los momentos más cálidos, sea la misma que te amenaza de muerte; de igual modo, que las mismas manos que te colmaron de delicadeza en momentos también tiernos, sean las que te golpean y maltratan. Algunos maltratan a sus parejas aprovechando que las leyes son ineficaces y que, de un modo u otro, les favorecen. En los últimos años la cifra de mujeres que han perdido la vida a manos de sus parejas es escalofriante. Por eso me gustaría hacer llegar a todos los maltratadores mis más sinceras súplicas, mi malestar y mi indignación, haciéndoles entender que la responsabilidad y el respeto mutuo pueden ser un eficaz camino para corregir cualquier desavenencia entre la pareja, evitando así llegar a situaciones trágicas que ni benefician al verdugo ni, por supuesto, a la víctima. Diallo Mamadou RÍO PARA NO ACABARME Aunque tengo los pies en la tierra, muchas veces se me olvida dónde estoy, pero alzo la cabeza, veo al fondo y me doy cuenta de nuevo, me entra adrenalina en el estómago, me da miedo y me siento lejos de mi casa. Entro de nuevo a la celda y todo cambia, puesto que parece una casa de seguridad social, pequeña y limitada. Hago Luis Miguel Bermejo cuenta que el servicio y la ducha es la parte trasera del patio, mi cama es mi habitación y donde están la televisión y la radio, la sala de estar. Veo los carros a lo lejos y pienso en las familias que regresan de nuevo a su casa. Me pongo a cantar y a bailar. Antes, cuando oía salsa me daba dolor de cabeza; ahora la “escucho” y siento cerca mis raíces. ¡Qué rara es esa sensación de estar tan lejos! Por las mañanas, cuando la gente grita en vez de hablar, me digo si mi orgullo tiene algo de bueno. Ahora me doy cuenta de que no, no vale la pena, hacia la libertad no me lleva a ningún lugar. Ahora valoro cada cosa; ahora me regalan ropa o algo y soy feliz, cuando antes ni la ropa de marca me hacía feliz. Por algo estoy aquí, para aprender, y lo estoy haciendo. Aquí conozco gente muy buena e interesante. Sé que me falta muchísimo para regresar a mi casa, pero no pienso en los años, sólo hago lo que tengo que hacer, ni más ni menos. He conocido a un chico que me llena muchísimo y, ¿sabes? tal vez tuvo que pasar esto para que lo conociera. Cuando estaba en la calle ya estaba bajo mucha presión, mi pareja me machacaba psicológicamente, moralmente y a veces... Me sentía tan vacía... porque hiciera lo que yo hiciera nunca llenaba sus expectativas. Todo se me salió de las manos, no podía decir ¡basta! Cuando le decía lo que me gustaba él contestaba diciéndome que con mis sueños me iba a morir de hambre. Ahora me visto, como, hago cosas, leo, escucho, bailo... como me da la gana. Mi autoestima la tengo bien. ¡Qué raro suena estando en un lugar así decir esto, pero me siento libre y feliz! Aunque en cada cosa no se puede tener todo en la vida, yo estoy bien, pero no tengo a mi familia cerca. Pienso en mi hijo, en mis padres y en mi hermano..., y por eso mismo me mantengo lo mejor posible, para el día en que los vuelva a ver. No hay un solo día que no me imagine tocando la campana de mi casa. La gente me pregunta cómo a pesar de mi condena, mi edad y las circunstancias siempre tengo una sonrisa para darles a los demás. Río porque me hace bien; llorando no solucionaré nada, solamente acabarme. No se coman la cabeza porque aquí no nos pagan por pensar y, aunque nos pagaran por pensar, no pensemos. Erika Ramírez
hacia la libertad YO, LA DROGA Amigos, yo soy la droga, la que ha venido destruyendo la vida de muchos jóvenes inocentes. Yo soy la que se ha introducido en los bailes y las fiestas y con la que al principio te sientes muy feliz haciéndote vivir fuera de este mundo lleno de problemas; al transcurrir el tiempo comienzo a hacerte mucha falta, ¿verdad? Y, ¿sabes por qué? Porque soy la que destruye el mundo, no me importa que seas blanco o negro, pobre o rico, te voy siguiendo y desde que me pruebas me perteneces, eres mío para el resto de tu vida. ¿Recuerdas cuando comenzaste? Estabas muy triste y te sentías muy solo y yo, la droga, te ofrecí felicidad. Fernando Gómez Pero ahora que te tengo, eres completamente mío y hago lo que quiero de ti. Te levanto por la mañana y te hago pensar en mí y, aunque tú no quieras, yo, la droga, soy tu dueña, tú eres mi esclavo y te hago caminar como un muñeco. Mía es tu voluntad y destruyo tu vida física, moral y espiritual. Yo soy la droga, la que te ha conducido a la ruina y a la prisión y he hecho de ti un gusano, te tengo encorvado porque tú de mí estás enamorado. No hay nada en la tierra que pueda romper nuestro gran amor; tratas de olvidarme y es imposible porque ni la ciencia ni la psiquiatría pueden romper nuestro amor. Solamente tengo un enemigo que se llama Jesucristo, el Hijo de Dios, y página 9 depaso yo, la droga, estoy celosa de Cristo porque he visto cómo me ha quitado a muchos de mis esclavos que ahora viven felices junto a Él. Por eso yo, la droga, odio a Jesucristo porque es el único que ha podido vencerme, porque lo que destruyo yo, la droga, Él lo sana; contra Cristo no puedo luchar. Ahora Jesucristo está aquí y quiere quitarme a muchos de mis esclavos; ¡le odio tanto! Puede derrotarme porque con su amor logra que mis súbditos se aparten de mi lado para siempre llenándose de gozo y felicidad. ¿Qué clase de poder tiene Jesús el Nazareno para que yo, la droga, no pueda luchar con este Libertador del Pecado? Juan González n12006 n12
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