Interiores copiar - CEPA Yucatán - Comunidad de Madrid

de autor
una relación de resentimiento amoroso, donde la fascinación
se mezcla con el rechazo.
Para la mayoría, estar entre dos culturas es, por consiguiente,
un asunto que se plantea continuamente. Un
asunto en el que algunos se encuentran con la historia
colonial, cuya memoria se reactiva por las humillaciones
de hoy. La escuela silencia habitualmente esta historia y
las guerras de independencia. Los padres también. Capítulos
enteros del pasado familiar son censurados porque son
demasiado dolorosos, como cuenta Zohra: “Mi padre peleó
en la guerra de Argelia y nunca nos ha hablado de eso.
Entiendo que él no pueda hablar, como entiendo que
muchos Franceses no puedan hablar de ella. Vivieron cosas
dolorosas y también hicieron vivir cosas muy dolorosas a la
población argelina. Pero al mismo tiempo nosotros, nos
quedamos ahí, sin respuesta. Hay que encontrar respuestas.
Es necesario que haya... gente con historias (...) Todos
tenemos una historia y hay que buscarla. A veces toma
tiempo buscarla, encontrar los puntos de referencia que
nos permiten, en un momento dado, tener una historia y
vivir con ella todo el tiempo”.
Como ella, algunos han estado un tiempo obnubilados,
cautivados por episodios marcados de crueldad, de misterio.
Y la dificultad por representarse el pasado puede
impedir proyectarse en el futuro. Pero cuando Zohra
encontró respuestas a sus preguntas, gracias a unos libros,
y pensó la vida de sus padres dentro de una historia más
global, ella pudó distanciarse y apropiarse de una parte de
la historia del país donde ahora reside. Ha reunido universos
culturales que tanto habían guerreado en el transcurso
de los siglos.
Es con conocimiento de causa por lo que ella mencionaba
la importancia de “tener una historia”. No lo olvidemos,
la necesidad de historias pudiera ser nuestra especificidad
humana. Y aquellos que han analizado los factores
que facilitan una reconstrucción de sí mismo a menudo
han subrayado dos elementos como esenciales: los lazos
con los otros y la posibilidad de construir con palabras
propias su historia, darle sentido, expresar de otra manera
sus emociones y compartirlas.
Como lo dice Ridha: “Es difícil pensar hacia adelante
cuando no hay nada detrás. (...) Hay un patrimonio
que no ha sido transmitido o que no se ha
integrado tal vez porque nos dijeron que
era incompatible con el patrimonio
de aquí, pero yo creo que no es
incompatible. Todo lo que se
aprende es compatible,
todo lo que se ha
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depaso
vivido nos ha formado”. Sí; aunque pueda ser estructurante
para un hijo de un emigrante el elaborar un vínculo con
la historia o la cultura de sus padres, esto no significará
encasillarlo ahí. Si cada uno tiene derecho a una historia,
también lo tiene a la ampliación de su universo cultural.
Para los hijos de emigrantes que escuché, la lectura era
propicia para trazar lazos múltiples. Más que librar batalla
en el corazón de cada uno, los universos culturales se
ajustaban, se imbricaban. Por vías insólitas, leer les permitía
construir puentes entre episodios, dar un poco de continuidad,
vincular los fragmentos de una historia. Pero
también dar un salto, llevar a cabo mutaciones con respecto
a lo que habían vivido sus antepasados. Distanciarse.
Y hacer suya una cultura a priori extranjera, la del país
o de la región de acogida, más que representársela como
un dominio arrogante y hostil. Los descubrimientos que
realizaron los chicos en unos libros les abrían a otros círculos
diferentes a la familia, la localidad o la etnia. Y estaban
muy contentos de tener acceso a un mundo más
extenso.
Es ahí donde podemos esperar que la escuela y las
bibliotecas pongan a disposición de cada cual los bienes
culturales que tal vez permitirán a aquellas y aquellos que
se acerquen a ellas transformar lo extraño, lo inquietante,
en algo familiar –que este extraño, este extranjero, devuelva
a capítulos oscuros de la historia familiar, a regiones del
yo mal exploradas, al universo propio del país de llegada
o a otros universos. De ese modo, la escuela y las
bibliotecas no arreglarán los desordenes del
mundo, pero lo harán un poco más habitable.
Y la cosa tiene mucha importancia:
se trata también de no
dejar el monopolio de las
narraciones a tal
demagogo político,extremistareli-
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