SOLILOQUIOS DE UN JUDIO
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que causa un resquebrajamiento en la estructura de la civilización<br />
regidora y por sus fisuras penetran los vientos de renovación que<br />
acaban por abrir nuevas avenidas de progreso. Los libros, al igual que<br />
la penicilina, son peligrosos; la penicilina para los gérmenes<br />
patógenos y los libros para las civilizaciones obsoletas. Los grandes<br />
libros son los perniciosos promotores de cambios en las civilizaciones<br />
que, al igual que los hombres, envejecen y se anquilosan.<br />
Toda vez que ocurre un cambio es porque uno o varios libros lo<br />
han engendrado. Y entre esos libros, principalmente entre los que<br />
han provocado cambios profundos de orden moral, los de origen<br />
judío ocupan un lugar prominente. En prueba de nuestro aserto,<br />
mencionemos algunos de rezumante peligrosidad para el tiempo de<br />
su aparición.<br />
Empecemos por uno que es más conocido por su nombre que<br />
por su contenido; uno que ha sido en extremo pernicioso para la<br />
civilización, en su hora. Nos referimos a la Biblia que en un largo<br />
período de la historia de la antigüedad constituyó un verdadero<br />
atentado contra la civilización; a tal punto llegaba su peligrosidad<br />
—lo que en cierto modo sigue sucediendo— que si hubiese yo vivido a<br />
la sazón y tocándome en mala suerte ser dictador, yo hubiera recogido<br />
todos los ejemplares aparecidos, para quemarlos, a fin de que no<br />
quedase en pie ese testimonio histórico del más radical de los<br />
cambios habidos, con efectos que aún perduran en nuestros días. Y<br />
perduran porque escasamente se lee la Biblia y los que sí la leen,<br />
pocas veces lo hacen sumergiéndose en las profundidades de su<br />
contenido, del cual se resurge como del río heraclitiano en que las<br />
aguas de la sabiduría se renuevan de continuo. Agreguemos que para<br />
aquella antigüedad no ha sido poca suerte el que la Biblia haya sido<br />
originariamente escrita, y durante largo tiempo circulara, en lengua<br />
hebrea, desconocida para el común de los mortales, pues, como se<br />
sabe, numerosas tensiones y polémicas se suscitaron cuando se<br />
comenzó a trasvasar sus textos a lenguas de uso popular.<br />
La Biblia fue, ciertamente, un libro pernicioso, pues nació en<br />
medio de una civilización a la que enderezó, inexorablemente sus<br />
dardos para abatirla y acabar con ella, sin dejar rastros. La<br />
civilización en cuyo seno surgió, puede definirse con una sola<br />
palabra: Idolatría. El régimen idólatra era, precisamente, el blanco<br />
ineludible contra el cual los autores bíblicos dirigían sus arremetidas