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EL CORAZON DEL SACERDOTE EL CORAZON DEL SACERDOTE

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mado por elementos militares y civiles ponderados,<br />

enérgico y prudente, sin dejarse llevar por extremismos<br />

peligrosos, parecería el más in dicado y<br />

quizás el que suscitaría menos recelos, si presidiera<br />

el acierto en la designación de sus componentes<br />

(…). Cabría mayor o menor transigencia en la fórmula<br />

de arreglo se gún fuesen las fuerzas con que<br />

contara Franco y las de sus contrarios, pues la prolongación<br />

de la lucha, además de los peligros de<br />

or den internacional, entraña la desmoralización<br />

propia de todas las guerras, la descristianización<br />

de los pueblos, la matanza y perse cución de los<br />

buenos y la desaparición de toda señal de culto y<br />

de religión en la zona roja».<br />

A pesar de que Vidal no firmó la Carta colectiva<br />

del Episcopado del 1.º de julio de 1937, el 14<br />

de septiembre insistió en sus deseos y le preguntó<br />

a Pacelli si, «en vista de las presentes circunstan<br />

cias, estima oportuno que yo haga alguna<br />

manifestación más explícita, de simpatía al<br />

General Franco en carta confidencial». Pacelli le<br />

dijo que no se veía dificultad alguna a que hiciera por su<br />

parte los pasos que estimase oportunos según su prudencia.<br />

En carta del 19 de noviembre de 1937 reiteraba Vidal «mi<br />

especial y delicada situación con respecto a Franco, de mis<br />

simpatías por él y de toda mi familia; uno de mis sobrinos<br />

sirve voluntario en las filas de su ejército…»<br />

La guerra presente «ha producido asesinatos<br />

cometidos por comunistas y anarquistas»<br />

El 10 de marzo de 1938 Vidal envió a Pacelli una carta personal<br />

y confidencial dirigida a Franco el día 3, pidiéndole que<br />

la hiciera llegar por vía segura a su alto destinatario, a través<br />

del correo diplomático. En ella le decía: «No se me oculta que<br />

la guerra es la guerra y que tiene sus leyes y difíciles de evadir,<br />

pero tanto ella, por legítima que sea, como sus métodos y<br />

procedimiento revisten solamente la condición de medio indispensable<br />

para alcanzar un fin justo no asequible de otra<br />

manera (…) La mayor parte de las naciones que siguen con<br />

interés nuestras cosas apoyarían una solución razonable que<br />

implicare el des terrar para siempre de nuestra Patria el sindicalismo<br />

anarco-comunista y ateo, enemigo acérrimo de nuestra<br />

civilización cristiana. Es perfectamente comprensible este<br />

ambiente internacional y cabe además no olvidar que toda<br />

guerra, y más la presente, a la larga, des cristianiza, desmoraliza<br />

y causa bajas muy dolorosas en especial entre la juventud<br />

de buenas ideas y costumbres morigeradas, la más entusiasta<br />

y generosa de ordinario, que, sumadas a las producidas por<br />

los asesinatos cometidos por comunistas y anarquistas, dejan<br />

desangrado el país privándolo del elemento más vigoroso y<br />

sano, y dificultan en gran manera la pronta reconstrucción o<br />

reacción en un sentido verdaderamente cristiano y tradicional.<br />

Precisamente por ello el Komintern con todos sus esfuerzos<br />

y propagandas favorece la prolongación de la lucha y<br />

tiende a extenderla a otros pueblos, pues sabe bien que los<br />

odios, venganzas, cansancio y malestar engendrados por la<br />

811 Número 3.416 ■ 31 de mayo de 2008<br />

Reportaje<br />

Entrevista en El Pardo entre el general Franco y el nuncio Cicognani.<br />

violencia, constituyen la preparacion más adecuada para la<br />

difusión del comunismo ateo y que dejan viva su raíz pronta<br />

siempre a retoñar en momento oportuno (…).<br />

Te nía ya de V.E. las mejores referencias por un muy buen<br />

amigo mío (e.p.d) padre del Sr. Serrano Súñer, que he visto<br />

confirmadas por las de otras personas y por la rectitud de<br />

intención que revelan las reiteradas ma nifestaciones y propósitos<br />

que tanto enaltecen a V.E. y tantas simpatías le han<br />

ganado y a las cuales sinceramente he unido las mías».<br />

Terminaba la carta con estas palabras: «Me cabe el honor<br />

de reiterar a V.E. el testimonio de mi simpatía y afecto y de<br />

manifestarle que diariamente ruego a Dios nuestro Señor<br />

por V.E., y por la salvación de nuestra estimada España, al<br />

ofrecerme de V.E. atento seguro servidor y capellán que de<br />

corazón le bendice».<br />

De nuevo, en otra carta del 31 de marzo de 1938 habló de<br />

«las simpatías que me han merecido los propósitos y la recta<br />

intención del General Franco y la forma en que se las he manifestado<br />

ya verbalmente y por tercera persona, ateniéndome a<br />

altísimo consejos, ya últimamente mediante carta, que le dirigí».<br />

La actuación del cardenal Vidal desde que salió de España<br />

en 1936 fue esencialmente silenciosa y caritativa, inspirada<br />

siempre en motivos humanitarios y encaminada a practicar<br />

todo el bien que permitían las circunstancias prescindiendo de<br />

toda mira política y sin comprometer nada. Pero los Nacionales<br />

estuvieron particularmente molestos con él y no le permitieron<br />

regresar a España, si bien la campaña promovida por algunos<br />

elementos extremistas era cosa ya vieja: se le acusaba en particular<br />

de no haber firmado la carta colectiva, del viaje de su vicario<br />

general, Salvador Rial, a Roma y París, y de sus supuestas<br />

relaciones con el presidente del Gobierno Vasco, Aguirre.<br />

El cardenal Vidal murió en la Cartuja de Valsainte (Friburgo-Suiza),<br />

el 13 de septiembre de 1943. Sus restos mortales<br />

fueron enterrados en la catedral de Tarragona en 1978. ■<br />

Vicente Cárcel Ortí<br />

Hitoriador<br />

23

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