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EL CORAZON DEL SACERDOTE EL CORAZON DEL SACERDOTE

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Documentación<br />

piden ayuda —a veces de manera inconsciente—<br />

y exigen respuesta de las<br />

autoridades civiles, de las comunidades<br />

eclesiales y de los diferentes organismos<br />

educativos. Paralelamente, es cada<br />

vez más apremiante la necesidad de un<br />

compromiso conjunto con el fin de<br />

apoyar a las familias con todos los medios<br />

a disposición, tanto en lo social y<br />

económico como en lo jurídico y en lo<br />

espiritual. A este respecto, me complace<br />

recomendar y fomentar algunas iniciativas<br />

y propuestas que han surgido en<br />

el curso de vuestra conferencia. Pienso,<br />

por ejemplo, en el loable compromiso<br />

de movilizar a la ciudadanía en apoyo<br />

de la iniciativa por una política fiscal favorable<br />

a las familias, instando a los<br />

Gobiernos a promover unas políticas<br />

familiares que den a los padres la posibilidad<br />

real de tener hijos y de criarlos<br />

en el entorno familiar.<br />

La familia, célula de comunión en la<br />

que se basa la sociedad, es para los<br />

creyentes como una «pequeña iglesia<br />

doméstica» llamada a revelar al mundo<br />

el amor de Dios. Queridos hermanos y<br />

hermanas: Ayudad a las familias a ser<br />

signo visible de esta verdad, a defender<br />

los valores inscritos en la propia naturaleza<br />

humana y comunes, por consiguiente,<br />

a toda la humanidad: la vida,<br />

la familia y la educación. No son principios<br />

que se deriven de una confesión<br />

de fe, sino de la aplicación de la justicia,<br />

que respeta los derechos de todo<br />

hombre. ¡Esta es vuestra misión, queridas<br />

familias cristianas! Que no desfallezcan<br />

nunca vuestra confianza en el<br />

Señor y vuestra comunión con él en la<br />

oración y en la referencia constante a<br />

su Palabra. Así seréis testigos de su<br />

amor, sin limitaros a contar con recursos<br />

humanos y estando firmemente<br />

asentados en la roca que es Dios y vivificados<br />

por el poder de su Espíritu.<br />

Que María, Reina de la Familia, guíe<br />

cual Estrella luminosa de esperanza el<br />

camino de todas las familias de la humanidad.<br />

Con estos sentimientos, bendigo<br />

de todo corazón a los aquí presentes<br />

y a todos los miembros de las<br />

asociaciones a las que representáis. ■<br />

(Original italiano, francés, alemán e<br />

inglés, procedente del archivo informático<br />

de la Santa Sede; traducción de<br />

ECCLESIA)<br />

Con vivo placer os recibo en este<br />

día y saludo cordialmente a cada<br />

uno de vosotros. Saludo ante<br />

todo a monseñor Michele Pennisi,<br />

obispo de Piazza Armerina, y a los sacerdotes<br />

presentes. Vaya un saludo<br />

especial al honorable Carlo Casini,<br />

presidente del Movimiento por la<br />

Vida, a quien le doy sinceramente las<br />

gracias por las palabras que me ha dirigido<br />

en vuestro nombre. Saludo a<br />

los miembros de la Dirección Nacional<br />

y del Consejo Ejecutivo del Movimiento<br />

por la Vida, a los presidentes<br />

de los Centros de Ayuda a la Vida y a<br />

los responsables de los diferentes servicios:<br />

Progetto Gemma, Telefono Verde,<br />

Sos Vita y Telefono rosso. Saludo<br />

también a los representantes de la<br />

Asociación Papa Juan XXIII y de algunos<br />

Movimientos por la Vida europeos.<br />

A través de los aquí presentes, mi<br />

pensamiento afectuoso alcanza a<br />

quienes, no pudiendo intervenir en<br />

persona, están espiritualmente unidos<br />

a nosotros. Pienso especialmente en<br />

los muchos voluntarios que, con abnegación<br />

y generosidad, comparten<br />

con vosotros el noble ideal de la promoción<br />

y de la defensa de la vida humana<br />

desde su concepción.<br />

Vuestra visita tiene lugar cuando se<br />

cumplen treinta años de la legalización<br />

en Italia del aborto, y es vuestra<br />

intención sugerir una reflexión en<br />

profundidad sobre los efectos humanos<br />

y sociales que dicha ley ha producido<br />

en la comunidad civil y cristiana<br />

durante este período. Examinando<br />

los tres decenios transcurridos y considerando<br />

la actual situación, no se<br />

puede dejar de reconocer que defender<br />

la vida se ha vuelto hoy más difícil<br />

desde un punto de vista práctico, toda<br />

32 Número 3.416 ■ 31 de mayo de 2008<br />

Defensa de la vida y atención<br />

prioritaria a la familia<br />

Discurso de Benedicto XVI<br />

a los miembros del Movimiento por la Vida (12-5-2008)<br />

vez que se ha creado una mentalidad<br />

de menosprecio progresivo de su valor,<br />

confiado al criterio de cada individuo.<br />

Consecuencia de ello ha sido un<br />

menor respeto por la propia persona<br />

humana, un valor que está en la base<br />

de toda convivencia civil, más allá de<br />

la fe que se profese.<br />

El aborto,<br />

una nueva herida social<br />

Ciertamente son muchas y complejas<br />

las causas que impulsan a tomar<br />

una decisión dolorosa como el aborto.<br />

Si por un lado la Iglesia, fiel al<br />

mandato de su Señor, no se cansa de<br />

reiterar que el valor sagrado de la vida<br />

de todo hombre está enraizado en el<br />

designio del Creador, anima por otro<br />

lado a promover toda iniciativa en<br />

apoyo de la mujer y de la familia con<br />

vistas a crear condiciones favorables a<br />

la acogida de la vida y a la tutela de la<br />

institución familiar basada en el matrimonio<br />

entre un hombre y una mujer.<br />

El hecho de haber permitido el recurso<br />

a la interrupción del embarazo, lejos<br />

de resolver los problemas que afligen<br />

a muchas mujeres y a no pocos<br />

núcleos familiares, ha abierto una<br />

nueva herida en nuestras sociedades,<br />

desgraciadamente aquejadas ya por<br />

profundos sufrimientos.<br />

A decir verdad, grande ha sido la<br />

labor realizada durante estos años, y<br />

no sólo por la Iglesia, para responder<br />

a las necesidades y a las dificultades<br />

de las familias. Pero no podemos negar<br />

que varios problemas siguen atenazando<br />

a la sociedad actual, impidiendo<br />

que se cumpla el deseo de<br />

tantos jóvenes de casarse y formar<br />

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