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Se alejó muda y sombría, paso a paso.<br />
Y el silencio y la estupefacción lo rompió la voz aguda y gutural del güero Margarito:<br />
—¡Ah, qué bueno!... ¡Hasta que se me despegó esta chinche!...<br />
En la medianía del cuerpo<br />
una daga me metió,<br />
sin saber por qué<br />
ni por qué sé yo...<br />
El sí lo sabía, pero yo no...<br />
Y de aquella herida mortal<br />
mucha sangre me salió,<br />
sin saber por qué<br />
ni por qué sé yo...<br />
El sí lo sabía, pero yo no...<br />
XIII<br />
Caída la cabeza, las manos cruzadas sobre la montura, <strong>De</strong>metrio tarareaba con melancólico acento<br />
la tonadilla obsesionante.<br />
Luego callaba; largos minutos se mantenía en silencio y pesaroso.<br />
— Ya verá cómo llegando a Lagos le quito esa murria, mi general. Allí hay muchachas bonitas para<br />
darnos gusto —dijo el güero Margarito.<br />
—Ahora sólo tengo ganas de ponerme una borrachera —contestó <strong>De</strong>metrio.<br />
Y se alejó otra vez de ellos, espoleando su caballo, como si quisiera abandonarse todo a su tristeza.<br />
<strong>De</strong>spués de muchas horas de caminar, hizo venir a Luis Cervantes:<br />
— ¿Oiga, curro, ahora que lo estoy pensando, yo qué pitos voy a tocar a Aguascalientes?<br />
—A dar su voto, mi general, para presidente provisional de la República.<br />
—¿Presidente provisional?... Pos entonces, ¿qué... tal es, pues, Carranza?... La verdad, yo no<br />
entiendo estas políticas...<br />
Llegaron a Lagos. El güero apostó a que esa noche haría reír a <strong>De</strong>metrio a carcajadas.<br />
Arrastrando las espuelas, las chivarras caídas abajo de la cintura, entró <strong>De</strong>metrio a "El Cosmopolita",<br />
con Luis Cervantes, el güero Margarito y sus asistentes.<br />
— ¿Por qué corren, curros?... ¡No sabemos comer gente! —exclamó el güero.<br />
<strong>Los</strong> paisanos, sorprendidos en el mismo momento de escapar, se detuvieron; unos, con disimulo,<br />
regresaron a sus mesas a seguir bebiendo y charlando, y otros, vacilantes, se adelantaron a ofrecer<br />
sus respetos a los jefes.<br />
— ¡Mi general!... ¡Mucho gusto!... ¡Señor mayor!...<br />
— ¡Eso es!... Así me gustan los amigos, finos y decentes —dijo el güero Margarito.<br />
— Vamos, muchachos —agregó sacando su pistola jovialmente—; ahí les va un buscapiés para<br />
que lo toreen.