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Los De Abajo.pdf - Portal

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Una bala rebotó en el cemento, pasando entre las patas de las mesas y las piernas de los señoritos,<br />

que saltaron asustados como dama a quien se le ha metido un ratón bajo la falda.<br />

Pálidos, sonríen para festejar debidamente al señor mayor. <strong>De</strong>metrio despliega apenas sus labios,<br />

mientras que el acompañamiento lanza carcajadas a pierna tendida.<br />

— Güero —observa la Codorniz—, a ése que va saliendo le prendió la avispa; mira cómo cojea<br />

El güero, sin parar mientes ni volver siquiera la cara hacia el herido, afirma con entusiasmo que a<br />

treinta pasos de distancia y al descubrir le pega a un cartucho de tequila.<br />

— A ver, amigo, párese —dice al mozo de la cantina. Luego, de la mano lo lleva a la cabecera del<br />

patio del hotel y le pone un cartucho lleno cle tequila en la cabeza.<br />

El pobre diablo resiste, quiere huir, espantado, pero el güero prepara su pistola y apunta.<br />

—¡A tu lugar... tasajo! O de veras te meto una calientita.<br />

El güero se vuelve a la pared opuesta, levanta su arma y hace puntería.<br />

El cartucho se estrella en pedazos, bañando de tequila la cara del muchacho, descolorido como un<br />

muerto.<br />

— ¡Ahora va de veras! —clama, corriendo a la cantina por un nuevo cartucho, que vuelve a colocar<br />

sobre la cabeza del mancebo.<br />

Torna a su sitio, da una vuelta vertiginosa sobre los pies, y al descubrir, dispara.<br />

Sólo que ahora se ha llevado una oreja en vez del cartucho.<br />

Y apretándose el estómago de tanto reír, dice al muchacho:<br />

— Toma, chico, esos billetes. ¡Es cualquier cosa! Eso se quita con tantita árnica y aguardiente...<br />

<strong>De</strong>spués de beber mucho alcohol y cerveza, habla <strong>De</strong>metrio:<br />

— Pague, güero... Ya me voy...<br />

— No traigo ya nada, mi general; pero no hay cuidado por eso... ¿Qué tanto se te debe, amigo?<br />

—Ciento ochenta pesos, mi jefe —responde amablemente el cantinero.<br />

El güero salta prontamente el mostrador, y en dos manotadas derriba todos los frascos, botellas y<br />

cristalería.<br />

—Ai le pasas la cuenta a tu padre Villa, ¿sabes?<br />

— Oiga, amigo, ¿dónde queda el barrio de las muchachas? —pregunta tambaleándose de<br />

borracho, a un sujeto pequeño, correctamente vestido, que está cerrando la puerta de una sastrería.<br />

El interpelado se baja de la banqueta atentamente para dejar libre el paso. El güero se detiene y lo<br />

mira con impertinencia y curiosidad:<br />

— Oiga, amigo, ¡qué chiquito y qué bonito es usted!... ¿Cómo que no?... ¿Entonces yo soy<br />

mentiroso?... Bueno, así me gusta... ¿Usted sabe bailar los enanos?... ¿Qué no sabe?... ¡Resabe!...<br />

¡Yo lo conocí a usted en un circo! ¡Le juro que sí sabe y muy rebién!... ¡Ahora lo verá!...<br />

El güero saca su pistola y comienza a disparar hacia los pies del sastre, que, muy gordo y muy<br />

pequeño, a cada tiro da un saltito.<br />

— ¿Ya ve cómo sí sabe bailar los enanos?<br />

Y echando los brazos a espaldas de sus amigos, se hace conducir hacia el arrabal de gente alegre,<br />

marcando su paso a balazos en los focos de las esquinas, en las puertas y en las casas del poblado.<br />

<strong>De</strong>metrio lo deja y regresa al hotel, tarareando entre los dientes:<br />

En la medianía del cuerpo una daga me metió,

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