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Edición Digital - Fundación Luis Chiozza

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ob r a s Co m p L e t a s • to m o XViii 27<br />

cibimos “afuera” de nuestra conciencia “no es más” que una ilusión, nos<br />

faltaría explicar todavía cómo se relacionan esas ilusiones que se nos<br />

presentan como existentes solamente ideales, con los otros “contenidos”<br />

de conciencia, igualmente ideales, que se nos presentan como algo que<br />

existe materialmente afuera. Parece más sensato lo que afirmaba Ortega.<br />

Refiriéndose a la famosa frase de Descartes: “pienso, luego existo”, él<br />

agregaba: “y existe la cosa que me hace pensar”.<br />

Materialismo e idealismo son lo que se dice monismos. Descartes,<br />

quien con su famoso “pienso luego existo” partió de la idea de que la<br />

primera realidad indudable está dada por el hecho de que uno piensa, fue,<br />

paradójicamente, el que creó la posición dualista más difundida, cuando<br />

distinguió entra la cosa pensante y la cosa extensa. En la posición dualista<br />

idea y materia son dos “cosas” distintas, dos “sustancias” irreductibles<br />

entre sí, ya que ninguna de ellas puede ser “reducida” a ser una forma de<br />

la otra. Cuerpo y alma son entonces, gramaticalmente, sustantivos, pero<br />

el problema de la relación entre ambos queda todavía irresuelto. Algunos<br />

dualistas sostienen que la relación psico-física, representada por el famoso<br />

guión, es una interacción, pero este término, que describe una realidad<br />

de observación cotidiana, en nada contribuye a explicarla. Nada agregan<br />

quienes sostienen que ambas realidades coexisten paralelamente y que se<br />

correlacionan de un modo que desconocemos. Carecemos de una “tercera”<br />

sustancia, de “transición”, para poder atribuirla al guión que “media”<br />

entre la mente y el cuerpo.<br />

El dualismo cartesiano se reparte con el materialismo que considera a<br />

lo psíquico como una propiedad emergente del cerebro, lo que constituye<br />

la opinión mayoritaria en el mundo científico de nuestros días. Nos falta<br />

todavía, sin embargo, considerar una propuesta distinta. Spinoza unía las<br />

dos realidades sustantivas del dualismo cartesiano, el cuerpo extenso y<br />

el alma pensante, sosteniendo que son manifestaciones de Dios y, por lo<br />

tanto, atributos de una única y divina sustancia, es decir cualidades que,<br />

en tanto tales, corresponden a lo que gramaticalmente denominamos “adjetivo”.<br />

Podemos ejemplificarlo mediante una metáfora diciendo que la<br />

luz del relámpago no produce el consiguiente sonido del trueno, sino que<br />

ambos son cualidades sensoriales de un mismo fenómeno, la descarga<br />

electromagnética que sucede entre el cielo y la tierra.

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