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Edición Digital - Fundación Luis Chiozza

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30 Lu i s Ch i o z z a<br />

quicos, implica sostener que la conciencia los percibe como únicamente<br />

materiales porque su cualidad psíquica, “permanece” inconciente. Su<br />

planteo lleva también implícito que psíquico y somático son categorías<br />

(organizaciones conceptuales) que la conciencia establece, acerca de una<br />

realidad a la que, más allá de ese ámbito conciente, carecería de sentido,<br />

en rigor de verdad, atribuirle alguna cualidad. Esta esclarecedora formulación<br />

de Freud trasciende las interpretaciones anteriores, sean dualistas,<br />

materialistas, o idealistas, con las cuales se intentó resolver el enigma de<br />

la relación psicofísica partiendo de un presupuesto que sólo admite dos<br />

alternativas. En la posición dualista el alma y el cuerpo existen de por sí,<br />

como entidades ontológicas diferentes, una pensante y la otra extensa, en<br />

la realidad del mundo e independientemente de la actividad cognoscitiva<br />

del hombre. En el materialismo y en el idealismo, sólo una de ellas existe,<br />

la otra consiste en una construcción ilusoria. Pero la segunda hipótesis,<br />

además de trascender esas posiciones, acumula otro mérito. Cuando renuncia<br />

a utilizar la cualidad de conciencia para definir a un psiquismo<br />

que puede continuar siendo psiquismo aun siendo inconciente, nos introduce<br />

en la necesidad de redefinir lo que entendemos por psíquico, y<br />

nos lleva también a darnos cuenta de que la presunta “sinonimia” de los<br />

vocablos “conciencia” y “psiquismo” no iluminaba demasiado el conocimiento<br />

de ninguno de los dos. En la misma formulación de la segunda<br />

hipótesis encontramos los indicios que nos permiten dirigirnos hacia una<br />

definición del psiquismo, porque Freud señala que los presuntos acompañantes<br />

somáticos de los procesos psicológicos concientes son en realidad<br />

los eslabones psíquicos inconcientes “faltantes” de una “serie” conciente<br />

encaminada hacia un fin. Si tenemos en cuenta que Freud (en su Psicopatología<br />

de la vida cotidiana) ha definido al significado de un evento por<br />

su pertenencia a una serie animada por un propósito y por la posición que<br />

ese eslabón ocupa dentro de ella, nos damos cuenta que lo que define a un<br />

evento inconciente como un acontecimiento psíquico, su cualidad esencial,<br />

se manifiesta precisamente en el estar dotado de significado.<br />

Podríamos decir que la idea de un sentido psicológico en las características<br />

“físicas” que llamamos forma, estructura, función y desarrollo<br />

en los organismos vivos, “impregna” la obra de otros pensadores que<br />

pueden considerarse precursores de la concepción freudiana que estamos<br />

contemplando. Es el caso, por ejemplo, de Maurice Maeterlink (el autor<br />

de La inteligencia de las flores). El “origen” de esa concepción puede<br />

encontrarse en la obra de Spinoza, cuya influencia sobre Goethe nos per-

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