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Edición Digital - Fundación Luis Chiozza

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36 Lu i s Ch i o z z a<br />

Cuando Freud se ocupa de las pulsiones (que, según sostiene entonces,<br />

operan en el límite entre lo psíquico y lo corporal y conforman el<br />

sustrato fundamental de la vida inconciente) señala que funcionan indisolublemente<br />

unidas a representaciones inconcientes que se apoyan en las<br />

funciones fisiológicas y que son estas representaciones las que otorgan<br />

cualidad al factor cuantitativo (motor) que es propio de toda pulsión, impulso<br />

o motivación. A partir de los conceptos freudianos (metapsicológicos)<br />

que acabamos de citar, los hallazgos de la investigación que partió en<br />

búsqueda de las fantasías específicas de las distintas funciones corporales<br />

suelen ser interpretados, siguiendo la idea de que existen, por un lado,<br />

“físicamente”, las funciones corporales, y, por otro, “psíquicamente”, sus<br />

representantes inconcientes específicos, que funcionan como tales precisamente<br />

porque se “apuntalan” en esos existentes físicos. No es este,<br />

sin embargo, el Freud de la segunda hipótesis, que contradice enfáticamente<br />

al paralelismo psicofísico. Si aceptamos que los existentes físicos,<br />

presuntos “concomitantes somáticos” de los existentes psíquicos, son lo<br />

psíquico genuino, como señalaba Freud en la segunda hipótesis, lo que<br />

suponemos un existente físico (como mero efecto “sin alma” de una causa<br />

anterior igualmente desalmada) nos impresiona de ese modo cuando<br />

no adquirimos conciencia de su significado, es decir, en otras palabras,<br />

cuando ignoramos la finalidad que lo anima.<br />

Cuando pensamos que las pulsiones inconcientes, que funcionan<br />

como automatismos, son “atraídas” (“proalimentadas” teleológicamente)<br />

por una meta que se constituye como una finalidad, nos damos cuenta de<br />

que las fantasías específicas inconcientes de los procesos normales son,<br />

desde otro ángulo de observación, metas pulsionales, y que tales metas<br />

pulsionales son exactamente lo mismo que, en cada función fisiológica,<br />

puede comprenderse como la finalidad que “explica” la disposición estructural<br />

del órgano que dicha función ha creado. Esto, como ya señalamos,<br />

es incompatible con el afirmar, como lo hace Freud (incurriendo en<br />

el paralelismo que rechaza enfáticamente en su segunda hipótesis) que<br />

las representaciones inconcientes “son psíquicas” y se apuntalan en las<br />

funciones fisiológicas que “son físicas”.<br />

La fisiología sostiene que la función “hace” al órgano, pero sucede<br />

que además, como señala lúcidamente Ortega (en su Idea del teatro), lo<br />

explica. Un molino es molino porque cumple con la finalidad de moler,<br />

y un embudo es embudo porque logra disminuir el diámetro del flujo de<br />

cualquier líquido que se vierta en él. Esto explica la forma y la disposi-

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